Crónica de un diálogo intergeneracional e interpretación del pensamiento político de la Generación XXI por Andrés Pérez-Baltodano
CONTENIDO
El foco de nuestra conversación: la cultura política nicaragüense
CAPÍTULO 1. EL CONTEXTO DEL DIÁLOGO
Coyuntura socio-económica: el escenario de la pobreza
Coyuntura internacional y subregional
Coyuntura política: el teatro electoral
Resultados de las elecciones de noviembre
La centralización del poder del Estado: cambios institucionales y constitucionales
Subordinación y partidización: relaciones entre el Gobierno Central y los municipios
CAPÍTULO 2. EN DIÁLOGO CON LA JUVENTUD DE NICARAGUA
¿Cómo empezar a promover el cambio?
El discurso de una nueva generación
La conciencia de nuestra realidad
La moralidad religiosa nicaragüense
La cultura política pragmática resignada
¿Vicios o virtudes culturales?
Tiempo presente, tiempo futuro:
¿Cómo llegamos a caer en las manos de Chico y Chicón?
Aprender de nuestros logros y fracasos
Los malabarismos discursivos del Padre Eslaquit
Tiempo de callar, tiempo de hablar
¿Transformar o desechar la idea de Dios?
Para rearticular la idea de Dios
Para salir del providencialismo
Reafirmando nuestros objetivos
Nuestros retos, nuestras ambiciones
El mal no tiene una buena cara
¿Le tomamos la palabra a Ortega?
Carta a la juventud (sandinista y no-sandinista)
La Subversión Ética de la Realidad y el Programa de Salvación Nacional
El humanismo de Pedro Joaquín Chamorro
Tres conceptos y sus definiciones
La democracia de Pedro Joaquín Chamorro: ¿tu democracia?
La dimensión político-electoral
El pensamiento de Pedro Joaquín Chamorro frente a nuestra (in)moralidad
La moralidad de Pedro Joaquín Chamorro y nuestra inmoralidad
Contestación a una carta de amor
La soledad cultural del animal
El mensaje de la Conferencia Episcopal (primera parte)
La justificación del pronunciamiento
Definiendo su ámbito de acción
La oración en el mensaje de la Conferencia Episcopal (segunda y última parte)
Un año de oración por Nicaragua
Buscando una razón para escribir
El providencialismo y tu cerebro
La dimensión material de la cultura
El discurso político y tu cerebro
El discurso opositor que no pega: el ensimismamiento y tu cerebro
CAPÍTULO 3. El PENSAMIENTO POLÍTICO DE LA GENERACIÓN XXI
La categorización del pensamiento de la Generación XXI
La posición antisandinista razonada
La posición antisandinista no-razonada
La posición prosandinista razonada
La posición prosandinista no-razonada
Un pensamiento crítico-reflexivo
Un pensamiento humanista-secular
Un pensamiento pluralista-radical
Un pensamiento político contractualista
Juntando las piezas del rompecabezas político de la juventud
Puentes para el diálogo con la posición prosandinista reflexiva
Puentes para el diálogo con la posición antisandinista reflexiva
Puentes para el diálogo con las posiciones no reflexivas
CAPÍTULO 4. CRÍTICA AL VOLUNTARISMO HEROICO
Dimensiones cognitivas del providencialismo y del pragmatismo resignado
En la tierra de los héroes que nunca mueren
Trascender el voluntarismo heroico
CAPÍTULO 5. CONCLUSIONES PARA INICIAR UNA NUEVA ETAPA
APÉNDICE: NUESTRA JUVENTUD ES HEREDERA DE UN FRACASO NACIONAL
Quiero dejar constancia de mi agradecimiento por el apoyo, el entusiasmo y la crítica de los y las jóvenes que me acompañaron en la aventura de Generación XXI[1] y en el curso El Poder Político en Nicaragua. A ellos les debo no solamente el estímulo intelectual que me brindaron, sino también el optimismo y la esperanza que en mí generaron. Ellos, por supuesto, no son responsables de cualquier error que aparezca en este libro.
También quiero agradecer el apoyo que recibí de Carlos Fernando Chamorro, director de Confidencial. Carlos Fernando me invitó a crear el blog del que se alimenta este libro. Él, además, me animó a seguir escribiendo en esos oscuros momentos en que la distancia me impedía dar sentido a mi trabajo.
Gracias también a Carlos Fonseca M. y a Roberto Fonseca L., del equipo de Confidencial, por el apoyo que me brindaron a lo largo de la vida de Generación XXI.
Quiero también agradecer al Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA) de la Universidad Centroamericana (UCA), y especialmente a Margarita Vannini, directora de este instituto, por haberme hecho parte de la familia del IHNCA. El Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica es un verdadero “milagro” que florece en medio de la ruina institucional de mi país. El liderazgo de Margarita y la tradición educativa de la Compañía de Jesús que ella, sin proponérselo, encarna, son los principales ingredientes del éxito de este instituto.
Agradezco también el apoyo de la Universidad de Western en Canadá, por brindarme las condiciones que me permitieron escribir este libro. Gracias también al Agnes Cole Dark Fund, por apoyarme en un viaje a Centroamérica que fue determinante para la decisión de emprender el esfuerzo interpretativo que aquí se ofrece.
Finalmente, gracias a mi amiga y esposa Cristina por sus críticas, consejos, regaños y correcciones. Gracias, “Coco”, por ser el Norte que me ayuda a escribir y a vivir.
Notas editoriales
En mis entregas a Generación XXI, traté de utilizar estilos de escritura inclusivos; algunos convencionales y otros no convencionales. Así, además de usar expresiones como “los y las jóvenes”, usé con frecuencia los artículos masculino y femenino como si fueran intercambiables; o bien, como si ambos incluyeran a hombres y mujeres. Con frecuencia, entonces, ignoré las reglas que nos obligan a mantener la congruencia de género en el uso de nuestro idioma. Así pues, es posible encontrar en mis entregas frases en las que escribo: “¿qué podemos hacer cada una de nosotras, desde la posición o posiciones concretas que ocupamos en la sociedad, para promover el cambio que necesita el país?” O esta otra: “demandan que todas, ellos incluidos…”. He mantenido el uso de este estilo no convencional a lo largo del libro. Que me perdonen los académicos de la lengua, pero hay cosas más importantes que las reglas.
Las citas a las opiniones y comentarios enviadas por los y las lectoras de Generación XXI se identifican en negrilla con los seudónimos que ellos usaron o con su nombre de pila. Las citas a los trabajos presentados por los participantes del curso El Poder Político en Nicaragua se identifican con los nombres completos de sus autores.
Escribo porque necesito construir otra visión del mundo, porque puedo mostrar a las personas y a mí mismo que el universo cotidiano está dotado de otro tiempo, menos trágico y caótico del que usualmente se nos presenta. Escribo porque estamos hechos de palabras y creo en ellas; si digo “abrazos” construyo puentes, si digo “mar” construyo un faro y una orilla para llegar a alguien.
Francisco Ruiz Udiel
INTRODUCCIÓN
Entre el 28 de febrero de 2010 y el 15 de agosto de 2011, Confidencial.com.ni dedicó el espacio Generación XXI a la promoción de un diálogo intergeneracional, organizado alrededor de cincuenta entregas que dediqué al estudio de la cultura política nicaragüense[2]. Al anunciar este esfuerzo, yo señalaba: “El blog Generación XXI representa una apuesta a la capacidad del pensamiento y de la voluntad política de los jóvenes y las jóvenes nicaragüenses para superar nuestra cultura del fracaso y enfrentar con éxito los retos de este incierto siglo XXI. Mi esperanza es que esta conversación sirva para articular una visión colectiva de nuestros problemas y sus posibles soluciones”.
En un encuentro que sostuve en Managua con unos treinta colaboradores del blog, afinamos y reafirmamos los objetivos de Generación XXI, señalando que buscábamos contribuir al desarrollo de una nueva cultura política para nuestro país. En esa ocasión aclaramos que nuestro propósito no era “simplemente, analizar la coyuntura política nicaragüense, sino estudiarla como la manifestación de problemas histórico-estructurales que demandan soluciones sistémicas que deberán ponerse en práctica en el corto y el largo plazo”. “Nuestro objetivo”, afirmamos, “es contribuir a la búsqueda de estas soluciones”.
El esfuerzo para mantener el blog Generación XXI enfrentó el obstáculo de la geografía. La gran mayoría de los participantes en el blog residen en Nicaragua. Algunos escribían desde los Estados Unidos y desde otros de los países receptores de la diáspora nicaragüense. Yo resido en Canadá, un hecho que fue criticado por algunos de mis lectores, bajo el supuesto de que solo los que residen en el territorio nacional están en capacidad y tienen la legitimidad para opinar sobre la vida política del país.
La edad también crea distancias. Nací en 1951, mientras que muchos de los y las jóvenes que participaron en el blog nacieron en los 1970s, los 1980s, y hasta los 1990s. Por esta razón, algunos de mis más “feroces” críticos me llamaron “viejo” para descalificar mis argumentos. ¡Y ante tanta verdad, qué podía yo decir! Mentir no puedo y reconozco, debo, que he arribado a esa fase de mi vida en que “cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro sin querer”.
Y hablando de edad, debo señalar que algunos adultos se “colaron” como jóvenes en las contribuciones al blog. Reconocí a algunos de ellos/as porque no ocultaban su edad detrás de un seudónimo. Sus comentarios fueron siempre bienvenidos porque demostraban interés en el futuro de la juventud nicaragüense, y porque escribieron, casi siempre, con un espíritu rebelde, fresco y renovador.
La participación camuflada en el blog de miembros de mi generación, o de generaciones diferentes a la designada como la Generación XXI, no afecta de una manera significativa las conclusiones que aquí se ofrecen. La voz de la Generación XXI es la dominante en el inventario de las ideas y opiniones que sirven de base a este libro.[3]
El mismo concepto de “juventud” que se utiliza en este trabajo tiene una amplia cobertura. En términos generales, hace referencia a las generaciones que heredaron los fracasos de mi generación; es decir, a los que por no haber nacido o por haber sido muy jóvenes, no participaron en el diseño y la ejecución del experimento revolucionario liderado por el FSLN en los 1980s. Incluye también a los que, por las mismas razones, no formaron parte de los esfuerzos realizados para reformular este proyecto o para desmantelarlo.
A pesar de la distancia geográfica y la distancia generacional, el intercambio logrado a través del blog Generación XXI generó importantes ideas y posiciones que yo ahora recojo, ordeno y analizo en este libro. Mi objetivo es identificar los hilos conductores y las brechas que unen/fragmentan el pensamiento/el sentir de la juventud nicaragüense que participó en este blog. En otras palabras, mi interés es tejer un tapiz discursivo que defina las coincidencias filosóficas, políticas e ideológicas que la unen; así como los vacíos y las distancias que la separan.
Mi interpretación del pensamiento político de los jóvenes que participaron en Generación XXI se enriqueció con los trabajos de las jóvenes que participaron en el curso El Poder Político en Nicaragua. Esta iniciativa surgió del encuentro con los colaboradores del blog al que antes hice referencia.
Nuestras ambiciones fueron mayores que nuestra capacidad para vencer los obstáculos que implicaba hacer un curso virtual, cargado de lecturas, en medio de las ocupaciones personales y profesionales que formaban parte de la vida cotidiana de los y las jóvenes participantes, y de la mía. De todas maneras, avanzamos en nuestra comprensión del fenómeno del poder en Nicaragua y, ojalá, ensanchamos nuestras esperanzas para lograr la transformación y democratización de nuestro país.
De ninguna manera asumo que los participantes en el blog Generación XXI y en el curso El Poder Político en Nicaragua constituyen una muestra representativa de la totalidad de la juventud nicaragüense. Para comenzar, el medio que usamos para debatir e intercambiar opiniones e ideas limitó la participación de los sectores de la juventud que no cuentan con acceso a la internet. Este no es un dato marginal en un país pobre como el nuestro.
Más significativo aún, los jóvenes que me acompañaron con su crítica y comentarios en el blog, y los que participaron en el curso, son parte del segmento políticamente activo de la juventud nicaragüense. Es decir, se trata de jóvenes que tienen el interés de leer y comentar artículos de opinión o de participar en actividades académicas. Este es un sector relativamente pequeño, si nos atenemos a los datos que indican que la gran mayoría de los y las jóvenes de nuestro país viven al margen de la política y entregados a resolver sus problemas personales (ver Sotelo Avilés, 1995; Abaunza, Solórzano, 1997; Montenegro, Cuadra, 2001; Cuadra, Zúñiga, 2011).
Mi propia orientación política seguramente condicionó la participación registrada en el curso y en el blog, así como la naturaleza del diálogo sostenido a través de éstos. Puesto en términos más claros: el curso y el blog atrajeron, sobre todo, a personas que, de una u otra forma, se sienten cómodas con mis críticas/opiniones, o por lo menos, no se sienten ofendidas por las mismas.
Generación XXI, sin embargo, logró capturar el interés de personas que criticaron o comentaron mis artículos desde posiciones políticas diferentes a la mía. Esto me ha permitido clasificar las opiniones y el pensamiento de los participantes en el curso El Poder Político en Nicaragua, y de los contribuyentes al blog, en las siguientes posiciones: la de apoyo al FSLN o prosandinista; la de oposición al FSLN o antisandinista; y la posición antisistémica o postsandinista.
La posición prosandinista se divide en dos categorías: el prosandinismo razonado y el no-razonado. La primera incluye las opiniones que ofrecen una explicación y justificación del apoyo expresado al FSLN, y/o una explicación de las razones por las cuales sus autores rechazan mis críticas a este partido. La segunda incluye las opiniones que expresan una adhesión partidaria acrítica, y/o un rechazo estrictamente emocional a mis críticas al sandinismo en el poder.
La posición antisandinista también puede dividirse en razonada y no-razonada. En la razonada se incluyen aquellos comentarios que dan razón del antisandinismo que expresan, y/o una explicación del rechazo de sus autores a mis críticas a los partidos de oposición al FSLN. La posición antisandinista no-razonada, por otra parte, expresa un rechazo que puede ser calificado como emocional a cualquier cosa -buena o mala- que dice o hace el gobierno sandinista de Daniel Ortega, y/o a cualquiera de mis críticas a la oposición antisandinista.
Finalmente, un importante número de contribuciones se ubican dentro de la posición que he llamado antisistémica o postsandinista. El concepto postsandinismo sintetiza el pensamiento expresado por los y las autoras de estas contribuciones. Para estas jóvenes, la solución de la crisis nicaragüense no se reduce a cambiar políticos y gobernantes. Nuestra crisis, desde la perspectiva de esta posición, demanda la transformación de las estructuras de poder -materiales y subjetivas- dentro de las que opera la política en Nicaragua. Así, las contribuciones que se agrupan dentro de la posición postsandinista o antisistémica son críticas del FSLN, pero también de la oposición al FSLN.
Más concretamente, el postsandinismo hace referencia a una manera de pensar la realidad nicaragüense que trasciende el maniqueísmo y la superficialidad que han dominado nuestra práctica política a través de su historia; y, particularmente, desde que el sandinismo del FSLN se erigió -a partir del triunfo revolucionario de 1979- en el principal eje de referencia del pensamiento y la práctica política nicaragüense. En este sentido, el espíritu que domina la política de nuestros tiempos es sandinista, no en un sentido partidario, sino porque el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) ha definido, desde 1979, la orientación ideológica y la organización política de la lucha por el poder del Estado en Nicaragua. En este sentido, todos somos “sandinistas”, porque el sandinismo del FSLN define, positiva o negativamente, lo que somos. Somos positivamente sandinistas, por apoyar al FSLN, o sandinistas en sentido negativo, por oponernos a este partido.
Durante la década de los 1980s, las fuerzas políticas del país se dividieron entre “revolucionarios sandinistas” y “vendepatrias antisandinistas”. Con el colapso del experimento revolucionario en 1990, el país continuó fundamentalmente dividido entre sandinistas partidarios del FSLN y antisandinistas opositores de este partido.[4] En los comicios del 2011, el peso de la división entre sandinistas y antisandinistas siguió definiendo el sentido de la política en nuestro país. En estas elecciones, señalaba Edmundo Jarquín, el candidato a Vicepresidente del principal sector de la oposición, “se trata de estar con Ortega, o estar contra Ortega”. Y agregaba: “A un lado la corrupción, el autoritarismo, el continuismo; al otro lado la honestidad, la democracia, el cambio” (Jarquín, 2011).
La lógica polarizante que enmarca las declaraciones anteriores tiene raíces históricas profundas. Así lo expresé en Generación XXI: “Nuestra historia está marcada por la ausencia de consensos nacionales integradores.
“Hemos vivido partidos entre granadinos y leoneses, liberales y conservadores, sandinistas y antisandinistas. Y fíjense bien: en el charco de sangre que produce la herida del cuerpo partido de nuestro país, siempre encontrarán a un grupo de vampiros que se beneficia de nuestra desgracia”.
En síntesis, el sandinismo al que el postsandinismo trasciende, hace referencia al “espíritu de secta” que ha dominado el pensamiento y la práctica política nicaragüense a través de su historia (Hernández Somoza, 2007).
Este espíritu dominó el pensamiento y la práctica política en nuestro país durante el somocismo; durante el chamorrismo; durante el zelayismo; y durante las dolorosas y ridículas guerras entre liberales y conservadores en la etapa inicial de nuestro desarrollo nacional.
Así pues, el espíritu sandinista que domina la política nicaragüense desde 1979 y que el postsandinismo trata de sobrepasar es, simplemente, la manifestación más reciente de una lógica y racionalidad que ha formado parte de nuestra historia. Lo que el postsandinismo trata de trascender es esta lógica y esta racionalidad.
El postsandinismo, vale la pena aclarar, no se plantea en este libro como un proyecto político partidario, sino más bien, como un proyecto educativo para la construcción de una cultura y un pensamiento político generacional que se apoya en planteamientos éticos, analíticos y propositivos; un proyecto educativo con una perspectiva moderna y modernizante de la política nicaragüense; un proyecto educativo orientado a la Generación XXI y, más exactamente, a las generaciones a las que por derecho de vida les pertenece el siglo en que vivimos; un proyecto educativo orientado a alcanzar un mayor nivel de seriedad y autenticidad en nuestra vida política nacional.
La búsqueda de una mayor autenticidad, como lo señalaba en una charla dirigida a los y las jóvenes de la Universidad Centroamericana hace unos años, no significa que todos y todas tengamos que convertirnos en gente de tal o cual orientación ideológica o partidaria. Y agregaba:
“Buscar la autenticidad no significa que todos debemos hacernos más o menos de izquierda o más o menos cristianos o más o menos de derecha o más o menos feministas. La búsqueda de la autenticidad significa que todos debemos ser más auténticamente de derecha, más auténticamente de izquierda, más auténticamente feministas o antifeministas, o más auténticamente conservadores o liberales. La búsqueda de la autenticidad significa abandonar esa insoportable levedad del ser social y político de los nicaragüenses. Dejar de ser nicaragüenses ‘light’ para asumir nuestras responsabilidades individuales y sociales con seriedad. Ése es el reto. Buscar la autenticidad es un proceso que implica la transformación individual y la transformación social. No se trata solamente de transformarnos como individuos. La verdadera autenticidad nos lleva obligatoriamente a lo social. Las identidades se construyen a través del diálogo, nos dice el filósofo Charles Taylor. Somos lo que somos, dependiendo de cómo nos relacionamos con los demás. No somos lo que somos en un monólogo, sino a través de un diálogo. La búsqueda de la autenticidad tiene una dimensión personal, individual, que nos conduce a la reflexión, al análisis crítico de lo que decimos, de lo que hacemos. Pero si somos auténticos o queremos serlo, esa reflexión individual nos tiene que llevar al análisis y al tratamiento de lo social. Imaginemos lo que sería Nicaragua si nuestros jóvenes aprendieran a ser auténticos, a ser liberales de verdad, cristianas de verdad, socialistas de verdad. Imaginemos el choque cultural que esto significaría en un país en donde los políticos liberales o conservadores o socialistas no tienen la menor idea y el menor interés en conocer qué es el liberalismo, el conservatismo o el socialismo. Imaginemos lo que significaría el poder de una juventud dotada del poder de la razón en un país sin razón (Pérez-Baltodano, 2006)”.
Yo estoy seguro de que una juventud dotada del poder de la razón tendría que ser postsandinista, independientemente de sus inclinaciones ideológicas y partidarias particulares. Los sectores y miembros de esta juventud podrían diferir, con relación al papel del mercado en el desarrollo nacional. Estas diferencias serían importantes, pero no lo suficientemente grandes, como para no coincidir en que el papel y la eficacia de toda institución y estructura de organización social, en un país con las características de Nicaragua, debe evaluarse en función de su contribución real al desarrollo de la condición humana de los y las nicaragüenses; y, especialmente y con mayor urgencia, al de los que hoy sufren hambre, pobreza e indignidad en nuestro país.
Más aún, una juventud nicaragüense dotada del pensamiento que distingue a la posición postsandinista que se identifica en este libro, podría proponer diferentes maneras de balancear la justicia social y la libertad en el modelo de organización social que escojamos para nuestro país. Estas diferencias, sin embargo, no los llevarían a ignorar -como se ha hecho a lo largo de la historia nacional y como siguen haciéndolo los miembros de la clase política nicaragüense-, la necesidad de armonizar estas dos variables en la ecuación del orden social.
Una juventud nicaragüense dotada del pensamiento que distingue a la posición postsandinista que se identifica en este libro podría ser liberal, conservadora, socialista, social cristiana, o cualquier cosa, pero sería -sobre todo- nicaragüense; es decir, sería una juventud abocada a la tarea de integrarnos en un sueño y en un conjunto de aspiraciones colectivas, para asegurar nuestra supervivencia y nuestro desarrollo como una verdadera sociedad nacional.
Finalmente, una juventud postsandinista, dotada del poder de la razón, podría ser cristiana, judía, musulmana, budista, o atea, pero tendría que coincidir -por razones de ética religiosa, o por verdadero orgullo nacional, o simplemente por el deseo de vivir en verdadera paz y seguridad-, en la necesidad de asumir con seriedad alguna versión del principio que nos obliga a “amar al prójimo como a nosotros mismos”.
El foco de nuestra conversación: la cultura política nicaragüense
Nuestra conversación, tanto en el blog como en el curso, giró alrededor de la cultura política nicaragüense. Vale la pena señalar aquí las razones que expusimos como la justificación de esta decisión:
“En este blog hemos concentrado nuestra atención en la cultura política nicaragüense; no porque nuestra crisis sea exclusivamente cultural, sino porque nos preocupa estudiar las visiones, el pensamiento, y los valores con los que los y las nicaragüenses enfrentamos el reto que implica construir una estructura institucional democrática que sirva para generar un orden económico y social que permita vernos reflejados como un todo en el espejo de nuestra historia. Más aún, concentramos nuestra atención en el estudio de la cultura política porque asumimos que, en última instancia, los y las nicaragüenses que encarnamos y reproducimos esta cultura, somos los responsables de nuestros fracasos y los únicos que podemos superarlos”.
Asumir la responsabilidad que nos corresponde por la triste condición política y social de nuestro país es el primer paso para iniciar la exploración de las soluciones para nuestros problemas. Buscar estas soluciones implica preguntarnos: ¿Cómo luchar contra una cultura política que acarreamos dentro de nosotros mismos? ¿Cómo separarnos de una herencia histórica que vive en nosotros, que reproducimos todos los días?
“Andrés, ¿cómo matar al padre?”, me preguntó Fidel en una de sus participaciones en el blog. La expresión “matar al padre” es una “metáfora psicoanalítica” que expresa la necesidad de alcanzar la adultez mediante la independencia emocional (Freud, 2008; Alvarado, Santander, 2003; Hierbas, 1996). Leamos las palabras de Fidel, porque ellas expresan el reto que significa trascender la herencia cultural que hemos recibido de nuestros padres y trasladado a nuestros hijos a lo largo de muchas generaciones:
“Fidel: Los/las muchachos/as que alguna vez hemos participado en algún intento por crear círculos de reflexión crítica, o quienes se han tirado directamente a la acción, lo siguen haciendo con los modelos viejos, sin demasiadas novedades, o sin novedades de fondo. Y, a riesgo de equivocarme y/o de ofender a algunos/as queridos/as míos/as, creo que tampoco desde la generación de ustedes (la misma de mis papás) nos han invitado a negarles; a ‘matar al padre’; a romper con la herencia política o al menos a archivarla mientras bebemos de otras fuentes, o mientras nos inventamos otras fuentes de donde beber. Los temas de discusión entre la juventud interesada parecieran a veces repetir lo que se discutía antes y después del 79; los lemas, los modos del discurso y oratoria, las consignas, las formas de instrucción política y de lucha política, sólo en poquísimas ocasiones son verdaderamente nuevas. […] Lo central sería expresar que quizá, sólo quizá, para nosotros/as los/as jóvenes, un punto de partida en la pelea podría ser tratar de alejarnos lo más posible de lo que la generación de ustedes nos puso en las manos, para abrir los ojos a otras luchas en otros países, a otros temas, a otras formas. Deberíamos tal vez pensar como si no hubiésemos recibido herencia política alguna; vaciarnos de ella, para sentirnos desolados y empujados a pensar. Cuando tengamos algunas ideas propias, entonces ya podríamos encajar en ellas las que nos dejaron Fonseca, Sandino, Cuba, la Revolución, los marxismos de antes y los de ahora, nuestros padres, nuestros ídolos, la generación de ustedes, etc.”
“¿Y cómo se hace, Andrés, para matar al padre? ¿Cómo nos vaciamos para volvernos a llenar? ¿O es una locura sin pies ni cabeza proponer que nos alejemos de ustedes para ir a buscarnos a nosotros/as?”.
El comentario de Fidel expresa el drama de la juventud de nuestro país; una juventud que, consciente o inconscientemente, sigue atada a los “modelos viejos” y a los valores tradicionales que durante siglos han gobernado la práctica política de los nicaragüenses. “Matar al padre” es desatar estas ataduras; las ataduras que empujan a la juventud nicaragüense a convertirse en una extensión de los viejos modelos y valores; es rebelarse contra las prácticas políticas polarizantes que han definido nuestra identidad social, y luchar por borrar o modificar -literalmente- las inscripciones mentales en las que se registran estas prácticas y experiencias. Podemos cambiar estas inscripciones, o ellas nos pueden convertir en reproductoras del pasado que hoy denunciamos.
“Matar al padre”, entonces, es trascender el “espíritu de los tiempos” que vivimos; es amputar la desesperanza y el cinismo que amenazan con crecer dentro de nuestros jóvenes, hasta transformarlos en sujetos culturizados; es, finalmente, poner fin a las falsas esperanzas y a las excusas que nos impiden entender el verdadero sentido de nuestra historia. “Matar al padre”, pues, es reconocer -como lo hace Emila Persola en su Carta a la Juventud Sandinista-, el fracaso y la inutilidad que representan el sandinismo del FSLN, y su negativo el antisandinismo, en nuestro país:
“Jóvenes compañeros:
No nos equivoquemos. No son sus símbolos, sus leyes, sus padres, ni paralelos lo que verdaderamente importa salvar en este país. Tampoco es esa demagogia de que “hemos recuperado el poder después de 16 años”, ni mucho menos que todo lo que no es “chicha ni limonada” es oligarquía, derecha, burguesía o agente de la CIA. ¡No!
Después de todo ese trasnochado discurso de nuestros padres, lo verdaderamente esencial aquí es que se salve a una generación futura y consecuente. A una generación que pueda romper con la cultura del fracaso y con sus ritos de oportunismo y figureo que aún pregonan y desean heredarnos desde el pasar de sus vidas. Nosotros, compañeros, somos la oportunidad de una amalgama sin pactos, sin homofobias, sin delirios, ni complejos, capaces de plantar nuestro propio horizonte y ofrecer a esta comunidad su dignidad anhelada.
Nuestros padres pudieron ser aguerridos, mujeres y hombres decididos a dejar la vida tras una idea, tras una mística y una moral, pero en el fondo, así lo verifica la historia, fracasaron…
Jóvenes compañeros, ya no hay necesidad de morir con las botas puestas, ni de volver a escupir al cielo para creer que honramos a nuestros respetados padres y ancestros. La Historia es sólo una herramienta, nunca una deuda pendiente, y con ella no buscamos una herencia sino las soluciones. ¡Que la Internet los bendiga! (Persola, 2008)”.
Reconocer el fracaso que la juventud heredó de mi generación, y “matar al padre”, son tareas riesgosas y difíciles porque, de tener éxito, pueden producir eso que Arnoldo Liberman llama el “derrumbe de la certeza del padre”. Así explica Liberman esta paradoja: La muerte del padre es “el derrumbe de la certeza del padre como ley de coherencia racional, como legislador muchas veces todopoderoso, como incitador de respuesta afectiva, como continuidad del ser […] como respuesta siempre posible para un mundo muchas veces imposible, como síntesis alimenticia que conjuga fecundar con producir y dar forma al don de la vida” (Liberman, 1996).
Para los y las jóvenes nicaragüenses -sobre todos los políticamente activos- matar al padre puede significar perder los puntos de referencia que hoy ofrecen los hombres y las mujeres de mi generación. Estos referentes ofrecen la comodidad de lo “viejo conocido”; en tanto que “matar al padre” significa aceptar la inseguridad que conlleva empezar a caminar hacia “lo nuevo por conocer”. Y lo nuevo puede ser algo mejor, pero también algo peor que lo que conocemos. Dariana Valenzuela capturaba este dilema en una de sus contribuciones: “Las instituciones sociales que condicionan el imaginario colectivo, están arraigadas en una maraña de la que forman parte un conjunto de factores que van desde la herencia de la Conquista hasta los efectos de la globalización. Y entonces veo a 6 millones de nicaragüenses, de todas las formas y colores, pero igualmente identificados con el pensamiento machista, el caudillismo, y la preocupación por el pan de cada día. Yo también me pregunto si el cambio de este estado de cosas es la anarquía o la dictadura… repetimos el proceso… ¿Acaso estoy también en la maraña de los sumisos?” (Valenzuela, 2011).
Valenzuela expresa el peligro que representa el fin de la certeza del padre. Lo nuevo puede ser mejor que lo conocido, pero también puede ser peor que el mediocre presente que vivimos. Ella, como la gran mayoría de los que participaron en Generación XXI y en el curso El Poder Político en Nicaragua, está convencida de la necesidad de romper con la comodidad que ofrece lo viejo conocido; es decir, con la comodidad que significa internalizar los valores dominantes para convertirse en “los relevos” de los que hoy controlan el poder y las instituciones del país. Sin embargo, también sabe que los cambios sociales implican riesgos.
Estos riesgos son aún mayores para los hombres y las mujeres de mi generación, porque llevamos marcado, en lo más profundo de nuestro ser, el fracaso de una revolución por la que murieron decenas de miles de nicaragüenses. Somos la causa y el producto de este fracaso; un fracaso que dejó a muchos en un vacío existencial inconmensurable que hoy intentan llenar agarrándose desesperadamente de un himno, de una consigna, de una fecha conmemorativa, o del mismo sombrero de Sandino que se disputan todos los que reclaman la verdadera representación del sandinismo en nuestro país.
Los que lucharon contra la Revolución Sandinista también fracasaron. Muchos de sus líderes se embarcaron en el proyecto de restauración del capitalismo criollo después de la derrota electoral del FSLN en 1990, hasta que se estrellaron contra la roca de las aspiraciones y necesidades de una población que, en las elecciones del 2006, decidió que es mejor vivir bajo la sombra de la revolución fracasada, que en la intemperie neoliberal.
La victoria electoral del FSLN en el año 2006 fue una pesadilla de la que la derecha política nicaragüense no ha logrado despertar. Sus líderes -convertidos hoy en defensores de una democracia política sin rostro ni alma social- viven a la espera de la repetición del “milagro de Doña Violeta”; o del anuncio de la muerte de Hugo Chávez; o del arribo de una nueva Nota Knox, que los exima de la responsabilidad de procesar sus errores, aprender de ellos, y participar con seriedad en la construcción de un nuevo país.
Para muchos sandinistas y antisandinistas, entonces, “matar al padre” significa trascender el Zeitgeist de la época revolucionaria en donde fueron los actores de un drama en el que ambos grupos se percibieron -y fueron percibidos por muchos- como la encarnación del bien en lucha contra el mal.[5] Matar al padre, para estas personas, significa trascender la nostalgia por los uniformes militares con los que sandinistas y “contras” se disfrazaron para asumir los roles heroicos del drama de la revolución y la contrarrevolución.
En síntesis, “matar al padre” es trascender la mentalidad pandillesca y sectaria que ha marcado nuestro desarrollo político. El sandinismo, y el antisandinismo como el negativo de éste, son la más reciente expresión de esta mentalidad.
Generación XXI y los esfuerzos que culminan en este libro, son una contribución al parricidio cultural en el que todos y todas debemos participar para salvarnos; sobre todo los y las jóvenes, quienes tienen derecho a decir: “Es un deber exigir que no nos impongan un modelo de felicidad ya sabes no maltratan las alas de sus crías, los padres no deben castrar las capacidades de sus hijos, deben dejarlos volar…” (Cordero, 2012).
Matar al padre y trascender el sandinismo, entonces, no significa rechazar el símbolo de la lucha de Augusto César Sandino; o el espíritu de justicia y libertad que hizo posible el triunfo del pueblo de Nicaragua el 19 de julio de 1979. El postsandinismo tampoco implica un rechazo a los aciertos del FSLN. Es decir, no significa un rechazo a lo que fue bueno y noble en la Revolución Sandinista; todo lo contrario: implica una recuperación de todo lo que fue positivo en esa dolorosa y difícil experiencia; una recuperación crítica, porque también se busca aprender de los grandes errores cometidos durante la misma.
Organización del libro
Este libro está organizado en siete partes: esta introducción, cinco capítulos y un apéndice. El capítulo 1, El contexto del diálogo, ofrece una panorámica general del momento político que vivió Nicaragua durante el intercambio sostenido a través del blog Generación XXI, y durante el desarrollo del curso El Poder Político en Nicaragua.
El capítulo 2, En diálogo con la juventud de Nicaragua, ofrece una selección de mis entregas al blog y de los comentarios recibidos. En esta selección se eliminaron dos tipos de comentarios: los que repiten ideas u opiniones expresadas en otros mensajes aquí publicados; y los que no expresan ideas definidas e inteligibles. Finalmente, se recortaron aquellos mensajes que contenían ideas y comentarios marginales que oscurecían los argumentos más importantes. En estos casos, se eliminaron los argumentos marginales y se dejaron los centrales.
Tanto mis entregas al blog como las contribuciones de los y las lectoras aquí publicadas fueron editadas, como se acostumbra a hacer en toda publicación. Vale la pena recordar que el correo electrónico tiende a flexibilizar -a veces exageradamente- las normas que rigen la escritura de nuestro idioma. Fue necesario, entonces, “limpiar” muchos de los textos recibidos.
El trabajo de selección y edición de los textos publicados fue hecho siempre con el cuidado de no desvirtuar las opiniones expresadas por los lectores del blog. Esto puede constatarse comparando las versiones publicadas con las que aparecen en la página web de Confidencial.com.ni.
Quiero también aclarar que la selección de los comentarios recibidos que aquí se publican incluye algunos que, aunque no contribuyen sustantivamente a la discusión de los temas que abordamos en el blog, expresan el sentir y la forma de pensar de una parte de nuestra juventud. Estos comentarios incluyen críticas personales contra mí.
El capítulo 3, El pensamiento político de la Generación XXI, contiene mi interpretación del pensamiento político de la juventud representada en el blog Generación XXI. Contiene, en otras palabras, el ordenamiento y análisis de los comentarios recibidos y publicados en el capítulo 3. También incluye citas a trabajos presentados por los participantes en el curso El Poder Político en Nicaragua.
Finalmente, el capítulo 4, Crítica al voluntarismo heroico, es un llamado de alerta a los y las jóvenes interesadas en cambiar la situación de nuestro país. Este capítulo contiene un análisis de la cultura heroica dentro de la que se han enmarcado los esfuerzos reformistas/revolucionarios con que los nicaragüenses hemos querido cambiar el rumbo de nuestra historia. “Desgraciado el país que necesita héroes”, advirtió Bertolt Brecht. Este capítulo explica el significado de esta admonición.
Una aclaración y advertencia final: este libro no ofrece una solución mágica a los problemas que sufre nuestro país. Simplemente interpreta el pensamiento de la Generación XXI, con la esperanza de que esta interpretación facilite la construcción de una respuesta colectiva a los retos que enfrenta nuestra sociedad en el siglo que vivimos.
Hago la aclaración anterior, porque a mí me piden con frecuencia que ofrezca una solución concreta, factible, práctica, efectiva y rápida a los problemas que yo señalo en mis escritos. Yo he respondido una y otra vez que los problemas de Nicaragua no van a ser nunca resueltos por un “iluminado”. La misma insistencia en demandar que alguien encuentre una fórmula para salir del atraso en que vivimos, constituye parte del atraso que debemos superar.
He usado en repetidas ocasiones la frase de Camilla Stivers que dice que las transformaciones estructurales -del tipo que necesita Nicaragua- han sido siempre el resultado de “múltiples conversaciones” (Stivers, 2002). Es decir, han sido siempre el resultado de la convergencia virtuosa, y con frecuencia impredecible, de múltiples ideas y múltiples voluntades que se sincronizan en acciones transformadoras de la realidad.
Mi función es, simplemente, participar como una voz más en esta conversación polifónica, desde una perspectiva crítica, tercamente crítica, inflexiblemente crítica, en un país que, como el nuestro, nos empuja constantemente a aceptar medias-soluciones o trampas disfrazadas de soluciones. Mi función, además, es facilitar el surgimiento y la articulación de otras voces críticas, como las que se expresaron en Generación XXI, en el curso El Poder Político en Nicaragua y, ahora, en este libro.
En un país inundado de desconfianzas como es Nicaragua, mis palabras/este libro pueden invitar a muchos a pensar que hay algo más detrás de mi decisión de promover la articulación y el desarrollo del pensamiento político de la juventud nicaragüense. A estas personas, y sobre todo a los que piensen que este libro tiene como objetivo promover políticamente a su autor, les repito lo que le dije a Luis, uno de mis interlocutores en el blog, cuando él insinuó que lo que yo buscaba era construir mi propio movimiento político:
“Mi esposa me lo advirtió: ‘Vas a ver que te van a decir que te estás promoviendo y organizando un grupo político’. Bueno pues, una vez más, mi mujer tiene la razón. El amigo Luis insinúa que yo traigo algo entre manos con mi crítica al Movimiento de Renovación Sandinista (MRS) de la semana pasada. Yo entiendo perfectamente su reacción. Nicaragua es el país más resbaloso del mundo y, por lo tanto, tenemos derecho a desconfiar de todos y de todo. Yo solamente puedo asegurarle a Luis y a todos y todas ustedes que tengo una sola carrera y una sola vocación: la de la docencia y la investigación académica. En este sentido soy como un monorriel. Así pues, yo no tengo nada que buscar. Estoy donde siempre quise estar. Nunca pues, amigo Luis, me verá haciendo algo diferente a lo que hago ahora. No estoy diciendo que no me interese la política. Me interesa muchísimo; la practico haciendo lo que hoy hago y dedicándome a lo que hoy me dedico”.
Ahora vende bien el patriotismo de los tragos, el de los ‘bellos recursos naturales’, el ‘nicaragüense por gracia de Dios’. No es el patriotismo de todos los días, el que se indigna del atropello de los silenciados, de los que nunca podrán.
Alguien quiere que les llame políticos a los que trafican con la pobreza y erigen la bandera del cinismo. Que me crea la propaganda, que me la coma, que anote el nombre para la rifa del socialismo de pantalla.
Quieren que elija izquierda o derecha, ambas mediocres, portaestandartes del ‘business is business’, del país como finca, del ‘todo se vale’, del ‘pobres ilusos los que aún creen’.
Ya conozco la trashumancia de sus manos resbalándose por los tragos del fin de semana, celebrando la transacción exitosa, la próxima jugada.
Mientras tanto me exigen que cante las consignas, que erija emocionada el monumento a la patria: hay que colgar la bandera junto con las botellas de ron vacías, gritar sulfurado ‘¡el río San Juan es nica!’ pero callarse la crítica, la desigualdad, la expulsión de las fronteras, el parqueo diario de los centavos”.
Yalani Zamora A.
CAPÍTULO 1. EL CONTEXTO DEL DIÁLOGO
Este capítulo ofrece una reseña de las condiciones económicas, sociales y políticas de Nicaragua durante el 2010 y el 2011, los años de vida del blog Generación XXI y del curso El Poder Político en Nicaragua.[6] Se trata de dos años marcados por la intensificación de la tendencia autoritaria del gobierno de Daniel Ortega y, especialmente, por sus esfuerzos para extender su mandato presidencial, más allá de los límites que impone la Constitución Política del país. Los años 2010 y 2011 también mostraron la profunda debilidad de la oposición antisandinista y, especialmente, su falta de ideas y de liderazgo.
Las elecciones de noviembre del 2011 terminaron arrastrando la conversación que sostuvimos en Generación XXI hacia la coyuntura que vivió Nicaragua ese año. Era imposible no comentar la escandalosa mediocridad del proceso político electoral. Era necesario, además, aprovechar sus lecciones para ilustrar los problemas de nuestra cultura política, y para reforzar la urgencia de transformarla.
Coyuntura socio-económica: el escenario de la pobreza
En los años 2010 y 2011, Nicaragua siguió siendo el segundo país más pobre del continente americano. De acuerdo a Güero Vágate, representante en Managua de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), una quinta parte de la población nicaragüense no tenía acceso a una nutrición balanceada: “Todavía tenemos un millón de nicaragüenses que no tienen su alimentación adecuada” (Vágate, 2011).
El nivel de pobreza general y, sobre todo, el de pobreza extrema, sin embargo, disminuyeron durante el gobierno de Daniel Ortega (2007-2011). El porcentaje de la población en condiciones de pobreza pasó del 48.3% en el 2005 al 42.5% en el 2009, el último año incluido en una evaluación de la gestión económica del gobierno de Ortega elaborada por una organización independiente. Por su parte, y de acuerdo al mismo estudio, la pobreza extrema se redujo del 17.2% al 14.6% en ese mismo período (FUNIDES, 2012, 29-49).
La desigualdad también se redujo. El coeficiente de Gini por ingreso pasó de 0.51 a 0.46 entre el 2005 y el 2009. Medido por consumo, este coeficiente pasó de 0.41 a 0.37 en el mismo período (FUNIDES, 2012, 36).
El desempleo y el subempleo continuaron siendo un problema para los nicaragüenses. Se estima que el desempleo abierto pasó del 5.1% en el 2006 al 7.83% en el 2011. La tasa de subempleo también aumentó, llegando a alcanzar un 53.7% en el 2011 (Envío, 2011).
Los resultados anteriores son significativos para la evaluación de la gestión del gobierno de Daniel Ortega y, por lo tanto, para una estimación de su imagen y fuerza como candidato en las elecciones del 2011. A pesar de los problemas del empleo y del subempleo, el gobierno pudo argumentar que había logrado avanzar en su declarada lucha contra la pobreza. Más aún, pudo decir que había logrado reducir la pobreza a pesar de que el Producto Interno Bruto nicaragüense (PIB) apenas había crecido a una tasa promedio del 2.3% durante el difícil período 2007-2011. Estos años, como es conocido, abarcan la crisis financiera internacional que estalló en el 2008 como resultado del colapso hipotecario en los Estados Unidos.[7]
El argumento del FSLN con relación al éxito de sus esfuerzos contra la pobreza se vio reforzado por las cifras que muestran el aumento en el gasto social que, durante el gobierno de Ortega, se elevó por encima del de los dos gobiernos anteriores hasta alcanzar un 12% del PIB anual durante el período 2007-2011. El aumento en el gasto público directamente orientado a la lucha contra la pobreza fue mayor: un 13.5% durante el período 2007-2010, concentrado principalmente en las áreas de la educación y la salud (FUNIDES, 2012, 36-37).
No cabe duda de que la capacidad del gobierno de Ortega para elevar el gasto social dependió, fundamentalmente, del apoyo recibido del gobierno de Venezuela, como miembro de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de América (ALBA). El monto de este apoyo se calcula en 2,250 millones de dólares durante el período 2007-2011. Esta cifra equivale a un promedio de ayuda mensual equivalente al 8% del PIB de Nicaragua, y al 20% de los ingresos del presupuesto nacional en los años 2010 y 2011 (El Universal, 2011a; Sandoval, 2012).
El vital papel que ha jugado la cooperación venezolana en el proyecto político de Ortega fue reconocido por el mandatario nicaragüense durante una visita a Caracas en el 2008: “Sin la cooperación del petróleo que nos brinda Venezuela, la economía nicaragüense ya hubiera colapsado” (Ortega, 2008).
La cooperación venezolana fue, entonces, uno de los principales pilares del gobierno de Ortega y, además, el sostén de sus promesas electorales. También era, o podía llegar a convertirse, en el Talón de Aquiles del proyecto “cristiano, socialista y solidario” del FSLN, si se toma en consideración que, como lo señala FUNIDES, la disminución del apoyo de Europa, y la mayor dependencia de Venezuela, aumentaban la vulnerabilidad externa del país y podían tener un impacto negativo en su crecimiento económico (FUNIDES, 2012, 32).
El peligro que representaba la dependencia de Nicaragua con relación a Venezuela fue señalado repetidamente por los líderes de la Unidad Nicaragüense por la Esperanza (UNE), la organización política opositora más fuerte del país en el 2011. Los líderes de esta organización también atacaron la naturaleza “asistencialista” de las políticas sociales del FSLN y advirtieron que éstas eran “insostenibles”, ya que solamente eran posibles por la ayuda que el gobierno recibía del también “asistencialista” Hugo Chávez (Baca y Lorío, 2011).
A los beneficiarios de los programas sociales del gobierno sandinista, como lo demostraron los resultados electorales de noviembre, no pareció preocuparles ni el “asistencialismo”, ni el papel que Chávez jugaba en Nicaragua. Tampoco estuvieron interesados en debatir la sostenibilidad o insostenibilidad de estos programas. Los que tenían hambre querían recibir los beneficios del programa Hambre Cero. Los que estaban enfermos querían recibir la asistencia médica gratuita declarada por el gobierno de Ortega en el 2007. Y los que no tenían un techo para protegerse, querían recibir las tejas de zinc del programa Plan Techo que Daniel Ortega repartió a manos llenas en las zonas más pobres del país durante su campaña electoral.
A los beneficiarios de los programas sociales del gobierno sandinista, tampoco pareció preocuparles los casos de corrupción asociados con el muy poco ortodoxo manejo de la cooperación petrolera del ALBA/Venezuela en los últimos años. Esta ayuda se manejó dentro del marco de un convenio que obligaba a Nicaragua a cancelar el 50% de la factura petrolera en un plazo de 90 días, mientras que el 50% restante se convertía en un crédito a 23 años de plazo y al 2% de interés anual. Los fondos derivados de este favorable crédito fueron manejados a través de mecanismos privados y, por lo tanto, fuera de los controles del Estado. Alba de Nicaragua S.A. (ALBANISA), uno de estos mecanismos, estaba involucrada en el manejo de plantas de generación eléctrica, exportaciones agropecuarias, negocios de transporte, administración de equipos de construcción, finanzas, ganadería, importación y distribución de combustible, entre otros (Chamorro y Maldonado, 2011a).
Múltiples casos de enriquecimiento ilícito derivados de la administración de los fondos ALBA/Venezuela fueron revelados por los medios de comunicación no oficiales del país durante el 2010 y el 2011. La misma familia del Presidente Ortega fue identificada como beneficiaria ilícita de esta ayuda (Chamorro y Maldonado, 2011b; La Prensa, 2012a).
Coyuntura internacional y subregional
Durante los años 2010 y 2011, Nicaragua siguió ocupando un lugar muy secundario en la política exterior de los Estados Unidos, a pesar de los esfuerzos de un activo grupo de congresistas demócratas y republicanos liderados por Ileana Ros-Lehtinen, congresista republicana de la Florida, quien desde antes de las elecciones venía presionando a la administración de Barack Obama para que los Estados Unidos no reconocieran la candidatura de Ortega. Después de las elecciones, la congresista siguió insistiendo, sin éxito, para que Washington desconociera los resultados electorales.
El apoyo recibido de ALBA/Venezuela fue crucial para que el gobierno de Nicaragua neutralizara los efectos económicos que significó el retiro de la cooperación de varios países. Suecia retiró su apoyo en el 2010. Holanda, Noruega y Dinamarca lo hicieron durante el 2011. El retiro de los cooperantes europeos fue motivado por los cambios en las prioridades de los países donantes y, como lo señalaba un analista nicaragüense, “el cansancio con un país que, como Nicaragua, no termina de estabilizarse políticamente, ni alcanza su ansiado despegue económico”. En el 2008, la Unión Europea había retirado su ayuda al presupuesto de Nicaragua, en este caso, en reacción a las irregularidades que marcaron los comicios municipales de ese año (El Universal, 2011b).
En total, se estima que entre el 2008 y el 2011, Nicaragua dejó de recibir en ayuda bilateral alrededor de 300 millones de dólares. Esta cifra equivale a casi el 90% “de lo que el Gobierno destinó en 2011 para la construcción de carreteras, caminos, escuelas y centros de salud” (La Prensa, 2012b).
Finalmente, el viejo conflicto entre Nicaragua y Costa Rica por la delimitación y control de sus zonas fronterizas y, más concretamente, por la definición de los derechos de ambas naciones sobre el Río San Juan, que divide a los dos países, formó parte de los factores que operaron en el contexto internacional de Nicaragua durante el 2010 y el 2011. En el 2010, Nicaragua inició el dragado del río con la declarada intención de recuperar la fuerza de su caudal y hacerlo más navegable. Costa Rica protestó alegando daños a su ecología y la violación a su soberanía territorial. La disputa fue llevada a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya. Esta corte se pronunció sobre la misma en marzo del 2011 con una sentencia que muchos consideraron “salomónica”. Básicamente, la CIJ ordenó que se evitara la presencia de fuerzas militares en los puntos sensibles de la zona fronteriza. Tanto el gobierno de Nicaragua como el de Costa Rica interpretaron la decisión de la corte como una “victoria”.
El problema fronterizo volvió a surgir en el 2011, cuando Costa Rica inició la construcción de una carretera a lo largo de un trecho del río San Juan. Nicaragua denunció este proyecto y abrió un nuevo caso en la CIJ, argumentando que la construcción de la carretera dañaba la ecología del río. La Corte Centroamericana de Justicia ordenó detener el proyecto costarricense para que los dos países en disputa iniciaran un diálogo, pero Costa Rica no reconoció la jurisdicción de este organismo.
Tanto Daniel Ortega como la Presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, lograron obtener réditos políticos de la fiebre nacionalista que desató el tema del Río San Juan en las dos naciones centroamericanas. En noviembre del 2010, la Asamblea Nacional de Nicaragua se unió para apoyar al gobierno. En su declaración manifestaron: “Reiterar nuestro apoyo al gobierno del presidente Daniel Ortega por las acciones emprendidas en defensa de la soberanía nacional, desarrollando la limpieza y dragado de nuestro Río San Juan y exhortamos al gobierno de la República a continuar con dicho dragado” (El 19 Digital, 2010). Un año más tarde, en noviembre del 2011, la Asamblea Nacional de Nicaragua volvió a unirse para apoyar al gobierno de Ortega y condenar el proyecto costarricense de construcción de su carretera en las márgenes del río San Juan (Asamblea Nacional Nicaragua, 2011).
Coyuntura política: el teatro electoral
En el 2011, la vida política de Nicaragua giró alrededor de las elecciones generales de noviembre de ese año y, más concretamente, del tema de la legitimidad o ilegitimidad de la candidatura de Daniel Ortega, líder del gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN); de las acusaciones y contra-acusaciones sobre la legalidad y transparencia del proceso; y, sobre todo, del significado e implicaciones de sus posibles resultados. Más concretamente, las preguntas que dominaron el ambiente político durante este año fueron: ¿Logrará Daniel Ortega extender su poder y consolidar su proyecto “cristiano, socialista y solidario”? O bien, ¿logrará la oposición poner freno a las ambiciones del comandante sandinista y gobernar un país profundamente dividido? Así pues, en el escenario de la pobreza y la inseguridad en la que vivían millones de nicaragüenses, se montó el drama electoral del 2011 que desembocó en el triunfo de Daniel Ortega.
Cinco partidos y alianzas se registraron para competir por la presidencia, las diputaciones nacionales y departamentales en la Asamblea Nacional, y las que le corresponden a Nicaragua en el Parlamento Centroamericano (PARLACEN). El FSLN, liderando una alianza de grupos y partidos denominada Alianza Unida Nicaragua Triunfa, inscribió a su candidato presidencial Daniel Ortega, y al ex jefe del Ejército Omar Halleslevens como candidato a la Vicepresidencia. La inscripción de Ortega desató fuertes protestas ya que su intento reeleccionista estaba expresamente prohibido por la Constitución del país.
La Alianza Unida Nicaragua Triunfa estuvo integrada por el Partido de la Resistencia, que agrupa a un sector de las fuerzas militares que lucharon contra el FSLN en los 1980s; el Partido Liberal Nacionalista, herencia del somocismo contra el que luchó el FSLN antes de conquistar el poder en 1979; el Movimiento de Unidad Cristiana; el Partido Camino Cristiano Nicaragüense; el Partido Democracia Cristiana; el Partido Unión Demócrata Cristiana; el Partido Alternativa por el Cambio; y otros cinco movimientos y organizaciones políticas.
Desde la oposición se inscribieron cuatro partidos. El Partido Liberal Constitucionalista (PLC) estuvo liderado por el ex presidente Arnoldo Alemán, quien a pesar de su reputación como uno de los mandatarios más corruptos en la historia política del país, había logrado mantener el control de este partido. El ex diputado y ex Canciller Francisco Aguirre fue inscrito como su compañero de fórmula. Dos partidos -el Partido Conservador y el Partido Indigenista Multiétnico de la Costa Atlántica- se inscribieron como aliados del PLC.
El partido Alianza Liberal Nicaragüense (ALN) inscribió al diputado Enrique Quiñonez como candidato a la presidencia. Quiñonez, un ex miembro del movimiento armado que luchó contra el gobierno del FSLN en la década de los 1980s, había sido un cercano colaborador de Arnoldo Alemán, antes de romper su relación con el ex presidente. Su compañera de fórmula fue la diputada Diana Urbina.
Otro partido, la Alianza por la República (APRE), inscribió al académico y ex diplomático Roger Guevara como su candidato presidencial y a Elizabeth Rojas como candidata a la Vicepresidencia. Otros dos partidos -el Partido Unionista Centroamericano y el Partido Neo Liberal- se sumaron al APRE para participar en las elecciones como aliados.
Finalmente, el sector de la oposición que las encuestas de opinión pública mostraban como el principal rival del FSLN, se inscribió en la casilla del Partido Liberal Independiente (PLI) bajo el nombre de Unidad Nicaragüense por la Esperanza (UNE). Además del PLI, esta alianza estaba formada por el Movimiento Vamos con Eduardo, formado por simpatizantes del banquero Eduardo Montealegre, ex candidato a Alcalde de Managua por el Partido Liberal Constitucionalista en las controvertidas elecciones del 2008, y ex funcionario de los gobiernos de Arnoldo Alemán (1997-2002) y Enrique Bolaños (2002-2007); el Movimiento Renovador Sandinista, formado por disidentes del FSLN; el Partido de Acción Ciudadana; y el Partido de la Unidad Costeña.
El líder de la UNE fue el conocido empresario radial Fabio Gadea Mantilla, de ochenta años de edad, quien fue inscrito junto con el candidato a la Vicepresidencia Edmundo Jarquín, ex candidato a la presidencia en las elecciones del 2006 que ganara Daniel Ortega. Gadea Mantilla publicaba regularmente sus “Cartas de Amor a Nicaragua” en el conservador diario La Prensa. En ellas se expresaban de manera explícita un profundo antisandinismo, una visión elitista de la sociedad, y un profundo conservatismo social en temas como el aborto y la homosexualidad (Gadea Mantilla, 2010a; 2011a).
Gadea Mantilla, además, era diputado por Nicaragua ante el Parlamento Centroamericano (PARLACEN). Esta diputación era uno de los muchos beneficios que Gadea Mantilla había logrado de su estrecha relación con Arnoldo Alemán cuando éste fue Presidente del país. Una hija de Alemán era la esposa de un hijo de Gadea Mantilla, por lo que la decisión de Gadea de disputarle a Alemán el liderazgo de las fuerzas antisandinistas desató un drama familiar en el incestuoso mundo político nicaragüense.
Para muchos sandinistas y no-sandinistas, la candidatura de Gadea Mantilla fue una sorpresa, no sólo por su edad, sino por su falta de experiencia política, su estrecha relación con el ex presidente Arnoldo Alemán, y su duro conservatismo. En realidad, la candidatura de Gadea Mantilla reflejaba la crisis de liderazgo y las debilidades de la oposición nicaragüense que, fragmentada y sin un proyecto de nación, intentaba poner fin al continuismo de Daniel Ortega.
Los discursos de Ortega y Gadea Mantilla, aunque desprovistos de una base filosófica o doctrinaria sólida, expresaron con claridad la existencia de las dos Nicaraguas en quienes los candidatos depositaron su suerte en las elecciones. Mientras que el FSLN enfatizó la lucha contra la pobreza en la que habitaban millones de nicaragüenses, la oposición se concentró en deplorar el irrespeto del gobierno a la Constitución, y la ausencia de un verdadero “Estado de Derecho”. El proyecto del FSLN fue presentado por el Presidente Ortega y sus seguidores como “la segunda fase de la Revolución Sandinista” (Midence, 2010; Ortega 2010a). Desde esta perspectiva, el proyecto “cristiano, socialista y solidario” del FSLN era revolucionario y de orientación popular.
El discurso utilizado por el FSLN en el 2011 para defender su proyecto estuvo cargado de religiosidad. La campaña electoral de este partido fue oficialmente bautizada con el nombre “la Campaña del Bien Común”; y definida como “la campaña de la multiplicación de los panes, donde Dios obra milagros, para que el bien se establezca” (Salinas Maldonado 2011a; El Radar.Net, 2011). En consonancia con esta definición, Daniel Ortega y su jefa de campaña y esposa Rosario Murillo, hicieron un uso sistemático y constante de alusiones, símbolos e imágenes religiosas que incluyeron hasta evocaciones a la doctrina del derecho divino que sirvió para legitimar el absolutismo en Europa. En una concentración política en la ciudad de Juigalpa, el 1 de octubre del 2011, Rosario Murillo dijo: “Tenemos que trabajar para multiplicar los prodigios del Señor en Nicaragua, porque […] el Señor pone y quita reyes. Cuando el Señor decide poner reyes es para que les sirvan al pueblo, no para otra cosa” (Murillo, 2011).
La religiosidad del FSLN se expresó, además, en el campo de la salud reproductiva y, más concretamente, en la racionalidad utilizada por el FSLN para apoyar la criminalización del aborto terapéutico en Nicaragua. Para justificar los votos del FSLN para la aprobación de esta medida en la Asamblea Nacional, Rosario Murillo había expresado en el 2006: “Somos enfáticos: No al aborto, sí a la vida. Sí a las creencias religiosas; sí a la fe; sí a la búsqueda de Dios, que es lo que nos fortalece todos los días para reemprender el camino” (Murillo, 2007).
Durante la campaña electoral del 2011, Daniel Ortega continuó expresando el apoyo del FSLN a la criminalización del aborto terapéutico, a pesar de las fuertes protestas de grupos de mujeres dentro y fuera del país; y a pesar de los frecuentes casos de niñas violadas que se ven obligadas a dar a luz en Nicaragua. Frente a esta situación, Ortega se limitó a señalar que su gobierno era “enemigo de Herodes” (Pérez, 2011).
Por su parte, el discurso del principal grupo opositor, la Unidad Nicaragüense por la Esperanza (UNE), registrada en la casilla del Partido Liberal Independiente (PLI), se concentró en la promesa de poner fin al “danielismo” para evitar la consolidación de un nuevo “somocismo”. Más allá de anunciar esta intención, la UNE no logró articular una visión de sociedad capaz de integrar las aspiraciones de la fragmentada sociedad nicaragüense.
Así, el discurso de la UNE creaba la impresión de que los líderes de esta organización trataban de comunicarse con los que integraban su propio mundo político y social para darles (y darse) ánimo, para apoyarlos (y apoyarse), y para motivarlos (y motivarse) a actuar contra Daniel Ortega. En este sentido, el discurso de la oposición no fue, realmente, un discurso político orientado a establecer una comunicación efectiva con el sector de los votantes “independientes” e “indecisos” que, a tan sólo dos meses de las elecciones, se calculaba en un 20% del electorado nicaragüense (Fonseca, 2011a). El discurso de la oposición tampoco estuvo dirigido al electorado pobre que se había beneficiado de los programas sociales del gobierno del FSLN. Este sector de la población percibía como una amenaza la condena de la oposición a la orientación “asistencialista” de Ortega (Pérez-Baltodano, 2010).
Resultados de las elecciones de noviembre
Los nicaragüenses acudieron a las urnas en noviembre del 2011, profundamente divididos entre sandinistas y antisandinistas. Ortega ganó las elecciones con un amplio margen. La alianza opositora liderada por Gadea Mantilla y muchas organizaciones de la sociedad civil rechazaron los resultados anunciados por el Consejo Supremo Electoral y demandaron nuevas elecciones. Gadea Mantilla hasta llegó a declararse “Presidente Constitucional” del país (Gadea Mantilla, 2011b).
Resultados de las Elecciones del 2011 | |
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Alianza Unida Nicaragua Triunfa (liderada por el FSLN) | 62.46% |
Unidad Nicaragüense por la Esperanza (UNE) | 31.00% |
Partido Liberal Constitucionalista (PLC) | 5.91% |
Alianza Liberal Nicaragüense (ALN) | 0.40% |
Alianza por la República (APRE) | 0.23% |
Fuente: Consejo Supremo Electoral, 2011a.
Los observadores de la Unión Europea (UE) y de la Organización de Estados Americanos (OEA) señalaron y deploraron muchas de las anomalías del proceso, pero no cuestionaron abiertamente la victoria de Ortega. Dante Caputo, jefe de la misión observadora de la OEA, calificó las elecciones como “preocupantes”, cuando sus observadores fueron impedidos de entrar al 20% de los recintos electorales de la muestra diseñada por este organismo para realizar su labor (Caputo, 2011).
Luis Yáñez, jefe de la misión de observadores de la UE, fue aún más crítico al señalar que, a su juicio, las elecciones no habían sido “creíbles”. Y agregó: “Ha habido falta de transparencia, opacidad en muchos momentos del proceso electoral” (Yáñez, 2012). El nicaragüense Grupo Cívico Ética y Transparencia, por su parte, concluyó su análisis de las elecciones del 2011 señalando que éstas no cumplieron “con los requisitos mínimos universales en materia de garantías al sufragio”. Para apoyar su aseveración, Ética y Transparencia identificó un sinnúmero de irregularidades entre las que se destacan las siguientes: “En el 18% de las Juntas Receptoras de Votos (JRV) no se realizó el escrutinio de los votos […] Por otra parte, se conocen al menos 98 casos documentados de más votos que votantes en las JRV y alto grado de sistematicidad en rellenar las urnas por la vía del doble y triple voto, en aquellas JRV sin debida fiscalización” (Grupo Cívico Ética / Transparencia, 2011).
Independientemente de las irregularidades del proceso electoral, el triunfo de Daniel Ortega no fue una sorpresa, si se toma en consideración que éste había sido pronosticado consistentemente por encuestas realizadas por al menos cuatro empresas -Borge y Asociados, M&R Consultores, Siglo Nuevo y CID Gallup- a lo largo del 2011. La última de estas encuestas, realizada un mes antes de las elecciones, le otorgó a Ortega un 48% del voto, 18 puntos por encima del 30% que marcaba la candidatura de Fabio Gadea Mantilla (La Prensa, 2011a; Chamorro, 2011).
El 10 de enero del 2012, Daniel Ortega inauguró su nuevo gobierno con un discurso conciliatorio pronunciado con el fondo musical de “Démosle un Chance a la Paz” de John Lennon, y acompañado de personalidades como el Presidente venezolano Hugo Chávez, el Presidente de Irán Mahmud Ahmadineyad, el Príncipe de Asturias Felipe de Borbón, y varios presidentes caribeños y centroamericanos. Las autoridades oficiales de la Iglesia no asistieron a la inauguración presidencial, reafirmando de esta manera la distancia crítica que mantienen con el gobierno, desde que Monseñor Leopoldo Brenes fuera nombrado Arzobispo de Managua en el año 2005.
En el poder, el FSLN de Daniel Ortega había articulado una alianza con los líderes del sector capitalista nicaragüense, a quienes logró convencer de que sus constantes diatribas contra “el capitalismo salvaje” no los incluían a ellos. Ortega, además, estableció buenas relaciones con los organismos financieros internacionales y obtuvo el apoyo de un pequeño pero influyente sector de la Iglesia Católica Nicaragüense, cuya principal figura era su antiguo archienemigo, el Cardenal Miguel Obando y Bravo.
La centralización del poder del Estado: cambios institucionales y constitucionales
A lo largo del año electoral, el FSLN dejó claro que su meta no era simplemente ganar, sino ganar con una mayoría abrumadora. Más concretamente, lo que buscaba el FSLN en las elecciones del 2011 era obtener, casi a cualquier precio, un peso en la Asamblea Nacional que facilitara la consolidación de su proyecto político a largo plazo. En su primer documento de campaña señalaba sin ambigüedades: “El 2011 no es una elección presidencial más en el juego democrático […] el FSLN volvió al poder no para administrar el Estado por cinco años. Volvió para realizar cambios profundos en las estructuras de poder de Nicaragua” (FSLN, 2010).
El discurso del FSLN durante el 2011 también dejó claro que, por su supuesto carácter revolucionario, el proyecto “cristiano, socialista y solidario” que este partido decía representar, no tenía que apegarse a las normas legales del país. Así lo afirmó Tomás Borge, Secretario General del FSLN, durante su intervención en el IV Congreso Extraordinario de esta organización, celebrado el 26 de febrero del 2011 para proclamar la candidatura de Daniel Ortega: “Están fuera de la realidad quienes ignoren que todos y cada uno de los diferentes órganos del Estado están para responder a los intereses de la Revolución, es decir del pueblo […] La revolución es, por lo tanto, fuente de derecho y sus decisiones son legítimas, justas, más allá de lo formal” (Borge, 2011).
Amparándose en la idea de que “la revolución es fuente de derecho”, el gobierno de Ortega violentó la Constitución y atropelló las normas que definen la legalidad y legitimidad de las elecciones presidenciales en Nicaragua. Muchos vieron en esta conducta la cristalización de una “dictadura institucional” (Salinas Maldonado, 2011b). Esta expresión denota la consolidación de lo que Luz Nagle define como un Estado por Derecho: un modelo de gestión estatal en el que, contrario a lo que sucede en el Estado de derecho, la ley es instrumentalizada por el gobierno para afianzarse en el poder (Nagle, 2009).
Para comenzar, de acuerdo al artículo 147 de la Constitución de la República de Nicaragua, Daniel Ortega no podía participar en las elecciones del 2011. Esto dice el artículo en mención: “No podrá ser candidato a Presidente ni Vicepresidente de la República: el que ejerciere o hubiere ejercido en propiedad la Presidencia de la República en cualquier tiempo del período en que se efectúa la elección para el período siguiente, ni el que la hubiera ejercido por dos períodos presidenciales” (Constitución República Nicaragua, 2003).
Ortega, entonces, no podía participar nuevamente como candidato, porque antes de las elecciones del 2011 había sido presidente dos veces. La Constitución, además, prohíbe la reelección en dos períodos consecutivos.
Ortega fracasó a lo largo del 2009 en sus esfuerzos para obtener los votos necesarios para modificar la Constitución y legalizar su candidatura. Para superar este obstáculo, el mandatario solicitó a la Corte Suprema de Justicia -dominada por aliados del FSLN- la “inaplicabilidad” del artículo 147 de la Constitución que prohibía su candidatura. La Sala Constitucional de la Corte declaró inaplicable este artículo el 14 de octubre del 2009. La Corte en pleno ratificó esta resolución el 30 de septiembre del 2010. El Consejo Supremo Electoral, también dominado por el FSLN, acató la resolución de la Corte Suprema de Justicia y, el 7 de abril del 2011, aceptó oficialmente la inscripción de Daniel Ortega como candidato presidencial (Confidencial, 2011).
Para oscurecer aún más la legalidad y legitimidad de todo este proceso, los nombramientos de los funcionarios que dirigían la Corte Suprema de Justicia, el Consejo Supremo Electoral, y otras instituciones claves del país, se vencían el 2 de febrero del 2010. Frente a esta situación, y consciente de que la legalización de su candidatura dependía del peso que tenía el FSLN en la Corte Suprema de Justicia y en el Consejo Supremo Electoral, Ortega luchó para lograr la ratificación de sus aliados en estas y otras organizaciones, antes de la fecha mencionada. La oposición parlamentaria, sin embargo, se opuso a sus deseos y demandó el nombramiento de magistrados y funcionarios no partidizados. El impasse creado por este conflicto se convirtió en una amenaza para las ambiciones reeleccionistas de Daniel Ortega.
Para resolver este problema, Ortega emitió el 9 de enero del 2010, un decreto presidencial que ratificó y prorrogó en sus cargos a los magistrados del Consejo Supremo Electoral, los de la Corte Suprema de Justicia, los miembros del Consejo Superior de la Contraloría de la República, el Procurador de Derechos Humanos, y el Superintendente de Bancos. Ortega justificó su decisión señalando: “En mi calidad de jefe de Estado y de gobierno, la Constitución Política me hace responsable de la coordinación armónica entre las instituciones del Estado de Nicaragua y ante el vacío de poder generado por la Asamblea Nacional al no nombrar a los funcionarios, es mi deber evitar la inseguridad e inestabilidad política, económica y jurídica de la nación” (Ortega, 2010b).
La oposición denunció el nuevo decreto presidencial como una nueva arbitrariedad de Ortega. El liberal opositor José Pallais expresó el sentir de este sector señalando: “[Ortega] nos está diciendo: o eligen a los míos o se quedan los míos” (Pallais, 2010).
Habiendo “solucionado” el tema de su candidatura, Ortega concentró sus esfuerzos en resolver un último problema: la participación de observadores nacionales e internacionales en las elecciones. Durante el 2010, el Consejo Supremo Electoral había dejado entrever que no consideraba necesaria la observación electoral internacional. El mismo Daniel Ortega confirmó esta posición en enero del 2011: “¡Ya estamos grandecitos! ¡No queremos ya más intervenciones en nuestras elecciones!” (Ortega, 2011).
En los meses siguientes, sin embargo, Ortega y el Consejo Supremo Electoral moderaron su posición. Para muchos, este cambio fue provocado por la seguridad que el FSLN había alcanzado con relación al triunfo de Ortega, después de que prácticamente todas las encuestas de opinión lo pronosticaran. Así, el 15 de agosto del 2011, el Consejo Supremo Electoral hizo público el manual para la reglamentación de la participación de “acompañantes electorales”. El término “acompañante” sustituyó al de “observador”, como una supuesta expresión de consistencia política, después de que el mismo Ortega hubiese rechazado este tipo de “intervenciones”. Los cambios que el manual introdujo en la práctica de la observación electoral, sin embargo, no se limitaron a lo puramente semántico o a lo estrictamente simbólico. Las regulaciones que contenía este manual limitaban la libertad de movilización de los “acompañantes” nacionales e internacionales, de acuerdo con “rutas de movilización” pre-establecidas (Consejo Supremo Electoral, 2011b; Jarquín L., 2011).
El Consejo Supremo Electoral, por ejemplo, se reservaba el derecho de “autorizar” la movilización de los “acompañantes” nacionales e internacionales, según las rutas designadas. Así explicó el Instituto para la Democracia (IPADE) las restricciones impuestas por el CSE: “La ruta designada implica que el CSE determina dónde observar y qué observar, y no contiene las prerrogativas y facultades de la observación nacional e internacional, que todo reglamento anterior establecía en Nicaragua, hasta antes de la publicación del actual” (IPADE, 2011). Estas disposiciones fueron denunciadas por los partidos de la oposición y por varias organizaciones de la sociedad civil, como violatorias de acuerdos firmados por Nicaragua con las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos en materia de supervisión electoral.
A las irregularidades anteriores deben sumarse las que se relacionan con el propio proceso de votación. Éstas incluyen incongruencias en el número de electores registrados en el padrón electoral, manipulación de la entrega de cédulas para votar y, el propio 6 de noviembre, día de la votación, la celebración de lo que José Luis Rocha llamó “la piñata electoral” (Rocha, 2011).
Así pues, en el 2010 y el 2011 se reveló con fuerza la tendencia del Ejecutivo a convertirse en el centro regulador de las instituciones y poderes del Estado, en contraposición con el artículo 129 de la Constitución que señala que los Poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Electoral, “son independientes entre sí y se coordinan armónicamente, subordinados únicamente a los intereses supremos de la nación y a lo establecido en la presente Constitución” (Constitución República Nicaragua, 2003). Al mismo tiempo, los fracasos y dificultades que enfrentó Ortega en sus esfuerzos para legalizar su candidatura en las elecciones del 2011 revelaron la existencia de barreras institucionales capaces de entorpecer la tendencia centralizante de su proyecto. La principal de estas barreras fue la distribución del poder en la Asamblea Nacional durante el período 2006-2011. Durante este período, el FSLN contó con menos del cincuenta por ciento de los asientos en la Asamblea.
Composición de la Asamblea Nacional por Partidos y Alianzas Período 2006-2011 | |
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Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) | 38 |
Partido Liberal Constitucionalista (PLC) | 25 |
Alianza Liberal Nicaragüense (ALN) | 23 |
Movimiento Renovador Sandinista (MRS) | 5 |
Fuente: Consejo Supremo Electoral, 2011a |
Con los resultados de las elecciones del 2011, Ortega y el FSLN lograron crear una correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional más favorable para su proyecto. Más concretamente, lograron obtener el número de asientos que les permitiría “contar con una mayoría simple […] para aprobar leyes ordinarias; mayoría calificada […] para nombrar altos cargos estatales; y, eventualmente también el 60% de votos necesarios para hacer reformas a la Constitución” (La Nación, 2012). Esto último, como muchos temían, podría facilitar una futura reelección de Ortega, y hasta una eventual candidatura presidencial de su esposa Rosario Murillo. El nuevo poder legislativo de Ortega también podría ser utilizado para empujar una reorganización radical del sistema político nicaragüense, en congruencia con los intereses de Ortega y del FSLN.
Composición de la Asamblea Nacional por Partidos y Alianzas Período 2012-2017 | |
---|---|
Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) | 63 |
Unidad Nicaragüense por la Esperanza (UNE) | 27 |
Partido Liberal Constitucionalista (PLC) | 2 |
Fuente: Consejo Supremo Electoral, 2011a |
La tendencia hacia la centralización del poder durante el 2011 también afectó a dos instituciones clave para el futuro de la democracia en Nicaragua: la Policía Nacional y el Ejército. Estas dos instituciones habían logrado mantener un crítico nivel de independencia política que imposibilitaba, o al menos dificultaba, la manipulación y el uso por parte del Ejecutivo de los medios de coerción del Estado. En el 2011, Ortega hizo importantes esfuerzos para reducir esta independencia.
En el mes de septiembre de ese año, y pasando por encima de la Ley de la Policía Nacional que limita la permanencia de su Jefe Supremo a un único período de cinco años, Ortega emitió un decreto que le permitió a la Comisionada Aminta Granera extender su mandato como Directora de la Policía a un segundo período (Larios y Lara, 2011). Granera, quien en el pasado había gozado del respeto y de la confianza de amplios sectores de la oposición nicaragüense, había visto decaer su prestigio y popularidad por la falta de protección que la policía prestó a los participantes en las marchas de protesta contra el gobierno de Ortega organizadas por la oposición durante el 2010 y el 2011. La aceptación por parte de la Directora de la Policía de un segundo mandato redujo aún más la confianza de la oposición en la Comisionada Granera y generó serias dudas sobre el futuro de la independencia política de la Policía Nacional.
Por otra parte, el nombramiento del General Omar Halleslevens como compañero de fórmula de Daniel Ortega fue percibido por muchos como un peligroso intento por parte de Ortega para ganar influencia dentro de las fuerzas armadas (La Prensa, 2011b). Halleslevens había sido Jefe del Ejército hasta febrero del 2010 y gozaba de prestigio y popularidad dentro de esa institución.
La tendencia centralista del gobierno de Ortega también se manifestó en el control que el Presidente mantuvo sobre la composición y rotación de su gabinete y en la clara disposición del mandatario a premiar la lealtad de los funcionarios del Estado y castigar cualquier expresión de independencia política o profesional (La Prensa, 2012c; La Jornada, 2011; Fonseca, 2011b). En algunos casos, bastó la decisión de un ministro o funcionario para ofrecer declaraciones a los medios de prensa independientes para ser despedido por instrucciones del Presidente o de su esposa. El analista Mauricio Díaz señala que esta situación era “producto de una concentración desmesurada de poder de parte de la pareja presidencial” (Díaz, 2012).
La “concentración desmesurada” de poder a la que hace referencia Díaz se reveló también en la tendencia del Presidente Ortega a nombrar miembros de su gabinete pasando por encima de la ley que lo obligaba a someter estos nombramientos a la consideración de la Asamblea Nacional. Según la Constitución, el nombramiento de Ministros, Viceministros, y otros funcionarios identificados en el artículo 138 de la misma, “solo se considerará firme hasta que la Asamblea Nacional lo ratifique” (Constitución República Nicaragua, 2003). Tal como lo señala el constitucionalista Cairo Manuel López, Ortega había violado repetidamente la ley, haciendo nombramientos sin la aprobación de la Asamblea Nacional (López, 2012).
Subordinación y partidización: relaciones entre el Gobierno Central y los municipios
La vocación centralista del Ejecutivo también se hizo patente en la relación entre el Gobierno Central y las alcaldías del país. Así lo confirma el experto municipalista Silvio Prado, quien señala que, desde la llegada de Ortega al poder en el 2006, Nicaragua había vivido un gradual proceso de “subordinación de las alcaldías al gobierno central” y, hasta de “subordinación de las alcaldías al secretario político del FSLN”. En este sentido, las relaciones intergubernamentales se habían centralizado y partidizado. Este proceso empezó con la creación de los Consejos de Poder Ciudadano (CPC) en el 2007. Los CPC son organismos de participación local subordinados al FSLN, que compiten con la autoridad de los gobiernos municipales, a pesar de que la autonomía municipal es un principio consignado por la Constitución del país (Prado, 2010).
La subordinación y partidización de los municipios continuó en el 2010 y el 2011 con la destitución de alcaldes que no se sometieron a las orientaciones de la Secretaría del FSLN. En el 2010 se registraron diez destituciones de alcaldes, vicealcaldes y concejales orquestadas por el FSLN. Otras cinco se registraron en el 2011. Un vocero de la Red Local para la Democracia denunció que estas destituciones violaban la autonomía municipal y la Ley de Participación Ciudadana, “en donde se establece que los ciudadanos deben ser consultados en temas que les incumben”. La misma Red denunció las presiones del FSLN que en el 2011 empujaron a 10 alcaldes liberales y 75 concejales de ese partido a moverse al FSLN (La Prensa, 2010).
Otros analistas independientes coincidieron con la posición de la Red Local para la Democracia. Manuel Ortega-Hegg, por ejemplo, señaló que la subordinación de las municipalidades al gobierno central y al FSLN formaba parte de una estrategia de centralización forzada de todas las instancias de poder en el país. Y agregaba: “El FSLN concibe el ejercicio del poder más como coerción que como persuasión y consenso. Pareciera no interesarle la legitimidad de su dominación” (Ortega-Hegg, 2010).
¿Quo Vadis democracia?
Desde 1990, Nicaragua ha vivido una democracia electoral sin consenso social, lo que ha mantenido al país en una situación de inestabilidad institucional permanente (Pérez-Baltodano, 2004a). En ausencia de un consenso social, la democracia electoral se convierte en un mecanismo para formalizar y legalizar divisiones sociales existentes (Dahl, 1956). Esto es, precisamente, lo que sucedió en las elecciones del 2011 en Nicaragua. Estas elecciones no pusieron fin a la polarización entre sandinismo y antisandinismo, representada por Daniel Ortega y Fabio Gadea. Simplemente la formalizaron mediante el ritual de la democracia electoral.
El reto de Nicaragua después de los comicios del 2011, entonces, siguió siendo la articulación de una visión nacional y de un consenso capaces de poner fin al “espíritu de secta” que domina el pensamiento y la práctica política nicaragüense; un consenso y una visión que integren con justicia los derechos y las obligaciones de los diferentes sectores sociales del país. El blog Generación XXI se creó para apoyar la articulación de este consenso y de esta visión.
El 19 de julio de 1979 ni siquiera había nacido.
El 19 de julio de 1980 nacía en Guadapueblo.
El 19 de julio de 1981 escuchaba una carga cerrada que no era mía. Mi familia era acusada de contra y la mitad de ella se marchaba al exilio.
El 19 de julio de 1982 estaba leyendo poemas con mi bisabuela en el jardín. Mejor dicho, mi abuela me los leía a mí de un libro de papel cebolla.
El 19 de julio de 1983 mi Papa Euclides me daba una cucharada de aceite de hígado de bacalao para crecer sana y fuerte.
El 19 de julio de 1984 moría del corazón mi Papa Euclides.
El 19 de julio de 1985 mi tía me enseñaba el alfabeto con un libro de Pinocho y ya iba a un colegio de monjas, donde sólo éramos mujeres. Creo, fue por esa fecha cuando la seguridad del Estado metió presa a la que dicen se parece a mí, por gritar en la UCA que pensaba diferente.
El 19 de julio de 1986 me dejaban andar en la acera con una bicicleta de meditas atrás. Y todos los años viajaba a Miami en navidad y año nuevo para ver a la mitad de la familia en South West.
El 19 de julio de 1987 ya andaba en la bicicleta sin las rueditas atrás. Ya no me daba miedo.
El 19 de julio de 1988 íbamos al súper y recuerdo los roll on y la ropa oscura de venta, las filas del Eskimo para el sorbete. El olor de las valijas abiertas en los aeropuertos y Oh Carol de Neil Sedaka, que era el soundtrack del comercial del roll on: “El toque final”.
El 19 de julio de 1989 mi abuela me llevaba a la diplotienda y la Orange Crush era todo un acontecimiento.
El 19 de julio de 1990 mi familia celebraba el advenimiento de la era neoliberal. La mitad de la familia regresó de vacaciones por primera vez después de muchos años y fuimos todos a San Juan, como en los viejos tiempos que ellos recuerdan mejor que yo.
Eunice Shade
CAPÍTULO 2. EN DIÁLOGO CON LA JUVENTUD DE NICARAGUA
Este capítulo contiene una amplia selección de mis contribuciones al blog Generación XXI y de las respuestas y comentarios enviados por los lectores y las lectoras del mismo. La vida del blog estuvo marcada por la tensión entre los temas y problemas coyunturales del país durante los años 2010 y 2011, y el objetivo del diálogo que sostuve con mis lectoras y lectores: trascender el presente, analizar el pasado, y visualizar las posibilidades futuras que ofrece nuestro país. Muchas veces caímos en el coyunturalismo, aunque siempre tratando de usar los problemas y urgencias del presente para responder la pregunta: ¿Por qué somos como somos y por qué estamos cómo estamos?
Muchas preguntas elaboradas por los y las lectoras del blog quedaron sin responder. Muchos temas tenían que haber sido explorados con más tiempo y profundidad. En algunos momentos me abrumó el cansancio. Fue, pues, un experimento imperfecto; pero un experimento que vale la pena analizar para extraer de él sus enseñanzas. Recorramos, pues, en orden cronológico, la vida de Generación XXI.
Dialoguemos
28/2/2010
Hace cuatro años fui invitado a dialogar con estudiantes de la Universidad Centroamericana (UCA). Calculo que el promedio de edad de los que participaron en ese evento rondaba los veinte años. Hoy tengo la oportunidad de reanudar esa conversación con los lectores y las lectoras jóvenes de Confidencial Digital.
En mi presentación en la UCA yo señalaba que ustedes, los jóvenes y las jóvenes de este país, son los herederos de un fracaso nacional construido a lo largo de casi doscientos años de vida independiente. Pero hay algo más: ser joven en Nicaragua significa haber vivido expuesto a un proceso de socialización que nos empuja a los nicaragüenses a aceptar como normal el fracaso y el atraso de nuestra sociedad.
Hablo de socialización para hacer referencia al proceso mediante el cual los individuos que pertenecen a una sociedad interiorizan un conjunto de valores, principios y formas de percibir y vivir la realidad. Nos socializamos a través de nuestra participación en la vida institucional de nuestro país; nos socializamos dentro de nuestras familias, en nuestros partidos, y en nuestras iglesias y escuelas.
Nosotros, gente como yo, las generaciones que creamos o reproducimos las instituciones que operan en el país, les heredamos a ustedes, la juventud nicaragüense, nuestros hábitos, nuestros valores y nuestra cultura política. Y hoy, para rematar nuestro descaro, el de mi generación, el de la generación responsable del fracaso que ustedes han heredado, los acusamos de apáticos. Este blog hace un planteamiento alternativo.
La llamada apatía de la juventud puede significar un rechazo a la mentira social que hemos vivido los nicaragüenses. Y por eso podemos verla como un posible punto de partida para la construcción de una nueva Nicaragua.
El blog Generación XXI representa una apuesta a la capacidad del pensamiento y de la voluntad política de los jóvenes y las jóvenes nicaragüenses para superar nuestra cultura del fracaso y enfrentar con éxito los retos de este incierto siglo XXI. Mi esperanza es que esta conversación sirva para articular una visión colectiva de nuestros problemas y sus posibles soluciones. Todo dependerá de la respuesta que reciba esta columna y del grado de compromiso que asumamos al participar en ella.
Generación XXI no tiene un color político particular. Es decir, en este blog pueden participar jóvenes de los diferentes partidos del país, así como jóvenes sin partido. Esto no significa que yo no tenga una posición política definida. La tengo y está reflejada en mis escritos. Sin embargo, puedo asegurarles a los y las lectoras que en esta columna se darán cabida a todas las posiciones políticas existentes, siempre que las mismas se expresen con respeto para los demás.
En esta ocasión quiero invitarlos a leer y comentar la exposición de la UCA a la que antes hice referencia. La pueden encontrar en la página web de la revista Envío bajo el título “Nuestra juventud es heredera de un fracaso nacional”. Fue publicada en abril del 2006 y pueden encontrarla en: [http://www.envio.org.ni/articulo/3232] (http://www.envio.org.ni/articulo/3232).[8]
Escríbanme, comenten y critiquen el texto que los he invitado a leer. Pregunten. Yo también comentaré sus mensajes. Y les haré preguntas, muchas preguntas, para ir armando el rompecabezas del pensamiento político de la juventud nicaragüense.
No subestimemos lo que podemos hacer; lo que el pensamiento político organizado puede lograr. Atendamos el llamado de Rubén cuando nos dice: “Únanse, brillen, secúndense tantos vigores dispersos”. Únanse y brillen ustedes. Yo los secundaré.
Comentarios
Marvin: Profesor, soy alumno de la maestría en género a la que usted fue invitado en 2008. Deseo referirme a un párrafo del escrito publicado por Envío al que usted hace mención: “El futuro se construye primero con el pensamiento. La construcción de una Nicaragua auténticamente justa, democrática y moderna comienza con la articulación de ideas, valores y visiones justas, democráticas y modernas. Es lo que nos ha enseñado Luis Enrique Mejía Godoy cuando canta que para construir el futuro hay que soñarlo primero”.
Pero no solamente con el pensamiento se construye: los sentimientos y la espiritualidad nos permiten finalmente deconstruir lo aprendido, para conectar nuestras esperanzas con el futuro cambiante. La socialización es un proceso tan rico que no se condensa desde una esquina social. Ésta es física, sexual, espiritual, cognitiva, legal, económica, moral, formativa y sobre todo cambiante. Hay una socialización asignada, una que asumimos, y otra que re-decidimos al percatarnos de las injusticias, no por ser “buenos” sino por ser humanos/as.
En cuanto al tema económico, comparto una postura antiburguesa que nos defienda de nuestros empresarios y gobernantes. Esta postura, que no es trasnochada, ha sido menospreciada por quienes ostentan hoy, y desde hace décadas, el poder económico-político. Si usted está al tanto de las políticas económicas del FSLN sabrá que es una cortina de hierro, pintada de humo, salvaguardando lo más preciado: la riqueza material en forma de billetes, apoyada por banqueros. Su generación no es responsable de nuestras decisiones; nosotros somos responsables de nuestras acciones. No se extrañe profesor, de encontrarse con estudiantes que -ante un docente ilustrado- deseamos exponer nuestros puntos de vista, estando seguros que nos leerá con buenos ánimos, y que mantendrá una conversación respetuosa.
Álvaro: El punto más interesante de su charla en la UCA es el pequeño comentario sobre la cooperación internacional y la falta de un debate serio sobre cómo los nicaragüenses vemos a la cooperación. Porque de la mano de la cooperación está la tan mencionada “sociedad civil”, que ha sido captora de una parte de los recursos de la cooperación. El altar de esta “sociedad civil” debe ser profundamente debatido.
Pero acaso lo más importante de la charla es que describe claramente algo que casi nadie se atreve a aceptar: que somos nosotros, y no otros, los responsables del caos que reina en Nicaragua. Toditos. Incluso los jóvenes, aunque no sean parte de esa historia que se describe en la charla.[9]
Pero yo sí quisiera hacer una pregunta: ¿Cómo combatir el pragmatismo resignado que usted critica dentro de las mismas estructuras que lo promueven tan férreamente, como las Iglesias? No vamos a pretender que Nicaragua va a poder romper fácilmente esa barrera “eclesiástica” que lleva instalada ya miles de años; eso no va a ocurrir. Entonces, ¿cómo se combate eso? ¿Cómo hacemos para que nuestros políticos dejen de andar buscando el beneplácito de los obispos al momento de buscar aceptación popular, o protección ante críticas?
Paúl: Completamente de acuerdo con muchos de sus planteamientos. Yo creo que el joven de hoy es un joven de fácil adaptación al deterioro moral y ético que sufre el país, por los serios bloqueos mentales que provoca el mismo sistema: bloqueos religiosos, económicos y de educación. Además es difícil poder luchar con un sistema que, como usted dice, rehúye a todo cuestionamiento. Ni en las universidades se debate porque los profesores se han hecho dueños de la verdad.
Probablemente usted publica sus libros en las universidades. Pero ¿qué tanto se habla de ellos en las aulas? ¿Qué tanto se lee, se investiga y se profundizan los temas que abarcan esos libros? ¿Cuántos jóvenes pueden comprarlos? Muchos se quedan sin ir a clases porque no tienen 5 pesos para el bus. Ojalá sirvan estas inquietudes como elementos para el debate. Gradas por abrir estos espacios; los necesitamos.
¿Cómo empezar a promover el cambio?
6/3/2010
He leído con alegría las primeras respuestas a la invitación al diálogo que giramos a la juventud nicaragüense hace una semana. Es un buen comienzo que debemos aprovechar y enriquecer. No podré comentar todas las observaciones que han hecho los/las lectoras de este blog. Algunas de ellas demandan acciones, como la de Paúl sobre el costo de los libros y en particular los míos. Trataré de hacer algo. Haré algo.
Otras observaciones merecen una larga conversación. Por esta razón, trataremos de organizar encuentros periódicos “en vivo” de uno o dos días en Managua. El primero de éstos -por favor, regístrenlo- tendrá lugar durante el mes de julio próximo en una fecha y lugar que anunciaremos más adelante. Mientras tanto, iniciemos nuestro diálogo aprovechando las ventajas de este medio.
En su comentario, Paúl describe algunas de las barreras que imponen las estructuras sociales del país al desarrollo ético e intelectual de la juventud nicaragüense. Y menciona algo muy importante: el papel de las universidades. Sin lugar a dudas, éstas tendrían que convertirse en centros generadores de pensamiento crítico. Esta labor empieza por aclarar lo que el pensamiento crítico es: un esfuerzo por revelar lo que no es aparente, lo que no es visible, lo que se esconde detrás de la normalidad y del “sentido común” dentro del que opera una sociedad. Álvaro y Marvin reconocen los obstáculos a los que hace referencia Paúl; pero también reconocen que podemos cambiar la realidad social que nos aprisiona.
Sin proponérselo, el conjunto de observaciones que hacen Paúl, Álvaro y Marvin expresan el consenso dominante que existe hoy en las ciencias sociales: las estructuras y los procesos sociales condicionan y pueden limitar el desarrollo individual y social. Pero esas estructuras no tienen una vida independiente de las personas que las reproducen con su pensamiento y acciones.
Las limitaciones estructurales -repetía mi maestro Alberto Guerreiro Ramos en sus inolvidables clases- coexisten con la libertad humana y ésta es impensable sin la existencia de limitaciones estructurales. Desde esta perspectiva, el rumbo de la historia y de la sociedad está condicionado por la existencia de relaciones, prácticas y procesos sociales institucionalizados. Sin embargo, somos actores sociales, con capacidad de reflexión y acción, quienes constituimos y reproducimos esas prácticas y procesos. Y puntualizaba: “a partir de la comprensión de los marcos de limitaciones y posibilidades históricas dentro de los que opera una sociedad, los individuos podemos ampliar los límites de la realidad y las fronteras de lo posible”.
Marvin: esta no es una posición academicista. Yo estoy de acuerdo con vos cuando señalás que los sentimientos y la espiritualidad también pueden ser la base del cambio. Lo que pasa es que -y esto lo tendremos que discutir con más tiempo- el pensamiento no está separado de “los sentimientos” o de la “espiritualidad”. La idea del pensamiento “objetivo” -independiente de los valores y las creencias dentro de las que operamos- es una estafa teórica que, dichosamente, está perdiendo legitimidad. Tampoco debemos asumir que el pensamiento y la acción son fenómenos separados. De esto hablaremos otro día.
Abordemos hoy una pregunta que estoy seguro que surge con urgencia y hasta con desesperación en la mente de muchos y muchas de ustedes cuando escuchan las palabras “cambio social”: ¿Cómo cambiar las estructuras de poder y las estructuras de valores en una sociedad como la nuestra?
Esta pregunta puede ser una pregunta-trampa si se asume que puede existir un método o una estrategia capaz de cambiar de golpe una realidad tan compleja como la de Nicaragua; es decir, si se asume que puede existir una fórmula para llegar adonde queremos llegar como sociedad.
¿Qué podemos hacer nosotros?
Yo propongo que nos hagamos otra pregunta: ¿qué podemos hacer cada uno de nosotros, desde la posición o posiciones concretas que ocupamos en la sociedad, para promover el cambio que necesita el país? ¿Qué crees vos, joven nicaragüense, que podés empezar a hacer hoy para contribuir a ese cambio? ¿Cuál es tu Norte?
Esta pregunta, aclaremos, no busca identificar posibles acciones heroicas. Las acciones heroicas aparecen en la historia de los pueblos sin necesidad de que alguien pregunte por ellas. La pregunta que hago busca identificar ideas y acciones concretas que podemos realizar hoy mismo, cada uno de nosotros, tomando en consideración las posibilidades y limitaciones que cada una de nosotras enfrenta.
Yo puedo encontrar en la Nicaragua de hoy ejemplos de personas que han encontrado formas de resistir las tentaciones y amenazas del poder y que, con su conducta, están contribuyendo al cambio. Dediqué un libro que publiqué recientemente a dos de estas personas: Michele Najlis y Onofre Guevara. Pero debo reconocer que, en este caso, hablamos de resistencias heroicas, resistencias de vida, pagadas con grandes sacrificios.
Existen otras formas de resistir. Conozco, por ejemplo, la historia del padre de familia que en un restaurante de Managua nos ofreció una hermosa lección de dignidad y responsabilidad ciudadana cuando suspendió su comida, se puso de pie y protestó en voz alta por el ingreso que acababa de hacer a ese establecimiento un corrupto funcionario del gobierno de Arnoldo Alemán. “Este es un lugar en donde se reúnen familias con niños y ese señor -dijo señalándolo- lo contamina con su presencia”. El funcionario corrupto se vio obligado a abandonar el lugar.
Y finalmente, puedo contarles de alguien que todos los días hace un minuto de silencio para protestar internamente contra la corrupción y la impunidad que reinan en nuestro país. Y lo hace desde el escritorio que ocupa en una institución del Estado. Ella me ha dicho: “Es lo que hoy puedo hacer para proteger el derecho de ser yo, mientras yo misma creo las condiciones para hacer más”.
¿Qué podemos hacer para promover el cambio social dentro de las universidades, dentro de las iglesias, dentro de nuestros hogares, dentro de las instituciones en donde trabajamos? Repito lo que enseñaba el maestro Guerreiro Ramos: a partir de la comprensión de los marcos de limitaciones y posibilidades históricas dentro de los que operan las instituciones y la sociedad, los individuos podemos ampliar los límites de la realidad y las fronteras de lo posible.
Pensemos en grande, empecemos con cosas pequeñas, pero empecemos ya. Los invito, nuevamente, a dialogar.
Comentarios
Emila: He recibido con gran entusiasmo la posibilidad de este espacio de interacción con usted, a quien considero uno de los intelectuales más lúcidos de este país y orgánicamente mejor ligado a las generaciones Y y Z de Nicaragua (lástima que no viva en ella, pero tampoco lo culpo). Sobre el tema particular de “qué hacer” ahora, tengo algunas observaciones, empezando por considerar que efectivamente una de las respuestas a esa pregunta debe ser dirigida primeramente a responder qué hacer con el FSLN en el poder. Cómo entenderlo y cómo confrontarlo.
Yo creo que el control de espacios que mantiene el FSLN actualmente es negativo para la nación. Y creo que mantendrán este control por mucho tiempo apoyados en:
1. Una derecha mezquina.
2. Una juventud parcialmente apática.
3. Una ciudadanía preocupada por sus problemas de subsistencia y resignada a su impotencia como actores sociales.
4. Una disidencia sandinista igualmente mezquina, lavada de manos y muy cómoda desde su sala de trofeos.
Está jodida la cosa, mi estimado. Creo que el nicaragüense aún preserva muy arraigada una naturaleza guerrerista, “pecho parado”, que le impide fraternizar diferencias y consensuar sanas y productivas decisiones. Por eso, yo no sé qué hacer a ciencia cierta, estimado. No sé si meterme finalmente a un CPC, la JS19J o regresar al teatro para ocultar por un rato mis escuálidas miserias.
Fidel: La resistencia es una “moda” en un sector de la juventud. Pero hay quienes están haciendo otras cositas, tratando de levantar redes, en barrios dentro y fuera de Managua. Algunos/as se sostienen por un tiempo, juegan, se olvidan de sus proyectos y los abandonan. Otras/os siguen, cosechando pequeños logros, etc. Son pequeñitos intentos, pero esfuerzos valiosos y válidos además… Lo central sería expresar que quizá, sólo quizá, para nosotros/as los/as jóvenes, un punto de partida en la pelea podría ser tratar de alejarnos lo más posible de lo que la generación de ustedes nos puso en las manos, para abrir los ojos a otras luchas en otros países, a otros temas, a otras formas. Deberíamos tal vez pensar como si no hubiésemos recibido herencia política alguna; vaciarnos de ella, para sentirnos desolados y empujados a pensar. Cuando tengamos algunas ideas propias, entonces ya podríamos encajar en ellas las que nos dejaron Fonseca, Sandino, Cuba, la Revolución, los marxismos de antes y los de ahora, nuestros padres, nuestros ídolos, la generación de ustedes, etc.
¿Y cómo se hace, Andrés, para matar al padre? ¿Cómo nos vaciamos para volvernos a llenar? ¿O es una locura sin pies ni cabeza proponer que nos alejemos de ustedes para ir a buscarnos a nosotros/as? Los/as que, por ejemplo, valoramos mucho la gesta de la Revolución del 79 ¿no deberíamos empezar por desencantarnos de ella, y junto con ella de Cuba, del Che, de Fidel, del/los marxismos, etc.? Me es, cuando menos sospechoso, esto de recibir los estandartes de la generación anterior y seguir trotándolos tranquilamente, como si nada malo pudiera venir de esa generación.
En fin, gradas de nuevo, amigo Andrés, y gracias a quienes han atendido tu llamado. Ellos/as nos dan esperanzas; nos sentimos animados/as, sin tanta soledad.
Amílcar: Me parece interesante el debate de ideas que está promoviendo Confidencial. Desde hace tiempo sostengo y busco poner en práctica el principio de que hay que priorizar lo local, el territorio, y desde allí empezar un proceso de cambio, de manera también organizada. No tenemos que desgastarnos demasiado en actitudes reactivas. Debemos ser proactivas. A los políticos profesionales corruptos (son muchísimos) los vamos a combatir desde abajo, creando grupos y movimientos verdaderamente participativos e innovadores.
De éstos nacerán los nuevos políticos (sobre todo jóvenes) que deberán ser expresiones de servicio y no de corrupción. Tenemos que juntarnos con nuestras diversidades dentro de un proyecto a corto y mediano plazo. El 50% de la población no tiene referente partidario pero son potenciales actores del cambio.
Carlos: Lo primero es aclarar “contra quién” es la lucha. Luego, “qué se quiere lograr” (sin caer en el “queremos democracia”, posición igual de idealista, abstracta y cliché como fue la posición de los 70s que se resumía en decir: “queremos socialismo”). Después tenemos que definir “el cómo”.
¿Contra quién? Nos une la lucha contra Ortega, pero el problema es que la mayoría de la gente se queda en eso. Y ahí es cuando se planta la lógica del “mal menor” (cualquiera menos Ortega). Y quedamos en la misma babosada.
Paúl: Hola Andrés, actualmente me encuentro en un curso en el Instituto Cooperativo Latinoamericano (ICI), y un día de estos le comentaba sus libros y artículos a uno de los mejores profesores que he tenido y que seguramente usted conoce, el nombre es José de Sousa Silva y me sentí verdaderamente orgulloso porque él lo admira por una serie de planteamientos en los que coinciden.
Yo pienso que si los jóvenes de hoy queremos cambiar la realidad, aunque esto lo veo más como un proceso de todos/as, tenemos que comenzar a cambiar las formas de expresarnos y de pensar. No podemos cambiar la situación socio-política del país si pensamos como los que crearon todo el desastre moral que hoy tenemos. Por ejemplo, yo creo que las calles no son el único modo de protesta ciudadana que podemos hacer; este debate ya es un modo de hacer ciudadanía, pero desgraciadamente no es un modo que llegue a todos los sectores hoy desfavorecidos.
Debemos de bajar este tipo de debates a escenarios que los necesitan, escenarios carentes de análisis, los que son muchos. Además, debemos comenzar a cambiar y dar pie a una autocrítica. Esta es una deuda pendiente de muchos de los intelectuales del país. En Nicaragua son pocos los que han hecho una crítica de nuestra realidad como la que usted hace.
Israel: Nuestra inercia cultural parece condenarnos al caudillismo, la corrupción y la vileza. Sin embargo, hay algo positivo en todo esto: Nicaragua nos brinda la oportunidad de participar en una lucha justa que da peso a nuestras vidas. Aunque a veces me cansa y me frustra, me gusta vivir en un país en construcción.
Sugiero una lucha basada en la congruencia individual permanente. No nos queda más que predicar con el ejemplo; sólo así puede nacer la verdadera antítesis al proceso degenerativo nacional. Sugiero, además:
1. La formulación clara de principios y objetivos (debemos saber qué queremos).
2. La difusión ingeniosa y divertida de dichos principios (programa de televisión para niños, un circo itinerante, programas de radio, pintas en las calles, volantes).
3. Recordar que nuestra lucha no es contra Daniel ni contra Arnoldo; la lucha es contra parte de lo que somos y que nos condena a sufrir lo que sufrimos. Nuestros gobernantes son un reflejo de nuestras carencias y es una ficción creer que basta con apartarlos a ellos para que todo cambie.
4. Finalmente, no agredamos a nuestras mujeres, seamos honestos, honrados y amables con quienes nos rodean. Sólo con eso ya habremos empezado la revolución.
Carlos: Lo primordial es construir una vanguardia; una vanguardia de pensamiento y acción. Hay gente muy valiosa, muy capaz y con principios que no se han logrado unir. No me refiero a los liberales, ojo, sino a los intelectuales, a las feministas, a los activistas medioambientales, a los sindicalistas limpios, a los economistas de izquierda, a los catedráticos, y a la juventud inconforme.
Además de cómo construir esa vanguardia yo plantearía la pregunta: ¿dónde? Obvio: en las universidades. Esas son el foco de pensamiento y acción de cualquier país. Hay que tomarse las universidades para transformarlas; hacerlas realmente multiplicadores de conocimiento y no multiplicadores de obediencia. Este es un punto vital en la construcción de una vanguardia. Si transformamos las universidades, podemos transformar la realidad nacional.
El Amigo: No es una sola propuesta la que dará con la solución de todos nuestros problemas, sino la suma de muchas pequeñas propuestas. Propuestas sencillas hechas con regularidad. Propuestas que pongan siempre en el centro a la persona. Utilicemos la historia para no repetir los mismos errores y no crear los mismos procesos y sistemas que hoy nos entrampan.
Un pensamiento político nuevo
15/3/2010
A partir de los mensajes recibidos la primera semana, señalamos que las estructuras sociales y los valores que nos condicionan pueden ser cambiados porque su reproducción depende de nosotros y nosotras mismas. Apoyados en esta premisa, intentamos responder la pregunta: “¿Qué podemos hacer hoy para empezar a cambiar?”
Todos los que participaron la semana pasada coincidieron en una posición que puede resumirse en las siguientes palabras: “Debemos superar el pasado”. Digo “todos los que participaron” porque no hemos contado con la participación de mujeres jóvenes. ¡Hagamos algo para llenar este vacío!
Carlos invitaba a no pensar como los viejos. Amílcar señalaba la necesidad de articular un nuevo proyecto, construido por nuevos agentes, por políticos nuevos con ideas que no simplemente reaccionen frente a la realidad sino que construyan nuevas realidades. Fidel expresaba con fuerza la necesidad que ustedes sienten de “matar al padre”; es decir, de superar el pasado y de crear algo nuevo. Esto mismo sugiere Emila cuando plantea la necesidad de entender y enfrentar el pasado que representa el FSLN en el poder. Israel coincide con todo esto y propone predicar con el ejemplo para hacer “nacer la verdadera antítesis al proceso degenerativo nacional”. Paúl señala la necesidad de dejar de pensar “como los que crearon el desastre moral que hoy tenemos”. Carlos propone construir una nueva “vanguardia” desde las universidades. Tal vez la palabra “vanguardia” nos recuerde el pasado que queremos superar. Imagino que Carlos habla de “liderazgos”, nuevos liderazgos. ¿Te mal interpreto, Carlos?
Yo quiero agregar algo a lo que ustedes han dicho; es una idea aprendida de un viejo maestro: “no se puede cambiar lo que no se puede explicar”. Esto significa que no podremos superar el pasado hasta que lo entendamos y lo asimilemos. Lo nuevo solamente puede surgir del análisis crítico de lo viejo y lo existente porque de la historia nunca se escribe sobre páginas en blanco.
Esto significa que la nueva Nicaragua tendrá que surgir de la inmundicia en la que hoy vivimos. Y es con las manos impregnadas de esta inmundicia que tendremos que construir una sociedad limpia, justa, libre y transparente. En fin—jugando con la figura que utiliza Fidel—, pienso que si recordamos la muerte del emperador Marco Aurelio a manos de su hijo Cómodo en la película El Gladiador, tendremos que aceptar que para estrangular al padre es necesario abrazarlo primero. [10]Abracemos, pues, nuestro pasado para superarlo. Bebamos de nuestra historia para vomitar lo que de ella es despreciable.
El pasado que ustedes quieren, pueden y van a superar, se materializa en estructuras; es decir, en relaciones sociales y formas de pensar institucionalizadas. Estas estructuras son las fábricas que producen—en serie—los pillos que día a día se integran a la gigantesca galería del bochorno de nuestra vida política nacional. En este sentido, yo agregaría algo a la propuesta que hace Carlos cuando sugiere la necesidad de identificar “contra quién es la lucha”. Yo diría que nos preguntáramos también: “¿contra qué es la lucha?”. En esto coincido plenamente con Israel: “Es importante recordar que nuestra lucha no es [simplemente] contra Daniel ni contra Arnoldo, la lucha es contra parte de lo que somos y que nos condena a sufrir lo que sufrimos. Nuestros gobernantes son un reflejo de nuestras carencias y es una ficción creer que basta con apartarlos a ellos para que todo cambie”.
Israel señala, además, que la prédica con el ejemplo personal es, o puede ser, el inicio del cambio que buscamos. Porque, como bien sabemos, nadie da lo que no tiene.
Mientras libramos nuestras propias luchas personales y batallamos contra nuestros propios demonios, podemos y debemos construir, como el mismo Israel señala, los principios de acción colectiva que necesitamos para cambiar las estructuras de nuestro país. Estos principios deben partir del estudio de nuestra historia, del análisis de nuestra realidad actual, y de un verdadero examen de conciencia con relación a nuestro papel en la reproducción y transformación de nuestra sociedad. De todo esto debe surgir un pensamiento político nuevo; un pensamiento transformador fundamentado en una ética transformadora.
En un libro que publiqué recientemente digo algo que puede servir para avanzar en esta dirección:
> Una ética transformadora es una posición normativa frente a la vida, la historia y la sociedad, que empuja a los individuos y las organizaciones políticas a luchar para cambiar la realidad existente. Es, en otras palabras, una visión del deber ser que le permite a los individuos y a las organizaciones políticas evaluar la moralidad dominante en una sociedad, así como sus expresiones institucionales. Cuando esta evaluación es negativa, la visión del deber ser puede desarrollarse hasta transformarse en una propuesta o propuestas para la reorganización de la sociedad.
> Cualquiera que visite La Chureca puede darse cuenta de que algo funciona mal en Nicaragua. Esta misma persona puede pensar que es posible mejorar el funcionamiento de la sociedad nicaragüense para evitar que haya gente que, para sobrevivir, tenga que comer los desperdicios descompuestos que otros desechan.
> Esta misma persona puede decidir luchar contra esta injusticia. Como resultado de esta decisión, posiblemente buscará entender el porqué de La Chureca y, al hacerlo, encontrará que el hambre y la indignidad que se manifiestan en el basurero de la capital nicaragüense forman parte de un sistema organizado: es el producto de una moralidad social y de una manera de estructurar el poder en concordancia con esta moralidad. Encontrará, entonces, que La Chureca no es el producto de la casualidad, sino de la causalidad de un conjunto de variables políticas, económicas y culturales que integran eso que llamamos la realidad de la sociedad nicaragüense. Lo normativo y lo explicativo, entonces, pueden mezclarse y reforzarse mutuamente. La intensidad con la que el individuo experimenta la necesidad de transformar la sociedad puede aumentar a través de un mejor conocimiento de la organización, distribución y funcionamiento del poder. A su vez, la intensificación de lo normativo puede ser un aliciente para profundizar el conocimiento de la realidad.
> Un pensamiento político es, precisamente, un cuerpo teórico que integra las dimensiones normativas y explicativas de la realidad. Más concretamente, es una representación y explicación de la realidad que, apoyada en una posición ética y una visión normativa, sirve para articular estrategias de acción para mejorar el funcionamiento de la sociedad (Pérez-Baltodano, 2009, 2-3).
¿Por qué no tratamos de identificar los principios básicos que deberían formar parte de un nuevo pensamiento político que responda a las necesidades sociales, económicas y culturales del país, así como a las aspiraciones e inquietudes que ustedes han manifestado? Se trata de promover la articulación de un pensamiento político que integre con justicia los derechos, obligaciones y necesidades de los y las nicaragüenses; un pensamiento que sea capaz de lograr lo que propone Emila: “fraternizar nuestras diferencias y consensuar sanas y productivas decisiones”.
Nuestra historia está marcada por la ausencia de consensos nacionales integradores. Hemos vivido partidos entre granadinos y leoneses, liberales y conservadores, sandinistas y antisandinistas. Y fíjense bien: en el charco de sangre que produce la herida del cuerpo partido de nuestro país, siempre encontrarán a un grupo de vampiros que se beneficia de nuestra desgracia.
Sugiero, entonces, que identifiquemos y expliquemos los principios básicos que, a juicio de ustedes, tendrían que alimentar la articulación de un pensamiento político capaz de poner fin al desangre de nuestro país. Les recomiendo leer un pequeño artículo que escribí hace algunos años y que encontrarán bajo el título “Democracia electoral sin consenso social: El desarrollo político nicaragüense y los retos de la globalización (1990-2002)”. Lo encontrarán en mi libro Globalización, Estado y Sociedad: Perspectivas mundiales, regionales y nicaragüenses (2004). Está en la Internet. Usen Google con el título del libro.
¡Y por favor hagan algo para que se integren mujeres jóvenes a esta conversación!
Comentarios
Paúl: Completamente de acuerdo en que nosotros/as debemos comenzar a re-definir nuestras premisas o nuestras propias verdades, ya que hemos heredado falsas promesas y soluciones inadecuadas a nuestros problemas, como los proyectos asistencialistas de este gobierno y los anteriores. Durante las campañas políticas todos prometen cielo y tierra. Pero al final no llegan a cumplir ni un cinco por ciento de lo prometido porque, al fin y al cabo, su compromiso es con las próximas elecciones, no con las próximas generaciones.
Emila: Cuando los y las jóvenes tecnócratas y los y las jóvenes de la “runga” decidan coordinar esfuerzos comunes, quizás se podrá abrazar al padre para realizar el parricidio del que hablás. Luis Camón apuntó en un libro que cuando él estaba estudiando en Washington consideró que nada hacía mientras en Nicaragua todo seguía patas arriba con una eterna dictadura somocista. Entonces llegó a tener la epifanía y tomar la decisión de que era hora de dejar de ser un tecnócrata y regresar a su aldea. Quizás es la misma visión que tuvo Sandino alguna vez en México.
El Movimiento Cristiano Revolucionario era, en esencia, un grupo de tecnócratas de clase alta, que finalmente lograron concatenarse con el Frente Estudiantil Revolucionario (los de “la runga”). Estos dos sectores fueron materia bruta y coordinada para el resto de una historia que ya todos conocemos.
En estos tiempos de burbujas, sin embargo, creo que “nel pastel”. Hay una serie de intereses y precedentes que han hecho de nosotros criaturas apáticas, desencantadas, con rechazo a los tapazos emancipadores de nuestros padres. Nuestro interés es continuar en la burbuja.
Eduardo: Realmente es alentador que tantas personas viertan sus puntos de vista y muestren interés en la problemática que nos afecta de una u otra manera a todos. Aunque muchos todavía piensan que “mientras no me toquen a mí, pues que los otros se las arreglen”.
Esperamos que se haga la pelota para participar; pero si hay un Bacán, lo otro puede esperar. En el fondo DOS pone buena música. Y la Chayo con todas sus locuritas, es buena onda, además tienen Biyuyos. A Bayardo en esa máquina de hacer dinero, hasta guapo lo veo. Ahora están saliendo nuevos Cel de 9na Gen, los iPhone, el Chat nuestro de cada día, el aborto a tiempo, lo interracial, el viejo (digo el Tío) que me mantiene, que voy al Karaoke para cantar. Hacer el amor con ocho. No, no es nada. El Tequilazo, la rumba, la perica, hacer de Zorritone, el video en pelotas en el Internet, la gallada, y la U que se aguante, total hay tiempo. ¡Viva la dolce vita! Mientras todo esto sucede, vemos pasar a los que van a la guillotina y como no es con nosotros… cool, no es conmigo. Y cuando te toque el turno, ¿vas a esperar que alguien abogue por vos?
Carlos: Propongo analizar en su momento lo que hace la oposición y, en especial, la sociedad civil. ¿Cuál es su composición? ¿De dónde vienen? ¿Qué tan representativos son? ¿Con quiénes hacen sus alianzas? ¿De dónde viene su discurso y cuál es el carácter de sus acciones? No sé si se ha hecho ese tipo de análisis. Si se ha hecho valdría la pena comentarlo.
Dariana: Estoy de acuerdo que es necesario saber contra qué luchar. El problema es—no sé si exagero—que las instituciones sociales que condicionan el imaginario colectivo están arraigadas en una maraña de la que forman parte un conjunto de factores que van desde la herencia de la Conquista hasta los efectos de la globalización. Y entonces veo a 6 millones de nicaragüenses, de todas las formas y colores, pero igualmente identificados con el pensamiento machista, el caudillismo, y la preocupación por el pan de cada día. Yo también me pregunto si el cambio de este estado de cosas es la anarquía o la dictadura. Repetimos el proceso. ¿Acaso estoy también en la maraña de los sumisos?
Más bien me inclino por el conformismo racionalizado. Sé que no suena muy heroico ni patriótico decirlo. Mi meta es aportar en un espacio pequeño, donde se me haga imposible reproducir los vicios del poder; apuesto a enseñar y aprender; a esperar, no de forma resignada sino con paciencia. Apuesto por un desarrollo que integre, que cree, que cambie; y todavía no he encontrado la forma de llevar a la práctica mis ideas en espacios grandes.
Pinolillo: Me parece muy buen ejercicio e iniciativa la que están desarrollando en este portal; la discusión de estos temas permite tener una mayor conciencia de nuestra realidad e identidad como jóvenes en nuestro país. Quiero aportar algunas ideas/recomendaciones para la formación de una nueva cultura política que fomente nuevos liderazgos:
– Promover mensajes y discursos sencillos que logren captar la atención de las personas.
– Conocer la realidad del país, y dar a conocer el pensamiento dominante en el ambiente rural.
– Promover una formación educativa con carácter humanista desde la escuela.
– Identificar jóvenes (siguiendo la propuesta de Israel de predicar con el ejemplo) de diferentes ámbitos sociales que tengan una sólida formación en valores y que estén dispuestos a converger en una campaña, lucha o proyecto. Un ejemplo puede ser la Revolución de los Pingüinos en Chile.
– Generar una alianza intergeneracional que incluya a un grupo de “notables”. En este sentido sería interesante estudiar la experiencia del grupo de “los 12” a finales de los 70s.
– Organizar debates públicos orientados a promover modificaciones institucionales y legales en el país, sobre todo en la Asamblea Nacional.
– Fomentar la transparencia y el acceso a la información como un derecho fundamental.
El reconocimiento del otro
Las opiniones que hemos recibido hasta el día de hoy van formando un cúmulo de ideas que, gradualmente, organizaremos para extraer los principios de un pensamiento político socialmente integrador que refleje las aspiraciones y necesidades de la Generación XXI. También haremos lo que ustedes han señalado: pensar en las formas de organización y comunicación que se necesitan para que este pensamiento político se socialice y difunda.
Todas las contribuciones recibidas manifiestan de una u otra forma la necesidad de crear un pensamiento que no sea exclusivo de un grupo o de una clase social. En otras palabras, manifiestan la necesidad de articular ideas que trasciendan lo que Dariana, en una de sus entregas a Generación XXI, llama el “conformismo racionalizado” que nos aísla para llenar “espacios [más] grandes”. Abordemos este tema.
La creación de un pensamiento que nos trascienda como personas y como grupos y que ayude a que se detenga el desangre de nuestra patria partida nos obliga a enfrentar lo que en filosofía política se identifica como el tema del “reconocimiento”: el reconocimiento del “otro” y “la otra”: el “otro” campesino, el “otro” pobre, la “otra” mujer, el “otro” homosexual, la “otra” lesbiana, el “otro” negro, el “otro” judío.
Para relacionarnos con el “otro” y con la “otra” necesitamos reconocer su humanidad, sus miedos, sus necesidades y sus aspiraciones. ¿Cómo hacerlo? Esta es la pregunta del millón de Euros. Respondámosla—empecemos a responderla—preguntando:
¿Qué pueden hacer ustedes, los y las nicaragüenses de clase media y clase alta, para acercarse al “otro” y la “otra” que pertenecen a las clases populares? ¿Qué pueden hacer los y las nicaragüenses que pertenecen a las clases populares para reconocer el sentir y las ansiedades de los y las jóvenes de las clases media y alta?
Permítanme sugerir que para empezar podríamos dejar de usar términos como “turba”, “burgueses”, “culitos negros” y “culitos rosados”, e intentar intuir la existencia del ser humano y del nicaragüense o la nicaragüense que, con sus miedos, necesidades y aspiraciones, existe detrás de estos calificativos.
¿Han hecho algo ustedes para acercarse y conocer al “otro” y a la “otra” de clases sociales diferentes a las de ustedes? ¿Pueden compartir con los lectores y las lectoras de este blog esas experiencias y lo que aprendieron? Sigamos.
¿Qué podés hacer vos, hombre, para facilitar la construcción de las bases de un consenso que reconozca la humanidad y la ciudadanía plena de la mujer? ¿Qué demandas vos, mujer, del resto de la sociedad nicaragüense para alcanzar el reconocimiento, el respeto y los derechos que necesitas para funcionar como una verdadera ciudadana? ¿Cuáles son los obstáculos prácticos que encontrás en tu vida cotidiana para alcanzar este reconocimiento? Hablo de obstáculos objetivos—como las conductas machistas—y de obstáculos subjetivos, como los valores religiosos y de otro tipo que, con frecuencia, legitiman el machismo y lo reproducen.
El conocimiento y reconocimiento del “otro” y de “la otra” son condiciones necesarias para la articulación de un consenso nacional que sirva de base a la democracia que queremos y necesitamos. Hablo de un consenso sobre las relaciones básicas entre Estado, economía y sociedad que sirva de marco al conflicto político. Sin este consenso, los procesos electorales son frágiles procesos legales cuyos resultados no necesariamente gozan de legitimidad.
En Nicaragua, el gobierno manipula la ley y las instituciones que deberían velar por su cumplimiento para alcanzar fines políticos que son la negación misma de la democracia; instrumentaliza la ley y las instituciones del poder judicial para castigar a sus adversarios. En Nicaragua, podemos decir, haciendo uso de un trabajo de Luz Estela Nagle, no opera un Estado de Derecho, sino un Estado por Derecho: un Estado que manosea la ley para hacer lo que le da la gana (Nagle, 2009).
La fragmentación y polarización en la que vive el país facilitan la reproducción de este tipo de Estado. De ahí la necesidad de promover las bases de un consenso nacional que reconozca los derechos y las obligaciones de los diferentes sectores de nuestra sociedad; un consenso dentro del que podamos diferir y competir políticamente, sin amenazarnos, sin castigarnos y sin matarnos. Recuerden lo que decíamos la semana pasada: nuestra historia está marcada por la ausencia de consensos nacionales integradores. Hemos vivido partidos entre granadinos y leoneses, liberales y conservadores, sandinistas y antisandinistas. Y repitamos: en el charco de sangre que produce la herida del cuerpo partido de nuestro país, encontrarán siempre a un grupo que se beneficia de esta desgracia.
Sigamos, pues. Avancemos en la construcción de un pensamiento político y una visión de país construido desde la perspectiva de ustedes, la Generación XXI. Y como dijo uno de ustedes esta semana, no le tengamos miedo al cambio. Temamos las consecuencias del silencio.
Comentarios
David: El tema de la otredad es complicado. Existen distintas teorías de identidad/otredad que ofrecen definiciones de lo que es el otro. Creo que un buen punto de partida podría ser interrogarnos a nosotros mismos: ¿Por qué la otredad nos parece diferente y ajena? ¿Por qué luce como algo que habita un espacio exterior y que es potencialmente amenazante? La otredad, por definición, es inquietante, aunque sin ella no podemos ser nosotros. Es decir, nuestra identidad se construye en relación con los otros primigenios que nos encontramos a lo largo de nuestra vida -nuestra madre: la primera mirada- espejo que nos nombra, la familia, los amigos, etc. Poquito a poco, con el transcurso del tiempo, adquirimos conciencia de sí y llegamos a la dolorosa realización de que nuestros padres viven en universos diferentes.
Sí, la otredad es lo que nos humaniza. Pero, cuidado, porque también puede ser una fuerza destructora. Y cuidado con “esencializar” la otredad.
Carlos: Yo me he acercado al “otro” poco, físicamente. Y cuando lo hago siento que no absorbo mucho de estos acercamientos. Sólo me confirman que los intereses de la gente son alcohol, sexo, y tener algún espejo de vidrio (quise decir un celular bueno, con cámara). Mi acercamiento al otro, a riesgo de sonar poco “humano”, ha sido principalmente a través de estadísticas, documentales, noticias, estudios, opiniones y análisis de mis círculos homogéneos. Hasta ahí. En la construcción de una visión incluyente de nación, coincido con Israel. Necesitamos crear una nueva manera de hablar y debatir, menos visceral. Necesitamos una evolución cultural cuya semilla sea el ejemplo y la práctica en la manera de debatir. Para esto sugiero algunos principios:
Romper con la polarización. Ésta sólo es beneficiosa para las cúpulas que necesitan “enemigos hechos a la medida”.
La tolerancia no es suficiente. Esto lo leí de García Canclini: “Tolerar es no hacerse cargo de la diferencia y despreocuparse de que hay que entenderla, e incluso preguntarse qué puede significar de bueno para mí, qué propuesta de estilo de vida me está haciendo. Tolerar es quedarse ensimismado en lo propio”. En vez de eso propone la “incorporación efectiva de copertenencia y coproducción con los otros”.
Establecer el debate como un método de unificación mostrando que el simple hecho de entrar en una discusión implica que tenemos algo en común y que existen temas y problemas compartidos.
Apartar intereses personales. Esto es muy difícil porque “quien tiene plata, platica” y quien tiene los medios instaura su forma personal de ver las cosas. Quien tiene inversiones demanda seguridad jurídica. Quien tiene empleados en una empresa argumenta que por razones de equilibrio macroeconómico, hay que subirle apenas dos pesos al salario mínimo. Quien es ecologista dice que el tema del aborto terapéutico puede esperar, pero que Bosawás no puede esperar más. La cooperación internacional, por su parte, financia proyectos pero sólo financia lo que le interesa.
Basar nuestras posiciones en datos e informaciones válidas. Es decir, quitarse la costumbre del abrazo basado en el sesgo ideológico.
Hay otros puntos que habría que identificar, definir y sistematizar, pero a grandes rasgos los mencionados podrían servir como puntos de partida para el debate. Ya luego vemos qué viene de almuerzo.
Pinolillo: No hace mucho solía escribir con frecuencia sobre temas que me parecía que debían ser tratados en la sociedad desde una óptica joven. Sin embargo, el día que me encontré con el desempleo dejé de pensar en todos estos espacios y mi mente solo se limitaba a ver “qué hacer” para asegurar las necesidades básicas. Ahora que ya resolví el problema laboral, me puedo dar el lujo de opinar. Hasta que viví esta experiencia, me percaté del dilema de muchos nicaragüenses y comprendí la apatía general que se manifiesta frente a la situación del país. El reto es mantener vivos los objetivos y facilitar espacios y experiencias que permitan abrir puertas a los demás.
Con respecto a la inquietud de cómo me involucro con los demás, la verdad es muy simple: así no lo hago. Uno se mueve en sus espacios con amistades un poco homogéneas. De todas formas, no es lo mismo conocer los problemas del otro que sentirlos.
Israel: Quiero aportar un ejemplo concreto sobre las dificultades y posibilidades del diálogo con el otro: A partir de una nota que publiqué en Facebook recibí diversos comentarios. Un comentario, particularmente negativo, provenía de un joven abogado militante del FSLN y coordinador del Movimiento Jóvenes Profesionales de cierto distrito. Este ejemplo muestra que para “acercarse al otro” es necesario aceptar que no siempre estaremos de acuerdo, pero que, sin embargo, podemos fraternizar y debatir con respeto. A continuación, extractos del intercambio de mensajes publicados en un foro abierto:
Yo – El verdadero cambio social proviene de un cambio individual. Sugiero que un punto de partida es contrarrestar nuestra visceralidad, nuestra apatía y nuestras incongruencias.
Joven FSLN – Considero descabellado lo que decís. Tu nota no abona en nada a ser parte del cambio. Además, alguien que no tiene carisma no puede ser punto de partida de un cambio. Por eso hoy, mañana y siempre: ¡Viva el Comandante Daniel!
Yo – Deseo agradecerte por tomarte el tiempo de leer la nota que escribí y compartir tus reflexiones. Respeto tus ideas y tus posiciones políticas. Desde el marco de ese respeto te manifiesto mi desacuerdo con uno de tus planteamientos: “Alguien que no tiene carisma no puede ser punto de partida de un cambio”. Precisamente lo que quiero hacer ver en mi nota es que el verdadero cambio no se logra a partir de una sola persona (con carisma o sin carisma); el cambio se logra en conjunto y con respeto.
Joven FSLN – Efectivamente, Israel, para ser punto de partida de un cambio necesitas de un liderazgo que sepa mover masas de gente, que sepa llegar con sus mensajes, que tenga un don de autoridad que inspire confianza.
Agradezco tu amabilidad de aceptar mis ideales sandinistas y con orgullo soy danielista, pero te hago la siguiente reflexión: Sé que sos un joven muy capaz y que estás en la acera de enfrente de los ideales que yo profeso. Pero ¿te has puesto a reflexionar si vale la pena estar apoyando a “sociedades civiles” que abiertamente sabemos que tienen una ideología política y que confunden a la población? Ellos tienen un fin prebendario y es “agarrar propaganda para luego optar a un cargo de poder”. No digo que no tengan derecho. Lo que digo y critico es la manipulación y la manera malintencionada con que mal informan a la población para crear odio y sed de venganza. Como que si no fuéramos hermanos nicaragüenses. Sólo te dejo la reflexión y te digo ¡abrí tus ojos, ellos te manipulan!
Yo – No me gusta la idea de que las grandes cosas en una sociedad partan de un solo individuo. El alma humana es frágil a la vanidad y las cosas pueden terminar desvirtuándose. Mi anhelo es una sociedad que funcione a través de instituciones en donde todos los individuos estén representados. Sin embargo, tengo que aceptar que es válido lo que decís. En nuestros países, para bien y para mal, la cultura apunta al liderazgo casi mesiánico. Es difícil que la gente se motive si no es bajo la figura de un líder. Por otra parte, lo de la manipulación que afirmás me parece muy interesante. Lo que las personas tomamos como “verdad” es una percepción subjetiva de la realidad.
Nadie tiene la “verdad” porque nuestros mecanismos de percepción son deficientes. El no estar claro de esto ha sido causa de guerras a lo largo de la historia. Por ejemplo, para vos puede ser totalmente obvio que Jesús es el salvador de la humanidad, pero un niño en China posiblemente ha escuchado otra cosa y cree otra cosa. Para mí sería fácil decir que a vos te “manipulan”, pero no lo creo, porque sé que no sos tonto. Sos una persona que ha visto muchas cosas buenas y verdaderas en el FSLN y estás convencido. Sin embargo, entendamos que alguien que sufrió cárcel en los 80s pensará diferente. También a partir de cosas verdaderas pero negativas. La realidad es un moño de pelo enredado. La cuestión es normar la convivencia y escuchar a todos sin descalificar.
Emila: Mi patética lista de lo que hago por la clase alta:
Escribo con seudónimos sus nombres en mis historias para protegerlos.
Evito llamarles “señor” o “don” en alguna nota periodística.
Llevo guayaberas a las invitaciones que me hacen.
No omito mi socialdemocracia en sus charlas, ni mi franca posición a favor del aborto terapéutico, alabo los programas sociales del gobierno, reprocho su secretismo, su inseguridad jurídica, expreso mi disgusto por Montealegre y no evito “jincarlos” con que el protestantismo le va ganando la batalla a los católicos.
Me chupo los dedos al coger una “boca” en sus narices aunque mastico con la boca cerrada, uso la cuchara sólo para la sopa y el postre, suelo poner mi servilleta abierta en mi regazo y junto los cubiertos al concluir el plato fuerte.
Les dejo que me ganen algunos puntos pero nunca les cedo un set de tenis. Les doy la mano y digo: “fue un buen juego. Me entrenaron los cubanos en los 80s”.
Mi patética lista de lo que hago por la clase baja:
Solía llevar teatro a las casas comunales.
Solía dar clases sabatinas de español en la primaria del Benjamín Zeledón.
Algunas veces llevo a Jorgito a ver el mar.
Me siento con El Gato, el sandillero, y charlamos de su moto, de su hijo y de la expectante venta en la Semana Santa.
Algunas veces llevo un pastel a doña Lupita y hablamos del alcoholismo de su esposo, de sus quehaceres como mayordoma de su calle en las purísimas.
Y algunas veces le pido con 100 pesos a un indigente que me compre un paquete de cigarros. Con ello trato de crear un termómetro de honradez (o hacer una caridad). Debo decir que el resultado de este experimento es más o menos un tana-ka-tana.
Me fui en una ocasión a vivir en un barrio por un año, pero confieso que fue más por un objetivo antropológico con motivos literarios. Compartí la chupeta, la jama, la tila, el troll, el garozzi y escuché todos los días hablar de gerlas, pleitos, metidas de pata, estupros y nos íbamos algunas veces a las charlas de los Hombres de Negocios a cenar de gratis.
Mi patética lista de lo que hago por la clase media:
Comparto mis libros, dialogo y tengo sexo.
PD: El doctor nos puso sobre las cuerdas con esta pregunta.
Fidel: Emila lo ha expresado bien: para muchos/as de los/as que estamos opinando aquí o leyendo Confidencial, la lista de las cosas que hacemos por acercarnos a los/as más jodidos/as de nuestro país es, cuando menos, patética. Pero yo diría que peor sería no tener ni siquiera una lista que enumerar.
Yo estoy en Costa Rica, aquí también hay gente jodida. Son menos y están menos jodidos/as, pero las hay. Las hay ticos/as, nicas, panas, colombianos, etc. Mi patético acercamiento a mis paisanos fregados aquí es escaso, pero es. Hace unas semanas me mudé de barrio. Vivo en un condominio ni tan tan, ni muy muy; normal y tranquilo, de gente de clase media y algunas otras pocas especies raras. Y, cómo no, los guardas son todos paisanos míos. Tres muchachos: Yader, William y Giovanni. Rotan turnos de 12 horas. A Yader lo conocí primero. Es de Chinandega; tiene unos años de estar aquí. A Giovanni lo abordé hoy. Me contó que viene de Nueva Guinea. “Eso es largo”, le dije. Estudiaba ahí su secundaria. “Me vine un año aquí a cambiar de aire”, me dice. Se regresa el próximo año porque lo único que tiene en la cabeza es meterse a la universidad. A William no lo abordo aún, pero ya sé que tiene más rato de estar aquí.
En mi universidad estaba la Mayrita, que atendía en la soda de Ciencias Sociales. Preciosa persona, esteliana. Tiene años de vivir aquí ya, y este año en Semana Santa quería ir a Estelí, a ver a su gente. La perdí de vista hace un tiempo; no sé qué se hizo. Y en la soda frente a la U, está la Indira. Nacida aquí de papás nicas. Cajera. De viaje se le adivina en la mirada que quiere llegar a ser más.
El tránsito de cada quien por sus cosas, por su vida, por sus desastres, suele ser bien particular, muy de uno. Cada quien tiene derecho a encerrarse en sí mismo, olvidarse de las cosas importantes a veces. Pero alejarse para siempre de la gente más jodida, siempre provoca que uno pierda la perspectiva. Oír las historias, verlas. Sentir los dramas ajenos como imposibles al lado de los propios que suelen ser irrisorios. Empaparse de la miseria de los/as que no lo tuvieron tan fácil. Es un polo a tierra, nada más. Un sano polo a tierra. Dejarse invadir en algún grado por esa otra realidad, te hace cambiar, quiera uno o no.
Si el cambio empezara por despertar uno mismo, echar ese cable a tierra es un buen comienzo.
Paúl: Bueno, de verdad que como dijo Emila, nos la puso difícil, pero empecemos. Rousseau decía que el más fuerte no lo es bastante, para ser el amo o señor, sino transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber. Así se desarrolla nuestro sistema de “derecho”, con leyes o sentencias que legitiman robos, sobornos, falsificación de documentos, arbitrariedades y todo lo que usted mencionó antes, haciendo ver los procesos que todos/as sabemos son sucios, como un acto normal porque cumplen con una sentencia. Sino miremos los casos de Arnoldo Alemán, la sentencia de reelección de Ortega, la prórroga de los magistrados, todos hechos arbitrariamente. Pero como cumplen con el proceso “legal” entonces están bien. En fin, la legalidad legalizada, utilizando el poder del derecho y el derecho del poder, como expresa José de Souza Silva en uno de sus escritos.
Esta es la situación que usted ha llamado de desmoronamiento social, moral y ético. Las leyes no funcionan. Entonces no le podés reclamar al señor de la venta si te vende una leche vencida; o al del bus si te da un mal servicio; o al policía cuando te pide una mordida.
En el país rige la ley de la selva. Así que cualquier divergencia en cualquier tema, o termina en una puteada o en una pelea. Esto es lamentable. No hemos comprendido que la divergencia, la contrariedad y la crítica no son el padecimiento que nos han querido pintar. Por el contrario, son o pueden ser el inicio de la solución a muchos problemas; siempre y cuando respetemos al otro/a. Como usted dice, tenemos que reconocer al otro y eso a veces da miedo porque sabemos que el adaptar nuestras ideas es ceder y eso puede hacernos perder poder. Imagínese lo que significaría para los “machos” decir que los homosexuales son iguales a ellos y que únicamente han decidido tener una opción sexual diferente. O ¿cómo le digo a un hombre del campo que su esposa tiene los mismos derechos que él y que, por lo tanto, a él le toca también cuidar a los hijos? Este paso es difícil. Es difícil reconocer que el otro/a tiene los mismos derechos. Mientras no rompamos el miedo a aceptar al otro/a seguiremos igual.
Amílcar
Nicaragua necesita un proyecto de nación incluyente y al mismo tiempo excluyente. El problema es definir juntos este proyecto. Yo, personalmente, soy sandinista, socialista y anticapitalista. Creo que la palabra que nos puede unir es Democracia Sustantiva (respeto al Estado de Derecho, respeto a la libertad de opinión de todos, también de mis adversarios, promoción de los derechos fundamentales como la educación gratuita para todos, la salud gratuita, casa digna, créditos justos para los campesinos, libertad de organización, economía solidaria, seguridad alimentaria, y otros).
El problema fundamental es barrer con una clase politiquera que ha hecho de la política su modus vivendi. Para esto, hay que promover una educación política para que el pueblo asuma sus luchas y deje de dejarse engatusar. Sobre lo económico, te aconsejo, Andrés Pérez-Baltodano (aprecio tus reflexiones), que analicemos con más profundidad las nuevas corrientes de pensamiento económico en economistas y sociólogos como: Cornelius Castoriadis, Serge Latouche, Marcuse, Baudrillard, Georgescu Roegen, Jean Ziegler, Iván Illich, Mauricio Pallante, Carla Ravaioli, Joan Martínez Alier, Antón Costas, Atilio Borón, Giorgio Mosangini, Pepa Gisbert Aguilar, Carlos Taibo, Joaquín Sempere, Fernando Savater, Gustavo Bueno y otros..
El discurso de una nueva generación
29/3/2010
De verdad que no fue mi intención ponerlos sobre las cuerdas. Pero me alegro mucho que hayan aceptado la invitación a cruzar el abismo del silencio en el que a veces se pierden muchas ideas y reflexiones que son vitales para superar nuestra miseria nacional. Como en cada semana, aprendí mucho de sus contribuciones.
El punto de partida para construir el país que queremos es el reconocimiento de las brechas que nos separan del “otro” y la “otra”. Hemos arrancado y, si seguimos, estoy seguro que lograremos cosas importantes.
Pero veamos. No es justo que solamente yo haga preguntas que, como las de la semana pasada, invitan a voltear el calcetín del alma y revelar vivencias y sentimientos personales. Creo que yo tendría que abrirme como ustedes lo han hecho. Creo que debo hacerlo, no simplemente para corresponder el gesto de ustedes, sino porque mi experiencia es diferente a las que ustedes han expresado.
Conozco al “otro” porque creo haber sido ese “otro”. Hablo de uno de los muchos “otros” y “otras” que existen aislados en nuestro país. Hablo del “otro” que aparece retratado en las contribuciones de la semana pasada.
Nací en una familia de clase media baja, o algo así, en un momento en que muchas de las familias ricas de Managua compartían el casco urbano de la ciudad con gente como yo. Al menos en este sentido, esa Managua era más democrática que la actual; no por diseño, sino por accidente. Casi nada bueno sucede en nuestro país por diseño.
Mis amigos eran gente como yo, hijos de padres asalariados; o de familias dueñas de enormes haciendas (como los Estrada); o hijos de padres metidos en el pujante comercio de esa época (como los Cohen y la familia de Julio Martínez); o de familias con trayectorias políticas y profesionales importantes (como los Frixione y los Córdoba).
Luego murió mi padre y nos llevó el carajo, nos trasladamos a la casa de mi abuela (cerca de la iglesia de El Calvario y el Oriental). Me moví del Calasanz al Ramírez Goyena e hice nuevos amigos en mi nuevo barrio. Muchos de ellos -para mi sorpresa- no usaban zapatos, pero me ganaban corriendo en el predio polvoso en donde los sábados por la tarde jugábamos béisbol, “bateando” una bola de hule con la mano.
Luego nos trasladamos a vivir a la Colonia Maestro Gabriel. El resto de la historia la contaré otro día.
No puedo, ni voy a cometer la arrogancia de decir que conozco el alma de ese “otro” al que ustedes hicieron referencia la semana pasada. Pero siempre he pensado que mi historia personal me ayuda a entender cómo se ve Nicaragua desde los destartalados buses de nuestra capital; desde los asientos más baratos y más soleados del estadio; desde el Goyena y la UNAN.
Cuando yo veo los rostros de los que llamamos “turbas” me reconozco a mí mismo. Y al mismo tiempo, cuando veo el rostro del “otro” que son ustedes, también creo reconocerme porque me he movido tanto por la vida que, a estas alturas, soy, literalmente hablando, inclasificable en todo, menos en mi calvicie y edad.
Una sociedad indiferente
Por mi propia experiencia y por otras cosas, puedo asegurarles que al “otro” y a la “otra” a los que ustedes hacen referencia, les cuesta creer que la suerte de los jóvenes pobres de Nicaragua les importa un carajo a los “otros” como ustedes. Para gente como Yader, William y Giovanni (ver mensaje de Fidel de la semana pasada), que encima del exilio social en el que vive el “otro” en Nicaragua, tienen que vivir el exilio del alma que se sufre cuando se vive en otro país, los jóvenes y las jóvenes de las clases media y alta en Nicaragua son como seres de otro planeta; seres que viven en un mundo totalmente ajeno a sus vivencias y necesidades. Y no es que piensen que los “otros” de esas clases sociales sean malos; es algo peor que eso porque separa más: ustedes son percibidos, existencialmente hablando, como personas diferentes; completamente diferentes y, por lo tanto, incapaces de entender lo que significa vivir con la bolsa vacía y la cabeza llena de problemas vitales.
La Mayrita que atiende en la soda de la UCR, el joven del FSLN, El Gato, y el sandillero que representan al “otro” pobre en las contribuciones de esta semana, se han acostumbrado a vivir en una sociedad indiferente (ver correos de Fidel, Israel y Emila de la semana pasada). La Revolución Sandinista en los 80s cambió todo esto, al menos por un glorioso momento. Ofreció una esperanza y creó condiciones para el reconocimiento del “otro” y la “otra”. Luego sucedió lo que todos sabemos. Los nuevos ricos del FSLN traicionaron sus ideales pero aprendieron que, en una sociedad de indiferentes, se puede conseguir mucho con poco. Porque el “otro” pobre y olvidado necesita tanto que, a veces, se conforma con que los de “arriba” le hablen; lo mencionen; o que, por lo menos, no lo ofendan.
Cuando muchos de esos “otros” escuchan “¡Arriba los pobres!” en el discurso del FSLN, escuchan un reconocimiento. Y, por supuesto: hay quienes no se tragan el cuento. Pero muchos se lo tragan; o simulan que se lo tragan, porque la alternativa es indigerible. Ellos recuerdan que, durante el tiempo de la “democracia”, Enrique Roiz les llamaba “patas de hule” a los campesinos que protestaban contra su gobierno. Y los de “arriba” se divertían en el tropical circo romano del Ben Hur, disfrazando a los carretoneros para que compitieran como payasos para obtener lo que por derecho ciudadano les tendría que corresponder: tejas para su casa y víveres para alimentar a sus familias.
La palabra “democracia” suena diferente para estos “otros”. El regreso de la “democracia” suena como una amenaza para muchas de estas personas. Y la invitación a luchar en las calles por el retorno del “Estado de Derecho”, la “institucionalidad democrática”, el “imperio de la ley” y todas esas cosas, suena como una mala broma.
Un nuevo contrato verbal
Necesitamos articular, como dice Octavio Paz, un nuevo “contrato verbal”, condición indispensable para articular un “contrato social” que nos saque del aislamiento o los aislamientos en que vivimos. Por eso creo con firmeza lo que algunos de ustedes han dicho en sus contribuciones pasadas: la Generación XXI —la de ustedes— necesita inventar nuevas formas de expresión y comunicación.
Éstas deben nutrirse del estudio de nuestra historia y de nuestra realidad; pero, además, del ejercicio de la imaginación; la imaginación que nos puede conectar con las realidades del “otro” y la “otra”.
Henri Bergson (1999) decía hace mucho tiempo; y ahora lo vuelve a decir Dipesh Chakrabarty (2000), que uno puede aprender mediante el análisis y mediante la intuición. Con el análisis podemos, por ejemplo, comparar las condiciones sociales del “otro”. Pero si queremos ponernos en los zapatos del “otro” y la “otra”, tenemos que usar la intuición.
Usemos ambos: el análisis y la intuición para crear un nuevo discurso, un discurso integrador. Mi generación y nuestro discurso, usando una expresión de Francisco de Asís Fernández, “pasamos burro”. Ustedes deben crear un nuevo vocabulario conceptual y nuevas representaciones discursivas, recordando siempre que la realidad social es plástica y que la palabra es una fuerza creadora de nuevas realidades.
Sigamos pues. Pensemos. Inventemos. Propongamos. Experimentemos. ¿Y por qué no invitan a los “otros” y las “otras” a que se unan a este diálogo?
Comentarios
Cariucho: Te felicito, Andrés, este tema es muy interesante. Quizá es el que más me ha gustado entre los que he leído de tus escritos. Me conmovió tu historia personal. Y tu sinceridad es notable.
Quería compartir con vos un hecho interesante sobre la forma en que se relacionan las clases sociales en nuestro país. En un conocido colegio jesuita de Nicaragua, se efectúan regularmente visitas a colegios pobres, para que los niños del colegio privado jesuita (muchos de ellos son de clase pudiente) interactúen con los niños menos privilegiados. Sin embargo, a mi parecer, los objetivos con que se justifican estos intercambios no se cumplen. No he visto sinceridad, ni empatía, ni sentimiento de igualdad en estos encuentros.
Para empezar, los niños pudientes ni siquiera les dirigen la palabra a sus compañeritos del mismo colegio jesuita que son menos adinerados que ellos; o que no son tan blancos como ellos; o que no los llegan a traer en una camionetona tan ostentosa como la que ellos poseen… ¿te das cuenta? Tratan, pues, con desdén, con crueldad a veces a sus mismos compañeros de colegio; forman grupos excluyentes, murmuran a sus espaldas, se burlan de ellos, hacen fiestas de cumpleaños y no los invitan y les hacen saber que no los invitan.
Ahora, Andrés: ¿Qué tipo de interacción crees que estos niños entablarán con los niños del colegio pobre? Mi respuesta: una relación de superioridad, de perdonavidas, de caridad, de niños superiores porque le están haciendo el favor de hablarles y de llevarles una merienda. No hay interés en conversar con los otros, en conocer sus vidas, su realidad; no hay perspectiva de igualdad.
Por otro lado, los niños de las escuelas pobres se han viciado. Esperan al niño del colegio rico sólo por interés de la merienda. Ellos saben que no habrá amistad, ni contacto humano. El niño rico hará alarde de su generosidad, y le llevará un combo del Burger King para que todos vean que él es “lo máximo”. Los padres del niño acomodado se esmeran muchas veces en hacer estas demostraciones públicas de bondad.
Peor aún, algunos niños de la escuela pobre desprecian las meriendas caseras que les llevan los niños del colegio privado que no son ricos y que tal vez no pueden comprar combos del Burger King.
Llama pues la atención que en el colegio privado religioso en cuestión, no les interesa la situación de discriminación que existe dentro del mismo, la cual es muy evidente y por todos conocida. Yo me pregunto: ¿cómo un niño puede ser afable con el niño de una escuela pobre si discrimina a sus mismos compañeros de escuela menos privilegiados? Creo que este es un fenómeno digno de ser analizado. Por favor, no dejes de expresarme tu opinión, es muy importante para mí. También exhorto a los demás lectores a que opinen al respecto. Les estaré muy agradecido.
Fernanda: Me reconozco ajena al debate anterior, así que trataré de comentar lo que leí en esta página. Acabo de ver morir a un muchacho en una comunidad rural recóndita de la RAAN, donde a la gente la tienen que sacar en hamacas al hombro para curarse de gripes que se vuelven asesinas en las condiciones en que se vive en muchos lugares de nuestro país. Pongo este ejemplo para justificar que no puedo más que escribir desde una profunda rabia.
Yo creo que el neoliberalismo, como dice el Subcomandante Marcos, es una pared con huecos desde los que podemos ver a ambos lados. Pero podemos, o bien derribarlo, o atravesar las grietas y pasarnos al otro lado. Para mí, la construcción de una Nicaragua distinta pasa por entender que hay algunos que están pagando lo que a otros/as no nos cobraron y que eso no se puede seguir permitiendo.
Quisiera promover una idea que tengo atrapada en la cabeza desde hace rato y quizá aquí encuentre alguna acogida: formar grupos de discusión que vinculen a chavalos y chavalas de universidades con chavalos y chavalas a las que se les ha negado la oportunidad de entrar a la universidad. Considero que esta iniciativa contribuiría a llenar el hueco creado por las academias que han asumido felizmente el divorcio con la realidad fuera de sus muros.
Creo que un debate en términos de igualdad entre jóvenes, reconociendo diferencias y sobre todo los orígenes de éstas, contribuiría de forma profunda a reinstalar la idea y el compromiso con la equidad, porque ésta requiere de una práctica que se ubique fuera de la lógica del dominio que nos hace pensar que los que vivimos bien, pensamos mejor y, por ende, podemos pensar por los y las demás. No sé qué les parece. Ahí les dejo la inquietud.
Gabriela: De todo lo que se va comentando hasta ahora, lo que me provoca mencionar es la importancia de que vayan de la mano los cambios de pensamiento y los cambios de acción. Es importante tener clara la imagen de lo que aspiramos construir entre todos. Es necesario identificar los principios de vida que nos ayudarán a encauzar las luchas y transformaciones necesarias para reconfigurar nuestra realidad.
Pero ¿cómo se lleva a la práctica todo esto? Porque si no se empieza por algún lado a poner en práctica lo que decimos que tenemos que hacer, terminaremos quedándonos en el mero discurso; lo cual es tentador pero no aporta a los cambios necesarios.
Me pregunto entonces: ¿Qué hace cada uno de nosotros y nosotras? ¿En qué espacios invertimos nuestro tiempo, nuestra energía, nuestro pensamiento, nuestra inteligencia, nuestras capacidades? ¿Qué tanto nos informamos de las realidades de nuestro país? ¿Qué tanto nos estamos preparando para poder realmente ser actores sociales con poder de incidencia? Para contestar estas preguntas basta con observar a los jóvenes a nuestro alrededor, pero, sobre todo, es necesario cuestionarnos a nosotros mismos; cuestionar los niveles de coherencia entre discurso, intenciones de cambio y práctica en nuestra vida cotidiana.
David: Después de todo, lo nuevo siempre parece extravagante. Nuestra realidad necesita ser positivamente transformada para sacar el país adelante. Los nicaragüenses tenemos buena capacidad para generar cambios; la revolución desperdiciada es un claro ejemplo de esta capacidad.
Participar positivamente con “el otro” en todo lo que pretendemos cambiar es fantástico. Pero para limpiar el camino, creo yo, necesitamos remover de nuestra conducta toda forma de sumisión a quienes no promueven este cambio, sean estos intelectuales, artistas, políticos o religiosos. Yo admiro a un hombre de 80 años, Onofre Guevara, de ideal socialista, quien promueve con un aire nuevo la responsabilidad ciudadana. Una responsabilidad incluyente. Él sabe que los actos que conllevan al progreso de una nación no son patrimonio de la “izquierda” o de los que piensan como él. Esto, en sí, es un adelanto para ir creando un nuevo lenguaje de comunicación entre los nicaragüenses.
Fidel: Nos has apuntado la “gran tarea”: construir lo nuevo, el nuevo discurso; verdaderamente nuevo, sí. Se trata de exprimirse el cerebro, las piernas, la voz. Vivir el país, conocerlo a fondo, y empezar a convertir esas vivencias en ideas, en formas de entender. ¡Fuff! Hasta da miedo pensar en lo gigantesco de esa tarea. Pero no hay otra, hay que empezar a cumplirla. Una sola idea quiero expresar. Es más bien un apunte sobre las posibilidades de eso que vos has llamado un “nuevo contrato verbal-social”, integrador, que reconozca con justicia los derechos y las obligaciones concretas de cada sector social de nuestro país. Conocemos bien los gravísimos niveles de desigualdad que existen en nuestro país.
Conocemos bien el abismo inmenso e inconmensurable que se ha abierto en Nicaragua entre los que tienen y los que no. Yo me pregunto si ese “nuevo contrato social integrador” es verdaderamente posible. ¿No te/les parece que cualquier acuerdo integrador que pretenda garantizar los derechos mínimos de quienes no tienen implica una redistribución de las cosas tan grande que, las clases pudientes, las que controlan los hilos principales de todo, no la permitirían?
No estoy diciendo que la única forma de cambiar esto que tenemos sea por la vía de lo radical, la que supone tomar el poder y darle vuelta a la tortilla en muy poco tiempo con grandes cambios (en fin, como se hizo antes). Sabemos que por esa vía, con un cambio tan drástico, el poder se subleva y puede destruir el proyecto. Sólo me estoy preguntando si esta forma de distribuir lo que tenemos en Nicaragua, ya muy bien asentada después de 20 años de neoliberalismo, hace realmente posible que quienes lo tienen todo, empiecen a soltarlo lentamente para darle algo a los que no tienen. Sí, las cosas se pueden hacer con orden, formando un nuevo movimiento, proponiendo un programa político de izquierdas, yendo a elecciones, ganándolas, y empezando a voltear la tortilla lentamente. Pero siempre llega el momento en que el poder que controla se siente amenazado, y se subleva. ¿No nos confirma esto el golpe en 2002 en Venezuela, la Media Luna en Bolivia, Guayaquil en Ecuador, etc.?
En definitiva, siendo que en nuestro país la distribución de las cosas es tan desigual, ¿están dispuestos los que tienen y mandan, a desprenderse de lo suyo para garantizar, bajo este nuevo contrato social, la mínima existencia digna de los que no tienen? ¿Aquellos a los que privilegia este orden, tendrán voluntad de meterse a un nuevo contrato? ¿Y si la fuerza de las circunstancias se lo impone, no saltan y sabotean todo? ¿Cómo le hacemos?
Pinolillo: Yo me inclinaría a pensar que es necesario hacer uso de las nuevas tecnologías con fines educativos. De esta manera podríamos invitar a nuevos participantes a conversar y debatir.
Emila: La historia le demostró al FSLN, que no era su ala proletaria, ni el foquismo de la GGP, lo que lograría la organización de masas para la sublevación popular. Lo que necesitaban era controlar el Consejo Universitario de la Universidad Nacional (CUUN) y al cuerpo estudiantil para prender la mecha.
El cuerpo estudiantil (hoy en manos completas del orteguismo) es el brazo mejor armado del FSLN. Ese cuerpo puede ponerte de cabeza todo el país y así se lo demostró a Arnoldo Alemán como presidente previo a tener que resignarse a firmar el Pacto libero-sandinista del 98.
La universidad sigue siendo el núcleo inmediato y más sensible para generar cambios en este país. Pero mientras toda esa hegemónica maquinaria, capaz de trazar incluso el destino de profesores y decanos, continúe intocable, las cosas prácticamente continuarán a como siguen. Ahí está la rabia real del orteguismo, pero muerto ese perro, se acabaría la rabia.
Esta es la pregunta de los 164 mil dolores de cabeza: ¿Cómo utilizar la imaginación para cambiar la correlación de fuerzas en las universidades públicas? Porque reitero, cambia esa fratría, cambia el país.
Carlos: Recién lo leo, mientras pasan unos días para pensar algo bueno que poner, se me viene a la cabeza que un principio individual que hay que proponer como piedra fundamental —y que alguien lo había mencionado antes— es la coherencia entre la palabra y el acto. Y para darle sentido lógico a esto, pues tendría que asumir una responsabilidad concreta. Voy a intentar algo sencillo: repartir unas cincuenta copias de uno de estos documentos, o de un artículo que me llegó a mi correo del Dr. Pérez-Baltodano. “El Somocismo del Siglo XXI”, el cual me pareció excelente. Les cuento a ver si lo hice durante la semana. Por cierto, esta última entrega, Doctor, me conmovió mucho. Gracias. Me movió.
Discurso y realidad social
6/4/2010
Las contribuciones de esta semana muestran que ustedes han aceptado el reto que significa construir un nuevo discurso —el discurso de la Generación XXI— que sustituya el discurso político obsoleto que maneja la clase política nicaragüense. Aceptaron el reto y lo hicieron a partir de una seria exploración de la compleja relación entre discurso y realidad social. Prácticamente todos los comentarios recibidos hacen referencia a esta relación y, más concretamente, a la necesidad de no quedarnos “en las palabras”.
Tenemos, además, propuestas concretas para iniciar un diálogo que nos ayude a los y las nicaragüenses a reconocernos como un todo frente al espejo de la historia. Vamos avanzando.
En esta ocasión, yo quiero aportar unas notas aclaratorias que pueden facilitar la tarea que ustedes han empezado a desarrollar. Son notas para definir un vocabulario conceptual básico para seguir conversando.
Empecemos señalando que cuando hablamos de discurso en las ciencias sociales, hablamos de prácticas de comunicación que sostienen y reproducen un sistema de relaciones sociales. El discurso político nicaragüense, por ejemplo, construye la realidad del poder, la define, la organiza y, finalmente, termina integrándose a ella. Volvamos a un ejemplo usado la semana pasada.
Cuando Enrique Bolaños se refería despectivamente a los campesinos como “patas de hule”, su discurso facilitaba la reproducción de la marginalidad social de este sector de nuestra sociedad. La insensibilidad que se revela en la expresión del ex-presidente devaluaba a los campesinos y contribuía a su deshumanización.
De igual forma, el humor racista y sexista nicaragüense reduce el fenómeno de la discriminación y la opresión a la condición de broma y, por lo tanto, facilita la perpetuación de estas prácticas a través del tiempo. Las palabras que usamos para referirnos al “otro” y la “otra”, concluyamos, son fuerzas que participan en la construcción de la realidad.
Cuando hablamos de discurso, sin embargo, no solamente hablamos de palabras. Este concepto incluye todas las enunciaciones simbólicas y gestuales que hacemos de la realidad social. Veamos un ejemplo.
Obando y Bravo no necesita hablar en las ceremonias oficiales a las que asiste en la actualidad, para contribuir a la legitimación del poder constituido en nuestro país. Basta que se presente a esas ceremonias con su vistoso traje de Cardenal, porque lo que cuenta es el poder simbólico que todavía conserva este señor, independientemente de que abra o no la boca. Vistan a Obando Bravo de pantalón chingo y camiseta sin mangas y verán que Daniel Ortega no lo vuelve a invitar a sus floreadas tarimas.
Las fotos que adornan los anuncios comerciales que inundan Managua son otro ejemplo de prácticas discursivas que no hacen uso de las palabras para definir y crear la realidad de nuestro país. Ellas definen —silenciosamente— el sentido de la modernidad, la belleza femenina y masculina, y la patética visión del progreso y del desarrollo que es dominante en nuestra sociedad.
¿Y qué decir de los rezadores de las rotondas y nuestros eternos árboles de Navidad? No son locuras. Forman parte de una bien pensada práctica discursiva diseñada para volvernos locos; es decir, para inducirnos a perder el sentido de la normalidad. La desestabilización de todo vestigio de normalidad en Nicaragua es el paso previo a la organización de un nuevo sentido común “socialista, revolucionario y cristiano”.
Concluyamos diciendo que cuando hablamos de discurso, hablamos de signos y palabras que construyen el sentido que desarrollamos de la realidad. Hablar de discurso es hablar —como lo propone Foucault— de prácticas sociales que organizan la realidad y nos convierten en sujetos sociales disciplinados.
El odioso Ben Hur al que hacía referencia la semana pasada, era una compleja construcción discursiva y una práctica social que contribuía a legitimar —normalizar y naturalizar— la posición social de los que gozaban de este espectáculo desde la tarima, y la de los carretoneros que se jugaban la dignidad y la vida para obtener lo que nuestro país “democrático” y “Mariano” les negaba.
Esta construcción discursiva y esta práctica social disciplinaban al “otro” carretonero, empujándolo a humillarse y aceptar su condición de subordinación. Peor aún, lo inducían a sentir agradecimiento por la “generosidad” y el “genio” de los Pedro Solórzano de nuestro desgraciado país. Y a veces lo lograba.
Hace unos días recibí un mensaje de una lectora de nuestro blog que me decía que uno de los carretoneros que acostumbraba a participar en el Ben Hur, le comentó hace unos meses, que añoraba esas carreras porque ellas significaban una esperanza para su familia.
Dos cosas inseparables operan en la condición existencial de este nicaragüense: una situación objetiva económica desesperada, y una condición mental que lo empuja a aceptar que lo mejor que le puede pasar a alguien como él en un país como el nuestro, es el regreso del Ben Hur, un espectáculo que en una ocasión apareció documentado en un programa de televisión italiano titulado “Esquirlas de la Infamia”.
La construcción de un nuevo discurso político en Nicaragua, demanda la deconstrucción y reconstrucción de las representaciones que hacemos de nosotros/as y del otro/a para trascender la realidad del poder que se expresa en los mil Ben Hur que se celebran todos los días en nuestro país: el Ben Hur de la llamada Asamblea Nacional; el Ben Hur del llamado Poder Electoral; el Ben Hur del llamado Poder Judicial, y mil otros espectáculos políticos, económicos, culturales y religiosos que en Nicaragua sirven para legitimar el poder constituido; y para disciplinarnos y habituarnos a ese poder.
Una propuesta
Para reconstruir la realidad, como señalaba la semana pasada, necesitamos crear un nuevo contrato verbal; es decir, necesitamos articular una nueva representación de la realidad que nos integre a todos y a todas dentro de un nuevo balance de poder que eleve la condición humana de los y las nicaragüenses. Para alcanzar estos objetivos, es indispensable entrar en diálogo con los “otros” y las “otras” de nuestro país. Por eso propongo que aceptemos la iniciativa de Fernanda, quien en su contribución de la semana pasada nos propuso organizar grupos de discusión “que vinculen chavalos y chavalas de universidades con chavalos y chavalas a las que se les ha negado la posibilidad de entrar a la universidad”.
Esta iniciativa puede repetirse de muchas formas para integrar a otros grupos representantes de la heterogeneidad de nuestra fragmentada sociedad. Estos encuentros pueden crear condiciones apropiadas para generar nuevas visiones ético-políticas, nuevas iniciativas sociales, y nuevas realidades.
Para ser efectivo, el diálogo en estos encuentros debe verse como un proceso educativo de dos vías en el que los participantes se transforman mutuamente, al mismo tiempo que transforman la realidad. El diálogo, como lo señalaba Paulo Freire, no supone transmitir “un mensaje ‘salvador’, en forma de contenido que ha de ser depositado [en otras personas]”. Supone, dice Freire, establecer una relación simétrica con los demás para conocer no sólo la objetividad en que se encuentran, sino la conciencia que el “otro” y la “otra” tienen de su realidad.
Necesitamos, como dijimos la semana pasada, del análisis y de la intuición. Esta forma de comunicación concluye Freire, es la única que hace posible la descodificación de la realidad y su transformación. Vamos entonces a algo concreto: hagamos realidad la organización de grupos de discusión propuestos por Fernanda. ¿Cómo lo hacemos? ¿Cuándo lo hacemos? ¿Dónde lo hacemos? Ustedes tienen la palabra.
Como apoyo a esta iniciativa, yo reitero el ofrecimiento que hice en la presentación de este blog, para reunirme con ustedes en el mes de julio. Más concretamente, el 22 y 23 de julio, en un lugar que definiremos más adelante. Cuando hablo de ustedes, me refiero a la Generación XXI, en todas sus expresiones de clase, género, orientación sexual, ideología política, credo religioso y cualquier otra cosa más. Les ruego que me indiquen su interés en participar en este encuentro escribiéndome a la siguiente dirección: generación21@live.ca
Pero no esperemos la llegada del mes de julio. Pensemos en grande, empecemos poco a poco, pero empecemos ya.
Comentarios
Gabriela: Ver qué podemos ir haciendo cada quien en su espacio y coordinarnos: a esto me refería en mi comentario anterior. Es decir, a la par de reconocer, identificar y construir discursos transformadores, debemos tratar de encontrar algunas de sus posibles manifestaciones prácticas, concretas, individuales/colectivas. ¿Qué hacemos en el día a día en nuestras casas, con nuestros amigos, en los espacios de ocio, en nuestras instituciones educativas? Todos estos son espacios en los que tenemos poder de incidencia de algún tipo. Y, por supuesto: se trata de empezar con cambios a pequeña escala que ojalá puedan generar cambios más amplios.
Canalla: No hay que intelectualizar más allá de lo necesario: las formas de comportamiento cívico y morales de las sociedades son reflejo de las realidades a las que están acostumbradas a vivir y sentir. El subdesarrollo y la pobreza no aparecen de la noche a la mañana; más bien son producto de largos procesos de descomposición social que afectan a varias generaciones. Así, podemos ver cómo el sistema educativo del país ha sufrido un quebranto desproporcionado en los últimos cuarenta años y cómo esto ha dado lugar a una nueva generación de profesionales que sólo pueden existir y operar dentro del esquema socioeconómico actual.
David: Me parece interesante la discusión sostenida hasta la fecha y concuerdo con la necesidad de generar nuevos discursos que nos permitan desarrollar otras maneras de pensar e imaginar realidades alternativas. Discursos que no caigan en un optimismo voluntarista e ingenuo; que tomen en cuenta el peso de la historia y los sistemas de dominación; pero a la vez, que vislumbren las posibilidades latentes en el seno mismo de las injustas relaciones de poder que nos constituyen. “En el problema está la solución”, dice un refrán cuyos orígenes no recuerdo. Somos constituidos dentro de un sistema de dominio, pero siempre existe la posibilidad de extrañarnos ante él, de verlo como contingente e histórico y, por tanto, maleable a la voluntad colectiva e individual; aunque nunca los resultados son como una los desea e imagina. No hay que subestimar la importancia de la teoría, y menos caer en las “explicaciones” estereotípicas (algunos dicen: “el nicaragüense es un ser corrupto hasta los huesos”). La sociedad nica ha sido históricamente corrompida por una variedad de factores históricos y no por una supuesta tendencia innata hacia la maldad. Nuestro maniqueo y caduco moralismo religioso dista mucho de los vertiginosos cambios sociales que vivimos: la explosión demográfica juvenil, la democratización del consumo cultural, la introducción de los condones y anticonceptivos, y otros. Lo malo y lo bueno son productos históricos también.
El Gato Vago: Hombre, usted sí que es levanta masas. Buena idea, muy buena idea esa de llegar con expresiones que profundizan el análisis de la situación actual, más allá del discurso mediático de los poderosos (de derecha e izquierda). Nosotros sabemos que aquí el poder es uno disfrazado de DOS (PLC-FSLN), pero ellos no saben que le agarramos las señas (como el truco de los árboles navideños y otras cositas). Discutir y platicar no es malo, es muy bueno, conste que estoy en la clandestinidad; si llego al conversatorio de julio, no voy a dar a conocer mi identidad.
La conciencia de nuestra realidad
12/4/2010
Decía la semana pasada que, para ser efectivo, el diálogo que se organice en los encuentros sugeridos por Fernanda debe verse como un proceso educativo de dos vías en el que los participantes se transforman mutuamente, al mismo tiempo que transforman su realidad social. El diálogo, como lo señalaba Paulo Freire, supone establecer una relación simétrica con los demás para conocer no sólo la objetividad en que se encuentran, sino la conciencia que el “otro” y la “otra” tienen de su realidad.
Para entender la “conciencia de la realidad” que tenemos los nicaragüenses, es necesario identificar y analizar los códigos culturales que condicionan nuestra conducta. En este sentido, podemos hablar de códigos religiosos, políticos y económicos.
La moralidad religiosa nicaragüense
El cristianismo dominante en Nicaragua puede identificarse como providencialista. El providencialismo es un concepto teológico que expresa una visión de la historia de los individuos y de las sociedades como procesos gobernados por Dios, en concordancia con sus planes y propósitos. Expresiones como “lo que Dios quiera” o “que se haga la voluntad de Dios” reflejan esta visión. Un estudio publicado en La Prensa en el año 2002 señala que el 79% de los entrevistados aseguraba que Dios, y no su voluntad personal, era la fuerza que determinaba el rumbo de su vida y de la historia (La Prensa, 2002).
La cultura política pragmática resignada
La visión providencialista de Dios imperante en Nicaragua nos induce a aceptar que nuestros destinos individuales y sociales están determinados por fuerzas ajenas a nuestra voluntad. Esta visión ha contribuido a generar una cultura política que se puede denominar “pragmática-resignada”.
El pragmatismo resignado constituye una forma de percibir la realidad social como una condición histórica determinada por fuerzas ajenas al pensamiento y a la acción individual y social. Desde una perspectiva pragmática-resignada, lo políticamente deseable debe subordinarse siempre a lo circunstancialmente posible. La política, en otras palabras, se concibe como la capacidad para ajustarse a la realidad del poder; es decir, para “atemperarse a las circunstancias”.
El pragmatismo resignado que impera en nuestro país se expresa claramente en la conducta de algunos sectores de la llamada “oposición nicaragüense” que hoy argumentan que, para salir de la pesadilla del orteguismo, es necesario unirse contra Ortega, aunque esto signifique que le vendamos el alma política a Arnoldo Alemán. Aceptan que no pueden/quieren superar la inmoral realidad del país sino, solamente, cambiar los actores que la reproducen y representan.
La moralidad del mercado
Sobre el providencialismo religioso y el pragmatismo resignado dominantes en Nicaragua se montan hoy los valores del neoliberalismo. El neoliberalismo es una forma especial de capitalismo, un modelo de relaciones entre el Estado, el mercado y la sociedad, que intensifica la racionalidad instrumental del mercado hasta convertirla en el eje normativo rector de toda la vida social.
La racionalidad del mercado neoliberal se ha incorporado al sistema de valores políticos y religiosos de nuestro país, estableciendo relaciones de afinidad electiva que, casi siempre, terminan reforzando las peores dimensiones de los valores del mercado, los valores religiosos y los valores políticos que integran el imaginario colectivo —la “conciencia de la realidad”— de los y las nicaragüenses. El individualismo exacerbado que promueve el capitalismo neoliberal, por ejemplo, es compatible con la tradicional actitud de indiferencia, insensibilidad e irresponsabilidad social que forma parte de la cultura y conducta pragmática resignada de nuestras élites. Bajo el paraguas del neoliberalismo, por ejemplo, se cubre el sector de la empresa privada nicaragüense que hoy negocia y colabora con el orteguismo. En este caso, el neoliberalismo simplemente refuerza y legitima una actitud tradicional. Mientras tanto, la idea de un Dios que lo decide todo empuja a las masas a aceptar los abusos de los grupos y las pandillas económicas, políticas y religiosas que nos controlan.
Para cambiar la realidad nicaragüense es necesario re-codificar los valores dominantes en nuestra cultura. El punto de partida de este cambio es la rearticulación de nuestra cultura religiosa y, más concretamente, de la idea del Dios providencial en quien cómodamente descargamos la responsabilidad del desastre social en que vivimos.
Reflexionemos sobre estas ideas, discutámoslas, mientras organizamos las reuniones sugeridas por Fernanda, el posible encuentro con el buen amigo y académico catalán Salvador Martí, sugerido por Fidel en una de sus contribuciones al blog, y el encuentro que quiero tener con ustedes en el mes de julio. Les recuerdo informarme sobre su participación en estos encuentros. Mi correo es: generacion21@live.ca. Los que han tenido problemas con esta dirección, por favor eviten el acento en “generación”. Si tienen problemas, usen esta otra: aperez@uwo.ca.
Comentarios
David: Me parece muy sugerente la teoría del “pragmatismo resignado” para explicar el estado actual de inmovilidad política de gran parte de la ciudadanía nicaragüense. Sin duda, el pragmatismo resignado se acopla fácilmente con la ideología de mercado que naturaliza las relaciones sociales del capitalismo y fetichiza al individuo.
Sin embargo, hay que tomar en cuenta que en Nicaragua sí hubo intentos por modificar los “códigos de la moralidad religiosa dominante”. La Teología de la Liberación, en su momento, tuvo mucha fuerza en Nicaragua. El resurgimiento del pragmatismo —yo hablaría más de escepticismo— no es ajeno a la contundente derrota de los movimientos populares de izquierda seculares y religiosos en Nicaragua y Latinoamérica. La derrota es evidente en el sentido de que el léxico marxista ha sido desterrado del discurso político criollo. Nadie habla —seriamente— de crear un modo de organización socialista en Nicaragua.
Los guerrilleros de antes se han vuelto exitosos empresarios o han encontrado a Dios. Los límites de la derecha y la izquierda se diluyen hasta volverse indistinguibles. Hay un rechazo masivo hacia la política de partidos. Se generan otras formas de “hacer política” y hay un repliegue hacia lo personal e íntimo. Pareciera que a la gente no le interesa si nuestro presidente es socialista o demócrata, sino más bien que sus políticas contribuyan a generar más empleo, tener mejores servicios de salud y educación. La economía tiene más importancia en la vida social que la política. Así, ante el fracaso del proyecto para cambiar nuestra sociedad capitalista-dependiente y agroexportadora, se institucionaliza la visión pragmática y resignada de la realidad. Este capitalismo encuentra su legitimación con toda clase de religiones evangélicas que predican que sólo “Cristo salva” y que hay que dejar los asuntos terrenales en las “manos de Dios”.
Creo que un paso importante sería recurrir a la historia desde los imperativos del presente. ¿Por qué fracasaron los intentos de crear una sociedad más equitativa en Nicaragua? ¿Cómo es que los líderes del sandinismo, otrora defensores de una ética revolucionaria, mudaron sus creencias hasta hacer de la política un negocio? ¿Cómo se pueden tener valores éticos con el estómago vacío? Estas son algunas de mis inquietudes.
Luis: Primera vez que entro a este blog y me parece interesante lo planteado por Pérez-Baltodano. Yo creo, sin embargo, que la religión es sólo una de las causas del problema que atraviesa Nicaragua. En Costa Rica también practican un catolicismo muy tradicional, herencia de la España medieval. Sin embargo, los niveles de desarrollo humano de nuestra vecina del sur son altos dentro del ámbito centroamericano. Costa Rica goza, desde 1948, de un continuo período de crecimiento económico y alternancia en el poder.
Yo creo que la mayoría de las religiones, por definición, tienden hacia el providencialismo (unas más que otras), pues indiscutiblemente para ellas, Dios debe tener siempre la última palabra (me acuerdo a propósito de los billetes gringos donde aparece la leyenda “In God we trust”). Este es un claro mensaje providencialista. A mí me parece que en Nicaragua hay que considerar también como un problema principal el caudillismo de nuestros políticos y su obsesión por el poder, del cual se derivan la corrupción, el clientelismo y la represión. Es en esa misma línea caudillista y dictatorial que el actual presidente pretende seguir. ¿Se lo permitiremos?
Paúl: La visión de Dios, o más bien el impacto de la religión en nuestra cultura, creo que era un tema que hacía falta en esta plática. En este mes tenemos programado en mi lugar de trabajo una gira a diferentes colegios para hablar sobre embarazos no deseados y sucede que en Jinotega, en el colegio La Salle, no nos dieron autorización para dar el taller. Para colmo de males, ni siquiera nos dieron una explicación por esta decisión.
El cura del colegio se puso a dar una cátedra sobre equidad y lo peor es que en el concepto que él planteaba no alcanzaba otra cosa que no fueran hombres y mujeres adultas. A mí sinceramente me dio risa, aunque lástima por los jóvenes de ese colegio. Es una lástima, ya que Jinotega es de los departamentos con mayores índices de embarazos en adolescentes. Ahora entiendo el interés de la Iglesia en crear colegios de “prestigio” en todos los departamentos.
Fidel: Siempre quedo sorprendido de la fuerza con que esas constantes (la religiosidad, el pragmatismo resignado y ahora el moralismo del mercado) hacen presencia en nuestra clase política. Con ellas has dado en tres de los clavos más importantes, más reales, más actuales que nunca en estos días.
El crimen de la memoria
19/04/2010
La semana pasada estuve en Guatemala, presentando mi libro La Subversión Ética de la Realidad: Crisis y Renovación del Pensamiento Crítico Latinoamericano, publicado por el Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA) de la Universidad Centroamericana (UCA). Fue una semana intensa, productiva y llena de emociones.
Los libros adquieren su propio sentido a partir de las lecturas que los lectores y las lectoras hacen de ellos. Por eso es que, una vez publicados, los libros dejan de pertenecer a su autor o autora. Las mentes de quienes leen un libro son “mentes encarnadas” en cuerpos que habitan un espacio y un tiempo determinado. Así, el sentido que adquiere un libro cuando lo leemos está invariablemente condicionado por nuestra propia historia.
Las ricas discusiones que sostuve en Guatemala sobre el papel de la ética en la construcción de un pensamiento crítico latinoamericano estuvieron condicionadas por la brutal experiencia histórica de ese sufrido país. La experiencia política guatemalteca, a pesar de su trágica especificidad, guarda muchos paralelos con la nuestra.
La juventud guatemalteca, como la nicaragüense, lucha hoy por definir un nuevo sentido para su existencia; un sentido que no puede desligarse del recuerdo y las consecuencias de la barbarie desatada por las fuerzas del Estado durante el conflicto armado que sufrió ese país entre 1960 y 1986. Se estima que en una sola década, la de los 1980, la acción de las fuerzas armadas y paramilitares del Estado provocó la muerte de 250,000 personas, así como la desaparición de más de 40,000.
Los jóvenes y las jóvenes con quienes conversé en Guatemala se hacen hoy la misma pregunta que han hecho los y las jóvenes que participan en Generación XXI: ¿Cómo procesar —racional y emocionalmente— la historia de la sociedad que han heredado para construir un futuro diferente?
En Guatemala, existen quienes responden a esta pregunta proponiendo un “borrón y cuenta nueva”; es decir, proponiendo el olvido de lo que sucedió y el perdón para los responsables de los crímenes perpetrados por el Estado. El olvido, sin embargo, puede convertirse en un nuevo crimen social. Porque, dígase lo que se diga, el perdón sin justicia es injusticia; el perdón sin justicia es impunidad.
Más aún, el perdón sin justicia atenta contra la posibilidad de institucionalizar reglas y normas que condicionen la conducta de los individuos de una sociedad. Y sin estas reglas y normas, la vida social degenera fácilmente en “la guerra de todos contra todos”. El orden, en otras palabras, se vuelve inalcanzable.
Esto lo entienden muy bien los jóvenes y las jóvenes de Guatemala que siguen luchando por iluminar las sombras del pasado y revelar lo que sucedió en su país. Con un grupo de estos jóvenes asistí a la presentación del documental de Uli Stelzner titulado La Isla: Archivos de una Tragedia, que trata del descubrimiento accidental del archivo secreto de la Policía Nacional de Guatemala en el año 2005. Este archivo del terror contiene 80 millones de documentos que detallan los crímenes de un Estado convertido en el enemigo de su propia sociedad.
En Nicaragua no hemos hecho ningún esfuerzo por develar los secretos de la guerra que consumió al país en los 1980s. Ni siquiera sabemos cuántos murieron en el conflicto en que se hundió el país durante esa década, porque las instituciones del Estado no sienten la necesidad de proporcionar este dato. Tampoco conocemos la extensión de las violaciones de los derechos de los y las nicaragüenses perpetrados por el Estado y la “Contra”.
A la oscuridad en que se mantiene la dolorosa década de los 1980 se han agregado nuevas sombras, nuevas incógnitas, nuevas preguntas que abren nuevas heridas por donde sangra la capacidad de nuestro pueblo para confiar en su futuro. De esta forma, la incertidumbre se ha logrado consolidar como un componente más de nuestra cultura.
El secretismo que rodea el uso de la cooperación financiera venezolana en Nicaragua, la forma en que opera la mano del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en el Poder Judicial, para citar dos ejemplos, son expresiones de un estilo de gobernar que se ha institucionalizado. Como parte de este estilo de gobierno, el principio de la transparencia en el manejo de la administración pública ha sido sustituido —como política oficial— por el del silencio y la opacidad.
La incertidumbre genera desconfianza y carcome las bases de nuestras débiles instituciones. Esta desconfianza se expresó con particular dramatismo en los comentarios enviados a través de la Internet por los lectores y las lectoras de las noticias publicadas por los principales diarios del país, en relación con la muerte de Alexis Argüello. La inmensa mayoría de estos comentarios rechazaban la versión oficial de la muerte de nuestro campeón y asumían que había sido asesinado por fuerzas ligadas al gobierno actual.
Otras muertes, los saqueos sufridos por el Estado en los últimos veinte años, las quiebras bancarias, el escándalo de los CENIS, y tantas otras cosas, han terminado incorporándose a las sombras de nuestra historia.
En este blog nos hemos propuesto impulsar la articulación de un pensamiento político nuevo; un pensamiento que exprese las ansiedades, los temores, las necesidades y las aspiraciones de la Generación XXI. Tenemos, sin embargo, que preguntarnos: ¿Podemos generar este nuevo pensamiento sin aclarar la oscuridad de nuestra historia reciente?
Un puente centroamericano
La juventud de Guatemala y la de Nicaragua, más allá de las diferencias que separan a las historias políticas de estas dos sociedades, enfrentan un mismo reto: transformar la oscuridad del pasado en claridad; preservar la memoria para construir un mañana diferente.
Aprovechando mi visita a Guatemala, exploré la posibilidad de que la Generación XXI de Nicaragua entre en contacto con la Generación XXI de Guatemala. Los y las guatemaltecas con quienes hablé están dispuestas a hacerlo. Ustedes, estoy seguro, también estarán interesados en dialogar con esos hermanos y hermanas centroamericanas.
Les propongo, entonces, que a la par de que seguimos organizando los encuentros propuestos por Fernanda, el encuentro con Salvador Martí, y el encuentro que tendremos en el mes de julio, hagamos el esfuerzo por organizar encuentros virtuales y reales con la juventud de Guatemala. Yo me comprometo a facilitarlos. Ustedes tienen la palabra.
Comentarios
El Amigo: Pienso que la idea de crear debates virtuales es buena. Los nuevos liderazgos tienen que surgir de los que se niegan física y mentalmente a aceptar el orden institucional establecido.
Pinolillo: En cuanto uno llega a Estelí empieza a escuchar los relatos de la guerra. Ese pueblo sufrido la revive como si hubiese ocurrido ayer (en sus dos versiones: la de los 70s y la de los 80s). Me da la impresión de que los traumas están presentes en los que vivieron esos episodios. Esto me ayuda a comprender un poco mejor por qué la militancia política en ese lugar es tan importante.
A mí siempre me ha inquietado saber por qué en Nicaragua nunca se ha establecido una comisión de la verdad. Guatemala y El Salvador lo hicieron, con lo que los ciudadanos de estos países lograron un mayor conocimiento de su historia. En Argentina, el reporte de la Comisión de la Verdad llegó a ser un best seller que ayudó a entender el drama de la dictadura militar en ese país.
El Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica de la UCA es un centro académico importante. Pero no conozco todavía una publicación de este instituto que haga referencia a los conflictos bélicos recientes en nuestra sociedad.
Nata: Tal vez con este comentario pecaré de ingenua… y bueno, a veces lo soy. Creo que la historia en Nicaragua siempre va quedando polarizada. En la etapa actual, los actores y las actoras de la revolución y de la dictadura somocista no han sido lo suficientemente sinceros con ellos mismos y con el pueblo para aceptar sus errores y aciertos. Sin esa honestidad es difícil digerir la historia y buscar un futuro diferente. Los jóvenes, como me llaman a mí todavía, aunque estoy a dos años de cumplir 30, usualmente nos vemos permeados de nuestra historia familiar y cotidiana. Y cuando intentamos adquirir nuestros puntos de vista, nos vemos con el problema de no tener opiniones completamente informadas; o de ver sesgo en todo; o de buscar respuestas sin saber por qué estamos preguntando lo que preguntamos. Debo confesar que yo también me hago la pregunta: ¿Cómo procesar —racional y emocionalmente— la historia de la sociedad que hemos heredado para construir un futuro diferente?
Danilo: La capacidad que tiene la memoria colectiva de irse convirtiendo en historia es una invitación para construir nuestra propia historia y romper con las miradas oficiales, sobre todo en el caso de mi país, Guatemala, en el que los sectores tradicionales viven interesados en el “borrón y cuenta nueva”. Somos partícipes de una lucha, una pugna por la memoria, que invita a repensar cómo, a partir de nuestros aprendizajes, podemos reinventar nuestra realidad. Me parece perfecto que el tema de la memoria histórica sea un tema para acercarnos y conocernos. Los temas pueden ser muchos: modelos de desarrollo, el papel de las ciencias sociales, etc. ¿Y ustedes qué proponen? Un gusto participar en este espacio.
Julio: Muchos de nuestros actuales jóvenes son ajenos, por razones de espacio-tiempo, al conflicto armado que destruyó Nicaragua durante los años 80. El desconocimiento que existe sobre la magnitud del conflicto en materia de muertos y daños morales es “compadre hablado” entre las partes que lo suscitaron. Este no es el caso de los actores que lo vivieron. Yo era un chavalo de 17 años, en un batallón del Ejército Popular Sandinista, por ejemplo. El crimen de la memoria es que se nos olvide lo duro que fue la guerra para quienes lo vivimos de cualquier forma, ya sea que nos hayamos ido del país o que nos hayamos quedado. Todos, de alguna forma, nos jodimos.
Pero no se nos puede olvidar lo que no sabemos; mejor dicho, la parte de la historia que no queremos ver y que, en aras de la reconciliación, los oportunistas profesionales de la política nos han ocultado. Todos perdimos, y un grupo reducido de gente que se mantiene aún en el poder, ganó y sigue ganando de manera insaciable. Cruel razón de la dialéctica de la vida, la esencia no cambia, la forma sí.
La violencia del olvido
26/4/2010
Desdichadamente, la invitación a “hacer algo” es, casi siempre, una invitación a actuar dentro del marco de la realidad actual; la realidad creada por el poder constituido en Nicaragua.
Más concretamente, la invitación a “hacer algo” es, casi siempre, una invitación a actuar dentro de los parámetros éticos y políticos creados por el “pacto” entre el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y el Partido Liberal Constitucionalista (PLC), con el apoyo de la Iglesia Católica Nicaragüense, durante el período en que esta institución fue dirigida por el Cardenal Miguel Obando Bravo. La invitación a “hacer algo” es, finalmente, una invitación a actuar en concordancia con la visión pragmática-resignada del poder que ha dominado nuestro desarrollo político, económico y social.
Desde una perspectiva pragmática-resignada, lo políticamente deseable está definido por lo circunstancialmente posible. Así, de acuerdo a los políticos antisandinistas, lo posible en la Nicaragua de hoy es enfrentar el proyecto dictatorial de Daniel Ortega creando un bloque opositor integrado por cualquiera que, por cualquier razón, esté dispuesto a impedir que Ortega logre reelegirse en las próximas elecciones. Mañana, “ya Dios dirá”.
Esto implica poner en práctica, nuevamente, la fórmula del olvido que ha sido parte del lamentable desarrollo político de nuestro país: olvidemos las fechorías de Arnoldo Alemán y las preguntas sobre la participación de Eduardo Montealegre en el escándalo de los CEÑIS, porque así lo dicta “la realidad” política actual. Olvidemos la participación del PLC en el fraude electoral del año pasado, porque la defensa de la llamada democracia nos obliga a aliarnos hoy con los enemigos de la democracia.
Algunas de las personas que defienden estas posiciones, hasta han inventado conceptos que ayudan a hacer digerible la idea de un frente de oposición a Ortega liderado o co-liderado por Alemán. Arturo Cruz Sequeira, por ejemplo, habla de Alemán como un “político tradicional” con el que deben aliarse los “políticos modernos” como Eduardo Montealegre. De esta forma, evitamos llamar al pan, pan; y al vino, vino: Arnoldo Alemán no es un político “tradicional”. Es un político corrupto, tan corrupto como muchos políticos “modernos” en la Nicaragua de hoy.
La práctica del “olvido” ha sido una constante en nuestra historia. El olvido fue la fórmula que aplicaron los líderes de nuestra independencia para construir repúblicas legales sobre un pasado colonial no superado. La volvimos a aplicar poco después de terminada la Guerra Nacional que expulsó al filibustero William Walker. En esa ocasión, se instaló una Asamblea Constituyente para impulsar la reconstrucción del país. En la ceremonia de inauguración de esa Asamblea, Gregorio Juárez y Rosalío Cortés señalaron que para superar la crisis del país, los nicaragüenses debían olvidar los hechos y las circunstancias que hicieron posible la captura del Estado por parte de Walker. Es decir, en vez de invitar a sus compatriotas a reflexionar y debatir sobre las causas de la Guerra Nacional, Juárez y Cortés recomendaban mantener, en la antesala del análisis, las causas de la crisis del Estado y de la sociedad nicaragüense: “La historia de los tres años que acabamos de atravesar, debería para siempre sepultarse en el olvido, con todas nuestras locuras, torpezas y desvaríos, si ella no envolviese la gloriosa campaña nacional que dio a los ejércitos aliados de todos los Estados de Centroamérica la ocasión más propia para hacer que el lustre de sus armas reflejase esplendente por todos los ángulos de la tierra… Consérvese sólo, de esos tres años, tanto honor, tanta generosidad en lo que ha cabido su parte a Nicaragua; bórrese todo lo demás, cuyo nombre y clasificación ignoramos; y procedamos a hablar de la época presente, que data del 24 de junio del corriente año” (Juárez, Cortez, 1857, 229-233).
Más recientemente, los nicaragüenses hemos hecho uso del olvido para enterrar, en las profundidades de la irreflexión, la compleja década de los 1980. Nadie, como señalaba la semana pasada, ha asumido responsabilidad alguna por las cincuenta mil vidas que se perdieron en el convulso período que va de los últimos años del somocismo hasta la derrota electoral del FSLN. Ningún miembro de la Contra ha pedido perdón por las violaciones de los derechos humanos perpetrados por esta organización militar. El FSLN, por su parte, tampoco ha reconocido los crímenes que cometió en nombre de los pobres. Peor aún, no hemos hecho una síntesis de los errores y aciertos que forman parte de la dolorosa década de los 1980.
¿Vicios o virtudes culturales?
El olvido que señala Alemán como una inclinación nacional hacia el perdón y la paz, es, en realidad, un mecanismo que ha permitido a las élites políticas evadir las consecuencias de sus actos. Este supuesto “perdón” sin justicia ha sido el vehículo que ha facilitado la impunidad en Nicaragua. En lugar de ser una virtud, esta tendencia al olvido ha bloqueado la posibilidad de construir instituciones fuertes y justas.
La falta de una verdadera reflexión sobre los errores del pasado, tanto en la izquierda como en la derecha, ha perpetuado una cultura política en la que los mismos actores corruptos siguen dominando el escenario. Ortega y Alemán son producto de este ciclo de olvido, al igual que la clase política que opera sin una verdadera rendición de cuentas.
El MRS, al intentar unirse a una oposición que incluye a elementos corruptos del pasado, muestra la resignación que ha permeado a toda la clase política. No hay una verdadera alternativa política renovadora que proponga una ruptura con el sistema podrido que ha gobernado Nicaragua durante décadas.
La juventud tiene en sus manos el poder de romper con esta historia de olvido e impunidad. Con una memoria activa y crítica, pueden generar las nuevas visiones necesarias para transformar a Nicaragua. Es solo con la claridad que brinda el análisis profundo del pasado que se podrá construir un futuro diferente y más justo para todos los nicaragüenses.
Agradecimiento
Gracias por los sentidos comentarios de la semana pasada. Gradas especiales a Danilo Rivera, quien nos escribió desde Guatemala. Vamos a seguir promoviendo el diálogo entre la Generación XXI de Nicaragua y la Generación XXI de Guatemala.
Comentarios
Fidel, tu reflexión toca un punto crucial sobre los desafíos que enfrenta el panorama político actual en Nicaragua. La cultura del olvido no solo afecta nuestra memoria histórica, sino que también permite la persistencia de actores y partidos que no siempre representan cambios reales. Sin embargo, tu duda sobre los partidos “emergentes” como el MRS y otros, y si los estamos subestimando, es válida.
Es cierto que estos partidos, especialmente durante las elecciones de 2006 y 2008, mostraron que podían romper parcialmente con el bipartidismo tradicional, y que en algún momento representaron una alternativa. Pero el problema radica en cómo estos movimientos se han visto limitados por las alianzas pragmáticas y la política oportunista, como lo demostró el pacto entre Alemán y Ortega. El fraude electoral de 2008 fue un claro ejemplo de cómo el sistema se protege a sí mismo, cerrando el espacio para una verdadera renovación política.
Lo que planteas sobre “hacer algo” dentro de lo que tenemos hoy es un dilema real. Es comprensible que, ante la falta de alternativas viables, se piense en apoyar a partidos emergentes que han intentado ofrecer algo diferente. Sin embargo, estos partidos también operan dentro de las mismas estructuras políticas que criticamos. La clave está en no perder de vista que el verdadero cambio requiere más que una simple alternancia de poder; necesita una transformación profunda de las reglas del juego y de la cultura política.
En resumen, aunque los partidos emergentes como el MRS hayan tenido momentos en los que parecieron representar una alternativa, el reto sigue siendo cómo trascender las limitaciones del sistema actual.
Mientras empezamos a construir con nuestras cabezas y con nuestras acciones lo nuevo, habrá que hacer algo dentro de este “viejo” que tenemos ahora. Sabemos que el descontento de la gente es bien grande. El altísimo abstencionismo en el Atlántico nos lo confirma, al menos para esa región, que no nos olvidemos que es casi la mitad del territorio nacional. ¿Será posible que nada puedan hacer los partidos emergentes para mejorar esto?
En dos palabras: mientras nos encargamos de pensar y armar lo nuevo, ¿cómo hacemos para lidiar con lo de siempre? ¿Cómo moverse en este escenario político que tan poquito ofrece pero que, al fin y al cabo, para lo inmediato, es el único que hay? Es que me cuesta mucho pensar en lo nuevo, proponer y discutir lo nuevo, aislándome completamente de lo actual. Es decir, la voluntad de romper con lo que nos han heredado está firme. Pero ¿y mientras? Necesitamos, por ejemplo, nuevos liderazgos, es decir, nuevos/as actores de lo político con nuevas visiones y nuevas aspiraciones. Estos liderazgos, ¿se construyen dentro o fuera de los partidos que existen en la actualidad?
¿Adónde es que hay que dar la batalla? ¿O se trata fundamentalmente de fortalecer una serie de actitudes y disposiciones (morales, políticas, ciudadanas, etc.) en la base, en la gente, fuera de la acción política partidaria? Bueno, son estas algunas de mis inquietudes.
Héctor: Desde mi perspectiva, la lucha por la conservación de la memoria histórica es una de las formas más efectivas para hacerle ver a aquellos que siempre nos han oprimido que no olvidamos. Que no olvidamos la realidad latinoamericana. Sin embargo, debemos entender que no podremos cambiar nuestros países en la medida que los medios de comunicación sean quienes gobiernen nuestros pensamientos y nos hagan acríticos de nuestra realidad. ¡Ánimo, juventud nicaragüense! Ustedes son una Nicaragua joven con una conciencia en busca de la justicia social. Desde Guatemala para Nicaragua.
David: “¿Adónde es que hay que dar la batalla?” pregunta Fidel. Buena y muy difícil la pregunta. Con el rosario de problemas que existen, este país puede ser muy abrumador. Habría que preguntarse qué es lo que queremos y deseamos [no tan difícil], y, ¿cómo pretendemos alcanzar lo que queremos? [mucho más difícil].
Yo tampoco me identifico con las figuras políticas mediáticas, emergentes o tradicionales, que dominan el actual teatro político criollo. Hace poco tenía una conversación con un amigo sobre la difícil situación política y él dijo algo que me pareció importante: en Nicaragua, no hubo relevo generacional. Para ser más exacto, no hubo relevo generacional dentro de la izquierda.
De ser un país en donde los “jóvenes mandaban” -los de izquierda y en su mayoría hombres-, actualmente somos un país de jóvenes dominados por los mismos de siempre. Los mismos que controlan los ejes del poder político y económico de nuestra sociedad. Algunos de l@s hij@s de los comandantes revolucionarios estudiaron en colegios privados, fueron a universidades extranjeras, manejan carros de último modelo, viven en algunos de los islotes de privilegio residencial que hay en Managua y, en general, viven un estilo de vida consumista e individualista con un marcado desinterés por participar y menos por transformar la injusta realidad de nuestro país.
Sospecho que en un país con los escandalosos índices de pobreza que sufre el nuestro, es necesario que los liderazgos emergentes de la izquierda democrática nicaragüense apelen más al pobrerío urbano y rural, y no tanto a una minoría ilustrada de clase media, a la cooperación internacional o a los medios de prensa. Necesitamos un proyecto político inclusivo y democrático que articule nuestras diferencias socioculturales y que incorpore todas las infinidad de luchas que día a día se libran en silencio en nuestro país.
Luis: Coincido con Pérez-Baltodano en que es importante no olvidar el pasado para no cometer los mismos errores. Pero yo agregaría que uno no puede ni debe quedarse atrapado en el pasado. No estoy de acuerdo cuando él dice que los nicaragüenses “hemos hecho uso del olvido para enterrar, en las profundidades de la irreflexión, la compleja década de los 1980s”. A mi modo de ver, esto no es así, como lo demuestra el hecho de que el 62% del voto en Nicaragua rechaza al FSLN por todo lo que hizo en los 80s, y por lo que hace en la actualidad. El pueblo sabe muy bien lo que es el orteguismo y por eso lo rechaza.
En cuanto a que la política en Nicaragua se caracteriza por ser pragmática-resignada, me parece que en parte es cierto, pero también es algo comprensible. Las revoluciones son raras en la historia de los países; son la excepción y no la norma. Sería interesante saber qué propone Pérez-Baltodano como alternativa a este sistema pragmático-resignado en nuestro país y ver si su propuesta es algo posible y realista o si suena a la canción “Imagine” de John Lennon.
Finalmente, estoy en total desacuerdo con Pérez-Baltodano cuando acusa al MRS de ser un aliado de las mafias del PLC y el FSLN. Me da la impresión de que dice eso para promover su propia alternativa o movimiento político. El MRS es un partido opositor a Daniel Ortega y debe trabajar con los medios que tiene a su disposición. Lo importante actualmente en Nicaragua es defender el Estado de Derecho que está siendo destrozado por Ortega; lo importante es evitar que Ortega imponga una dictadura. Una vez restablecida la democracia, el MRS bien puede distanciarse lo que quiera de los liberales, si así lo estima conveniente.
Tiempo presente, tiempo futuro:
¿Dónde ubicarnos para actuar?
4/5/2010
Mi esposa me lo advirtió: “Vas a ver que te van a decir que te estás promoviendo y organizando un grupo político”. Bueno pues, una vez más, mi mujer tiene la razón. El amigo Luis insinúa que yo traigo algo entre manos con mi crítica al MRS de la semana pasada. Yo entiendo perfectamente su reacción. Nicaragua es el país más resbaloso del mundo y, por lo tanto, tenemos derecho a desconfiar de todos y de todo.
Yo solamente puedo asegurarle a Luis, y a todos y todas ustedes, que tengo una sola carrera y una sola vocación: la de la docencia y la investigación académica. En este sentido soy como un monorriel. Así pues, yo no tengo nada que buscar. Estoy donde siempre quise estar. Nunca pues, amigo Luis, me verá haciendo algo diferente a lo que hago ahora.
No estoy diciendo que no me interese la política. Me interesa muchísimo y la practico haciendo lo que hoy hago y dedicándome a lo que hoy me dedico. Porque se puede hacer política de muchas maneras; la práctica que implica la búsqueda de posiciones de liderazgo, cargos públicos y candidaturas es apenas una de ellas. Y no es la mía.
Pasemos ahora a discutir las reflexiones que ustedes plantearon la semana pasada, especialmente aquellas que tienen que ver con el angustiante dilema al que nos enfrentamos cuando nos preguntamos: ¿Qué hacer y cómo actuar frente a la necesidad de resolver los problemas de un presente plagado de urgencias y demandas impostergables y, al mismo tiempo, responder a la necesidad -también urgente e impostergable- de pensar y construir un futuro que no nos obligue a vivir como eternos prisioneros de la inmediatez?
Este dilema lo expresa Fidel con mucha claridad: “Mientras empezamos a construir con nuestras cabezas y con nuestras acciones lo nuevo, habrá que hacer algo dentro de este ‘viejo’ que tenemos ahora”. Y agrega: “Es que me cuesta mucho pensar en lo nuevo, proponer y discutir lo nuevo, aislándome completamente de lo actual. Es decir, la voluntad de romper con lo que nos han heredado está firme. Pero ¿y mientras? Necesitamos, por ejemplo, nuevos liderazgos, ¿no? Bien, es decir, nuevos/as actores de lo político con nuevas visiones y nuevas aspiraciones. ¿Y esos liderazgos se construyen dentro o fuera de lo que hay como partidos ahora? ¿Adónde es que hay que dar la batalla?”
Yo pienso que no podemos ni debemos intentar construir el futuro desligándonos de la realidad del presente que vivimos. Lo que tenemos que hacer es identificar aquellas formas de vivir el presente que nos ofrecen las mejores oportunidades de trascenderlo.
Para esto, es necesario visualizar y definir el futuro que deseamos. No porque la historia responda mecánicamente a nuestros deseos, sino porque, como dice Luis Mejía Godoy, “para construir el futuro hay que soñarlo primero”. Teorizarlo primero, agregaría yo.
En otras palabras, para definir la manera de actuar en el presente, es necesario contar con puntos de referencia que marquen las metas que queremos alcanzar y el futuro que deseamos para nuestro país. En términos más concretos, preguntémonos: ¿Para qué y para quién queremos cambiar el presente?
En este blog nos propusimos la tarea de iniciar la construcción de un pensamiento político nuevo. Este pensamiento debe, entre otras cosas, responder a estas dos preguntas. De nuestras respuestas dependerá la definición de cómo actuar políticamente en el presente.
Así pues, aclaro, no sugiero que nos traslademos mentalmente al futuro, abandonando la realidad de nuestro presente. Lo que sugiero es que debemos ubicarnos críticamente dentro de la realidad para evitar caer en la dinámica pragmática-resignada que nos empuja a pensar que debemos subordinar nuestra conducta política a los imperativos que establece la lógica que define hoy la lucha por el poder. Esto es, desgraciadamente, lo que hacen todos nuestros partidos políticos en la actualidad.
Ubicarnos críticamente dentro de la realidad significa definir nuestras posiciones, nuestro discurso y nuestras estrategias de lucha a partir de una evaluación ética de la moralidad política, económica y social que justifica la organización y la distribución del poder en la Nicaragua del presente. Significa, además, evaluar en forma permanente nuestras actuaciones y, por supuesto, las de los partidos, incluyendo los tipos de liderazgos que en ellos predominan, así como las normas y los valores dentro de los que operan. Si esa evaluación arroja un saldo negativo -la mía lo arroja-, entonces elevemos nuestra crítica y empecemos a re-construir o construir nuevos partidos y nuevos liderazgos y nuevos valores. No caigamos, por favor, en la trampa que significa decir: “Yo no puedo criticar al MRS o a Montealegre porque si lo hago le hago el juego a Ortega y a Alemán”. La crítica hay que hacerla cuando ésta puede servir para corregir nuestro pensamiento y nuestras acciones. No hay otro momento para hacerla.
Así pues, no podemos ni debemos ignorar el presente. Pero cuando la política se enmarca exclusivamente o casi exclusivamente dentro de los parámetros que establece la moralidad del momento, caemos en una contradicción; porque al actuar en concordancia con la moralidad dominante, reproducimos esta moralidad y extendemos el presente que supuestamente queremos superar. El MRS ha caído en esta contradicción; por eso los critico.
La política que practica el MRS y la que se practica en Nicaragua en general es, exclusivamente, coyuntural. En este sentido, somos como un auto que se mueve con luces bajas; un auto que no tiene las luces altas que se requieren para visualizar el futuro; es decir, para ver más allá de la nariz.
El auto de la política nacional también carece de espejo retrovisor para ver el pasado y aprender de él. Somos, pues, prisioneros de un presente en el que con frecuencia se repite la historia sin que nosotros nos demos cuenta de ello porque no sabemos leer hacia atrás. Tampoco somos capaces de visualizar un futuro diferente. Más bien, extendemos indefinidamente el presente que decimos que queremos superar.
Analicemos algunos ejemplos. La semana pasada, Fidel se preguntaba cómo construir el futuro desde un presente que no podemos ignorar. Y citaba la revista Envío, que edita mi buena amiga María López Vigil. Fidel se preguntaba si a partir de lo que dice Envío en esas citas, no deberíamos asumir que la política nicaragüense está ya superando sus tradicionales limitaciones. Dice Envío: “Para las elecciones presidenciales de 2006, después de los tres disímiles gobiernos de doña Violeta de Chamorro, Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños, comenzó a hacerse realidad en Nicaragua una inicial ruptura en la tradicional cultura política: el liberalismo construyó su disidencia con ALN y Montealegre a la cabeza, y el sandinismo la construyó fortaleciendo al MRS con Herty Lewites a la cabeza. Ambos, Lewites y Montealegre, venían de las mismas entrañas de sus partidos y los desafiaban, si no plenamente, sí con unos primeros pasos” (Envío, 2010a).
Permítanme disentir con el optimismo de Envío. Y recordemos que este blog es para encontrar puntos de convergencia y para discutir respetuosamente nuestras diferencias.
El análisis que hace Envío se enmarca dentro de una perspectiva histórica sumamente reducida. El pasado al que hace referencia no va más allá del 2006. Después de todo, la cita anterior forma parte de la sección de esta revista que informalmente se conoce como “la coyuntura”.
Nuestra evaluación de la política nicaragüense debe ir más allá de lo coyuntural. Debe partir del presente, pero debe trascenderlo. Debe, en otras palabras, hacer uso de una visión histórica amplia y, además, de una visión del futuro que queremos construir para superar nuestra miseria.
Si hacemos uso de nuestra memoria histórica, descubriremos que la manera en que se formaron los disidentes MRS y ALN, las formas de hacer política de estos dos grupos, y los estilos de liderazgos que han dominado su desarrollo, se enmarcan raramente dentro de la tradición política nicaragüense que decimos querer superar. En este sentido, ellos no representan el quiebre de esta tradición, sino su continuación. No han roto con el largo presente histórico que nos ahoga, sino que lo han extendido.
La historia política nicaragüense está plagada de infinitas fragmentaciones y disidencias partidarias que casi siempre se organizan alrededor de personas. Se trata de una historia que, como lo señalara el agudo periodista nicaragüense Enrique Guzmán en la segunda mitad del siglo XIX, ha producido una interminable lista de “partidos sin ideas”. Más que partidos, dice Guzmán, lo que se forman son “pequeñas pandillas” que se estructuran alrededor de una persona o bien, alrededor de “mezquinos intereses de campanario”.
Desdichadamente, el MRS de Lewites y Jarquín, así como la ALN de Montealegre, se enmarcan dentro de esta tradición, aunque yo no le atribuyo “mezquinos intereses” al MRS. De todas maneras, tanto el MRS como la ALN se han organizado alrededor de personas, no de ideas. Durante la dirigencia de Sergio Ramírez, la renovación del sandinismo en el MRS significó seguir a Sergio Ramírez. Durante la dirigencia de Dora María, significó seguir a Dora María. Luego a Edmundo Jarquín y a Enrique Sáenz. Durante la huelga de hambre de Dora María, significó seguirla a ella. Todo esto, en un juego de gestos y rostros que han hecho del nombre de este partido una abstracción sin sentido. Se podría llamar Movimiento por la Renovación del Sandinismo o Movimiento por el Movimiento o Movimiento por la Renovación del Movimiento y no cambiaría nada, porque esta organización no ha articulado una visión de sociedad enmarcada dentro de una filosofía o ideología renovada del sandinismo.
Uno tendría que asumir que la visión de sociedad y la visión del sandinismo renovado del MRS tendrían que responder a las necesidades de los grupos tradicionalmente representados por el sandinismo, sin caer en la práctica política verticalista, intolerante y polarizante del FSLN durante los 1980. Hablo de una visión que, con seriedad, honestidad y convicciones reales, sea capaz de disputarle al FSLN la bandera de la causa de los pobres que ahora levanta Ortega. Analicen ustedes el discurso de Mundo Jarquín en las elecciones pasadas y decidan ustedes si eso se hizo o se intentó hacer.
Más aún, si evaluamos al MRS fuera del estrecho marco de “la coyuntura”, nos encontraríamos con que esta organización ha actuado y sigue actuando como un auto dotado exclusivamente de luces bajas. El MRS actúa dentro de una lógica estrictamente electoralista que lo empuja constantemente a reaccionar frente a los retos de un inmediato corto plazo. Así pues, para responder al desafío que para este partido significó la renuncia de dos de los miembros que formaban parte de su bancada parlamentaria el año pasado, recurrieron a las muletas que le ofreció el grupo de Eduardo Montealegre, con lo que, quiérase o no, mostraron una fragilidad que difícilmente puede reconciliarse con la imagen de un grupo “emergente” que va para arriba, como se desprende del artículo de Envío.
Ahora bien, si evaluamos la decisión del MRS de “enmuletarse” con Montealegre, dentro de una perspectiva pragmática resignada, podríamos terminar diciendo que la respuesta del MRS al reto que significó perder su condición de bancada en la Asamblea Nacional fue exitosa. Tendríamos que celebrarla como una “brillante movida” porque lograron mantenerse dentro del juego de la política coyuntural nicaragüense. Tendríamos que aplaudir su capacidad para “atemperarse a las circunstancias”. Esto, sin embargo, sería caer en la contradicción que significa extender con nuestras actuaciones el presente que decimos que queremos superar.
Recordemos que ya antes, en el año 2000, el MRS se integró a la Convergencia Nacional liderada por Daniel Ortega, también empujado por “la coyuntura”. En esa ocasión, se trataba de recuperar su personería jurídica. Así pues, se atemperó a las circunstancias y ofreció su ayuda para elegir a su verdugo.
Y no tendríamos tiempo para mostrar que el liberalismo de Montealegre no constituye una ruptura con la tradición política nicaragüense condenada por Enrique Guzmán. De ese liberalismo, por ejemplo, conocemos la invitación: “Vamos con Eduardo”. Nunca nadie se ha molestado en explicar para qué vamos a ir con Eduardo y a dónde es que Eduardo nos quiere llevar. Y que por favor no nos digan “hacia la democracia” porque esta retórica vaga es, a estas alturas de nuestra dramática historia, un verdadero insulto.
Así pues, sin una perspectiva de pasado de largo plazo, podemos interpretar como novedosos hechos que no son más que variaciones de la misma melodía que la clase política nicaragüense ha cantado a través de su historia. Al mismo tiempo, sin una perspectiva de futuro, corremos el peligro de vivir atados a la coyuntura, actuando aguadamente como las marmotas que corren sin parar en la esfera rodante de un eterno presente que se repite indefinidamente para mantenernos en el mismo lugar.
No quisiera terminar sin antes hacer una observación con relación a otra de las comprensibles reacciones del amigo Luis a mi escrito de la semana pasada. Él dice: “Sería interesante saber qué propone Pérez-Baltodano como alternativa a este sistema pragmático-resignado en nuestro país y ver si su propuesta es algo posible y realista o queda como un argumento de la canción ‘Imagine’ de John Lennon”.
Lo importante no es lo que yo pueda proponer. Los archivos de los ministerios de nuestro Estado están llenos de propuestas “de desarrollo” que han fracasado porque no han sido elaboradas a partir de una “voz nacional” que recoja las necesidades y las aspiraciones de los diversos sectores de nuestra sociedad. Lo importante, entonces, es lo que cada uno de nosotros -ustedes y yo, y los “otros” y las “otras” de las que hemos hablado en otras ocasiones- estamos dispuestos a proponer y a hacer para superar nuestra miseria.
La esperanza y demanda de que alguien nos ofrezca la respuesta a los problemas que sufrimos como sociedad es, precisamente, parte de la miseria del pragmatismo resignado y del providencialismo que debemos superar. Este pragmatismo resignado y este providencialismo nos empujan a pensar que la historia se mueve por fuerzas o ideas que operan fuera de nosotros; que las soluciones vienen de afuera; que no somos nosotros, nosotras, los que debemos promover y crear estas soluciones.
Yo sugiero, entonces, que en vez de preguntarme a mí, o al líder de turno, o al cura o pastor del vecindario, o al mismísimo Dios, cuál es la solución de nuestros problemas, nos preguntemos a nosotros mismos: “¿Qué es lo que yo, desde mi ubicación en el mundo en el que habito, puedo hacer para que en Nicaragua no se consolide el Somocismo del siglo XXI en su versión orteguista o neoliberal?”.
Termino insistiendo en la necesidad de los encuentros con “el otro” y con “la otra”. Si no lo hacemos, si no escuchamos sus voces, sus angustias y sus aspiraciones, terminaremos haciendo propuestas ensimismadas; propuestas que solamente responden a nuestra condición social, a nuestras necesidades particulares y a nuestras historias personales. Es necesario articular la voz de Nicaragua. Solamente entonces podremos empezar a armar una propuesta que nos represente a todos y a todas.
Comentarios
Francisco: Después de leer lo anterior, encuentro más de lo mismo: análisis teóricos con sentido, escritos en lenguaje exquisito, pero que no delimitan los cauces concretos para redefinir a Nicaragua de manera plausible; es decir, para redefinir la realidad económica del país, su realidad internacional, la situación institucional de nuestro país. No veo un plan de desarrollo nacional (agrícola, agroindustria, pecuario, infraestructura, servicios, recursos humanos, turístico, seguridad). Yo no soy un profesional, más el sentido común me dice que mientras no dejemos el pasado atrás (sin olvidarlo por aquello de no repetir errores) y desarrollemos una cultura diferente que realmente nos devuelva a los nicas el aliciente de trabajar honradamente, sin la mentalidad cortoplacista que ahora poseemos debido a la desconfianza generalizada en las instituciones políticas y al revoltijo ideológico y moral en que vivimos, no podremos estabilizar y mejorar la situación económica deplorable en que vivimos.
Antonia: Muchas de las críticas de Andrés me parecen justas, pero no todo en este país es “pragmatismo resignado”. Hay un montón de gente que desde hace tiempo está posicionada y está luchando contra el neosomocismo. El tono de sus escritos me parece nihilista. Además, parece no reconocer los esfuerzos que han hecho y hacen diversos actores que, al parecer, desconoce. Pareciera ignorar que en el camino de la lucha hay mediaciones necesarias para llegar de un punto a otro. Y todavía no leo sus propuestas y puntos programáticos para crear la alternativa. ¿Cómo piensa que se puede “operacionalizar” eso que él llama “la articulación de la voz de Nicaragua”?
Fidel: Con este artículo, Andrés ha dado en unos clavos que son vitales; creo que es el artículo más contundente de Andrés en el blog, en lo que se refiere al “qué hacer”. Pero yo tengo algunas piedritas en los zapatos, y también unas cosas que quiero subrayar. Primero las piedritas.
Me entristece leer en los comentarios de algunos/as compañeros/as la insistencia –a veces malcriada– de pedirle a Andrés que nos dé todas las respuestas, las propuestas, las recetas, las soluciones. Ya él lo abordó en este último texto: estamos cayendo en la trampa que nos hemos encargado de estudiar aquí y de rechazar como única realidad posible; eso nos está pasando, nos estamos mordiendo la cola, ni más ni menos.
Yo lo puedo decir porque, como varios/as aquí, caí en esa trampa alguna vez: ¡cuántas veces no me desencanté con Andrés porque me parecía que al decir lo suyo, lo que asomaba era una especie de afán inconformista con cualquier cosa/postura política que se tomara en el país! No me gustaba que “no dejara títere con cabeza” siempre que llegaba a hablar a Managua, y llegué a sentir un placer morboso cuando lo arrinconaban con alguna de estas dos preguntas –hechas, casi siempre, con maldad y alevosía: “¿Pero entonces qué es lo que vos propones que hagamos para resolver esto?”; o “Andrés, ¿no será que la distancia no te deja ver las cosas como se ven desde aquí adentro?” Andrés sabe bien de lo que hablo, y sabe cuánto le irritan esos comentarios. Y yo sé que no le irritan porque se hagan con maldad y alevosía –como ataques, digamos; no, casi podría decir que eso a Andrés lo tiene sin cuidado. Se molesta –si es que, como asumo yo, en realidad se molesta– porque pensamientos como esos lo único que hacen es confirmarle nuestra férrea voluntad de arroparnos en la ceguera pragmática inmediatista que nos ha matado la chispa del “pensar en grande”; le confirma que nos negamos a asumir el reto que nos propone, la tarea de criticarnos hasta el fondo, a evaluarnos hasta la última neurona de conciencia, como una forma de mantenernos lo más alertas posible ante vacilaciones y dobles morales, en un país donde la decencia y la coherencia se autoexiliaron. Cuando yo caí en la cuenta de esto, cuando supe que patalearle al tipo que se exprimió los sesos para venir a decirnos dos o tres verdades incuestionables sobre la miseria de la clase y la cultura políticas de nuestro país, no era otra cosa más que no querer aceptar nuestra propia miseria, entonces me enojé conmigo, y me di pena. Y me dio también miedo, porque me di cuenta de que el trabajo que hay que hacer es verdaderamente titánico. Implica un sacrificio que muchos/as vacilamos –aún hoy– en asumir.
Porque se trata de mantenerse digno, crítico, incómodo y fiel a los principios en un país que demoniza y excluye a quienes sostienen estas actitudes. Yo comprendo a la gente que se desanima, a quienes, por ejemplo, se van del país y no quieren volver a saber nada. Los entiendo, porque de alguna manera fui/soy uno/a de ellos/as. De algún modo, dedicarse a cambiar las cosas en Nicaragua es, igual que en muchos otros países, echarse una condena al hombro, más grande o más pequeña en función de cuánto y cómo se quiera incidir en el cambio. Pero es, al fin y al cabo, una condena. Lo jodido es que es una condena necesaria; lo jodido es que, o hacemos eso, o no hacemos nada –o nada sustancial. Y ojo, no me/nos estoy poniendo mártir/es: solo digo que vivir, transitar, trabajar, hacer amigos/as, salir a la calle, crear, opinar, en fin, hacer vida en la Nicaragua de hoy con un puñadito de valores y convicciones inamovibles entre las manos, puede llegar a ser verdaderamente complicado, o al menos, existencialmente difícil o desgarrador.
Bastante ha hecho Andrés con regalarnos una parte de la explicación de por qué estamos como estamos; no le pidamos también que nos diga cómo salir de donde estamos, que a mí me da vergüenza pedirle eso, porque es como decirle: “vos que me venís a molestar y a incomodar sacándome mis verdades y animándome a cambiarlas, decime también cómo las resuelvo”. Ni Andrés, ni nosotros, ni nadie tiene una respuesta completa o definitiva a esa pregunta. Es más, ni siquiera hay una respuesta definitiva, sino –tal vez– un montón de pequeños aportes que juntos irán sumándose en algo de mayor alcance. La cosa no se trata, como dice Andrés, de proponer acciones concretas (hay, es cierto, miles de documentos con propuestas, programas, planes de acción, etc.; y hay, también, cientos de cabezas jovencitas pensando y proponiendo nuevas maneras de asumir la trinchera política); se trata, creo yo, de asumir el reto, o sea, de condenarnos un poquito, lo que cada quien pueda –usando la cabeza y la criticidad al máximo– para tratar de imaginarnos lo que el país debería ser, y las vías para convertirlo en eso que imaginamos y queremos.
Voy con lo que quiero subrayar. Para mí, lo central en este último texto de Andrés es esto: “debemos ubicarnos críticamente dentro de la realidad”. Esa es la clave. Pareciera una obviedad: usted se estará diciendo a sí mismo/a “pero, si ya estoy leyendo este blog y participando, es porque de alguna manera soy crítico/a”. Mmmm, pues sí, pero tal vez no lo suficientemente crítico/a. ¿Nuestra criticidad nos da como para preguntarnos cómo es que participo yo en la reproducción de este sinsentido en el que se ha convertido Nicaragua? Ahí está la clave: Andrés nos está invitando a una criticidad completa, inmisericorde, podríamos decir. Nos invita a asumir la pesadísima incomodidad de estarnos preguntando si es suficiente estar contra Ortega, aunque en el horizonte político de hoy no podamos ver nada más –porque en realidad no lo hay, y no lo hay porque no nos lo hemos imaginado.
Luis: Yo le diría a Pérez-Baltodano que sus propuestas son importantes, así como lo que yo proponga o cualquier otro nicaragüense proponga. En una sociedad democrática la voz de los ciudadanos siempre debe contar y ser oída. Sin embargo, para convertir en hechos esas propuestas, se necesita de los partidos políticos o de algún movimiento político organizado. A ratos, el artículo de Pérez-Baltodano me dio la impresión de estar escrito por alguno de los miembros de la llamada “sociedad civil”, que pretenden cambiarlo todo, pero sin los partidos políticos actuales, a los cuales rechazan y detestan y culpan de todas las desgracias de nuestro país.
En realidad, Pérez-Baltodano tiene una propuesta, aunque al principio diga que no es partidario de propuestas. La propuesta de Andrés, como primer paso, dice que cada nicaragüense debe preguntarse “¿Qué es lo que yo, desde mi ubicación en el mundo en el que habito, puedo hacer para que en Nicaragua no se consolide el Somocismo del siglo XXI en su versión orteguista o neoliberal?”
Yo le contestaría que lo que se puede hacer es apoyar la unidad de la oposición contra Ortega, precisamente lo que el MRS está haciendo, muy a pesar de Andrés. En cuanto al somocismo en su versión neoliberal, me parece que es nada en comparación con una dictadura como la de Ortega y, en todo caso, para poder afrontarlo, primero hay que librar a Nicaragua del orteguismo.
No me queda muy claro lo que dice Pérez-Baltodano cuando menciona la necesidad de realizar encuentros con “el otro” y con “la otra”. Aquí en Nicaragua se ha hablado desde 1990 de algo llamado concertación o diálogo nacional. ¿Es a eso a lo que se refiere? ¿O se refiere más bien a reuniones que él pretende realizar con personas de su misma ideología con miras a ir desarrollando un movimiento político? Finalmente, esa fraseología de “el otro” y “la otra” me recuerda las expresiones de Sartre, pero cuidado, porque Sartre también acuñó la memorable frase “el infierno son los otros”.
En fin, el planteamiento de Andrés expresa una especie de puritanismo político que rechaza el pecaminoso ambiente partidista de nuestro país.
Valeria: El problema de los MRS es que se creen los pijudos, y están muy lejos de serlo. Si no me creen, véanlos cuando los entrevistan en todos los programas de opinión en los canales nacionales. Al programa de Carlos Fernando llegan hasta en grupo: Hugo Torres, Dora María, Víctor Tirado y otros. Uno los ve hablar y dar sesudos consejos. Uno los ve descalificando, sobre todo al PLC. Y cualquiera creería que ellos no tienen cola que les pisen. ¿Creen que no tenemos memoria?
La voz de Nicaragua
11/5/2010
“¿Cómo piensa Andrés que se puede ‘operacionalizar’ eso que él llama ‘articular la voz de Nicaragua’?” Esta pregunta me la hizo Antonia la semana pasada. Yo la quiero responder a mi manera. Y quiero explicar qué es lo que quiero decir cuando digo “a mi manera”.
A mi manera significa que nunca en esta columna van a encontrar una respuesta-fórmula a preguntas que no tienen respuestas-fórmulas como las que insistentemente buscamos. En este sentido, nunca encontrarán en esta columna una respuesta como la que me pidió el amigo Francisco la semana pasada. Dice Francisco, haciendo referencia a una de mis entregas en este blog: “Después de leer el anterior artículo publicado en Confidencial, encuentro más de lo mismo: análisis teóricos con sentido, escritos en lenguaje exquisito, pero que no delimitan los cauces concretos para redefinir a Nicaragua de manera plausible”. Luego me exige que ofrezca respuestas a los problemas económicos, institucionales e internacionales del país. Me pide un plan de desarrollo agrícola y otras cosas más.
Yo no puedo ofrecerles a ustedes el mapa que marque la ruta que debemos recorrer para resolver todos los problemas que sufre nuestro país, por dos razones: la construcción de este mapa requiere del concurso de múltiples talentos. La mía es apenas una voz, amparada en cierta experiencia y en cierto tipo de conocimientos.
La segunda razón es más compleja y más importante para los propósitos de este blog. Aunque yo, o cualquier otra persona, pudiese dibujar un mapa redentor como el que me pide Francisco, y tantos otros y otras con las que he tenido la oportunidad de dialogar en el pasado, al final solamente tendríamos un pedazo de papel -o un montón de papeles- que no garantiza que los nicaragüenses vayan a moverse en la dirección que el mapa apunta.
Yo les decía la semana pasada que nuestros archivos gubernamentales están llenos de “planes de desarrollo” exquisitamente ilustrados y detallados. Nunca se cumplieron porque no dejaron de ser mapas elaborados por algún grupo de iluminados que, desde sus perspectivas e historias particulares, pontificaron su verdad para el resto del país. Esos mapas no lograron mover a la sociedad nicaragüense en una dirección compartida. Por eso acumulan polvo mientras el color de sus páginas se desvanece.
¿Qué nos dice esto? ¿Qué nos enseña, para usar un ejemplo reciente, la lección del fracasado Plan Nacional de Desarrollo del gobierno Bolaños? Nos enseña que la articulación de eso que hemos llamado una visión de país, o una “voz nacional”, no debe verse como un problema técnico que yo, o un grupo de “notables”, puede resolver.
La articulación de una visión de país o una “voz nacional” debe verse como un problema político porque atañe a la polis; es decir, a la comunidad. Nos envuelve a todos y a todas. Y si no lo hace, no sirve para nada y terminará recogiendo polvo en los archivos del país.
La voz de Nicaragua es una voz colectiva en donde deben estar representadas las necesidades y aspiraciones de todos y de todas. Por eso mi insistencia de que entremos en contacto con “el otro” y con “la otra”, si es que de verdad vamos a intentar articular un pensamiento político nuevo; un pensamiento diferente al que ha dominado la historia política nicaragüense, un pensamiento que no repita el error de pensar que la voz de un partido, o la voz de un caudillo, o la voz de un grupo de tecnócratas ensimismados, puede convertirse en la voz de nuestra comunidad nacional.
La voz de los que tienen que comer no es la voz de los que no comen. La Chureca habla un idioma que no es el de las Colinas o Bolonia. La voz del Caribe no es la del Pacífico, y así sucesivamente.
Somos mil y una voces que, para sobrevivir como nación, deben integrarse dentro de un coro. Ojalá un coro que acepte atonalidades que son legítimas y necesarias en una democracia. Ojalá un coro que no aplaste nuestras identidades y nuestras especificidades.
Esta voz armónica y colectiva no debe verse como un producto que alguien elabora para que el resto de la sociedad lo use como si se tratara de un karaoke político. Su construcción debe verse como un proceso permanente y sistemático de diálogo y negociación en el que el 42% de los que, en la última encuesta de Borges y Asociados, dicen que Nicaragua está ahora peor que antes, puedan entender las razones de aquellos que dicen que Nicaragua está mejor hoy, con Ortega. Solamente así dejaremos de ser lo que ahora somos: una jurisdicción geográfica sin alma de nación.
Lo que yo he propuesto es que intentemos, pero sobre todo que ustedes intenten, desarrollar un pensamiento político nuevo, un pensamiento político fresco, un pensamiento político que refleje el sentir y el pensar de una nueva generación, la Generación XXI de nuestro país. Pero para que este pensamiento político pueda transformarse en la voz de Nicaragua, ustedes tendrían que hablar con “el otro” y “la otra”; con los que son diferentes a ustedes; con los que experimentan necesidades que nosotros ignoramos; con los que viven en una Nicaragua que muchos de ustedes, muchos de nosotros, no conocemos.
Algo más: a los que me critican por hablar de Nicaragua sin vivir en mi país, les digo: no existe esa “Nicaragua” de la que hablan. En el triángulo de nuestro territorio nacional, todos, todas, somos exiliados porque no vivimos en la Nicaragua del “otro”. Nicaragua es un proyecto; un país en potencia que podemos construir si intentamos conocer las otras Nicaraguas.
Si ustedes, si nosotros, no podemos o queremos conocer esas otras Nicaraguas; si no podemos o queremos acercarnos a los “otros” y las “otras” que nos rodean; entonces escribamos ya el epitafio de Nicaragua y digamos que no merecimos vivir en un país porque nunca quisimos, o supimos, cómo construirlo.
El experimento que les he propuesto no es una tarea fácil. Pero es posible. Se trata de una tarea de largo plazo, porque no existen soluciones rápidas para nuestros viejos y complejos problemas.
Es posible que esta propuesta, para algunos, algunas de ustedes, no tenga sentido. Es posible que algunos la consideren una pérdida de tiempo; un ejercicio “teórico” –en el extraño y muy particular sentido que la palabra “teoría” tiene en nuestro país.
Es posible que algunos, algunas de ustedes, piensen que ya tienen una respuesta a la pregunta: ¿cómo articular una voz nacional y un sentido de país? Para el amigo Luis, por ejemplo, la solución es apoyar al MRS. Y tiene derecho a pensar de esta manera. Más aún, él ya tiene una posición con relación a lo que conviene y no conviene hacer en Nicaragua.
Respondiendo a mi propuesta de rechazar tanto el neosomocismo orteguista como el neosomocismo neoliberal, él dice: “En cuanto al somocismo en su versión neoliberal, me parece que es nada en comparación con una dictadura como la de Ortega y, en todo caso, para poder afrontarlo, primero hay que librar a Nicaragua del orteguismo”.
Esta es una opinión que debemos respetar. Pero no nos equivoquemos, ni se equivoque Luis y los que piensan como él: esa opinión no es la voz de todos los nicaragüenses, no es la voz de Nicaragua; porque yo les puedo asegurar a ustedes que quienes han sido beneficiados con el Bono Productivo Alimentario –para citar un ejemplo de los beneficios que ha otorgado el gobierno de Ortega a una parte de la población– van a estar en total desacuerdo con el amigo Luis. Hay muchos nicaragüenses que piensan que hay otras cosas –como el neoliberalismo criollo de los Bolaños y los Montealegre y los Jarquín– que son peores que Ortega.
La gran pregunta entonces es: ¿qué hacemos frente a estas diferencias? ¿Qué hacemos frente a la realidad de una sociedad fragmentada y polarizada como la nuestra? ¿Qué hacemos para armonizar las voces dispares y disonantes de nuestro país?
Tenemos dos caminos: intentamos imponer nuestra voz, como la voz de Nicaragua a la fuerza; o con la ayuda de alguna embajada; o con la bendición de un nuevo cardenal (que no se brinque al otro bando). O bien, intentamos construir el país que no tenemos, tratando de desarrollar un pensamiento político que nos ayude a construir una voz que nos represente y nos exprese a todos y todas.
Para nuestra desgracia, el camino que históricamente hemos seguido los nicaragüenses es el primero. Lo que hemos hecho es tratar de imponer nuestras voces particulares sobre el resto de la sociedad y proclamar que la nuestra es la voz del país. Esto es lo que está haciendo Ortega, ignorando a todos los que no están de acuerdo con él. Antes de Ortega, lo hicieron los llamados gobiernos neoliberales; antes de estos gobiernos lo hicieron los sandinistas; antes lo hizo Somoza. Antes de Somoza lo hicieron los conservadores, ignorando y persiguiendo a los liberales; y, antes de los conservadores, lo hicieron los liberales, persiguiendo e ignorando a los conservadores. Y así hemos llegado a donde estamos hoy: al borde del abismo y estrenando una nueva dictadura.
O intentamos experimentar con una nueva manera de entender la política o seguiremos en este calvario. Más concretamente: o creamos un modelo de democracia que sirva para incluirnos a todos y a todas –no solamente a la hora de votar, sino también a la hora de comer y de recibir educación y salud– o no vamos a dejar de escuchar las voces de los que con justa razón repiten lo que dijo nuestro Rubén: “¿No se llama democracia a esa quisicosa política que cantan los poetas y alaban los oradores? Pues maldita sea esa democracia. Eso no es democracia, sino baldón y ruina. El infeliz sufre la lluvia de plagas; el rico goza” (Darío, 1984, 32-3).
Para empezar a construir una voz nacional, entonces, debemos desarrollar una nueva manera de entender la política y de hacer política en nuestro país. Déjenme explicar lo que quiero decir.
La nuestra es una sociedad fragmentada y polarizada; y en sociedades fragmentadas y polarizadas la función primordial de la política y de los políticos debería ser, ante todo, articular un consenso social que represente con justicia los derechos y las obligaciones de todos los sectores de la sociedad nicaragüense. No se trata, entonces, de imponer nuestra voz, una voz particular, sobre el resto de la sociedad. Se trata de descubrir la voz de la nación, de crearla, a partir de la fragmentada realidad en que vivimos.
Y por favor, no piensen que este es un planteamiento romántico; no confundamos la idea del consenso social con la idea de una comunidad en donde desaparecen los conflictos y en donde todos y todas finalmente nos amamos como hermanos y hermanas. Hablar de un consenso social es hablar de un acuerdo mínimo con relación a la manera en que debe organizarse una sociedad. Estoy hablando de un consenso sobre temas como las relaciones entre civiles y militares; el papel de las instituciones del Estado; la distribución de los costos y los beneficios del sistema económico que decidamos tener; la estructura de derechos y obligaciones ciudadanos que debemos respetar, y otros.
Tampoco asumamos que un consenso nacional es similar a un programa de complacencias musicales en donde todo y todos tienen cabida. Un consenso social también implica establecer exclusiones; es decir, este consenso no puede ni debe incluir los intereses de los corruptos, ni los intereses de los que han violado la ley sin pagar por sus crímenes.
Este consenso existe -siempre en forma imperfecta- en los países democráticos del Norte, pero también existe en un país como Costa Rica, en donde desde 1948 hasta la fecha ha existido un acuerdo nacional institucionalizado sobre muchos de los temas antes mencionados. Es hasta ahora, con la embestida del neoliberalismo, que el consenso costarricense ha entrado en crisis. Por esto fue tan fuerte la reacción de una gran parte de la sociedad costarricense contra el Tratado de Libre Comercio (TLC). Y precisamente, por la ausencia de un consenso social en Nicaragua, el FSLN y un sector de la clase empresarial lograron aprobarlo sin que la sociedad nicaragüense pudiese pronunciarse como lo hizo la costarricense.
En sociedades que operan dentro de un consenso democrático institucionalizado, como Costa Rica, y ciertamente en sociedades como Gran Bretaña, Canadá o los Estados Unidos, los partidos políticos simplemente ofrecen diferentes maneras de administrar regímenes que gozan de estabilidad y legitimidad. Puesto en otros términos: los partidos ofrecen variaciones de la melodía que todos cantan o, mejor aún, interpretan la voz nacional, en notas o tempos diferentes.
De tal forma que las variaciones entre una administración liberacionista y una socialcristiana en Costa Rica, entre una laborista y una conservadora en Gran Bretaña, o entre una administración liberal y una conservadora en Canadá, o un gobierno republicano y un gobierno demócrata en los Estados Unidos son, desde una perspectiva histórica, variaciones marginales.
La facilidad con que nuestros políticos ofrecen “borrones y cuentas nuevas” muestra lo gelatinoso de nuestra realidad y la ausencia de un marco institucional que nos estabilice e integre. Este marco es, precisamente, lo que le impide a los políticos de sociedades con democracias institucionalizadas empezar de cero, o pretender empezar de cero, como lo hacen nuestros gobernantes.
Compárese el carácter incremental, ordenado y predecible de los resultados que generan los procesos electorales en los países antes mencionados, con el carácter cuasi-fundacionalista, incierto y radical de los resultados de nuestras elecciones a partir de 1990. Los gobiernos electos nos han ofrecido “Nuevas Eras” o, como en el caso del gobierno de Ortega, “una nueva fase revolucionaria”.
Y permítanme señalar algo que nos atañe a los que participamos en este blog: la facilidad y la irresponsabilidad con que nuestros políticos ofrecen nuevas “eras” y nuevas “etapas revolucionarias”, tiene que ver con nuestra enfermedad providencialista que nos empuja a preguntar a nuestros líderes: ¿Qué hacemos? ¿Cuál es la solución? En un medio como el nuestro, sobran los charlatanes que no titubean en ofrecerle a una sociedad sedienta de respuestas como la nuestra, el milagro de una nueva “solución nacional”.
La función de la política
En una sociedad fragmentada y polarizada como la nuestra, la función de los políticos y de la política no puede ser similar a la de los políticos y a la de la política en sociedades con consensos democráticos consolidados. En nuestro caso, la función de los políticos y la política no es ofrecer variaciones de una voz nacional, porque ésta no existe. En nuestro caso, el papel de la política y los políticos es armonizar nuestras voces para empezar a funcionar como una verdadera sociedad nacional.
Puesto de otra forma, hacer política en Nicaragua debería significar participar en la construcción de un consenso nacional. Ganar unas elecciones presidenciales en Nicaragua significa, o debería significar, ganar el derecho a administrar la construcción de este consenso.
¿Por qué no empezamos nosotros, ustedes? ¿Por qué no tratar de entender la voz del “otro” que nos suena disonante? ¿Por qué los estudiantes o egresados de la UCA no se reúnen con estudiantes y egresados de la UNAN? ¿Por qué no visitar los barrios pobres de Managua para conversar con sus habitantes y aprender de ellos? ¿Por qué no hablar con jóvenes sandinistas, orteguistas? ¿Por qué no empujar la iniciativa de Fernanda que propuso la realización de encuentros con jóvenes que no tuvieron la oportunidad de asistir a la universidad?
¿Para qué? Para empezar a poner juntas las piezas del rompecabezas de nuestra sociedad. Para tratar de entender lo que mueve al 38 por ciento que apoya a Ortega, sin prejuicios, sin preconcepciones, y sin asumir que nuestra voz es la verdadera y que todos los demás son corruptos o ignorantes.
Yo les ofrecí reunirme con ustedes y ojalá con representaciones del “otro” y la “otra” en el mes de julio. Mantengo este ofrecimiento. Lo haré con diez o con uno de ustedes.
Para terminar, y ya que estamos hablando del “otro” y la “otra”, quiero agradecer a Luis por recordarme a Sartre y su frase “el infierno es el otro”. Esta frase está tomada de una obra de teatro escrita por Sartre en 1944 y titulada A puerta cerrada. Son cuatro los personajes que aparecen en la obra: el mayordomo, Garcin, Inés y Estelle. El mayordomo trabaja en el hotel en donde se encuentran Garcin, Inés y Estelle. El hotel es el infierno; un infierno sin llamas, sin tridentes y sin demonios. En este infierno, el castigo de los condenados es la mirada del “otro”, la permanente, eterna e insufrible mirada del “otro”.
Es Garcin quien pronuncia la famosa frase de Sartre: “Nunca lo hubiera creído… ¿Recordáis? El azufre, la hoguera, la parrilla… ¡Ah! Qué broma. No hay necesidad de parrillas; el infierno son los otros” (Sartre, 2001, 55).
Yo le pido a Luis y a todos ustedes que lean cuidadosamente esta obra de teatro. Lo que nos dice Sartre es que en el infierno, el castigo es la mirada del “otro”. Fuera del infierno es otra cosa: la mirada del “otro”, de la “otra”, puede ser una caricia, como lo sabemos todos y todas las que hemos conocido el amor.
En el infierno, sin embargo, la mirada del “otro” y la “otra” se convierte en una tortura. Reflexionemos sobre lo que esto significa, porque en Nicaragua nos estamos hundiendo en un infierno en el que la mirada acusadora y amenazante del “otro” y la “otra” marginada, del “otro” y la “otra” tira-morteros, puede convertirse en nuestro castigo o en el de nuestras hijas e hijos. Yo les pido que presten atención a otra frase pronunciada por Garcin cuando descubre la miseria de su condición en el infierno sin llamas de Sartre. Dice Garcin, dirigiéndose a Inés y retándola: “Ninguno de nosotros puede salvarse solo; tenemos que perder juntos o salir juntos del apuro. Elija usted”. Elijamos nosotros.
Comentarios
Ramón: Sin ninguna duda, necesitamos incorporar ideas nuevas en nuestra vida política, ya que hasta ahora lo que ha habido en Nicaragua son cultos a las personas que han dirigido o pretenden dirigir un partido o el país. Por eso no resulta extraño que algunos líderes estudiantiles y demás hayan tenido que plegarse -en ideas y acciones- al líder de turno, creyendo que ésta es la única forma que tienen para incursionar en los espacios de gobierno o del Estado. El atavismo político predominante ha hecho de las suyas, y continuará haciéndolo en la medida que no se sienta interpelado por renovadas formas de conducción. ¡Así que a alumbrar por todos los costados: atrás, centro, izquierda y derecha!
Elmer: Pido yo que reconozcan que cualquier cambio hacia un estado moderno sólo se logra mediante la violencia. Así lo demuestran las ciencias sociales. La violencia surge en la historia moderna cuando las sociedades buscan conformar los estados nacionales; surge por la necesidad de separar los poderes del estado; surge como parte de la lucha por el reconocimiento de los derechos humanos y el derecho de los pueblos a determinar, mediante el sufragio universal, la organización del estado y la elección de sus dirigentes. ¿Hemos nosotros alcanzado estas metas? No. Entonces, ¿creen que se alcanzarán mediante una discusión teórica? Yo desearía pensar que sí, pero las ciencias sociales dan otro diagnóstico.
Luis: Entonces ya comenzó el reloj y cada vez más está más cerca la violencia. Pero la violencia llama a limpiar todos los bandos. ¡Qué desastre! Pero estoy de acuerdo que nuestra sociedad no ha evolucionado en los últimos 60-100 años. La revolución de 1979 fue un paso sólido seguido de miles de pasos dados hacia atrás. Me siento totalmente triste, pero muy triste, por lo que se nos viene. Con el crecimiento económico de los 1990s llegué a pensar que Nicaragua había cambiado.
Maribel: A mí me parece importante esa mirada del otro, pero dada la grave situación de Nicaragua y el abismo entre sus mundos de clases sociales, de nivel de educación, de perspectivas y anhelos, una mirada totalmente abierta es un abismo.
¿Se debe mirar al otro con la razón? Entonces se necesita un hilo conductor para que no sea una Torre de Babel. ¿Cómo suscitar un hilo conductor de urgencias y prioridades? El pasado está en el presente y lo determina. En Nicaragua hay una gran dificultad para salir del pasado y proyectar un futuro que no se percibe.
Si debemos mirar al otro con sentimiento positivo y constructor, también debemos reconocer que es muy difícil doblegar los sentimientos. No se puede forzar eso de “querer a tu prójimo como a ti mismo”. Puede producir farsantería. Pregunta: ¿Es una noción de patria el adecuado sentimiento unificador?
La noción de patria ya no existe para las élites y sus hijos que miran la globalización económica y que tienen muchas veces pasaportes extranjeros. Por otra parte, ¿qué noción de patria pueden tener los jóvenes a los que no se les explica cómo se les va a poder ofrecer una educación y un trabajo que les construya una dignidad territorial que no sea asistida?
La otredad es un desafío, pero me hace regresar al hilo conductor. Es osadía desafiar el abismo.
Luis: ¿Cuáles son las alternativas que tenemos? ¿Seguir inmóviles frente a la situación actual? ¿Seguir definiendo nuestra situación y puntos de vista? Primero, voluntad. Claro, necesitamos un mapa con objetivos realistas y en etapas. Necesitamos hacer campañas de comunicación dirigidas al pueblo, con un idioma simple. La otra alternativa es caer en el caos total. Las probabilidades de una u otra cosa son 50/50.
David: Gracias nuevamente por tu nueva e interesante contribución. La verdad es que para hacer un comentario crítico de lo que has escrito se necesitan varios días; pero dado que el tiempo es limitado, te ofrezco algunas ideas que surgieron a medida que leí tu texto.
El gran tema que vertebra tu análisis es la otredad. Concuerdo con la necesidad que planteás de organizar algún tipo de consenso social nacional para que Nicaragua deje de ser una simple “jurisdicción geográfica sin alma de nación”. ¿Pero será suficiente “conocer al otro y la otra”? ¿Acaso no hubo un similar ensayo en los 80s, con la Cruzada Nacional de Alfabetización, cuando miles de jóvenes universitarios de las zonas urbanas del país viajaron al interior rural de Nicaragua? [Tal vez como tema de conversatorio podemos hablar de esta experiencia de “(des)encuentro” de mundos disímiles.]
Sin duda, la percepción que se articula de nuestra realidad sería muy diferente si se supiera más de todas esas luchas del cambio social actualmente ignoradas (algo así como talleres de discusión de nuestra historia para saber de dónde venimos, por qué estamos como estamos, y también cómo es que esta historia “sigue viva” sin que lo sepamos).
Finalmente, ¿qué sentido tendría encontrarnos con los “otros” -niñ@s de la Chureca, jóvenes pandilleros, campesinos recién migrados- si no se cambia la misma estructura socioeconómica e institucional que, como lo señala Francisco Báez en una reciente charla publicada en Envío, produce continuamente la exclusión del “otro” y la “otra”?
Por otra parte, ¿es posible construir un consenso social en una sociedad atravesada por relaciones de poder como la nuestra? ¿Qué incentivo tendría el lobo para negociar con el cordero, a menos que éste venga acompañado por una manada? En un país como el nuestro, con escasa experiencia de democracia política, me parece que un consenso social tendría que forjarse a partir de una lucha. Dado el actual clima de desmoralización y anomia -sin duda la pobreza no sólo atenta contra el cuerpo sino contra el espíritu- pareciera que nadie está dispuesto a poner las manos sobre el fuego por los “otros”; y menos por un proyecto político-social-económico, distante e inexistente.
Debo disentir cuando mencionás que Nicaragua tiene una realidad política “de borrón y cuenta nueva”. Diría que lo que viene dándose en Nicaragua es un proceso de “normalización de la excepción”. Por un lado, nos acostumbramos a las arbitrariedades y aberraciones de nuestra clase política dirigente, y por el otro, percibimos que el mismo sistema de exclusión y concentración de riqueza sigue intacto. De otro modo, perderíamos la cordura.
¿Cómo llegamos a caer en las manos de Chico y Chicón?
18/5/2010
“¡Matalo! ¡Matalo! ¡Matá a ese hijo de puta! ¡Partile la cabeza en dos!” Todavía tenemos frescas en nuestras mentes los gritos salvajes de los agresores del estudiante Everth Osmar Ruiz de la UNAN y las imágenes del delincuente identificado como “Chico Chayo” apuntándolo con su pistola.
Estos bárbaros sucesos ofrecen importantes lecciones que los y las jóvenes que participan en este blog deben aprovechar. La principal de estas lecciones la sintetizó el Profesor Darwin Juárez, docente de la Escuela de Ingeniería de la UNAN, en un artículo de opinión publicado en El Nuevo Diario el viernes de la semana pasada. Señala el Profesor Juárez: “Los líderes estudiantiles tienen por ahora la principal responsabilidad para que se resuelva la crisis, pero el grueso del estudiantado tiene el verdadero poder de decisión, de exigirle que busquen su verdadero sitio a quienes efectivamente pasan por la Universidad, pero al parecer equivocadamente, nada más para lucir sus reminiscentes atributos de cuando la humanidad resolvía sus diferendos con piedras y palos. Tienen el poder de decisión para volver sobre los legítimos fueros de la Autonomía Universitaria y fortalecer desde el seno de la Comunidad Universitaria la institucionalidad de la más grande Alma Máter de Nicaragua” (Juárez, 2010).
Igual cosa se puede decir de Nicaragua: los que controlan las instituciones del país y la clase política nicaragüense son los principales responsables de la crisis y la barbarie en que ha caído el país. Son ellos los que tendrían que poner fin al pandillerismo que se ha institucionalizado dentro y fuera del Estado. Pero es el grueso de la población nicaragüense, que tiene –tenemos– el verdadero poder para decidir hasta cuándo vamos a permitir que la élite gobernante continúe controlando el destino de los y las nicaragüenses.
Los y las jóvenes de la UNAN pueden anular el poder de las pandillas que aterrorizan a los verdaderos estudiantes de esta institución si logran organizarse alrededor de principios compartidos. En un ámbito de acción más amplio, los y las nicaragüenses podríamos poner fin al “vandalismo jurídico” que practica el Estado si lográramos organizarnos alrededor de algunas convicciones básicas y de un pensamiento político organizado alrededor de las mismas (ver Larios, 2010).
Podemos, entonces, poner fin al vandalismo callejero de un matón como Chico Chayo y al vandalismo jurídico de un corruptor de la palabra, como Francisco “Chicón” Rosales, la principal voz del Estado en la reunión en la que las autoridades de la Policía y del Ministerio de Gobernación volvieron a recurrir al uso de un discurso anfibológico para evitar decir la verdad sobre este caso.
Chicón Rosales y Chico Chayo son dos hilos paralelos en el tejido histórico nicaragüense de los últimos treinta años. La diferencia entre un Francisco “Chicón” Rosales y Chico Chayo no es ética, sino simplemente estética. Chico Chayo violenta la ley y el orden con una pistola y sin camisa. Chicón Rosales lo hace de saco y haciendo uso de un lenguaje aburrido y pomposo con el que pretende mostrar una erudición que no posee.
¿Cómo llegó un Chico Chayo a acumular tanto poder en una casa de estudios como la UNAN? ¿Cómo es que un Chicón Rosales ha logrado llegar hasta donde ha llegado?
Los Chico Chayo y los Chicón Rosales no se improvisan ni surgen por autocombustión. Son el producto de un sistema institucionalizado y de sistemas de vida que tienden a normalizar y hasta naturalizar la mentira y la deshonestidad.
Ortega tampoco es un accidente de nuestra historia. Es un resultado predecible de la misma. Si Ortega desaparece, otros como él volverán a surgir, a menos que cambiemos la dinámica política nicaragüense que se encarga de formar y de llevar al poder a los Ortega de nuestro país.
A Chico Chayo y a Chicón Rosales los podemos parar si logramos construir un pensamiento político, una visión de sociedad y un discurso capaz de movilizar a la sociedad nicaragüense en defensa de sus intereses, necesidades y aspiraciones. Fue así que el FSLN logró parar a una familia de matones como los Somoza, antes de que Ortega y sus allegados decidieran imitarlos.
Esto no es un llamado a practicar el ojo por ojo y el diente por diente. Elmer, en su contribución de la semana pasada, piensa que solamente la violencia puede poner fin a la violencia y al desorden que sufrimos. Él, y cualquiera de ustedes, tienen el derecho a pensar de esta manera. Este blog, sin embargo, hace una apuesta al poder del pensamiento para organizar el poder de las grandes mayorías dentro del marco que establece la ley. Frente a este poder, los Chico Chayo y los Chicón Rosales son nada.
Rechazar la violencia no es rechazar la necesidad y la utilidad de la fuerza en la política. La fuerza es inevitable para la construcción y el funcionamiento de cualquier sociedad. De lo que se trata es de organizar esta fuerza; de enmarcarla; de regularla; de normarla. De lo que se trata es de crear una fuerza social que obligue al Estado a usar su fuerza para imponer el orden que señala la ley. De lo que se trata, para ilustrar todo esto con un ejemplo, es de contar con una Policía Nacional que, cuando los poderosos y sus secuaces violan la ley, no se esconda como se esconde la nuestra.
Los que piensan que necesitamos otro cambio violento como el de 1979, tendrían que reflexionar sobre las razones del fracaso de la Revolución Sandinista. De este fracaso yo tengo mi propia interpretación: la revolución fracasó porque su liderazgo, después de alcanzar el poder, fue incapaz de articular un pensamiento que facilitara la construcción de un consenso nacional sobre el futuro de nuestro país. De esto hablaremos en otra ocasión. En este momento solamente quisiera señalar que para institucionalizar un cambio social –revolucionario o reformista, pacífico o violento– es necesario construir un horizonte de aspiraciones compartidas. Y para lograr esto tenemos que convencernos de algo que hemos repetido muchas veces: “para construir el futuro hay que soñarlo primero”.
Todos, o muchos y muchas de nosotras, queremos cambiar la realidad de nuestro país. Pero como lo he dicho muchas veces, repitiendo las palabras que aprendí de un viejo maestro, “no podemos cambiar lo que no podemos explicar”. Más aún, no podemos superar nuestra miseria si no definimos para qué y para quién queremos transformar la realidad que nos ahoga.
Por esto es que es vital conocer la realidad de las otras Nicaraguas que no son las nuestras; conocer las necesidades y las aspiraciones de nicaragüenses que no viven y no piensan como nosotros. Y por supuesto, como lo señaló David la semana pasada: el simple conocimiento de estas otras realidades no es suficiente para superar nuestra miseria. Es apenas un comienzo. Pero es un comienzo indispensable. Es un necesario punto de partida para iniciar un proceso que, como todo en la historia, no ofrece garantías.
Tal como lo señaló el mismo David, la Campaña de Alfabetización en los 1980s facilitó el acercamiento de muchos de los pedazos de nuestro desarticulado país. Ese esfuerzo, sin embargo, se perdió cuando la Revolución Sandinista se empantanó en sus vicios y contradicciones. Pero esto no anula el valor que tuvo la masiva movilización que realizó la juventud nicaragüense para conocer y enseñar a leer al “otro” y la “otra”. Yo estoy seguro de que cuando en el futuro, y con suficiente distancia de los hechos ocurridos en la década de los 1980s, se haga el balance de lo que fue esta revolución, la Campaña de Alfabetización será reconocida como su más hermoso logro.
Aprender de nuestros logros y fracasos
En las ciencias, no se tira al olvido un experimento fallido sin antes hacer dos cosas: rescatar de él cualquier componente exitoso, y registrar las razones de su fracaso, para evitar repetir aquellos pasos que podemos reconocer como equivocados. Lo mismo tendríamos que hacer con nuestra historia en general, y con la historia de la Revolución Sandinista en particular. Debemos rescatar lo mucho que hubo de bueno en ese doloroso y costosísimo experimento social, y desechar los valores y las prácticas que contribuyeron a su fracaso.
Tendríamos, entonces, que recuperar las enseñanzas de la Campaña de Alfabetización y rechazar La Piñata. Tendríamos que celebrar a Fernando Cardenal y condenar a todos y todas aquellas que le cobraron y siguen cobrando a los pobres de nuestro país los servicios que le prestaron a la Revolución. Porque no debemos olvidar que el saqueo de los fondos y bienes del Estado en eso que llamamos La Piñata fue un saqueo a los miserables y desnutridos de nuestra sociedad.
El peligro del olvido, que hemos discutido en otras ocasiones, no solamente tiene que ver con la ausencia de una memoria colectiva que nos permita recordar los errores y los crímenes del pasado. El olvido también puede borrar el recuerdo y el conocimiento de los aciertos que forman parte de nuestra historia y que pueden servir para convencernos de que somos capaces de hacer y construir nuevas realidades.
El reto de la memoria es de especial importancia para ustedes, los y las jóvenes de la Generación XXI; porque ustedes crecieron en un ambiente dominado por el sandinismo corrupto del FSLN y el antisandinismo también corrupto de la derecha nicaragüense. Estos dos grupos han conspirado contra la memoria colectiva de nuestra sociedad; han distorsionado el pasado para acomodarlo a sus intereses. Ambos se han beneficiado de la amnesia involuntaria, pero también voluntaria, que sufre nuestra sociedad. Basta ver los murales del Museo de la Victoria Sandinista, creado por la Alcaldía de Managua, para apreciar el manoseo histórico del que es capaz el orteguismo. Basta escuchar a Arturo Cruz Sequeira llamando a Arnoldo Alemán un “político tradicional” y no un corrupto, para entender hasta dónde somos capaces de ir respetando el sentido de las palabras y hasta dónde somos capaces de llegar para evitar decir la verdad. ¡Cualquier cosa con tal de seguir flotando en las aguas hediondas de la política nacional!
Las organizaciones en las que se integran el orteguismo y la derecha nicaragüense forman parte de las estructuras de socialización que se encargan de producir y reproducir la amnesia, el coyunturalismo, el pragmatismo y la resignación que nos ahogan. En estas organizaciones se socializa a la juventud. Los que las controlan asumen –en las palabras del brillante joven guatemalteco Danilo Rivera– que “la juventud no sabe, es ingenua, no tiene experiencia para actuar hoy, que se les debe enseñar porque ellos son el mañana”.
No se reconoce a la juventud, dice Danilo, como “sujetos con voz y voto, sino como robots programables para el futuro”. Si los jóvenes quieren pronunciarse, deben hacerlo “expresando y reproduciendo los aprendizajes de sus maestros”. Y concluye: “De esa visión se desprende que la juventud nunca tendrá un rol activo y participativo en el presente, sino para cuando aprendan y sean adultos. Es decir, se trabaja a la juventud del presente para que sean los adultos del mañana”. Termina advirtiendo Danilo: “Pero, los jóvenes estamos viviendo en el presente, y es en él que queremos participar”.
Cito a Danilo porque su pensamiento también expresa la situación de la juventud nicaragüense. Lo cito, además, para responder a algunos de los puntos señalados en la valiosa contribución de Maribel la semana pasada.
Maribel señala que no es suficiente hacer un llamado a la juventud para acercarse al otro, sino que es necesario que le proporcionemos a esta juventud “un hilo conductor” que guíe su mirada para evitar que ésta caiga “en el abismo”. Y puntualiza: “No hemos pintado un futuro, con lo cual estamos haciendo recaer esa responsabilidad en los jóvenes”.
Yo comparto con Maribel la angustia sobre la responsabilidad del presente que hemos heredado a los y las jóvenes de Nicaragua. Pero no creo que mi generación, la generación responsable del poder de los Ortega, de los Chico Chayo y de los Chicón Rosales de este país, seamos los llamados a crear y entregar a la juventud el hilo conductor del que ella habla. Puedo estar equivocado, pero solamente puedo escribir lo que yo pienso y creo: en Nicaragua sólo la juventud puede articular una visión de su futuro porque es la juventud la que más fuertemente siente y sufre la ausencia de futuro en nuestro país. En Nicaragua, sólo la juventud puede salvar a la juventud. Y sólo la juventud puede salvar a Nicaragua.
Esto no es idealizar el poder y la pureza de la juventud. Lo he dicho antes: la juventud se termina; se termina y se va para no volver. Y con frecuencia, cuando esto sucede, terminamos haciendo propios los vicios que como jóvenes denunciábamos. Sobre esto escribí algo en el artículo “Nuestra juventud es heredera de un fracaso nacional”, que se incorporó a la primera entrega de este blog, y que se reproduce como apéndice de este libro. Digo en ese artículo:
La generación que yo represento y las generaciones de las que yo fui heredero les hicimos creer a ustedes que somos un país mariano, a pesar de la violencia y los abusos que sufren las mujeres nicaragüenses todos los días. Y les enseñamos a llamarse darianos en un país que ha vivido una guerra intensa y prolongada contra la educación y la cultura. ¡Darianos en un país en el que rehuimos la abstracción y la reflexión!
A ustedes les hicimos declamar aquello de que “si la patria es pequeña, uno grande la sueña”, en un país en donde los gobiernos negocian tratados internacionales bajo el lema de que si la patria es pequeña… uno en grande la empeña. Les hemos hecho repetir mentiras, hasta habituarlos a ellas. Si aceptamos que somos entes socializados, y si es cierto que ustedes han sido criados en la mentira, tendríamos que aceptar que en cada uno de ustedes está presente el germen del fracaso, la costumbre del fracaso, la capacidad de vivir dentro del fracaso, y hasta la ciega habilidad para ni siquiera ser capaces de reconocer que hemos fracasado. Por eso, me van a perdonar lo que voy a decirles: yo no comparto la esperanza [irrestricta] que muchos tienen en la juventud. Se oye mucho decir: la juventud nos va a sacar de esto. Es posible. Pero eso no es una certidumbre, no es una certeza. Porque en ustedes habita el germen del fracaso; ya fueron socializados en la cultura del fracaso. Los años no dicen nada. La edad no significa nada. Arnoldo Alemán fue joven alguna vez. Y Daniel Ortega fue un muchacho con ambiciones nobles en algún momento de su vida. Y Byron Jerez fue compañero mío, y lo recuerdo de niño, sentado en un pupitre del Colegio Calasanz, un gordito bueno y simpático que terminó siendo lo que es ahora. Todos ellos –yo también– terminamos encarnando y reproduciendo la cultura del fracaso que nos ha llevado al punto en donde nos encontramos hoy” (Pérez-Baltodano, 2006).
José Luis Rocha también ha pensado el problema del pasado que habita en cada joven de nuestro país. Transcribo una parte de su artículo “Los siete pecados capitales que heredamos a nuestra juventud” (http://www.envio.org.ni/articulo/4070). Dice José Luis:
La juventud, ese divino tesoro siempre fluyente aunque pocas veces influyente, ha sido objeto de atención en los últimos años: se la venera convertida en bono demográfico, se la saluda en los discursos presidenciales, se canaliza su desempleo para que subsidie obras públicas en el movimiento creado por el FSLN ‘Jóvenes constructores’, y se dice promover su desarrollo integral mediante leyes y entidades estatales comisionadas para tal fin, y no menos para cosechar los aplausos –y las ollas doradas– de la cooperación internacional. Pero esa juventud ya heredó estos pecados, ya está encerrada en estas trabas y en muchas otras. Le pesan como un fardo. Son el pasado de nuestro futuro (Rocha, 2009).
Comentarios
Carlos: Sí, somos herederos del fracaso, pero también en nosotros caben las esperanzas; repetimos vicios, aunque tratamos de ser diferentes. Y es duro este intento de romper con la inercia de la indiferencia, la falta de ética y quién sabe cuántas cosas más. A esta generación le toca nacer entre contradicciones. Tal vez ellas sean nuestro motor.
Selene: No se necesita esperar más de 30 años para estar seguros de que la Cruzada de Alfabetización fue y es lo más hermoso que se ha hecho en Nicaragua.
En cuanto a los estudiantes agresivos, debo decir que esto es lo que produce la sociedad cuando está fraccionada y conducida por falsos líderes. Para salir de su desgracia, Nicaragua necesita educarse y aprender a hacer demandas sin palos y piedras. Parece que seguimos en las cavernas.
Maribel: En la medida de mis posibilidades sigo también con interés este debate en el que estás empeñado y tus comentarios. El hilo conductor ya lo estás tejiendo en tu propuesta presente, también en las respuestas que luchan contra el pesimismo. Recuerdo lo dicho por un amigo común colombiano, Fabio Velásquez, en un seminario virtual en el que participaste: “A diferencia de otros actores emergentes, los jóvenes tienen una condición sui generis: su identidad es transitoria. Siempre hay jóvenes, pero no son siempre los mismos. Ser joven es un momento de la vida que se diluye para dar paso a otro: el de la adultez… esto hace que esta población sea muy cambiante”. En este contexto complejo en el que viven hoy los jóvenes, la pregunta por su rol como actores de la democracia sigue vigente. Las respuestas son aún contradictorias, pues es la propia realidad la que envía señales de “signo contrario”. Los signos son ahora confusos, mucho más que durante nuestra juventud, que no está lejana en el recuerdo.
David: Recuerdo el famoso dictum de Marx: “La violencia es la partera de la historia”. En un país como el nuestro, que el discurso oficial pregona como el “más seguro de Centroamérica” -y comparado con el marasmo de violencia social que viven nuestros vecinos del norte, Nicaragua es un oasis-, tenemos nuestra dosis de violencia local, que si bien no llega a los niveles de intensidad de otros países, no deja de ser alarmante. Sin embargo, hay que reformular el concepto de “violencia” más allá de las manifestaciones visibles (ampliamente difundidas por los medios), como los lamentables sucesos ocurridos en la UNAN la semana pasada. Violencia no es sólo un grupo de estudiantes vapuleando a otro estudiante; o turbas orteguistas atacando a grupos opositores; o un enfrentamiento entre pandillas; o una golpiza policial. Como menciona el genial filósofo esloveno Slavoj Žižek en su más reciente libro, hay otro tipo de violencia: la violencia sistémica para el funcionamiento del capitalismo de nuestros países. Esta violencia no figura en la mirada mediática.
Para aquellos que me puedan acusar de demagogia, sólo falta recordar todo el proceso de reestructuración institucional y económica en la Nicaragua de los noventa: la reestructuración estatal con la privatización de los servicios públicos, los despidos de miles de trabajadores del Estado, la desregulación de la economía y los cambios en el marco jurídico nacional para facilitar la inversión extranjera (y los efectos que eso tuvo y que todavía tiene en los derechos laborales).
La configuración espacial de nuestra fea capital, Managua –con el surgimiento de nuevos malls de consumo posmoderno; de barriadas pobres, algunas situadas a la par de estos malls; de nuevas carreteras que unen los distintos centros de consumo de la élite criolla y por donde transitan a velocidad descomunal las camionetotas de vidrios polarizados; y las nuevas zonas francas, aprovechando nuestra “gran ventaja competitiva” (mano de obra a precio de guate mojado)–, refleja toda esta historia caótica de “mal-desarrollo” reproducida por la persistente estructura oligárquica del poder en la sociedad nicaragüense.
El punto que quiero hacer es el siguiente: hay cierto sesgo elitista de parte de algunos medios en la constante demonización de Ortega y sus seguidores, a quienes se tacha como violentos.
No es completamente falso que la división entre sandinista-orteguistas y la oposición no sea una división de clase. Hay, entonces, cierta “rabia de clase” en la violencia con que los jóvenes de sectores empobrecidos han enfrentado a algunas de las marchas públicas de la oposición. Sin embargo, con costo se habla de las otras formas de violencia que sirven de caldo de cultivo para la violencia visible de “las turbas”.
No sólo necesitamos de nuevas ideas, sino que necesitamos de un “pensar más sistémico” y deshacernos de los marcos maniqueos y polarizantes con los que acostumbramos a hablar de nuestra política e historia. Difícil tarea, tomando en cuenta el “intelegicidio” –la expresión es del escritor Mario Roberto Morales– que la privatización y reducción de la educación pública, el hambre, la pobreza y la industria de consumo cultural de basura han causado en este país. No sé si te pasa, Andrés, que a menudo, entre más sabes –de acuerdo al marco de las ciencias sociales– más pesimista te vuelves. A mí así me pasa.
María Félix: A propósito de la violencia, recuerdo que durante los Gobiernos de Violeta Chamorro y Arnoldo Alemán, centenares de fuerzas de choque, dizque estudiantes, tenían su reducto en la UCA. Estos jóvenes salían a cometer actos vandálicos tales como la quema de la Alcaldía de Managua, la quema de vehículos, y el saqueo de computadoras y material de oficina en las instituciones del Estado. Yo no podía comprender cómo los jesuitas permitían que estos jóvenes tuvieran su refugio en esa casa de estudios. Creo que fue uno de los gérmenes del vandalismo y la impunidad; de la cultura de la violencia y la intolerancia que hoy sufrimos.
Hoy nos asustamos; pero muchos tenemos responsabilidad de este maremágnum. Cuando los jóvenes violentos atacaban a los que nos caían mal, todo estaba bien. Hasta los aplaudíamos. Hoy la violencia se voltea contra nosotros. Espero que me publiquen, muéstrenme su vocación por la libertad de expresión, muéstrenme que no son iguales que Daniel Ortega.
Boanerge: Tu análisis es interesante y abre la puerta a nuevas ideas y discusiones sobre cómo realmente rescatar al país de su condición de estado fallido y encauzarnos en un verdadero proceso de desarrollo integral. Cuando decís que los Chico, los Chicones y los Ortega no son un accidente de la historia, tus palabras me traen a la memoria las expresiones de un estudioso italiano exponente del derecho positivista que expresaba que las sociedades son caldo de cultivo de gérmenes. Su misma descomposición provoca el surgimiento de bacterias. Dice también que las sociedades tenemos los delincuentes que nos merecemos.
Esto no debe verse como una maldición. Lo que yo saco de esto es que no son el azar o el destino los responsables de que tengamos delincuentes-dirigentes, o la situación que enfrentamos. Nuestra realidad es el producto de diversas condiciones/hábitos, entre los que se encuentra nuestra tendencia a escoger “lo menos peor” sin aspirar a “lo mejor”. Elegimos a Arnoldo Alemán cuando ya se conocían sus prácticas corruptas en la Alcaldía de Managua. Sin embargo, se pensó que esto era “menos peor” que el retorno del FSLN y la guerra.
Los malabarismos discursivos del Padre Eslaquit
13/6/2010
Las ciencias sociales y la filosofía modernas reconocen que cuando nominamos y explicamos la realidad, desarrollamos la capacidad para reproducirla o transformarla. Este es, precisamente, el sentido filosófico y sociológico de las palabras de Pablo Antonio Cuadra (1912-2002) cuando señala que el sentido de “la Creación” es inseparable del sentido de “la Palabra”. Dice PAC: “La Creación no es algo que sucedió ‘allá’, en el principio, y luego cesó, sino un hablar que no cesa, un diálogo vivo y permanente. Tener oídos para ese diálogo es penetrar un poco al Paraíso, recuperar en cierta manera el Edén” (Cuadra, 1991, 86).
Podemos usar “la Palabra” para revivir “el Paraíso” o para crear nuestros propios infiernos. Cuando Rosario Murillo justificó la criminalización del aborto terapéutico en el nombre de Dios, sus palabras empobrecieron la realidad de los derechos de la mujer en nuestro país. De igual forma, cuando el Padre Neguib Eslaquit habló hace dos semanas para vendernos la imagen de Daniel Ortega como la reencarnación “solidaria, socialista y cristiana” del Buen Samaritano, sus palabras contribuyeron a afianzar y legitimar las ilegalidades y las tendencias autocráticas del gobierno actual.
Analicemos el acto discursivo de Eslaquit. Hagámoslo, sin embargo, a partir de eso que Pierre Bourdieu (1930-2002) llama “un momento de duda radical”; un momento en el que lo normal pierde su normalidad; un momento en el que lo familiar deja de ser “el opio de la imaginación” porque cambiamos de perspectiva.
Así pues, si sos una creyente cristiana, tratá de analizar el discurso de Eslaquit desde fuera de tus creencias religiosas. Despoja ese discurso del manto normativo que le impone tu fe y apreciá las implicaciones políticas del mismo. Y si no creés en Dios, tratá de analizarlo desde el marco de la fe y las creencias de los millones de nicaragüenses que practican el cristianismo providencialista del que aquí hemos hablado en otras ocasiones.
Imaginemos ahora la siguiente escena: el Centro Espiritual Betania destilando el aire de santidad que se respira en los edificios diseñados para rezar y trascender nuestra materialidad. Imaginémoslo colmado de fieles cristianos, o de fieles sandinistas, o de fieles sandinistas-cristianos. Imaginemos las cámaras de televisión y los reflectores destacando la mesa y los asientos que ocupaban los y las dignatarias que presidían el acto de lanzamiento del Ciclo Productivo 2010 y del Programa del Bono Productivo Alimentario. Imaginemos esa mesa adornada con hermosas sandías, repollos, plátanos verdes, plátanos maduros y las infaltables flores de Doña Rosario.
Imaginen la mirada de piedra del Cardenal Obando ocupando uno de los principales asientos en esa mesa. Imaginen la aureola de poder que lo rodea a él, y a la pareja presidencial, presentes en ese acto. Imaginen el volumen del micrófono aplastando las voces y los suspiros de los invitados al acto. Imaginen ahora al Padre Eslaquit, vistiendo una sotana que para millones de nicaragüenses lo identifica como un hombre de Dios.
Todas estas imágenes, sonidos y sensaciones forman parte del acto discursivo que analizamos. Señalo esto para que recordemos que el concepto “discurso” abarca mucho más que simplemente palabras. Este concepto hace referencia a cualquier forma de comunicación mediante la cual se transmiten ideas, visiones o percepciones de la realidad.
Eslaquit fue el primero en hablar. Su discurso fue corto, pero cargado de imágenes y representaciones que poseen un sentido vital en la mente de los y las creyentes de nuestro país. De las 749 palabras de su discurso, él usó las primeras 416 para saludar a los asistentes y narrar la parábola del Buen Samaritano.
Después de esta introducción, y sin anunciar o marcar una transición a otro tema, empezó a hablar de “las primeras autoridades de la nación”, del Ciclo Productivo 2010 y del Programa del Bono Productivo Alimentario, como si el evangelio, Ortega, Jesús, la figura del Buen Samaritano y los programas del gobierno fueran partes de un todo armónico e inseparable (ver Gobierno de Unidad y Reconciliación Nacional: El Pueblo Presidente, 2010).
En su discurso –por lo menos en el que publica la página web del gobierno–, Eslaquit no dijo que Daniel Ortega era un Buen Samaritano. Lo que hizo fue mucho más sutil y efectivo: usó la parábola del Buen Samaritano para contextualizar sus referencias al gobierno y sus programas. Al hacerlo, creó una relación implícita entre la figura del Buen Samaritano y la de nuestro presidente, integrándolas dentro de una misma narrativa. Creó, en otras palabras, una relación tácita que los creyentes deberían materializar y consolidar en sus propias mentes.
Yo no sé si Eslaquit es lector de Jacques Rancière, pero lo que hizo guarda mucha relación con algunas de las ideas de este filósofo francés. En su libro El Futuro de la Imagen, Rancière nos enseña que la fuerza de una representación discursiva depende, con mucha frecuencia, de la capacidad del discursante para evitar hacer explícito el mensaje que quiere transmitir. Depende, en otras palabras, de la capacidad de insinuarlo y sugerirlo sin llegar a explicitarlo. Así lo hizo Eslaquit en su discurso.
Al crear una relación implícita entre la parábola del Buen Samaritano y los programas que se anunciaban ese día, Eslaquit transfirió a las acciones del gobierno de Ortega un sentido ético y una legitimidad que no le corresponden. Digo que no le corresponden porque, entre otras cosas, la parábola del Buen Samaritano expresa el sentido de caridad que predicó Jesús. Los actos de gobierno a favor de los más necesitados no deben representarse como actos misericordiosos motivados por la generosidad del Estado.
Desafortunadamente, en un país como el nuestro, este tipo de representación discursiva “hace sentido”. En nuestra cultura providencialista, la historia es un proceso que nosotros y nosotras no controlamos. Por eso, dependemos de la voluntad de Dios o del caudillo de turno.
Eslaquit no solamente distorsionó el sentido que debe tener un programa de gobierno. También falseó el evangelio que él está supuesto a respetar. La imagen que el evangelio trata de proyectar del Buen Samaritano es la de un hombre que, frente al judío herido que encuentra en su camino, es capaz de trascender las diferencias políticas y teológicas que separaban a judíos y samaritanos en los tiempos de Jesús. ¿Qué tiene que ver el humanismo y la tolerancia que expresa esta parábola con la actuación de un hombre que, como Daniel Ortega, ha aprendido a vivir del conflicto que genera su visión ensimismada, estrecha y absolutista del poder?
Jesús hacía uso de las parábolas como un instrumento didáctico para aclarar su visión de Dios y de la historia. Eslaquit, por su parte, las usa para enredar lo que Jesús quiso decir. No conozco sus razones, pero deben ser pesadas como para empujarlo a violentar el propio evangelio.
Pero no nos desesperemos. A pesar de los Eslaquit, los Mata y los Obando de nuestro desgraciado país, el horizonte de la Iglesia Católica Nicaragüense no está completamente cerrado. Dentro de esta institución también laboran hombres y mujeres de bien. De ella pueden surgir voces que contribuyan a la modernización de la cultura religiosa de nuestro pueblo. Yo creo escuchar una de estas voces en la palabra de Monseñor Silvio Báez. De él, sus declaraciones y sus escritos hablaremos la próxima semana. Mientras tanto, conviértanse ustedes en la Providencia de Dios.
Comentarios
Eduardo:
Santo Padre Nuestro
Que estás en los cielos
No permitas utilizar el nombre vuestro
Para ponerlo por los suelos
Cuando llegue el juicio final
Ahí estaremos todos presentes
Despojados de todo lo carnal
No habrá privilegios de presidentes
Pobre de aquel que se haya burlado
De las leyes divinas
Creyendo tener el poder de su lado
Marlene: La verdad que Eslaquit hizo lo que han hecho todos los sacerdotes corruptos de Nicaragua, inventarse un discurso de “madurez” y recibir su billetito del gobierno. Un sacerdote corrupto más. Señor Andrés, lo felicito por su columna tan crítica y por su forma de escribirla, desde un lenguaje inclusivo de hombres y mujeres sin ser cansado leerlo. Leo frecuentemente su columna, aunque no opino siempre.
David: Esa hilvanación implícita de significados es un mecanismo retórico de persuasión bastante común en personas que quieren convencer a una audiencia sobre su versión de un tema controversial. Es también, según lo dicho por analistas de discurso, uno de los mecanismos ideológicos más insidiosos. Hablo de ideología como un sistema de representaciones que encubre o distorsiona una realidad dada.
Así, por ejemplo, puede decirse que la religión se convierte en ideología en el discurso del gobierno. Pero ¿será este discurso ideológico tan poderoso como lo dice Andrés? Una cosa es ver detalladamente la forma en que se produce este discurso, y otra, la infinidad de maneras en que el común de la gente decodifica el mensaje. Pensar que con el uso de imágenes y símbolos religiosos, la gente simplemente va a caer en la trampa discursiva de los padres Eslaquit, o los Obando o los Murillo de esta tierra, es subestimar la capacidad intelectual del pueblo. El hecho de que el discurso del gobierno sea a menudo absurdo –es absurdo que para justificar las acciones del gobierno se recurra a un acto de fe y a razones divinas– atestigua lo ilegítimo de muchas de sus acciones. A fin de cuentas, el apoyo electoral con que cuenta el FSLN está en “alitas de cucarachas”. No por nada se hizo el fraude en las elecciones municipales de 2008.
El FSLN tiene poder por la debilidad y corrupción de sus adversarios, una oposición desorganizada de figuras políticas más interesadas en su bien personal que en el colectivo. Han sido incapaces de articular una voz común y, mucho menos, capturar el sentido de las aspiraciones de los nicaragüenses. El discurso del FSLN por lo menos le habla a los pobres, aunque de manera unilineal y monológica. Les hace sentir (de manera ilusoria) que después de “19 años de neoliberalismo” (hoy más vigente que nunca), el FSLN es su gobierno. En fin, el discurso del FSLN es más efectivo que el discurso legalista de los adversarios de Daniel.
Finalmente, un llamado a los contribuyentes de este blog. En lugar de lanzarse en diatribas virulentas contra el gobierno y el sandinismo, traten de argumentar. Hagan ese ejercicio de “duda radical” del que habla Andrés; examinen sus supuestos; debatan y propongan ideas, pero fundamentadas; no sólo “porque sí”. Les aseguro que es un ejercicio saludable, ayuda a ver las fortalezas y debilidades, no sólo del otro, sino también las propias.
Maribel: Leyendo tu artículo de esta semana y los comentarios, sitúo este tema en los debates sobre los mecanismos de la dominación del poder. Pierre Bourdieu tiene un importante trabajo sobre este asunto. Max Weber también lo trata en la Sociología del Poder cuando habla de los tipos de dominación. La dominación es algo que se ejerce en virtud de intereses y en virtud de autoridad. La autoridad necesita ganar legitimidad, con razón o sin ella. Un poder político trata de confirmar su legitimidad haciendo uso de otras “legitimidades”, como la Iglesia.
La organización política, desde hace ya varios siglos, ha tratado de evolucionar hacia una legitimidad de autoridad basada en el Estado y el respeto de la ley, a la que también el Estado está sometido.
Esto ha fallado en Nicaragua. ¿Quién va a imponer la preponderancia de la ley? La tradición patriarcal, lo que Max Weber llama patrimonialismo y el “sultanismo”, su forma extrema, pueden perdurar.
Moncho: ¡Qué Bourdieu ni qué niño muerto! Eslaquit es simplemente una triste muestra de la claudicación, de la entrega, de la capitulación, de la tendencia que existe en Nicaragua a venderse ante el avasallador poder del dinero. Eslaquit dice sentirse contento porque su resentimiento se acabó. Me pregunto entonces si dejará de bañar de epítetos a Arnoldo Alemán, a quien parece odiar. Antes Eslaquit marchaba con la Coordinadora Civil. ¿Acaso las limosnas de Violeta Granera y Azalea Avilés dejaron de ser atractivas? Quizá los Alba Dólares fluyen más caudalosamente.
José: Me extraña su aversión por Monseñor Mata, Don Andrés. El sandinismo no es una ideología más, el sandinismo no es solamente un partido más en el poder. No, el sandinismo es avasallamiento, es asesinato selectivo por medio de sicarios, incluso de sus propios camaradas. Mire Ud. los casos de Chicho Zepeda, Carlos Guadamuz, Herty Lewites, Alexis Argüello, el comisionado Christian Munguía y muchos otros que han quedado en la sombra y que los medios de comunicación no mencionan siquiera. El sandinismo es la barbarie. Mire usted el atroz asesinato de Arges Sequeira, de Jorge Salazar, de Enrique Bermúdez y de centenares de comandos desalzados de la resistencia. Recuerde Ud. que el ex coronel Boitano reconoce más de 2,000 asesinatos políticos ejecutados por el FSLN. Recuerde el asesinato del ex coronel Davidson Blanco, y los del Chele Aguilera y Franklin Montenegro, asesinados en la cárcel. Recuerde a los Mískitos bombardeados, que huían guiados por Monseñor Salvador Schlaefer, y los Mískitos arrasados en el Operativo “Navidad Roja”. Recuerde los más de 20,000 adolescentes que murieron en el Servicio Militar para defender las fortunas de los nuevos ricos sandinistas. El sandinismo es muerte, es odio, es perversión.
Doug: De acuerdo con el artículo. El discurso del nica-palestino Eslaquit fue un mensaje sutil y subliminal, utilizando toda su astucia y perspicacia para asociar sutilmente a Ortega con el “Buen Samaritano” de la Biblia. Pero estamos claros que ni Eslaquit es nuestro Jesús, ni Ortega es el Buen Samaritano. En cuanto al concepto de “Sandinismo”, José lo ha dicho casi todo.
Fidel: Comparto, como una buena parte de la gente que ha opinado aquí, tus reflexiones acerca del caso reciente de Eslaquit y de otras personalidades religiosas que se han metido al juego político. Tengo algunas dudas (aunque intuyo que algo de esto que te voy a exponer lo vas a abordar la próxima semana). En otras ocasiones has mencionado la necesidad de cambiar la idea de Dios que se ha instalado en nuestra clase política y entre una buena parte de las comunidades religiosas en Nicaragua. Siempre has usado la expresión “cambiar” o “transformar” la idea de Dios; creo –pero es un suponer– que, en atención a la enquistadísima cultura religiosa de nuestro pueblo, no has hablado de “anulación” de la idea de Dios, o de “liberarse de la fe”, tal vez porque sostener esta tesis es poco realista en función de la muy asentada religiosidad de nuestro pueblo, y de las experiencias pasadas cuando, desde el Estado, se ha pregonado el desprecio por la fe religiosa.
Las preguntas son: si el camino no es –como ya intentamos alguna vez– decretar el ateísmo de Estado (¿exagero en esto?) y entrar en conflicto con el clero; si la meta no es “trascender la fe”, o “acabar con la idea de Dios”, y si más bien lo que planteamos es la transformación de esa idea de Dios, hacia la imagen de un otro Dios diferente, que no anule la fe, pero que sí procure instalar la idea de que somos dueños de nuestro propio destino, entonces, ¿en qué consistiría esta nueva imagen de Dios? ¿Habrá que echar mano de nuevo de la Teología de la Liberación? ¿Una Teología de la Liberación actualizada o no? ¿O del humanismo cristiano del que has hablado en otras ocasiones? ¿Cómo se opera, en lo práctico, este cambio, este tránsito cultural de una idea de Dios a otra? ¿Y sobre quiénes recae esa tarea?
Es verdad: son demasiadas preguntas a la vez, y parece, una vez más, que te estuviéramos pidiendo las recetas para todo. Pero no; no se trata de preguntarte por un “plan de acción” para una “revolución de la idea de Dios”; yo quería preguntarte nada más hacia dónde te parece que debemos ver sobre el tema religioso en Nicaragua. Cómo abordarlo, por ejemplo, con la gente de la calle, o con algunos/as compañeros/as que aún no comprenden esta necesidad. En fin, pues, algún ejemplo, alguna orientación sobre cuál es la idea de Dios y la práctica de la fe que sí puede aportar a la idea de liberación y a la apropiación de la gente de sus propios destinos, una vez que ya empezamos a conocer cuál es la idea de Dios que nos aturde y nos obstaculiza.
Amílcar: Andrés Pérez, comparto tu enfoque. Una pequeña observación: la parábola conocida como del Buen Samaritano tiene que ser citada como “la parábola del Samaritano”. El “bueno” no existe en el texto; se lo pusieron posteriormente, como si los samaritanos fueran generalmente malos. El evangelio habla de “un tal samaritano”, un samaritano cualquiera.
Por lo que se refiere a las figuras de la Iglesia Católica nicaragüense que mencionan, hay dos cosas que son evidentes: padecen de una gran ignorancia teológica y bíblica (Obando, Eslaquit, Montenegro, etc.); y arrastran una cola infinita que anula su libertad profética para evangelizar. Yo soy ateo y por ende no creo en infiernos y babosadas de este tipo. Pero ojalá que para estos curas exista Dios, y que tengan que rendirle cuentas sobre cómo lo han manipulado.
Tiempo de callar, tiempo de hablar
22/6/2010
El título de esta entrega está tomado del título de la tesis doctoral del Padre Silvio José Báez Ortega, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Managua. La tesis Tiempo de Callar y Tiempo de Hablar: El Silencio en la Biblia Hebrea, y el resto de la importante producción intelectual de este sacerdote, se ubican dentro de lo que se conoce como “teología y espiritualidad de la liberación” (Macase, sin fecha de publicación).
La semana pasada señalé que los escritos, la prédica y las valientes declaraciones públicas de Báez sobre la calamitosa situación de nuestro país ofrecen una esperanza para quienes deseamos la modernización de la cultura religiosa y política de nuestra sociedad. Esta modernización es necesaria para trascender lo que Báez describe, en una de sus declaraciones, como el sentido mágico de la religión que en nuestro país facilita la manipulación política de la fe (Báez, 2009).
Mis impresiones sobre Báez se las comuniqué hace poco a una buena amiga nicaragüense. Sorprendida, ella me contestó: “¡No puede ser! ¡Báez es un defensor de la posición de la Iglesia Católica con relación al aborto!” La sorpresa de mi amiga se debe a que ella conoce lo que yo pienso sobre la legislación que, el 26 de octubre de 2006, criminalizó el aborto terapéutico en Nicaragua. Báez defiende esta resolución legislativa como una medida necesaria para la defensa del respeto a la vida. Yo la considero un atentado contra la vida, la salud y la dignidad de las mujeres pobres de Nicaragua.
A pesar de esta diferencia (y otras), yo quisiera señalar lo positivo que tiene la visión social y el discurso religioso de Báez. Para empezar, su pensamiento y su palabra trascienden el nivel de las simples opiniones que, casi siempre al peso de la lengua, acostumbran a expresar muchos de los líderes y figuras públicas de nuestro país. Puesto de otra forma: supera el discurso incoherente y superficial que dominan el debate religioso y político nicaragüense.
El pensamiento de Báez es un pensamiento crítico en el sentido de que sus posiciones (frente al aborto, o frente a la crisis del Estado, o sobre la responsabilidad social de los y las cristianas) se sostienen en justificaciones éticas y lógicas explícitas que permiten identificar coincidencias y diferencias razonadas. El discurso que se deriva de este pensamiento crítico, por lo tanto, posibilita el debate constructivo que tanta falta hace en nuestro país.
En esta ocasión quiero destacar uno de los pilares sobre los que se afirma la visión y el discurso religioso de Báez: el determinante papel de la palabra en la construcción del Reino de Dios.
¿En la construcción de qué? Dirán asustados algunos…
Para muchos y muchas de ustedes, la expresión “El Reino de Dios” tiene una connotación esotérica. En realidad, esta expresión tiene un sentido quimérico y espectral en la tradición providencialista, sobrenatural, mágica y pseudo-espiritualista cristiana que es dominante en nuestro país. En la tradición teológica del Padre Báez, sin embargo, la idea del Reino de Dios no hace referencia a un espacio celestial poblado de querubines. Esta idea, más bien, expresa la convicción de que el amor y la justicia pueden y deben convertirse en los principios rectores de los modelos de organización de la sociedad.
Dice Báez en su artículo “La Trinidad en la Vida de Jesús”: “el reino de Dios es una expresión tomada de la tradición judía que indica la plena realización de la realeza divina en la historia. Jesús de Nazaret se presenta como su gran heraldo (lo anuncia con su palabra) y su mediador último y definitivo (a través de su persona y de sus acciones el reino irrumpe en la historia)” (Báez, 2000).
Luchar por el Reino de Dios, desde esta perspectiva, implica participar activamente en la definición de las normas, los procesos y las instituciones dentro de los que opera la sociedad. “No basta rezar”, como dice la canción de Los Guaraguao. La oración y las manifestaciones religiosas de fe, dice Báez, no nos eximen de expresarnos públicamente para hacer crecer los valores de “la unidad y la justicia, los valores del Reino de Dios…” (Báez, 2009a).
¿Pero qué significa la unidad y la justicia en un país como Nicaragua? ¿Cómo traducir estos valores en prácticas e instituciones? Estas preguntas nos mueven a abrir las puertas del silencio reflexivo que, para Báez, es consustancial a la palabra que lucha activamente por el triunfo de la justicia y el amor aquí en la tierra, aquí en Nicaragua. Dice Báez, en las conclusiones de su tesis doctoral: “La palabra encuentra su realización sólo en la acogida atenta y silenciosa de la escucha” (Báez, 1999).
En otras palabras, para responder la pregunta sobre cómo hacer realidad los principios de la justicia, la unidad y el amor cristiano, es necesario escuchar la palabra del otro y de la otra; el silencio del otro y de la otra; el llanto y la rabia del otro y de la otra. Implica, pues, la práctica de la escucha respetuosa y atenta que, desgraciadamente, no forma parte de nuestros hábitos y de nuestra cultura.
En otra de sus declaraciones, Báez lamenta que los nicaragüenses “no hemos aprendido a escucharnos unos a otros” y señala que carecemos de la “capacidad de introspección” (Báez, 2009b). Hace más de setenta años, Santiago Argüello también lamentaba nuestro “bullente [y] epiléptico entusiasmo por la retórica de la bocacalle”, y nuestro aprecio por “esa viveza criolla que enreda y enturbia con fin deliberado, y que encubre con una hojarasca de palabras la víbora de la intención”. La nuestra, decía Argüello con dolor, es una cultura “intoxicada de tribunismo” (Argüello, 1997, 36-40). La nuestra, dice Báez hoy, con el mismo dolor, es una cultura “demasiado superficial” (Báez, 2009b).
Frente a nuestros vicios culturales, Báez predica el silencio reflexivo “como actitud de sabiduría” y como “actitud interior que brota del respeto por lo no conocido”. No se trata de un silencio cómodo, oportunista y, muchos menos, cobarde. Esos silencios no los necesitamos. De este tipo de silencio están llenas las sesiones de esa cosa que llamamos la Asamblea Nacional. El silencio del que habla Báez es uno en el que el hombre y la mujer cristiana desarrollan su fuerza y su inteligencia para luchar por el Reino de Dios.
Dice Báez que hay un tiempo para callar, y un tiempo para hablar y expresar lo que solamente puede nacer del “silencio positivo, constructivo y creador de comunión”; es decir, del silencio creador de una unión afectiva con los demás (Báez, 1999).
Ojalá que Báez no sucumba ante los halagos de los que querrán convertirlo en el santo patrón de sus inconfesables ambiciones. Ojalá que burle las trampas y resista los insultos de los que, seguramente, ya reconocen la capacidad de su discurso para desnudar la mentira que vive nuestro país. ¡Ojalá!
En la próxima entrega abordaremos las preguntas elaboradas la semana pasada por Fidel, nuestro amigo y colaborador: ¿por qué en vez de hablar de la transformación de la idea de Dios, no hablamos de una vez por todas de la anulación de esta idea? Y si es que solamente la podemos transformar, agrega, ¿cómo empezar esta tarea?
Comentarios
Reynaldo: ¡No sabía que usted, Dr. Pérez-Baltodano, es teólogo!
Amílcar: Yo soy ateo, pero respetuoso de los creyentes que hacen de Dios una motivación seria para luchar por la transformación de la sociedad y por un mundo mejor, con justicia, equidad y paz. Por eso sostengo: “No me interesa si Dios existe, me interesa de qué parte está”. No tengo duda de que es el hombre quien creó a Dios a su imagen y semejanza; no tengo duda de que las religiones han sido históricamente motivo de guerra y de odio y de que tiene razón Saramago cuando afirma que “si hubiera un poco más de ateísmo el mundo sería mejor”. Y termino con Saramago: “Ahora, considerando que hemos inventado a Dios y Alá, con las desastrosas consecuencias que todos conocemos, la posible solución sería crear un tercer dios con suficientes poderes para obligar a los impenitentes malintencionados a deponer las armas y dejar la humanidad en paz. Y después, este tercer dios nos tendría que hacer el favor de salir del escenario en el cual se desarrolla la tragedia de un inventor, el hombre, esclavizado por su misma creación, dios”. Lo más probable es que esto no tenga remedio y que las civilizaciones continuarán enfrentándose las unas con las otras.
Nach: Amílcar, que cites a un personaje de la poca altura moral del comunista Saramago (al que nunca le oí criticar el régimen de Fidel, muy al contrario lo ensalzaba), te descalifica. “Deus caritas est”: Dios es Amor. Amigo, no creo que el mundo fuese mejor si quitásemos a Dios de nuestras vidas.
Maribel: La dificultad es que no se puede razonar la idea de Dios como si se tratase de cualquier otra idea. Dios tiene que ver con los atavismos y tiene que ver con los afectos. Tiene que ver con los contenidos, las evoluciones culturales, con su atraso y sus miedos. Y tiene que ver con todos los que se aprovechan de la pobreza para reinar sobre ella. Dios –Él no ha debido enterarse– ha sido utilizado para construir sentimientos sociales. La historia está plagada de ejemplos de cómo esta idea ha sido infestada de intolerancia, hasta de crimen.
El sentimiento de Dios, de mi infancia, tiene la doble faceta de la sinceridad de las mujeres que me rodearon con su afecto, a las que mucho debo en mis propios sentimientos. Pero en España, la idea de Dios del franquismo fue la cruzada del aniquilamiento; la caverna de víboras que quisieron destruir la razón; los obispos que bendecían los cañones para matar a los impíos que todavía siguen botados en las cunetas de los caminos. “Por sus hechos los conoceréis”. Las creencias que ayudan a construir sociedades mejores son respetables, no así las que esconden los abusos del poder.
¿Transformar o desechar la idea de Dios?
28/6/2010
Siempre que he criticado el providencialismo dominante en la cultura religiosa nicaragüense, he terminado proponiendo la rearticulación de esta idea de Dios para, entre otras cosas, facilitar el desarrollo de una visión moderna de la política y de la historia en nuestro país. Frente a este argumento, ustedes han hecho dos preguntas: ¿Por qué en vez de luchar por la transformación de la idea de Dios no luchamos por eliminar esta idea de una vez por todas? Y la otra pregunta: ¿Si es que no podemos deshacernos de Dios, ¿cómo podemos superar el providencialismo que nos aplasta? Tratemos de responder hoy a la primera de estas preguntas.
Pero antes, quiero aclarar al amigo Reinaldo que yo no soy un teólogo. Un teólogo es una persona que dedica su vida al estudio sistemático y ordenado de la teología. Soy simplemente un cristiano que trata de evitar vivir como un creyente perezoso que no piensa en las razones de su fe. Peor que esto es un ateo haragán que no hace el esfuerzo mental que se necesita para elaborar una posición razonada para negar la existencia de Dios.
¿De qué hablamos cuando hablamos de Dios? Yo no voy a decir lo que Dios es, porque creo que, como dice el filósofo Ludwig Wittgenstein (1889-1951), “es mejor callar frente a aquello de lo que no se puede hablar”. Y tiene razón. Hasta el brillante Doctor de la Iglesia, San Agustín de Hipona (354-430), reconoció su incapacidad para elucidar lo que es Dios cuando dijo: “Si nadie me lo pregunta, lo sé; si trato de explicarlo, no lo sé”.
No me culpen, pues. Hasta el mismísimo Dios de la Biblia evitó definir su identidad cuando se identificó frente a Moisés con un misterioso juego de palabras: “Yo soy el que soy”.
Por su inexplicable naturaleza, Dios ha sido imaginado y representado de mil y una formas: como un hombre moreno con cabeza de elefante (el amoroso Ganesha de la tradición hindú), o como un hombre blanco con rostro severo (el de la tradición judeo-cristiana en la que se inspiró, por ejemplo, Miguel Ángel), o como Minerva (la diosa mujer de la sabiduría de los romanos), o como una serpiente emplumada (el Quetzalcóatl de la tradición mesoamericana precolombina), o, simplemente, como un nombre: Alá, sin representación visual.
Le hemos atribuido a Dios la función de arquitecto, ingeniero y administrador del universo y de la historia, como en la tradición teísta tradicional, o lo hemos imaginado simplemente como un artista que, después de crear el mundo, se retiró para presenciar el desarrollo de nuestra historia sin intervenir en ella, como en la tradición deísta de Jefferson y Voltaire.
Hemos imaginado a Dios como una energía o fuerza numinosa que se expresa en el universo y la naturaleza (como en la tradición panteísta que enseña que “el todo, el universo y la naturaleza, es Dios”); o bien, hemos pensado que esa energía o fuerza numinosa se expresa en el universo y la naturaleza, pero que al mismo tiempo las trasciende (como en la tradición panenteísta que defiende la idea de que “Dios es el todo”). De estas dos tradiciones, dicho sea de paso, se alimenta el guion de la película Avatar. En el hinduismo, un Avatar es el descendiente de una deidad.
Hemos imaginado que existe un solo Dios, como en la tradición abrahámica, o que existen varios dioses y diosas, como en la injustamente vilipendiada tradición pagana que todavía celebra nuestra amiga Maribel.
Por encima de las múltiples representaciones que hemos hecho de Dios, se han edificado mil y un ritos, mil y una religiones, mil y una iglesias con sus jerarquías, virtudes, pecados, fobias y confusiones. Y hemos terminado encarcelando, torturando y asesinando en nombre de nuestro Dios a todos los que no piensan como nosotros.
¿Qué representan, qué esconden las diversas representaciones que hemos elaborado de la idea de Dios? No estoy tratando de definir lo que es Dios. Ya dije que no sé cómo hacerlo. Ni siquiera sé si el verbo ser puede ser usado en este contexto.
Lo que sí puedo y estoy obligado a hacer, lo que sí vos podés y estás obligada a hacer, es tratar de entender el papel que ha jugado la idea de Dios en la historia, en la historia de seres de carne y hueso como ustedes, como yo, como los afectados del Nemagón que mueren esperando un milagro que los cure o, por lo menos, nuestra atención. ¿Cuál ha sido este papel?
Arriesgo una respuesta: Dios representa nuestra respuesta a Lo Fatal, a la “inmensa pesadumbre” que se deriva de no saber “a dónde vamos ni de dónde venimos”. Pero no hablemos o especulemos sobre lo que existe o no existe antes y después de los dos signos de interrogación que marcan el comienzo y el final de la vida. Concentrémonos en entender el significado de Dios en el espacio de tiempo que existe entre estos dos signos. Dios representa, en un ámbito más limitado, el sentido con el que tratamos de superar el vacío existencial que se deriva de vivir entre dos interrogantes.
¿Qué nos impulsa a buscar este sentido? ¿El miedo del que habla Nietzsche? ¿La dinámica genética evolucionista que propone Richard Dawkins? ¿O algo omnipotente, omnipresente, omnisciente y, por lo tanto, divino? No discutiré estas preguntas, pero puedo decir que ni Nietzsche ni Dawkins me convencen.
Regresemos, entonces, a hablar de Dios en la historia y concluyamos que podemos borrar la palabra Dios de nuestro vocabulario, pero no podemos evitar la búsqueda del sentido existencial que expresa esta idea. Podríamos no volver a mencionar a Dios, pero tendríamos que hablar de Nirvana, la Razón, la Historia, lo Absoluto, el Gran Arcano, la Dirección Nacional, Mao o cualquier cosa que ofrezca un sentido para vivir.
Si aceptamos que la idea de Dios expresa el sentido que se impone sobre el sinsentido de la vida, y si aceptamos que es imposible vivir sin este sentido, tendríamos, entonces, que aceptar que en vez de tratar de eliminar la idea de Dios, deberíamos concentrar nuestros esfuerzos en dos cosas: evaluar las diferentes expresiones del significado esencial de esta idea en la tradición judeocristiana, a la que, por razones culturales o confesionales, pertenecemos los y las nicaragüenses; y luchar por la consolidación de aquella que, a nuestro juicio, contribuya más efectivamente al desarrollo de la condición humana en nuestro país y en nuestro sufrido planeta.
¿Cómo hacerlo? ¿Cómo evitar que los Obando y los Ortega de este mundo sigan reproduciendo y manipulando la idea de un Dios tan arrogante, feo y arbitrario como ellos? De esto hablaremos la próxima semana. También hablaremos de nuestro encuentro, que se realizará el sábado 17 de julio a las dos de la tarde. Apúntenlo y, por favor, confirmen su participación con una nota dirigida a: generacion21@live.ca.
Mientras tanto, los dejo con una frase de antología que nos regaló Amílcar la semana pasada: “No me interesa si Dios existe, me interesa saber de qué parte está”.
Comentarios
Francisco: ¡Qué aburrido hablar de Dios!
Amílcar: Yo con Dios no me hago muchos problemas. Estoy convencido de que es una creación del hombre, es un medio para vivir. Pero sostengo que si para muchos esta idea, esta presencia, esta realidad los hace felices y los compromete a trabajar por la justicia, la paz, y los derechos de todos los hombres y las mujeres, pues benditas sean todas las religiones. El problema es que las religiones y las ideas de Dios han llevado a la humanidad a las guerras, a las conquistas, a la intolerancia. Lamentablemente, las religiones son motivo de desunión y de fanatismo. En todo caso, preferiría una fe sin religión y no religión sin fe. Las religiones son simplemente sistemas de poder.
Luis: No me parece convincente el argumento de que el providencialismo es la causa principal del atraso político y económico que existe en Nicaragua. Recordemos que en Costa Rica, nuestra vecina del sur, practican el mismo cristianismo tradicional (providencialista) que se practica en Nicaragua. Sin embargo, el nivel de vida y desarrollo humano en nuestra vecina del sur es muy superior al de Nicaragua y además viven en un sistema democrático desde hace unos 50 años. Es cierto que el providencialismo ha influido en muchas actitudes de la política nacional, pero me parece, como señala Alejandro Serrano Caldera, que es nuestra cultura política caudillista el principal problema a superar.
Actualmente tenemos al menos tres caudillos: Ortega, Alemán y Montealegre, y montones de aspirantes a caudillos que andan por ahí. Sería interesante saber qué opina Andrés Pérez-Baltodano.
Por otra parte, me parece que modificar una cultura religiosa es todavía más difícil que modificar una cultura política. Para modificar el cristianismo tendríamos que reescribir gran parte de la Biblia, que es la que plantea en primer lugar esa imagen de un Dios proveedor. Que la Biblia sea así es comprensible, porque si Dios no es proveedor, entonces ¿para qué sirve la religión? Quizás se podría hacer algo parecido a lo que hizo el fundador de la secta de los mormones, que escribió su propia Biblia a su gusto y antojo, pero no creo que tenga mucha acogida esta idea.
En cuanto a la idea filosófica de Dios, yo comparto mucho el análisis hecho por Feuerbach, el principal representante de la izquierda hegeliana y una de las principales influencias de Marx. En su obra La esencia del cristianismo, él sostiene que es el hombre quien ha creado a Dios a su imagen y semejanza y no al revés. Esto ha tenido resultados desafortunados, pues ha terminado por alienar al ser humano, quien atribuye al Creador todo lo bueno y lo justo, negándose a sí mismo (al ser humano) esas virtudes. El bueno es Dios, el perfecto es Dios, el ser humano es malo por naturaleza y por eso necesita de la ayuda divina. Por eso yo simpatizo más con otros credos como el budismo, que le da más protagonismo al ser humano haciéndole capaz de superar sus propias limitaciones por sí mismo.
Baltazar: ¿Qué hay de los no creyentes? ¿Qué sentido tiene tratar de entender el papel que ha jugado la idea de Dios en la historia para los no creyentes? ¿Cuál es el afán de explicar todo con su determinismo teológico?
Myron: ¿Tratar de entender el papel que ha jugado la idea de Dios en la historia? Obvio: muerte, muerte y más muerte.
Para rearticular la idea de Dios
5/7/2010
Prometí que esta semana empezaríamos a hablar de posibles estrategias para la rearticulación de la idea de Dios. No puedo, sin embargo, dejar de al menos mencionar las importantes preguntas que ustedes hicieron la semana pasada. Ustedes han escrito: “¿Cuál es el afán de explicar todo con su determinismo teológico?”, “¿Dónde quedo yo y otros ateos como yo en esta discusión?”, “¿Por qué hablar de cristianismo si la mayoría del mundo no le reza a Jesús?”, “¿Cómo es que los costarricenses, que comparten nuestra cultura religiosa providencialista, han podido construir una sociedad superior a la nuestra?”
Poco a poco iremos explorando estas preguntas. Al hacerlo, nos acercaremos gradualmente a la definición de estrategias de acción para la transformación de la cultura religiosa de nuestro país.
Recapitulemos: Nos propusimos trabajar en la construcción de un nuevo pensamiento político para Nicaragua. Esto no significa construir una nueva doctrina partidaria y, mucho menos —¡ni Dios lo quiera! — un nuevo partido. Hablo de la necesidad de promover la construcción de un nuevo paradigma cultural dentro del cual podamos ser verdaderos o mejores socialistas, verdaderos o mejores liberales, verdaderos o mejores conservadores, verdaderos o mejores sandinistas, o cualquier cosa que queramos y podamos imaginar, con seriedad.
Creo también que aceptamos que el pensamiento político dominante en nuestro país se nutre de nuestra cultura religiosa. Este no es un argumento controversial. Las relaciones entre lo religioso y lo político han sido abundantemente explicadas por las ciencias sociales, la psicología y hasta la biología evolucionista. En algún momento hablaremos de estas explicaciones.
Tampoco es determinista la relación que hemos establecido entre cultura religiosa y cultura política en nuestro país. El determinismo no deja espacio para la libertad humana. Yo pienso, por el contrario, que en toda situación existen espacios de libertad que podemos usar para transformar la realidad. Los existen en Nicaragua hoy, a pesar de la oscurana que nos envuelve. El papel del pensamiento es, precisamente, “transformar la oscurana en claridad”. A eso hemos dedicado este blog.
Aclaro, también, que hablo de cristianismo —y no de budismo, ateísmo, u otra tradición—, no porque yo sea cristiano, sino porque estamos hablando de Nicaragua y de la tradición religiosa que es dominante en nuestro país. En este sentido, el asunto de hablar o no hablar de cristianismo no lo decido yo. Lo decide la naturaleza de la realidad nicaragüense que queremos cambiar; a menos que queramos imaginar que somos suecos; o a menos que queramos hacernos los suecos frente al innegable peso del cristianismo en nuestro país. Los marxistas latinoamericanos así lo hicieron y pagaron caro por este grave “pecado” de omisión.
Tenemos, entonces, que hablar de la palpable realidad de la cultura religiosa dominante en Nicaragua, si es que queremos cambiar esta realidad; porque no podemos crear una visión del futuro que queremos si no tomamos en cuenta lo que somos en el presente que vivimos. Al fin y al cabo, como dice el argentino José Aricó (1931-1991), el más brillante de los marxistas latinoamericanos del siglo pasado, cualquier visión de futuro es, necesariamente, “la proyección de algo que ya está en el presente” (Aricó, 1999, 37).
Así, ni Moisés, ni Jesús, ni Lutero, ni los teólogos de la liberación, inventaron una visión ética a partir de la nada. Todos ellos usaron y redefinieron el sentido de los principios que formaban parte del sistema cultural de las sociedades en las que lucharon. Lo mismo puede decirse de muchos de los principales teóricos del pensamiento político moderno. Locke y Hobbes, para citar dos ejemplos, construyeron nuevas visiones del poder y de la historia impregnando las viejas representaciones religiosas y políticas del mundo, de nuevos significados.
Y para los marxistas ateos que piensan que hablar de Dios es una pérdida de tiempo, les recuerdo: Marx no evadió el tema de Dios y la cultura religiosa de su tiempo. Lo que él hizo fue asumir que Feuerbach había dicho la última palabra sobre este tema.
Nadie en Nicaragua, sin embargo, podría argumentar, con un mínimo de credibilidad y de seriedad, lo que argumentó Marx cuando señaló que “la crítica a la religión [en Alemania] había sido completada”; es decir, que “la crítica del cielo” debía ser sustituida por la “crítica de la tierra”; que “la crítica de la religión” debía ser desplazada por la “crítica del Derecho”; y, finalmente, que “la crítica de la teología” debía ser sustituida por la “crítica de la política”.
En Nicaragua sigue pendiente la crítica del cielo, la crítica de la teología y la crítica de la religión, porque la cultura política dominante sigue estando fuertemente condicionada por la cultura religiosa que impera en el país. Más concretamente, las ideas modernas de la democracia y del Estado de Derecho que enarbolamos en Nicaragua coexisten con visiones providencialistas y pre-modernas de la historia. Nuestro debate sobre estas ideas se desarrolla sobre una flaca nata de modernidad que flota precariamente sobre el océano de providencialismo religioso que condiciona la práctica política y las visiones del poder y de la historia de la inmensa mayoría de los nicaragüenses. No ignoremos esta realidad.
Así que, Francisco, no digás, como escribiste la semana pasada, que es “aburrido hablar de Dios”. Bebé pinolillo y cárgate de entusiasmo. Tu reto, mi reto, el reto de todos los que queremos una Nicaragua justa y democrática es asumir la responsabilidad de resolver la contradicción entre providencialismo religioso y modernidad política en nuestro país. El resto son detalles.
Nos vemos virtualmente la próxima semana y, personalmente, el 17 de julio.
El conversatorio se realizará en el Centro Ecuménico Antonio Valdivieso. El propósito de este encuentro es continuar y enriquecer el diálogo que hemos sostenido a través de este blog. Sugiero que en este encuentro trabajemos con una estructura sencilla: dos horas de diálogo para profundizar los temas que hemos abordado hasta esta fecha, y una tercera hora para que evaluemos el blog Generación XXI y exploremos lo que podemos hacer a través de este espacio, para contribuir a la solución de algunos de los problemas que sufre nuestro país. Por favor, confirmen su participación escribiendo a la dirección: generacion21@live.ca
Comentarios
Francisco: OK. Voy a tomar pinolillo, pues. Nos vemos el 17.
Francisco: Recientemente conversaba con alguien que está empecinado en decir que ya existe una dictadura en Nicaragua. Yo le preguntaba que cuál es el miedo y el temor a un segundo período de Daniel en la presidencia. A él le preguntaba: ¿Qué habla el clero de dictaduras cuando, en el nombre de Dios, ellos son ungidos para ser representantes del “Colodión” en estos parajes, sin que nada ni nadie los pueda remover de sus cargos, aun cuando se convierten en violadores, pedófilos, aprovechados y ladrones? ¡Como son los delegados de Dios en esta tierra, está bien! Respeto las creencias religiosas. El que quiera o sienta necesidad de creer, que crea. Pero si van a creer, que tomen la palabra de Dios y la Biblia en serio. Que vean la viga y el par de Torres Gemelas en sus ojos, antes de ver la viruta en el ojo ajeno.
Danilo: Aterrice, Pérez-Baltodano, así como aterrizaban las bombas de la Fuerza Aérea Sandinista contra los Mískitos en los años 80, y usted no decía nada.
Baltazar: ¿Acaso no es determinista su explicación teológica de la relación entre cultura política y cultura religiosa? Yo diría que es hasta absolutista.
Para salir del providencialismo
11/7/2010
Es posible que mi insistencia en la necesidad de analizar y deconstruir la cultura religiosa nicaragüense empiece a aburrir a algunos de ustedes. Voy, sin embargo, a seguir hablando de este tema en esta entrega, antes de tratar más directamente temas como la democracia, el Estado, los derechos ciudadanos, la sociedad civil y otros. Lo hago para responder algunas preguntas pendientes sobre el tema de nuestra cultura religiosa y, además, por estar convencido de que es imposible entender por qué somos como somos y por qué estamos como estamos, si no logramos identificar las raíces religioso-culturales de nuestra debilidad institucional.
Asumamos que por un acto de magia hiciéramos desaparecer hoy la idea y hasta el recuerdo del Dios de la tradición judeo-cristiana en Nicaragua. ¿Con qué llenas ese vacío normativo? ¿De dónde te agarras para establecer las definiciones socialmente necesarias del bien y el mal, de lo justo y lo injusto, de lo moral y lo inmoral? ¿Quién tiene el poder para hacerlo? ¿Vos? ¿Chicón Rosales? ¿El Banco Mundial? ¿Algún exótico gurú?
Nada le gustaría más a los que controlan hoy el poder en nuestro país, que sobre Nicaragua descendiera una tormenta que borrara de nuestra memoria las definiciones judeo-cristianas de la justicia y la libertad que, aunque maltrechas y abusadas, forman parte de nuestra infraestructura colectiva mental. Nada le gustaría más al Consejo de Comunicación que dirige Rosario Murillo, que esta tormenta transformara la mente colectiva de los nicaragüenses en una hoja en blanco que ella podría usar para reescribir estas definiciones.
Estoy seguro, sin embargo, que Doña Rosario no cree en la posibilidad de un ataque de amnesia colectiva en nuestro país. Ella, además, entiende que el cristianismo —como todo cuerpo de ideas— es maleable y está sujeto a múltiples interpretaciones. Así, en vez de proponerse eliminar o ignorar el cristianismo en Nicaragua, el FSLN de la familia Ortega-Murillo se ha dedicado a hacer tres cosas: aprovechar el providencialismo dominante; apoderarse gradualmente del capital simbólico del cristianismo nicaragüense; y, finalmente, comprar las conciencias de algunos de los más lúcidos sacerdotes y pastores de nuestro país.
Frente a este panorama, olvidar o ignorar que el cristianismo es, queramos o no, una dimensión integral de la cultura y práctica política en Nicaragua es dejar en manos del orteguismo el enorme peso y poder que tiene esta tradición religiosa en nuestra sociedad.
Más aún, abandonar o ignorar el cristianismo significa abandonar el cuerpo teórico y filosófico del que se nutre la racionalidad que, casi siempre sin saberlo, usamos para reclamar y protestar frente a los atropellos y abusos del gobierno. La democracia, los derechos ciudadanos y el Estado de Derecho que tanto reclamamos tienen su principal raíz en el doloroso, complejo y contradictorio desarrollo del pensamiento cristiano. Por eso, las ciencias sociales y la filosofía hablan del liberalismo como una versión secular del cristianismo; y del socialismo, como una extensión y profundización del liberalismo. Hablo de la filosofía liberal de Rousseau, Locke y Amartya Sen; no de los sin sentidos y las falacias de Eduardo Montealegre y Arnoldo Alemán.
En el cristianismo, entonces, podemos encontrar el germen de nuestros peores defectos culturales, pero también el de nuestras más nobles aspiraciones. El asunto, entonces, no es luchar contra el cristianismo como si se tratara de un pensamiento monolítico y absolutamente definido. El reto es cómo hacer para que nuestra tradición judeo-cristiana logre dar sus mejores frutos y evitar el tipo de manipulaciones y distorsiones que de esta tradición se hacen en Nicaragua.
Para aprovechar lo mucho de positivo que ofrece esta tradición, no es necesario reescribir la Biblia, como sugiere Luis en su correo de hace dos semanas. Lo que necesitamos hacer es reinterpretar las visiones de Dios, el poder y la historia que son dominantes en nuestro país.
¿Cómo lograrlo? En vez de una fórmula, pensemos en los ejemplos de Martin Luther King y el uso que este gran líder hizo de la tradición judeo-cristiana para legitimar su lucha por los derechos de los afroamericanos. Pensemos en la lucha de los homosexuales y lesbianas anglicanos que, hace tres semanas, en el desfile anual que celebran en Toronto para celebrar sus victorias y su lucha por la consolidación de sus derechos ciudadanos, le recordaban al mundo en sus pancartas que ellos también eran “hijos e hijas de Dios”.
Pensemos en Costa Rica, una sociedad que mediante el gradual desarrollo de sus niveles de educación ha logrado contrarrestar muchos de los condicionamientos de su tradición religiosa. El caso costarricense no es un misterio: una mente educada va, casi siempre, a problematizar y modernizar su interpretación de la idea de Dios y de la historia. Esto no sucede de la noche a la mañana. Tomó siglos en Europa y tomará mucho tiempo más para que Costa Rica resuelva las contradicciones y tensiones que todavía marcan la relación entre su cultura religiosa y su cultura política. Las nuestras, son peores.
Comparemos, por ejemplo, la manera en que Nicaragua y Costa Rica enfrentaron el Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos. En Nicaragua no hubo discusión. Con pragmática resignación vimos pasar este tratado por las manos de los legisladores de nuestro país y, a través de los medios de comunicación, nos enteramos que lo aprobaron. En Costa Rica, por el contrario, la población que estaba en contra y a favor de este, se movilizó de manera espectacular generando un debate nacional sin precedentes.
¿Qué nos dice esto? Yo arriesgo una respuesta: Los niveles de pragmatismo resignado son mayores en Nicaragua que en Costa Rica y esto está ligado al hecho de que la educación en este país vecino ha logrado atenuar el peso del providencialismo del que se alimenta el pragmatismo y la resignación. Puesto de otra manera: los costarricenses, más que los nicaragüenses, viven y practican la fe secular de la democracia que los hace sentirse dueños y responsables de su historia. No se han liberado del yugo del providencialismo, pero lo están haciendo. Los logros de su desarrollo son palpables, a pesar de la embestida del neoliberalismo contra la función social del Estado; y a pesar del inmenso poder que tiene el Opus Dei y otras organizaciones religiosas conservadoras en ese país.
Nosotros hemos perdido el tiempo que Costa Rica ha aprovechado para avanzar culturalmente. Por eso es que las nicaragüenses tenemos que pelear simultáneamente en varios frentes: en el de las políticas públicas para mejorar nuestro sistema educativo y nuestra economía; y en el de la teología, para erradicar el peso del providencialismo en nuestro país.
Y, para terminar, que nos perdonen los teólogos por meternos en estos asuntos: el tema de Dios es demasiado político y demasiado importante para dejarlo en manos de su honorable profesión.
Comentarios
Maribel: Estoy de acuerdo que para resolver un problema político que no es coyuntural, sino estructural, hay que ir a las raíces que provocan su reproducción generación tras generación. La controversia es necesaria para avanzar en una futura solución política, y por eso leo con interés los comentarios a tus argumentos para encontrar elementos de reflexión constructivos. Siento malestar y pesadumbre cuando constato comentarios que solamente descalifican y que no argumentan nada.
Para próximos artículos, me parecería importante si puedes guiar una reflexión de cuál sería la revolución cultural necesaria en Nicaragua para cambiar positivamente al país en una generación. ¿Cuáles serían los valores que guiarían una movilización masiva en ese sentido? Y una exigencia para la cooperación internacional: Yo no creo que Nicaragua pueda salir de la pobreza y abrir una vía de integración social y desarrollo sin este esfuerzo.
Reynaldo: Sí, claro que Dios nos concierne a todos, no sólo a los teólogos. Estos temas hay que analizarlos, aunque sea difícil o incómodo hacerlo. Pero veamos: ¿Desde cuándo el pragmatismo per se es un mal? Pintar el “providencialismo” como uno de los principales culpables de nuestros males es, en mi opinión, oscurecer aún más el diálogo necesario sobre este tema. Para entender el por qué somos como somos, no necesitamos de ciencia alguna. Basta entender que en Nicaragua ni siquiera hay voluntad de autoexamen y crítica; ya no se diga deseo de cambiar y autosuperarse. No hay mucho que hacer.
María: Tus opiniones resumen peligrosamente la realidad a tu conveniencia. Poco profesional lo que decís del CAFTA en Costa Rica. Es vergonzoso lo poco cuidadoso de tus afirmaciones, correlaciones y comentarios “convenientes”.
Desalmado: Andrés miente al decir que acá no hubo discusión para combatir el CAFTA. Tus opiniones resumen peligrosamente la realidad a tu conveniencia.
David: Me surge una inquietud al leer el artículo. Cuando hablas de “las raíces religiosas-culturales de nuestra debilidad institucional”, tu argumento me suena un poco esencialista. Es decir, suena como que estuvieras diciendo que en virtud de su cultura, los nicaragüenses padecen toda una serie de males asociados al subdesarrollo. Tu argumento, según mi parecer, se resume a afirmar que nuestra cultura religiosa es la causante principal de nuestro atraso. Lo cual puede ser, sin duda. En Nicaragua se exhorta a Dios como árbitro supremo de nuestros conflictos políticos, y más que todo, como fuente de legitimidad frente al otro: “Dios está de mi lado y no del tuyo, y por tanto, Él intercederá a mi favor”.
Estoy de acuerdo con que nuestra cultura religiosa es clave para comprender nuestra realidad actual. Sin embargo, ¿qué hay de los efectos de la guerra de la cual nunca nos acabamos de recuperar? ¿Qué hay del trauma y el desgarramiento que produjo? ¿Qué hay de las promesas incumplidas del pasado y de las frustraciones colectivas? ¿Qué hay de la estela de destrucción que dejó la guerra en el aparato productivo y en el tejido social del país? Creo que la condición socioeconómica constituye un caldo de cultivo para la consolidación del fundamentalismo religioso, tanto evangélico como católico, y su visión pragmática resignada de la vida. Por tanto, si bien es cierto que no hay que descartar lo cultural y religioso en las explicaciones de nuestro atraso, no por ello hay que prescindir de lo económico y lo político nacional.
El Gato Vago: Analizando bien sus artículos y profundizando muy bien, parece que estoy leyendo a Oppenheimer o a Jaime Bayly, refiriéndose a los latinoamericanos como atrasados y providencialistas. Pérez-Baltodano, te estás enredando al calificarnos menos cultos que los ticos. Es cierto que es inestable este país, pero de atrasados nada; no creo ese cuento que me querés vender, no te creo.
Rodrigo: ¡Excelente artículo!
Gracias
19/7/2010
El sábado 17 celebramos el primer encuentro de Generación XXI.[11] Quiero agradecer la participación de más de 40 jóvenes que se hicieron presentes para discutir posibles maneras de contribuir a la transformación de la cultura política nicaragüense. Después de este encuentro, mi respuesta a la pregunta: ¿Es la juventud una esperanza para el futuro político de Nicaragua? Es un sólido y rotundo sí.
Mis razones no son románticas. La juventud nicaragüense que tuve la oportunidad de escuchar el sábado pasado sabe que la esperanza que ella representa vive amenazada por estructuras de poder y pensamiento que están diseñadas para triturar cualquier deseo o intención de cambiar nuestra realidad. Esta juventud también conoce la dimensión de los peligros y retos que enfrentamos. Frente a estos retos y peligros, y frente a los fracasos que ha heredado, la juventud que yo vi y escuché en nuestro encuentro está dispuesta a apostar al papel de la reflexión y de la acción reflexiva para cambiar nuestro país; está dispuesta al diálogo; está dispuesta a ampliar su conocimiento de nuestra realidad para construir una Nicaragua mejor.
Hablo, entonces, de una juventud madura que no está dispuesta a cruzarse de brazos frente al caos que nos envuelve. Hablo de una juventud que rechaza el pragmatismo y la resignación para abrazar la esperanza que está dispuesta a construir. Hablo de una juventud que no necesita de muletas para empezar a caminar.
El blog Generación XXI va a seguir apoyando a esta juventud. Va a hacerlo manteniendo y mejorando un espacio de reflexión en el que tendrán cabida todos los que no estemos dispuestos a atemperarnos a las circunstancias.
Gracias a todos, gracias a todas, gracias a Confidencial por hacer posible este blog, gracias al Centro Valdivieso por habernos facilitado sus instalaciones. Gracias a la vida por la oportunidad que nos ofrece de reconstruir la vida de nuestro país.
Comentarios
Fidel: Hay una cosa que quería sugerir. ¿No sería bueno también que nos juntáramos todos/as en Facebook en un grupo o algo así? ¿Servirá para algo? A mí se me ocurre, por lo menos, que puede servir para traer más gente al debate y a la publicación de comentarios aquí.
Mercedes: Demuestre su presunta y cacareada “grandeza”; permita que alguien escriba alguna opinión que disienta de la suya; deje de aceptar solo adulaciones; atrévase a responder a interrogantes imposibles de responder para usted. Permita que alguien formule al menos un cuestionamiento a sus intocables amos y empleadores: los Sacerdotes Jesuitas. ¿O acaso en sus juegos infantiles era usted “mantequilla”?
Francisco: Mercedes: Creo que se equivocó de sitio web. Este es un espacio para debatir acerca del futuro político de Nicaragua, no para expresar odios personales.
Reafirmando nuestros objetivos
25/7/2010
En nuestro primer conversatorio, celebrado el pasado 17 de julio, reafirmamos que el objetivo de este blog es contribuir al desarrollo de una nueva cultura política en Nicaragua. En otras palabras, nuestro propósito no es simplemente analizar la coyuntura política nicaragüense, sino estudiarla como la manifestación de problemas histórico-estructurales que demandan soluciones sistémicas, las cuales deberán ponerse en práctica tanto a corto como a largo plazo. Nuestro objetivo es contribuir a la búsqueda de estas soluciones.
En este blog hemos concentrado nuestra atención en la cultura política nicaragüense; no porque nuestra crisis sea exclusivamente cultural, sino porque nos interesa estudiar las visiones, el pensamiento y los valores con los que los y las nicaragüenses enfrentamos el reto de construir una estructura institucional democrática que sirva para generar un orden económico y social que permita vernos reflejados como un todo en el espejo de nuestra historia. Nos enfocamos en la cultura política porque asumimos que, en última instancia, los y las nicaragüenses que encarnamos y reproducimos esta cultura somos los responsables de nuestros fracasos, y los únicos que podemos superarlos. Para ello, afirmamos lo siguiente:
– Queremos desarrollar una cultura política verdaderamente democrática; es decir, una cultura que sirva de base para una democracia que no tolere el hambre ni las exclusiones que hoy padecen millones de nicaragüenses.
– Queremos promover una cultura política e instituciones en las que la justicia y la libertad se integren en un binomio inseparable.
– Rechazamos, por lo tanto, el chantaje y la estafa política que en la Nicaragua de hoy significa tener que escoger entre la libertad que sacrifica la justicia, y la justicia que sacrifica la libertad.
Creemos, en otras palabras, que la democracia debe ser un esfuerzo permanente y organizado para integrar y balancear el principio de la libertad y el principio de la justicia social. El valor de la democracia, desde esta perspectiva, no radica en su capacidad para poner fin a las tensiones que genera la combinación de estos dos principios, sino en su disposición a aceptar el reto de reconciliarlos.
El totalitarismo y el neoliberalismo, por otra parte, constituyen estrategias sociales que pretenden resolver, de manera definitiva, las tensiones y contradicciones que marcan la relación entre la justicia y la libertad. Los resultados de este absolutismo reduccionista han sido siempre nefastos: el pensamiento totalitario que ejerció su influencia en el experimento revolucionario sandinista “resuelve” esas tensiones y contradicciones sacrificando la libertad; mientras que el pensamiento neoliberal que se entronizó en Nicaragua a partir de 1990 lo hace sacrificando la justicia. La democracia, reafirmamos, debe ser capaz de reconciliar ambos principios. Debe, por ejemplo, ser capaz de impulsar una economía de mercado dentro del marco de un contrato social que refleje con justicia las obligaciones y derechos de todos los nicaragüenses.
Nuestros retos, nuestras ambiciones
Los retos que enfrentamos son enormes. Por lo tanto, enormes deben ser nuestras ambiciones. Reclamemos, entonces, el derecho a creer que “si la patria es pequeña, uno grande la sueña”. Reclamemos el derecho a construir y hacer realidad el sueño de una Nicaragua libre; una Nicaragua alegre y decente; una Nicaragua sin pobres y sin excluidos; una Nicaragua en donde todos gocemos del derecho a vivir en paz, y a morir con la claridad y la tranquilidad con la que no murieron nicaragüenses como Jean Paul Genie, Alexis Argüello, Herty Lewites, Carlos Guadamuz y otros.
Reclamar estos derechos y decir que podemos cambiar el rumbo de nuestro destino nacional no es ignorar las limitaciones estructurales dentro de las que se desarrolla nuestra sociedad. Las limitaciones objetivas que impone el laberinto de la historia, sin embargo, están siempre acompañadas de espacios reales o potenciales de libertad que pueden servir para ampliar el marco de posibilidades dentro del que se desarrolla la sociedad. La tarea fundamental de la acción política reflexiva es descubrir y crear estos espacios. Nuestra tarea, la de este blog, es promover el desarrollo de una cultura que haga posible una práctica política ilustrada que amplíe el horizonte de lo posible en nuestro país.
Para terminar, quisiera recordarles que en nuestra reunión del pasado 17 de julio señalamos que, para facilitar la tarea que nos hemos impuesto, necesitamos atender dos cosas:
– Ampliar el alcance de este blog para incluir a jóvenes de diversas clases sociales, así como a personas con diferentes pensamientos políticos, tradiciones religiosas y afiliaciones partidarias. Nuevamente, les ruego que envíen sus sugerencias. La semana pasada, Fidel sugirió hacer uso de Facebook para armar grupos de discusión y trabajo. Durante nuestro encuentro, además, se sugirió la posibilidad de contar con una versión impresa de las entregas de este blog.
– Organizar un foro de formación política que sirva para desarrollar nuestra capacidad teórica, crítica y analítica. Los invito a enviar sus sugerencias. Yo las integraré en una propuesta que publicaré en este blog a finales del mes de agosto.
Comentarios
Paúl: Hola Andrés, ¿cuándo podremos hablar de las libertades sexuales en Nicaragua?
Fidel: Andrés, gracias. Es una buena síntesis. A mí me llama la atención este fragmento de tu texto: “La democracia, reafirmamos, debe ser capaz de reconciliar ambos principios. Debe, por ejemplo, ser capaz de impulsar una economía de mercado dentro del marco de un contrato social que refleje con justicia, las obligaciones y derechos de todos los nicaragüenses”. ¿Qué quiere decir impulsar una economía de mercado en la Nicaragua de hoy? ¿Hasta dónde debe extender sus tentáculos el Estado sobre la economía? ¿Es el Estado el que vigila el cumplimiento de ese “contrato social de justicia” sobre el que debe operar el mercado? ¿Y de cuál mercado hablamos, construido sobre la base de cuáles principios? Es difícil que, con la mundialización de las relaciones económicas de hoy día, un país se aísle del sistema global. ¿Cómo enfrentamos el libre mercado mundial que opera sobre la base de relaciones injustas? Para sincerarme pues: me da picazón la expresión “impulsar una economía de mercado”. Propongo que discutamos sobre eso —y sobre todas las otras cosas que los/as demás quieran— en los próximos intercambios.
Carlos: OK, estamos, estamos.
Reynaldo: Les aplaudo el esfuerzo para levantar la conciencia política de la juventud, y hay que empezar en algún lado. Pero, repito, el “yoquepierdismo”, la absorción del nica en lo inmediato como que si el mañana ni el ayer existieran, el fanatismo, el espíritu atrofiado, el cinismo, el hacer las cosas a medias y mal hechas por “salir del apuro”, todas son cosas distintas al pragmatismo y al providencialismo.
Raúl: Después del encuentro, he tratado de conversar con algunos amigos sobre política y siempre me frustro al ver que terminamos hablando de las próximas elecciones como si se tratara de un evento que va a cambiar la dinámica política en la que nos encontramos (el caudillismo, la polarización, la intolerancia, la violencia política, etc.). Además, escucho y veo con preocupación que se quieren legitimar ideas como las que encierran expresiones como “es corrupto, pero es el único que le puede ganar (insertar el nombre de su preferencia)”. En realidad, es bastante frustrante entrar en esas discusiones. Esto para decir que sí, voy a tratar de promover este espacio entre mis amistades, invitándolos, pero también con cierto temor a atraer discusiones más “politiqueras” que políticas.
Hultner: Estoy reenviando este artículo a mis contactos. Quizá de estas conversaciones surja un verdadero movimiento por una transformación política que dé un verdadero giro a nuestra historia. Ánimo, creo que entre todos podemos “ensanchar las fronteras de lo posible”.
El trasfondo de lo que vemos
3/8/2010
“Don Bosco viene por los jóvenes”. “Fervor nica recibe reliquia” (La Prensa, 2010). “El mandatario nicaragüense dio la bienvenida a las reliquias en nombre del Estado nicaragüense y del pueblo de Nicaragua […] acompañado de su esposa Rosario Murillo, el cardenal Miguel Obando, y el alto mando militar y policial” (El Nuevo Diario, 2010a). “El presidente de la Pontificia Academia para la Vida [y miembro del Opus Dei] Ignacio Carrasco de Paula, elogió al presidente Daniel Ortega por mantener en su país una ley que penalice el aborto” (El Nuevo Diario, 2010b).
Analicen, por favor, el trasfondo de estas noticias. Ellas revelan muchas de las grandes contradicciones que sufrimos y que hemos discutido en este blog. Observen algunas de las reveladoras fotos que las acompañan y, tratando de ir más allá de lo concreto y lo coyuntural, traten de “ver” en ellas un retrato de nuestra cultura religiosa providencialista y de nuestra cultura política pragmática-resignada. Preguntémonos: ¿Por qué somos como somos? Y pensemos contraintuitivamente.
¿No será que la ausencia de una tradición teológica en nuestro país, orientada a debatir con seriedad el tema de Dios, es responsable no solamente de la superficialidad de nuestro cristianismo, sino también de la pobreza de nuestra cultura política? ¿Acaso no existe una correlación entre riqueza teológica y riqueza teórica y filosófica en el campo de la política en sociedades como Inglaterra, Alemania y otras?
Es cada vez más aceptado que el desarrollo del pensamiento teológico contribuyó, desde la Edad Media —muchas veces sin proponérselo— al desarrollo de algunos de los elementos fundamentales del pensamiento científico. Ambos —pensamiento científico y pensamiento teológico— se retroalimentaron y a la vez contribuyeron al desarrollo del pensamiento político moderno que hizo posible la idea de la democracia.
La teología, entre otras cosas, contribuyó al desarrollo de un pensamiento teórico que logró trascender lo inmediato y lo concreto. Esto no solamente tuvo un impacto positivo en el desarrollo de la inteligencia intuitiva que ha jugado un papel fundamental en las ciencias, sino también en el desarrollo de las visiones abstractas de la justicia y la libertad, sin las cuales la ley terminaría siendo lo que es en Nicaragua: un montón de garabatos escritos sobre un pedazo de papel.
En Nicaragua carecemos de hábitos e instituciones que faciliten la exploración de la idea de Dios y sus repercusiones. Esta carencia explica lo que Santiago Argüello llamó nuestro “fetichismo religioso”. Dice Argüello, aludiendo a nuestra pobre capacidad de abstracción: “No pudiendo elevarnos, buscamos quien baje hasta nosotros”. Y agrega: “De la impotencia para construirse un ideal, que es ceguera de espíritus, nace la necesidad que tiene todo ciego: la del lazarillo… De ahí que, no pudiendo substantivar en ellos [nosotros] la abstracción [de la idea de Dios, o el sentido de la justicia], personifiquen sus anhelos en lo concreto de un fetiche [la reliquia mágica o el caudillo salvador que se pueden apreciar en las fotos que documentan la llegada de la reproducción de San Juan Bosco a Nicaragua]” (Argüello, 1997-43-4).
La queja de Argüello hace referencia a una carencia real en nuestro desarrollo cultural: la incapacidad que hemos demostrado tener para organizarnos y movilizarnos políticamente alrededor de ideas y principios normativos. Ya en el siglo XIX, Enrique Guzmán lamentaba el personalismo y el “fetichismo político” en nuestros mal llamados partidos. Más que liberales o conservadores, decía Guzmán, eran “zavalistas”, “navistas”, “chamoristas”, “lacayunos”, “caracistas”. Eran, en las palabras de Guzmán, “partidos sin ideas”; es decir, organizaciones impotentes para construir un ideal político y un discurso para expresarlo (Guzmán, 1888, 222-233).
El siglo XX no fue mejor. Carlos Cuadra Pasos decía que el Partido Conservador (al que él mismo pertenecía) se movía “en estímulo de las cosas inmediatas, y se exteriorizaba en acciones vacías de trascendencia histórica e ingrávidas de pensamiento” (Cuadra Pasos, 1960, 14). ¿Y qué decir del liberalismo de los Somoza? Nadie lo ha sintetizado mejor que Edgardo Buitrago. El somocismo, dice, fue simplemente “una praxis”: una práctica política pragmática y sin ideas (Buitrago, 1997, 309).
El socialismo sandinista no fue diferente. El marxismo del FSLN no tuvo una verdadera base teórica. Fue un marxismo de modelos hechos. Nos enamoramos de lo que hicieron los bolcheviques y de la versión cubana del modelo soviético, no del pensamiento de Marx, que muy pocos habían estudiado en Nicaragua. Ya en una ocasión mencioné que Tomás Borge recibía un cursito acelerado de introducción al marxismo mientras pontificaba sobre la sociedad sin clases en los 1980s.
Hoy seguimos en la misma. ¿En qué se diferencia la capacidad de abstracción política de los “navistas” y los “zavalistas” del siglo XIX, con la que se expresa en esa organización política “sin ideas” que se llama “¡Vamos con Eduardo!” o la otra que lo único que puede decir es: “¡Regresa Alemán!”, como anunciando la secuela de una película de terror? ¡Cuánta razón tenían los valientes jóvenes de la Red de Resistencia cuando reclamaron a Montealegre que “un candidato sin programa no es un buen candidato”!
Nuestra pobre capacidad para construir ideales políticos y visiones de nación ha obstaculizado la construcción de un Estado de Derecho en nuestro país. El Estado de Derecho se nutre de un sentido abstracto y universal de lo “bueno” y lo “malo”. Nosotros carecemos de este sentido. En Nicaragua, un corrupto o piñatero es bueno, si es nuestro amigo o correligionario; es malo, si es nuestro enemigo o está con el partido contrario. En este sentido, muchos somos, en mayor o menor grado, clones de Arnoldo Alemán. “Mis amigos no tienen defectos”, pronunciaba orgulloso Alemán en un discurso pronunciado poco antes de llegar a la presidencia en 1996.
En la próxima entrega, exploraremos estas preguntas haciendo uso de las reveladoras declaraciones ofrecidas por el Padre Neguib Eslaquit a La Prensa el 13 de junio pasado. Después de eso, iniciaremos la presentación de una propuesta de modernización cultural que abarcará, entre otras cosas, discusiones sobre el tema del mercado y el crucial tema de la sexualidad que ustedes han pedido que discutamos. Al amigo Reynaldo también le prometo una respuesta a su comentario sobre el pragmatismo. Mientras tanto, les propongo leer mi artículo El Dios de Estados Unidos, el Dios de Bush, el Dios de Nicaragua: precisando fronteras, publicado por la Revista Envío número 273, de diciembre 2004.
Vamos poco a poco… pero vamos…
Comentarios
David: Tu argumento sobre la necesidad de una “modernización cultural” de Nicaragua —referida principalmente a nuestra cultura política—, aunque sugerente, creo que peca de cierto esencialismo. No es que la corrupción no sea un problema cultural, pero el hecho de que sea tan común en Nicaragua no es porque los nicaragüenses tengamos cierta inclinación a ser corruptos, sino porque ser corrupto se ha constituido en un valor en el contexto de pobreza y miseria generalizada que vive el país.
La realidad dura y objetiva de la miseria y supervivencia, aunque no determina mecánicamente una cultura, sí la afecta y modifica. Es decir, hay que ver la interrelación de fenómenos económicos, políticos y culturales. Decir (o insinuar) que el atraso de Nicaragua se explica por su cultura, obviando las importantes dimensiones económicas y políticas del mismo, tiene cierta resonancia colonial.
La cultura política es un concepto que usamos y abusamos, pero que rara vez definimos. Dado que es un concepto muy común, y que tú mismo utilizas frecuentemente, vale la pena definirlo, sobre todo porque es un concepto importante en tu discurso. Me atrevo a sugerir una definición de cultura política: cultura política es un sistema de representaciones, valores y significados articulados en la práctica política de una sociedad determinada. No es un sistema cerrado, sino que se constituye en la interrelación de lo cultural y político, lo cual varía de sociedad en sociedad.
Me parece que el valor del concepto cultura política es visibilizar la relación de fenómenos políticos y culturales. Pero hay que ser conscientes de sus múltiples sentidos y evitar confusiones conceptuales, o lo que es peor, reproducir prejuicios.
Garry: Vemos nuevamente a un politólogo vendiendo su mercancía ideológica en forma de consigna (“providencialismo resignado”) a jóvenes de la clase media alta que desean gobernar en el futuro. Vemos que él les da “training” en cómo lograrlo. Vemos que les indica que la teología es importante para gobernar. Vemos que se inspira en una tradición jesuítica. ¿Se entrenará de forma principesca a la futura clase gobernante? Vemos unos poco pudorosos deseos de poder, pero vemos también impotencia. ¿Cómo llegar a los jóvenes pobres que no son futuros gobernantes? ¿Cómo hacer para someterlos al juicio aterciopelado del poder retórico?
La otra cara de Eslaquit
9/8/2010
La democracia se sostiene en visiones armónicas y socialmente legitimadas de la justicia y la libertad. Este es el caso de una democracia madura como la francesa, o el de una democracia joven, como la costarricense.
En Nicaragua, hemos carecido de la capacidad para construir “ideales” políticos que integren y armonicen estos dos principios. En nombre de sus intereses y su libertad, los conservadores del siglo XIX defendieron una democracia que sacrificó la justicia social. Los liberales como Zelaya, por su parte, enarbolaron la bandera de la justicia para crear un régimen que canceló la libertad de sus adversarios. Irónicamente, Somoza García puso fin a la guerra entre conservadores y liberales, institucionalizando un régimen que negaba tanto la justicia como la libertad. Luego vino la Revolución Sandinista.
Los comandantes de la Revolución deben haber estado dormidos cuando José López Portillo sintetizó en la Plaza de la Revolución el reto y la oportunidad que enfrentaba Nicaragua en 1979 (no importa que lo haya dicho el priísta López Portillo. Lo importante es lo que dijo). La historia política de América Latina señaló el mandatario mexicano, ha estado marcada por tres grandes quiebres. El primero fue la Revolución Mexicana; el segundo, la Revolución Cubana; y el tercero, la Revolución Nicaragüense. La Revolución Mexicana, continuó diciendo, se estancó porque sacrificó la justicia social en nombre de la libertad. La cubana también se estancó porque, en nombre de la justicia, sacrificó la libertad. La Revolución Nicaragüense, concluyó, debería ser capaz de encontrar un balance aceptable entre el principio y la práctica de la justicia, y el principio y la práctica de la libertad.
El resto lo conocemos todos: en nombre de una mal definida justicia, el FSLN impuso una dictadura que sacrificó la libertad de los que no estaban dispuestos a gritar: “¡Dirección Nacional ordene!”
A partir de 1990, los gobiernos de la llamada transición democrática volvieron a levantar la bandera de la libertad, esta vez en su versión neoliberal, ignorando la variable de la justicia en la ecuación del orden social. Y si nos atenemos al discurso de los que hoy dominan el escenario político de nuestro país, es posible que en las elecciones del próximo año tengamos que escoger, nuevamente, entre la versión de la justicia social sin libertad que ofrece el FSLN, y la libertad neoliberal sin justicia social que ofrecen la oposición alemanista y la no alemanista en nuestro país.
¿Cuál es la lógica que usamos los nicaragüenses para aceptar, una y otra vez, estas versiones mutiladas de la democracia? Exploremos esta pregunta analizando la racionalidad que utiliza el Padre Neguib Eslaquit cuando, en una reciente entrevista a La Prensa, explicó las razones que lo han empujado a evaluar más positivamente al gobierno de Ortega (Cerda, 2010).
La otra cara de la moneda
Eslaquit revela que “antes” había sido un crítico de Ortega porque estaba lleno de “traumas” y “resentimientos” causados por la revolución en los 1980s. “Antes solamente estaba buscando el pelo en la sopa”, señala. Ahora, asegura, ha “madurado” y ha encontrado que “también hay cosas positivas en el gobierno” y que no es bueno ver solamente lo malo.
Eslaquit pone como ejemplo de “lo bueno” del gobierno de Ortega, el hospital que se está construyendo en La Concha, su pueblo natal. Reconoce que “hay otras grandes debilidades en el gobierno de Ortega”, pero que es necesario reconocer que también hay cosas positivas. No hay que ver, dice, “solamente… una cara de la moneda”.
Ni Eslaquit es un Nazi ni Ortega es un Hitler. Pero con la lógica de Eslaquit, hasta el régimen de la Alemania Nazi sería “aceptable”, ya que éste tenía su “cara buena”. Basta citar, por ejemplo, los logros en materia de empleo y justicia social para los trabajadores alemanes que obtuvo Hitler en los primeros años de su gobierno.
¿Cómo hubiese reaccionado Eslaquit frente a un Hitler que redujo el desempleo, de 5 millones de personas en 1933, a 2.15 millones en 1935, alcanzando el empleo total en 1936 en los sectores de la construcción y la metalurgia?
¿Nos hubiese recomendado Eslaquit ver la “otra cara” del Holocausto judío? ¿Nos hubiese invitado a “ver lo bueno” del régimen Nazi y a tomar en consideración la promesa de Hitler de remover las rígidas divisiones de clase en Alemania? Pensemos que el Volkswagen (literalmente “carro del pueblo”) fue producido a solicitud de Hitler para beneficiar a la clase media alemana.
A pesar de los programas sociales del Tercer Reich, promovidos según el mismo Hitler “en nombre de Dios”, el régimen Nazi tiene que ser condenado sin ambigüedades y en su totalidad. ¿Por qué? Por un principio ético básico: el bien no justifica el mal. Aún más, el bien deja de ser bien si se usa para justificar la maldad.
Así, ni el hospital de La Concha ni los absolutamente necesarios programas sociales del FSLN justifican los delitos y las arbitrariedades del gobierno de Ortega.
Ni el bien justifica el mal, ni el fin justifica los medios. Lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica, que Eslaquit está obligado a leer para respetar: “nunca está permitido hacer el mal para obtener un bien” (apartado 1756). Y agrega: “la autoridad política debe actuar dentro de los límites del orden moral y debe garantizar las condiciones del ejercicio de la libertad” (apartado 1923).
La pobreza lógica y teológica que muestra Eslaquit para entender la justicia y la libertad como dimensiones esenciales e inseparables del ideal democrático se refleja también en su incapacidad para entender que un sacerdote como él está obligado a promover la construcción de este ideal. Eslaquit subordina esta responsabilidad a una visión obsequiosa de la amistad.
Eslaquit reconoce, por ejemplo, que la actuación del protegido del Cardenal Obando, Roberto Rivas, ha dejado “un saborzote de no plena transparencia”. Inmediatamente después de esta ambigua y tímida aseveración, agrega: “Es preferible que sea otra persona y no él quien lidere el Consejo Electoral, con todo el respeto que se merece don Roberto Rivas, porque quiero que lo digas, lo aprecio a él como persona y a su familia, pero amor no debe quitar conocimiento”.
¿Merece Roberto Rivas el respeto y el aprecio público de un sacerdote que desarrolla su labor pastoral en una Nicaragua ahogada por la corrupción?
La complaciente visión de la amistad que profesa Eslaquit también se expresa en las exageradas expresiones de admiración y agradecimiento que el sacerdote ofrece públicamente a Obando y Bravo cada vez que tiene la oportunidad de hacerlo. El mismo Eslaquit señala: “Alguna gente me ha dicho: ‘Padre, es que usted le hubiera agradecido de manera privada al Cardenal'”. La pomposa respuesta de Eslaquit: “No. Yo cuando quiero, quiero”. Arnoldo Alemán expresa los mismos valores con otras palabras: “Mis amigos no tienen defectos”.
¿Es éticamente aceptable subordinar nuestra responsabilidad social a una visión incondicional de la amistad personal? Que responda el Catecismo Católico: “Debe proscribirse toda palabra o actitud que, por halago, adulación o complacencia, alienta y confirma a otro en la malicia de sus actos y en la perversidad de su conducta. La adulación es una falta grave si se hace cómplice de vicios o pecados graves. El deseo de prestar un servicio a la amistad no justifica un doblez del lenguaje” (apartado 2480).
Comentarios
Adolfo: Interesante artículo sobre el cambio de opinión de este señor Eslaquit. La pregunta del millón es, ¿qué pasó ahí? Hay que recordar que los sandinistas son los maestros de la maldad y la conspiración y que, casi siempre, estas conversiones son el producto de algo comprometedor. Los mea culpa —muy al estilo castrista— o las conversiones de cierta gente, no se dan de manera tan sencilla. Infórmense sobre los últimos mea culpa de los delfines castristas Felipe Pérez Roque y Carlos Lage, que fueron purgados por Raúl Castro. ¿Saben por qué? Porque había un video de ellos riéndose y burlándose del ex comandante en jefe Fidel.
Marco Antonio: ¡Qué lástima este guía espiritual metido ahora con el Diablo! Mientras nosotros, los feligreses, seguimos hambrientos de Dios, de pan y de justicia. Alguien decía: “Dios salve a Nicaragua”.
Ma. Teresa: Qué decepción más grande me he llevado con las declaraciones de este señor. Antes le admiraba y respetaba, ahora he cambiado mucho mi opinión respecto a él. ¡Qué triste!
NGGB: Aunque muchos como Andrés no estemos de acuerdo con el sistema que Daniel y la Chayo proponen, me parece súper sano también reconocer los logros y avances del mismo. Somos una diversidad; hay que avanzar en la articulación de esta complejidad.
Aurelia: “En nombre de una mal definida justicia, el FSLN impuso una dictadura”. ¿En los 80s hubo dictadura? No creo que esto sea un asunto resuelto, y se podría argumentar que no hubo tal dictadura. No entiendo con qué autoridad Ud. da por hecho algo en lo que los historiadores no se han puesto de acuerdo. Un Flautista de Hamelin, como pretende ser Ud., que quiere que lo sigan los jóvenes medio pelo, no debería afirmar cosas que no están probadas.
El mal no tiene una buena cara
16/8/2010
La semana pasada discutimos la lógica de las “dos caras de la moneda” que utilizó Neguib Eslaquit en su entrevista del 13 de junio pasado, para explicar las razones que, según él, lo empujaron a adoptar una visión positiva del gobierno de Ortega. Dijo Eslaquit: No hay que ver solamente el lado malo de este gobierno sino también su cara buena. Yo dije: “El mal no tiene una buena cara”.
Respondiendo a mi crítica, uno de nuestros lectores escribió: “Aunque muchos al igual que Andrés no estemos de acuerdo con el sistema que Daniel y la Chayo proponen, me parece súper sano también reconocer esos avances”.
¿Debemos reconocer las cosas buenas que hace el gobierno de Ortega? Por supuesto que sí, si por “reconocer” entendemos evaluar positivamente cualquier cosa que éste haga para solucionar cualquiera de nuestros grandes problemas.
Yo reconozco que los objetivos oficiales de los programas sociales del gobierno no solamente son buenos, sino que deberían ser componentes centrales de la gestión de cualquier grupo o partido que asuma la responsabilidad de orientar el destino de un país como el nuestro. Yo puedo, sin embargo, tener una valoración positiva de programas como Hambre Cero y, al mismo tiempo, condenar al gobierno que los ejecuta. ¿Por qué? Porque lo bueno, como empezamos a discutir la semana pasada, no justifica lo malo.
Lo bueno y lo malo
Lo bueno no borra ni justifica lo malo, sobre todo cuando lo malo implica la violación de principios y normas que son esenciales para el desarrollo integral de una sociedad con aspiraciones democráticas, como decimos que es la nuestra. La justicia y la libertad son dos de estos principios. Ambos son necesarios y, por lo tanto, la defensa de uno de ellos no borra ni justifica el mal que encierra la negación del otro.
El mal, entonces, no tiene una “buena cara” y solo se solventa poniendo fin a las acciones que lo promueven y pagando por los daños causados. Así lo dicta el sentido común; así lo señala la doctrina cristiana; así lo establece la ley.
El que roba no deja de ser un ladrón, aun cuando esta misma persona sea un fiel soldado de la Iglesia Católica, o un buen padre de familia. De igual forma, un gobierno corrupto no deja de ser ilegal, ilegítimo y despreciable, porque construyó 3 o trescientas escuelas, en La Concha de Eslaquit o en cualquier otro lugar.
Es posible que el principio de lógica ética que usamos en esta evaluación no satisfaga a aquellos que prefieren usar criterios “prácticos” o “eficientistas”; es decir, criterios que privilegian los resultados concretos de las acciones del gobierno. A ellos, a los que me criticarán señalando que lo que cuenta es que al fin y al cabo se construyeron 3 o trescientas escuelas, les pido, entonces, que se pregunten: ¿Cuántas escuelas se dejaron de construir y se siguen dejando de construir por la corrupción gubernamental, el fraude electoral y la inestabilidad de los últimos años?
Puedo entonces decir: El gobierno de Daniel Ortega debe rechazarse por corrupto y autoritario, independientemente de la pertinencia de sus programas sociales. De igual forma, podemos señalar que el régimen de los Somoza fue autoritario y corrupto a pesar de que introdujo el seguro social y otros programas que beneficiaron a la clase trabajadora de nuestro país.
Recapitulemos: la calidad democrática de un gobierno no depende de una de sus caras, porque el gobierno es toda “la moneda”; es decir, es un todo integral. Una moneda que solamente tiene una cara buena es una falsa moneda. Puedo, entonces, reconocer logros sociales en la experiencia de los gobiernos de Ortega, Somoza y hasta en el de Idi Amín y, al mismo tiempo, condenarlos por ser contrarios a la idea y al espíritu de la democracia.
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Patrones de evaluación
Existe otra manera de explicar las razones por las cuales podemos reconocer la validez de los programas sociales del gobierno de Ortega, al mismo tiempo que condenamos el régimen que los promueve: los patrones de evaluación para medir la pertinencia y efectividad de un programa como Hambre Cero son cualitativamente diferentes a los que se deben usar para evaluar la calidad de un gobierno.
En su forma más básica, la evaluación de un programa como Hambre Cero puede hacerse estableciendo la forma en que las acciones que realiza el gobierno para eliminar el hambre se acercan al objetivo que señala el nombre de este programa. La eliminación del hambre, entonces, es el objetivo y la medida de la calidad de este esfuerzo.
Apliquemos la misma lógica a nuestra evaluación del gobierno de Ortega. ¿Cuáles deben ser los objetivos de un gobierno que se considera democrático?
La democracia es, repitamos, un sistema diseñado para crear y recrear un balance socialmente aceptado entre el principio y la práctica de la justicia, y el principio y la práctica de la libertad. La efectividad de este esfuerzo, entonces, tendría que ser la medida para evaluar la calidad democrática de un gobierno. Con esta medida se puede discutir y comparar, por ejemplo, las ventajas y desventajas del modelo de Estado de Bienestar europeo (o uruguayo) con las del modelo de bienestar descentralizado estadounidense (o chileno). Este debate —que llena bibliotecas enteras de artículos y libros— parte de una premisa: la democracia depende de la posibilidad de ampliar tanto el ámbito de la justicia como el de la libertad.
Desafortunadamente, para muchos nicaragüenses que viven en la miseria, la cancelación de la democracia no es un problema vital. Lo vital, para el que tiene hambre, es comer. La cancelación de la democracia tampoco parece ser un problema para muchos de los ricos y medio-ricos de nuestro país que hoy coquetean y colaboran con Ortega para asegurar sus privilegios.
Por su pobreza, entonces, muchos están dispuestos a aceptar la falsificación de la democracia que ofrece Ortega. Otros, por su egoísmo y estupidez, están dispuestos a taparse la nariz y aceptar la consolidación de una nueva dictadura. En medio de todo esto, Montealegre y sus socios (los impúdicos y los vergonzantes), proponen la genial idea de que para salir de este atolladero, regresemos a la conocida versión nica de la democracia neoliberal que, por ser ciega y sorda frente al problema de la justicia social, nos llevó al chiquero político en que nos encontramos.
Por eso hemos señalado antes: no superaremos la polarización social y el atraso que provoca la polarización, mientras no surja un movimiento que, apoyado en una visión ética verdaderamente democrática, y en un nuevo discurso, esté dispuesto a enfrentar, de frente, el reto que significa armonizar la justicia y la libertad en nuestro país.
Comentarios
Amílcar: Mirar el árbol sin tener una visión del bosque significa caer en una visión muy coyuntural. Tiene razón Andrés, un gobierno se juzga por sus principios fundamentales: justicia, libertad, Estado de derecho, laicidad del Estado, respeto a las diferencias, respeto a las organizaciones de la sociedad civil. El problema del gobierno Orteguista es que no respeta la institucionalidad del país y quiere emborracharnos con un populismo vergonzoso y anti-revolucionario.
Paúl: Andrés, ¿no crees que los ciudadanos no asumen el sentirse libres por miedo a no tener a quién culpar en caso de equivocarse? ¿De quién es la culpa de no tener libertad: del Estado por ser autoritario o de los ciudadanos por no sentirse libres?
Luis: Hacer programas asistencialistas (ej.: Hambre Cero) es bueno. Pero hay que estar claro que esto no va a sacar a la gente de la pobreza, como lo haría un empleo bien remunerado. Los nicaragüenses debemos apuntar todos los esfuerzos a la promoción de la inversión nacional y extranjera bajo un estricto marco legal para la generación de trabajos y oportunidades para los ciudadanos. Debemos, además, destinar todos los recursos posibles (públicos, privados y familiares) para la educación de las futuras generaciones. En cuanto a que si “el fin justifica los medios”, considero que no.
¿Le tomamos la palabra a Ortega?
30/8/2011
Durante la celebración del III Congreso Nacional de la Juventud Sandinista la semana pasada, Daniel Ortega instó a los jóvenes de esa organización a librar una batalla de “ideas” para atraer a los y las jóvenes que se oponen al proyecto del FSLN en el poder. Señaló Ortega: “los muchachos de otras fuerzas políticas son muchachos desorientados, que no han tomado conciencia. A través del debate deben tomar conciencia”. Luego invitó a los jóvenes sandinistas a “no librar una lucha destructiva contra los jóvenes ‘opositores’, sino una lucha persuasiva” (Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional, 2012).
A pesar de que Daniel Ortega es uno de esos que, como decía José Coronel Urtecho hablando del tercer Somoza, es capaz de mentir diciendo la verdad; y a pesar de que Ortega jamás ha mostrado apreciación por el valor del debate y la persuasión que ahora exalta, es necesario reconocer que es absolutamente cierto que en Nicaragua necesitamos reemplazar los morteros con las ideas; y los insultos y las amenazas con un debate franco y civilizado sobre el futuro de nuestro país. La juventud nicaragüense, por lo tanto, debe tomarle la palabra a Ortega y situarse en el centro de este debate.
Propongo, entonces, que organicemos un encuentro de jóvenes sandinistas y jóvenes “opositores” que le permita a los diferentes sectores de la juventud nicaragüense exponer sus ideas, temores y aspiraciones, en un ambiente de respeto, altura y compromiso ciudadano. Que la juventud sandinista explique su posición y sus motivaciones, y que de esta manera, convenza a quienes pueda convencer; y que la juventud “opositora” haga lo mismo para empezar a explorar la posibilidad de construir un consenso social que nos incluya a todas. ¿Estarían ustedes dispuestos a participar en este encuentro? La juventud sandinista y la que Ortega llama “opositora” tienen la palabra. El blog Generación XXI ofrece su apoyo para la organización de este evento.
Ahora sigamos avanzando en el recorrido que nos hemos trazado. A partir de hoy haremos más explícita la presentación de ideas y propuestas para la transformación del discurso y la cultura política dominantes en nuestro país. Lo haremos usando ejemplos concretos del discurso político imperante y aprovechando que las peculiaridades de este discurso se harán visibles en la medida en que nos acerquemos a las próximas elecciones presidenciales.
En esta ocasión, propongo que examinemos el Programa de Salvación Nacional presentado recientemente por la Alianza Patriótica.[12] Aprovechando la invitación que hizo esta organización para debatir su programa, preguntémonos: ¿Cuáles son sus debilidades? ¿Cuáles son sus fortalezas?
La autenticidad de la palabra
Hemos dicho muchas veces que la palabra tiene la capacidad de transformar la realidad. Para desarrollar esta capacidad, sin embargo, la palabra debe ser auténtica; es decir, debe nutrirse de la misma realidad que trata de transformar para potenciar las posibilidades que se esconden detrás del atraso y la corrupción que nos ahoga. Recordemos a José Aricó: “La posibilidad del cambio está inscrita en el presente […] en el propio movimiento del presente se conforman los elementos que abren la posibilidad y la necesidad de la recomposición […] no existe utopía ‘pura’ […] ésta es siempre la proyección de algo que ya está en el presente” (Aricó, 1999, 37).
La transformación de la realidad, pues, implica la transformación de lo existente. Lo viejo, en este sentido, es necesariamente la fuente de lo nuevo, porque cualquier proyecto transformativo empieza con la identificación de aquellos aspectos de la realidad que se quieren cambiar, la definición de la nueva realidad que se quiere crear, y la identificación de aquellos aspectos de ésta que pueden servir de plataforma para su propia metamorfosis.
Desde esta perspectiva, el discurso político que necesitamos para hablar de la realidad nicaragüense y su posible transformación debe nutrirse de un conocimiento solidario del drama existencial de las múltiples Nicaraguas que coexisten en nuestro país. Hablo, especialmente, de las Nicaraguas en que viven las mujeres pobres, los homosexuales, las lesbianas, los desempleados, los caribeños, los indígenas, los campesinos, los nicaragüenses de la diáspora creada por nuestra desgracia, y todos los otros pedazos de nuestro fragmentado país.
Más aún, para cumplir con su función transformadora, la palabra debe nutrirse de las representaciones discursivas —formales y emocionales— que utilizan todos estos sectores de nuestra sociedad para definir el sentido de su vida social. Estas representaciones, parafraseando a Octavio Paz, pueden funcionar como una prisión conceptual, o bien, como la plataforma a partir de la cual podemos hacer sentido del mundo para resignificarlo.
Sintetizando: la efectividad de un discurso político transformativo depende de su autenticidad; es decir, de su capacidad para penetrar e intuir el imaginario colectivo de una sociedad, y hacer sentido —analítico y emotivo— de la forma en que los miembros de esta sociedad experimentan e interpretan sus propias acciones. Desarrollar esta capacidad implica compartir el lenguaje formal y afectivo con el que los miembros de una sociedad hacen sentido de su existencia colectiva e individual, para con este mismo lenguaje revelar las contradicciones que se esconden detrás del orden y de la moralidad social.
Como lo apunta Ángel Sáiz Saéz, comentando la obra pedagógica de Paulo Freire, la comunicación creativa y transformativa depende de que los signos que se usan para comunicarse signifiquen algo común para todos los que participan en un proceso de cambio. Este lenguaje común es una condición necesaria para la articulación de un diálogo capaz de generar nuevas visiones ético-políticas, nuevas iniciativas sociales y nuevas realidades.
Yo los invito a reflexionar críticamente sobre estas ideas y a hacer uso de ellas en una lectura —también crítica— del Programa de Salvación Nacional. Evaluemos la autenticidad del lenguaje que se utiliza en este programa y su capacidad para expresar el sentir de las diferentes Nicaraguas que coexisten en nuestro país. Evaluemos su poder para capturar la imaginación de la sociedad nicaragüense y organizarla alrededor de un horizonte de expectativas de vida compartidas. ¿En qué consiste la salvación que ofrece este programa? ¿Quiénes pueden verse y sentirse favorecidos con la salvación que ofrece?
Y por favor —volviendo a lo mencionado al inicio de este escrito— tomémosle la palabra a Ortega. Que no engañe a la juventud sandinista con su demagogia. Que no nos engañe.
Comentarios
Sol: Es triste ver que los jóvenes sean mal informados y crean que los chavalos de la Juventud Sandinista son unos vándalos. ¡Hasta terroristas nos han dicho! Sin embargo, estamos trabajando en los barrios, sin distingos políticos. Pero hay un grupito de niños de mami y papi que creen que son la mamacita de Tarzán. Incluso creen que pueden ser los salvadores de la tierra cuando lo han tenido todo desde que nacieron. No han pasado hambre, ¡no se han mojado ni nada! Ahora resulta que dicen que sienten el dolor del pueblo.
Franco: La verdad es que Ortega considera que no hay jóvenes capaces de dialogar. Pero se equivoca. Habemos todavía, como dice la Biblia, un remanente que solo estamos esperando el mejor momento para salir a la luz. Tenemos jóvenes con capacidad, inteligencia, virtud y conocimiento sobre lo que realmente necesita Nicaragua. Estamos de acuerdo con este debate de ideas, sin morteros y sin machetes como acostumbra Daniel Ortega.
Fidel: Gradas por tu artículo de esta semana. Por el momento me limito a ofrecerme entusiasmado para el debate que mencionás. Es una excelente idea, y es además tan necesario.
Juana de Arco: Vos también querés aprovecharte de la juventud. Primero educá a tus hijos para que aporten al país y no digan lo que tú decís; trabajá en tu hogar y después para la calle. Da el ejemplo y trabajá para la juventud, y no hagás que la juventud trabaje para vos. El gobierno actual lo que quiere es preparar a la juventud para el trabajo, para que mejore su calidad de vida, para disminuir la pobreza y la corrupción juvenil.
Alberto: Aquí está el otro sabiondo… ¿Qué querés? ¿Competencias de ideas? ¿Qué vamos a debatir? ¿Si Daniel es dictador o si ustedes son traidores? Con cualquiera de ustedes me empujo a discutir, de cualquier cosa.
Andrés Pérez-Baltodano: Estimado Alberto, gradas por aceptar participar en el encuentro que queremos organizar. Por favor envíanos tu correo, teléfono o dirección para contactarte. Estoy seguro de que tenés muchas cosas importantes que aportar al debate sobre el futuro de Nicaragua.
Carta a la juventud (sandinista y no-sandinista)
6/9/2010
La semana pasada propuse que le tomáramos la palabra a Daniel Ortega y que lleváramos a la práctica la sugerencia que él hizo durante la celebración del II Congreso Nacional de la Juventud Sandinista, para que los y las jóvenes nicaragüenses se enfrascaran en lo que Ortega llamó una “lucha de ideas”.
Hice la propuesta a sabiendas de que Daniel Ortega nunca ha dado muestras de ser un hombre que valora el diálogo o la discusión seria y responsable de las ideas. Basta señalar que se negó a debatir su programa de gobierno con los candidatos presidenciales en las pasadas elecciones; que no ofrece conferencias de prensa para no tener que responder las preguntas de la prensa nacional e internacional; y que jamás ha condenado la violencia de sus partidarios cuando éstos han agredido a los que critican su gobierno.
Pensé, sin embargo, que era importante endosar su sugerencia. Valía la pena hacerlo porque es urgente poner fin a las pedradas y los morterazos que han dominado la práctica política de una buena parte de la juventud nicaragüense.
Con este mismo propósito, el programa Esta Semana que dirige Carlos Fernando Chamorro, organizó un encuentro entre jóvenes de diferentes orientaciones políticas. Este fue conducido por Camilo de Castro y televisado el domingo de la semana pasada.[13]
No fue fácil realizar este encuentro. Ni los líderes de la Juventud Sandinista ni los de la Federación de Estudiantes de Secundaria aceptaron participar en este evento. Dijeron estar muy ocupados en sus actividades políticas.
El blog Generación XXI, en nombre de los y las jóvenes que a través de diferentes medios han expresado su interés en el encuentro propuesto, va a seguir insistiendo en la necesidad de organizar un debate serio y responsable entre los diferentes sectores de nuestra juventud. Lo que proponemos no es la realización de un vulgar “mano a mano”.
Proponemos la creación de una instancia de diálogo permanente en donde ustedes, la juventud nicaragüense, puedan explorar —con la seriedad que demanda la grave situación del país— las posibles bases de un acuerdo social que nos incluya a todas.
Tampoco proponemos un encuentro organizado sobre la tonta simplificación que hacen los que dividen a la juventud de nuestro país entre “sandinistas y no sandinistas”; “concientizados y confundidos”; “oligarcas y revolucionarios”; “culitos negros y culitos rosados”.
Somos un país fragmentado en mil y un pedazos. Peor aún, somos un país polarizado. Esta condición no es producto ni de la maldición del Güegüense, ni de la herencia genética de Pedrarias, ni de las maquinaciones del “imperialismo yankee”, ni de la lógica del “Capitalismo Salvaje”. Nuestra condición y nuestros fracasos son el producto de nuestra incapacidad para armonizar los intereses y las aspiraciones de los diferentes sectores que componen nuestra sociedad dentro de un consenso social que nos integre.
A Daniel Ortega no le interesa poner fin a la fragmentación y la polarización que sufre nuestra sociedad. Él y su socio Arnoldo Alemán se han beneficiado y siguen beneficiándose de nuestras divisiones. Por eso Ortega prefiere distraer la atención de la juventud haciéndola pensar —como lo hizo en el discurso que pronunció durante el Congreso de la Juventud Sandinista— que nuestros problemas nacionales son el resultado de la influencia de fuerzas “globales”. “¿Quién es el enemigo?” preguntó retóricamente Ortega en esa ocasión. Su irresponsable respuesta: “El enemigo es la tiranía del capitalismo mundial”.
Lo que Ortega llama “la tiranía del Capitalismo Mundial” es una amenaza real. El mundo —y especialmente los países pobres, fragmentados y polarizados como el nuestro— enfrenta hoy el peligro que representa la entronización del imperio de la racionalidad del mercado. Pero es una mentira decir que “el Capitalismo Mundial” es nuestro principal enemigo. Nuestro principal enemigo somos nosotros mismos y, especialmente, nuestra incapacidad para definir una estrategia nacional que nos proteja contra los peligros que representa la globalización de la lógica del mercado; una estrategia nacional en donde los costos y los beneficios del desarrollo se distribuyan con un sentido de justicia humanista y verdaderamente cristiano; una estrategia que nos integre y nos solidifique como sociedad para resistir las tendencias desintegradoras de la globalización neoliberal.
Nuestro peor enemigo ha sido nuestra incapacidad para entender la soberanía no solamente como un derecho territorial, sino como un principio que nos obliga a coexistir con nuestros adversarios políticos dentro del marco espacial y legal del Estado nacional; y a negociar con ellos protegiendo el bienestar general de la sociedad, en vez de pactar con ellos en detrimento del bien común.
Nosotros, aceptémoslo, hemos sido nuestro peor enemigo porque somos nosotros —no los europeos, no los estadounidenses— los que hemos violentado con más frecuencia la idea de la soberanía nacional, fomentado una cultura política que rechaza la idea del consenso y que privilegia el uso de recursos externos para aplastar a los que no piensan o sienten como nosotros. Así lo hicieron los liberales del siglo XIX y terminamos bajo la bota de William Walker. Así lo hicieron los conservadores y los liberales del siglo XX y terminamos convertidos en un protectorado virtual de los Estados Unidos bajo la bota de los Somoza. Así lo hicieron los sandinistas en los 80s y terminamos convertidos en un peón del ajedrez de la Guerra Fría. Cuando colapsó la Unión Soviética —después de la muerte de miles de jóvenes como ustedes y de la destrucción de nuestra economía— colapsaron también los sueños de los pobres que creyeron que el amanecer había dejado de ser una tentación.
No hemos aprendido estas lecciones. Por lo menos Daniel Ortega las sigue ignorando y, en vez de construir un proyecto de país que fundamentalmente dependa de nosotros mismos, ha puesto todas las fichas de nuestro futuro en la ruleta del impulsivo Hugo Chávez y su llamada Revolución Bolivariana.
El final del experimento de Ortega es harto predecible: el proyecto de Chávez colapsará porque es política y económicamente insostenible. Cuando eso suceda, se secarán los fondos del ALBA y los pobres en Nicaragua volverán a sufrir los efectos de nuestra incapacidad para vernos reflejados como un todo en el espejo de la historia.
Caerá el orteguismo y, casi seguramente, regresará la retrógrada derecha nicaragüense que ha convertido la idea de la democracia en un garrote para mantener a los pobres “en su lugar”.
Seguirá entonces la crisis y la confrontación, a menos que ustedes, la juventud sandinista y la no sandinista, decidan rechazar la oferta de la democracia que niega la justicia social; y la oferta de la justicia que niega la libertad e impone como condición el precio de la corrupción.
Nicaragua merece vivir en justicia y libertad. Ustedes, la juventud, pueden lograr la armonización de estos dos principios y poner fin a la sequía de la imaginación que se expresa en el discurso político actual y en los estériles programas de gobierno que ya han empezado a circular. Nosotros, desde este blog, se los recordaremos y los apoyaremos.
Comentarios
Rosemary: Por favor jóvenes de siempre (los de los 80s), si tenemos la sangre todavía fresca, pensemos con más responsabilidad. Miren lo que estamos heredando a nuestros hijos. Hay cambio, nadie lo niega. ¡Pero a costa de qué! A los que me comenten: no quiero lluvia de ofensas, quiero ideas prácticas revolucionarias, contestatarias, como dice Perro Zompopo.
Huete: Sugiero que esta generación se llame la Generación del Conocimiento, acercándonos a lo que queremos: raciocinio, ciencia, pensamiento propio. Que el debate se organice por temas. Uno de ellos: ¿Qué piensan los jóvenes del sistema de educación?
El Desalmado: Dos anotaciones: Daniel Ortega sí da entrevistas, pero solo a medios extranjeros preseleccionados. Segundo, en las entrevistas de Esta Semana, sí llegó una joven de la Juventud Sandinista.
Carlos: A El Desalmado: La muchacha que llegó era de las bases de la Juventud Sandinista, me gustó mucho su actitud. Gradas a ella, pudo existir más debate y más pluralidad. Ella habló de las cosas que hace la Juventud Sandinista y dejó claro que sí ayudan a la gente. Y ella misma aceptó que los dirigentes no necesariamente se portan de la misma manera; que sí hay gente en su partido que agrede y no debate. Ella es un buen ejemplo de cómo actuar y debatir ideas con apertura, mientras se trabaja en las bases. Los dirigentes de la Juventud Sandinista ni se aparecieron; confirmaron, pero después cancelaron. Bueno, ahí los veré en sus carros, con sus salarios y con los puños. Nótese el contraste.
Alberto: Repito: ¿qué pretende este estimado? ¿Que se realice un debate sobre x temas? ¿Medir cuáles jóvenes son más o menos inteligentes o ideologizados? Gente como este señor sitúan sus esperanzas en que Chávez quiebre para que Nicaragua se hunda y Daniel pierda. No entiendo cómo desean esto, pero bueno, para eso les pagan y está bien que sueñen.
Luis: Hola amigos. Estoy totalmente de acuerdo. Las cosas van a empezar a cambiar cuando los nicas podamos tener el alcance de ver que no existe enemigo externo (extranjero); somos nosotros mismos, con nuestras formas de actuar, los que hemos destruido el país. ¿Cómo vamos a tener futuros ciudadanos decentes si los líderes manipulan a la gente humilde (mayoritariamente jóvenes) para proteger sus mezquinos intereses?
Puka: Excelente el programa de los jóvenes en la televisión. Pero siempre es lastimoso ver cómo idealizan a Daniel Ortega. La joven que representó a la Juventud Sandinista estuvo siempre en pie de lucha (como dicen ellos) y lista a defender a su máximo líder. Esta es, desgraciadamente, la realidad a la que nos enfrentamos. La juventud actualmente se vende por cualquier limosna que le ofrece el gobierno mientras está en campaña y logra estar en el poder. Ojalá que toda la sociedad nicaragüense —jóvenes, profesionales, no profesionales, productores, empresarios; en fin, todos— lográramos unirnos para que se acabe esta dictadura. Pensemos en nuestros hijos, la futura generación de este país.
La Subversión Ética de la Realidad y el Programa de Salvación Nacional
13/9/2010
El título de esta entrega sugiere la posibilidad de transformar la realidad social de un país como Nicaragua a partir de la descodificación y recodificación de los valores y principios que integran la moralidad dominante en nuestro país. Esta estrategia de cambio está basada en la siguiente premisa: eso que llamamos la realidad social es, en gran medida, una construcción discursiva que, por lo tanto, puede y debe reconstruirse discursivamente.
Recordemos que cuando hablamos de discurso no hablamos, simplemente, de un “chagüite” politiquero. Hablamos de las palabras, los gestos, los símbolos y los silencios que utilizamos para hacer sentido de la vida y los fenómenos sociales.
No existe una realidad objetiva que opere en forma independiente de estas palabras, gestos, símbolos y silencios. La realidad social —un billete de cien córdobas o la discriminación que sufren las lesbianas y los homosexuales en nuestro país, por ejemplo— debe verse como un conjunto de sentidos valorativos que, mediante prácticas discursivas, logran normalizarse y normalizar ciertos ordenamientos y comportamientos sociales. De esta forma se transforman en sentido común y se institucionalizan. Así, para muchos, un billete de cien pesos inspira respeto; no así, una lesbiana.
La pobreza en Nicaragua es también una realidad discursiva en el sentido de que puede definirse, explicarse y legitimarse como, por ejemplo, el producto de la “voluntad de Dios”; el resultado de “la pereza de gente que no quiere trabajar”; algo que debe atacarse siempre y cuando no pongamos en peligro la dinámica del mercado; o bien, como una abominación que debe y puede ser eliminada con urgencia mediante la rearticulación de la base moral y material de nuestra sociedad. El futuro y la realidad de los pobres en Nicaragua van a depender de la visión y la definición de la pobreza que logre consolidarse como dominante en nuestro país.
Desde esta perspectiva, la política puede verse como una lucha por la definición e institucionalización de una moralidad colectiva que define y legitima la distribución de los costos y beneficios sociales. En esta lucha triunfan aquellas visiones que logran normalizarse, naturalizarse o, en otras palabras, convertirse en hegemónicas.
Si aceptamos lo anterior, también tenemos que aceptar que la lucha política en un país como Nicaragua —marcado por la precariedad de sus instituciones, así como por un sinnúmero de contradicciones sociales no resueltas— no debe verse, simplemente, como una competencia por alcanzar la presidencia del país. Debe verse como una competencia para ganar el control de los medios que facilitan la construcción de un poder social (que no existe en nuestro país) capaz de estabilizarnos y enrumbarnos hacia un horizonte histórico compartido.
En nuestro país, desgraciadamente, impera la visión de la política como una lucha para “alcanzar el poder”. Esto explica que en un importante sector de la oposición nicaragüense, se haya consolidado la idea de que lo importante hoy es ganar las elecciones del próximo año para después ver qué carajos hacemos. Lo importante, se dice e insinúa cada vez con más fuerza, es la “unidad de las fuerzas democráticas” para terminar con la dictadura de Ortega. “Después nos arreglamos”.
No nos demos atol con el dedo: no nos arreglaremos y no arreglaremos nada.
Si aceptamos que el verdadero reto de la lucha política en Nicaragua es la construcción de un poder social que nos integre y nos mueva como sociedad, debemos aceptar que la construcción de este poder arranca con un posicionamiento ético frente a la moralidad dominante en nuestro país. Y si hablamos de alianzas políticas, debemos hablar de un posicionamiento ético compartido frente a esta moralidad.
Solamente a partir de este posicionamiento se podrá articular un verdadero diagnóstico de la condición del país; establecer las alianzas que deben organizarse; identificar los sectores de la población que deben movilizarse; definir el modelo de Estado que debe articularse; y formular las políticas y los programas que deben ponerse en práctica para poner fin a la eterna crisis que vivimos. En síntesis: para subvertir la realidad, tenemos que definir nuestra posición frente a la misma porque, como decía un viejo maestro, “no podemos cambiar lo que no podemos definir y explicar”.
La Alianza Patriótica es un ejemplo de los peligros que encierra ignorar esta simple lección. Esta coalición política opera hoy en concordancia con la idea de que lo importante es “ganar las elecciones para alcanzar el poder”. Así pues, sus miembros han evitado articular una posición ética frente a la moralidad social dominante en el país y se han contentado con identificar a Daniel Ortega como la causa de nuestra miseria. La cosa —todos lo sabemos— es más sencilla y más compleja: Ortega es el producto de una miseria histórica mayor que lo trasciende y que debemos hacer explícita como condición para superarla.
Las limitaciones de la visión ortega-céntrica de la realidad nacional que orienta a la Alianza Patriótica se expresan con claridad en su Programa de Salvación Nacional, endosado por Montealegre, Mundo (Jarquín) y todo el mundo. Este programa expresa mucha rabia e insatisfacción con el poder político en la Nicaragua de hoy, pero no dice nada —que no sea trillado y superficial— sobre el tipo de poder y el tipo de sociedad que se quiere crear; los inmensos retos y dificultades que tenemos que enfrentar para cambiar el rumbo de nuestra sociedad; y, la distribución de los beneficios y sacrificios que diferentes sectores de la sociedad nicaragüense deberán asumir si de verdad queremos salvar el país. Por estos enormes silencios y omisiones, el Programa de Salvación Nacional puede ser apoyado por sectores de la llamada izquierda nicaragüense que se agrupa en el MRS y, también, por ultraconservadores como Migdonio Blandón, quien en un reciente artículo de opinión señaló que este programa “sintetiza el ideal democrático de la ciudadanía consciente” (Blandón, 2010).
¿A qué se debe la banalidad y la pobreza discursiva del Programa de Salvación Nacional? Mi respuesta a esta pregunta me lleva de regreso al argumento inicial de esta entrega: la Alianza Democrática carece de un elemento político esencial: un posicionamiento ético compartido frente a la realidad nacional y sus causas: las causas que explican la realidad de la mujer en un país que ha podido retroceder hasta criminalizar el aborto terapéutico; las causas materiales y culturales que explican la desnutrición que afecta a millones de niños y niñas nicaragüenses; las causas de nuestra bárbara indiferencia frente al carnaval de la corrupción en que vivimos; las causas de nuestra incapacidad para elevar nuestras aspiraciones como sociedad; y, en fin, las razones que explican por qué somos como somos y por qué estamos como estamos.
Las brutales simplificaciones y omisiones que se expresan en el Programa de Salvación Nacional contrastan con la complejidad y profundidad de las inquietudes, ideas y aspiraciones que expresaron los y las jóvenes que participaron en el encuentro que organizó Esta Semana hace dos semanas. En nuestra próxima entrega hablaremos de lo que reveló este encuentro y de lo que deberían aprender nuestros partidos políticos de lo que dice y siente la juventud nicaragüense. Seguiremos, además, trazando las líneas de una estrategia para subvertir nuestra realidad y mostraremos que la dimensión ética de esta estrategia no es ni esencialista, ni subjetivista. Tampoco es — ¡que Dios nos libre! — moralista.
Comentarios
Baltazar: La subversión ética de la realidad discursiva es, en mi opinión, necesaria pero no suficiente. La subversión ética de la realidad concreta debería nutrirse de los problemas y condiciones sociales, así como de las causas de estos problemas y condiciones.
Isabel: Flaco favor le está haciendo usted a la subversión de la realidad con estas descalificaciones. Su análisis es sectario y parcial. Porque la Alianza Patriótica no es una alianza electoral, y su estrategia se está construyendo a un plazo mínimo de 15 años, iniciando con este programa, que la gente de a pie como yo estamos discutiendo y validando.
El Pirata del Caribe: Existen ejemplos sobre cómo articular el poder social utilizando la tecnología moderna; hablo de un poder social que no se inscriba dentro de un partido político sino dentro de un proyecto para el empoderamiento de la sociedad y para la consolidación de la institucionalidad del país. ¿Quién define lo que es bueno para nuestra sociedad? ¿Los políticos? ¿El que se acerca a votar para cada período de elecciones? Los trabajadores de los países desarrollados no lograron sus reivindicaciones dependiendo de los diputados de sus asambleas, o congresistas.
Cacique Diriangén: Creo que no hay que descubrir el agua helada. Si vos le das el poder al pueblo para que premie o castigue a las organizaciones y líderes que llegan a los cargos de elección, éstos van a estar un poco más preocupados por cumplir con lo que las mayorías les demandan. O sea que el partido que no les cumple a los votantes se acaba.
Gonzalo: Estoy de acuerdo con que el programa de la oposición carece de datos de fondo y que fue hecho un poco a la ligera para llamar la atención de los medios de comunicación. Pero me parece importante reconocer que éste deja la ventana abierta a que, como sociedad nicaragüense, lo conozcamos y lo completemos, algo que en los últimos períodos de gobierno y campañas electorales no hemos tenido la oportunidad de hacer. Ahora solo queda levantar la mano y debatirlo para comprobar si nuestras opiniones son tomadas en cuenta y así constatar si es una propuesta seria en la que se pueda creer.
Carlos: Un programa de nación que proponga el paraíso pierde credibilidad por su propio peso. Ya los hemos visto muchas veces. ¿Se menciona en el programa la institucionalización de los derechos a la diversidad sexual? No. ¿Se menciona la despenalización del aborto terapéutico? No. ¿Por qué? Porque no es conveniente políticamente. Si conviene, va; si no, no va.
Isabel: Le recuerdo que Octavio Paz vio las peras del olmo. Claro, usted no es Octavio Paz, por eso no es capaz de ver las lagartijas.
Ki Isis: Tengo la impresión de que esto de empezar por el pensamiento y las ideas es muy superestructural. La realidad ya está pensada, el pueblo sabe lo que pasa. Lo que no sabe es cómo cambiar las cosas. Necesitamos buscar los datos en el terreno. Mi preocupación es más “el cómo”. Es “el cómo” lo que aún no puedo capturar en sus escritos, pero continuaré leyendo.
Andrés Pérez-Baltodano: A Kilele: Gradas por tu comentario crítico. Estoy completamente de acuerdo con vos cuando hablás de la necesidad de “buscar los datos en el terreno” al mismo tiempo que pensamos y debatimos. Lo uno es imposible sin lo otro. “Hacer teoría” no es separarse de la realidad. La verdadera teoría (la que tiene un impacto sobre la vida) es la que recoge la realidad y la moldea para transformarla. Por eso se ha insistido en este blog sobre la necesidad de acercarse al “otro” y la “otra”; es decir, la necesidad de conocer la realidad de Nicaragua en sus varias manifestaciones.
En lo que yo insisto es que la transformación de la realidad solamente puede hacerse a partir de un posicionamiento ético frente a la misma. Este es un posicionamiento teórico en el mejor sentido de la palabra: una definición anímica, íntima y profundamente política frente a los datos de la realidad.
Todos y todas funcionamos con un programa teórico que nos permite procesar los datos de la realidad. Hasta los más “prácticos”, los que rechazan la teoría, funcionan dentro de una visión del mundo que es ética y que es política. Lo que yo propongo es que hagamos un esfuerzo por hacer explícita esa visión, para revisarla y mejorarla. De ella depende el significado de “los datos”. Los datos de la pobreza son para algunos el reflejo de algo normal. Para otros es una bofetada contra la dignidad de todos los que comen y los que comemos a espaldas de los que no tienen que comer.
Insisto: no separemos los datos del sentido que les asignamos. Trabajemos las dos cosas (que son una). No le tengamos miedo a la palabra teorizar. Recordemos la canción: “para construir el futuro hay que soñarlo primero”. Teorizarlo, diría yo. Teorizarlo a partir de los datos de la realidad profunda de nuestro país. Esos datos no solamente se encuentran en los informes del Banco Mundial. Se encuentran también en la vida y en el lenguaje cotidiano de nuestra gente. Un abrazo.
El nombre es lo de menos: Hace unos meses el profesor dijo que la violencia no era una alternativa. Estoy de acuerdo. La violencia no llega como una alternativa. Es una variable independiente que es producto de la dinámica política y del ejercicio del poder. Aparece donde los espacios civiles se van cerrando. ¿Existen estos espacios al servicio de la población o al servicio de una persona? La violencia no se produce de un día para otro; es un cultivo que permanece latente esperando, como una célula dormida, que se activa dependiendo de la madurez de ciertas condiciones sociales, políticas y económicas. Por eso la importancia de restaurar la institucionalidad del país.
María Teresa: El tono de algunas de las intervenciones me parece una clara evidencia de la falta de ejercitación del intercambio de ideas desde una apuesta ética que fomente el respeto por las y los dialogantes. Por supuesto que este intercambio incluye el derecho a disentir. Por eso disiento de la opinión que vuelve a sugerir la violencia como solución. Las mujeres que han sufrido algún tipo de violencia por parte de sus padres/hermanos/maridos/amantes saben que el único resultado posible de la violencia es el miedo, el sufrimiento. Por eso el feminismo es, ante todo, una apuesta por la no violencia.
Ciertamente, la Alianza Patriótica no logrará convocar a las feministas nicaragüenses, no solo porque apoyan a un candidato misógino/homofóbico como Fabio Gadea, sino porque el “programa” no está. Ortega no es el único problema que tenemos que enfrentar. Ojalá fuera así de simple.
Luis: Considero que los cambios que se necesitan para sacar al país del hoyo de la corrupción (Danielista y Arnoldista) y de la pobreza no pueden hacerse de una forma inmediata (como con una varita mágica). Los resultados positivos se verán paulatinamente cuando apoyemos a personas que tengan algunas ideas de lo que se necesita hacer. Nadie es dueño de la verdad absoluta.
Tamanes: Se van encendiendo las bombillas de la racionalidad ante tanta magia del espectro político criollo; verdad apabullante cuando afirma: “para subvertir la realidad tenemos que definir nuestra posición frente a la misma”, porque, como decía un viejo maestro, “no podemos cambiar lo que no podemos definir y explicar”.
Creo que para lograr consensos, no solo de la oposición frente al actual gobierno, sino un consenso de nación se pasa necesariamente por el reconocimiento de que el danielismo es una realidad política que objetivamente está ahí y seguirá estando. La definición y explicación de esta realidad es un punto de partida.
Si queremos ser Nación, tenemos que reconocer que el “otro” es la otra pierna para dar los primeros pasos. Todos contra Daniel es un formulismo fácil, que cae en el abismo de la confusión. De este formulismo salen de la manga, como por arte de magia, candidaturas de “consenso” que carecen de propuestas serias sobre cómo seguir caminando. La política de “en el camino se ajustan los motetes” es lo que hizo que la bendita Unión Nacional Opositora (UNO) en 1990 terminara beneficiando a unos pocos vivianes.
Antonia: Andrés, ¿y por qué si vos sos tan iluminado, moralmente superior, mejor que todos los nicaragüenses que se han decidido a enfrentar y actuar ante la situación que vivimos, no escribís una propuesta que no sea “banal y pobre”? Me asombra cómo no respetás nada de lo que otros hacen, vos que decís que hay que respetar a los “otros”.
Andrés Pérez-Baltodano: Antonia: ¿Y de dónde sacaste que yo me imagino “iluminado”, “moralmente superior”, “mejor que todos los nicaragüenses”? ¿Nunca has hecho una crítica a un partido o posición política? ¿No es nuestro derecho y obligación hacerlas? No sé si llegaste hasta el final de mi escrito. Termino diciendo que la próxima semana trataré de mostrar que lo que llamo “subversión ética de la realidad no es una posición moralista”. ¿Por qué no esperás un poco antes de declararme desquiciado?
Finalmente, me parece equivocada la lógica que usas cuando sugerís que solamente se debe hacer una crítica cuando a la par de la misma presentas una solución. En primer lugar, yo no puedo escribir un programa de gobierno. Es un trabajo que requiere de múltiples talentos y, aunque creás que me siento iluminado, estoy muy consciente de mis limitaciones. Aporto lo que puedo, cuando puedo.
Por otra parte, ¿te has alguna vez quejado de cómo funciona tu carro, o tu computadora, o tu lapicero? Bueno, esa queja es buena. Los que fabrican computadoras, carros o lapiceros las necesitan (y las agradecen). A veces hasta las pagan. Seguí haciéndolas y no pensés que solamente tendrás derecho a hacerlas cuando seas capaz de construir una computadora, o un carro o un lapicero.
¿Vamos con Don Fabio?
20/9/2010
Se está formando un clima de intolerancia democrática en Nicaragua que podría terminar compitiendo con la “intolerancia orteguista” que ya sufre el país. Mientras que Ortega se empecina en ver a Nicaragua como una sociedad dividida entre sus seguidores y sus enemigos, las llamadas fuerzas democráticas, que se aglutinan en un ridículo y exagerado número de organizaciones, empiezan a dividir el país entre “los amantes de la dictadura” (los que simpatizan con el FSLN) y “los amigos de la democracia” (los que en su mayoría “van”, o “iban”, o “seguirán yendo” con Eduardo).
Edmundo Jarquín es el más claro exponente de la lógica dentro de la que se organiza la nueva intolerancia. Dice Jarquín: “El eje de la polarización política en Nicaragua, que durante 30 años fue sandinismo y antisandinismo, ahora ha pasado a ser entre orteguismo y antiorteguismo como simbolización personal de la polarización entre dictadura y democracia” (Jarquín, 2008).
El Programa de Salvación Nacional, que comenté la semana pasada, refleja esta lógica “antiorteguista”. No es un programa que ofrece algo concreto y sustantivo a los que no tienen tiempo para pensar en la amenaza que Ortega significa para la libertad, porque viven hundidos en la necesidad de salvarse del hambre, del desempleo y de las mil formas de miseria e indignidad que produce la exclusión social que sufren las mayorías en nuestro país.
Si hay una lección que puede extraerse de las declaraciones que ofrecieron los y las jóvenes que participaron en el encuentro de Esta Semana, coordinado por Camilo de Castro hace unas semanas, es que la juventud pensante nicaragüense rechaza las fáciles tipificaciones y las falsas dicotomías con las que opera la gastada clase política nicaragüense. Estos jóvenes tienen una visión integral y multidimensional de nuestra crisis.
Casi todas ellas perciben a Ortega como un serio problema y ven su proyecto como una amenaza para el futuro del país, pero no caen en el irresponsable reduccionismo que significa decir que el problema de Nicaragua “es Ortega”, o que la nuestra es una crisis producida únicamente por el inveterado autoritarismo de nuestro mandatario. Nuestra crisis es, para ellos, una crisis político-social. No separan, por lo tanto, los problemas político-institucionales que vive el país, de los problemas asociados a la fragmentación y la polarización social que ha sufrido Nicaragua a través de su historia. “El derecho a comer no debe competir con el derecho a pensar”, dijo más de uno de los jóvenes que aparecieron en Esta Semana, en alusión al peligro de establecer falsas dicotomías entre la justicia y la libertad.
—.
Don Fabio y la Juventud
El desfase del discurso de la oposición ortegacéntrica con relación al pensamiento y al discurso de la juventud, así como la intolerancia de los autodenominados defensores de la democracia, tienden a agrandarse ahora que las organizaciones de la oposición proponen “ir con Fabio” en las próximas elecciones. Muy pronto, ustedes, los de la Generación XXI, tendrán que definirse frente a esta invitación.
Los de mi generación también tendremos que hacerlo. Yo ya lo hice. Esto es lo que pienso: si la solución de los problemas de Nicaragua demanda un esfuerzo patriótico para hacer que nuestro país reingrese al siglo XIX, Fabio Gadea Mantilla es la persona más adecuada para liderar esta hazaña. No lo digo por su edad, sino por sus ideas.
El pensamiento de “Don Fabio” es una de las más claras expresiones del providencialismo cristiano que nos ha mantenido culturalmente aplastados por siglos. Su discurso revela una visión religiosa retrógrada que, inevitablemente, condiciona su visión de la política, el poder y el papel del Estado. Esta visión es contraria a la que necesita un país políticamente atrasado como el nuestro.
Peor aún, el providencialismo de Fabio Gadea Mantilla raya en el fanatismo. Un fanático, nos dice el diccionario de la Real Academia Española, es alguien que defiende ciegamente algo (opiniones, creencias, ideologías). Esta ceguera lleva al fanático a decir cosas que van en contra del sentido común y de cualquier evidencia que invalide su posición. No en balde, el fanatismo y la ignorancia van de la mano.
Fanatismo e ignorancia se combinan en muchas de las declaraciones y escritos de Fabio Gadea Mantilla. Por ejemplo, él piensa que la Iglesia Católica es infalible y que no debe cambiar su posición con relación al uso de condones para evitar el embarazo o prevenir el contagio de enfermedades. La Iglesia Católica, agrega, no debe prestar atención al “gran argumento” de “algunos intelectuales” que piensan que el uso de condones puede ayudar a combatir el SIDA (Gadea Mantilla, 2007).
“Don Fabio” sospecha que el “argumento” a favor del uso de condones es solamente una excusa que usan los que quieren corromper la sociedad. Esto piensa y dice el hombre que promete sacar a Nicaragua de su atraso: “Quien con el pretexto del horror al SIDA quiera comprar docenas de preservativos y hacer el amor con todas las mujeres que pueda, está en libertad de hacerlo. Igualmente quienes quieran ser invertidos o lesbianas tienen todo el libre albedrío que Dios les da, pero de esto a pretender que el Vaticano se ‘modernice’ autorizando desajustes morales que van en contra de la milenaria majestad de sus leyes, hay un mundo de distancia” (Gadea Mantilla, 2007).
En la desinformada mente de “Don Fabio”, las lesbianas y los gays son personas “aberradas” y “desvergonzadas” que rehúsan someterse a un recalibramiento hormonal. Dice Gadea Mantilla, quien en la entrevista que le hiciera Carlos Fernando Chamorro la semana pasada, declarara que su ambición es “educar a Nicaragua”: “Algunos varones nacen con exceso de hormonas femeninas y algunas mujeres con exceso de hormonas masculinas, pero todo eso puede ser tratado por la ciencia moderna para equilibrar el funcionamiento hormonal del ser humano” (Gadea Mantilla, 2010a). No nos eduque, Don Fabio.
Don Fabio y los intelectuales
¿Cómo van a reaccionar las intelectuales feministas nicaragüenses frente a la candidatura de Fabio Gadea Mantilla? ¿Cómo van a reaccionar los y las jóvenes pensantes de Nicaragua?
Algunas organizaciones juveniles ya han endosado a “Don Fabio”. Intelectuales de la categoría de Carlos Tünnermann Bernheim, maestro de generaciones, lo ha presentado como “un excelente candidato” que “no despierta celos o suspicacias”. Edmundo Jarquín, quien conoció personalmente a Pedro Joaquín Chamorro y escribió un libro sobre la vida y el pensamiento del Mártir de las Libertades Públicas, ha dicho que Fabio Gadea Mantilla lo hace “pensar en Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, quien dijo que en este país aguardaba la más grande de todas las revoluciones, la de la honestidad” (Jarquín, 2010a).
Hagamos aquí un alto, porque lo de Jarquín sobrepasa el tradicional irrespeto que profesan nuestros políticos por la verdad. ¿No ve Jarquín profundas e insalvables diferencias entre la ética que orientó la práctica política de Pedro Joaquín Chamorro y su relación con el poder, y la ética que ha orientado a Gadea Mantilla en su relación con el poder y el Estado? ¿No ve Jarquín abismales e insuperables diferencias entre el pensamiento de Pedro Joaquín Chamorro y el de Gadea Mantilla con relación a la democracia, la justicia social, el papel del Estado, la religión, los derechos ciudadanos y mil temas más?
En las próximas semanas responderé estas preguntas y, además, regresaré a otros temas que he prometido cubrir en entregas pasadas.
Comentarios
Elman: He tenido la oportunidad de leer artículos o escuchar opiniones del señor Andrés Pérez-Baltodano y me parece que sus propuestas están pensadas para sociedades educadas, no fanáticas y empobrecidas como Nicaragua. A todos los potenciales candidatos demócratas les encuentra defectos, debilidades y otras cosas. También esta observación se la hago a otros que comentan este artículo y les pregunto: ¿Creen ustedes que va a salir un iluminado de candidato a la presidencia que va a satisfacerlos a todos? Hay quienes dicen que don Fabio es arcaico y desfasado. Para los que me lean: espero que, así como comentan y critican hoy, estén prestos a defender la libertad, la justicia y las leyes en las calles, o donde sea, cuando las perdamos totalmente y seamos controlados por la dictadura. Mi opinión es que don Fabio Gadea es una persona sana, bien intencionada y es el mejor candidato de la oposición. Si existe uno mejor, propónganlo y que comience a recorrer el país.
Carlos: Mis exigencias (por el momento) a Fabio Gadea:
1. Disculparse públicamente y a través de un cuento de Pancho Madrigal por haber participado en la dirección de la Contra en los años 80.
2. Disculparse por sus declaraciones en contra de la diversidad sexual y retractarse acerca de su oposición al uso de preservativos. A la par de esto, que en conjunto con representantes de la comunidad de la diversidad sexual, redacte un cuento que sea transmitido por Radio Corporación para promover la tolerancia hacia la sexualidad libre y el uso de preservativos en la población.
3. Exigir públicamente que ningún diputado actual se reelija, y que los que corran en la casilla de la oposición sean nuevos candidatos (a quienes se les exigirán otras cosas posteriormente).
4. Reconocer públicamente que el Gran Capital está en una clara asociación para delinquir con el presidente Daniel Ortega y que juntos han sido el azote del pueblo nicaragüense en los últimos años.
5. Que presente cuentas de su labor y renuncie al salario como diputado del Parlamento Centroamericano (PARLACEN); a su vez, que devuelva todo el dinero ganado como diputado en los últimos tres años.
6. Que rechace públicamente el golpe de Estado en Honduras y condene a todos los implicados en el mismo.
Reyes: Andrés, coincido con vos respecto a las tradiciones dicotómicas y a los personalismos existentes en la racionalidad política de los disque líderes del país. En el país no existe una cultura de diálogo, entendida como búsqueda de acuerdos básicos para la convivencia en sociedad. La tolerancia y el respeto son los principales ingredientes para la construcción de una cultura política deliberativa y propositiva. La mayoría de las visiones y racionalidades existentes en el país se han construido bajo una perspectiva instrumental y coyunturalista, lo cual merma las posibilidades de institucionalizar nuestros derechos y libertades. El problema que enfrentamos no solo es de liderazgo; es también un problema de educación. Yo preguntaría no solo por el rol de los intelectuales, sino también por el de las universidades, como centros de pensamiento y de construcción de propuestas. ¿Están nuestros centros educativos cumpliendo su función de educar y formar? ¿Han sucumbido a la lógica del mercado y de la rentabilidad económica? Quizás en un futuro podríamos reflexionar al respecto.
Isabel: Señor Pérez, ¿se imagina usted que Farfán, Báez Bone o Carlos Fonseca hubiesen sido catalogados de somozacéntricos (de la misma forma que usted cataloga a la oposición como “ortegacéntrica”)? La primera contradicción se resuelve primero, ¿no?
Andrés Pérez-Baltodano: Isabel: de Carlos Fonseca Amador se pueden decir mil cosas buenas y malas. Lo que no se puede decir, es que su pensamiento y su lucha eran “somozacéntricos”; es decir, que se limitaban a buscar cómo sacar a Somoza del poder. Su programa pasaba por derrotar a Somoza, pero ofrecía —de manera clara y explícita— una revolución. Uno puede estar o no de acuerdo con la oferta revolucionaria de Fonseca Amador, pero debemos reconocer que esta propuesta estaba basada en una amplia explicación de los problemas sociales y políticos de Nicaragua y sus causas. Podemos rechazar su explicación, pero no negar que tenía una.
El Programa de Salvación Nacional que vos defendés se concentra demasiado en los problemas político-institucionales que marcan nuestra coyuntura. No dice casi nada de los problemas sociales que sufre el país, ni de la historia y las causas de estos problemas. Una adivinanza: ¿Sabés quién es el autor de la cita siguiente? “La victoria final no se produce de inmediato; el enemigo no es la camarilla reaccionaria local, la que pudo ser derrotada mil veces con las sucesivas acciones emprendidas. Se trata de enfrentar al enemigo de más de un siglo: el imperio del dólar”. El autor es Carlos Fonseca. Y como podés ver, nada de somozacéntrico tiene su pensamiento.
Manuel: Estoy de acuerdo con Andrés. La candidatura de Fabio Gadea Mantilla sería un regreso al siglo XVIII. Un candidato de la oposición de esa categoría es un retroceso en el tiempo y en el espacio. Este país necesita a un hombre o a una mujer que dirija Nicaragua con un Proyecto de Nación que una a la población, respetando la diversidad de sus ideas políticas y orientaciones sexuales.
Adolfo: No acostumbro a comentar artículos, pero volvimos a lo mismo y la pregunta es: ¿usted cree que al nicaragüense de a pie, el Pedro, Juan o como se llame, le interesa toda esta parafernalia léxica? No señor Pérez. El nicaragüense de a pie necesita soluciones a los problemas de su vida cotidiana: qué va a comer, qué van a comer sus hijos. Para enfrentar estos desafíos necesitamos gobiernos con la voluntad política para enfrentarlos. No es atacando a determinado candidato que se va a lograr una victoria sobre el orteguismo; se logrará uniendo voluntades verdaderas. Con su palabrería, que por fortuna el nicaragüense de a pie no lee por falta de dinero y tiempo, no vamos a salir nunca del marasmo en que nos encontramos.
Gabriela: No encontraremos soluciones a los problemas que aquejan y que violentan los derechos humanos de hombres y mujeres si los mismos problemas tratan de resolverse con las estrategias que criticamos. El personalismo en los partidos políticos, los términos de “el hombre” como patriarca de una élite política no son la solución. En realidad, no hay una única solución; se necesitan muchas estrategias, ideas, y acciones concretas. Necesitamos de mucha reflexión y de la participación activa y consciente de todos y todas. No una participación fanática y ciega. La mayoría de los nicaragüenses que experimentan día a día el encarecimiento de la vida no poseen ni ostentan cargos políticos y tampoco son tomadores de decisiones a nivel político-nacional; pero sí pueden tomar decisiones personales, familiares y colectivas que promuevan el cambio de sus vidas, sin necesidad de un mesías, de un Moisés o de un Jesús que guíe ese cambio.
Nicagüegüense: Don Andrés: Con mucha sutileza, usted aparenta ser un crítico imparcial de don Fabio Gadea Mantilla. La pura y simple realidad es que, preocupado por el huracán y el despertar de la conciencia nicaragüense que está generando la candidatura de don Fabio, usted está tejiendo hilos para tratar de polarizar esta candidatura. Váyase con sus artículos a otra parte.
Mayela: Luego de estas parrafadas del Dr. Pérez-Baltodano, y de la discusión que ha provocado entre sus lectores, sabrán por qué Ortega tendrá otro período como presidente.
Pinolillo: Me parece que hay que definir dos espacios de discusión. Por un lado está la candidatura “de consenso” del señor Gadea y el posible respaldo de la sociedad nicaragüense; y por otro se encuentra la posición de los políticos tradicionales sobre cómo valorar la coyuntura política. En lo primero, coincido con que el señor Gadea no representa la más mínima esperanza para nuestra sociedad. Es más de lo mismo. Con respecto a la postura de nuestros políticos tradicionales, me parece que Andrés plantea una discusión que va más allá de la coyuntura. Siempre dejamos a un lado las discusiones de fondo y caemos en el pragmatismo coyunturalista. Por esta tendencia, no hemos interiorizado los errores cometidos en el pasado para aprender de ellos.
Resignado: Lamentablemente, Nicaragua nunca saldrá adelante, nunca se modernizará. Quien llegue al poder sólo querrá más y más poder. El peor enemigo, paradójicamente, de nosotros los nicaragüenses es nuestra propia cultura, nuestra educación familiar. El Güegüense es lo que nos jode. Podrá entrar al país todo el dinero que quiera enviar la cooperación internacional; podrán cambiar los líderes, pero siempre estaremos igual. La verdadera revolución que necesita Nicaragua no es política sino cultural.
Todolodo: Yo estoy de acuerdo con la crítica dirigida a Jarquín. Desde hace rato Mundo viene repitiendo que ahora el dilema no es entre sandinismo y antisandinismo, sino entre dictadura y democracia. ¿Saben lo que ocurre cuando uno comienza a masticar esto? Cerrás los pocos espacios de diálogo con los otros, esos que respaldan al gobierno, que también son nicaragüenses. Caés en la trampa de la radicalización. Es básicamente caer en la misma cantaleta de Daniel, solamente que del otro extremo.
Ivania: Tengo 27 años de edad y no creo que don Fabio sea un buen candidato para conducir el país; es muy confesional. Muchos de los problemas de Nicaragua tienen que ver con temas como la salud sexual reproductiva, la violencia hacia las mujeres y otros problemas. Él no es un candidato que sume. Finalmente quiero decir: el problema no es Ortega; es el orteguismo.
Frank: Con el respeto que se merecen los que han comentado este artículo, creo que perdieron la brújula de la objetividad. El artículo de Andrés únicamente señala la incongruencia con que la oposición ha tratado el tema de la escogencia de un candidato de consenso que represente a las fuerzas opositoras actualmente divididas. Errada ha sido la decisión de abanderar a Fabio Gadea Mantilla como candidato de consenso, pues coincido con Andrés en que este señor con su mentalidad arcaica únicamente nos llevará al oscurantismo y hasta a una inquisición. Gadea Mantilla por su vanidad y narcisismo se tragó el cuento y ahora hasta se cree el superhéroe de la película, o mejor dicho, la última Coca-Cola en el desierto. Creo que la muy desunida oposición debe sentarse con cabeza fría antes de decidir sobre qué persona cerrar filas, pues debe reunir el requisito de las 3C: capacidad, conciencia, y credibilidad. Y está claro que don Fabio solamente cuenta con la última. Seamos propositivos y dejen los señalamientos para otro día, lo urgente en este momento es buscar a esa persona que inspire verdadera confianza como candidato de consenso antes que Gadea Mantilla siga creyéndose su cuento y nos lleve al despeñadero.
Amatista: Andrés: o sea que según vos, aquí el problema no es Ortega y los que lo adversamos somos unos nuevos intolerantes y “ortegacéntricos”. El enemigo principal según vos no es la dictadura, sino la Alianza Patriótica, Mundo Jarquín, Montealegre o cualquiera que pretenda enfrentarse al régimen chamuko. Ni una palabra has dicho sobre la demolición de las instituciones y es tan vicioso tu ataque a Jarquín que ya parece algo personal. Gadea no es santo ni candidato de mi devoción, pero al menos ha tenido el valor de desafiar a Amoldo Alemán y su pacto con Ortega. ¿Serías vos capaz de hacer lo mismo?
Todos tus artículos parecen obsesivos y descontextualizados: pareciera que quisieras convencernos de que no hay nada que hacer; que no hay que juntarse con nadie para movilizarse y protestar; que hay que recluirse en el gueto de los “puros”, ver los toros de largo y aceptar la “inevitabilidad” de la dictadura. La ética que predicas más parece la ética de la impotencia y del conformismo: dediquémonos a la crítica pura y a las abstracciones, dado que no hay nadie, ni medios ni caminos por los cuales transitar hacia otro lugar. Hay algo que hiede a Torquemada en tu crítica; a dogma y a sectarismo. Al parecer para vos no existen mediaciones, ni reconocés los grises, las luces y las sombras en esta situación. Me da la impresión que estás profundamente desconectado de la realidad cotidiana del país y por eso te agarrás de los pobres -que somos casi todos- de los jóvenes y las mujeres -que han estado a la vanguardia de la lucha y no andan con pendejeras- para justificar tu sectarismo. No es hora de lucha ideológica ultramontana como proponéis, ¡no de lucha política para salvar la libertad y la democracia! Si te parece poca cosa, entonces efectivamente, vos no tenés nada que proponer y por omisión, le hacés el volado a quienes nos quieren paralizados.
Ramón: Estimado Andrés: coincido plenamente con tus planteamientos en cuanto a lo erróneo que sería respaldar la candidatura de una persona como don Fabio, ya que las ideas de él son bastante desfasadas, y por consiguiente, no permitirían situar al país a tono con los avances científicos (VIH y Sida) y humanos (reconocimiento de los derechos por orientación sexual y el papel que deberían desempeñar las iglesias en respeto a la dignidad de las personas), entre otros temas.
Elman: He tenido la oportunidad de leer artículos o escuchar opiniones del señor Andrés Pérez-Baltodano y me parece que sus propuestas están pensadas para sociedades educadas, no fanáticas y empobrecidas como Nicaragua. A todos los potenciales candidatos demócratas les encuentra defectos, debilidades y otras cosas. También esta observación se la hago a otros que comentan este artículo y les pregunto: ¿Creen ustedes que va a salir un iluminado de candidato a la presidencia que va a satisfacerlos a todos? Hay quienes dicen que don Fabio es arcaico y desfasado. Para los que me lean: espero que así como comentan y critican hoy, estén prestos a defender la libertad, la justicia y las leyes en las calles, o donde sea, cuando las perdamos totalmente y seamos controlados por la dictadura. Mi opinión es que don Fabio Gadea es una persona sana, bien intencionada y es el mejor candidato de la oposición. Si existe uno mejor, propónganlo y que comience a recorrer el país.
Carlos: Mis exigencias (por el momento) a Fabio Gadea:
1. Disculparse públicamente y a través de un cuento de Pancho Madrigal por haber participado en la dirección de la Contra en los años 80s.
2. Disculparse por sus declaraciones en contra de la diversidad sexual y retractarse acerca de su oposición al uso de preservativos. A la par de esto, que en conjunto con representantes de la comunidad de la diversidad sexual, redacte un cuento que sea transmitido por Radio Corporación para promover la tolerancia hacia la sexualidad libre y el uso de preservativos en la población.
3. Exigir públicamente que ningún diputado actual se reelija, y que los que corran en la casilla de la oposición sean nuevos candidatos (a quienes se les exigirán otras cosas posteriormente).
4. Reconocer públicamente que el Gran Capital está en una clara asociación para delinquir con el presidente Daniel Ortega y que juntos han sido el azote del pueblo nicaragüense en los últimos años.
5. Que presente cuentas de su labor y renuncie al salario como diputado del Parlamento Centroamericano (PARLACEN); a su vez, que devuelva todo el dinero ganado como diputado en los últimos tres años.
6. Que rechace públicamente el golpe de Estado en Honduras y condene a todos los implicados en el mismo.
Reyes: Andrés, coincido con vos respecto a las tradiciones dicotómicas y a los personalismos existentes en la racionalidad política de los disque líderes del país. En el país no existe una cultura de diálogo, entendida como búsqueda de acuerdos básicos para la convivencia en sociedad. La tolerancia y el respeto son los principales ingredientes para la construcción de una cultura política deliberativa y propositiva. La mayoría de las visiones y racionalidades existentes en el país se han construido bajo una perspectiva instrumental y coyunturalista, lo cual merma las posibilidades de institucionalizar nuestros derechos y libertades. El problema que enfrentamos no solo es de liderazgo; es también un problema de educación. Yo preguntaría no solo por el rol de los intelectuales, sino también por el de las universidades, como centros de pensamiento y de construcción de propuestas. ¿Están nuestros centros educativos cumpliendo su función de educar y formar? ¿Han sucumbido a la lógica del mercado y de la rentabilidad económica? Quizás en un futuro podríamos reflexionar al respecto.
Isabel: Señor Pérez: ¿Se imagina usted que Farfán, Báez Bone o Carlos Fonseca hubiesen sido catalogados de somozacéntricos (de la misma forma que usted cataloga a la oposición como “ortegacéntrica”)? La primera contradicción se resuelve primero. ¿No?
Andrés Pérez-Baltodano: Isabel: de Carlos Fonseca Amador se pueden decir mil cosas buenas y malas. Lo que no se puede decir, es que su pensamiento y su lucha eran “somozacéntrica”; es decir, que se limitaban a buscar cómo sacar a Somoza del poder. Su programa pasaba por derrotar a Somoza, pero ofrecía -de manera clara y explícita- una revolución. Uno puede estar o no de acuerdo con la oferta revolucionaria de Fonseca Amador. Pero debemos reconocer que esta propuesta estaba basada en una amplia explicación de los problemas sociales y políticos de Nicaragua y sus causas. Podemos rechazar su explicación pero no así, negar que tenía una.
El Programa de Salvación Nacional que vos defendés, se concentra demasiado en los problemas político-institucionales que marcan nuestra coyuntura. No dice casi nada de los problemas sociales que sufre el país, ni de la historia y las causas de estos problemas. Una adivinanza: ¿Sabés quién es el autor de la cita siguiente?
“La victoria final no se produce de inmediato; el enemigo no es la camarilla reaccionaria local, la que pudo ser derrotada mil veces con las sucesivas acciones emprendidas. Se trata de enfrentar al enemigo de más de un siglo: el imperio del dólar”. El autor es Carlos Fonseca. Y como podés ver, nada de somozacéntrico tiene su pensamiento.
Manuel: Estoy de acuerdo con Andrés. La candidatura de Fabio Gadea Mantilla sería un regreso al siglo XVIII. Un candidato de la oposición de esa categoría es un retroceso en el tiempo y en el espacio. Este país necesita a un hombre o a una mujer que dirija Nicaragua con un Proyecto de Nación que una a la población respetando la diversidad de sus ideas políticas y orientaciones sexuales.
El humanismo de Pedro Joaquín Chamorro
27/9/2010
Pedro Joaquín Chamorro Cardenal fue una de las principales fuentes de inspiración que me llevaron a escribir sobre el humanismo materialista cristiano en un libro de reciente publicación.[14] Ahora regreso a él, apoyado en una visión teórica enraizada en ideas, experiencias y ejemplos de vida como las que Pedro Joaquín Chamorro representa. Lo que aquí expreso forma parte de un nuevo libro que espero concluir el próximo año.
No pretendo encasillar el sentido de la vida y la obra del hombre que todos conocemos como “Pedro Joaquín”. Simplemente, quiero sintetizar mi propia interpretación de la ética y la filosofía política del Mártir de las Libertades Públicas.
Lo hago animado por el deseo de que la juventud nicaragüense reconozca en Pedro Joaquín Chamorro un norte ético que es real y necesario en nuestro país; sobre todo ahora que Nicaragua se ahoga en el oportunismo político, el fanatismo religioso y la mediocridad.
Aclaro: el humanismo materialista cristiano no es una doctrina religiosa o una ideología política. Es, simplemente, una posición ética que se nutre del pensamiento democrático moderno y de la filosofía cristiana. Esta posición puede adoptarse a partir de la fe o de la razón.
Se puede, entonces, aceptar el humanismo materialista cristiano creyendo en Jesucristo, hijo de Dios; o, simplemente, aceptando como válidos los principios humanistas enunciados por Jesús, el hombre de Nazaret. En el pensamiento de Pedro Joaquín Chamorro, estas dos visiones —la secular y la religiosa— aparecen fundidas en una sola fe y en una sola filosofía.
Tres conceptos y sus definiciones
El humanismo -en el humanismo materialista cristiano- expresa la convicción de que el objetivo principal del Estado, del mercado, y de las instituciones en general, debe ser la defensa y promoción de la dignidad humana. Esta convicción está presente hasta en el conservador Catecismo de la Iglesia Católica: “Cada comunidad se define por su fin y obedece en consecuencia a reglas específicas, pero el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana”
Casi con las mismas palabras, Pedro Joaquín Chamorro expresó una visión humanista del mundo y de la sociedad que rechaza tanto el totalitarismo de Estado, como el de Mercado: “El hombre no es un simple individuo o átomo del Estado, sino una persona humana, libre, con dignidad propia, con derechos y deberes naturales, sociales y políticos inalienables, y que viviendo dentro de organismos e instituciones naturales y sociales, es centro del Estado y de la Economía”.
La “persona humana” a la que hace referencia Pedro Joaquín Chamorro no es un ser abstracto y etéreo como el individuo-consumidor al que hace referencia la teoría económica del mercado y la teoría democrática neoliberal que muchos defienden en nuestro país. La persona humana de la que habla Pedro Joaquín Chamorro es una persona real, con aspiraciones y necesidades concretas condicionadas por fuerzas históricas que se manifiestan en formas diferentes y en espacios de acción determinados. Desde esta perspectiva, el humanismo que orienta la visión del Estado y del Mercado de Pedro Joaquín Chamorro es materialista.
El materialismo -en el humanismo materialista cristiano- hace referencia a una visión de la realidad social como una condición determinada por el drama existencial de la persona humana, en sus expresiones vitales -objetivas y trascendentes- más básicas y concretas. En este sentido, el humanismo materialista cristiano es antiidealista, si por idealismo se entiende una visión de la realidad social como una condición determinada por ideas que, independientes de su contexto histórico específico, flotan sobre la misma, determinándola.
El humanismo de Pedro Joaquín Chamorro es materialista porque su filosofía política y su crítica contra el somocismo se nutren de una comprensión analítica e intuitiva profunda de la compleja realidad histórica de Nicaragua. De esta comprensión, Pedro Joaquín Chamorro deriva la convicción de que en una sociedad con las características de la nuestra, no será posible alcanzar el progreso y la paz, mientras nos empecinemos en defender la libertad que sacrifica la justicia, o la justicia que sacrifica la libertad.[15]
Así pues, la lucha de Pedro Joaquín Chamorro por la “limpieza en el proceso electoral, el entierro definitivo de las ideas dinásticas, la abominación de los caudillismos, de las castas privilegiadas y de los fraudes”, no constituyen un fin en sí mismas, sino un medio para responder a las necesidades humanas más urgentes en nuestra sociedad. Dice Pedro Joaquín Chamorro: “La reforma política en Nicaragua debe de provocar la concepción del gobierno como un instrumento encaminado principal y casi exclusivamente al beneficio de los más pobres, mientras haya pobres. Ninguna obra de progreso es buena, si no es para el progreso de los más pobres”.
Finalmente, el cristianismo -en el humanismo materialista cristiano-, expresa un doble reconocimiento. En primer lugar, el cristianismo -independientemente de sus limitaciones y deformaciones- funciona como la matriz valorativa dentro de la que se ordena el sentido de la realidad nicaragüense. En segundo lugar, el cristianismo -como doctrina religiosa y como ética de vida- está impregnado de valores y principios que, interpretados adecuadamente, favorecen el desarrollo integral de la condición humana.
Pedro Joaquín Chamorro, como humanista y como creyente, reconocía la presencia y la pertinencia del cristianismo. Reconocía, por lo tanto, que la verdadera transformación de las estructuras que reproducen miseria, opresión e indignidad en Nicaragua, tendría que ser el resultado de una transformación cultural y, más concretamente, cristiana. Pedro Joaquín Chamorro: “Si nuestra Nicaragua va a salvarse, sólo será a través de un auténtico cambio cuya base está en las esencias cristianas tan olvidadas muchas veces; y estas esencias sólo pueden comenzar a tener validez, cuando se rectifica con valor el error cometido, y se parte directamente y sin miedo desde esa rectificación hacia la construcción de una sociedad más justa en lo social, en lo económico y en lo político”.
Seamos como Pedro
En la sequía ética que vive nuestro país, los nicaragüenses, y especialmente la juventud, debemos mantener vivo el ejemplo de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal. Él nos recuerda y nos reclama lo que los nicaragüenses podemos y debemos hacer. Imaginemos su voz: “Entendamos las cosas claramente. El dilema de los jóvenes es arduo, pero no complicado: o están con el pasado lleno de vicios y rencores, repleto de lucro sin límite, ausente de sentido social y cristiano, oscurecido por una sola meta que es el enriquecimiento a toda costa, aun usando bienes del Estado, o están con el presente que debe ser encauzado hacia lo contrario, es decir, a extirpar rencores, a concluir con las explotaciones, a llenar la vida de sentido social, a impedir el enriquecimiento ilimitado de unos pocos y a lograr de cualquier modo una justa distribución de la riqueza nacional”.
Nota: Todas las citas a Pedro Joaquín Chamorro están tomadas del libro La patria de Pedro: El pensamiento nicaragüense de Pedro Joaquín Chamorro. Managua: La Prensa, 1981.
Comentarios
Adolfo: Felicidades por el excelente artículo sobre el pensamiento político de Pedro Joaquín Chamorro, sin duda alguna uno de los políticos más honestos que ha tenido Nicaragua. Cuando haya una organización política que combine el pensamiento del Gral. de Hombres Libres y el de Pedro Joaquín Chamorro, ahí será cuando comencemos a construir la Nicaragua de todos y para todos, la Nicaragua como la querían ellos, con justicia social, libertad e independencia.
Cacique Diriangén: El Dr. Pedro Joaquín Chamorro fue un demócrata que luchó por la justicia y se opuso a los dictadores de turno: la dinastía somocista. Fue asesinado cobardemente por quienes en ese momento se creían dueños de Nicaragua y del poder. Creo que nuestra obligación debe ser oponernos frontalmente a los que quieren poner una bota en la nuca del pueblo; ya sean de derecha como los Somozas, o de izquierda como Ortega.
Quintania: Pedro Joaquín Chamorro no era cristiano. Su odio contra los Somozas era tan grande que se metió con los comunistas para ganar.
Luis: Andrés, te felicito mucho por tu labor y objetivo de proyectar las teorías fundamentales a todos los nicaragüenses jóvenes. Pero, es importante simplificar el mensaje y hacerlo palpable a la realidad de ellos, los jóvenes de todas las clases sociales en Nicaragua. Yo he estado pensando mucho sobre este tema de organizar y crear una solución política que pueda crear una nueva plataforma. Sí es importante que se den cambios ahora; pero es aún más importante crear soluciones a problemas que seguirán siendo grandes problemas con cualquier gobierno -especialmente de derecha.
Andrés Pérez-Baltodano: Gradas, Luis, por tus palabras de apoyo y por tu consejo. Quintania: si seguís leyendo este blog, aprenderás muchas cosas que no conocés sobre la vida de Pedro Joaquín Chamorro.
La democracia de Pedro Joaquín Chamorro: ¿tu democracia?
4/10/2010
Muchas de las palabras que usamos para hablar de la realidad de nuestro país han perdido su valor como representaciones auténticas del sentido de nuestra vida social. Todos hablamos de “democracia”, pero imaginamos y defendemos cosas diferentes y hasta contradictorias.
En la Torre de Babel que es Nicaragua, la democracia “participativa” de Daniel Ortega es un espectáculo de plaza pública donde los congregados son invitados a pegar un grito para “aprobar”, por ejemplo, la entrada de Nicaragua al ALBA de Hugo Chávez. En esta “democracia participativa” no se aceptan críticas. La pareja gobernante dice quién puede participar y, además, cómo, cuándo y para qué hacerlo.
La democracia que defiende Arnoldo Alemán, si la juzgamos por sus antecedentes, es una rifa quinquenal del derecho a delinquir con impunidad. Alemán aspira a ganar de nuevo en la tómbola política de nuestro país. Y como confirmando la inmensidad del abismo en que nos encontramos, todavía hay gente que quiere complacerlo.
Finalmente, la democracia de la llamada oposición anti-danielista y anti-arnoldista es una democracia electoral desprovista de un sentido social y, por lo tanto, dominada por un discurso que es incapaz de capturar la imaginación de los pobres y las marginadas de nuestro país, que son la mayoría.
Frente a este triste panorama, regreso hoy al pensamiento de Pedro Joaquín Chamorro, convencido de que su visión de la democracia, abonada por su ética de vida y por su propia sangre, puede ayudarnos a superar la crisis de la imaginación política que sufre nuestro país.
No propongo que memoricemos el pensamiento de Pedro como se memoriza una receta, sino que nos inspiremos en ese pensamiento y lo desarrollemos. Tampoco propongo que transformemos a Pedro Joaquín Chamorro en un ídolo, sino, simplemente, que reconozcamos en él a uno de los mejores ejemplos de decencia, congruencia, visión política e integridad humana que ofrece la historia de nuestro país.
A Pedro Joaquín Chamorro lo mataron hace más de treinta años; es decir, antes de que la mayoría de ustedes hubiesen nacido o alcanzado el “uso de razón” y la conciencia política que ahora poseen. Su pensamiento, sin embargo, sigue vigente porque la Nicaragua que él vivió no ha desaparecido.
Desaparecieron los Somoza, pero no la corrupta moralidad social que ellos encarnaban. Más aún, en algunos aspectos, la Nicaragua de hoy, comparada con la que vivió Pedro, ha empeorado.
Nicaragua no solamente enfrenta el neo-somocismo de Daniel Ortega, sino también la amenaza de una derecha criolla envalentonada por la fuerza del capitalismo mundial y empecinada en transformar la idea de la democracia en una justificación para imponer sus intereses y sus prejuicios sobre el conjunto de nuestra sociedad. Esta derecha encuentra sus más claras expresiones en el nica-neoliberalismo de Eduardo Montealegre y en el extremismo religioso del homofóbico “Don Fabio”.
¿Qué es la democracia?
La democracia puede definirse como un modelo de relaciones entre el Estado y la sociedad que le otorga a la ciudadanía un importante grado de control sobre la gestión estatal. Desde esta misma perspectiva, la calidad de la democracia puede evaluarse en función de la capacidad que tienen los individuos que integran una sociedad, para participar en la elección de sus gobernantes y en la definición de las prioridades y las acciones del Estado.
Las necesidades, los intereses y las aspiraciones de una sociedad, sin embargo, son contradictorios. La manera en que cada sociedad enfrenta estas contradicciones define la calidad sustantiva del sistema político y, más concretamente, del consenso social que sirve de fundamento a cualquier democracia. Desde esta perspectiva, la calidad sustantiva de una democracia debe evaluarse en función de la capacidad que tiene el consenso social que la sustenta, para integrar con justicia los derechos y las obligaciones de los diferentes sectores de la sociedad.
Finalmente, el consenso de aspiraciones e intereses dentro del que se organiza democráticamente una sociedad es, invariablemente, la expresión de una moralidad social en la que se armoniza un conjunto de valores que determinan las prioridades del Estado y del mercado. Esta moralidad define y legitima el sentido de lo bueno y lo malo; lo justo y lo injusto; lo legal y lo ilegal.
En la democracia de Pedro se integran las tres dimensiones antes señaladas: la político-electoral (las leyes, los procesos y las instituciones); la sustantiva (el consenso social), y la moral (los valores fundamentales que sirven de marco al consenso social y al funcionamiento de las leyes, los procesos y las instituciones en una sociedad).
La dimensión político-electoral
“La reforma política en Nicaragua”, señala Pedro Joaquín Chamorro, “debe comenzar por dejar sentado que el funcionario público, del Presidente para abajo, no puede tener acceso, en su condición particular, a la riqueza del Estado”. Esta reforma, continúa, “debe restablecer el funcionamiento efectivo de los tres poderes, independientes el uno del otro”. Debe, además, restablecer el derecho de los pueblos “a darse sus propios gobernantes”. En síntesis, la reforma de nuestras leyes, procesos e instituciones nos dice Pedro, debe buscar, “la limpieza en el proceso electoral, el entierro definitivo de las ideas dinásticas, y la abominación de los caudillismos, de los castas privilegiadas, y de los fraudes”.
La dimensión sustantiva
La democracia de Pedro no termina en lo formal. La reforma política que él propone tiene una dimensión sustantiva que se expresa en la necesidad de articular un consenso social que, en Nicaragua, debe tener un objetivo central: enfrentar el impostergable reto de la pobreza y la desigualdad social. En este sentido, la democracia de Pedro es, en sus propias palabras, “un instrumento encaminado principal y casi exclusivamente al beneficio de los más pobres”.
Por la importancia que adquieren los temas de la pobreza y la justicia social en la visión democrática de Pedro Joaquín Chamorro, sus escritos castigan, con especial dureza, lo que él llama “el pragmatismo falsificado” de quienes pretenden despojar la democracia de su sentido social. Este pragmatismo se expresa hoy en nuestro país en proclamas y programas de gobierno que proponen, en las palabras de Pedro Joaquín Chamorro, “una serie de normas acelerativas en el proceso de la producción, sin que lleve este último dentro de sí mismo, una chispa espiritual, o por lo menos una respuesta a la necesidad inmediata de una sociedad muerta de hambre, en todo el sentido de la palabra”.
“Y claro”, agrega Pedro Joaquín Chamorro, “es muy fácil planificar eso con el estómago lleno, o mejor dicho es común ese sueño, entre la gente que está repleta y por eso, es pura teoría, porque se deja de lado el componente íntimo de la sociedad, la cual no es más que una constante relación de necesidades, inquietudes, amistades, pensamientos, angustias, e ideales, desembocando en el deseo común de ser todos en común, cada vez mejores, y en común también, obtener una vida más digna y feliz”.
La dimensión moral
Pedro Joaquín Chamorro es enfático en señalar que ni la reforma política, ni la económica, ni la social serán posibles en nuestro país, mientras no seamos capaces de iniciar “una reforma moral”. Esto, para él, implica la recuperación de un humanismo cristiano que responda a la realidad material de los más necesitados de nuestro país: “Ninguna reforma política, social y económica puede hacerse sin una base de sustentación espiritual que la anime, que la dote de mística, de verdadera razón positiva, pues de lo contrario vendría a ser simplemente una reacción en contra del pasado; pero no una acción encaminada a construir el futuro”.
En sus valientes declaraciones de la semana pasada, Monseñor Silvio Báez denunció que nuestra práctica política se desarrolla en “un lamentable vacío de valores” (Báez, 2010). En la próxima entrega estudiaremos la dimensión moral de la democracia de Pedro, para identificar formas de llenar este vacío.
Nota: Las citas a Pedro Joaquín Chamorro están tomadas de: La patria de Pedro: El pensamiento nicaragüense de Pedro Joaquín Chamorro. Managua: La Prensa, 1981; y, Pedro Joaquín Chamorro, 5 P.M. Managua: Editorial Unión, 1967.
Comentarios
María Teresa: Vale la pena volver los ojos a la diversidad de actores/as y discursos para abonar a una nueva comprensión de la democracia sustantiva. Los reclamos feministas por la igualdad, las demandas de los así llamados grupos de la diversidad sexual para acabar con las jerarquías heterosexuales, la demanda de restitución del aborto terapéutico, son, entre otras, demandas que los partidos políticos criollos no están en capacidad de representar, dado su reduccionismo intelectual y político. La democracia es, ante todo, un proceso permanente de ejercicio del “derecho a tener derechos”.
Cacique Diriangén: Creo que Fabio Gadea no es la perfección encarnada, pero creo que en este momento, dado los altísimos riesgos que enfrentamos no sólo de parte del Orteguismo sino también de su socio Alemán, Gadea Mantilla es una gran oportunidad para sembrar esperanza en el pueblo y para avanzar hacia la democratización y el respeto de las instituciones y las leyes. Considero que la democracia no es una meta sino que es un proyecto social que se debe ir mejorando.
Andrés Pérez-Baltodano: Estimado Cacique: en esta vamos a llegar a un acuerdo: tenemos visiones diferentes de qué es y cómo se construye una democracia. Yo me apego a la visión democrática de Pedro Joaquín y, por lo tanto, tengo que rechazar, por antidemocrática, la arcaica e intolerante visión social de “Don Fabio”.
Pero apartemos lo sustantivo. Veamos la racionalidad pragmática (y resignada a aceptar a casi cualquier candidato) que usás para argumentar tu posición, que respeto, pero considero equivocada.
Don Fabio va a ser como un trapo rojo frente al toro de los que apoyan al FSLN y de los indecisos que tienen alguna simpatía por el Frente. El “candidato de consenso” va a aglutinar a los seguidores del Frente, los va a energizar, porque los va a hacer llegar a la conclusión de que, o la beben con Daniel Ortega, o la derraman con un gobierno de derecha en el que se combinarán el neoliberalismo de Montealegre y los prejuicios y la ignorancia de “Don Fabio”.
Un abrazo y gracias por tu disposición a conversar y debatir.
El pensamiento de Pedro Joaquín Chamorro frente a nuestra (in)moralidad
11/10/2010
El principal triunfo alcanzado por el FSLN en los últimos veinte años ha sido lograr empujar a sus adversarios a jugar su propia versión de la democracia; es decir, a practicar la democracia como un juego de golpes de fortuna y vivezas electorales. En este juego -en donde el FSLN es “medalla de oro”-, los principios, las convicciones y los valores se subordinan al objetivo de alcanzar o mantener el poder.
La racionalidad dentro de la que funciona el juego de la democracia del FSLN la expuso el empresario sandinista Ricardo Coronel Kautz en un artículo publicado en el año 2005. Lo he citado varias veces en mis escritos por su gran valor documental y, más concretamente, por revelar con inusitada claridad el colosal desmoronamiento moral que ha sufrido la otrora organización revolucionaria.
La ética, dice Coronel Kautz para justificar este desmoronamiento, “no es más que un prejuicio burgués usado como arma para el monopolio de la política”. Desde esta perspectiva, agrega, la política “no es más que el juego de la demagogia, la manipulación, el manoseo, el engaño, la venta de ilusiones, la trampa, el jueguito, la compra y venta de voluntades, el chantaje, el cinismo, las coimas, los pactos prebendarios, el nepotismo, la llamada corrupción, el abuso de la palabra y tráfico de influencias, la media mentira y media verdad, y todo lo demás”. Concluye Coronel Kautz: “El FSLN, contrario a sus principios, ha tenido que aprender ese juego […] si no lo hace, desaparece. De tal manera que en este juego, como en todos, también el fin justifica los medios” (Coronel Kautz, 2005).
A pesar de que el cinismo y la inmoralidad han dominado el ejercicio de la política en nuestro país, nunca nadie se había atrevido a defender estas lacras como válidas y necesarias. Sin lugar a dudas, el escrito de Coronel representa un nuevo y más bajo nivel de corrupción en la historia del discurso político en Nicaragua.
Para nuestra desgracia, nuestra práctica política ha descendido a los niveles que marcó el escrito de Coronel Kautz hace cinco años. En este sentido, el éxito del FSLN ha sido rotundo. No solamente nos ha acostumbrado a sus abusos, sino que ha empujado a la oposición nicaragüense a jugar dentro de las reglas que definen su propia versión de la democracia; es decir, de la democracia entendida como “la venta de ilusiones, el jueguito […] la media mentira y la media verdad” (Coronel Kautz, 2005). Veamos algunos ejemplos.
Ya para las elecciones del 2006, la alianza opositora que lideraba el MRS compitió sin explicar las convicciones, los principios y las aspiraciones de las organizaciones y personalidades que la componían. Nadie, por ejemplo, quiso o fue capaz de explicar en qué consistía la renovación que el MRS buscaba.
Edmundo Jarquín, el candidato de esa alianza, reconoció que los planes de gobierno de todos los partidos que competían en esa contienda electoral eran prácticamente idénticos; que lo único que los diferenciaba eran las personas que los proponían. De esta manera, las elecciones presidenciales adquirieron la seriedad de un concurso para elegir al más simpático de los candidatos. O al más feo. O al que lograra venderse mejor en el tramposo mercado electoral de nuestro corrupto país.
El FSLN ganó las elecciones y la oposición siguió empecinada en jugar a la democracia como un juego de sorpresas y oportunidades. Así pues, se armó de un discurso repleto de palabras vacías e insistió en promover la articulación de coaliciones anti-danielistas, desprovistas de visiones y aspiraciones sociales.
Fue así que se iniciaron las “marchas blancas”, en las que podía participar cualquiera que, por cualquier razón o con cualquier intención, estuviese dispuesto a luchar para derrotar a Ortega. La idea era vergonzosamente sencilla: “ganemos hoy, mañana… ya Dios dirá”.
Muchas de las mujeres que con tanto valor y entereza han luchado por sus derechos, caminaron en estas marchas a la par de personajes que, como Enrique Quiñónez, representan la Nicaragua machista, homofóbica y corrupta que ellas han querido cambiar.
Así, por la ruta de lo práctico, lo inmediato y lo conveniente, llegamos al 2010 y a la decisión de la llamada “oposición democrática” de escoger como su “candidato de consenso” a Pancho Madrigal, posiblemente el primer candidato presidencial virtual en la historia política de la humanidad. Y no digo esto como una broma. No hay tiempo para chistes en la Nicaragua de hoy. Lo digo porque cualquiera que tenga dos dedos de frente sabe que Fabio Gadea Mantilla no fue seleccionado por lo que él es, sino por la popularidad del personaje de su creación.
No pudo haber sido seleccionado como símbolo de la lucha contra la corrupción de “Don Daniel” alguien que, como “Don Fabio”, se benefició con puestos, prebendas y hasta carreteras, de su relación con el corrupto Arnoldo Alemán. Tampoco pudo haber sido seleccionado Don Fabio por su intelecto o por sus dotes de estadista, después de todo el veneno y la ignorancia que ha derramado y sigue derramando en sus llamadas Cartas de Amor a Nicaragua.
Fabio Gadea Mantilla fue el conejo mágico que algún iluminado sacó del hoyo negro en el que se ha perdido la imaginación política en nuestro país, bajo el supuesto de que los nicaragüenses preferirían votar por Pancho y no por Daniel. Y no podemos negarlo: la selección de Don Fabio es poco menos que “brillante” en una sociedad en donde la política funciona como la visualizó Coronel Kautz hace cinco años; es decir, como “el juego de la demagogia, la manipulación, el manoseo, el engaño, la venta de ilusiones, la trampa, el jueguito, la compra y venta de voluntades […] el abuso de la palabra y tráfico de influencias, la media mentira y media verdad”.
La moralidad de Pedro Joaquín Chamorro y nuestra inmoralidad
Pedro Joaquín Chamorro era enfático en señalar que, para que Nicaragua logre superar su miseria, será necesario que la acción política penetre y destierre “la raíz del problema” que ha aquejado por siglos a nuestra sociedad: la corrupta moralidad, sobre la que solo se pueden construir instituciones que no pueden funcionar con eficacia porque carecen de legitimidad.
Y aclaremos: Pedro Joaquín Chamorro no fue un pensador romántico y, mucho menos, un diletante. Tampoco era un moralista. Cuando hablaba de moral, no hablaba de fantasías celestiales; hablaba de una visión normativa enraizada en convicciones por las que uno está dispuesto a sufrir y, como él lo demostró, también a morir. Estas convicciones, señalaba Pedro Joaquín, son necesarias para impulsar una “reforma moral” y para evitar que la política se transforme en una reacción coyuntural y sin sentido de futuro, ya sea contra un Somoza o contra un Daniel.
Así, para “salir del pasado”, dice Pedro Joaquín Chamorro, no es suficiente “reaccionar negativamente contra él”; es necesario impulsar la política “dentro de un camino positivo”; es decir, dentro de un camino orientado por un horizonte compartido de convicciones, valores y aspiraciones sociales.
¿Cuáles son las convicciones que unifican y orientan a la llamada oposición nicaragüense, más allá de sus estériles declaraciones a favor de un fantasmagórico Estado de Derecho y su deseo de echar a Daniel Ortega del poder? ¿Serían ellos, por ejemplo, capaces de pronunciar las palabras de Pedro Joaquín Chamorro y decir que, en un país como Nicaragua, la democracia debe ser “un instrumento encaminado principal y casi exclusivamente al beneficio de los más pobres”? Y si no creen en esto, ¿en qué creen?
El pensamiento y el legado de Pedro Joaquín Chamorro están ausentes en la política de la llamada oposición democrática nicaragüense. Peor aún, sus dirigentes han manipulado el legado político del Mártir de las Libertades Públicas; lo han vaciado de la ética por la que fue asesinado Pedro Joaquín; y, finalmente, lo han transformado en consignas y etiquetas de mercadeo para ganar, a cualquier precio, en el juego electoral de nuestro desdichado país. Fabio Gadea, por ejemplo, se envuelve hoy en el manto de lo que Pedro Joaquín Chamorro llamó “la revolución de la honradez”. El sentido de la honradez de Gadea, sin embargo, no es, ni será jamás, el mismo por el que luchó y fue asesinado Pedro Joaquín.
¿Puede alguien imaginar a Pedro Joaquín Chamorro negociando puestos en el Parlacen o hablando, como lo hizo “Don Fabio”, cuando justificó el uso que hizo de su relación con Arnoldo Alemán para conseguir que el Estado le pavimentara la carretera de diez kilómetros que conduce a su finca El Galope?
“¿La pavimentación del camino se ha agilizado porque usted es el consuegro del presidente Alemán?”, cuestionó a Gadea Mantilla la periodista del canal de televisión que lo entrevistó, poco después de que los medios de comunicación revelaran el escándalo. La respuesta del que hoy usa el legado de Pedro Joaquín para venderse como el líder de la “revolución de la honradez” fue: “Probablemente, probablemente, pero eso no es pecado, mi muchachita…” (ver El Nuevo Diario, 2001).
Nota: Las citas a Pedro Joaquín Chamorro están tomadas de: La patria de Pedro: El pensamiento nicaragüense de Pedro Joaquín Chamorro. Managua: La Prensa, 1981; y Pedro Joaquín Chamorro, 5 P.M. Managua: Editorial Unión, 1967.
Comentarios
Joaquín: La moral de Don Fabio se asemeja a la de personas de su época, y también de jóvenes que no desean que se llegue a materializar un matrimonio entre homosexuales. Ninguna religión mayoritaria, ni la católica, ni la protestante, ni la musulmana, ni la judaica, aceptan la homosexualidad. Creo que a los homosexuales se les debe respetar, pero no se puede alterar la convivencia natural y lógica de dos seres de distinto sexo. ¡Creced y multiplicaos! Entre dos seres del mismo sexo no se puede. ¿Estamos de acuerdo?
Pinolillo: Soy un joven (o finalizando la etapa biológica de crecimiento en ese segmento) y sinceramente, el comentario final de Pérez-Baltodano es fulminante para quitarle el aura que todos pretenden vender con el candidato Gadea Mantilla. Entiendo que todos busquemos una respuesta pragmática para estas elecciones. Sin embargo, siempre terminamos buscando a una persona y no prestamos atención a lo que la persona propone. El 70% de la población es menor de 30 años. ¿Y pretenden vendernos a un octogenario? ¿Por qué no buscar a un joven, alguien cercano a los 40, que ha demostrado ímpetu y que no tiene “cola que le pisen”? ¿Acaso no hay alguien que reúna esos requisitos?
PD: Sr. Joaquín, el tema de la homosexualidad debe ser tratado fuera del pensamiento religioso. ¿Acaso los homosexuales y lesbianas son personas de segundo nivel?
Matrix: Es evidente que la convicción del próximo gobierno tiene que estar orientada a los intereses de la población pobre de Nicaragua. Históricamente, el sandinismo ha tenido como su ideal ser “solidario con el pobre y luchar por sacarlo de la miseria”.
Saúl: Estimados ciudadanos nicaragüenses: soy un joven de los muchos que en Nicaragua no estamos de acuerdo con el sistema político del país. Pero criticar no es suficiente. También hay que actuar. Como joven soy crítico, pero también contribuyo al fortalecimiento de la juventud en el tema de los derechos humanos y en la promoción de la incidencia política de la juventud.
Cantinflas: Las cosas que Nicaragua necesita: una corte de justicia sana, una asamblea legislativa respetuosa de las leyes, y un consejo supremo electoral independiente de todos los partidos. Todo esto implica tocarle el bolsillo a todos aquellos que han vivido cómodamente del erario público todos estos años. Ese es el camino que ya comenzó a andar Fabio Gadea, y van a sobrar muchos que le van a poner obstáculos para querer hacerlo caer, pero Don Fabio ya viene de regreso de donde muchos han querido llegar. Hay mucho ruido en Managua porque son muchos los que ya ven cerca el peligro de perder la comodidad a la que se han acostumbrado todos estos años.
Baltazar: Escribe Coronel Kautz, “la ética, desde la perspectiva marxista, no es más que un prejuicio burgués usado como arma para el monopolio de la política”. Marx no escribió sobre la ética burguesa en el sentido que intenta atribuirle CK.
Cacique Diriangén: ¿Qué es más (in)moral, hacer algo por muy equivocado que sea o quedarse con los brazos cruzados como lo hace muchísima gente?
Chilo: Criticar es fácil, pero actuar no tanto. Estoy de acuerdo con la descripción del sistema político nicaragüense y admiro los ideales de Pedro Joaquín Chamorro. Pero si sólo nos quedamos en críticas, cinismo y desacreditación, nunca avanzaremos. No sé si Don Fabio es el mejor. El problema es que los actores del sistema político “corrupto” no permiten que los ciudadanos podamos escoger a nuestros candidatos. Estos actores no piensan en el bien común y mucho menos en Nicaragua. Mucha gente ha hecho del sistema político su modus vivendi y no quieren abrir los espacios políticos a la competencia. Las cosas no cambiarán en Nicaragua hasta que se devuelva la dignidad al ciudadano y para llegar ahí pueda que tengamos que votar por un Don Fabio hoy, y por un Don X mañana, hasta que lleguemos al día en que los partidos se hayan democratizado y tengamos instituciones sólidas e independientes donde la voluntad del ciudadano se respete. Yo soy Pro Vida y no pertenezco al sistema político corrupto, ni pertenezco a la generación de Don Fabio. Usted generaliza mucho, lo que le resta a su opinión.
Andrés Pérez-Baltodano: Estimado Cacique: interesante tu pregunta. Por favor contéstala tratando de explicar qué significa “no hacer nada”. Amigo Baltazar, completamente de acuerdo con vos. Coronel Kautz seguramente nunca leyó a Marx. Abrazos, Andrés.
Andrés Pérez-Baltodano: Estimada Chilo: Decís que el sistema corrupto no nos deja, a los ciudadanos honestos, escoger “buenos candidatos”. Sin embargo, al criticarme por criticar a Gadea, ¿pasás a formar parte del sistema que no permite la crítica necesaria para escoger “buenos candidatos”? ¿Te das cuenta? El sistema del que te quejas somos nosotros, lo reproducimos nosotros, lo justificamos nosotros. Lo reproducimos y lo justificamos nosotros cada vez que pragmática y resignadamente nos contentamos con vivir siendo “inferiores a nuestra propia suerte”. Nicaragua va a cambiar cuando los nicaragüenses esperemos más de nosotros y de nuestros líderes. Abrazo, Andrés.
Un discurso ensimismado
19/10/2010
En otras ocasiones he señalado que el discurso de la llamada oposición democrática nicaragüense es un discurso de élite; no es para las masas, para el pueblo, para los marginados, para los que no viven y piensan como viven y piensan los que usan este discurso.
Ni siquiera es un discurso para los llamados “indecisos”; es decir, para los y las nicaragüenses de cualquier condición social que, por cualquier motivo, no saben hoy por quién votarán; o, si votarán en las próximas elecciones. Hoy quiero hablar un poco más sobre este tema, para ilustrar algunas de las cosas que hemos discutido en este blog sobre el discurso político nicaragüense.
De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española, el ensimismamiento se define como un acto de “recogimiento en la intimidad de uno mismo”. En este sentido, el ensimismado no presta atención al mundo que existe fuera de su propio mundo; o a las personas que viven fuera de su mundo social. Se puede decir, entonces, que la persona ensimismada, o la que articula un discurso ensimismado, se enajena de la realidad que lo rodea y desatiende esta realidad “por entregarse a la consideración de lo que se tiene en el pensamiento”.
El discurso de la oposición anti-danielista nicaragüense es ensimismado; es auto-referencial. Mediante este discurso, los líderes de la oposición se dirigen a los que integran su propio mundo social para darles (y darse) ánimo; para apoyarlos (y apoyarse); para calmarlos (y calmarse); y para motivarlos (y motivarse) a actuar, no sólo frente a Daniel Ortega, sino contra cualquier cosa que amenace su futuro.
El discurso ensimismado, entonces, tiene un propósito terapéutico. No es un discurso político ya que la política implica la intención de establecer una conversación afectiva con personas que no piensan como nosotros, con el propósito de convencerlas del valor de nuestras posiciones e ideas. Veamos el ejemplo que ofrece el discurso que ha articulado la oposición alrededor de la candidatura de Fabio Gadea Mantilla.
La llamada “candidatura de consenso” de “Don Fabio” enfrenta la profunda —y bien justificada— desconfianza de un importante sector de la población nicaragüense que duda de la política que “Don Fabio” representa; o, peor aún, que rechaza las ideas y el pensamiento del candidato. ¿Qué dicen/hacen los líderes de la oposición antidanielista para contrarrestar esta desconfianza y este rechazo? Nada. Ignoran a los que tendrían que tratar de convencer y, simplemente, se aferran a la esperanza de un milagro; a la repetición del irrepetible “milagro” de Doña Violeta. Más aún, repiten para ellos, y para otros que viven y piensan como ellos, que “Fabio une” y que la magia de Pancho Madrigal los salvará.
El discurso de la oposición no tiene nada que decirle al joven Carlos, quien en Generación XXI, le pedía explicaciones a Fabio Gadea Mantilla sobre su pasado político; sobre sus virulentas declaraciones en contra de los homosexuales y las lesbianas; sobre su visión de la relación entre el FSLN y el “Gran Capital”; sobre sus simpatías por el golpe militar del 2009 en Honduras; y otras cosas más. Carlos representa a miles de nicaragüenses que demandan estas mismas explicaciones. ¿Quién se las va a dar?
Veamos unos cuantos ejemplos del discurso enajenado y ensimismado de la oposición anti-danielista nicaragüense. Empecemos con Enrique Sáenz, de los renovadores sandinistas —ahora más lucios que los pescaditos socialcristianos de Agustín Jarquín—. Sáenz es un político que quiere votos, pero que no tiene tiempo para Carlos y los y las miles que, como Carlos, dudan de “Don Fabio”. Los ignora y simplemente afirma: “Vemos con interés la candidatura de Fabio Gadea, es una persona honorable, estamos evaluando la situación” (Sáenz, 2010).
¿Evaluando qué? ¿Qué cosa es “la situación”? ¿Y quién va a responder las preguntas de Carlos?
La comentarista María José Zamora tampoco tiene oídos para Carlos y otros y otras como él. Metida dentro de su propio mundo y sin interés en responder a los que no piensan como ella, proclama: “Por su misma trayectoria de honradez, trabajo y amor a Nicaragua […] Don Fabio tendrá la tarea de erradicar el nepotismo, la corrupción, el clientelismo político, el abuso de poder, el autoritarismo, el derroche de los fondos estatales, la cultura del no pago, la burocracia, e indiscutiblemente la despartidización de los poderes del Estado, que hasta hoy continúan secuestrados por el pacto Ortega-Alemán” (Zamora, 2010).
¡Pero señora! ¡Miles de Carlos tienen preguntas y dudas sobre la participación de Gadea Mantilla en muchos de los vicios que usted dice que él va a erradicar! “¡Pancho Madrigal: Ruega por nosotras!”
Hasta la revista Envío, que por tanto tiempo supo darle al pan, pan y al vino, vino, ahora ignora a Carlos y a los miles que piensan como él. La revista repite las letanías de la oposición con una visión retocada, aumentada, disminuida y corregida de “Don Fabio”: “Don Fabio es un hombre mayor, con un claro perfil de derecha. Pero es respetado e inspira confianza más allá de su generación y de quienes comparten este ideario. Aunque nunca ha dejado de asumir posiciones políticas desde su radio, no es percibido como ‘político’ y se le reconoce independencia. Y aunque ha estado inmerso en todos los avatares políticos nacionales y se le pueden señalar ‘metidas de pata’, no se le conocen ‘metidas de mano’ en los recursos públicos o en otras arcas abiertas” (Envío, 2010b).
Cristiana Chamorro tampoco tiene interés en responder a Carlos y a los miles que piensan como él. Quiere su voto, pero no lo escucha ni lo ve. Sencillamente afirma lo que Carlos niega y cuestiona: “Escuchar a don Fabio es presenciar un acto de reivindicación de la política. En su persona se ve una concreción de dignidad personal, sentido común, con aires de ingenuidad campesina, cuya simplicidad induce a confiar en sus buenas intenciones y ver como genuinas su búsqueda de compromisos. Ser digno en política es ser consecuente con una forma de vida, impregnada por un fuerte carácter moral” (Chamorro, 2010).
¿Cómo explicar el ensimismamiento discursivo de la oposición anti-danielista nicaragüense? Algunos dirán que es el producto de la torpeza política de este sector. Pero también es posible que el ensimismamiento de la oposición tenga sus raíces en el envanecimiento, la soberbia y la vanidad de sus líderes y voceros. Según el diccionario de la Real Academia Española, la palabra ensimismado también tiene esta connotación.
Comentarios
Alfonso: ¿Cuántos frijoles suma y cuánto resta al plato del pobre estar a favor o en contra de la situación política de Honduras? Llámese golpe o como quieran llamarle a lo que pasó recientemente en ese país.
Es preferible errar al lado de la ética y la moralidad que errar al lado de la ideología y las posturas polacas. Por haber optado por lo segundo, es que estamos con el lodo podrido hasta el pescuezo.
En Nicaragua la guerra no es en contra de las ideologías políticas exactamente, sino en contra de la carencia de moralidad y ética en la política y la función pública. Por esa carencia es que Daniel y los suyos hoy son oligarcas. Una simple opinión no va a moralizar a toda esa gleba de corruptos, sino acciones verdaderas y concretas que dignifiquen la política. Sólo la moralidad produce moralidad y sólo la ética produce ética.
• Sobre los homosexuales y lesbianas, creo que aunque incorrecto y no apropiado, Don Fabio refleja la idiosincrasia de los pueblos y del ciudadano común mayoritario. Pretender cambiar de un santiamén una idiosincrasia de siglos es un solemne atrevimiento. Para eliminar ese tipo de ignorancia necesitamos décadas de educación. Si ustedes condenan a Don Fabio por su postura ante este tema, pues tendrán que quemar vivos a miles de campesinos que piensan como él. (Aclaro que no es correcto, y que en eso debemos cambiar, nos guste o no). Yo también soy independiente.
María Teresa: Los grupos de “oposición” no están ensimismados. Carecen de propuestas para combinar la democracia institucional con la social. Denuncian el evidente autoritarismo del gobierno del FSLN, pero les encantan los militares que dan golpes de Estado. No les pueden hablar a las mujeres apoyando sus demandas, porque no quieren pelearse con las fuerzas conservadoras que niegan la libertad de las mujeres. Somos muchas las feministas que vemos en Don Fabio un patriarca misógino muy parecido a Don Daniel, Don Arnoldo, Don Enrique y todos los dones que han mal conducido las instituciones públicas e incluso las privadas (es decir: la propia familia). Don Fabio es un recurso desesperado ante la ausencia de una verdadera oposición.
Tayguer: Ni la pareja innombrable del Pacto de la Corrupción, ni mucho menos Don Fabio Gadea, son idóneos para ostentar el poder en nombre del pueblo nicaragüense. Don Fabio —al igual que Pablo Antonio Cuadra en El Nicaragüense y otras obras— desea fervientemente detener el tiempo y que sigamos con la imaginería del siglo XIX (la de la Hacienda Señorial), es decir, de machete, cotona, caites, calabazo y sombrero de paja, “humilde”, obediente, conformista. Fabio Gadea es una persona que, al igual que los dos innombrables del Pacto, ama el Estado confesional, adora el tiempo que se fue y que jamás volverá. En Nicaragua todavía hay gente pensante y con dignidad. A otro perro con ese hueso.
PD. Algunos movimientos o grupos contestatarios (feministas y juveniles) desean entregarse con todo y bandoleras a Fabio. ¡Por favor!
Antonia: Según la definición de ensimismado que da Don Andrés, parece que perfectamente le cabe a él. Es tan pequeña su concepción de lo político que sólo tiene ojos para los políticos tradicionales y la oposición formal de los partidos. Y dado que vive fuera del país, forma sus criterios con lo que sale en los periódicos, que son un reflejo de la realidad, pero no de toda la realidad ni de la única. Al parecer sólo él es poseedor de la verdad y la razón, y el único que tiene derecho a opinar. Antes de que se pusiera a predicar con su ética absolutista, me parecía interesante. Pero él mismo tiene las actitudes que critica: tiene el mismo tono condescendiente y paternalista de Ortega, Alemán o Gadea, y ahora es papá de los jóvenes a quienes ve como acólitos de su verdad revelada. Lo que el país necesita es quedarse dichosamente huérfano de tales padres. ¿Quién necesita el discurso victimista de Don Andrés que nos trata como inferiores porque no compartimos su enfoque sesgado y arrogante de la realidad?
Raúl: Antonia, me parece que vos estás dando tu opinión. Entonces, no entiendo por qué decís que Andrés siente que es el único que tiene derecho a darla. Esto es una gran contradicción, ¿no te parece? No entiendo por qué sentís que te tratan como inferior o que el discurso de él es victimista. Me parece que de alguna manera sentiste que te estaban hablando a vos nada más.
Cacique Diriangén: Hoy por hoy la única opción medianamente independiente que tenemos los que no “deseamos” el pactismo se llama Fabio Gadea. La otra alternativa es que el “kupia kumi” de Ortega y Alemán nos continúe machacando y, por ende, provocando estancamiento y atraso en nuestra patria.
María Isabel: Don Andrés, usted pone de ejemplo al joven Carlos, que es un ensimismado de campeonato. Usted cree que él representa a miles, entonces ¿por qué no se manifiestan esos miles en el ámbito donde él está: en la universidad? Se equivoca de medio a medio con su dizque representante.
Carlos: María Isabel: La mención de un nombre propio para reforzar un enunciado no limita la argumentación central; estamos hablando de la generación maliciosa de mitos o idealizaciones que distraen de las verdaderas tareas ciudadanas. Creo que hay dos figuras míticas que distorsionan o impiden el desarrollo de la conciencia del pueblo: el mito del Güegüense y el del personaje de Don Fabio, que no es Pancho Madrigal como comúnmente se cita. Pancho Madrigal es un simple narrador de cuentos. El “verdadero” personaje de esos cuentos es Aniceto Prieto, una caricaturización denigrante y lumpen del campesino nicaragüense. Alrededor de Aniceto Prieto aparecen un número de personajes haraganes, vividores, irresponsables y machistas que reflejan la verdadera visión que tiene Don Fabio sobre el campesino y lo rural. Los “aires de ingenuidad campesina” que desafortunadamente afirma ver Doña Cristiana Chamorro en Don Fabio, es la expresión de esa visión urbana y patriarcal de lo rural que Don Fabio refleja y que lo llevó a ser jefe de la contra militar, de contingentes campesinos alzados en armas (con apoyo de EEUU para que los nicaragüenses nos matásemos entre nosotros mismos). Esa “ingenuidad” hizo morir a miles de campesinos.
Samanes: Es pasmoso el voluntarismo con el que actuamos a la hora de escoger a los líderes políticos; de ahí que sigamos dando vueltas en el mismo terraplén politiquero. El globo de Don Fabio inexorablemente se va a desinflar; ya empezó a hacer aguas con sus declaraciones sobre lo terrenal y lo divino. No hay programa, pero sí mucha verborrea de buenos y malos, de honestos y corruptos, de demócratas y totalitarios. La ingenuidad campesina que le ve Cristiana Chamorro a Fabio Gadea se cae con el oportunismo del político corrupto, marcado en el asfalto que llegó al camino del Galope por obra y gracia del consuegro, otro con mucho “carácter moral”.
Modesto: Hola indoctrinator, qué ensimismado eres con tus artículos. A todos criticas y te crees el sabio que tiene todas las respuestas correctas a la compleja situación de Nicaragua. Das respuestas y soluciones pero no te tiras al ruedo a hacer campaña con tus ideas turbias. Ensimismado caballero. Ensimismado.
Más sobre el ensimismamiento
25/10/2010
Mi crítica al ensimismamiento de la oposición antidanielista generó varias respuestas que, desdichadamente, confirman mi análisis del discurso de este sector. Quiero hacer referencia a algunas de ellas para ampliar mi crítica.
La lectora que se identifica como Antonia, por ejemplo, respondió a los planteamientos que hice la semana pasada con un “barajo rechazo”. Yo no sé si todavía se usa esta expresión en Nicaragua. Cuando yo era un chavalo, la usábamos para “devolver” la crítica que alguien nos hacía, sin tener que rebatir sus argumentos. El “barajo rechazo” es una especie de conjuro, propio de una sociedad que todavía no se decide a alcanzar su propia versión de la modernidad.
Yo hice un esfuerzo por explicar el ensimismamiento de la oposición antidanielista en Nicaragua. También ilustré mi crítica con algunos ejemplos. A Antonia no le gustó lo que dije y, como los chavalos de mi tiempo, me echó un “barajo rechazo” con el que yo tendría que haber caído al suelo víctima de violentas convulsiones. “El ensimismado sos vos”, me dice Antonia. Luego me llama “victimista”, “arrogante”, “absolutista”, pero ni una sola palabra sobre lo que yo digo del ensimismado discurso político de la oposición antidanielista. Peor aún —¡pobre “Don Fabio”! —, ni una sola palabra para defender las supuestas virtudes del “candidato de consenso” y salvador de nuestra “circo-democracia”.
¿Y qué decir del comentario de Modesto? Mejor no decir nada y simplemente transcribir algunas de sus palabras como otro ejemplo del discurso de los que no toleran a quienes no piensan como ellos: “Hola indoctrinator, que ensimismado eres con tus artículos. A todos criticas y te creés el sabio que tiene todas las respuestas correctas a la compleja situación de Nicaragua. Das respuestas y soluciones, pero no te tiras al ruedo a hacer campaña con tus ideas turbias. Ensimismado caballero. Ensimismado”.
María Isabel tampoco logra salir de la intimidad de sus opiniones para entablar una conversación con alguien que, como yo, no piensa o siente como ellos. María simplemente se “sale por la tangente” y la agarra contra el joven Carlos Villanueva, a quien yo puse como ejemplo de los miles de jóvenes que tienen serias dudas sobre la capacidad, la calidad política y hasta la honorabilidad de “Don Fabio”: “Don Andrés, usted pone de ejemplo al joven Carlos, que es un ensimismado de campeonato. Usted cree que él representa a miles, entonces ¿por qué no se manifiestan esos miles en el ámbito donde él está: en la universidad?”
Afortunadamente, otros lectores, como Raúl, Samanes y Guillermo, le explicaron a María y a José que “la mención de un nombre propio para reforzar un enunciado no limita la argumentación central”.
Vivir o no vivir en Nicaragua
He hecho referencia a los comentarios anteriores porque, más allá del rechazo que puedan provocar mis opiniones (o mi persona) en algunos lectores, estos confirman que la oposición antidanielista enfrenta un grave problema: sus integrantes no saben discutir, debatir y defender sus posiciones. Se apegan dogmáticamente a su “verdad”; aplauden a los que se las reafirman, y atacan a cualquiera que piense diferente o que cuestione los dogmas que les ayudan a vivir. A mí, por ejemplo, me aplaudían antes muchas de las personas que ahora me atacan. Guardo un correo en el que alguien que simpatiza con el MRS me escribió hace dos años: “¡Andrés, qué bárbaro, parece que vivieras en Nicaragua… me encantó lo que dijiste contra los danielistas! Les dijiste la verdad con detalles, puntos y comas y señales”. Esta misma persona me volvió a escribir meses después para protestar por un artículo que escribí criticando la derechización del MRS. En esta ocasión me dijo: “No entendés Nicaragua porque no vivís aquí”.
Yo no vivo en Nicaragua. Pero estoy seguro que Antonia, por ejemplo, tampoco “vive en Nicaragua”. Estoy seguro de que ella no vive en la Nicaragua en la que viven los afectados del Nemagón, o en la Nicaragua que habitan las prostitutas de las calles de Managua. Y es que, como lo he dicho muchas veces, no existe una Nicaragua. Existen muchas Nicaraguas, separadas por las brutales diferencias culturales, socioeconómicas, étnicas, raciales, y por orientación sexual que nos aíslan. En una de estas Nicaraguas —protegida por el “Muro de Fermín” o versiones de ese muro—, viven los líderes de la oposición antidanielista que no tienen un programa que ofrecer a los que viven fuera de su mundo porque ni siquiera saben cómo comunicarse con ellos.
Nuestro reto es, precisamente, crear un país que no existe; una sociedad que no existe; una Nicaragua que no existe. Esto solamente se puede hacer saliendo de nuestros ensimismamientos y abriéndonos a la Nicaragua del otro y de la otra. Este blog se creó con la intención de contribuir a este proceso.
Sigamos, pues, luchando contra el ensimismamiento de los que piensan que las preguntas de Carlos (ver entrega anterior) son solamente de él y no de miles de jóvenes nicaragüenses que dudan de “Don Fabio”. Para ello, haré uso de la más reciente encuesta nacional de opinión pública realizada por Borge y Asociados. Esta muestra que un 42.1% de los encuestados votaría por Ortega si las elecciones para presidente se realizaran “el día de hoy”. Un 25.1% lo haría por “Don Fabio”. Cuando los resultados de la encuesta se desagregan por edad, el resultado demuestra que existen miles de Carlos Villanueva: Un 45.1% de los encuestados con edades entre los 18 y los 29 años votaría por Ortega. Apenas un 19.5% lo haría por el “candidato de consenso”.
¿Servirán los resultados de esta encuesta —y otras claras evidencias del fracasado discurso de la oposición— para sacar al antidanielismo de su ensimismamiento? No lo creo. Creo, más bien, que sus miembros me responderán apegándose a las tranquilizantes profecías y presagios de sus líderes. Mundo Jarquín, uno de los sumos sacerdotes de la secta antidanielista, ya vaticinó que los resultados de las encuestas que favorecen al danielismo cambiarán ¡cuando terminen las lluvias! La popularidad de la que goza hoy Daniel Ortega dice Jarquín, obedece a “fenómenos pasajeros como la amplia exposición de Ortega a los medios de comunicación por la emergencia de las lluvias, y las entregas de materiales y suministros a los damnificados” (Jarquín, 2010b).
¡Entonces no hay que preocuparse! No hay que esforzarse por armar un programa que responda a las necesidades de los que, como los damnificados por las lluvias, comen salteado en nuestro país. No hay que acercarse a los que, por la indiferencia de la mal llamada oposición democrática, no tienen más remedio que ahorcarse en el palo de la dictadura y la corrupción que les ofrecen Rosario y Daniel. No hay que rebuscar en el fondo de nuestras conciencias una o dos convicciones sociales que, por humanismo, por cristianismo, o por lo menos para evitar terminar aplastados por la furia de los pobres, o por la intolerancia de Daniel, nos acerquen a los excluidos y miserables de nuestro país. ¡Nada de esto es necesario! ¡Muera la razón y de paso los que nos critican… sobre todo si viven fuera de Nicaragua! ¡Recemos a la Divina Providencia para que paren las lluvias! ¡Pancho Madrigal: Ruega por nosotros!
El Muro de Fermín es el nombre de la tira semanal creada por Manuel Guillén y publicada en El Azote (La Prensa).
Comentarios
David: Qué bien que usted explica los orígenes de la cultura dictatorial. Hace dos décadas vivo fuera de mi patria. En los primeros dos años conviví con una persona de otra nacionalidad. La persona me solicitaba ser abierto al diálogo. Yo firmemente pensaba que su solicitud era su forma de debilitar mis argumentos (“mi autoridad”). Finalmente me grabó en video en varias conversaciones. El resultado fue que pude ver mi ensimismamiento. Enseguida empecé a notar que lo que vi a través del video se repetía en otros hermanos nicas. No es un problema político, es peor, es la cultura dictatorial de muchos años que hemos vivido. Hay que demostrarnos a nosotros mismos que podemos pensar diferente, y hacer las cosas de forma diferente. Esto requiere promover una cultura de diálogo para generar progreso. Escuche a su compañera(o) de trabajo, a un joven o a un anciano. El diálogo es simplemente un medio para explorar el sentido de las cosas con el oído y con la palabra, y puede generar resultados, consenso, progreso y paz.
Modesto: ¿Cuál debate? Este Pérez-Baltodano salta de un lado al otro con sus ideas preconcebidas acerca de Nicaragua. No existe debate porque él ya tiene su opinión y nadie lo va a hacer cambiar. Considero que es muy absolutista y alineado a su “ideología”.
Amelia: Usted habla al peso de su lengua de personas que obviamente no conoce bien, y lo que es peor, habla de ellas para sustentar sus argumentos después de etiquetarlas antojadizamente. Usted puede creerse dueño de la verdad, pero el que lo crea así no quiere decir que lo sea. El aire del Olimpo puede ser tóxico y hacerle ver la paja en el ojo ajeno y no en el propio. Es la única explicación que encuentro ante tanta descalificación que usted hace del esfuerzo que hacen otros por encontrar una salida a este sufrido país. Si usted es tan perfecto y lo sabe todo, ¿por qué no viene a salvarnos?
Samanes: Amelia, el que el señor Pérez-Baltodano sea de la tercera edad o no habite físicamente en Nicaragua, el país de las maravillas, no lo inhibe de ser conocedor de esta realidad. No veo en los escritos de él al Monte de los Olivos. Sí veo la Chureca, veo la irracional costumbre de habernos acostumbrado a ver a niños pidiendo en los semáforos. Veo también la necesidad de no claudicar en el esfuerzo de construir alternativas políticas sin esos lastres que arrastramos como sacos de plomo. Veo cómo por arte de magia se construye a un supuesto líder aglutinador ante el poder establecido. Veo que no se trata de “ir en contra” de algo, sino en trabajar en ser diferentes para no estar recetando siempre el mismo cuento de camino.
Luis: Samanes: esos sacos de plomo a que te referís somos nosotros los mismos ¡los nicaragüenses!
Guillermo: Nicaragua es un país de mentiras, un país que no existe, donde nada de lo que se ve es real, donde todo puede ser una mentira. Esto se puede ver y sentir sin necesidad de vivir en Nicaragua. No es necesario estar dentro de los límites fronterizos del país para poder analizar las cosas que ocurren. Siga estimado don Andrés, con sus comentarios tan acertados.
Pinolillo: Andrés, sigo con interés tus comentarios en este blog. Sin embargo, me parece que en esta ocasión has caído en la trampa de individualizar tus respuestas a los lectores. En un blog, es común encontrar personas que van a cuestionar lo que se escribe; o van a plantear posiciones radicales por el estado de ánimo en que se encuentran al momento de leerte. Sin embargo, me parece que la mayoría de los lectores no le presta atención a este tipo de comentarios.
Benjamín: Coincido con Pinolillo. Supongo que usted es una persona próxima a la tercera edad y no ha conseguido hacer el salto entre la vieja y la nueva tecnología. Al lector que tome su tiempo en responder con un artículo se le escribe un artículo en respuesta. Por el contrario, en un blog, se debe responder con frases de una línea, como “estoy en desacuerdo”, “gracias por escribir”, “respeto su opinión”, etc. Sin más que agregar, le recuerdo que sólo son observaciones que podrían mejorar su relación con sus lectores.
José Miguel: Andrés: Pinolillo y Benjamín apuntan cosas interesantes sobre tus respuestas puntuales a quienes —con orejeras como los burros— solamente miran en dirección rojinegra, hacia la zanahoria que les ponen delante para que caminen. Las ideas no son su fuerte. Entonces, no merece la pena gastar pólvora en zopilotes. Sigue en tu diálogo con la juventud pensante, menos contaminada que sus ancestros, y perfilando el plan de país que se podría, con ellos, comenzar a construir.
La política del vientre
1/11/2010
A mis alumnas/os, aquí y allá:
En estos días, mientras mi universidad se prepara para una huelga, estoy leyendo los análisis que escribieron mis alumnos de un libro que, en poco tiempo, se ha convertido en un clásico de los estudios políticos de África subsahariana. En su traducción al español, este libro se titula El Estado en África: La Política del Vientre, del politólogo francés Jean-François Bayart, publicado originalmente en 1989 como L’etat en Afrique: Politique du Ventre (ver Bayart, 2009).
Leo nuevamente este libro, y leo los trabajos de mis estudiantes, mientras la imagen de mi Nicaragua se mezcla y confunde con la de las sociedades de la sufrida África que describe y explica Bayart en su obra. Juzguen ustedes, las lectoras, si nuestra práctica política se asemeja, o tiende a aproximarse, a la política del vientre que con gran rigurosidad y elegancia analiza Bayart.
La expresión “la política del vientre” es una representación metafórica del poder como un pastel que se come. Participar en “la política del vientre” es competir por acaparar el pedazo más grande posible del pastel de la riqueza nacional. Así pues, los camerunianos hacen referencia a los empleos públicos como “boletos” para participar en la comida del Estado. Los nigerianos hablan de “compartir la torta nacional”. En el África del Este, una fracción partidaria que se separa de su núcleo se conoce como “kula”, que en swahili significa “comer”; es decir, una fracción partidaria es un vehículo para llegar al banquete donde se reparte la riqueza nacional. Y, por supuesto, el que tiene más galillo traga más pinol, como lo atestigua el ejemplo de Mobutu Sese Seko, quien durante su gobierno en el antiguo Zaire, se embolsó nada más y nada menos que 5 mil millones de dólares.
Pero antes de que ustedes se adelanten a tipificar la política del vientre como “corrupta”, debo explicar que Bayart rechaza, por “simplistas” y “eurocéntricas”, las posiciones y explicaciones de los que solamente ven “disfuncionalidad” en la política africana. La política del vientre dice, no puede calificarse simplemente como antidemocrática o deshonesta porque no constituye una distorsión de las normas de la democracia y la honradez. Para Bayart, la política del vientre no es una desviación de estas normas; es la norma que funciona como la variable independiente a la que las sociedades africanas han adaptado los procesos y las instituciones que heredaron de sus colonizadores.
África, dice Bayart, se apropió de la institución del Estado impuesta por los europeos y la modificó hasta hacerla funcional a la política del vientre que se ha practicado en este continente durante siglos, como resultado de su particular desarrollo histórico. Algunas de las principales características de este proceso son: el endeble desarrollo de las fuerzas productivas de las sociedades africanas y, directamente relacionado con lo anterior, la débil acumulación económica y centralización política que han tenido lugar en estas formaciones sociales. Estas particularidades históricas, dice Bayart, son responsables de la “ausencia de hegemonía” en África; es decir, de la ausencia de estructuras de poder con la capacidad de crear “arcos de solidaridad” que funcionen por encima de las diferencias sociales y étnicas que dividen —a veces con la brutalidad genocida que se expresó en Biafra o en Rwanda— a las sociedades de este continente.
Puesto en otras palabras, la “ausencia de hegemonía” en las sociedades africanas denota la inexistencia de un consenso social con la capacidad de transformar el poder en un sentido de derecho y la obediencia en un sentido de obligación. Como resultado de esta carencia, las estructuras de poder de las sociedades que analiza Bayart han dependido, y siguen dependiendo, del uso de la fuerza. Estas estructuras no generan seguridad porque el poder que depende de la fuerza es siempre impredecible, ya sea por la forma caprichosa con la que ésta típicamente se utiliza, o porque el poder que se sostiene en la coerción puede pasar rápidamente —como lo atestigua la historia política de África— de un teniente golpista a otro.
Para tener éxito o, por lo menos, para sobrevivir en el juego de la política del vientre, es necesario desarrollar la capacidad para adaptarse con rapidez a los cambios que ocurren en la ubicación, la forma y los usos del poder. Pero, sobre todo, el éxito en la política del vientre depende de la capacidad de los actores para mantener buenas relaciones con los que controlan el pastel del poder, ya sea desde dentro o fuera del país. Esta necesidad hace de la política del vientre una práctica eminentemente extrovertida que tiene muy poco o nada que ver con convicciones y valores personales. Lo que cuenta en este juego político no es lo que uno cree, sino la capacidad de vivir como el camaleón: “cambiando de colores según la ocasión”.
Las convicciones y los valores personales son un lastre demasiado pesado y, por lo tanto, incompatible con la agilidad y el oportunismo que demanda la política del vientre. También lo son las ideologías o las filosofías políticas. Esto explica, dice Bayart, que los valores asociados a la idea de la democracia no hayan encontrado un terreno fértil en las sociedades que él estudia. En estas sociedades, la democracia forma parte de una estructura de relaciones sincréticas en la que su sentido original ha sido “africanizado”.
Lo mismo puede decirse de los partidos políticos que en África, como en Nicaragua, proliferan como los hongos después de la lluvia. En África, dice Bayart, los partidos políticos operan, simplemente, como vehículos que permiten a los actores políticos “mantenerse en la jugada” de la “democracia”, mientras la democracia sea el juego que hay que jugar. Estos mismos actores abandonarían esos vehículos y se integrarían, sin pestañear, a un partido único centralizado, si el juego de la democracia fuese reemplazado por el del fascismo; o abandonarían por completo la idea de los partidos si la democracia fuese sustituida por un sistema monárquico absolutista.
Recordemos: la política del vientre se juega “hacia afuera”, en la tarima del teatro de la democracia, o del totalitarismo, o de cualquier cosa. El cómo, o con cuál discurso, filosofía o propuesta se obtiene un pedazo del pastel de la riqueza nacional es irrelevante. Lo importante es obtenerlo. Y si para esto hay que crear un partido, pues se crea. Y si el juego político demanda dividir el partido, pues se divide. En una frase que podría estar pensada para Nicaragua, Bayart dice: “En África, tres personas hacen un partido; cinco crean condiciones para la disidencia y el fraccionalismo”.
Más recientemente, las sociedades de África han adaptado las ideas del desarrollo, la gobernabilidad, la sociedad civil y otros productos importados del exterior a la política del vientre. En estas sociedades, los actores políticos saben que para tener acceso al pastel de la riqueza nacional deben incorporar a su práctica el discurso de la cooperación internacional, al mismo tiempo que acomodan la dinámica de esta cooperación a sus intereses.
Al final de su libro, Bayart explora los posibles escenarios del futuro de la política del vientre. Son escenarios generales, porque el foco de su libro es la explicación de cómo funciona la política africana y cuáles son las principales causas de este funcionamiento. Bayart nos habla de la posibilidad —y la esperanza— de que las sociedades del sur del Sahara logren alcanzar una consolidación hegemónica conservadora, o una radical, o una moderada, que puedan poner fin a las terribles consecuencias sociales de la política del vientre en el continente africano.
Comentarios
Rosahilda: Encuentro esta idea sumamente interesante y aplicable a la realidad de Nicaragua y de otros de nuestros países latinoamericanos. La política del vientre revela que la política se ha convertido en el esfuerzo de las élites para repartirse el pastel de la riqueza nacional sin pudor alguno. Si alguien duda de esto, le sugiero dar un pequeño vistazo a las declaraciones y acciones de los políticos cuya carrera hacia el Consejo Supremo Electoral ha comenzado.
Guillermo: No es de extrañarse que Nicaragua compita con naciones subsaharianas en las áreas de corrupción, ingreso per cápita, producto interno bruto y bajo nivel de escolaridad.
Abelardo: Su artículo sobre “la política del vientre” me resultó muy interesante, ya que no conocía de la existencia del libro y me ha despertado la curiosidad de leerlo. Sin embargo, quería hacerle una pregunta de carácter teórico. Este concepto o esta idea de “la política del vientre”, ¿qué ventaja o qué ganancia cognitiva tiene sobre el término “neo-patrimonialismo”, que también ha sido muy usado en la literatura especializada en los sistemas políticos africanos para explicar cómo funciona la política en ese continente? Muchas de las características que usted menciona son parte de lo que se ha llamado un sistema político neo-patrimonial. Especialmente el carácter de rent-seeking que ilustra usted en este artículo. Incluso el amiguismo, la concepción personalista de la política, la idea de que el ejercicio de un puesto público me otorga el derecho a explotarlo para beneficio privado, entre otros elementos, son características del neo-patrimonialismo. ¿No se está poniendo con esta idea de “la política del vientre” otro nombre al neo-patrimonialismo que caracteriza tanto a la política en África como en Nicaragua?
Andrés Pérez-Baltodano: Estimado Abelardo: El concepto “neo-patrimonialismo” es usado con frecuencia para hacer referencia a la política del vientre. Para muchos, neo-patrimonialismo y la política del vientre son prácticamente sinónimos.
El concepto de neo-patrimonialismo, sin embargo, es más amplio que el de la política del vientre; intenta cubrir un mayor número de realidades históricas. Uno puede hablar de neo-patrimonialismo en México y en Uganda. El problema con esto es que, al hacerlo, se pierden las especificidades históricas de ambas realidades. Bayart trata de recuperar la especificidad africana y, por eso, su concepto (política del vientre) está basado en una interpretación histórica que se remonta al período previo a la colonización europea de África. Esta interpretación lo lleva a hacer uso de Gramsci y Foucault para construir una visión de la política del vientre como un régimen que es producto de la ausencia de hegemonía en el desarrollo político africano.
Cacique Diriangén: El problema principal de esas sociedades (las africanas) al igual que la nuestra es el “bajísimo” nivel educativo de la población. Aquí en Nicaragua, su promedio anda por el tercer grado de primaria. He ahí la causa de la pobre o casi nula capacidad de interpretar y analizar las situaciones sociales y políticas que se miran a diario.
Cuando aquí se alcance un nivel promedio de un tercer año de secundaria, otro gallo cantará. Actualmente, nuestra gente no tiene capacidad analítica y crítica. Por mucho que se luche contra el caudillismo y la corrupción, los resultados van a ser limitados.
Yedris: En nuestro país, al igual que en los países del África subsahariana, se practica la política del vientre. Nuestros políticos forman “facciones políticas” para llegar a disfrutar las mieles del poder y consumir el pastel económico del Estado. Yo diría que nuestro país no se diferencia mucho de los países africanos en lo que tiene que ver con su clase política y sus gobernantes. En Nicaragua, desgraciadamente, se practica “la política del vientre”.
Raúl: Cierto lo que decís, Andrés. Por esto, mucha gente no comprende por qué quieren “despojar” a Arnoldo Alemán de “su” partido. Otro ejemplo claro es el uso de la “casilla”. Los partidos ahora representan nada más eso, una casilla, en la que el candidato de “consenso” puede participar o no, sin importar si es la casilla liberal, conservadora, etc. Eso ya no importa, con tal de que “corra”.
Contestación a una carta de amor
8/11/2010
Estimado Don Fabio, gracias por su carta del 2 de noviembre dirigida “con amor” a Nicaragua (Gadea Mantilla, 2010b). Como nicaragüense, me siento en la obligación de contestarla. Lo hago a título personal y motivado por la preocupación que compartimos sobre el futuro de nuestra sociedad.
El tema central de su carta es la prudencia. Dice usted: “Siempre es prudente guardar silencio cuando llegan los ataques de los adversarios. Sobre todo cuando estos ataques son tan chocarreros, mentirosos y malintencionados”.
Su carta, Don Fabio, es críptica; es decir, está llena de insinuaciones y códigos en clave. Por ejemplo, usted no revela a qué “ataques” se refiere. Por esta falta de claridad, su carta da la impresión de que usted confunde la “crítica” con el “ataque”. La crítica es un necesario y legítimo ejercicio democrático. La descalificación de la crítica —definiéndola como ataque—, por otra parte, es una práctica antidemocrática y, peor aún, la más clara señal de la presencia de una personalidad autoritaria. Hugo Chávez denuncia como “ataque” cualquier comentario crítico a su gestión. Daniel Ortega, para poner un ejemplo cercano, vive “atacado”.
Me parece, entonces, que su carta está construida sobre una incorrecta apreciación del valor democrático de la crítica. Más aún, está basada en una errónea interpretación del sentido de esa virtud cardinal que es la prudencia. Dice usted: “no se puede atacar a nadie usando documentos antiguos, escritos en otras épocas y otras circunstancias y querer engañar al público publicándolas como opiniones del día de hoy […] ante todos estos ataques yo prefiero guardar un prudente silencio”.
Don Fabio, antes de hablar sobre su “prudencia” déjeme preguntarle: ¿A qué “documentos antiguos” se refiere? Le hago esta pregunta porque, debo confesar, me siento aludido por sus palabras. No sé si usted lo sabe, pero yo he escrito varias notas comentando algunos documentos —no muy antiguos—, que revelan datos preocupantes sobre su personalidad. Y no piense, por favor, que yo ando buscando manchas oscuras en su pasado. Paso la mayor parte de mi tiempo tratando de aclarar las mías.
Yo sabía muy poco de usted y nada de su pensamiento político antes de que los insondables misterios del poder en Nicaragua lo convirtieran en el “candidato de consenso” del anti-danielismo. Nunca antes, por ejemplo, leí sus Cartas de amor a Nicaragua; no porque las despreciara, sino porque me interesaba más conocer y entender el pensamiento de las personas que jugaban papeles decisivos en la construcción de nuestro futuro. Fue hasta que usted lanzó su candidatura, y hasta que empezó a decir que quería educarnos y cambiar Nicaragua en concordancia con sus sentimientos e ideas, que yo empecé a buscar sus Cartas de Amor y sus declaraciones públicas para tratar de entenderlo y de entender lo que usted representa.
Lo que encontré fue desalentador. Menciono tres cosas sobre las que escribí una nota para este blog: una relación de beneficio personal con el impresentable Arnoldo Alemán; un desprecio y hasta odio contra los homosexuales y las lesbianas (sentimiento que generalmente se extiende a otros grupos marginados); y una preocupante simpatía con los golpistas de Honduras. Todas estas cosas han sido expresadas por usted en documentos que, nos dice ahora, solamente merecen su “prudente” silencio.
Don Fabio, vamos mal. Usted tiene apenas unos pocos meses de estar en el juego político y ya está contribuyendo, en grande, a la tremenda confusión ética y moral dentro de la que vive nuestro país. Más aún, no ha llegado a la presidencia y ya está actuando con el mismo irrespeto que siente Daniel Ortega por los que lo critican.
Mire usted en qué país estamos: nuestro presidente no ofrece conferencias de prensa libres porque es alérgico a las preguntas; y usted, el hombre que quiere salvarnos de Ortega ya decidió que no va a responder las preguntas que miles como yo tenemos sobre su pensamiento, sus valores y su trayectoria.
Yo le pido que recapacite y que acepte su obligación de aclarar lo que tiene que aclarar. Mientras tanto, permítame señalar algunas cosas.
Usted es un tremendo defensor de la Iglesia Católica. Su defensa de la Iglesia frente a las justas y necesarias críticas que se hacen a esta institución por la protección que ha brindado a los sacerdotes responsables de abusos de menores, para poner un ejemplo, es más papista (e irracional) que la del propio Benedicto XVI.
Yo soy católico, pero no defiendo las barbaridades y los crímenes de mi Iglesia. De todas formas, por haber sido educados en la misma organización religiosa, podemos hablar “en católico” para entendernos.
Mire usted lo que dice el apartado 1806 del Catecismo de nuestra Iglesia con relación a la prudencia: “La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo…. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la disimulación”. ¿La agarró Don Fabio? La prudencia no es ni “doblez” ni “disimulación”.
¿Y qué significa “disimular”? Veamos lo que dice el diccionario de la Real Academia Española. Disimular, dice la RAE, es “desentenderse del conocimiento de algo”; es “disfrazar u ocultar algo, para que parezca distinto de lo que es”. Disimular es, en las palabras que usaría Pancho Madrigal, “hacerse el chancho”.
Su silencio, Don Fabio, no es prudente. Su silencio disimula y enreda. Y nuestra realidad, Don Fabio, no necesita ni aguanta más disimulos y enredos. De “prudentes” silencios estamos hasta la médula. “Prudente” es el silencio que guarda Tomás Borge con relación al “préstamo” millonario que le otorgaron con los fondos del Seguro Social. “Prudente” es el silencio que guarda Humberto Ortega con relación a las declaraciones aparecidas en las memorias de varios colombianos, con relación a sus negocios con Pablo Escobar. “Prudente” es el silencio que guarda Obando Bravo con relación a las razones que lo llevaron a convertirse en cómplice de las fechorías de Daniel Ortega. Fue “prudente”, sumamente “prudente”, el silencio que guardó el mismo Daniel Ortega frente a las acusaciones de Zoilamérica Narváez.
Por la “prudencia” que impera en nuestro país es que los nicaragüenses no sabemos cuántos jóvenes perdieron la vida en la guerra de los 1980s, para construir una nueva oligarquía. De “prudentes” silencios se han alimentado y siguen alimentándose las piñatas de las últimas décadas en nuestro país.
Por nuestra maldita “prudencia” tampoco sabemos los nombres de los asesinos de Jorge Salazar, Carlos Guadamuz y tantos otros más. ¿Y qué decir de los “prudentes” silencios en los que poco a poco se hunde el recuerdo de más de un oscuro “suicidio” en nuestro país?
Ojalá recapacite. Ojalá se atreva a decir la verdad. Ojalá no siga escudándose detrás de su cara de hombre arrecho para, en buen argentino, “vendernos el buzón” de su “prudencia”.
Arriésguese. Diga la verdad. Pida disculpas. Devuelva lo que tiene que devolver y pague lo que tiene que pagar. Si lo hace, entonces usted será, de verdad, una esperanza para Nicaragua. Si lo hace, entonces sí, de verdad, será usted el promotor de la “revolución de la honradez” de la que nos habló Pedro Joaquín Chamorro Cardenal. Si no lo hace, la conclusión es clara: usted sigue contándonos cuentos de camino.
Gracias por su carta. Estaré pendiente de sus misivas.
Comentarios
Margarita: Triste que no podamos aprovechar el momento de crisis para renacer. En vez de eso, nos estamos encasillando, cayendo en el juego del menos peor. La oposición se une “en contra de” y ¿luego qué? Lo mínimo que podemos exigir son propuestas concretas de parte de esta alianza de oposición. Yo voy a votar (si acaso) sólo si me proponen un plan en el que crea. Señor Gadea, ¿dónde está su plan de Nación? Eso es lo único que me interesa. Ortega es más de lo mismo, Alemán-Gadea es más de lo mismo también.
María Teresa: Gracias, Andrés, por ser parte de la intelectualidad que contribuye a democratizar el pensamiento colectivo. Entiendo que frente a la desesperanza acumulada, alguna gente tenga la tentación de recurrir a la agresión verbal, restándole oxígeno al necesario proceso de reflexión. Necesitamos un poco de oxígeno limpio circulando por nuestras venas. Nos cuesta a las feministas tener paciencia cuando vemos tanta complicidad con la violencia hacia las mujeres: 82 asesinadas en lo que va del año (feminicidio le decimos). Casi 100,000 denuncias por violencia. La mayoría de casos en la impunidad. ¿Qué dicen los flamantes candidatos de los anacrónicos partidos respecto de este flagelo? ¿No forma parte del cambio?
Felipe: Una vez más se atreve usted a decir lo que muchos políticos e intelectuales callan en nombre de la “unidad”, “estabilidad” o “bienandanza” del país. Lo que usted señala es el enorme vacío ético que existe en la cultura y práctica política del país. Razón por la que no debemos esperar que don Fabio, Antonio Lacayo, Eduardo Montealegre o cualquiera de los llamados “demócratas” contesten preguntas como las suyas, o tomen posiciones morales claras con relación a la corrupción, el nepotismo o el tráfico de influencias. Todos ellos, en algún momento u otro, han practicado o sido cómplices de los vicios morales y políticos que critican en sus adversarios. Por tanto, no tienen ninguna autoridad moral para exigir la transparencia, honestidad, responsabilidad social y el compromiso con la democracia que dicen ellos amar sobre todas las cosas.
De la misma manera, muchos de los políticos, exfuncionarios e intelectuales disidentes del FSLN, tampoco han podido ser lo suficientemente honestos para hablar sobre sus propias cuotas de responsabilidad en los garrafales errores que se cometieron en la década de los 80 en nombre de la justicia social, la seguridad nacional y el antiimperialismo. Muchos de estos errores, al persistir en el tiempo y la práctica, contribuyeron a nutrir la cultura de corrupción, intimidación y secretismo que ahora rige el actuar del partido sandinista y por la que ahora sufre Nicaragua entera. Unos por hipocresía y cinismo, y otros por no querer enfrentar la vergüenza o las consecuencias de sus acciones pasadas, guardan “prudentes” silencios. A veces es sumamente difícil aceptar los errores que cometemos, pedir perdón a los agraviados y comprometernos a subsanar las heridas causadas.
Lo que Ud. sugiere, Prof. Pérez-Baltodano, es difícil porque requiere una profunda renovación ética y quizás espiritual, de la cual nuestra clase política está aún muy lejos.
Ricky: ¡Qué Andrés Pérez más arroz con mango (por no decir otra cosa)! Endiosa a obispos mediocres como Silvio Báez, practica el populismo paternalista con Onofre Guevara, dice misas sobre Violeta Chamorro (la Mamá Grande, responsable de lo más duro del neoliberalismo en el país), y ve encarnado por aquí y por allá a Pedro Joaquín Chamorro o se siente él mismo esa encarnación. Ahora se pelea con Fabio Gadea para que no le haga sombra, y entrena a los jóvenes de la semimedia alta como herederos. Está bien, es su proyecto político personal. Pero que no crea que todo el mundo se cree las babosadas que plantea.
Yeyech: Deje su populismo intelectual… sea más grande que eso… puede serlo, ser más grande… Apoye al movimiento del Rescate al Sandinismo frontalmente y no desde la panfletaria intelectualidad. Diga, mencione con meridiana claridad quién encaja con los valores, la ética y la moral que profesa desde Canadá. Y ojalá, la persona que usted mencione dé un paso al frente.
Raúl: Leyendo algunos comentarios, parece que ustedes quisieran que Andrés les dijera quién debería ser candidato a la presidencia. No señoras y señores, precisamente se está hablando en este sitio de no caer en el “dedazo” de siempre. Me parece increíble que creamos como nicaragüenses que no hay personas mejor preparadas, profesional y moralmente, para ser candidatos. Gadea no es apoyado por ningún partido (es decir, él es miembro del PLC, que ya le dio la espalda). Entonces, no entiendo cómo él puede “tirarse” de candidato, y pensemos que otra persona sin “cola” no pueda hacer lo mismo. Sólo porque alguien nos dijo (él mismo y Montealegre) que Gadea era el mejor candidato, nosotros nos lo creemos al punto de confiar con los ojos cerrados. ¡Seamos serios, por favor!
Carlos: Este señor, como varios que andan por ahí dándoselas de súper éticos, sólo se refiere a las “prudencias” relacionadas con algunos personajes con los cuales él no comparte posiciones políticas e ideológicas. Yo tengo otras reflexiones:
– La “prudencia” ha evitado saber la vida de otros que hoy no están en el FSLN, pero que viven y tienen inmuebles “piñateados”.
– La “prudencia” impide saber qué hizo Carlos Fernando Chamorro (carnal de este señor) cuando mandaba a las “turbas” desde el DAP.
– La “prudencia” nos ha impedido saber los “trabajos” realizados desde el MINT por el ahora “demócrata” Luis Carrión, jefe de Lenin Cerna, tan atacado ahora por los “renovadores”.
– Por nuestra maldita “prudencia” no sabemos las barbaridades cometidas por Henry Ruiz y Sergio Ramírez en la economía de los años ochenta, como la famosa “Operación Bertha”. Hay que ser más objetivo, señor Andrés.
Andrés Pérez-Baltodano:
Carlos: Todos, todas, hemos contribuido al fracaso de nuestra sociedad: yo, las personas que mencionas en tu mensaje y, quizás vos también, somos “pecadores sociales” por acción o por omisión. Yo me concentro en comentar las contribuciones de los que mayor impacto pueden tener en nuestro futuro (como “Don Fabio”). Comento también los casos más salientes de nuestro reciente pasado: los que chorrean sangre (como el de Tomás). Y te aclaro: para hacer los comentarios y críticas que yo hago no es necesario ser, o sentirse, “súper ético”, como vos decís. La crítica es un ejercicio normal y necesario en una sociedad que aspira a ser moderna. Yo hago lo mío, lo que puedo. Vos hacé lo que te corresponda hacer. Ojalá que eso no sea tratar de detener la crítica de los que no piensan como vos.
Y como insinuás que mi crítica es partidaria y sesgada a favor del MRS, te ruego que leás la entrevista que aparece en: http://www.elnuevodiario.com.ni/politica/617d0
Reynaldo: Le tengo que decir que este artículo suyo me parece poco sincero y en partes injusto. ¿Podrá ser que hasta usted, desde Canadá, sufre de los mismos males de los que pretende quejarse? Pues el mensaje general de su escrito es: “haga usted, don Fabio, el favor de seguir mi línea, o deje el escenario político a los que están de acuerdo con mis ideas”. Usted mismo deja muy claro que entre sus ideales y los de Fabio Gadea no hay mucho en común como para fomentar un diálogo fructífero.
Yo acabo de leer la Carta de Amor a Nicaragua que se publicó en La Prensa sobre la pedofilia y el acoso sexual de ciertos clérigos en la Iglesia, y no encuentro que diga nada de lo que usted acusa a Gadea. Él dice que todo sacerdote acusado debe ser despedido.
Viene una votación en la que está claro que los tres candidatos serán Daniel Ortega, Fabio Gadea y Arnoldo Alemán. No hay otros (Pedro Joaquín murió hace muchos años), y no hay candidato fuerte de las filas del MRS, ni del Movimiento para el Rescate del Sandinismo, ni de algún otro micro partido de izquierda. Sabemos que probablemente gane Daniel Ortega y que Arnoldo Alemán tratará de quitarle votos a Fabio Gadea, quien está en una encrucijada muy delicada con Alemán y el PLC alemanista. Gadea hace uso de un silencio selectivo y prudente porque es necesario para no contestar los ataques groseros, vulgares y ridículos que hacen los liberales arnoldistas contra él —eso está muy claro y me parece de sentido común.
Pero usted parece buscar cómo confundir a sus lectores alegando que Gadea guarda silencios sobre grandes crímenes. ¿De qué sirve esto? ¿Con qué fin dice esto precisamente ahora? Los actores políticos tienen que atender las circunstancias y situaciones tal y como se presentan, les guste o no. ¿No cree?
Andrés Pérez-Baltodano: Estimado Reynaldo, me preguntás si creo lo que decís al final de tu nota. Te respondo: no, no lo creo. No creo que ser político sea, como vos sugerís, simplemente “atender las circunstancias y situaciones tal y como se presentan”. Lo que has hecho es describir la política pragmática-resignada que nos mantiene en la miseria. La política que necesitamos debe encaminarse a cambiar las circunstancias; a abrir nuevos espacios, a crear nuevas visiones, a promover nuevos liderazgos. Nosotros no hacemos nada de esto.
Andrés Pérez-Baltodano: Desempolvamos las camisetas partidarias cuando se acercan las elecciones y, cuando estamos con el agua hasta el cuello —como está la oposición ahora—, proclamamos como una virtud el pragmatismo resignado que vos defendés. Por eso seguimos dando vueltas alrededor de nuestra propia miseria. En cuanto a la carta de Fabio Gadea Mantilla defendiendo a la Iglesia Católica, esto es lo que yo digo en mi artículo: “Su defensa de la Iglesia frente a las justas y necesarias críticas que se hacen a esta institución por la protección que ha brindado a los sacerdotes responsables de abusos de menores, para poner un ejemplo, es más papista (e irracional) que la del propio Benedicto XVI”. Si lees la carta que yo critico con cuidado, verás que el escrito de “Don Fabio” es una defensa cerrada de la Iglesia. Ni una sola palabra, o muestra de solidaridad, tiene él para las víctimas de los abusos perpetrados por los sacerdotes criminales. Esto me ofrece una visión de sus prioridades. Para él, es más importante defender a la Iglesia Católica, minimizando sus crímenes, que defender los derechos humanos básicos de los menores abusados.
Ahora bien, Reynaldo, yo estoy seguro de que vas a reconocer el derecho que tengo de pensar que las prioridades de “Don Fabio” no son un pequeño detalle cuando se trata de evaluar la calidad y el pensamiento de la persona que quiere educarnos y gobernar nuestro país. Finalmente, digo que la defensa de Don Fabio es más papista y más irracional que la de Benedicto XVI porque las del Papa son, al menos, más inteligentes; no digo más justas, simplemente menos torpes.
Andrés Pérez-Baltodano (adicional):
Reynaldo, olvidé decirte algo: Pedro Joaquín Chamorro no ha muerto. Si abrís los ojos, lo encontrarás —encontrarás sus ideas y aspiraciones— en muchos/as jóvenes en Nicaragua.
Luis: Excelente. Es hora de seguir adelante y no hacer caso a Don Fabio. Es claramente lo que no necesita Nicaragua. Es un candidato sumamente atrasado y no está preparado. Alemán, Ortega, Don Fabio. Ahora sí estamos jodidos. Es como un cuento de Pancho Madrigal. A mi abuelito le encantaban. ¿Cuándo despertaremos?
Modesto: Este prudente de Pérez obvia los planes Chavistas-Ortega. ¡Micheletti les salió adelante! ¿Golpe de estado? Lo tenían bien merecido.
Marx: Señor Andrés: luego de demostrar que Ud. es más astuto e inteligente que Fabio Gadea (lo que no es muy difícil de hacer), ¿qué más? Cierto zarandeo verbal jesuita-católico; algo de fanatismo “ético-moral” apegado al catecismo de esa misma Iglesia; en esencia, un montón de “prudencia” salvífica que lo dejan tan bien parado a Ud. (ya nadie más que Ud.) en el centro del antiguo egocentrismo pequeñoburgués.
Carlos: Qué interesante en nuestra sociedad ver cómo hay gente que para criticar se pone detrás de sus palabras firmando con su nombre, y en cambio otros se limitan a usar seudónimos.
Samanes: Precisamente este tipo de discusión es lo que se necesita para no seguir dando palos de ciego y seguir evadiendo poner los puntos sobre las íes, bajo el supuesto de que no hay que tocar la imagen del supuesto consenso.
Alex: Qué triste es leer este tipo de artículos. Siempre tiene que haber envidia. En vez de apoyar a Don Fabio, si realmente queremos salir adelante como país, apoyemos a Don Fabio y salgamos del Orteguismo de una vez. Deje de criticar y póngase a trabajar, esto simple y sencillamente muestra envidia y nada más.
Guillermo: Alex, hermano, el pensamiento simplista que usás es el que afecta a nuestra sociedad. Como ciudadanos y votantes, tenemos la necesidad y la obligación de formular preguntas inteligentes a los posibles candidatos. Nuestro país merece gente que hable de frente, que dé la cara, que responda, en vez de guardar silencio. De silencios estamos cansados. En silencio se cocinan los pactos. En silencio se roban las elecciones. En silencio se mata al que opina distinto. En silencio se viola. En silencio se roba. Apoyar a un candidato no debe significar un “cerrar los ojos”. ¡Por favor!
Dariana: Qué bueno, Andrés, que comencemos a creer que las críticas pueden ser fuertes y directas; que sí lo podemos hacer así, como lo ha hecho usted. Los disfraces cada vez los creemos menos, y menos personas. La sinceridad y el valor son ingredientes de la ciudadanía que muchos queremos inventar, crear, dentro de este panorama tan desolador.
Yuri: Mi estimado Andrés Pérez: tengo que manifestar la indignación que me produce este escrito, y en general con la “opinión” (hay que llamarla de alguna manera) internacional, sobre el asunto del “golpe” en Honduras. Desde el punto de vista legal, hay aún mucha tela que cortar para determinar si fue o no un “golpe” y si lo fue, quién lo dio primero.
Andrés Pérez-Baltodano: Gradas por tu comentario, Yuri. Para entender mejor tu indignación, te ruego me digas qué parte de las siguientes definiciones de “golpe de estado” pensás que no corresponde a lo que sucedió en Honduras.
– Golpe de Estado según la Real Academia Española: “Actuación violenta y rápida, generalmente por fuerzas militares o rebeldes, por la que un grupo determinado se apodera o intenta apoderarse de los resortes del gobierno de un Estado, desplazando a las autoridades existentes”.
– Golpe de Estado según Definición ABC: “La expresión golpe de estado se utiliza para referirse a la repentina y violenta toma del poder político que lleva a cabo un grupo de poder y que vulnera la legitimidad institucional de un estado y que, por supuesto, atenta directamente con el orden establecido”.
Gabriela: La memoria histórica y la crítica argumentada es un ejercicio que pocos manejan y practican en un país en el que la palabra está silenciada y el olvido es su mejor compañero. Un país donde el hablar es un asunto custodiado y la crítica es entendida como un arma que debe ser esquivada o como un ataque que debe ser evitado o silenciado.
Los Sonidos del Silencio
15/11/2010
Debajo del halo de un farol callejero / Me levanté el cuello (del abrigo) al frío y la humedad / Cuando mis ojos fueron apuñalados / Por el flash de la luz de neón, que resquebraja la noche / Y acaricia los sonidos del silencio. / Y en la luz desnuda vi / Diez mil personas, quizás más. / Gente conversando sin hablar, / Gente oyendo sin escuchar. / Gente escribiendo canciones que las voces jamás compartirán / Y nadie osó molestar a los sonidos del silencio. / “Tontos”, dije yo, “¿no saben que el silencio crece como el cáncer?”
– Los sonidos del silencio (Simon y Garfunkel)
Para las jóvenes de la Generación XXI que no reconocen esta estrofa de la canción Los Sonidos del Silencio, les recomiendo que la escuchen. Es una de las canciones que mejor captura la crisis existencial que, de una u otra forma, directa o indirectamente, y con mayor o menor grado de autenticidad, afectó a mi generación cuando el fantasma de la guerra nuclear, que marcó el sentido de la historia durante la Guerra Fría, hizo evidente que el progreso que ofrecía la modernidad era un mentiroso espejismo.
Yo espero que muy pronto, ustedes, los de la Generación XXI, hagan uso de su propia música para expresar sus propias ansiedades en este blog. En la carta de presentación de este espacio, yo prometí apoyarlos. Y en la reunión que sostuvimos en julio de este año, prometí que mi intención era abrir un espacio de reflexión para que lo ocuparan y dirigieran ustedes.
Pronto, sin embargo, tendrá que haber un relevo en este espacio. Pronto tendremos que poner fin a la incongruencia que significa que alguien que como yo, canta los sonidos del silencio, escriba para una juventud que tiene sus propios silencios y vive sus propias tonalidades. Por el momento, sigamos.
La semana pasada hablamos un poco sobre los silencios que marcan nuestra historia vieja y reciente; los silencios en los que se pierde nuestro pasado; los silencios que nos empujan a empezar siempre de cero; los silencios que nos hacen anunciar “Nuevas Eras” y proclamar “Nuevos Amaneceres” y “Nuevas Revoluciones” que terminan girando alrededor de nuestra propia miseria.
Somos un pueblo sin memoria. Y sin memoria es imposible construir el futuro porque éste es siempre una extrapolación de la experiencia digerida; de la experiencia aprovechada; de la experiencia que nos enseña a orientarnos mejor y a evitar caer una, dos, diez, cien veces, en los mismos errores.
La soledad cultural del animal
Un pueblo sin memoria es un pueblo condenado a vivir en el hiperactivismo irreflexivo de una eterna niñez. Por esto, debemos celebrar los esfuerzos que hacen los hombres y las mujeres que intentan registrar los hechos y las circunstancias que marcan nuestro pasado. Hablo de los registros históricos y las memorias publicadas en el pasado reciente por Antonio Lacayo, Arturo Cruz Porras, Sergio Ramírez Mercado, Mónica Baltodano y otros. No tenemos que estar de acuerdo con lo que dicen estas personas. Simplemente, tenemos que agradecer que podemos conocer sus interpretaciones para saber si estamos o no de acuerdo con ellas. De este conocimiento depende el desarrollo de nuestra capacidad para construir un nuevo futuro, evitando repetir nuestros errores.
Nuestra soledad
Un pueblo sin memoria es un pueblo condenado a vivir, como decía Pablo Antonio Cuadra (PAC), en “la infinita soledad cultural del animal”. PAC citaba al biólogo alemán-estadounidense George Schaller para señalar que “la capacidad del gorila para impartir información a un vecino se limita totalmente a la situación del momento; no puede de ninguna manera comunicar lo que sucediera ayer” (Cuadra, 1991, 63).
“Posiblemente el gorila”, dice PAC, “se quedó siempre igual a sí mismo, posiblemente el mono se quedó mono, precisamente por esta limitación. Al no poder transmitir el pasado no pudo, nunca pudo, acumular esa experiencia comunicable que se llama cultura, y así, sin poder basarse en el ayer, nunca tuvo mañana” (Ibid.).
Seguramente PAC escribió estas palabras pensando en su Nicaragua; la Nicaragua que cada día se hunde más en la “soledad cultural del animal”; la Nicaragua, nuestra Nicaragua, que se acostumbra cada vez más a vivir cada día como si fuera el primero y último de su corta historia.
No somos el único país en América Latina y el mundo que padece de este mal. Pero somos uno de los que menos conciencia tienen del peligro que significa vivir en el abismo del olvido. Guatemala, para poner un ejemplo cercano, ha vivido silencios anegados de dolor y de sangre. Nuestros hermanos y hermanas del Norte, sin embargo, muestran hoy una vitalidad crítica y un deseo de renacer, que está ausente en nuestro país.
Hace unos meses tuve la oportunidad de conocer a una brillante joven guatemalteca que tuvo la amabilidad de regalarme una copia de su tesis universitaria (Privado Catalán, 2009). En algún momento le dedicaré su propio espacio al trabajo de María Alejandra Privado Catalán, y su invitación a escuchar y entender la música del compositor guatemalteco Joaquín Orellana, como un esfuerzo por romper los silencios que han marcado la dolorosa historia de Guatemala. Por el momento, solamente quiero hacer referencia a una de las ideas que forman parte del esfuerzo de María Alejandra para promover una “cultura histórica” y una “filosofía de la memoria” en su país.
María Alejandra nos recuerda que una sociedad pierde su vitalidad y se cosifica “cuando se niega a recordar de dónde proviene o a preguntarse si podría haber sido distinta”. Ella cita a Marta Tafalla, quien, en un estudio de la “filosofía de la memoria” de Theodor Adorno, señala: “La historia tal como ha sido debe ser sometida a una crítica que desvele las posibilidades que no se realizaron” porque “donde las injusticias pasadas son reprimidas por una amnesia forzada, la injusticia reaparece como la repetición de lo idéntico, que es siempre peor” (Tafalla, 2003 en Privado Catalán, 2009, 22).
María Alejandra podría estar hablando de Nicaragua, y PAC hubiese estado de acuerdo con ella. La pérdida de nuestra memoria colectiva nos embrutece y aleja del horizonte de la civilización. De ahí la misteriosa pregunta de PAC: “¿No ha pensado nadie, mirando los inteligentes ojos de su perro, qué terrible limitación empareda esos ojos, donde no hay pasado?” PAC no responde directamente su propia pregunta. Simplemente agrega que, entre animales, “todo diálogo de miradas termina en lo inmediato” (Cuadra, 1991, 63).
Lo inmediato es eso que los analistas políticos gustan llamar “la coyuntura”; es la vida sin horizonte; la vida vivida al azar, al golpe de la fortuna. Lo único que cuenta en esta vida es sobrevivir. Mañana, “ya Dios dirá”. Mañana, otro partido se formará; otra consigna se inventará; otro líder se fabricará. Mañana será otro día como hoy, diferente, pero igual, en un país como el nuestro: lleno de “gente conversando sin hablar, gente oyendo sin escuchar”, mientras el silencio crece y nos devora.
Comentarios
Sergio: “Like a cancer grows, indeed.” No sólo los políticos, sino la abrumadora mayoría de los nicaragüenses de todas las clases sociales y estratos educacionales, se van a la cama diciéndose a sí mismos y a quienes les rodean que “mañana, Dios dirá”. Pero eso ya lo sabemos todos los que leemos este blog. El punto es, ¿cómo, desde fuera del estudio de la historia, para quienes no somos historiadores sino solamente aficionados a ella, se puede hacer para estimular cambios en una juventud (que es la máxima prioridad) letárgica y divorciada de su propia realidad?
Cacique Diriangén: Es sumamente difícil tratar de debatir de política con una persona que, como la mayoría de los nicaragüenses, está sobreviviendo con 2 dólares al día y que con eso tiene que comer, proveerse salud, vestirse, educar a sus hijos. Y ni qué decir del otro gran porcentaje que ni esos 2 dólares tiene y se ven obligados a huir del país a Costa Rica, España, EE.UU. y otros países. Esas personas no te paran mente. Podés pasar días tratando de explicarles las causas de su situación. Para ellos, lo más importante es cómo resolver sus problemas más inmediatos.
Camilo: Tenés razón en una sola cosa: los sonidos del silencio te llegaron rápido, tal vez porque ya tenés tu vida resuelta y tenés tiempo de “pensar”. Como dice el Cacique Diriangén, muchos no tenemos ni para el pasaje, y eso que este gobierno lo tiene subsidiado. Ningún joven se lanza a una aventura donde no hay razón ni pasión.
Yeyech: Excelente artículo, señor. Sólo que corregiría: cada clase social tiene hoy su propio fondo musical, desde Daddy Yankee, hasta Cobain, de la Rocha, Lila Downs, Sabina, Tijuana No. Debo decirle que, aunque tiene razón en su artículo, hay otras juventudes y otras generaciones que día a día luchamos para no entrar en esa depresión perpetua de la generación que quiso traer cambios y hoy se golpea el pecho con un discurso. Por ellos y ellas es que este país va buscando salidas, de a poco, a pesar de los que se quedan en el purismo. ¡No me ayude, compadre!
Reynaldo: En esto estoy completamente de acuerdo con vos, Andrés. Así como estoy de acuerdo con la entrevista que diste a El Nuevo Diario, que no había leído hasta que se la recomendaste a Carlos. Nicaragua es un país de amnésicos, y sin pasado no hay ningún futuro posible. Como vos sugerís, los vicios tan arraigados no van a desaparecer mágicamente. ¿Será que la cultura nebulosa del nicaragüense tiene mucho que ver con su falta de memoria y enfoque en el “ahorita”, de momento a momento? Sólo se necesitan dos generaciones para dejar las virtudes enterradas en el olvido, y creo que los nacidos después del terremoto de Managua nacieron y fueron criados en un país cada día más semejante a un manicomio. Al final de cuentas, la política nicaragüense no fomenta oportunidades para los millones de jóvenes que, en un futuro, buscarán sostén económico para sí mismos y sus familias. Tu artículo me recuerda el poema de Ernesto Gutiérrez “Mi país es tan pequeño…”.
Abelardo: Yo pienso que la juventud en Nicaragua no es letárgica y no está divorciada de su realidad. La juventud es la que peor sufre la crisis del país. El problema no está en la actitud de la juventud frente a su realidad, sino en que Nicaragua es una sociedad profundamente gerontocrática. El gran último relevo generacional —por lo menos en la política— fue la revolución sandinista. La generación de los 80 es la que ahora llama apáticos a los jóvenes y sigue sosteniendo las riendas del poder. Aceptémoslo siendo honestos con nosotros mismos. La revolución sandinista fracasó de manera espeluznante, bochornosa, estrepitosa y asesina. Y lo peor, lo que más deja en evidencia ese fracaso, es que los ricos ahora son más ricos, incluyendo a algunos miembros de la Dirección Nacional del FSLN. Ahora no hay ríos de leche y miel, ni hombre nuevo, y el amanecer es para el 80% de Nicaragua una desgracia porque sigue siendo una tentación.
Marx: De acuerdo con Abelardo. El mismo Andrés pertenece a la gerontocracia del pensamiento, que también debería ser desplazada.
Carlos: He visto algunos comentarios quejumbrosos y de ataque al articulista Pérez-Baltodano por parte de algún teutón que temerariamente se firma “Marx” para, desde ese seudónimo, atacar personalmente a Pérez-Baltodano. Ese hecho nos sirve para hacer una corrección a este señalamiento de Andrés sobre esa tendencia a poner, farisaicamente, losas blancas sobre fondos podridos en nuestra historia. El silencio: esa especie de “ley Omerta” en Nicaragua, que tiende a tapar y proteger los delitos de abusos y violencias contra las mujeres. Realmente nuestra historia como nación, como país, está constituida más por silencios. Por ejemplo: ¿Quién mató a Pedro J. Chamorro?
“Marx”, de perfil teutón, como decía, nos enseña que no sólo es el silencio, sino el anonimato, la máscara, el Güegüense oportunista y matrero, lo que define nuestra historia. El anónimo rehúye la responsabilidad de dar la cara. Y es el principal conspirador del silencio.
Guillermo: Excelente comentario, Carlos Lucas. Vamos a ver qué hace ahora don Marx.
El mensaje de la Conferencia Episcopal (primera parte)
22/11/2010
Este blog se creó para contribuir a la formulación de un nuevo discurso político en nuestro país. Este objetivo nos obliga a estudiar con detenimiento el mensaje de la Conferencia Episcopal de Nicaragua del 18 de noviembre del año en curso. El contenido de este mensaje es profundamente político —no partidario, ni politiquero— porque analiza el funcionamiento y la organización del poder en nuestro país. Lo hace examinando el papel que juega el Estado y los partidos en el desarrollo moral y material de nuestra sociedad.
Leí con detenimiento el comunicado el mismo día de su publicación. Durante los dos días siguientes, leí los reportes que sobre este documento publicaron los principales medios de comunicación del país, así como los comentarios emitidos por voceros de algunos partidos.
Lamentablemente, el comunicado de la Conferencia Episcopal fue interpretado por nuestros medios y por nuestros políticos como una crítica dirigida exclusivamente contra el gobierno de Daniel Ortega. Así pues, quien no leyó el comunicado, creerá que los obispos piensan que el problema político e institucional de Nicaragua se reduce, prácticamente, a las andanzas y fechorías del FSLN.
Y no es que el mensaje de los obispos no contenga una fuerte crítica al partido gobernante. La Conferencia Episcopal, sin embargo, también critica —y lo hace con la misma fuerza— a los partidos de la llamada oposición. El peso de esta segunda parte del contenido del mensaje de los obispos fue ignorado o minimizado por nuestros medios y por los voceros y representantes de los partidos que se oponen al FSLN.
En mis entregas de esta y la próxima semana, analizaremos el contenido del mensaje de la Conferencia Episcopal tratando de respetar su integridad.
La justificación del pronunciamiento
La primera sección del mensaje, Gracia y Paz define la naturaleza de la autoridad que reclaman los obispos para hacer su pronunciamiento. Ellos hablan, señala el comunicado, como “servidores de la palabra”; es decir, como recipientes, defensores y divulgadores de la palabra de Jesús, tal y como la interpreta la Iglesia Católica.
Muchas personas pensarán que esta primera sección del documento de los obispos es “pura palabrería”. En Nicaragua nos hemos acostumbrado a usar la palabra para hacer ruido, a pesar de que Rubén nos advirtió sobre su “virtud demiúrgica”; y a pesar de que Pablo Antonio Cuadra nos enseñó a defender y promover su autenticidad.
Al presentarse como “servidores de la palabra”, los obispos reconocen que el valor de sus planteamientos depende de su capacidad para expresar, con autenticidad, el sentido y el espíritu de la palabra de Jesús. Así pues, la sección Gracia y Paz contiene los términos de referencia que las y los nicaragüenses podemos usar para aceptar o rechazar el pronunciamiento de los miembros de la Conferencia Episcopal.
En este sentido, ni los obispos nicaragüenses, ni el mismísimo Papa, pueden ser auténticamente católicos y pragmáticos a la vez. Es decir, no pueden justificar su palabra y sus acciones utilizando el criterio de la conveniencia, la utilidad o la ganancia. Deben, en todo momento, mostrar que lo que dicen y hacen es congruente con la palabra de Jesús y con la doctrina oficial de la Iglesia. Y si no logran mostrar esta congruencia, se arriesgan a ser criticados. Peor aún, se arriesgan a perder su legitimidad. La incongruencia entre las actuaciones de Obando y Bravo y la doctrina de la Iglesia que él dice representar, para ilustrar este punto, es lo que ha carcomido la legitimidad del purpurado. Así, un marco normativo y doctrinal —como el de la Iglesia Católica— impone limitaciones a los que se presentan como sus exponentes.
¿Podemos los nicaragüenses evaluar las acciones y el discurso de los partidos políticos que operan en el país en función de sus doctrinas y filosofías? La respuesta es: No. No podemos.
No podemos porque ni siquiera sabemos cuáles son los principios fundamentales que orientan la acción de estos partidos. Como lo hemos dicho en varias ocasiones, los nuestros son “partidos sin ideas”, sin filosofía y sin doctrina. Más que partidos, son pandillas o peñas que se organizan para alcanzar el poder en un medio político en el que se privilegia la “movida”, la “jugada”, los “amarres” y la “viveza parlamentaria”. En este medio político, los principios y valores que sirven para definir un marco filosófico, ideológico o doctrinal son percibidos como un lastre que se evita a toda costa, porque estorban para moverse con la agilidad que demanda la “política del vientre” que practicamos. En este medio, lo que cuenta es la capacidad para vivir como el camaleón: cambiando de colores según la ocasión.
Definiendo su ámbito de acción
La segunda sección del comunicado de los obispos, El magisterio social de la Iglesia, define el ámbito dentro del cual la Conferencia Episcopal puede ejercer legítimamente la autoridad que reclama en la sección Gracia y Paz. Esta definición permite establecer cómo y hasta dónde puede la Iglesia contribuir al desarrollo político de una sociedad que dice regirse por una constitución que establece una clara separación entre la Iglesia y el Estado.
En su pronunciamiento, los obispos señalan claramente que “la Iglesia no ofrece soluciones técnicas y no instituye ni propone sistemas o modelos de organización social”. Y agregan: “La palabra de la Iglesia en materia social y política no es, pues, una intrusión abusiva, sino un servicio a la formación de las conciencias en la política”.
Nadie puede negar a la Iglesia Católica, o a ninguna otra Iglesia, el derecho que le asiste para ejercer su papel moralizador. Hacerlo sería, precisamente, irrespetar el principio constitucional que establece una separación entre Iglesia y Estado. Este principio delimita y legitima un ámbito de acción legal para que la Iglesia Católica pueda ejercer su magisterio.
Lo que la Iglesia Católica, o ninguna otra Iglesia, no puede hacer es usar su capital simbólico y su autoridad para participar en política partidaria. Bien sabemos que la Iglesia Católica nicaragüense no siempre ha respetado este principio. Durante el gobierno de Arnoldo Alemán, por ejemplo, los pronunciamientos de la Conferencia Episcopal hicieron uso de la autoridad de la Iglesia Católica para justificar los abusos de poder de ese gobierno. Pero, precisamente por operar dentro de un marco doctrinario explícito, pudimos criticar a los obispos y señalar las incongruencias entre su discurso y el espíritu y la palabra de Jesús.
¿Es posible identificar y señalar las incongruencias entre las acciones y la filosofía política de un partido como “Vamos con Eduardo”, el Movimiento de Renovación Sandinista (MRS), o el Partido Conservador, por citar algunos ejemplos?
Seamos más específicos: ¿Cuáles son los valores fundamentales y el marco normativo que define, por ejemplo, la identidad del MRS? ¿Qué es lo que el MRS no puede hacer sin crear una contradicción entre sus acciones y los principios que definen su identidad? Prácticamente nada. El MRS puede hacer cualquier cosa porque no está sujeto a ningún marco filosófico o doctrinario.
¿Puede el MRS llamarse renovador del sandinismo corrupto del FSLN y armar una alianza electoral con este partido? Sí, puede. Lo hizo.
¿Puede el MRS cobijar a un neoliberal con el sombrero anaranjado de un Sandino defensor de los intereses populares? Sí, puede. Lo ha hecho.
¿Puede el MRS presentarse como un partido defensor de los derechos de los sectores marginados de nuestra sociedad y, al mismo tiempo, endosar la candidatura de un candidato ultraconservador y homofóbico? Sí, puede. Lo acaba de hacer.
La Iglesia Católica puede ser tan oportunista como el MRS. Pero, contrario a lo que sucede con el MRS, no se puede esconder detrás de la palabra fácil y el argumento falaz.
El poder en Nicaragua
En la tercera sección del comunicado, titulada Situación actual del país, la Iglesia se pronuncia sobre la crisis política en Nicaragua. El guante se planta directamente en la cabeza de Daniel Ortega cuando los obispos señalan: “La ‘ley’ sigue siendo paradójicamente un mecanismo para legitimar abusos y hacer pasar por legal lo que es ilegal; el ‘derecho’ parece ser cada vez más un instrumento para legalizar de modo artificioso las estructuras de poder y las ambiciones personales; el ‘Estado’ da la impresión de ser un entramado de instituciones al servicio de intereses particulares y de grupo”.
Un párrafo más adelante, el guante de los obispos cae sobre todos los partidos políticos, incluidos los de la llamada oposición democrática. La Conferencia Episcopal señala: “los partidos existentes no logran interpretar los anhelos de gran parte de la población y colaborar constructiva y responsablemente en la dinámica de la democracia”.
¿Qué es lo que los partidos y la clase política nicaragüense “no logran interpretar”? La respuesta es clara y contundente: “las grandes aspiraciones de la mayoría de nuestro pueblo”, “sus sufrimientos”, “su lenguaje”, “su modo de pensar”, “sus criterios valorativos” y sus “prioridades existenciales”.
En este apartado, los obispos no simplemente hablan de la “crisis institucional” del fantasmagórico “Estado de Derecho” que obsesiona a la oposición anti-danielista. Hablan del hambre, la miseria, la marginalidad y la indignidad que sufren la inmensa mayoría de las nicaragüenses.
Para superar su ignorancia y la brecha que los separa de “la mayoría de nuestro pueblo”, nuestros políticos, según los obispos, “deben superar viejos esquemas que han dañado al país”. También deben “renunciar a seguir concibiendo la política como medio para obtener privilegios sociales y ventajas económicas”. Finalmente, deben “abrirse […] a los grandes valores evangélicos”. Esto último significa que los Eduardo Montealegre, Daniel Ortega, Fabio Gadea Mantilla, y Arnoldo Alemán de nuestro país, deben practicar la “caridad”, la “modestia”, la “generosidad”, la “humildad” y la “honestidad”.
¿Un Montealegre caritativo? ¿Un Arnoldo Alemán honesto? ¿Un Daniel Ortega humilde? ¿Un Fabio Gadea generoso y modesto? Pensemos mejor en la juventud: nuestra verdadera esperanza. Seguiremos con este tema la próxima semana.
Comentarios
Rafael: La Iglesia Católica, desde el siglo XVII (después del fin de las guerras religiosas), ha venido perdiendo espacios no sólo dentro de los Estados, sino también dentro de las sociedades del mundo. Estos espacios los han venido aprovechando muy hábilmente las iglesias protestantes. La Iglesia Católica de Nicaragua está poco a poco perdiendo los pocos espacios que conserva, debido a los planteamientos que la Conferencia Episcopal hace casi a diario.
Hay una gran cantidad de temas que deberían ser priorizados por la jerarquía católica. Sin embargo, le dan énfasis al tema político, tocando el sentimiento particular de sectores que no se identifican con dichos planteamientos. Considero oportuno que los medios de comunicación no sigan empujando a la Iglesia Católica de Nicaragua a actuar en correspondencia con intereses que no son los prioritarios de esa institución.
Bianca: Vana ilusión. El “izquierdismo” de la Iglesia ha sido ocasional, coyuntural y oportunista, como lo ha sido el de los jesuitas, que el 26 de febrero de 1990 ya eran neoliberales. No hay futuro en esos mastodontes institucionales como lo son la Iglesia Católica o el “intelectual divino” al estilo de APB. No veo por qué se acentúa la ruina de la izquierda política y no la de la izquierda religiosa. La Teología de la Liberación misma fracasó, está en falta, y no ha sido autocrítica (lo único que sabemos es que Fernando Cardenal va a entrar al paraíso sin ningún problema).
Felipe: No se puede negar que la Iglesia Católica ha tenido momentos admirables y de gran fidelidad hacia la más importante de todas las doctrinas de Jesucristo: la del amor por nuestros semejantes. Sin embargo, en la mayoría de los casos, como expresa el Prof. Pérez-Baltodano, dichos cambios han sido generados más por el clamor de sacerdotes y laicos de base —cercanos a las realidades cotidianas de opresión, injusticia, necesidades y sufrimiento de sus hermanos creyentes— que por iniciativa de los miembros de la alta jerarquía en las iglesias nacionales. Ejemplos de estos casos podemos ver en la vida y obra de personajes como Gustavo Gutiérrez, Dorothy Day, Daniel y Philip Berrigan, y otros.
Igual ha sido el caso de líderes de movimientos de base cristianos no católicos. Gente como Martin Luther King Jr. en Estados Unidos y Tommy Douglas en Canadá surgieron como figuras emblemáticas, creyentes y practicantes del Evangelio Social, que no era más que la reinterpretación del mensaje de las Escrituras basada en una visión holística del ser humano, que valora tanto sus necesidades espirituales como materiales y sociales. Desde principios del siglo XX, este movimiento fue el germen de la división de las iglesias protestantes tradicionales en Estados Unidos y Canadá en sus versiones progresistas y fundamentalistas, división que hasta hoy se siente en ambas sociedades, aunque definitivamente más en la estadounidense.
Felipe: Claro, hay honrosas excepciones en cuanto al comportamiento de las autoridades de la Iglesia Católica en nuestro continente. Óscar Romero de El Salvador y Hélder Câmara de Brasil, ambos innegables defensores de la justicia social fueron duramente criticados por las altas autoridades de la misma Iglesia por “politizar” el evangelio y por lo que el Vaticano consideraba como una cercanía excesiva al Marxismo revolucionario que tuvo su auge en Latinoamérica durante esa época.
Definitivamente, las posibilidades de cambio o renovación de pensamiento existen dentro del gran cuerpo de creyentes a nivel mundial que llamamos la Iglesia Católica. Lo que dudo es que dichos cambios vengan cuando más se necesitan, que es ahora. Para cuando se reoriente la visión de conferencias episcopales de países como Nicaragua, será muy tarde, y tendremos que pasar por muchos años más de miseria, sufrimiento, ignorancia y quizás hasta violencia.
Reynaldo: A Felipe: Hay que reconocer que la Conferencia Episcopal nicaragüense no es la Iglesia, ni la Iglesia es la jerarquía local: los obispos en Nicaragua son parte de la Iglesia, como lo son todos los católicos alrededor del mundo. Lo que dice la Conferencia debe recibirse críticamente y con respeto; esa es la obligación de laicos pensantes y personas de bondad, como el Prof. Pérez-Baltodano. Lo que dicen los obispos se tiene que juzgar por su coherencia interna y, sobre todo, por su apego a las Divinas Escrituras y a la Tradición que nos vienen juntas.
¿Cuánto se podía esperar de una Conferencia hecha en la imagen de Obando y Bravo? Es casi como pedir que el gobierno de Somoza caminara bien, ¿no crees? Hay que brindarle la oportunidad a estos obispos, algunos de ellos nuevos, de ganarse la confianza de su pueblo.
No quiero excusar a los obispos, pero el trabajo de gobernarse es de los ciudadanos, no de los obispos ni de los sacerdotes. El trabajo principal de ellos es salvar almas, empezando con las de ellos mismos. Digo esto porque me parece que la gran mayoría de los miembros de la Iglesia no se dan cuenta de su verdadero papel.
Yo te diría que, para lograr que la Iglesia sea fiel a la Palabra, lo más importante no es conseguir que a la Conferencia Episcopal lleguen “los buenos”. Por supuesto que esto es importante, pero, repito, no lo más importante. Lo más importante es que vos y yo, gente como nosotros, la verdadera Iglesia —que es el pueblo— se empape del humanismo y del sentido de justicia que forma parte de la tradición cristiana, para exigirles a las autoridades de la Iglesia y del Estado que actúen como deben actuar. Lo importante es que nos adueñemos de la Iglesia y del Estado. Cuando eso suceda, los Obando y Bravo y otros como él no tendrán lugar en nuestra historia.
Pinolillo: ¿No estamos acaso fomentando la cultura providencialista a la que hacés mención en varias publicaciones cuando le brindás tanta atención al comunicado de la Iglesia Católica? ¿Acaso este tipo de ejercicio no mantiene el círculo vicioso donde la jerarquía eclesiástica se ha posicionado para mantener su poder de influencia en la población? ¿Tiene cabida en la concepción moderna de Estado la preponderancia de la Iglesia, o simplemente debe tratarse como otro grupo social? ¿Debo depositar mi confianza en una institución arcaica como la jerarquía católica, que todavía cuestiona el uso de preservativos y el aborto terapéutico para salvar la vida de mujeres?
Andrés Pérez-Baltodano: A “Pinolillo”: Te ruego que leas mi respuesta a Felipe. Te ruego, además, que esperes la segunda entrega de mi comentario sobre el mensaje de la Conferencia Episcopal. En esa segunda entrega encontrarás mi respuesta a tu importantísima pregunta.
Felipe: Ojalá la Conferencia Episcopal hubiera sido tan oportuna, incisiva y directa en su crítica a los vicios de la clase política nicaragüense cuando Nicaragua más lo necesitaba. Inmediatamente después de la debacle de la revolución y durante los tres gobiernos neoliberales que gobernaron hasta el 2006, la jerarquía de la Iglesia Católica pudo haber jugado un papel verdaderamente profético, defendiendo la aplicación de la justicia social en políticas económicas que beneficiasen a los más necesitados; promoviendo la transparencia y la honestidad en la gestión pública; y denunciando con claridad los robos, abusos y atropellos a la cosa pública, viniesen de donde viniesen.
Sin embargo, lo que pudimos observar fue la defensa que hizo la Iglesia de actos criminales; las alianzas de esta institución religiosa con élites políticas inescrupulosas que derivaron en beneficios económicos; un total desinterés sobre el costo social y humano de las políticas de mercado en los más vulnerables; y la más feroz descalificación hacia aquellos que criticaban, dentro y fuera de la Iglesia, todos estos patrones de comportamiento.
Ahora la Iglesia quiere re-imponer su “autoridad” moral para instar a que los políticos recapaciten, desistan de sus actitudes depredadoras y vuelvan hacia la virtud. Desafortunadamente, los políticos criollos saben que la jerarquía también está llena de oportunistas e inescrupulosos (ciertamente Obando y Bravo no es el único, aunque quizás sí el más visible), encubridores de abusos y abusadores, que en su momento se hicieron de la vista gorda ante muchos de los abusos que ahora denuncian vigorosamente.
¿Por qué, por ejemplo, tuvo que ser Roberto Rivas, uno de los personajes más inescrupulosos y visibles del país, el que denunció públicamente lo que ha sido un secreto a voces por mucho tiempo: que han existido y existen en Nicaragua, como en todo el mundo, sacerdotes católicos que han abusado de menores con impunidad por años, sin que la jerarquía de la Iglesia detenga a estos individuos y los ponga a la orden de las autoridades? En vez de enfrentar esta cruda realidad, la jerarquía ha optado por callar a los denunciantes y reubicar a los sacerdotes abusadores para que dichos casos no exploten a la luz pública. Claro, como lo dice el inescrupuloso Rivas, entonces la Iglesia dice que se trata de un “ataque”, una campaña de desprestigio para desacreditar a la jerarquía católica.
Felipe: A tales niveles ha llegado la realidad absurda de Nicaragua, Prof. Pérez-Baltodano. Quizás haya dentro de este grupo de obispos sus honrosas excepciones, pero creer que la jerarquía, tal y como está actualmente conformada, brindará el liderazgo moral que necesita la sociedad nicaragüense para superar sus inmorales contradicciones, me parece que sería pedirle peras al olmo.
Andrés Pérez-Baltodano: Estimado Felipe, entiendo tus dudas sobre la legitimidad de la Conferencia Episcopal Nicaragüense. No podemos olvidar el pasado reciente que mencionás; es decir, la complicidad de los pronunciamientos de este cuerpo con uno de los gobiernos más corruptos en la historia de nuestro país. Tampoco debemos olvidar que algunos obispos que apoyaron a Arnoldo Alemán forman parte de la Conferencia Episcopal que escribió el comunicado que comenté. Así pues, tus dudas son perfectamente legítimas. Son, además, necesarias para evitar caer en la resignación y la irracionalidad enfermiza que mantienen hundido al país.
Yo mismo consideré, en más de una ocasión, “renunciar” al Catolicismo y separarme de la Iglesia Católica durante el vergonzoso período en el que la Iglesia facilitó la consolidación de figuras como la de Roberto Rivas. No lo hice por una razón que puedo expresar repitiendo la frase con la que mi teólogo católico favorito, Hans Küng, responde cuando le preguntan: ¿Por qué no abandona la Iglesia? ¿Por qué no se retira? ¿Por qué insiste en seguir siendo un sacerdote católico, a pesar de que Roma lo ha maltratado tanto? Küng responde: “Por las posibilidades… por las posibilidades que ofrece la Iglesia como fuerza de renovación…”
Las posibilidades que tiene la Iglesia Católica Nicaragüense de convertirse en una fuerza positiva de cambio son muy grandes, sobre todo después de la salida de Obando y Bravo y por la presencia de nuevas autoridades.
Pero creo que no debemos depositar nuestra fe en las personas. No pasemos de ser “Obandistas” a ser “Brenistas” o “Baeistas”. Esta enfermedad caudillista tiene que desaparecer. Apoderémonos de la doctrina de la Iglesia y, mejor aún, de la palabra y el ejemplo de Jesús de Nazaret para obligar a la Iglesia Nicaragüense a cumplir con su misión. Cuando eso suceda, veremos que las posibilidades que encierran esa palabra y ese ejemplo son enormes.
La oración en el mensaje de la Conferencia Episcopal (segunda y última parte)
30/11/2010
El mensaje de la Conferencia Episcopal, que comenzamos a comentar la semana pasada, concluye su análisis de la “situación actual del país” refiriéndose al problema fronterizo con Costa Rica. Lo hace con un tono firme y sensato: “Junto a todo el pueblo nicaragüense afirmamos la absoluta soberanía de Nicaragua sobre el Río San Juan como algo indiscutible e innegociable para el país. Esperamos que este conflicto se resuelva en el menor tiempo posible por las vías del diálogo, los cauces diplomáticos y el respeto al derecho internacional. Sin embargo, nos preocupa que la reciente crisis surgida en torno al tema distraiga la atención del gobierno y de los ciudadanos y nos lleve a ignorar y no afrontar los graves problemas internos de la nación”.
Más allá de lo que señala la Conferencia Episcopal, el conflicto generado por el dragado del Río San Juan ha dejado al descubierto el atraso político tanto de Nicaragua como de Costa Rica. La incapacidad de los gobiernos de ambos países para resolver sus diferencias y el hecho de que la situación se complique aún más es vergonzosa y lamentable. Tan vergonzosa y lamentable que muchas personas se inclinan a pensar que detrás de la torpeza política de los líderes de ambos países se esconden intereses y ambiciones malignas. Y es que, a veces, resulta más fácil aceptar la maldad que la estupidez.
Un año de oración por Nicaragua
En la cuarta sección de su mensaje, después de analizar la situación de nuestro país, la Conferencia Episcopal propone algo que, a primera vista, puede parecer ingenuo. Los obispos dicen: “Estamos convencidos de que, dada la complejidad de la situación del país y la gran rapidez con que cambian los escenarios políticos, es el momento de hacer una clara opción por la oración”. Además, proclaman el año 2011 como un “Año de oración por Nicaragua”.
¿Orar para solucionar nuestros inmensos problemas? ¿Cambiar el país y superar nuestras miserias a punta de oraciones?
Desafortunadamente, la visión dominante de la oración en la práctica religiosa de la Iglesia Católica ha sido la del rezo como una invocación mágica al poder de un Dios que lo puede y lo decide todo. Nadie ha expresado mejor el sentido trágico de esta visión que nuestro Santiago Argüello, a quien he citado muchas veces. Vale la pena hacerlo de nuevo: “Para nuestro pueblo todo redúcese a desgranar rosarios, en un andar de máquina engrasada de sueño, en una actividad de labios y en un letargo de fervor, sin más propósito que el de tener propicio al santo que eligieron como abogado celestial. ¡He aquí el fetiche! No pudiendo elevarnos, buscamos quien baje hasta nosotros. Rezamos ante el ícono, no por devoto apego de almas, sino para pedirle ayuda en las empresas, auxilio en los apuros y medios prácticos en las necesidades y deseos. Es una compraventa de rezos maquinales por bienes terrenales” (Argüello, 1997, 44-5).
Mi lectura del mensaje de la Conferencia Episcopal me lleva a pensar que los obispos están haciendo un esfuerzo para superar el fetichismo religioso del que nos habla Argüello. Es posible —y ojalá no me equivoque— que estén intentando promover una nueva visión de la oración; una visión humanista, moderna, profundamente política y cristiana.
No hablo de política en un sentido partidista. No me refiero a la lucha por el poder que sigue principios pragmáticos de conveniencia, como lo hacen el FSLN, el MRS o el PLC. Hablo de la política como un esfuerzo para institucionalizar una visión ética, explícita y justificada del uso y la organización del poder en la sociedad. Una política basada en valores y principios sustantivos, como los que defendieron Pedro Joaquín Chamorro, Sandino y Mandela. Hablo de la política transformadora y radical que nos enseñó Jesús, cuando nos mandó amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos.
Si mi interpretación es correcta, la oración que proponen los obispos nos obliga a entender a Dios no como una figura mágica que resuelve nuestros problemas, sino como un norte ético y una fuerza vital que debemos usar para subvertir y trascender la inmoralidad que predomina en nuestra sociedad. Esa inmoralidad que nos lleva a ignorar el hambre y el sufrimiento del “otro” y la “otra”. Los obispos dicen: “Cuando oramos no invocamos soluciones mágicas […] sino porque estamos convencidos de que la historia no es sólo el escenario en que actúan las voluntades humanas, sino el ámbito en que Dios hace llegar su Reino de caridad, justicia y paz. Con razón Jesús nos ha enseñado a pedir: ‘venga a nosotros tu Reino’. […] Tomamos conciencia de nuestra propia responsabilidad en el cambio social”.
Este párrafo es profundamente significativo. Sugiere una visión de la oración en la que Dios no es un ser mágico que controla la humanidad, sino una fuerza interior que nos impulsa a expandir los límites de nuestra realidad y asumir nuestra responsabilidad en la construcción del “reino de caridad, justicia y paz” en el mundo y en Nicaragua.
Ser cristiano, desde esta perspectiva, es seguir el ejemplo de Jesús, quien se convirtió en “la Providencia de Dios” para luchar por una visión ética del poder y la historia. Es aceptar que, como lo señala el teólogo Paul Tillich, la “omnipotencia” de Dios es, en última instancia, la fuerza de una convicción humana que debemos cultivar. Esta convicción es la verdadera fe cristiana; la fe que nos lleva a creer que ni la corrupción que corroe nuestra sociedad ni las estructuras de poder que nos dominan pueden impedir el triunfo del bien y la justicia que Jesús proclamó. Tillich afirma: “La Providencia no significa un plan divino mediante el cual todo está mecánica y eficientemente predeterminado. Por el contrario, la Providencia significa que en cada situación existe una posibilidad creativa y salvadora que no puede ser destruida por nada” (Tillich, 1948, 106-7).
Ser cristiano o cristiana, entonces, es luchar para identificar o crear esas posibilidades de las que habla Tillich, desde un posicionamiento ético frente a la inmoralidad dominante en nuestra sociedad.
Los obispos conducen su discusión sobre la oración señalando que, “en su debido momento”, darán “mayores indicaciones” sobre el “Año de la Oración por Nicaragua”. Esperemos los futuros planteamientos de la Conferencia Episcopal sobre este importantísimo tema. Mientras tanto, empecemos a buscar dentro de cada una de nosotras la fuerza que puede convertirnos en la Providencia salvadora de nuestro sufrido país. Así pues, no tenemos que esperar a los obispos para empezar a desarrollar dentro de nosotros mismos la convicción de que la verdad tendrá que triunfar.
¿Cuál verdad? La verdad que un día revelará nuestras faltas de acción y omisión frente a las niñas abusadas, las prostitutas y los desnutridos de nuestro país; la verdad que silenciará la pomposa arrogancia de nuestros políticos; la verdad que nos obligará a todos, incluyendo a los obispos de la Conferencia Episcopal, a confesar nuestras culpas y pedir perdón frente al pueblo de Dios. Solamente el triunfo de esta verdad, atrapada hoy en el oportunismo, la timidez, el cálculo pragmático y la corrupción, nos hará libres.
Una oración por Nicaragua
Padre nuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Jesús: Hijo de Dios, hermano mío
venga a nosotros el reino
de tu sencilla verdad:
“la felicidad será para el justo
y la ruina para los impíos”.
Cúmplase la palabra
que comprometiste
desde la cruz
con los débiles
con los pobres
con los homosexuales
con las lesbianas
con los huelepegas
con las prostitutas
con los suicidas
y con las que perdieron la fe.
Hágase tu justa voluntad
en cada casa
en cada aldea
y en cada rincón
de Nicaragua.
Dales el pan de la vida
a las niñas Rosas
a las niñas Zoilas
a los niños del Hogar del Niño
y a todas las niñas y niños sin niñez.
Dales la vida
y el pan de cada día
a las que tienen hambre
y sed de vos.
Dales fuerza, Señor
a los condenados del Nemagón
y a las sentenciadas a muerte
en los planes de gobierno
y en el silencio de los que no decimos
lo que debemos decir.
Castiga, Señor,
a los que, viviendo de la palabra
falsificamos tu Palabra;
a los que fingimos no saber lo que esconde
la prédica del Cardenal
la diatriba presidencial
la perorata del General
y la retórica electoral.
Porque no venimos al mundo
para vivir y morir
por obra y gracia
del Estado
o del Mercado Global.
Perdona Señor nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos,
o tendríamos que perdonar,
a los que se arrepienten
pagan por sus delitos
y devuelven lo robado.
Jesús, Hijo de Dios, hermano mío
no nos dejes caer en la tentación
de pasar por esta vida
fingiendo no escuchar
el llanto de los crucificados
en nuestras esquinas,
en nuestros buses,
en las maquilas,
en las sacristías,
en la montaña
y en las salas de injusticia
de nuestro desgraciado país.
Líbranos, Señor Jesús,
hermano nuestro,
de todo mal:
del mal de la palabra fácil,
del mal de la simulación,
del mal de la resignación
y del mal que significa creer
que un Padre Nuestro
lo soluciona todo.
Danos fuerza para actuar
frente a la mediocridad
de los que nos ofrecen un poco de justicia
a cambio de nuestra libertad,
y frente a la mentira
de los que nos ofrecen libertad
sin amor al prójimo y sin solidaridad.
Que se sequen como el pasto Señor,
los predicadores de la democracia
que maldijo Rubén:
la democracia que es “baldón y ruina”
para los pobres,
la democracia que es “lluvia de plagas”
para los que no poseen más voz
que la que elevan en su plegaria:
“¡Que el pie del orgulloso no me alcance
ni me derribe la mano del malvado!”
Porque lo dijo el Salmista:
“Tú haces justicia al huérfano y al oprimido:
¡que el hombre hecho de tierra no infunda más temor!”
¡que los magistrados no infundan más temor!
¡que los diputados no infundan más temor!
¡que los uniformados no infundan más temor!
¡que los agentes de la Seguridad del Estado
no infundan más temor!
¡que los comisionados no infundan más temor!
¡que los banqueros no infundan más temor!
¡que los pastores y sacerdotes no infundan más temor!
¡que los serviles se llenen de miedo!
¡que los serviles se llenen de horror!
“Vuelvan al abismo los malvados”.
Danos fuerza, Señor, para luchar
contra cualquiera y cualquier cosa
que nos separe de Vos.
Porque ordenaste: “Deja a tu padre y a tu madre y sígueme”.
Deja a tu amigo y sígueme.
Deja a tu benefactor y sígueme.
Deja a tu comandante y sígueme.
Deja a tu candidato y sígueme.
Deja a tu partido y sígueme.
Deja a tu amante y sígueme.
Deja a tu presidente y sígueme.
Deja a tu Iglesia y sígueme.
Deja de golpearte el pecho y sígueme.
Danos fuerza, Señor Jesús,
para cargar tu cruz y darle vida a tu Verdad.
Amén.
Comentarios
Felipe: ¡Amén, Prof. Pérez-Baltodano! Gracias por su oración por Nicaragua. En medio de las celebraciones de diciembre y las purísimas de barrios, ahora celebradas oficialmente por los CPC, le agradezco que exprese de forma tan poética lo que muchos de los que leemos este blog quizás sentimos en este momento, pero que no hemos podido verbalizar, como son los deseos de una justicia y una libertad mutuamente incluyentes para nuestro sufrido pueblo. Para ser honesto, confieso ser alguien que ha tratado de internalizar y practicar algunos de los valores más importantes de la fe cristiana sin ser necesariamente un devoto creyente. Tengo dudas, algunas serias, sobre la naturaleza de Dios, la verdadera naturaleza de Cristo, el más allá y otras doctrinas que integran el cristianismo en general; y en particular, su versión evangélica protestante en la que me crié. Es más, muchas veces, después de mucha reflexión, siento que el más grande, quizás el único poder que el Dios cristiano, o la idea de Dios, tiene sobre nosotros, es el poder de cambiar nuestros corazones, el poder de hacernos abrazar una causa justa, o actuar para aliviar el sufrimiento de algún semejante. Leyendo lo que usted publicó sobre Paul Tillich y sus ideas sobre la omnipotencia de Dios, me parece que esto es quizás lo más grande que Dios (o nuestra idea de Dios) puede lograr en nosotros como individuos.
Quizá esto suene bastante pesimista para los que creen profundamente en la idea de un Dios personal, omnisciente, omnipresente y omnipotente, como lo describe la teología cristiana tradicional, pero para personas como yo, que nos hemos acostumbrado a dudar de las aparentes certezas de las religiones institucionales, éste es quizás el mayor de nuestros agridulces consuelos. Siento que será así hasta que, como civilización occidental, experimentemos algún salto cualitativo de conciencia y lleguemos a una nueva concepción de Dios, lo cual no será necesariamente bueno para las religiones organizadas.
Sara: No sé si te enteraste que mientras vos orabas se destapó lo de WikiLeaks. Por si querés ahora darle un toque moderno a tu columna.
Abelardo: Yo sólo quiero preguntar: ¿no sería más útil promover una concepción secular del mundo y de la vida? En vez de buscar cómo redefinir las concepciones teológicas del catolicismo nicaragüense. Desde mi punto de vista, creo que sería más útil promover la separación de la religión y la política. Las sociedades modernas se caracterizan precisamente por esa separación. En ellas, la religión es sólo una forma de ver el mundo. Y por ello es tratada como tal. Creo que eso es lo que deberíamos promover en Nicaragua. Necesitamos una sociedad más antropocéntrica y menos teocéntrica. Precisamente porque la religión no es la causa absoluta de, y tampoco la solución a, todos nuestros males. “No, no basta rezar. Hacen falta muchas cosas para conseguir la Nicaragua que queremos”.
Que te importa mi nombre: Las sociedades modernas no se caracterizan por esa separación de la que habla Abelardo. El Estado nace de la religión.
Lukasnica: ¡Amén!
Baltazar: El mismo Andrés Pérez-Baltodano es muestra de su misma teoría política: el providencialismo resignado en Nicaragua.
El Pirata del Caribe: ¡Amén, hermano! Que la paz sea contigo.
Navidad y Año Nuevo
13/12/2010
Hace once navidades escribí un artículo en donde imaginaba nuestra celebración de la Navidad y el cierre del año 2099. Así empezaba mi escrito:
Ha llegado diciembre y los nicaragüenses nos preparamos para celebrar la Navidad y la llegada del siglo XXII. El Malecón está engalanado con el rojo vivo de las pastoras y el verde intenso de los coludos que cuelgan de las luminarias. Por la noche, el cielo estrellado se refleja como una pintura impresionista en las aguas cristalinas del bello Lago Xolotlán, designado recientemente por las Naciones Unidas como Patrimonio Natural de la Humanidad.
Frente a la estatua de José Coronel Urtecho, en el centro de la Nueva Managua, el gobierno municipal ha instalado un hermoso Nacimiento. En esta dramática representación de la última Encarnación, las miradas congeladas de un José desempleado, una María lavandera, y tres trabajadores de la palabra, se dirigen ansiosas hacia el vacío pesebre que espera la llegada del 24 y el aparecimiento de la Niña Diosa.
El siglo XXI que está por terminar será recordado como el año de la resurrección de la patria. Durante este siglo, Nicaragua logró por fin vencer sus inseguridades para convertirse en uno de los países más pacíficos, más prósperos y más justos de la Tierra.
Lejos están aquellos tiempos cuando Nicaragua ocupaba los peores lugares en los índices de corrupción de este planeta. Lejos están aquellos días cuando los gobiernos de este país podían ignorar a los más débiles. Y lejos están aquellos años cuando la Iglesia de Jesús callaba ante el dolor del pueblo, o hablaba por hablar, sin decir nada. Tantas cosas han pasado en el siglo que está por terminar, y tantas han sido las transformaciones que Nicaragua ha sufrido durante los últimos cien años, que a la juventud de hoy le resulta difícil creer las historias de indignidad que cuentan los abuelos.
Hasta aquí mi fantasía. Desafortunadamente, en los primeros once años del siglo XXI no hemos hecho mucho para acercarnos a la Nicaragua que muchos deseamos. A nuestra juventud no le cuesta creer la indigna historia de la Nicaragua de sus padres, madres y abuelos, porque viven un presente plagado de corrupción y miseria moral. A pesar de todo, nuestra juventud sigue siendo la esperanza de una nueva, libre, honesta y justa Nicaragua.
A los y las jóvenes que se han asomado a este blog, les deseo una Navidad llena de pensamiento, sentimiento y paz que las prepare para enfrentar el año venidero. Será un año difícil porque ninguna de las opciones que hoy se vislumbran en el escenario político nacional es capaz de resolver los problemas que nos ahogan.
Será, además, un año difícil para el análisis crítico y la reflexión porque nos veremos empujados a pensar exclusivamente a corto plazo; es decir, nos veremos empujados a pensar en Nicaragua como si todo el potencial de nuestro país dependiera de las elecciones presidenciales programadas para el año entrante.
Sin lugar a dudas, estas elecciones son importantes. Ellas pueden marcar la consolidación del Estado Mara en nuestro país, gracias a la mediocridad de los partidos y grupos políticos de la llamada “oposición democrática”.
Es necesario, sin embargo, no abandonar las tareas de largo plazo y, sobre todo, la tarea con la que nos hemos comprometido en este blog: la promoción de un nuevo discurso y una nueva cultura política para Nicaragua.
En más de una ocasión he señalado que para contribuir efectivamente al cambio político en nuestra sociedad, es necesario asumir la responsabilidad de participar en la transformación del discurso y de la cultura religiosa providencialista que domina el imaginario colectivo de los y las nicaragüenses. A los y las jóvenes interesadas en participar en este proceso de cambio, les recomiendo adquirir la Agenda Latinoamericana-Mundial 2011 que es, en las palabras de sus editores, “una herramienta pedagógica para la educación, la comunicación y la acción social populares. Desde la Patria Grande hacia la Patria Mayor”.
Cada año, la Agenda Latinoamericana recopila textos de autores de América Latina y el mundo que abordan diferentes dimensiones de la condición espiritual y material de la humanidad. El tema de la Agenda 2011 es ¿Qué Dios? ¿Qué Religión? Así introduce este tema el Obispo Pedro Casaldáliga, uno de sus editores: “Tema de realidad candente es la religión; tema realmente mayor: Dios. Alguien dudará de la actualidad de este tema, pensando en ciertas áreas del primer mundo, para las cuales Dios y la religión ‘ya fueron’. En realidad, se da la contradicción desconcertante de ver y sentir más religiosidad que nunca, y más inherencia que nunca también; con todas las ambigüedades y todas las oportunidades”.
El sacerdote José María Vigil, co-editor de la Agenda, agrega: “Nuestra Agenda, aconfesional, ecuménica y macroecuménica, instalada en la perspectiva de la educación popular liberadora latinoamericana, ha tenido siempre un respeto muy grande por la religión. Como nuestros pueblos, que tradicionalmente han pensado que ésta era algo sagrado, intocable, digno de un respeto rayano en el temor reverencial, o en el tabú. Pero en estos tiempos de tanto cambio, también eso está cambiando. Cambia la ‘epistemología’. No sabemos cómo, ni es de un día para otro, pero va cambiando nuestra forma de pensar, de conocer, de proceder en el hecho mismo de conocer. Razonamos de otra manera. No sentimos ya aquellos temores reverenciales, ni mucho menos los tabúes. La sociedad se ha hecho más consciente, más crítica, y más madura también. No nos parece que haya nada que deba sustraerse a un análisis crítico, tan respetuoso como honrado. No nos escandalizamos ya de casi nada, ni caemos en ingenuidades idealistas. Sabemos mejor que nunca cómo funciona este ser humano tan complejo, y parece que algo nos dice que hay temas nunca antes afrontados que ha llegado la hora de abordar. Son temas que también claman por una renovación profunda. Por eso esta Agenda sobre la Religión”.
Incluyan pues en su carta al Niño Dios una copia de la Agenda Latinoamericana. Si lo hacen, estarán contribuyendo con una buena causa; una causa que no tiene fines de lucro.
Un fuerte abrazo de Navidad y el deseo de que en el 2011 sepamos convertirnos en la Providencia del Dios de la justicia, la libertad, el amor y la dignidad que habita en la mente y el corazón de cada una de nosotras.
Comentarios
Julio: Amigo, un abrazo en la distancia… qué ideal más bonito. Me trae a la memoria cuando fui comandante allá en el Frente Benjamín Zeledón. En aquel tiempo se luchaba para darle a Nicaragua un mejor futuro. Conocí a don Pepe Figueres y siempre consideré que esos muchachillos iban, en su idealismo, a sacar adelante a su país. Cuando era niño, en la escuela veíamos a Nicaragua y siempre se decía que era el granero de Centroamérica, por su potencial de irrigación y producción gracias al lago.
Me imaginaba a un labriego sencillo, como dice nuestro himno, a las orillas del lago, sudoroso y con la cara rosada y alegre de ver producir su tierra. Esa fue una imagen que quedó en mí. Por eso, cuando luché en el Frente me imaginaba todo lo bueno que se iba a lograr: reforma agraria, un mejor sistema de educación tanto académica como técnica.
Recuerdo que Figueres soñaba con instalar centros agroindustriales tanto en mi país como en el suyo. Pero conforme fue pasando el tiempo, el sueño se fue diluyendo y sus coterráneos se han venido para acá. Siempre he abrigado la esperanza de que la educación y el sistema de salud en nuestro país mejorarían la percepción de los nicaragüenses de lo que debería ser su país. Una educación más civilista, más técnica. Pero las generaciones nuevas que están aquí no quieren irse. Son diferentes. Yo espero que logren su sueño y hagan un cambio.
Ramón: Esto comenzó como un combate iluminado contra los restos del providencialismo y está acabando como culto jesuítico resignado. Qué ironía.
Buscando una razón para escribir
1/2/2011
Tuve la intención de retomar este blog durante la segunda semana de enero, después del descanso de fin de año. En más de una ocasión, me senté frente a mi computador a revisar las noticias de Nicaragua, buscando la inspiración que me empujaría a escribir. Leí los diarios y me encontré con las rutinarias noticias que registran los abusos y actos de corrupción de la administración de Daniel Ortega. No sentí que tenía nada nuevo que decir sobre el funcionamiento del Estado Mara.
Seguí buscando y encontré una entrevista en la que Edmundo Jarquín volvía a masacrar la sociología política y el sentido común con su cuento de que la lucha de la Unión Nacional de la Esperanza (UNE) es política y no ideológica. Sentí que no era posible comentar lo inexplicable.
Para rematar mi desánimo, el mismo día que leí a Jarquín vi, a través de la Internet, una entrevista que le hizo un noticiero de televisión a Enrique Sáenz. En sus declaraciones, Sáenz repitió el cuento de Mundo, ¡pero al revés! Muy serio señaló que la lucha en Nicaragua no es política sino ideológica y que por eso debe crearse un amplio frente antidanielista. ¡Paso!
Días más tarde, volví a buscar la musa de mi inspiración y me encontré con la cara arrecha de Don Fabio en sus Cartas de Amor a Nicaragua. Volvía a amenazar con educarnos a su manera y, además, ofrecía empleo, seguridad, orden, prosperidad, vivienda, tranquilidad, salud, felicidad y mil cosas más sin explicar jamás cómo carajos piensa conquistar el voto de los nicaragüenses y, además, cómo piensa gobernar -si “la Divina Providencia” lo favorece en las elecciones- en un país estrangulado por los rufianes del FSLN y del PLC. No pude escribir nada y simplemente recordé a José Coronel Urtecho describiendo el discurso de los políticos de su tiempo: “lengua compuesta casi sólo de lugares comunes y frases hechas o frases de cajón, de clichés y de tópicos o de equívocos, de vaguedades y banalidades y ambigüedades, seudoverdades y falsedades, doblesentidos y contrasentidos y sinsentidos y perogrulladas…” (Coronel Urtecho, 1974, 23).
Seguí buscando y me encontré con unas declaraciones de Eduardo Montealegre en las que condenaba enérgicamente las próximas elecciones por su “¡legalidad” e “¡legitimidad”. Luego explicaba cómo la UNE participaría en estas ¡ilegítimas e ¡ilegales elecciones para ganar legal y legítimamente el poder. Como dicen en inglés: “No comment”.
Cansado de perseguir la inspiración, abandoné la lectura de las noticias, tomé un avión, y viajé a Nicaragua. Como a eso de las ocho de la noche sobrevolaba la capital del país que secretamente llamo Misagualto y apreciaba las luces de los árboles de Navidad que seguramente permanecerán encendidas en anticipación de la “milagrosa” victoria del FSLN en las próximas elecciones.
En el aeropuerto abracé a mis hermanas. Luego, frente a una fría cerveza, les comenté que había perdido la inspiración para escribir sobre Nicaragua. Les pedí ayuda y me ofrecieron, como remedio, mostrarme la grabación de la reciente presentación del reporte anual de Daniel Ortega frente a “su pueblo”. Creo que lo hicieron para terminar de convencerme de que en el estado de locura en que vivimos, el silencio es la mejor contribución que uno puede hacer a la rehabilitación de la razón política en nuestro país.
Cuando Daniel Ortega terminó de disparatar, mi decisión estaba hecha: para proteger lo que en mí queda de cabello y sanidad mental, evitaría escribir más.
Con esta convicción viví por unos días hasta que el genial y divertidísimo “Comentario al Mensaje Presidencial” de Juan Carlos Ampié, transmitido en Esta Semana, exorcizó el efecto que me produjo el discurso-reporte de Ortega, neutralizando de paso la convicción con la que había decidido no volver a escribir sobre la política de mi país. Así, emprendí de nuevo la búsqueda de la inspiración que me faltaba, mientras respiraba el aire caliente de mi Managua.
Una noche, sentado frente al televisor, apareció nuevamente frente a mí la imagen del Presidente Ortega. Busqué rápidamente el control remoto para cambiar el canal, temeroso de que sus palabras me sumieran nuevamente en un estado de coma intelectual. Me detuve, cuando aparecieron las imágenes de Carlos Pellas y Miguel Obando en lo que pronto descubrí que era la reunión anual entre el gobierno y los representantes de la empresa privada de Nicaragua.
No fue Obando el que capturó mi atención. El papelón que hace el purpurado como colaborador del gobierno de Ortega es bien conocido. ¿Pero… Pellas?
No era nueva para mí la noticia del matrimonio de conveniencia entre Pellas y Ortega. Pero como no vivo en Nicaragua, fue hasta ese momento que tuve la oportunidad de ver la felicidad del uno en los brazos del otro. Debo confesar: me sorprendió el entusiasmo, el innecesario entusiasmo de Pellas frente al jefe del Estado Mara.
Decidí buscar las declaraciones ofrecidas por el magnate después de su reunión con Ortega para ver cómo explicaba su relación con el gobierno actual. En un diario digital, encontré lo que buscaba: “Lógicamente tenemos nuestras diferencias, esa es una realidad, pero tenemos muchos más aspectos en los que coincidimos que áreas en las que disentimos”, resaltó (Pellas, 2011).
¿En qué coinciden Pellas y Ortega? El empresario lo dijo muy claramente: “Logramos los nicaragüenses llegar a un acuerdo, que nos permitió mantenernos dentro del programa del FMI, nos permitió crecer la economía, cuando la mayor parte de las economías decrecieron” (Pellas, 2011). Y, por supuesto, aunque el empresario no lo dijo, Pellas y Ortega coinciden en la importancia que para ambos tiene la relación de confianza que existe hoy entre los capitalistas tradicionales y los capitalistas del FSLN que hicieron su fortuna sobre el cementerio que dejó la revolución fracasada de los 80s.
¿En qué disienten Pellas y Ortega? Pellas tuvo el cuidado de no mencionar sus diferencias con el gobierno, pero estoy seguro que si se viera forzado a responder esta pregunta, diría —como lo sugieren con timidez los representantes del COSEP— que no está de acuerdo con la forma en que Ortega maneja las leyes y las instituciones del país. En otras palabras, diría que coincide con el manejo sandinista de la economía, pero que disiente de la visión y el comportamiento político del FSLN. Al hacer el balance entre lo bueno y lo malo de Ortega, el cálculo de Pellas resulta ser favorable al gobierno.
El razonamiento del empresario es, en este sentido, similar al que ofreciera el sacerdote Naguib Eslaquit cuando meses atrás, para justificar su acercamiento al gobierno de Ortega, declaró que si bien es cierto que el gobierno actual es responsable de muchas cosas malas, también es cierto que el orteguismo tiene “su buena cara”. Eslaquit identificaba los programas sociales del gobierno como una muestra del lado bueno del sandinismo en el poder. Luego ponía lo bueno y lo malo en la báscula de su conciencia y ¡eureka, el balance favorece a Ortega!
La “cara buena” de Ortega que empuja a Pellas a olvidar la corrupción y los abusos de poder del gobierno actual no son los programas sociales, sino el apoyo —público y privado, directo e indirecto— del gobierno a los capitalistas nicaragüenses. La falacia en la que incurre Pellas con este razonamiento es la misma que nubla la mente de Eslaquit.
Repitamos entonces: Lo bueno —asumiendo que es bueno el manejo económico del gobierno Ortega— no borra ni justifica lo malo; sobre todo cuando lo malo implica la violación de principios y normas que son esenciales para el desarrollo integral de una sociedad con aspiraciones democráticas, como decimos que es la nuestra. El mal, entonces, no tiene una “buena cara” y sólo se solventa poniendo fin a las acciones que lo promueven, y pagando por los daños causados. Así lo dicta el sentido común; así lo señala la doctrina cristiana; así lo establece la ley.
Puesto de otra forma: un gobierno corrupto como el de Ortega no deja de ser corrupto, porque construyó tres o trescientas escuelas, o porque resolvió el problema de los apagones, o porque ha logrado controlar la inflación. Un gobierno corrupto es un gobierno corrupto, tenga o no tenga eso que, en el flojo razonamiento de Pellas o de cualquier otra persona, pueda aparecer como la “buena cara” del régimen.
Claro que Pellas no explica su relación con Ortega como el producto de su resignado pragmatismo o como el resultado de un cambalache ético y moral. Él no reconoce que su posición equivale a decirle a Ortega: “robá pero mantené la estabilidad macroeconómica del país; pasate la Constitución por el codo pero garantizá la seguridad de mi capital en Nicaragua”.
No. Pellas quiere lucir serio y a la altura de su bien cuidada barba; por eso, explica su relación con Ortega como producto de su apego al pensamiento de San Pablo. Dice Pellas explicando su relación con el gobierno: “Yo coincido cien por ciento con las palabras de San Pablo que dice que hay que buscar cómo trabajamos todos, con todos, para todos” (Pellas, 2011).
¿Qué carajos tiene que ver San Pablo con las inconfesables ambiciones de las élites de mi desgraciado país? ¿Acaso San Pablo no dijo: “No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas” (Efesios 5:6-11)?
Decidí no pensar más ni dejarme agitar por el cinismo de alguien que, como Carlos Pellas, parece haber decidido ser inferior a su propia suerte. Porque uno puede llegar a explicar —sin justificar— la decisión de un Walter Porras, o de un Hernán Estrada de renunciar a la dignidad para conseguir un empleo. Después de todo, eso de ser pobre pero honrado no es para todos. ¿Pero un Carlos Pellas con su fortuna? ¿Cómo explicar la obsequiosidad de un Carlos Pellas frente a Ortega?
Uno también puede entender —sin justificar— el nerviosismo y la cobardía “natural” del capital frente a la incertidumbre, en Nicaragua y en cualquier otro lugar de la tierra. ¿Pero tiene Pellas que decir las cosas que dice en público y apoyar activamente la consolidación de un régimen vulgar y dictatorial como el de Ortega? De Juan Carlos a Carlos: “Don Pellas: ¿Por qué no te callas?”
El último día de mi estadía en Nicaragua, en la terminal del aeropuerto de Managua, pasé frente a la tienda de la Flor de Caña. Entré y tuve la intención de comprar algo que me gustó. Recapacité y decidí que no lo haría. Fue mi pequeño pero, para mí, importante acto de resistencia contra la mediocridad de las élites nicaragüenses. Fue también mi homenaje a la juventud de Nicaragua: la única fuente de esperanza e inspiración que encuentro hoy en mi país.
Comentarios
Neguib: Usted, señor, que habla tanto de la Biblia en este artículo, recuerde que la Biblia también dice que hay sepulcros blanqueados, que se creen muy puros, como usted. Usted ni siquiera vive aquí. Así que lo que usted ponga, me encanta, lo leo, me divierte. Gracias.
Benjamín: Demasiada tristeza hay en este texto, las amistades de Andrés deberían llamarlo. No vaya a ser que pase a ser otra estadística invernal: “hombre en edad madura, alejado de sus mejores días toma la fatal decisión de acabar con su vida”.
Carlos: Muy acertado todo el artículo. El Grupo Pellas, al igual que la gran mayoría del “capital” del país, no hace más que acomodarse a la realidad política —la cual, dicho sea de paso, es surrealista— para poder seguir trabajando a la espera de que el problema “se resuelva”. Todos estos señores van a cargar con la culpa de haber dejado que el país tome el rumbo que está tomando y que poco a poco las posiciones de todas las partes se vayan radicalizando. Lo que no entienden es que sólo están comprando un poco de tiempo y ganando un poco de plata hoy, pero pronto, cuando el gobierno de Ortega sea reelecto y saque finalmente la cara que esconde detrás de esa imagen amigable —y fea, por cierto— perderán todo lo que están ganando hoy y mucho más, porque ya no los van a dejar trabajar “tranquilos”. Esto no me importa porque finalmente es su plata, lo que sí me importa es que todos vamos subidos en esta carreta que va directo al despeñadero y las consecuencias las van a pagar nuestros hijos y todos los desdichados de este país que están esperando que finalmente llegue un gobierno que haga algo por el país. Los Pellas y todos los otros sencillamente se van a subir a un avión y van a ver los toros de largo a la espera de que “alguien” resuelva de nuevo las cosas y para luego ellos regresar con su capital. Esa actitud sólo se puede describir como cobarde y egoísta.
Felipe: ¿Vieron las protestas del pueblo egipcio por liberarse del régimen dictatorial de Hosni Mubarak y sus gánsteres? Realmente impresionante. Más impresionante aún es que nacieron espontáneamente de la indignación y el cansancio del pueblo egipcio, en su mayoría obrero pero también integrado por una sofocada clase media cansada de tanto nepotismo, injusticia social, corrupción y represión.
¡Qué coraje! ¡Qué valentía! Solo espero que el pueblo egipcio, y especialmente los líderes políticos que eventualmente emerjan de este hecho histórico, tengan la madurez espiritual y la visión moral de renovar y mejorar, no degenerar o corromper, esta revolución, a como nos pasó aquí en los 80s. Ojalá en Nicaragua podamos todos, burgueses y pueblo llano, reconocer la profunda inmoralidad de nuestra situación, y apropiarnos de la valentía para enfrentar tanta injusticia, pobreza y corrupción. Insh’Allah.
Alejandro: Por espacio limitado, no puedo ampliar mis comentarios a su escrito, que resumo así: Es muy cómodo vivir fuera del país y venir eventualmente a darnos “cátedra”, sin asumir compromiso alguno. Le pregunto: ¿si nuestras instituciones están viciadas y los partidos políticos desprestigiados, por qué no se incorpora Ud. al de su preferencia para desde dentro influir y mejorarlo? Espero no se le ocurra formar un nuevo movimiento por la Patria. No conozco personalmente al Sr. Pellas, ni a los señores del COSEP, no son santos de mi devoción, pero es terriblemente deformada su visión de la realidad nacional. El COSEP no es un partido político. No le corresponde ninguna función política, que es privativa de los políticos. Las declaraciones de los dirigentes de ese organismo serían muy distintas si tuviéramos una real, verdadera y confiable oposición. Pero, de frente a los que mal se autollaman oposición, ¿no se le ha ocurrido pensar que objetivamente, es más conveniente un gobierno estable de Ortega que un gobierno “opositor” inestable? Los opositores, a estas alturas, ni siquiera tienen un plan de gobierno y sólo piensan en sus propios y mezquinos intereses. Si los opositores se están matando entre sí por las curules, sinecuras y migajas, ¿imagina un gobierno conformado por todos estos sinvergüenzas? Las empresas son instituciones temporales, no pueden tener amigos ni enemigos dentro del gobierno, cualquiera que sea su signo. El maridaje Pellas-Ortega que señala, antes lo fue con Somoza y siempre lo habrá con el dictador de turno. Mientras no se construyan instituciones verdaderas, habrá maridajes con los poderosos. Pero esto no es culpa de los empresarios. La responsabilidad es de todos, incluidos los que viven en auto exilios dorados, como en su caso. Pero venir a decirnos lo que debemos hacer… no se vale. Sí se valdría si Ud. mismo se comprometiera con su Patria y diera la batalla desde adentro.
Luis: Qué bueno que Pérez-Baltodano está de regreso, quizás su desánimo se deba también en gran parte al congelante clima del Canadá. Eso de estar encerrado en medio de tanta nieve debe deprimir a cualquiera. Por eso le recomiendo ir a Jamaica o a Las Bahamas “on vacation” o a lo mejor a Corn Island. ¿Por qué no?
En realidad, Andrés no tiene por qué preocuparse, pues mira los toros de largo, mira la terrible situación nicaragüense en palco alto, desde un país del primer mundo y con salario de primer mundo. ¿Imagínese, Andrés, cómo deben sentirse los millones de nicas que viven con 2 dólares al día y que arriesgarían la vida por estar allá en esa súper civilizada excolonia británica?
Enrique: Vaya, como siempre, sobra quien se atreve a criticar a quien se atreve a opinar, peor aún si se encuentra uno fuera del país. ¿Desde cuándo el patriotismo se mide por la distancia entre el kilómetro cero y el lugar donde uno vive? Por definición, no encuentro contradicción entre ser patriota y vivir fuera de Nicaragua. Patriotismo: “sentimiento que tiene un ser humano por la tierra natal o adoptiva a la que se siente ligado por unos determinados valores, cultura, historia y afectos”. Asimismo: “Ejercer y preservar la soberanía y unidad territorial, honrar a los héroes y próceres, cuidar y seguir las normas valiosas que aseguran el bienestar común a los individuos del territorio, son vistos universalmente como valores patrios”.
Y eso de que “no nos venga a dictar cátedra” demuestra la poca capacidad de diálogo y disposición a discutir tanto aquello en lo que discordamos como todo en lo que concordamos. Al fin de cuentas, la situación de Nicaragua está como está por nosotros mismos (como un todo) pero fundamentalmente por la predominancia del troglodismo en el que la fuerza bruta y el comportamiento mafioso (o “mara”, como Andrés lo llama) valen más que la inteligencia y el deseo de un país para todos y no apenas para pocos. El ciudadano humilde piensa en sobrevivir, aunque eso implique bailar al son que le toquen, y no se da cuenta que la cuerda aprieta cada vez más y que el país parece retroceder al tiempo de los señores feudales, donde nada es tuyo (ni siquiera tu vida), y aun así hay que rendirles tributo en dinero y en especies a los “escogidos” por la ley del más fuerte. Y los intelectuales, ¿cuál es su justificación para unirse a la mafia corrupta (disculpen el pleonasmo)? ¿También sobrevivencia? ¿O será cobardía, comodidad, oportunismo?
¡Que Andrés y quien quiera, hablen, opinen, mantengan el debate vivo! Hay que repetir las cosas como mantra, porque así no se aceptan como designio divino. Los Somoza tardaron 50 años. No hay nada malo en desear que la próxima revolución social en Nicaragua ocurra antes de que pasen otros 50 años. Tal vez si todos los que lo deseamos ponemos de nuestra parte, cada uno desde su lugar, dentro o fuera del país, ese día llegará. Continuemos debatiendo.
Rosahilda: Entiendo que escritos como éste pueden provocar reacciones encontradas. Sin embargo, no existe debate que pueda enriquecerse cuando se centra en ataques personales. Se dice que: “Es muy cómodo vivir fuera del país y venir eventualmente a dar cátedra” (viejo y repetitivo “estigma” que le achacan algunos al Dr. Pérez-Baltodano). Si somos honestos debemos reconocer que existe muchísima gente que vive dentro del país que no sólo no ayuda, sino que daña a Nicaragua. Gente apática que no se interesa por los problemas reales de la gente. Asumo que el profesor Pérez-Baltodano no necesita que se defiendan sus opiniones, sin embargo, es incuestionable que toda sociedad necesita de la crítica constructiva para renovarse, de lo contrario morimos en el anquilosamiento. Veamos a nuestro alrededor y no nos dediquemos a atacar al que habla por muchos. Seamos abiertos. Por el bien de todos.
Jaime: Sr. Pérez-Baltodano, ¿por qué usted es tan pesimista, tan resentido y tan negativo? Usted debe haber vivido alguna experiencia amarga en los 80s o a principios de los 90s a manos de los sandinistas. Sus artículos respiran una mentalidad de fracaso. ¿No cree que esta mentalidad suya es perjudicial para un pueblo que hace esfuerzos por caminar y luchar contra la pobreza? A un profesor en Canadá no le luce esa postura tan ideologizada y tan sesgada “en contra de”.
Reynaldo: Queridos colegas-lectores: Ni el Padre Eslaquit ni don Carlos Pellas sufren de “resignación pragmática”, ni tienen la “mente nublada”. Saben perfectamente lo que hacen y a lo que apuestan: “te doy y me das” —una relación de conveniencia, transacción de utilidad mutua. Eso todo nicaragüense lo comprende demasiado bien.
María Teresa: El punto de partida sigue siendo el mismo: la “empresa privada” de este país siempre se ha beneficiado de las élites políticas. Fue así con Somoza y los que le siguieron. La cúpula del FSLN aprendió bien la lección porque durante los 16 años de la noche oscura del neoliberalismo, encontraron la manera de sostener el estatus de “empresarios sandinistas”. ¿Una buena adaptación de la economía política que tartamudearon en los manuales aplicados de marxismo?
María José: Como joven, me desespero al ver que no pasa nada nuevo, todo es lo mismo, intento no desesperanzarme, para no descorazonarme. En cuanto pierda la esperanza, perderé el corazón por el país. Esperamos tu próxima entrega, una en la que sí estamos los constructores de otra Nicaragua.
Luis: ¿Será que la juventud nicaragüense va a despertar como está despertando la del Medio Oriente? ¿O la diferencia en educación, acceso al internet por causas de nuestra pobreza, no permitirá que eso suceda?
El Pirata del Caribe: Bienvenido. Creo que no estamos utilizando sabiamente los instrumentos de comunicación a nuestro alcance. Debemos luchar por la masificación del uso de la Internet.
Julio Ignacio: Qué bueno que volviste, hacías falta. No importa que la musa que te inspiró en esta ocasión se llame Alfredo Pellas.
El peldaño Roto
9/2/2011
Durante mi estadía en Nicaragua en enero pasado, tuve la oportunidad de trabajar con los y las participantes del curso El Poder Político en Nicaragua, que iniciamos en octubre del año pasado.
Trece brillantes jóvenes llegaron al final del curso, de los cuales doce participaron en las reuniones de trabajo que organizamos el miércoles 19 y en un taller que tuvo lugar el viernes 21, de las ocho y media de la mañana a las seis de la tarde.
La reunión del viernes fue un verdadero festín intelectual. Las ideas fluyeron libremente, y la crítica se ofreció y fue recibida por las participantes, con seriedad, respeto y solidaridad.
Revisamos los trabajos individuales y de grupo que los integrantes del curso habían elaborado y establecimos guías para su revisión y desarrollo. Éstos contienen análisis de diferentes facetas del poder político nicaragüense, así como propuestas para su depuración y transformación. Los trabajos serán presentados en una conferencia que se organizará durante el mes de marzo próximo y que se anunciará con tiempo para que otros jóvenes puedan pensar juntos y debatir sobre el futuro de nuestra sociedad.
También pensamos publicar un libro con los trabajos que se presenten en la conferencia de marzo; un libro escrito por jóvenes para los jóvenes de Nicaragua y para los que, sin ser jóvenes, estemos dispuestos a abrir nuestras mentes y aprender de las nuevas generaciones.
Además de su valor político y académico, el curso El Poder Político en Nicaragua tiene un valor simbólico que yo quiero resaltar. Los y las jóvenes que participaron en este esfuerzo lo hicieron, simple y sencillamente, por el deseo de ampliar los límites de su intelecto e imaginación. Dos instituciones académicas ofrecieron acreditar la actividad, pero decidimos declinar estas amables invitaciones porque la intención era organizar un curso en el que la única motivación para participar y trabajar fuera la oportunidad de exponer y debatir ideas.
Por esta misma razón, no se solicitó apoyo alguno a ninguna agencia de cooperación internacional para organizar el curso. Queríamos que éste fuese la expresión de un esfuerzo netamente nica; es decir, que fuera la expresión de nuestros propios sacrificios, esfuerzos y motivaciones. Confidencial, a través del blog Generación XXI, fue el vehículo mediante el cual se organizó y anunció el curso. El Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA), de la Universidad Centroamericana (UCA), nos facilitó sus instalaciones para el taller y las reuniones de enero, nos mimó con su conocida eficiencia y nos proporcionó una fuente de delicioso café para mantenernos energizados. Nosotros, los y las participantes, cubrimos el costo del almuerzo del taller, y alguien llevó una riquísima torta que comimos de postre. Pero sobre todo, a lo largo del curso y durante el taller, pusimos nuestro tiempo, nuestras mentes y nuestros corazones en una actividad que ha dado muy buenos resultados y de la que podemos aprender para ser más efectivos y eficientes en el futuro. En síntesis, pudimos haber colocado un rótulo en la entrada del recinto José Coronel Urtecho —donde se celebró el taller— que dijera:
Taller El Poder Político en Nicaragua. Fuente de Financiamiento: Nuestro Tiempo y Nuestras Ganas de Pensar
Para mí fue un verdadero gusto poder observar a una muestra de la juventud nicaragüense intentar nominar y explicar las causas de nuestra miseria para buscar formas de superarla. Viéndolos trabajar, con la dedicación y las ganas con que lo hicieron, no pude evitar pensar en la inmensa brecha que separa a la juventud nicaragüense de la clase política que dice representarla. Puedo asegurar que ni uno solo de los llamados líderes nacionales que hoy participan en la política del vientre que se ha institucionalizado en nuestro país cuenta con el talento y la imaginación mostrada durante el taller del viernes 21 de enero, por Carlos Villanueva, Daniel Barrios, David Díaz, Elvin Rodríguez, Gonzalo Chavarría, María Guadalupe Wallace, Irving Cordero, Juan Pablo Gómez, Dariana Valenzuela, María José Díaz Reyes, Rolando Dávila, y Tania Yahosca Baltodano. Pauni Obregón nos acompañó desde lejos con sus excelentes ideas.
Escuchando a estos jóvenes expresar sus ideas y sus aspiraciones, uno se ve obligado a preguntarse: ¿Por qué la juventud no aparece hoy ocupando puestos de liderazgo en el proceso político nicaragüense? ¿Cómo es que la mediocre y arrugada clase política nicaragüense los ha mantenido al margen de las instancias en donde se decide el futuro de nuestro país? ¿Cómo explicar la gradual consolidación de lo que en el trabajo de Daniel Barrios se conceptualiza como un Estado “Providencialista y Gerontocrático” en Nicaragua?
Quiero articular una hipótesis para explorar estas preguntas. Una hipótesis de trabajo, para seguir pensando. La llamo la hipótesis del peldaño roto porque cuando mentalmente visualizo la vida política de mi país, veo a un montón de sesentones, setentones y hasta ochentones, ocupando los peldaños superiores de la escalera que sirve para alcanzar el poder político en Nicaragua. Luego veo un peldaño roto: una brecha-abismo que es necesario explicar. Y luego puedo ver a una juventud que, colocada en los peldaños inferiores de la escalera, no logra saltar la brecha que los separa de los que hoy monopolizan el poder del Estado, o las posiciones de liderazgo en esa cosa gelatinosa, chata y mediocre que llamamos “la oposición”.
¿Cómo explicar la brecha?
El peldaño roto tiene una posible explicación. Durante la década de los 1980s, lo mejor de nuestra juventud fue absorbida, política e ideológicamente, por la Revolución Sandinista. No cabe duda de que los jóvenes hicieron todo lo que valió la pena y fue digno en esa Revolución: desde alfabetizar hasta derramar su sangre y morir por ideales que luego fueron traicionados por los que decidieron reducir la pobreza en Nicaragua convirtiéndose en millonarios.
El fracaso de la revolución y la corrupción del FSLN después de 1990 dejó a la juventud de los 1980s en un limbo político y emocional que merece ser explicado con más tiempo del que podemos dedicar a la columna de hoy. Por el momento, señalemos que la juventud de los 80s nunca logró avanzar en la escalera de la política nicaragüense. Se inmovilizó y, por eso, algunos de sus miembros hablan hoy de “la generación pasmada” (aturdida) para referirse a ellos mismos.
La inmovilización en la que políticamente quedó la generación de los 1980s cortó el proceso de circulación del que normalmente se nutre o debe nutrirse la clase política de cualquier sociedad. Se creó así una brecha-abismo generacional que, hasta el día de hoy, impide la participación de nuestros jóvenes en la toma de decisiones que define la naturaleza y dirección de la política nicaragüense.
El peldaño roto, en la representación metafórica de la escalera política en nuestro país, podría ser la razón de que Nicaragua cuente hoy con una clase política que pareciera ser la más vieja, o una de las más viejas del continente. Esta aseveración es tentativa y, por lo tanto, para ser aceptada, debe validarse empíricamente. Sería interesante, por ejemplo, conocer las edades promedio de los parlamentarios de los países del continente y otros datos que faciliten una comprensión de la circulación y participación de la juventud en la formación y desarrollo de las clases políticas de cada país.
Por el momento, estudiemos algunos datos sueltos que tentativamente sugieren que nuestra clase política es la más vieja o una de las más viejas del continente. Con la excepción de José Mujica, el presidente de mayor edad que ha tenido Uruguay en su historia, Daniel Ortega es el presidente más viejo de los presidentes del continente Americano, desde Canadá en el extremo Norte, hasta Chile y Argentina en el extremo Sur. A continuación, las fechas de nacimiento de los y las mandatarias del continente, empezando con el más joven y terminando con el de mayor edad.
Fechas de Nacimiento de los / las Presidentas y Primeros Ministros del Continente Americano:
Ecuador: Rafael Correa Delgado, 1963
México: Felipe Calderón, 1962
Estados Unidos: Barak Obama, 1961
Canadá, Stephen Harper, 1959
Bolivia: Evo Morales, 1959
El Salvador: Mauricio Funes, 1959
Costa Rica Laura Chinchilla, 1959
Venezuela: Hugo Chávez, 1954
Argentina: Cristina Fernández de Kirchner, 1953
Panamá: Ricardo Martinelli, 1952
Paraguay: Fernando Lugo, 1951
Colombia: Juan Manuel Santos, 1951
Guatemala: Álvaro Colom, 1951
Chile: Sebastián Piñera, 1949
Perú: Alán García, 1949
Brasil Dilma Rousseff, 1947
Honduras: Porfirio Lobo Sosa, 1947
Nicaragua: Daniel Ortega, 1945
Uruguay: José Mujica, 1935
Cuba no aparece en la lista anterior por ser un país que, cuando de la edad de sus líderes se trata, juega en su propia liga. Fidel, que tiene 85 años le traspasó el poder a la generación de su hermano, que tiene 80.
Fechas de Nacimiento de los/las Vice-Presidentes
de América Latina
Panamá: Juan Carlos Varela, 1963
Honduras: María Antonieta de Logran 1955 (Primer VP) Guatemala: José Rafael Espada, 1944
El Salvador: Salvador Sánchez Cerén, 1944
Costa Rica: Alfio Piva Mesén 1940 (Primer VP)
Nicaragua: Jaime Morales, 1936
Los escenarios que se dibujan en el futuro no son nada halagüeños. Nuestros actuales candidatos presidenciales van, inevitablemente, a acentuar la vejez de nuestra clase política con relación al resto de los países del continente americano. Usemos como punto de referencia las edades de los y las actuales mandatarios y mandatarias del continente. Si ganara Arnoldo Alemán, nacido en 1946, Nicaragua tendría el tercer mandatario más viejo del continente. Si ganara Daniel Ortega, Nicaragua mantendría el segundo lugar. Y si ganara “Don Fabio”, nacido en 1931, desplazaríamos a Uruguay, convirtiéndonos en el país con el mandatario más viejo de todo el continente. En los “Juegos Panamericanos de la Edad”, seremos medallistas, independientemente de quién gane las elecciones de noviembre (pretendamos por un momento que se tratan de verdaderas elecciones con resultados impredecibles). Lo único que no sabemos es si la medalla ganadora será de bronce (Alemán), de plata (Ortega), o si Don Fabio se llevará la de oro.
El significado de estos datos se complica si se toma en cuenta que, mientras que Uruguay —el país con el presidente de mayor edad del continente— cuenta con la población más envejecida de América Latina, Nicaragua es uno de los países más jóvenes de la región. De acuerdo a algunas estimaciones, más del 70% de nuestra población es menor de 30 años y menos del 4% tiene más de 65 años. Mientras tanto, el promedio de edad de nuestros principales candidatos presidenciales en este año electoral es de 71 abriles.
¿Cuál será el promedio de edad de los y las candidatas en las elecciones del 2016? Desde ya podemos decir que Daniel Ortega, si es que antes no decide coronarse Rey, competirá nuevamente a los 71 años de edad. Y como no dudo de que las intenciones de los actuales líderes de “la oposición” sean mantenerse en “la jugada”, Arnoldo Alemán y Edmundo Jarquín del MRS buscarían nuevamente la presidencia, ambos con 70 años de edad en sus espaldas. Este es, sin dudas, un panorama desalentador que apuntala la visión del Estado Gerontocrático del que nos habla Daniel Barrios en su trabajo para el curso El Poder Político en Nicaragua.
Aclaraciones
Al abordar el tema de la edad de nuestra clase política, no sugiero que exista una edad tope para poder funcionar en posiciones de liderazgo político. Winston Churchill tenía 65 años de edad cuando fue electo Primer Ministro de Gran Bretaña y cuando empezó a jugar un papel de liderazgo internacional que fue vital para la derrota de los Nazis. Tampoco sugiero que la juventud sea garantía de calidad intelectual y moral. Los ejemplos que comprueban que no lo es, abundan.
Finalmente, no argumento que la edad cronológica coincida siempre con una mente y un corazón jóvenes. En nuestra clase política, por ejemplo, figura un personaje relativamente joven cuya visión política coincide, según él mismo lo reconoce, con la de Don Fabio. Hablo de Eduardo Montealegre.
Lo que señalo es que el tema de la edad de nuestra clase política es importante y debe ser estudiado porque existen evidencias que sugieren que en Nicaragua se ha interrumpido el proceso de circulación generacional que es tan necesario para el desarrollo y la revitalización política de cualquier sociedad. Si esto es así, estamos frente a un grave problema. El sentido de la vida y la visión de futuro de un Arnoldo Alemán, de un Daniel Ortega, o de un Fabio Gadea, tiene poco o nada en común con el sentido de la vida y la visión de futuro de la juventud con la que tuve la oportunidad de trabajar en Managua hace unas semanas. El peldaño roto, por lo tanto, debe ser reparado.
Comentarios
Vivan los viejos: Me parece simplista su análisis “juventista”. Es esencialista porque todos los que hoy son jóvenes y no padecen el síndrome de Peter Pan, deben encaminarse a su adultez socio-moral. Su anti-adultismo no le luce, ya que usted es un señor como de 50 años que quiere hacer de tutor de los jóvenes y, al parecer, albacea. El ser joven no hace a nadie progresista, democrático o revolucionario, solo por tener menos edad. Igualmente, suelen ser misóginos, homofóbicos, conservadores, tradicionales, como muestran las encuestas. Muchos de los neofascistas son jóvenes; abundan en los partidos autoritarios o en las pandillas. La juventud no aparece con protagonismo político. No defienden sus derechos. ¿Por qué no salen a la calle como los jubilados? Esos viejos que usted desprecia han salido reiteradamente a protestar. ¿Y los jóvenes? Bien, gracias.
Andrés Pérez-Baltodano: Al amigo que se identifica como “vivan los viejos”. Tenga cuidado con las apariencias. En mi foto luzco cincuentón. ¡La cosa puede ser peor! De todas formas, gracias por el piropo. Le ruego que lea la última parte de mi escrito en el que se rechaza lo mismo que usted rechaza: cualquier forma de esencialismo “juventista”. Busque la segunda parte del escrito y lea, por favor, los tres párrafos finales. El título de la sección es “Aclaraciones”.
Mario: En nuestro país, el cambio generacional, en todos los aspectos, está atrapado en el tiempo. Los líderes políticos, sociales y económicos en nuestro país son los mismos desde hace más de seis décadas. ¿Qué podemos hacer?
Memo: Es una historia que se repite en cada generación, todos creemos en algún momento que se puede cambiar esa historia de corrupción, de dictadores, de opresión. Pero, en honor a la verdad, es muy difícil lograrlo si no tratamos de cambiar la forma de pensar del pueblo en general, y eso radica en la educación de calidad (con principios morales y democráticos). A los gobiernos de turno no les interesa esa educación, ya que no les conviene. Según entiendo, esa es la piedra del éxito de muchos países que han logrado salir del subdesarrollo. Las personas bien estudiadas del país emigran, no porque sean “matamamas”, como les decimos, sino porque a nuestra clase política no le conviene tener mentes brillantes a su alrededor. A las élites les convienen gentes con mentes mediocres que no pueden superarse fuera de los partidos políticos que ellas controlan.
Felipe: Si bien hay una brecha generacional que es innegable en este análisis, no podemos olvidar que muchos miembros de las élites políticas y económicas que ahora desgobiernan al país fueron, en sus años mozos, muchachos y muchachas idealistas que leyeron a Marx (sin la visión crítica que Ud. propone), marcharon, protestaron y hasta arriesgaron sus vidas por lo que en aquel entonces creían debería ser el cambio que necesitaba Nicaragua.
Desafortunadamente, su juvenil idealismo y entusiasmo no fue suficiente para crear una cultura política diferente. Terminaron sucumbiendo a las tentaciones de la política prebendaria, del vientre, elitista y providencialista que practicaron las élites políticas y económicas que les precedieron.
Mi punto es que el cambio que queremos en Nicaragua, si bien es parcialmente generacional, no nos asegura que los jóvenes líderes políticos o empresariales del mañana no llegarán a comportarse como los líderes políticos y empresariales de hoy. El cambio debe ser más profundo y, a riesgo de que suene más trillado de lo que es, dicho cambio es de valores, espirituales, éticos y morales. Podremos legislar las leyes más progresistas, estrictas o idealistas de Latinoamérica, pero si no hay clases políticas que sientan la obligación de cumplirlas y hacerlas cumplir, seguiremos arando en el mar, como decía Bolívar. Veremos, quizás dentro de varias décadas, levantamientos sociales si la pobreza o alienación llegan a niveles insostenibles para el sistema.
José: ¡Uff! Respiré aliviado. ¿Por qué? Porque no estoy incluido en “veo a un montón de sesentones, setentonas y hasta ochentones”. Apenas voy a cumplir 55. A veces me siento inútil, ya que a donde voy (casi no voy a ningún lado) oigo decir: “los jóvenes deben ser los protagonistas”. Muy bien, pero ¿y los cuarentones y cincuentones que participamos cuando éramos jóvenes y creemos que hay que hacer estallar el sistema (no necesariamente violentamente)?
Mi padre, que ya murió, decía de sí mismo que era un “castrado político” porque participó con entusiasmo en la política nicaragüense y luego fue engañado. Después no pudo calzar en ningún lado porque se repitió una vez más la historia de los pactos, la represión, el engaño y la compra de conciencias. Estamos de nuevo en esta situación, aunque creo que en una versión aún más descarnada y primitiva.
Felicidades por estar trabajando con los jóvenes. Este es un escrito tuyo hacia lo positivo. Hay que pregonar que Ortega va a cumplir este año 66 años, de los cuales una buena parte sólo ha estado ordeñando. Padece de vejez biológica y de vejez moral.
Luis: Totalmente de acuerdo. El esfuerzo en vidas y trabajo que hizo la generación de los 70s y 80s fue totalmente en vano. Se pensó que habría un cambio y que el pueblo tendría un futuro mejor, pero lo que vino fue un descalabro económico, social y moral. ¿Cuántos cientos de miles de hermanos nicaragüenses tienen que andar por el mundo buscando lo que no encuentran en su patria? ¿Fue esa la mejoría que se obtuvo por el sacrificio de los 70s y 80s?
Reynaldo: Querido Andrés: Te ofrezco mis dos respuestas a tus interrogantes:
Primero, desgraciadamente, algunos de los trece brillantes jóvenes que mencionás se convertirán en los treintones y cuarentones encaminados a las mediocres esferas altas del poder político nicaragüense; o bien a simplemente ganarse una vida “digna” para ellos y los suyos que conllevará ausencia e indiferencia política, disimulación política tras la pérdida de la fe y esperanza en su entorno. Otros emigrarán hacia donde hay mejores horizontes (Costa Rica, Chile, EE. UU., Canadá, Europa, en fin, gran número de países del mundo).
Segundo, los “líderes políticos” nicaragüenses actuales, sean el presidente o su socio el máximo líder del PLC, les deben sus posiciones a las masas pobres, muy ignorantes, y fácilmente manipulables que les brindan su apoyo a cambio de promesas, propaganda, esperanzas desesperadas, chécheres y espejitos. Con estos bloques de masas, los brillantes jóvenes no tienen mucho apoyo ni simpatía, ni siquiera audiencia. En la Nicaragua que han deformado los nicaragüenses, el taller tal y como lo describís “con seriedad, respeto y solidaridad” es una anomalía rarísima, desgraciadamente. El “diálogo” común que conocemos, si todavía se le puede llamar diálogo, es una transacción tipo comercial-mafioso de “te doy y me das”. O bien, es una competencia de quién grita más y por más larga duración. O bien termina “el diálogo” que realmente nunca empezó, porque “yo pienso así, punto”.
Enrique: Siempre disfruto de sus escritos, pero permítame hacerle una aclaración. La generación de los 80s también incluye a los miles de nicaragüenses que abandonaron su patria. Ellos no sufrieron ningún desengaño. Ya sabíamos cómo iba a terminar la película.
El providencialismo y tu cerebro
21/2/2011
El sentido de lo que significa ser humano está cambiando vertiginosamente como resultado del conocimiento producido por la ciencia cognitiva durante las últimas cinco décadas. Esta ciencia multidisciplinaria estudia la manera en que el cerebro recibe, selecciona y procesa información. Su espectacular progreso ha sido facilitado, entre otras cosas, por la neuroimagenología, un tipo de tecnología que literalmente permite ver y observar el funcionamiento de cerebros vivos y sus reacciones a los estímulos a que son sometidos.
Me he visto obligado a estudiar esta ciencia por las enormes implicaciones que tienen sus descubrimientos para el estudio de la política y la dimensión subjetiva de la realidad social. Lo he hecho, caminando inicialmente sobre los puentes creados por un buen número de brillantes académicos que han dedicado sus vidas a navegar en las dos aguas: la de las ciencias humanas y la de la ciencia cognitiva, para relacionar ambos campos de conocimiento.
Cuando escribí el libro Entre el Estado Conquistador y el Estado Nación, conocía muy poco —casi nada— de las enormes contribuciones de la ciencia cognitiva al conocimiento de la naturaleza y el funcionamiento de la mente y del cerebro. Este libro, como algunos de ustedes saben, ofrece una interpretación cultural del desarrollo político e institucional nicaragüense; es decir, intenta articular una respuesta a la pregunta: ¿Por qué los nicaragüenses pensamos y actuamos políticamente en la forma en que lo hacemos?
Entre el Estado Conquistador y el Estado Nación argumenta que la cultura dentro de la que nacemos, crecemos y actuamos los nicaragüenses es una cultura providencialista. El providencialismo es un concepto teológico que expresa una visión de la historia de los individuos y de las sociedades como procesos gobernados por Dios. En el libro yo cito, como un ejemplo del peso del providencialismo en Nicaragua, una encuesta realizada por La Prensa en el año 2002. Un 79% de los entrevistados en esta encuesta aseguraba que Dios, y no su voluntad personal, era la fuerza que determinaba el rumbo de su vida y de la historia.
Del providencialismo, argumento en mi libro, se deriva una cultura política que se identifica como pragmática resignada. Esta cultura nos empuja a pensar que la política es el arte de acomodarnos a la realidad que construye el poder de los que, como el Dios Providencial, se presentan frente a nosotros como los dueños de la historia. Así pues, desde una perspectiva pragmática resignada, lo bueno y lo justo no son valores definidos y estables que deben hacerse efectivos mediante la lucha política y la domesticación de la historia; son, más bien, cualquier cosa que resulta conveniente para sobrevivir o triunfar dentro de las estructuras de poder existente, y en congruencia con la moralidad dominante en la sociedad. Si analizan la actuación política de los “pescaditos” del Partido Social Cristiano, o de los “pescaditos” del siglo XXI del MRS, o de cualquier otro partido político nicaragüense, obtendrán un riquísimo y vergonzoso catálogo de ejemplos de esta visión y posición.
No solo nuestros partidos-pandillas muestran el peso del pragmatismo resignado. Este también se refleja en la conducta de las clases populares. La pobreza y los bajos niveles de educación que afectan a la gran mayoría de los nicaragüenses promueven conductas visiblemente pasivas y fatalistas frente a la desigualdad, la corrupción y hasta los embates de la naturaleza.
El pragmatismo resignado también está presente en los sectores adinerados de nuestra sociedad. Prueba de esto son las actuaciones del COSEP frente al actual gobierno o la disposición de los Pellas a “atemperarse” a la moralidad política impuesta sobre nuestra sociedad por personas de la calaña y catadura de un Daniel Ortega, un Bayardo Arce, un Lenin Cerna, y otros de la misma “especie”.
La dimensión material de la cultura
La ciencia cognitiva ofrece una nueva manera de entender la fuerza del providencialismo y del pragmatismo resignado en nuestro país. Nos enseña que los valores y la cultura son realidades materiales y, más concretamente, inscripciones y registros físicos que operan en nuestros cerebros, predisponiéndonos a creer o rechazar ciertas cosas, así como a actuar de determinadas maneras.
Algunos de los circuitos neuronales en nuestro cerebro son producto del largo proceso de evolución de nuestra especie. Otros son el producto del desarrollo cultural de la sociedad en que vivimos. Finalmente, otros son el resultado de nuestro desarrollo biológico individual.
Lo evolutivo, lo socio-cultural y lo individual, funcionan simultáneamente y se combinan para crear la diversidad y las regularidades que pueden observarse en el pensamiento y la conducta de los seres humanos.
Los neurocircuitos que son el producto de la evolución de nuestra especie generan conductas y reacciones relativamente uniformes. Por ejemplo, enfrentados al drama de no saber “a dónde vamos ni de dónde venimos”, los humanos hemos reaccionado asumiendo la existencia de Dios (o dioses o diosas) como la clave del misterio de nuestra existencia.
Más allá de esta idea general de lo divino, sin embargo, los humanos hemos construido múltiples explicaciones de la naturaleza y el papel de Dios en el desarrollo del universo y de nuestra especie. Esta diversidad responde a la variada experiencia socio-cultural de la humanidad a través de su evolución.
Las representaciones culturales que hacemos de Dios se traducen en circuitos neuronales que, una vez constituidos, nos predisponen a entender la idea de Dios de determinada manera. Pronuncie usted la palabra Dios frente a un musulmán y esta persona pensará automáticamente en Alá. Pronuncie la misma palabra frente a una cristiana y ella pensará en Jesús o en el Padre de Jesús.
Pronuncie la palabra Dios frente a un europeo de la Edad Media y esta persona pensará en una fuerza divina que decide cada movimiento de cada hoja de cada árbol del planeta. Pronuncie la misma palabra frente a un creyente europeo del siglo XXI, y lo más seguro es que esta persona pensará en una fuerza abstracta que está detrás del misterio del universo, pero que no interviene en la historia. Esta visión deísta, dicho sea de paso, hizo posible la idea de la democracia: un sistema político basado en una fe secular en la capacidad de los seres humanos para dirigir su propio destino.
La transformación de la idea de Dios en Europa muestra que el cerebro es un órgano relativamente plástico que puede ser condicionado y modificado mediante la educación y las experiencias de vida. En este sentido, el providencialismo cuasi medieval que impera en Nicaragua puede combatirse mediante la construcción de narrativas y representaciones del mundo que contrarresten o neutralicen el funcionamiento de las inscripciones neuronales que nos empujan a creer que la historia y el destino de nuestra sociedad no depende de nosotros, sino de la voluntad de Dios, o de los cardenales y caudillos que se arrogan su representación en la Tierra. Esto no necesariamente significa que los nicaragüenses deben dejar de creer en Dios. Significa que pueden y deben cambiar el sentido de la idea de Dios para neutralizar el pragmatismo resignado que, por ejemplo, empuja a un “Don Fabio” y su comparsa a participar en el juego de Daniel y aceptarlo como inevitable.
No existe tarea más urgente en nuestro país que cambiar la idea del Dios providencial que domina la cultura nicaragüense. Hacerlo significa, literalmente, modificar los neurocircuitos que reproducen el providencialismo en cada uno de nosotros. En términos más técnicos, significa promover un proceso de “remodelamiento sináptico”. El concepto sinapsis hace referencia a los puntos de relación interneuronal que forman los circuitos en que se inscriben físicamente nuestras creencias.
¿Cómo hacerlo? En primer lugar, rechazando y combatiendo el discurso providencialista que maneja la clase política nicaragüense —desde Don Daniel hasta Don Fabio— porque este discurso literalmente endurece físicamente una condición mental y cerebral que es, en gran medida, responsable de nuestra miseria. Cada nuevo estímulo que recibe el cerebro a través de un sermón o un discurso político providencialista se traduce en la solidificación de las inscripciones neuronales que nos predisponen a creer en nuestra impotencia y en la omnipotencia de un Dios que lo decide todo.
Pero, por supuesto, no es suficiente rechazar el discurso y las representaciones providencialistas que bombardean nuestro cerebro todos los días. También es necesario articular nuevas regularidades discursivas para crear circuitos neuronales que nos empujen a creer en nuestra propia capacidad para cambiar el rumbo de nuestra sociedad y nuestra historia. Para esto, es necesario explorar nuevas formas de representar —mediante la palabra, el arte, la música— el mundo que queremos construir y la vida que queremos para nosotros y para nuestras descendientes.
Comentarios
José: Excelente artículo, es muy instructivo y, por supuesto, orientador. Ojalá que los estudiantes universitarios se interesaran por estos temas.
Jorge: Andrés, coincido plenamente con el planteamiento del aporte de la neurobiología (molecular) a la comprensión de la naturaleza, inclusive la naturaleza humana. También es importante la vertiente neurobiológica que explica el comportamiento humano en el día a día e, inclusive, en preferencias políticas. A veces hay una tendencia hacia el determinismo genético también (una especie de ¿’providencialismo’ genético?). Pero más allá de eso, los aportes son innegables y desgraciadamente ignorados entre dentistas sociales, peor aún por los de la Provincia de Nicaragua.
José: No puedes meter en un mismo saco a todos los Social Cristianos (PSC). Habemos muchos que nos hemos constituido en el Movimiento Social Cristiano Anti-Pacto (MSC-A). Nunca hemos sido un partido confesional, y nunca hemos practicado la política “pragmática resignada”. Los que la han practicado y siguen en ella son los Democratacristianos (UDC), de Agustín Jarquín y su grupito. Desde su fundación en 1957, su nacimiento fue y sigue siendo una respuesta alternativa a las “paralelas históricas” y de la izquierda Marxista/Leninista. Estoy de acuerdo con el resto de tu artículo, pero no en lo que respecta con nosotros los Social Cristianos.
Camilo: Deberías de “asesorar” a la jerarquía católica. Con tal nivel de conocimiento hasta me da miedo acercarme a vos. Sos una “eminencia”, por algo estás calvito. Te invito como asesor de imagen para la UNE, Fabio Madrigal y Edmundo Chamorro. Me podés llamar al 90 60 90.
Cacique Diriangén: Para avanzar en la dirección propuesta es necesario y urgente que se incremente de manera sustancial el nivel cultural-educativo de los niños y jóvenes. Solo de esta manera dejarán de ser manipulados. Actualmente la media educativa de los nicaragüenses es de cuarto grado de primaria, y hasta tal vez menos. De esto podemos sacar las primeras conclusiones y meditar cómo andamos los nicas.
Chris: Excelente artículo. ¡Felicidades!
El Gato Vago: Reprogramar el cerebro de los nicas… ¿sabe cuánto va a durar eso? Son palabras mayores, maestro.
La derrota electoral del 2011
15/3/2011
Gane quien gane las elecciones del 2011, Nicaragua está condenada a sufrir una nueva derrota. Nicaragua perderá las próximas elecciones, porque los comicios de noviembre no lograrán superar el principal obstáculo que enfrenta la democracia en nuestro país. Hablo de la ausencia de un consenso social que integre con justicia las necesidades y aspiraciones de los diferentes sectores de nuestra sociedad; un consenso que tenga como eje central la solución del problema de la pobreza y la marginalidad; un consenso nacional que establezca un balance adecuado entre los polos de la justicia social y la libertad; un consenso que nos haga soñar un sueño colectivo; un consenso que no sea otra letanía más de mentiras, falsas promesas y nombres comunes, como las que nos tratan de vender los políticos en sus llamados “planes de gobierno”; un consenso en el que se haga verdad la necesidad de sentir como propia el hambre y la miseria del prójimo al que hipócritamente decimos amar cuando rezamos; un consenso que sea de nuevo capaz de inspirarnos y de inspirar a nuestros poetas y cantores; un consenso que nos ayude a vernos reflejados como un todo frente al espejo de la historia.
Sin un consenso social que sirva de marco normativo a la lucha política y que ofrezca soluciones a los principales problemas de la sociedad, apunta el politólogo Robert Dahl, los procesos electorales pueden tener un efecto negativo, ya que tienden a facilitar el fraccionamiento social o simplemente a legalizar divisiones existentes. La historia de la llamada transición democrática en nuestro país valida la aserción de Dahl: cada resultado electoral ha sido usado por los ganadores como una licencia para ignorar la Nicaragua del “otro” y la “otra”. El resultado de este patrón de conducta ha sido la fragmentación que vive hoy la sociedad nicaragüense.
Las elecciones de noviembre próximo no sólo no serán capaces de cerrar el déficit consensual que sufrimos y que nos impide resolver los problemas estructurales que nos han convertido en una de las sociedades más atrasadas del continente. Ellas podrían intensificar las divisiones políticas y sociales que ha sufrido Nicaragua en las últimas cuatro décadas. Tanto el partido gobernante como sus adversarios parecen empeñados en lograr esta miserable “hazaña”.
El poder político de Daniel Ortega —todos lo sabemos— se nutre de su capacidad para mantener a la sociedad nicaragüense dividida en pedazos que él sabe manipular para su beneficio. Ortega empujó a los pobres a luchar contra la “burguesía” hasta que él mismo se hizo “burgués”. Entonces empezó su cruzada contra la “oligarquía”, un concepto adulterado por el sociólogo Orlando Núñez, para abarcar a cualquiera que no esté dispuesto a sufrir la indignidad que significa vivir a merced de los caprichos de la familia presidencial.
La mediocre oposición nicaragüense —y no hablo de los impresentables pactistas del PLC— ha sido incapaz de articular una visión de país y un discurso político capaz de neutralizar y romper con las divisiones sociales que promueve y construye el discurso del FSLN en el poder. Atrapados en el chiquitísimo de sus ambiciones personales y en el egoísta ensimismamiento social en el que operan, han sido incapaces de intuir los sentimientos de los nicaragüenses que apoyan a Ortega y, mucho menos, de ofrecerles una alternativa que muestre que la justicia social que reclaman es un derecho ciudadano que no tiene que depender de su obediencia política, o de su disposición a tolerar la corrupción de sus gobernantes.
Opositores como Fabio Gadea Mantilla y Edmundo Jarquín han llegado a caer en la irresponsabilidad y la torpeza de proponer la polarización de la sociedad nicaragüense como la estrategia de la Unión Nacional de la Esperanza (UNE) para alcanzar el poder. Irresponsabilidad, porque la polarización política es, casi siempre, la antesala de la violencia. Torpeza, porque en un escenario de polarización y violencia, las corbatas y las BlackBerry de los Mundo y los Montealegre de nuestro desgraciado país no podrán competir con los morterazos y las pedradas de Daniel Ortega.
Ni Daniel Ortega ni la oposición, entonces, lucen interesados en aprovechar este año electoral para promover la necesaria construcción de un consenso social basado en un sentido colectivo del bien común que intente integrar a sandinistas y no sandinistas en nuestro país. Nadie podría esperar otra cosa de Daniel Ortega. Lo que sorprende es que la UNE se haya “danielizado” tan rápidamente y proponga la polarización de Nicaragua para, supuestamente, defender la democracia.
“Se trata”, dice Edmundo Jarquín, “de estar con Ortega o estar contra Ortega”, como si lo que vamos a enfrentar en noviembre es una pelea de boxeo u otro de nuestros interminables concursos de belleza. “A un lado la corrupción, el autoritarismo, el continuismo”, sigue diciendo, “al otro lado la honestidad, la democracia, el cambio” (Jarquín, 2011).
¡Qué bonito que suena! Pero los que votan por el FSLN no son pendejos: la honestidad puede ser la honestidad neoliberal que no es honestidad. La democracia puede ser una licencia para ignorar a los desgraciados. Y el cambio puede ser cualquier cosa que sirva para que los de arriba sigan dándole la espalda a los que no tienen nada.
El problema de la legitimidad
La UNE parece ignorar que, sin un consenso social, los procesos electorales son frágiles procesos legales cuyos resultados no gozan de legitimidad. Para que los resultados electorales sean legítimos, deben ser aceptados como válidos y justos, tanto por los ganadores como por los perdedores. Y nadie que resulte perdedor en unas elecciones puede aceptar la justicia y la validez de un resultado electoral si la visión de sociedad de los ganadores —expresada no simplemente en un folleto de propaganda sino en un ejemplo de vida— no toma en cuenta sus aspiraciones y necesidades vitales. Así pues, no tiene sentido la propuesta de la UNE cuando dice: “Estamos buscando la polarización electoral pero con la perspectiva de hacer un gobierno nacional” (Jarquín, 2011).
La ausencia de un consenso social que sirva para legitimar nuestros procesos electorales obliga a los ganadores de cualquier elección a “pactar” y a manipular la ley para estabilizarse en el poder. Los gobiernos de la llamada transición democrática, por ejemplo, se vieron obligados a pactar en formas más o menos abiertas con el FSLN, porque el sector de la sociedad nicaragüense que integra este partido nunca se vio —por buenas razones— representado en los planes y las visiones de los partidos no sandinistas que llegaron al poder. Así pues, tampoco sentían la obligación o la necesidad de aceptar las derrotas electorales que sufrieron antes del 2006. De más está decir que Daniel Ortega supo manejar estos sentimientos para “gobernar desde abajo”.
El mismo FSLN, después de ganar las elecciones del 2006, se vio obligado a mantener su pacto con el PLC porque, de la misma forma en que los sandinistas no aceptan la legitimidad de los triunfos electorales de sus adversarios, éstos tampoco aceptan el derecho del FSLN a construir un país que los excluya. El pactismo, entonces, se ha convertido en la tecnología política que utilizan nuestros gobiernos para resolver el problema de su ilegitimidad.
Pactar no es consensuar
Un consenso social es la expresión de un balance de intereses que tiene como propósito crear aspiraciones colectivas. Su articulación implica el desarrollo de una visión nacional y un discurso político integrador que establezcan el marco normativo, la base institucional y las políticas necesarias para crear una comunidad de aspiraciones compartidas.
Un pacto, por el contrario, es un arreglo elitista en el que, como lo diría un sociólogo mexicano cuyo nombre no recuerdo, los líderes de las organizaciones políticas dominantes del país negocian la obediencia de sus seguidores para obtener beneficios particulares que ignoran la idea del bien común de la sociedad.
Ni Ortega ni la llamada “oposición” nicaragüense cuentan con un discurso político y con una visión de país capaz de integrarnos a todos y a todas. Nicaragua, entonces, parece condenada a seguir practicando una democracia electoral sin consenso social. En estas condiciones, no necesitamos ser magos para darnos cuenta de que los resultados de las próximas elecciones carecerán de la legitimidad democrática que se necesita para gobernar. Si gana Ortega, el FSLN revitalizará su pacto con el PLC y sus mini-pactos con grupúsculos como el Partido Conservador o el socialcristianismo de Agustín Jarquín; o bien, articulará nuevas versiones de estos mafiosos arreglos.
Y que no quepa duda: si por un milagro de la Divinísima Providencia ganara Fabio Gadea Mantilla, los “esperanzados” de la UNE tendrán que sentarse con el FSLN para pactar las bases de un acuerdo que les permita “gobernar” o, por lo menos, gozar de la ilusión del poder con el que con frecuencia se conforma la mediocre clase política de nuestro desgraciado país.
Gane quien gane las próximas elecciones, perderá la democracia y perderá Nicaragua. Frente a este triste panorama debemos volver a preguntarnos: ¿Cómo iniciar la construcción de un consenso social que trascienda la visión electoralista de la democracia que se ha implantado en nuestro país?
Comentarios
Rubén: ¿Por qué no tenemos una verdadera democracia donde todos los nicaragüenses podamos vivir en paz? Porque estamos llenos de orgullo malentendido, soberbia incontrolable, ambición desmedida por los bienes materiales, egoísmo a flor de piel. Solo el Ser Eterno te podrá salvar. El que tenga ojos que mire, y el que tenga memoria que recuerde.
Maribel: Andrés, lo dices muy bien y comparto lo que dices. Yo a veces me alejo de Nicaragua porque no tiene sentido sufrir sin poder cambiar nada. En mi vida, tanto en Nicaragua como en Francia y España, y en general en Europa, lo que me cuesta soportar son las mentalidades y formas de pensar que no dependen del raciocinio, sino más bien de los intereses, sean estos conscientes o inconscientes. Ahí nos estrellamos contra un muro. Lo que se dice o escribe tampoco es casi nunca lo que se piensa y menos lo que sirve para actuar. Somos con frecuencia víctimas del sinsentido interesado y aprovechado de los que viven de la debilidad y de nuestra impotencia cómplice.
Josué: Tanto tiempo hemos sido víctimas del abuso y del robo que se nos volvió costumbre y ahora que el presidente Ortega hace lo que debe hacer, lo transforman en un Dios.
Karen: Es fácil criticar y buscar culpables. Sin embargo, no es necesario usar lentes para ver el cambio que vivimos. Son cambios palpables: la reducción de la extrema pobreza a pesar de la conocida crisis mundial, gracias a la gestión del Comandante Ortega.
Ligia: La última hazaña de la “democracia estadounidense” se realizó hace dos semanas en Wisconsin, cuando los republicanos, sin el quórum requerido, aprobaron una ley que les arrebata a los trabajadores muchos derechos. La ley en cuestión les arrebata el derecho de negociación colectiva. ¿Queremos para Nicaragua una democracia sin sindicatos que defiendan de manera colectiva los intereses de los trabajadores?
Mara: Para todos los sandinistas que creen que democracia son los CPC y regalar frijoles el 7 de diciembre, les aclaro que el verdadero significado de este concepto es el siguiente: “Democracia es una forma de organización de grupos de personas, cuya característica predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva de los miembros del grupo. En sentido estricto, la democracia es una forma de gobierno, de organización del Estado, en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que les confieren legitimidad a los representantes. En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a mecanismos contractuales”.
No puede haber democracia aquí donde no existe la inscripción popular. Los partidos políticos secuestran las elecciones imponiendo sus candidatos de siempre (típico ejemplo: Daniel Ortega corriendo por sexta vez). Así, la única opción que nos queda es escoger al menos peor.
No hay democracia donde no hay libertad de expresión, donde se dan amenazas continuas a los periodistas independientes, donde se cierran programas televisivos, y donde se practica el terrorismo fiscal contra los medios de comunicación.
No hay democracia donde la autoridad y los poderes del Estado son órganos secuestrados por Daniel Ortega, donde no se da seguimiento a las denuncias de robos por parte de políticos y empleados públicos.
Freddy: Coincido con la mayoría de los comentarios que señalan que la “democracia” va a depender de la visión y la posición político-ideológica del que la quiera explicar. Si vemos la realidad de Nicaragua, aquí se manifiestan muchas expresiones de la democracia institucional que los países ricos imponen a los más pobres: elecciones, observación, etc. Pero además se dan otras expresiones que trascienden lo meramente institucional, como cuando un millón y más de militantes de un partido como el FSLN exigen se respete su derecho a postular de candidato a quien ellos deciden. Por otro lado, los intentos que realizan otros sectores de la sociedad por impedir que esto suceda, es una expresión de anti-democracia. De algo estoy convencido: la democracia sui géneris que vivimos los nicaragüenses se ha venido consolidando.
Luis: ¡Qué enredo pretenden hacer del concepto de “democracia”! Esta no se limita a meras elecciones. Más enredan las cosas cuando deciden que si las elecciones las ganan los partidos de derecha, entonces estas son una expresión de la democracia plena. Pero si las gana algún partido de izquierda, entonces no son una expresión democrática. Democracia es lo que hay ahora en el país: reducción de la extrema pobreza, incremento de las exportaciones y fortalecimiento de la seguridad ciudadana. Cualquier opositor puede gritar lo que quiera contra el gobierno y puede hacer uso de los medios de comunicación del país. Hay otros logros que se profundizarán cuando el FSLN gane las elecciones en noviembre próximo.
Lbch: Hay que ver el vaso 50% lleno y no 50% vacío. Nicaragua viene de una juventud violenta. El 75% de nuestra historia republicana ha transcurrido dentro de conflictos armados internos. Somos un país donde en vez de tener una guerra de 30 años, tuvimos un período de paz de esa duración. Nuestra historia ha sido como el título de esa novela: “Un Mar de Lágrimas Sin Fondo Ni Playa”. En ese contexto, el 2011 será un buen año. Continuaremos el período de paz cerrando las dos décadas —habría que apostar a sobrepasar los 30 años de paz interna y externa. Tenemos un país que funciona mejor que otros de Centroamérica y gozamos de la tranquilidad social que nos brindan una Policía Nacional y un Ejército que son superiores a los de muchos otros países del área. Este año electoral no es el momento de grandes respuestas, pero sí de acomodos para las grandes batallas políticas que enfrentaremos en unos tres o cinco años.
Arturo: “Gane quien gane, perderá la democracia”. Pero ¿qué democracia hay ahora? Simplemente no hay, ni ha habido en la historia de Nicaragua. “Perderá Nicaragua”. ¿Con quién se pierde más? No es un asunto de una sola cara. “¿Cómo iniciar la construcción de un consenso social que trascienda la visión electoralista de la democracia que se ha implantado en nuestro país?” Cuando en un país hay una distribución muy desigual del ingreso no puede haber consenso social. Cuando en un país prevalece la ignorancia y las masas son fácilmente manipulables por élites que son más bien mafias políticas que se disputan su control para beneficio personal, no puede haber consenso social. Cuando en la cultura de un pueblo prevalece la desconfianza, producto del hábito de mentir, engañar y guatusear, jamás podrá haber consenso social. Se requerirían al menos dos o tres generaciones para educarnos y lograr cambiar los antivalores que prevalecen en la cultura nicaragüense. ¡Oh, Güegüense!
Boanerge: La mayoría de las cosas que dices son ciertas. Debes estar consciente de que los únicos que pueden considerarse oposición en el contexto político actual son la UNE-PLI. El resto son personas que tratan de preservar su modus vivendi en el sistema político. Por otra parte, no es viable a corto plazo lograr una educación que promueva la toma de conciencia de los jóvenes, a pesar de que son el sector con más nivel de educación en el país. ¿Qué hacer?
Memo: En Nicaragua no hemos vivido una democracia. Hemos tratado de construirla, que es diferente. Los culpables de que no hayamos tenido éxito en esta empresa son los miembros de la “clase política”, porque no les conviene. Se llaman con nombres diferentes (Liberales, Conservadores, Socialcristianos, Socialistas, Sandinistas, Camino Cristiano, etc.), pero en la práctica, todos se comportan igual. En sus discursos, todos están preocupados por los pobres, pero cuando llegan al poder hacen lo mismo que los gobiernos anteriores. Todos están preocupados por construir la democracia cuando son opositores, pero cuando están en el poder, cambian. Nuestra clase política no tiene ni principios, ni ideologías, ni vergüenza, ni amor al país. Lo único que les interesa es vivir del erario público cuando son oposición y saquearlo cuando están en el poder.
El discurso político y tu cerebro
1/8/2011
Este es el segundo de una serie de artículos que tienen como objetivo dar a conocer algunas de las lecciones que ofrece la ciencia cognitiva para el estudio de nuestra cultura y práctica política. El primero fue publicado el 21 de febrero de este año con el título El providencialismo y tu cerebro.
En la ciencia cognitiva participan y colaboran la neurociencia, la fenomenología, la lingüística, la psicología y otras disciplinas. Su objetivo es estudiar y explicar la manera en que el cerebro recibe, selecciona y procesa información. Esta ciencia está gradualmente invadiendo áreas de conocimiento que antes estuvieron reservadas para la filosofía y las ciencias sociales. Al penetrar estos campos, la ciencia cognitiva encuentra resistencia entre los y las colegas que no quieren reconocer que el estudio de lo que llamamos la realidad social es un proceso mediado por el cerebro. Es necesario, por lo tanto, conocer cómo funciona este órgano —tanto en el observador como en los que observamos— cuando estudiamos e interpretamos la realidad.
El cerebro es un órgano marcado por sus propias limitaciones. De estas limitaciones se derivan los múltiples “trucos” que hace cuando nos empuja a “pensar mal”. Las llamadas “ilusiones ópticas”, por ejemplo, muestran que nuestro cerebro no funciona a la perfección y que es capaz de engañarnos. Aceptemos entonces que es preciso conocer estas limitaciones —así como las grandes posibilidades que ofrece el cerebro— para aumentar la capacidad explicativa e interpretativa de la filosofía y las ciencias sociales. De no hacerlo, estas disciplinas corren el peligro de perder su relevancia. Muchas de las ideas y premisas que han servido de base al desarrollo de estas disciplinas —la relación entre sujeto y realidad y la visión negativa de las emociones en el estudio científico de los fenómenos sociales, por ejemplo— están siendo reinterpretadas y, en algunos casos, desmanteladas por la ciencia cognitiva.
Parte de la resistencia que muestran hoy la filosofía y las ciencias sociales frente al avance de la ciencia cognitiva es provocada por la actitud de muchos científicos —especialmente en el campo de la neurología— que argumentan que el conocimiento del cerebro es lo único que necesitamos para entender y explicar la conducta humana y los fenómenos sociales. Estos científicos desprecian el conocimiento producido por la filosofía, la sociología y otras ciencias humanas y aseguran poseer las claves para conocer por qué amamos, por qué odiamos, por qué creemos en Dios o en Lenin, por qué votamos a favor de los que nos roban, etc.
Entre el extremismo de los “neuroreduccionistas” que dicen que la condición humana estudiada por la filosofía y las ciencias sociales no es más que la expresión glorificada de un conjunto de acciones y reacciones neuronales que solamente ellos pueden explicar, y el rechazo y la indiferencia de los que en la filosofía y las ciencias sociales se niegan a aceptar que un conocimiento adecuado de la estructura y del funcionamiento físico del cerebro es indispensable para mejorar nuestra capacidad para entender el mundo en que vivimos, se ha ido abriendo un espacio de colaboración e intercambio entre científicos cognitivos, filósofos y científicos sociales. El punto de partida de esta convergencia lo constituye la premisa de que, si bien es cierto que el cerebro posee una constitución material y un funcionamiento que es necesario conocer, también es cierto que esta constitución y este funcionamiento están fuertemente condicionados por el ambiente en el que operamos los seres humanos. Hablo del ambiente natural, pero también del ambiente social, cultural, institucional, económico y político que estudian la filosofía y las ciencias sociales.
En este y otros artículos quiero compartir con ustedes algunas de las ideas de mis autores favoritos en el campo de la ciencia cognitiva. Estas ideas son relevantes para el tema central de este blog: cómo construir un discurso político efectivo; es decir, un discurso que responda a la manera en que funciona el cerebro de los nicaragüenses. La ciencia cognitiva, por ejemplo, puede ayudarnos a entender las enormes limitaciones que muestra el discurso de la oposición nicaragüense y, en mi opinión, la mayor capacidad que ha mostrado tener el FSLN para articular un discurso político con la capacidad de atraer a los indecisos y asegurar el voto de sus partidarios.
Algunas ideas básicas
En sus versiones no-reduccionistas, la ciencia cognitiva nos dice que el cerebro forma parte de tu cuerpo, y que tu cerebro y tu cuerpo tienen una triple historia. La historia larga, la historia de la evolución de nuestra especie, establece un común denominador que define el funcionamiento del cerebro de todos los seres humanos. A la par de este común denominador, la historia social y la individual definen las formas específicas en que funciona el cerebro y la mente de cada persona.
Ilustremos estas ideas. Todos los seres humanos tendemos a paralizarnos momentáneamente frente a una situación de peligro inesperada (imaginemos que empieza a temblar la tierra). Esta reacción universal se debe a que todos los miembros de la especie operamos bajo la influencia de lo que se llama el “cerebro reptil”, que frente al peligro nos empuja a paralizarnos, pelear o correr.
El “cerebro reptil” es la parte primitiva del cerebro; la parte en donde se activan nuestros impulsos primarios en actividades cruciales para la sobrevivencia: comer, respirar, el deseo sexual y nuestra respuesta inicial a una situación de peligro repentina. Se conoce como “cerebro reptil” porque este órgano se encuentra en los mamíferos y en los reptiles.
A diferencia de las serpientes y otros animales, sin embargo, el cerebro de los humanos evolucionó y creció hasta desarrollar la llamada corteza cerebral (la arrugada), en donde se ubican los circuitos neuronales que determinan la capacidad humana para contrarrestar y controlar los instintos. Desde esta perspectiva, la idea que parece prevalecer en Nicaragua de que es comprensible y hasta justificable que un hombre sufra un “arrebato” que lo impulse a violar a una mujer, solamente tiene sentido en el mundo de las bestias (ver “Cree usted que Fátima fue una ‘colaboradora’ para que la violaran?”, El Nuevo Diario, 31/07/11).
Inmediatamente después de nuestras reacciones instintivas frente al peligro, la capacidad racional del cerebro entra en escena y define lo que tenemos que hacer. En este “segundo momento” entra en juego el efecto de la historia social e individual en el funcionamiento del cerebro.
Todos nos paralizamos momentáneamente cuando enfrentamos el horror inicial de un terremoto. No todos, sin embargo, nos tiramos después al suelo de rodillas a implorar a Dios para que pare de temblar, como lo hacía yo cuando, obligado por mi abuela, tenía que gritar muerto de miedo: “¡Más fuerte venís, más fuerte es mi Dios, su Santa Voluntad me libre de vos!”
Nuestras reacciones secundarias frente al peligro están marcadas por nuestros valores, nuestras creencias y, en fin, nuestro desarrollo como individuos y como miembros de grupos que comparten sistemas culturales y experiencias de vida similares. Para apreciar mejor esta idea, comparen ustedes nuestras típicas reacciones frente a los terremotos y temblores con la infinitamente más disciplinada y serena reacción de los japoneses frente al tsunami de la costa del Pacífico del Japón y el desastre nuclear causado por el maremoto en marzo de este año.
En síntesis: el cerebro procesa e interpreta la realidad a partir de una constitución universal que es producto de nuestra evolución como especie, pero también a partir de una constitución particular que es producto de nuestra historia personal y social. La construcción de un discurso político efectivo debe tomar en consideración ambas dimensiones.
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Gloria: Para lograr engranar todo esto, se debe contar con gran agudeza. No es por casualidad que tengamos muchos politiqueros y pocos políticos.
El discurso opositor que no pega: el ensimismamiento y tu cerebro
15/8/2011
Las candidaturas de Daniel Ortega y Arnoldo Alemán expresan dramáticamente la profundidad del abismo político en que nos encontramos. En cualquier país medianamente ordenado, estos dos personajes estarían en la cárcel por sus múltiples deudas con la justicia. Frente a sus fotos, uno se ve obligado a parafrasear mentalmente aquella oración que dice: “En los tiempos de las bárbaras naciones de las cruces colgaban los ladrones. En el tiempo de la ‘democracia’ y sus luces, del pecho de los ladrones cuelgan las cruces”.
Pero no es de nuestro abismo que quiero hablar hoy. Quiero, más bien, concentrar nuestra atención en el hoyo en que se encuentra la oposición nicaragüense. Hablo, por supuesto, de la oposición no pactista (o mejor dicho, la que todavía no ha pactado). Hablo, más claramente, de la que encabeza “Don Fabio”.
La fuerza que tiene la candidatura de Ortega expresa el fracaso del proyecto político que encabeza Gadea Mantilla. Uno tiene que preguntarse: ¿Cómo es posible que este movimiento no haya logrado capitalizar las enormes debilidades del grupo gobernante: su abierto desprecio por la ley, los derechos ciudadanos y la institucionalidad del país; el manejo gansteril que hace de los poderes y recursos del Estado; la forma poco sofisticada con que manipula los símbolos religiosos y patrios de los nicaragüenses; el discurso incoherente del Presidente y su impresentable récord como padre, gobernante y ciudadano? ¿Cómo es posible que, frente a estas debilidades, la oposición no se haya convertido a estas alturas en un tsunami de indignación anti-danielista que desborde las calles y plazas del país?
Algunos contestarán diciendo que el orteguismo dispone de los recursos y la fuerza del Estado y que en estas condiciones cualquier oposición es débil. Permítanme declarar mi desacuerdo con esta explicación. Los recursos con que cuenta el gobierno palidecen frente a sus debilidades políticas y morales. Este desbalance podría ser aprovechado por la oposición, si siguiera el ejemplo de un Martin Luther King, quien amparado en la justicia de su causa enfrentó con éxito el enorme pero ilegítimo poder del racismo institucionalizado de su país. Lo mismo hizo Gandhi para derrotar al imperialismo británico en la India. Lo mismo hizo el FSLN para derrotar a Somoza.
Otros explicarán el descalabro de la oposición argumentando que somos un pueblo salvaje al que no le molesta vivir bajo el control de un Estado Mara como el que ha construido el orteguismo con sus presupuestos privados y con las carísimas pintas multicolores que marcan hoy nuestro territorio nacional. Más que una explicación, ésta es una dolorosa expresión del autodesprecio que produce la frustración de formar parte de una sociedad que, como la nuestra, aún no logra superar sus fracasos.
Los nicaragüenses no somos esencialmente diferentes de los europeos o de los canadienses o de los ticos. Como ellos y como el resto de la humanidad, los nicas estamos naturalmente predispuestos a buscar la libertad, la dignidad y la seguridad. El problema, entonces, no es que tengamos un ADN diferente al resto de la especie humana; el problema es que la inmensa mayoría de nuestros conciudadanos no tiene la posibilidad de gozar de todos estos tres bienes. Por razones históricas, políticas e institucionales, los más pobres y débiles de nuestro país tienen que escoger el que más necesitan, aunque para ello tengan que sacrificar los otros dos. En este sentido somos profundamente humanos. Ponga a un sueco a escoger entre la comida de sus hijos y la libertad de prensa y verá como esta última pierde su valor.
En conclusión: no somos genéticamente corruptos y la fuerza del orteguismo no es tan grande como parece. Si tomamos en cuenta sus vicios y debilidades, es, en el mejor de los casos, un gigante de cartón con pies de barro.
¿Por qué entonces la oposición no logra entusiasmar y movilizar a la población? ¿Acaso sus líderes no proclaman y ofrecen cosas buenas como la democracia y el Estado de Derecho? ¿Por qué no “pega” este discurso en Nicaragua? ¿Por qué no llega al cerebro y a la mente de los nicaragüenses?
Un discurso ensimismado
En un artículo anterior, yo señalaba que el discurso de la oposición es un discurso ensimismado. Los líderes de la oposición se dirigen a los nicaragüenses con un discurso construido a partir de sus experiencias de vida en la Nicaragua de los privilegiados de nuestro país.
Pongamos ahora el tema del ensimismamiento dentro del campo de la ciencia cognitiva para aprovechar sus lecciones. El cerebro, como se señaló en el artículo anterior, procesa e interpreta la realidad a partir de una constitución universal que es producto de nuestra evolución como especie; pero también a partir de una constitución particular, que es producto de nuestra historia personal y social. La construcción de un discurso político efectivo debe tomar en consideración todas estas dimensiones. Debe considerar, como se señaló anteriormente, que como seres humanos estamos naturalmente inclinados a buscar y construir condiciones de vida que garanticen nuestra seguridad y nuestro bienestar. El biólogo noruego Bjorn Grinde habla de la “felicidad darwiniana” para hacer referencia a esta tendencia. Nuestro cerebro, dice Grinde, produce emociones y sensaciones que condicionan nuestra conducta. Estas pueden ser positivas o negativas. El efecto de este mecanismo dice Grinde, es obvio: nos inclinamos a experimentar lo positivo y a evitar lo negativo. La sobrevivencia de nuestra especie depende, en gran medida, del adecuado funcionamiento de este mecanismo.
Nuestra tendencia a buscar la “felicidad darwiniana”, que forma parte de nuestra constitución biológica natural, la recoge y aprovecha con gran efectividad el discurso político fundante de los Estados Unidos y, más concretamente, la Declaración de Independencia de este país: “Sostenemos que estas verdades son evidentes en sí mismas: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.
Para ser efectivo, sin embargo, un discurso político también debe recoger las particularidades propias del desarrollo histórico de una sociedad. Recordemos que estas particularidades forman inscripciones físicas en el cerebro porque las experiencias vividas, los valores morales dentro de los que nos formamos, la educación que recibimos, la cultura política dentro de la que nos desarrollamos, se traducen en circuitos neuronales (o circuitos sinápticos) que, una vez que se forman y consolidan, nos predisponen a entender y ver la vida de una forma determinada. Estos circuitos forman un complejo sistema compuesto por miles de millones de neuronas con la capacidad de establecer, cada una, hasta diez mil conexiones, de acuerdo a algunas estimaciones.
En este sentido, la vida de los humanos, como bien lo explica Alva Noé y otros, envuelve dos fases en las que la relación entre la influencia del cerebro y la del ambiente se invierte: durante los primeros años de nuestra existencia, las conexiones sinápticas de nuestro cerebro se forman como respuesta a los estímulos que recibimos de nuestro ambiente. En nuestra edad adulta, estas conexiones sinápticas llegan a consolidarse. A partir de este momento, ellas condicionan la manera en que vemos e interpretamos el mundo que nos rodea.
Repitamos entonces: un discurso político efectivo debe tomar en consideración las tendencias biológicas universales del ser humano. Estas tendencias están registradas y programadas en el cerebro humano y se expresan en nuestra inclinación natural a buscar la libertad, el bienestar y la seguridad. Al mismo tiempo, un discurso político, para ser efectivo, debe tomar en cuenta la manera en que la vida real y las experiencias de las personas con quienes nos queremos comunicar han condicionado la forma en que sus cerebros interpretan lo que en términos reales y prácticos significa eso que llamamos la libertad, el bienestar y la seguridad. En el contexto de los Estados Unidos de finales del siglo XVIII, estos términos se tradujeron y expresaron en un discurso en el que la independencia de las trece colonias que iniciaron el desarrollo de este país; el sistema presidencial y la estructura de representación política que establece la Constitución estadounidense; y los otros aspectos del sistema político de los Estados Unidos, se presentaban y justificaban como los instrumentos y medios necesarios para promover el desarrollo de la felicidad de la que nos habla Grinde. En el contexto de Sudáfrica, la lucha por la libertad, el bienestar y la seguridad liderada por Nelson Mandela se expresó en un discurso que priorizaba la denuncia de la ilegitimidad e inmoralidad del racismo, la necesidad de desmantelar el Apartheid, y el imperativo de institucionalizar una democracia multirracial.
En el contexto nicaragüense del 79, el discurso del sandinismo articuló y contextualizó el sentido de los valores humanos naturales de los nicaragüenses con un discurso que, en canciones, poesía y comunicados subversivos, ofrecía lo que la mayoría del pueblo experimentaba en ese momento como necesidades vitales: justicia frente a la injusticia social imperante en ese momento; soberanía frente al odioso intervencionismo estadounidense; y libertad frente a la larga dictadura de los Somoza.
¿Cuál es el mensaje fundamental que debe transmitir un discurso político dirigido a una población que, como la mayoritaria en la Nicaragua de hoy, padece de un sentido crónico de pobreza, abandono, inseguridad y desesperanza, alimentado por las promesas incumplidas de la Revolución Sandinista y la insensibilidad social del neoliberalismo criollo de la era post-revolucionaria?
Un discurso que no pega
El discurso de la oposición gira alrededor de dos ejes: una crítica constante e indiscriminada contra todo lo que hace el FSLN; y la defensa de la democracia y el Estado de Derecho como prioritarios para el desarrollo de la condición humana de los nicaragüenses. ¿Es efectivo este discurso? No.
La constante crítica contra el FSLN en el discurso de Gadea, Montealegre y Jarquín es saturante y con frecuencia ofensiva para quienes se han beneficiado de los proyectos sociales del FSLN. Por otro lado, el discurso “democrático” no le hace sentido a la mayoría de los nicaragüenses. Es un discurso sin relevancia, que no llega y que no pega.
Y no es que los nicas que no aceptan el discurso de la oposición sean estúpidos, como lo insinúan algunas caricaturas de La Prensa que se burlan de los que no saben valorar la idea de la democracia que defiende la oposición, por encima de la oportunidad de recibir una chancha parida o una teja de zinc. Por el contrario, ese discurso no pega y no llega porque los pobres son inteligentes; porque usan su cerebro; porque su cerebro y su mente —como es casi universalmente aceptado en la ciencia cognitiva— son un cerebro y una mente encarnadas en cuerpos que viven experiencias históricas y sociales concretas. Estas experiencias están registradas en los circuitos neuronales con los que ellos piensan y ejercitan su inteligencia.
No son los pobres de Nicaragua, entonces, los tontos que desprecia La Prensa. Los tontos son los que no saben cómo llegar al cerebro y la mente de los nicaragüenses porque desconocen un principio fundamental de la comunicación, validado hoy por la ciencia cognitiva y usado por el consultor político Frank Luntz como subtítulo de su libro Palabras que funcionan. Hablo del principio que señala que cuando de comunicarse se trata, lo que cuenta no es lo que uno dice, sino lo que el otro escucha. Lo que escuchamos está mediado por el sentido que nuestros cerebros le asignan a las palabras que captamos.
¿Qué escuchan los nicaragüenses, especialmente los pobres, los marginados de siempre, los que viven en un naufragio permanente, cuando los políticos opositores los invitan a salir a las calles y luchar por la democracia, la Constitución y el Estado de Derecho?
Durante nuestros casi doscientos años de vida republicana, la idea de la democracia moderna —entendida como un modelo de relaciones entre el Estado y la sociedad en la que la ciudadanía cuenta con la capacidad para domesticar la acción del Estado—, no ha pasado de ser, para la mayoría, una dolorosa broma. Esto significa que en el imaginario de los nicaragüenses y, más concretamente, en los registros neuronales de nuestro pueblo, no está inscrito el sentido positivo de la democracia que el discurso de la oposición invoca para motivar a la población nacional a votar por ellos en noviembre.
Lo que sí está marcado en el cerebro de las grandes mayorías del pueblo es el dolor de la injusticia, la desigualdad y la indignidad que los pobres han sufrido por generaciones y, sobre todo, desde que la versión criolla del neoliberalismo se instaló en el poder en nombre de la democracia. Para “llegar” discursivamente al cerebro de esta población, entonces, es necesario demostrar que la democracia de la que hablamos puede ser capaz de responder a las necesidades y aspiraciones vitales de los nicaragüenses.
El discurso de la oposición ignora esta realidad por su ensimismamiento. Ellos no saben, o no pueden, o no quieren ponerse “en los zapatos del otro y de la otra”.
Ellos, como dice el dicho popular, “hablan de la feria, como les fue en ella”. Son, en otras palabras, prisioneros de sus propios registros neuronales y mentales. En esos registros se encuentra grabada la experiencia de la democracia de la que hablan como una experiencia positiva. Casi todos ellos tienen cosas buenas que decir de esta experiencia: algunos disfrutaron de las mieles del poder como parte de los grupos gobernantes durante el período “democrático” posterior a la Revolución Sandinista; otros se beneficiaron de la tradición piñatera reactivada por el FSLN al final de los 1980’s. Finalmente, otros gozaron del final de “la rebelión de las masas” y recuperaron el estatus social y los contactos que perdieron a partir de 1979. Veamos un ejemplo.
Fabio Gadea Mantilla estaba desempleado en Miami y dispuesto, según él mismo cuenta en una de sus Cartas a Nicaragua, a buscar un trabajo como “security”. Nos cuenta “Don Fabio” que empacó las maletas para regresar a Nicaragua el mismo día en que escuchó la noticia del triunfo de la UNO (Gadea Mantilla, 2011c). El resto de la historia es bien conocida: la “democracia” le permitió regresar al país, negociar con Antonio Lacayo la recuperación de su casa en Las Colinas, recuperar su empresa de radio, obtener un trato súper-preferencial de parte del gobierno de su consuegro Arnoldo Alemán para salvarla de la quiebra, obtener un jugoso “empleo” en esa injuria contra el pensamiento y la práctica parlamentaria que es el PARLACEN; recibir los favores del Estado para pavimentar la entrada a su hacienda, “complementar” legalmente su sueldo parlacénico, etc. etc. Para “Don Fabio”, la feria de la democracia fue alegrísima. Mencione usted frente a él la palabra “democracia” y, seguramente, su rostro mostrará una amplia sonrisa. ¿Por qué?
Uno de los principios básicos de la ciencia cognitiva dice que los circuitos sinápticos (o neuronales) que se forman simultáneamente como resultado de experiencias paralelas, se reactivan también simultáneamente frente a cualquier cosa (olores, sabores, visiones, recuerdos) que estimule a uno de ellos. Esta verdad científica se expresa magníficamente en las sabias palabras de uno de nuestros dichos populares: “Los que se queman con leche hasta la cuajada soplan”.
La dolorosa experiencia de una quemada pasa a formar parte de nuestros registros neuronales y se constituye en una memoria. Lo mismo sucede con la reacción neuronal provocada por la visión de la leche con la que nos quemamos. El dolor sufrido y la visión de la leche se incorporan al cerebro como dos registros neuronales paralelos que van a activarse simultáneamente cuando uno de ellos es estimulado. Con sólo ver la leche (o una cuajada) recordamos el dolor de la quemada.
“Don Fabio” y los que lo rodean tendrían que conversar con Martín, mi vecino de mis tiempos de infancia, un muchacho talentoso y un gran luchador, como muchos otros muchachos y muchas otras muchachas “de pueblo”. Durante los 1980s se enamoró de la Revolución y logró montar un pequeño negocio de impresión de planos de construcción.
Cuando hablé con él durante el gobierno de “la Nueva Era” de Enrique Bolaños, me mostró apesadumbrado el equipo de trabajo que había puesto en venta. Estaba desmantelando su negocio porque, me dijo, “no logro entrada en las oficinas del gobierno. Tenés que ser recomendado por algún ‘chele’ para conseguir contratos”.
Menciono a Martín para señalar que muchos en Nicaragua recuerdan la democracia de la misma forma que el quemado recuerda la leche. Puesto de otra forma: miles de nicaragüenses se quemaron con la democracia y se asustan cuando alguien como Don Fabio se las menciona. Esto lo saben los sandinistas y lo usan muy bien para sus propósitos. Lo ignoran los líderes de la oposición que hablan un idioma ajeno a las vivencias de la mayoría de los nicaragüenses.
Comentarios
Freddy: Ve qué interesante: la semana pasada vino Doña Norita, nuestra estimada conserje, muy alegre porque “había estrenado” los buses nuevos. “Son ricos”, me dijo, “y con televisión”, agregó. Después de unos segundos, cuando su cerebro realizó el enlace que tú señalas en el artículo, dijo como en sentido de condena: “Ni para ver los chunches viejos, esos amarillos que trajo Arnoldo, que uno iba todo enrollado”, y se retiró a sus quehaceres cotidianos, con una satisfacción de clase reivindicada.
Timoteo: Bien por Doña Norita, que se sintió alegre. Lo expresado por ella, al decir de Freddy, es la expresión sencilla, sin mala intención, casi ingenua, de nuestra población pobre sin mucha educación, que es la gran mayoría. Es de ellos que los políticos de derecha e izquierda se aprovechan.
Vanrell: Timoteo, has citado el caso de Doña Norita como un ejemplo de ingenuidad y poca educación por el simple hecho de sentirse a gusto con los nuevos buses. Según parece, te ofenden las críticas a Gadea.
Timoteo: Vanrell, creo que está malinterpretando o quizás no me expresé bien con el caso de Doña Norita. Elaboro mi punto: nuestra gente (población) es bien sencilla, la mayoría con bajo nivel de educación. No tienen malicia en sus mentes. Por esta razón dije que los políticos de derecha e izquierda se aprovechan de ellos. Las cifras del bajo nivel de educación existente están ahí en los datos oficiales de gobierno. No son invento mío. No quise ofender a Doña Norita ni a nadie. Yo he andado en bus, aunque ahora tengo mi auto, gracias a mis esfuerzos, a mis sacrificios y a Dios. Aún no me he subido a los buses “rusos”, aunque sí he usado buses en Moscú y he usado los buses Ikarus en La Habana y Budapest y los buses Dina en México. ¿Satisfecho?
Mayra: Lamentablemente la dignidad de los nicaragüenses está totalmente prostituida y el Orteguismo lo sabe muy bien y, por lo tanto, no escatima en comprar a todos los sectores, incluyendo a la oposición.
Cacique Diriangén: Pienso que en este momento la oposición va a un pleito de “burro amarrado contra tigre suelto”. Digo esto porque el Orteguismo tiene una manguera de recursos conectada directamente a sus bolsillos que no pasa por el presupuesto, como es la ayuda petrolera de Venezuela.
Además, cuenta con los recursos del Estado: los impuestos y el presupuesto de la república a su libre disposición sin ningún tipo de control.
Hugo: Para entender por qué no pega el discurso de la oposición, sólo hay que ver quiénes la conforman: un montón de desertores de otros partidos políticos, resentidos contra alguien o contra algo. El pueblo percibe que no son una opción deseable porque no tienen ninguna moral para criticar al gobierno. Todos ellos han sido vividores del erario público y lo que quieren es seguir siéndolo. Si no conozco una propuesta clara de ellos, no puedo seguirlos. El gobierno actual ha demostrado un poco de sensibilidad social que a los demócratas les falta. Por eso su discurso pega más.
César: Tiene que haber una vinculación entre la teoría y la práctica. Por muy válidos que sean los planteamientos que se hagan, si no hay nadie que se ponga adelante para impulsar los cambios que se necesitan, éstos nunca van a ocurrir. No esperemos a que la clase política reflexione, y a que de manera consciente empiecen a deponer sus actitudes y comportarse a la altura de nuestras expectativas. Además de tener claro lo que hay que hacer, tenemos que organizarnos y, sobre todo, actuar contra el actual estado de cosas. Si nos quedamos en el análisis, por muy brillante que éste sea, y esperamos que otros actúen por nosotros, van a pasar mil años y seguiremos escribiendo ensayos y organizando foros sin llegar a ningún lado.
Freddy: Me imagino que este artículo es una alerta a la oposición y no un espaldarazo al gobierno, lo que al final y sin quererlo se logra por sí solo. Es cierto que hay muchas teorías para analizar el fenómeno de Nicaragua, desde las que invocan al Güegüense (siendo diriambino no me identifico con dicho personaje majadero), hasta los que confían en que un cambio de luna el 6 de noviembre le dará el gane al viejito cuentista. La verdad es que en países del primer mundo, la ciencia, el estudio, el uso de herramientas científicas en campañas electorales, el uso de sistemas sofisticados de manejo subliminal de símbolos y colores y sabores es común y hasta necesario. En estos lares, cuando alguien sostiene una teoría sobre una posible conducta y señala una posible causa, brincan como siempre los mismos, con diatribas y chascarrillos que, lógicamente, sólo dan risa.
Cerebro: Pregunto al que escribe el artículo, ¿acaso un campesino que no tiene internet y que no está al tanto de estos ciberespacios podrá comprender lo que escribiste? ¿Acaso conoce algo de la descripción científica que haces? Como vos mismo decís, el campesino es una persona muy inteligente. Él mira que necesita financiamiento para resolver los problemas cotidianos y el gobierno, con su estructura política, está al lado del campesino viendo y resolviendo sus problemas. Tu artículo refleja tu desesperación y frustración de no poder unir a la derecha y deja claro el apellido que llevás: Chamorro.
Puente: La aplicación del análisis científico es válida, sobre todo si se hace “sobre” el comportamiento amorfo de una alternativa amorfa, como es la de “Don Fabio”. Sin embargo, sin restarle méritos al análisis crítico y menos aún a la propuesta, creo que hay otras formas de explicar los fenómenos considerados en el artículo. Maslow, por ejemplo, con su pirámide, nos simplificaría el asunto al evidenciarnos que, después de la satisfacción de las necesidades básicas fisiológicas, las de seguridad ocupan el segundo nivel de prioridades. Y seguridad, hoy, es la misma que representa la “felicidad darwiniana” y se traduce en miedo a la dictadura en ciernes. Y por lo tanto: ¡silencio! Güegüense o Fuente Ovejuna. Sentido común.
Comparto la crítica y la reconozco como válida. Hay que reflexionar y poner la barba en remojo. Comparto también la opinión de alguien en este blog que señaló que es muy temprano aún para juzgar con certeza lo que sucederá en las elecciones.
Swampo: Yo no sé de dónde sale este personaje con su lógica de cuita. Deberías quedarte callado. Porque aunque creás que estás en la cima, no es así. El siglo 21 empezará a mostrar sus garras. Espero verte mano a mano.
EMZ: Hay que ponerle mucha mente al artículo ya que enfoca muchas cosas ciertas. Hay que romper de una vez el círculo y abrir en pampas, ventanas y puertas.
Reynaldo: ¿Quién dice que la oposición “no logra pegar”? ¿Cómo se puede dar por hecho eso, en una elección robada de antemano? ¿Por qué buscar explicaciones tan complicadas cuando las cosas son más sencillas?
Daniel Ortega, como todo dictador, busca manejar a la ciudadanía, ricos y pobres, entre el miedo y la esperanza. El miedo de que le caerá con la fuerza (pérdida de trabajos, contratos, etc.); y esperanzas de que les dará algo. El nica por largo tiempo se ha distinguido por su increíble estupidez y pretensión a ser más “vivo” que todos. De ese hoyo no se sale tan fácilmente.
Elvin: De veras que me da ganas de estudiar más a fondo todo este asunto de la ciencia cognitiva y desentrañar los misterios de nuestro cerebro. Nuestros sistemas de creencias como condicionantes de nuestras actitudes y comportamientos pueden determinar la realidad en la que nos encontramos. Espero que podamos romper algún día el ensimismamiento.
Jairo: Sorprendente artículo con el cual no estoy de acuerdo por las siguientes razones: Primero, más allá de la propaganda electoral, existe un mundo real el cual palpamos a través de los medios de comunicación. Cuando vemos concejales desalojados a la fuerza, cuando vemos campesinos indignados, los nicaragüenses tomamos posturas; no por hambre o prebendas, sino por nuestro sentido de justicia. Segundo, sigue existiendo un 42% de la población que, sin necesidad de beneficios, por puros sentimientos, cree en el sandinismo. Yo los he visto cómo se emocionan cuando escuchan música revolucionaria o cuando ven un sombrero de Sandino. El cerebro proyecta en los símbolos políticos realidades históricas personales que a unos nos hacen reír y a otros gruñir. Cuando hay un fracaso como nación, es necesario hacer una revisión histórica. Esta generación, la Generación del Desasosiego, parece decirnos sin tapujos y sin lagrimeos que la revolución sandinista y la guerra civil que le sobrevino, la cual dejó un saldo de casi cuarenta mil muertos, fue un completo fracaso del que no ha podido sacudirse.
Roberto Carlos Pérez
CAPÍTULO 3. El PENSAMIENTO POLÍTICO DE LA GENERACIÓN XXI
Este capítulo ofrece una interpretación del pensamiento político de los y las jóvenes que participaron en el blog Generación XXI y en el curso El Poder Político en Nicaragua. Para articular esta interpretación, hago uso de las ideas y opiniones expresadas por estas y estos jóvenes, como las piezas de un rompecabezas: el rompecabezas de las visiones y aspiraciones de la juventud nicaragüense.
La metáfora del rompecabezas la tomo de José Coronel Urtecho, quien la usó para explicar la naturaleza del trabajo de interpretación histórica. Yo la uso para definir la naturaleza del reto que significa interpretar el pensamiento político de la Generación XXI. Guiados por Coronel Urtecho, podemos decir que el diseño del rompecabezas de este pensamiento no existe; y que, “si acaso existe, solamente nos es conocido de una manera vaga y convencional, cuando no meramente arbitraria. Ni siquiera tenemos idea del número de sus piezas, en realidad inagotable. Se trata de un diseño que en cierto modo es necesario adivinar o inventar por anticipado, para poder armar el rompecabezas con las escasas piezas que tenemos a mano, en forma tal que reproduzca, y al mismo tiempo nos revele, la realidad que desconocemos” (Coronel Urtecho, 1967, 15-16. Énfasis añadido).
Armar el rompecabezas del pensamiento de la Generación XXI, entonces, no significa ordenar piezas que encajan con precisión dentro de un diseño final preestablecido. Es necesario “adivinar” o “inventar” el diseño “final” del rompecabezas de la realidad y, al mismo tiempo, interpretar el significado de las piezas con las que queremos formar la representación del pensamiento político de la juventud de nuestro país.
Este esfuerzo de representación e interpretación teórica está condicionado por mi visión política de la realidad nicaragüense y por mi posición ética frente a esta realidad. No podría ser de otra manera. La mente con la que pensamos la realidad es “una mente encarnada”; es decir, forma parte de un cuerpo que habita un lugar y un momento histórico determinado que condicionan las visiones y la conducta de cada ser (Merleau-Ponty, 1964). Como resultado de nuestra interacción con el ambiente en el que nos movemos, adoptamos perspectivas éticas y políticas frente a la realidad. Podemos, por ejemplo, responder con indiferencia frente al problema de la pobreza o reaccionar con indignación frente a la misma.
No existe, pues, la teoría pura; si por pureza se entiende una forma de conocimiento generado a partir de la supremacía de una razón objetiva que, operando en forma autónoma sobre el mundo que trata de interpretar, cancela la fuerza de los condicionamientos subjetivos que imponen nuestra condición humana y la realidad física y social en la que operamos.
De tal forma que lo más que puedo hacer para teorizar e interpretar responsablemente el pensamiento político de la Generación XXI es hacer explícita mi propia visión de la Nicaragua que yo, y muchos como yo, queremos. Esta visión se refleja en mis entregas al blog Generación XXI, y puede definirse como materialista, humanista y cristiana.
Tal como lo he señalado en otras ocasiones, el humanismo materialista cristiano no es una doctrina religiosa o una ideología política. Es, simplemente, una posición ética que se nutre del pensamiento democrático moderno, de la filosofía cristiana y de ejemplos como los que en nuestro país ofrecen la vida y la visión de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal. Esta posición puede adoptarse a partir de la fe o de la razón. Es decir, puede adoptarse a partir de la fe en la palabra de Jesucristo, hijo de Dios; o, simplemente, aceptando como válidos los principios humanistas enunciados por Jesús, el hombre de Nazaret (Pérez-Baltodano, 2009).
El humanismo —en el humanismo materialista cristiano— expresa la convicción de que el objetivo principal de cualquier sistema social —el Estado, el mercado, las instituciones en general— debe ser la defensa y promoción de la dignidad humana. Esta convicción está presente hasta en el conservador Catecismo de la Iglesia Católica: “Cada comunidad se define por su fin y obedece en consecuencia a reglas específicas, pero el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana” (apartado 1881).
El materialismo —en el humanismo materialista cristiano— hace referencia a una visión de la realidad social como una condición determinada por el drama existencial de la persona humana, en sus expresiones vitales —objetivas y trascendentes— más básicas y concretas. En este sentido, el humanismo materialista cristiano es anti-idealista, si por idealismo se entiende una visión de la realidad social como una condición determinada por ideas que, independientes de su contexto histórico específico, flotan sobre la misma, determinándola.
Finalmente, el cristianismo —en el humanismo materialista cristiano—, expresa un doble reconocimiento. En primer lugar, el cristianismo —independientemente de sus limitaciones y deformaciones— funciona como la matriz valorativa dentro de la que se ordena el sentido de la realidad nicaragüense. En segundo lugar, el cristianismo —como doctrina religiosa y como ética de vida— está impregnado de valores y principios que, interpretados adecuadamente, favorecen el desarrollo integral de la condición humana.
La posición ética que se define como humanista, materialista y cristiana, condiciona el diseño final del rompecabezas del pensamiento político de la juventud que trato de armar en este capítulo. Lo condiciona, porque al “jugar” con las piezas de las que dispongo, trato insistentemente de “adivinar” o promover un pensamiento que nos acerque a una Nicaragua humanista; una Nicaragua en la que la democracia y el Estado de Derecho no sean las palabras vacías que son ahora, sino modelos de organización social que funcionen para elevar la condición humana material y espiritual de los y las nicaragüenses; una Nicaragua, finalmente, en la que Dios esté al servicio de los y las nicaragüenses y no al revés.
Debo aclarar también que, al armar el rompecabezas del pensamiento de la juventud nicaragüense, he hecho lo posible por respetar las reglas que rigen el trabajo teórico en las ciencias sociales. Voy a mencionar tres de estas reglas.
Primera, la que nos obliga a apoyar nuestros argumentos y conclusiones en evidencias suministradas por la experiencia. En el caso que nos ocupa, las principales evidencias en las que apoyo mis conclusiones son las opiniones y críticas expresadas por los participantes en Generación XXI y en el curso El Poder Político en Nicaragua. Segunda, la que nos obliga a respetar la argumentación lógica; es decir, la argumentación sustentada en premisas validadas y en conclusiones derivadas de estas premisas. Y tercera, la que nos obliga a reconocer y señalar las limitaciones de todo esfuerzo interpretativo y de toda posición teórica. En el capítulo introductorio, por ejemplo, señalé algunas de las limitaciones que enfrentó el blog Generación XXI en su intento por recoger el pensamiento político de la juventud de nuestro país.
El respeto a las normas antes mencionadas no garantiza la verdad o la veracidad de las conclusiones o explicaciones de la realidad que generamos. Simplemente, reduce el margen de error en nuestras apreciaciones del mundo que nos rodea y contrarresta el impulso natural que nos empuja a ver lo que queremos ver, y a creer lo que nos conviene creer.
Otras personas, con otras posiciones y visiones éticas, políticas y teóricas, podrán articular otras interpretaciones y hasta generar otros rompecabezas, con diseños diferentes del mío. Las mismas personas que yo cito en este capítulo interpretativo podrían estar en desacuerdo con el uso que yo hago y con las interpretaciones que yo ofrezco de sus opiniones e ideas. Nada de esto invalida el esfuerzo teórico que significa interpretar el pensamiento político de la juventud de nuestro país. Después de todo, una interpretación teórica puede contribuir a elucidar el sentido de la realidad de dos formas: generando acuerdos o desacuerdos; es decir, creando representaciones de la realidad con las que nos identificamos o creando representaciones de esta misma realidad con las que no coincidimos. Las primeras facilitan la construcción de consensos. Las segundas nos ayudan a determinar o confirmar las razones de nuestros desacuerdos y, por ende, a definir mejor nuestras posiciones frente a la realidad social de nuestro país y su futuro.
El propósito de la interpretación que aquí se ofrece es, precisamente, generar puntos de referencia y ejes de reflexión que, por acuerdo o desacuerdo, nos ayuden a definir y abrir el camino que tenemos que recorrer para consolidar una nueva visión de país; un nuevo pensamiento político; una nueva cultura política; y un nuevo discurso para Nicaragua. En este sentido, la interpretación del pensamiento político de la Generación XXI que se ofrece en este libro será exitosa si ella logra crear una base conceptual y una estructura analítica que nos ayude a definir nuestros acuerdos y desacuerdos y, por lo tanto, a esclarecer el sentido de nuestras aspiraciones sociales.
La categorización del pensamiento de la Generación XXI
Las ideas expresadas por los y las jóvenes que participaron en el blog Generación XXI y en el curso El Poder Político en Nicaragua se clasificaron en tres grandes categorías: la de oposición al FSLN o antisandinista; la de apoyo al FSLN o prosandinista; y la posición antisistémica o postsandinista.
Las opiniones de los sectores de oposición al FSLN, a su vez, se dividieron en razonadas y no razonadas. En las primeras se incluyen aquellas que dan razón del antisandinismo que expresan, y/o una explicación del rechazo de sus autores a mis críticas a los partidos de oposición al FSLN. Las segundas expresan un rechazo emocional a cualquier cosa que dice o hace el gobierno sandinista de Daniel Ortega, y/o a cualquiera de mis expresiones de desaprobación del pensamiento o de la conducta de la oposición antisandinista.
Las opiniones de apoyo al FSLN también se dividieron en razonadas y no razonadas. Las primeras incluyen una explicación y justificación del apoyo expresado al FSLN, y/o una explicación de las razones por las cuales sus autores rechazan mis críticas a este partido. Las segundas expresan una adhesión partidaria acrítica, y/o un rechazo estrictamente emocional a mi desaprobación de las actuaciones del sandinismo en el poder.
Finalmente, la posición postsandinista o antisistémica sintetiza el pensamiento de aquellos jóvenes para quienes la solución de la crisis nicaragüense no se reduce a cambiar políticos y gobernantes. Nuestra crisis, desde la perspectiva de esta posición, demanda la transformación de las estructuras de poder —materiales y subjetivas— dentro de las que opera la política en Nicaragua. Así, las contribuciones que se agrupan dentro de la posición postsandinista o antisistémica son críticas del FSLN, pero también de la oposición al FSLN.
La posición postsandinista es, a mi juicio, la más prometedora. Esto no significa que mi visión y la de la posición postsandinista coincidan completamente. Por ejemplo, yo pienso y propongo que la democratización y modernización de Nicaragua será cristiana o no será (ver Pérez-Baltodano, 2009). La posición postsandinista, por su parte, asume, al menos implícitamente, que esta democratización y modernización puede y hasta debe hacerse fuera del marco cultural religioso de los y las nicaragüenses.
Es necesario aclarar que las cinco posiciones que aquí se discuten son tipos ideales. En las ciencias sociales, un tipo ideal es una representación de la realidad formada por la acentuación de una o más dimensiones de los objetos o fenómenos estudiados, y por el ordenamiento analítico de estos objetos o fenómenos.
El tipo ideal de la posición postsandinista, para citar un ejemplo, no existe en la realidad. Lo que existe es una representación conceptual y mental de lo que puede llegar a ser un discurso, una visión, y una práctica política para desafiar las estructuras de poder y la moralidad dominante en Nicaragua.
Las representaciones que aquí se ofrecen del pensamiento de la juventud nicaragüense, vale la pena repetir, son el producto de mi propia interpretación de las ideas generadas por los y las jóvenes que aquí cito. Es posible que alguien a quien yo he clasificado en la posición postsandinista, por ejemplo, piense que en realidad ella o él encaja mejor en otra de las posiciones que yo utilizo o, simplemente, que no encaja de forma alguna en mi interpretación. Mi interés no es categorizar personas, sino ordenar e interpretar ideas y opiniones, para crear las bases de un proyecto educativo orientado a desarrollar un nuevo pensamiento y una nueva cultura política para Nicaragua; para la Nicaragua de hoy, con la juventud de hoy, o para la Nicaragua del futuro, con la juventud del futuro.[16]
Al final de este capítulo se establecen los puntos de convergencia que unen o acercan las posiciones organizadas en las categorías antes señaladas, así como las brechas y los obstáculos que las separan. Ofrece, además, una apreciación de la posibilidad de ampliar los puntos de convergencia entre ellas.
La posición antisandinista razonada
Las opiniones que se agrupan en esta categoría dan razón del antisandinismo que expresan. En otras palabras, contienen explicaciones de las razones por las cuales sus autores se oponen a las ideas y acciones del partido en el gobierno.
Casi en su totalidad, la crítica de este grupo estuvo dirigida a las acciones del FSLN contra la institucionalidad política del país. En sus integrantes prevalece la idea de que la protección de la ley y las instituciones del país tiene, o debe tener, precedencia sobre cualquier cosa.
Así pues, “la democracia” es la principal y casi exclusiva bandera de los que integran la posición antisandinista razonada. Su principal temor, por lo tanto, es la consolidación de una dictadura de larga duración. Un ejemplo:
Cacique Diriangén: “Creo que Fabio Gadea no es la perfección encarnada, pero creo que en este momento, dado los altísimos riesgos que enfrentamos no sólo de parte del Orteguismo, sino también de su socio Alemán, Gadea Mantilla es una gran oportunidad para sembrar esperanza en el pueblo y para avanzar hacia la democratización y el respeto de las instituciones y las leyes”.
La democracia a la que hacen referencia los que integran esta posición es la que en las ciencias sociales se conceptualiza como “democracia formal”. Desde esta perspectiva, la democracia es vista, fundamentalmente, como un mecanismo para elegir a las autoridades responsables de administrar las instituciones del Estado.
En varias de mis entregas yo argumenté que la democracia es más, mucho más que elecciones, y por lo tanto, mucho más que lo que expresa y significa la democracia formal que defienden los y las integrantes de la posición antisandinista razonada. La democracia es, sobre todo, la expresión de un consenso que define los derechos y las obligaciones de los diferentes sectores que componen una sociedad, así como la manera en que en ésta se organizan las relaciones entre el Estado y el mercado, para proteger los derechos y hacer cumplir las obligaciones de los que integran estos sectores. En ausencia de este consenso, los procesos electorales pueden tener un efecto negativo, ya que tienden a facilitar el fraccionamiento social o, simplemente, a legalizar divisiones existentes (ver Dahl, 1956).
Nicaragua ha vivido una democracia formal sin consenso social desde 1990. Esta democracia formal ha funcionado como una ruleta que le otorga a los ganadores de los comicios electorales licencia para ignorar la Nicaragua del “otro” y la “otra”; las necesidades del “otro” y la “otra”; las aspiraciones del “otro” y la “otra”. El resultado de este patrón de conducta ha sido la fragmentación y la polarización que vive hoy la sociedad nicaragüense.
Basado en este análisis, me atreví a sugerir en el blog Generación XXI que las elecciones de noviembre de 2011 no sólo no serían capaces de cerrar el déficit consensual que sufrimos, sino que lo reafirmarían: “ni Daniel Ortega ni la oposición lucen interesados en aprovechar este año electoral para promover la necesaria construcción de un consenso social basado en un sentido colectivo del bien común que intente integrar a sandinistas y no sandinistas en nuestro país”. Creo que, desdichadamente, los resultados de las elecciones y la condición post-electoral de Nicaragua confirman los temores antes expresados.
En síntesis, la visión de la democracia que defiende la posición antisandinista razonada es limitada y parcial. Los que integran esta posición tendrían que profundizar su comprensión de la idea, la historia y la práctica de la democracia.
No estoy proponiendo la “academización” de la defensa de la democracia. Estoy, simplemente, sugiriendo la necesidad de profundizar el conocimiento político que tienen los integrantes de esta posición, para entender mejor por qué la idea de la democracia que ellos proponen no logra atraer a los sectores sociales que apoyan al FSLN. Más aún, estoy proponiendo el desarrollo de una comprensión de la democracia como un esfuerzo por reconciliar la idea de la justicia con la idea de la libertad.
Lamentablemente, los integrantes de la posición antisandinista razonada no hacen un esfuerzo por relacionar la dimensión política y la dimensión socioeconómica de la crisis nicaragüense. Así, para estos jóvenes, el neoliberalismo —código que usa el FSLN para hacer referencia al modelo económico imperante en el país entre 1990 y el 2006— no es un problema importante. Un ejemplo:
Luis: “Lo que se puede hacer es apoyar la unidad de la oposición contra Ortega, precisamente lo que el MRS está haciendo, muy a pesar de Andrés. En cuanto al somocismo en su versión neoliberal, me parece que es nada en comparación con una dictadura como la de Ortega y, en todo caso, para poder afrontarlo, primero hay que librar a Nicaragua del orteguismo”.
La democracia que se enarbola como la defensa de una libertad que no toma en consideración los problemas económicos y de injusticia social que sufren millones de nicaragüenses, es fácilmente percibida como una amenaza por aquellos que sufren pobreza y exclusión en nuestro país. Esta democracia la maldijo Rubén, cuando dijo que era “baldón y ruina” para los desgraciados (Darío, 1984, 32-33). Y la despreció con más fuerza Pedro Joaquín Chamorro, cuando señaló que la democracia no debe reducirse a la existencia de normas y procesos formales electorales. En el caso de un país con las características del nuestro, señaló el Mártir de las Libertades Públicas, la democracia debe ser “un instrumento encaminado principal y casi exclusivamente al beneficio de los más pobres” (Chamorro, 1981).
Es importante señalar que en las contribuciones de los y las jóvenes que integran la posición antisandinista razonada, no se expresa el espíritu violento y autoritario que, como se apreciará más adelante, caracteriza a la posición antisandinista no razonada. Los antisandinistas que razonan sus posiciones, sin embargo, tampoco muestran interés en dialogar con los y las jóvenes del FSLN; o una disposición para reconocer, explícitamente, la legitimidad de los intereses y las prioridades de los sectores populares que apoyan a este partido. Las personas que integran la posición antisandinista razonada simplemente quieren evitar la consolidación de una dictadura, aunque no cuentan con un pensamiento político democrático maduro y desarrollado. Su defensa de la democracia, como se señaló antes, está basada en una comprensión superficial de este concepto.
La visión de los jóvenes y las jóvenes que integran esta posición, entonces, solamente puede definirse como pragmática. Lo que priva en sus representantes es el deseo de poner fin al poder del FSLN. Esto los empuja a ver al sector de la clase política que se opone a este partido como el “mal menor” que hay que apoyar frente a la alternativa del “mal mayor” que representa el FSLN; o bien, como un paso intermedio hacia la consolidación de la democracia que defienden. Un ejemplo:
Luis: “Lo importante actualmente en Nicaragua es defender el Estado de Derecho que está siendo destrozado por Ortega; lo importante es evitar que Ortega imponga una dictadura”.
Muchas de las personas que integran esta posición reconocen claramente la debilidad política, filosófica y programática de la oposición antisandinista. Sin embargo, están dispuestas a vivir, pragmáticamente, con esta debilidad, con tal de poner fin a las ambiciones del FSLN. Un ejemplo:
Gonzalo: Estoy de acuerdo que el programa de la oposición carece de datos de fondo y que fue hecho un poco a la ligera para llamar la atención de los medios de comunicación. Pero me parece importante reconocer que éste deja la ventana abierta a que, como sociedad nicaragüense, lo conozcamos y lo completemos, algo que en los últimos períodos de gobierno y campañas electorales no hemos tenido la oportunidad de hacer.
El pragmatismo de este sector es resignado, en el sentido de que sus integrantes buscan una “ventana abierta” hacia el futuro, dentro de las prácticas y la cultura que, precisamente, nos mantienen encadenados al pasado. En otras palabras, buscan la democracia, jugando con las reglas del juego que han impedido el desarrollo democrático de nuestra sociedad.
Por su pragmatismo, además, las opiniones que integran esta posición expresan una visión estrictamente coyunturalista que no tiene el alcance o la inclinación para evaluar las consecuencias futuras de las acciones que proponen. Un ejemplo:
Mario: “Lo que necesita el país es un alto en el camino. Acomodar la carga con un arriero que no se va a coger el mandado. La tarea principal es hacer que el arriero tome las riendas; la carga se acomoda en el camino”.
La idea de que “la carga se acomoda en el camino” es una fiel representación del pragmatismo resignado que ha dominado nuestra cultura política a lo largo de dos siglos. Actuar políticamente bajo este principio es asumir que podemos suspender el uso de la ética y la razón en el presente, con la esperanza de recuperarlas o aplicarlas en un futuro no definido.
Los que se ubican en esta posición, entonces, parecieran estar dispuestos a tirar los dados sobre la mesa de la historia, bajo el supuesto de que lo que interesa es terminar con el gobierno de Daniel Ortega. Luego se “acomodará la carga”, que es otra manera de decir: luego “ya Dios dirá”.
La juventud que ve la política y la historia desde esta perspectiva actúa ya como una extensión de la anquilosada clase política nicaragüense que, diariamente, nos ofrece ejemplos de su capacidad para pensar y actuar bajo el supuesto de que lo políticamente deseable tiene que subordinarse siempre a lo que la realidad constituida y la moralidad dominante definen como posible. Si lo posible para los partidos políticos es participar en elecciones viciadas, pues se hace; y si “la realidad” define que lo único posible para las feministas es aliarse con los enemigos de las mujeres y marchar con ellos en las llamadas “marchas blancas”, pues se hace también.
Al momento de hacer las últimas revisiones de este libro, pude apreciar el peso del pragmatismo resignado con el que opera nuestra clase política y parte de nuestra juventud. En un mismo día, Humberto Belli y Edmundo Jarquín —dos miembros prominentes de la clase política nicaragüense que se opone a Daniel Ortega— escribieron sendos artículos de opinión para atacarlo, apoyándose en una velada crítica contra el gobierno del FSLN que poco antes hiciera el hermano de Daniel Ortega, el ex director del Ejército Sandinista y ex miembro de la Dirección Nacional del FSLN, General Humberto Ortega (Jarquín 2012; Belli, 2012).
En sus artículos, Belli y Jarquín citan con aprobación la crítica del General Ortega a su hermano y, al hacerlo, legitiman al General como un experto político y, peor aún, como un eje de referencia para articular una estrategia que impida la consolidación de una dictadura controlada por el actual Presidente. Ni Belli ni Jarquín, sin embargo, podrían explicar, mucho menos justificar, el origen de la fortuna del General Ortega o su conducta como jefe del ejército y miembro de la Dirección Nacional del FSLN en los 1980s.
Al igual que los y las jóvenes de la posición antisandinista razonada, la clase política que representan Belli y Jarquín piensan que lo importante hoy es salir de Daniel Ortega, independientemente de que al hacerlo, saltemos de “la sartén a las brasas”; de la ética de Daniel Ortega, a la de su hermano, el General. Actúan, pues, pensando que “la carga se acomodará en el camino”. Mañana, “ya Dios dirá”.
¿Cómo poner fin a esta actitud frente a la historia? ¿Cómo impregnar nuestra política de un sentido ético que estabilice nuestro desarrollo e impida los vaivenes que produce el pragmatismo resignado que nos empuja a adecuarnos a las circunstancias que dicta el poder, independientemente de la moralidad que las define? Y más importante aún, para los propósitos de Generación XXI, ¿cómo revertir el proceso de socialización que ha empujado a una parte de nuestra juventud a actuar como hemos actuado los que les heredamos la miseria que, sin quererlo, ellos ahora han empezado a reeditar?
En el diálogo sostenido en Generación XXI, señalamos que las ciencias cognitivas tienen mucho que enseñarnos sobre la posibilidad de trascender los límites que impone nuestra cultura y las estructuras de poder en las que ésta se encarna. Tienen mucho que enseñarnos sobre la neuroplasticidad; es decir, sobre la posibilidad de reconstruir los circuitos neuronales en donde están inscritos los valores, las creencias y los hábitos que pueden convertirnos en reproductores, y hasta amplificadores, de la cultura política dentro de la que hemos sido socializados. La educación, por ejemplo, puede ser utilizada como un medio para lograr estos cambios. Hablo de la educación en su sentido más amplio: como nuevas experiencias basadas en nuevas formas de educar y de aprender dentro y fuera del aula; nuevas experiencias transmitidas a través del arte, los periódicos y la televisión; nuevas experiencias basadas en formas atractivas de transmitir los principios y los objetivos que deben regir nuestra conducta y nuestras actitudes frente al poder.
La posición antisandinista no-razonada
Dentro de esta categoría se ubican aquellas opiniones que rechazan las ideas y acciones del FSLN sin explicar las razones de este rechazo. Estas opiniones se expresaron casi siempre en escritos cortos que, por su intensidad, parecían más bien explosiones emocionales provocadas por un sentimiento de rabia. Dan la impresión de que, para sus autores, nada que haga, diga o piense el FSLN es, o puede ser, aceptable.
De igual forma, los y las jóvenes que integran esta posición rechazan indiscriminadamente cualquier crítica expresada contra la oposición al FSLN, bajo el supuesto de que estas críticas se traducen en un apoyo directo o indirecto al sandinismo en el poder. La lógica de que “el enemigo de mi amigo es mi enemigo” funciona como uno de los ejes normativos de esta posición.
La fuerza con la que se expresa la posición antisandinista no razonada, y la ausencia de explicaciones y argumentos en sus planteamientos, señala un grado de convicción que con frecuencia raya en la intolerancia y que, por lo tanto, se aleja de una racionalidad y una práctica política democrática y moderna. Los que asumen esta posición no aceptan la posibilidad de hacer uso de la palabra y de la razón para promover diálogos, articular consensos y reducir las tensiones y contradicciones que forman parte de la vida en sociedad. Más aún, desde la perspectiva que ofrece esta posición, la idea del adversario político se sustituye por la idea del enemigo al que solamente se quiere anular o destruir.
En realidad, en las opiniones que se agrupan dentro de esta categoría, el FSLN no es percibido como un partido que puede ser obligado a cambiar o ser derrotado políticamente. El FSLN es, simplemente, la encarnación de la maldad; una maldad cuyas causas se ubican en un plano que trasciende la política y lo políticamente posible. Una dramática muestra de estas opiniones:
José: “El sandinismo no es una ideología más, el sandinismo no es solamente un partido más en el poder. No, el sandinismo es avasallamiento, es asesinato selectivo por medio de sicarios, incluso de sus propios camaradas [. . .] El sandinismo es muerte, es odio, es perversión”.
Nótese que José no se limita a decir que el sandinismo ha “avasallado”, o que algunos, o muchos sandinistas, han sido responsables de crímenes y asesinatos. Él va más allá y argumenta que el sandinismo es odio, es perversión, es avasallamiento, etc.
Hay mucho de religiosidad en esta visión. Revela una perspectiva desde la cual el mundo se percibe como un espacio de lucha entre las fuerzas absolutas del bien y el mal. En este espacio, el mal debe ser aplastado de cualquier forma.
Para apreciar la naturaleza de la visión que se expresa en el comentario de José, vale la pena citar un artículo de René González de la Vega, quien compara la visión maniquea de la política con la contractualista; es decir, con la que se orienta a la construcción de consensos sociales integradores:
“La política puede verse desde dos polos opuestos: el primero la ve como el único medio para resolver conflictos sociales. La entiende como un instrumento y no como fin. Su función es la de drenar los conductos de comunicación social, facilitar el diálogo y encontrar respuestas. El segundo, en cambio, ve en la política una forma de suprimir al ‘otro’. De vencer al contrario e imponer las ideas propias. De ahí que no busque el diálogo ni la reconciliación, sino la victoria sobre el otro. La primera de ellas deriva de la tradición política del ‘contrato social’. De la idea de que la política inicia cuando los individuos deciden resolver sus problemas sin tener que acudir a la violencia privada. La segunda, en cambio, deriva de lo que podríamos llamar ‘un maniqueísmo político'” (González de la Vega, 2010).
La perspectiva maniquea de la posición antisandinista no razonada impide visualizar las áreas grises de la competencia política que son fundamentales para la articulación de un consenso democrático. Desde la perspectiva que utilizan los que integran esta posición, el mundo de la política se percibe en blanco y negro. Quien se arriesga a reconocer matices en este mundo polarizado corre el peligro de enfrentar la desconfianza de los que entienden la política como una lucha eterna entre el bien y el mal.
Esta desconfianza afloró cada vez que hice una crítica a las organizaciones y partidos antisandinistas durante el período electoral. No importó el registro de mis críticas al FSLN, fuera y dentro del blog Generación XXI; no importó que yo explicara, en la medida de mis posibilidades y capacidades, las razones por las que criticaba a la oposición. Desde la perspectiva polarizada de los y las jóvenes ubicados en la posición antisandinista no razonada, lo único que parecía importar era la posibilidad de que mis comentarios contribuyeran a debilitar la posición de la oposición antisandinista en su lucha contra “el mal”. Los siguientes son algunos ejemplos de los comentarios que recibí después de una de mis críticas a la oposición contra el FSLN:
Adolfo: Parece que este señor ya se está plegando a las filas orteguistas, pero lo hace con una sutileza que cualquiera que lo lee se traga el cuento. Sr. Pérez, váyase con sus cantinfladas muy lejos y deje a la juventud nicaragüense decidir su futuro.
Mayela: Luego de estas parrafadas del Dr. Pérez-Baltodano, y de la discusión que ha provocado entre sus lectores, sabrán por qué Ortega tendrá otro período como presidente.
Amatista: No es hora de lucha ideológica ultramontana como proponés, sino de lucha política para salvar la libertad y la democracia. Si te parece poca cosa, entonces, efectivamente, vos no tenés nada que proponer y por omisión, le hacés el volado a quienes nos quieren paralizados.
Modesto: ¿Cuánto te están capitalizando tus artículos? Ortega te cagó la mano bien pesada. ¿No te das cuenta que Fidel, el dictador senil y su mal llamada revolución, ya es un fracaso? ¿Profesor? ¡Indoctrinador es lo que sos!
Es importante resaltar la ausencia, en estas opiniones, de una defensa razonada de las ideas y posiciones de los partidos que, durante los meses de vida de Generación XXI, se oponían al FSLN. Para sus autores, la única virtud de la oposición parecía ser oponerse a Daniel Ortega.
En otras palabras, parecía que los opinantes en esta categoría no encontraban, o tenían dificultades para identificar y defender la identidad política de la oposición, más allá de su “antidanielismo”. El valor de la oposición era, simplemente, ser el negativo de la foto del FSLN.
Así pues, la posición antisandinista no razonada no defiende ni ofrece una visión propositiva para nuestro país. No ofrece, por ejemplo, una visión de sociedad que defina el necesario marco de tolerancia y coincidencias políticas que le permitiría a un gobierno no sandinista coexistir con el FSLN y los sectores que este partido representa.
Si a esto se agrega que este sector percibe al FSLN como la encarnación de la maldad, es posible deducir que el antisandinismo no reflexivo representa a un sector de la población que estaría dispuesto a hacer uso de la violencia para terminar con el sandinismo. Esta inclinación se expresa en una contribución en la que su autor defiende el golpe de Estado del 2008 en Honduras y, por extensión, la idea del golpe de Estado como un medio para derrocar a Daniel Ortega y sus aliados:
Modesto: Este prudente de Pérez obvia los planes chavistas-Ortega. Micheletti les salió adelante. ¿Golpe de Estado? Lo tenían bien merecido.
Desde la perspectiva antisandinista no razonada, un golpe de Estado contra Manuel Zelaya, o contra Hugo Chávez, o contra Daniel Ortega, estaría justificado porque cualquier forma de lucha resulta aceptable cuando el enemigo es definido como la personificación de la perversión y la maldad. En este caso, “el fin justifica los medios”.
Es importante señalar que la perspectiva antisandinista no razonada no establece diferencias entre la dirigencia del FSLN y sus seguidores. Así pues, no reconoce diferencias entre las razones e intereses por los que la dirigencia del FSLN defiende sus posiciones, y las razones e intereses por los que, por ejemplo, los jóvenes sandinistas apoyan a este partido. En otras palabras, la “perversión” de la dirigencia del FSLN se traslada a sus seguidores. A éstos se les niega cualquier legitimidad.
Puka: La juventud [sandinista] actualmente se vende por cualquier limosna que le ofrece el gobierno mientras está en campaña y logra estar en el poder.
El tipo de apreciaciones como la que ofrece Puka niega la posibilidad de entender y reconocer que los jóvenes que apoyan al FSLN puedan hacerlo por razones comprensibles o justas. En este sentido, estas apreciaciones pueden ser el reflejo de un profundo desconocimiento de los condicionamientos materiales que inducen a muchos jóvenes a respaldar al FSLN.
A pesar de todas las deficiencias de la posición antisandinista no razonada, sería un grave error ignorar o deslegitimar el sentir de los que se ubican en ella. Es posible que detrás de la intensidad y las desconfianzas con las que se expresa este sector de la juventud, existan algunas de las muchas heridas abiertas con las que sobrevive Nicaragua. No debemos olvidar que la nuestra es una sociedad traumatizada por la muerte y el dolor sufridos en la década de los 1980s. No debemos olvidar que somos una de las pocas sociedades del mundo que han atravesado la experiencia de la guerra sin haber hecho jamás un ejercicio colectivo para superarla.
¿Cómo llegar al fondo de las emociones que se expresan en la posición antisandinista no razonada? ¿Cómo separar los componentes reales y los imaginarios que integran la visión política de este grupo? ¿Cómo separar lo legítimo y lo ilegítimo de sus posturas? Y, finalmente, ¿cómo empujarlos a dialogar?
Estas son preguntas que nos atañen a todas; y, sobre todo, a la juventud que tendrá que caminar este siglo con el lastre de los traumas causados por los errores de mi generación. Son preguntas-problemas que demandan de muchos saberes y de mucha voluntad. Para responderlas y resolverlas tendremos que crear puentes que nos permitan conocernos, reconocernos y construir una verdadera sociedad nacional.
La posición prosandinista razonada
En esta posición se agrupan aquellas opiniones que explican, con la claridad que permite el medio utilizado para participar en Generación XXI, las razones por las cuales sus autores apoyan al FSLN. De estas razones se desprende, como lo muestra el comentario siguiente, que si la democracia y el Estado de Derecho son las banderas principales de la posición antisandinista razonada, la justicia social es la principal motivación que mueve a los que se ubican dentro de la posición prosandinista razonada.
Karen: “Es fácil criticar y buscar culpables. Sin embargo, no es necesario usar lentes para ver el cambio que vivimos. Son cambios palpables: la reducción de la extrema pobreza a pesar de la conocida crisis mundial, gracias a la gestión del Comandante Ortega”.
Los cambios a los que hace referencia Karen son percibidos como claras demostraciones de progreso por muchos jóvenes sandinistas. En algunos casos, ellos sobredimensionan el alcance de estos cambios y, en particular, el de los programas sociales del FSLN. Al mismo tiempo, el sector de la clase política que se opone al FSLN no logra captar la trascendencia que puede tener casi cualquier programa social en un país de pobres como Nicaragua, sobre todo después de la experiencia de los gobiernos neoliberales que, bajo el principio del “sálvese quien pueda”, controlaron el Estado entre 1990 y el 2006.
En una entrevista a jóvenes de diversas orientaciones políticas, la joven sandinista Exania Hernández señalaba que solamente el desconocimiento de la realidad de las zonas pobres del país —especialmente las rurales— podía explicar el desprecio y el sarcasmo con que el discurso de la oposición hacía referencia a “la gallinita” o a la “chanchita” que recibían los beneficiarios de los programas sociales del gobierno. Para los que no son pobres, decía Exania, estos pequeños bienes son irrelevantes (Hernández, 2010). Para los que no tienen nada y nunca han recibido atención de parte del Estado, sin embargo, los programas sociales del gobierno del FSLN son una experiencia extraordinaria que tiende a crear un fuerte sentimiento de lealtad política que, por supuesto, puede ser manipulado.
Podemos decir, entonces, que la justicia social constituye la preocupación fundamental y casi exclusiva de los y las jóvenes que integran la posición prosandinista razonada. Es una prioridad a la que, desde la óptica de la juventud sandinista, deben subordinarse el respeto a la ley y las instituciones.[17]
Así pues, los que integran la posición prosandinista razonada justifican la elección —constitucional o inconstitucional— de un gobierno que enarbole la bandera de la justicia social. Así lo confirmaron los jóvenes sandinistas Waleska Suárez, Eliud Garmendia y Orlando Aguilar en un programa de televisión transmitido poco antes de las elecciones de noviembre del 2011. Para ellos, lo importante en estas elecciones no era el respeto a la Constitución, sino el derecho de los nicaragüenses a elegir a quienes están dispuestos a “apoyar al pueblo” (Suárez, Garmendia, Aguilar, 2011). Esta misma posición fue expresada por un joven sandinista en el blog Generación XXI:
Freddy: “La ‘democracia’ va a depender de la visión y la posición político-ideológica del que la quiera explicar. Si vemos la realidad de Nicaragua, aquí se manifiestan muchas expresiones de la democracia institucional que los países ricos imponen a los más pobres: elecciones, observación, etc. Pero además se dan otras expresiones que trascienden lo meramente institucional: como cuando un millón y más de militantes de un partido como el FSLN exigen se respete su derecho a postular de candidato a quien ellos deciden. Por otro lado, los intentos que realizan otros sectores de la sociedad por impedir que esto suceda, es una expresión de anti-democracia. De algo estoy convencido: la democracia sui géneris que vivimos los nicaragüenses se ha venido consolidando”.
En esta opinión, el criterio de la mayoría se utiliza como justificación para la proclamación anticonstitucional de Daniel Ortega como candidato a las elecciones del 2011. Oponerse a esta mayoría es, desde la perspectiva expuesta en el comentario anterior, antidemocrático.[18]
Así, la idea del Estado de Derecho se desvirtúa para transformarse en la idea del “Estado por Derecho” (ver Nagle, 2009). El Estado por Derecho hace referencia a un modelo de relaciones entre Estado y sociedad en el que la norma constitucional que le otorgó el poder al FSLN, como el ganador de las elecciones del 2011, es interpretada como el derecho a gobernar autocráticamente por encima de los perdedores, y por encima del espíritu de la ley.
No todos los autores de las opiniones de la posición pro-FSLN razonada, sin embargo, proyectaron una visión partidizada del Estado de Derecho y de la democracia. La siguiente opinión es la de un auto-declarado sandinista. En ella se expresa una visión contractualista de la democracia; es decir, una visión que incluye la necesidad de articular un consenso social que trascienda los límites de la democracia formal, para defender los derechos sociales de los y las nicaragüenses:
Amílcar: “Nicaragua necesita un proyecto de nación incluyente y al mismo tiempo excluyente. El problema es definir juntos un programa incluyente. Yo personalmente soy sandinista, socialista y anticapitalista. Creo que la palabra que nos puede unir es Democracia Sustantiva (respeto al Estado de Derecho; respeto a la libertad de opinión de todos, también de mis adversarios; promoción de los derechos fundamentales como la educación gratuita para todos, la salud gratuita, casa digna, créditos justos para los campesinos, libertad de organización, economía solidaria, seguridad alimentaria y otros)”.
Amílcar, entonces, propone el respeto por el Estado de Derecho sin el cual no puede garantizarse un orden social que no dependa de los caprichos de un caudillo. Propone, además, el respeto por los derechos ciudadanos, sin los cuales el Estado de Derecho es una entelequia.
Nótese cómo el comentario anterior hace referencia a la necesidad de articular un proyecto de nación que sea incluyente y excluyente a la vez. Este señalamiento no es incompatible con la idea del consenso social porque, como se explica más adelante, hablar de un consenso social es, por definición, hablar de un consenso hegemónico. Es decir, es hablar de un contrato social que prioriza las necesidades y las aspiraciones de un sector de la sociedad.
Lo anterior es inevitable, si uno toma en consideración la heterogeneidad de la condición humana y la multiplicidad de intereses y aspiraciones que coexisten dentro de cualquier formación social. Es especialmente inevitable en un país como Nicaragua, marcado por profundas diferencias sociales y por aspiraciones y necesidades que coexisten en un estado de contradicción permanente.
Si tomamos en cuenta la prioridad que para los sandinistas tiene la justicia social, es posible asumir que las exclusiones a las que hace referencia Amílcar sean aquellas posiciones o prácticas económicas, políticas y sociales que niegan o minimizan la importancia de la lucha contra la pobreza y la marginalidad social en nuestro país. El reto de la democracia en Nicaragua es hacer estas exclusiones sin ignorar el principio de la libertad.
En realidad, el reto de cualquier democracia ha sido y sigue siendo establecer un balance entre el principio de la libertad y el principio de la justicia social. No existen fórmulas para lograr este balance. Suecia lo ha hecho de manera diferente a Alemania o Francia. Canadá ha articulado su propia fórmula. Costa Rica y Chile lo han hecho respondiendo a sus propias condiciones.
El balance entre la justicia y la libertad, en cualquiera de estos ejemplos, no es estático ni perfecto, porque la democracia es un proceso de reconstitución permanente. Este proceso está marcado por la defensa de intereses y aspiraciones contradictorias. Construir la democracia, desde esta perspectiva, es crear las condiciones culturales, institucionales y materiales que le permitan a una sociedad participar ordenadamente en la construcción y reconstrucción del balance entre el principio de la justicia y el de la libertad.
La posición prosandinista no-razonada
La posición antisandinista no razonada encuentra su contraparte en las contribuciones que se agrupan en la posición prosandinista no razonada. Al igual que su contraparte no sandinista, las opiniones de este grupo se expresan con gran fuerza emocional y rechazan cualquier cosa que diga o piense la oposición, entendida ésta en su sentido más amplio; es decir, como cualquier grupo o persona que, por cualquier motivo o razón, no esté de acuerdo con todas y cada una de las acciones y posiciones del FSLN. Un ejemplo de las opiniones expresadas por quienes integran la posición prosandinista no razonada:
Juana de Arco: “Vos también querés aprovecharte de la juventud. Primero educá a tus hijos para que aporten para el país y no digan lo que tú decís, trabajá en tu hogar y después para la calle. Da el ejemplo y trabajá para la juventud y no hagás que la juventud trabaje para vos. El gobierno actual lo que quiere es preparar a la juventud para el trabajo, para que mejore su calidad de vida, para disminuir la pobreza y la corrupción juvenil”.
El comentario anterior, escrito en respuesta a una de mis entregas en Generación XXI, ignora completamente los argumentos que yo presenté en mi crítica al FSLN. Su autora menciona lo que en su opinión son logros de este partido. El resto de sus palabras son usadas para atacarme.
Al igual que las opiniones no razonadas expresadas en contra del FSLN, las opiniones de la posición prosandinista no razonada asumen “maldad” o “mala intención” en aquellos que, como yo, critican a este partido. Un ejemplo de estas opiniones es la respuesta que recibí de un joven cuando, en otra de mis entregas, propuse que los y las jóvenes sandinistas y no sandinistas dialogaran y debatieran sus posiciones y diferencias:
Alberto: “¿Qué pretende este estimado? ¿Qué se realice un debate sobre x temas? ¿Medir cuáles jóvenes son más o menos inteligentes o ideologizados? Gente como este señor sitúan sus esperanzas en que Chávez quiebre para que Nicaragua se hunda y Daniel pierda. No entiendo cómo desean esto, pero bueno, para eso les pagan y está bien que sueñen”.
Alberto hace preguntas que fueron respondidas en la entrega contra la que él reacciona. Más aún, la propuesta del diálogo/debate la hizo el mismo Daniel Ortega. Lo que yo hice fue proponerle a la juventud sandinista y no sandinista “tomarle la palabra” al Presidente y organizar un diálogo entre jóvenes de posiciones y visiones políticas diferentes. Aclaré, además, que lo que proponía no era “la realización de un vulgar ‘mano a mano'”. Y agregaba: “Proponemos la creación de una instancia de diálogo permanente en donde ustedes, la juventud nicaragüense, pueda explorar —con la seriedad que demanda la grave situación del país—, las posibles bases de un acuerdo social que nos incluya a todos”. Más aún, yo aclaraba que la propuesta no se encaminaba a organizar un encuentro basado en la tonta simplificación que hacen los que dividen a la juventud de nuestro país entre “sandinistas y no sandinistas”, “concientizados y confundidos”, “oligarcas y revolucionarios”, “culitos negros y culitos rosados”.
De nada sirvieron estas aclaraciones. Alberto hace preguntas que ya habían sido respondidas y, al hacerlo, obstruye la posibilidad de una conversación o un debate. Él podría haber criticado las bases del encuentro propuesto, y hasta sugerido un esquema alternativo. No lo hace, y plantea preguntas que ignoran la propuesta que yo hice. Peor aún, me acusa de ser alguien a quien “le pagan” para escribir lo que escribo.
“Para eso les pagan” es una expresión que revela la visión del adversario político —en este caso yo, como autor de la columna criticada— como un enemigo que trabaja en alianza con fuerzas oscuras que conspiran contra el FSLN. El autor de esta opinión no necesita de evidencias para lanzar esta acusación. Para él, la prueba de mi supuesta asociación con “los que me pagan” es, simplemente, que critico al FSLN.
La visión conspiratoria que se manifiesta en los comentarios anteriores también se expresa en la siguiente contribución. En esta ocasión, soy presentado como un Maquiavelo que entrena a los jóvenes de la clase “media alta” para gobernar, mientras “somete” a los “jóvenes pobres” con su retórica:
Garry: “Vemos nuevamente a un politólogo vendiendo su mercancía ideológica en forma de consigna (‘providencialismo resignado’) a jóvenes de la clase media alta que desean gobernar en el futuro. Vemos que él les da ‘training’ en cómo lograrlo. Vemos que les indica que la teología es importante para gobernar. Vemos que se inspira en una tradición jesuítica. ¿Se entrenará de forma principesca a la futura clase gobernante? Vemos unos poco pudorosos deseos de poder, pero vemos también impotencia. ¿Cómo llegará a los jóvenes pobres que no son futuros gobernantes? ¿Cómo hacer para someterlos al juicio aterciopelado del poder retórico?”
Nuevamente, este comentario no hace referencia al contenido de mi artículo. Garry se limita a especular sobre mis intenciones, lo que no facilita el diálogo y el intercambio de opiniones que es necesario para construir una verdadera práctica democrática. Para Garry, entonces, la política es una guerra permanente, en la que el objetivo de los que compiten para alcanzar el poder es aplastar a los contrarios, ya que éstos no son reconocidos como adversarios; es decir, como personas que tienen una posición política que puede y debe ser rebatida, sin negar el derecho que ellas tienen a defenderla.
El espíritu reflexivo del que se alimenta el debate en una democracia está ausente en posiciones que, como la siguiente, evaden la crítica a los argumentos del oponente, y optan por ofrecer una caracterización sarcástica de los mismos:
Alberto: “Aquí está el otro sabiondo. . . ¿Qué querés? ¿Competencias de ideas? ¿Qué vamos a debatir? ¿Si Daniel es dictador o si ustedes son traidores? Con cualquiera de ustedes me empujo a discutir, de cualquier cosa”.
Este tipo de respuestas no fomenta el diálogo democrático ni el debate informado. En lugar de debatir los argumentos planteados, se recurre a descalificaciones y sarcasmo, lo que socava la posibilidad de un intercambio constructivo de ideas.
Es importante advertir que la posición prosandinista no razonada utiliza un discurso emotivo similar al que, con sentido contrario, expresan los y las jóvenes agrupados en la posición antisandinista no razonada. Ambas posiciones evitan el diálogo y rehúyen el examen crítico de sus propias posiciones. Ambas conllevan una carga importante de intolerancia que, con frecuencia, conduce a la legitimación de la fuerza como un instrumento para alcanzar o preservar el poder.
Tanto la intolerancia como el ánimo autoritario que se expresa en estas dos posiciones se alimentan de la brecha existencial que separa a la juventud sandinista y a la que se opone al FSLN. Esta brecha genera desconfianza.
Sobre esta desconfianza yo hablé en una entrega en la que, basado en mi propia experiencia, le decía a los jóvenes de las clases pudientes que participaban en Generación XXI, que el desconocimiento que ellos revelaban —y reconocían— de lo que vive y siente el “otro” y la “otra” pobre y marginada, es de dos vías. Los jóvenes pobres que apoyan al FSLN, les decía, ven a los jóvenes “acomodados” que se oponen a este partido como seres que habitan un mundo totalmente divorciado del de ellos. Esto lo confirma el siguiente comentario extraído del blog:
Sol: “Es triste ver que los jóvenes sean mal informados y crean que los chavalos de la Juventud Sandinista son unos vándalos. ¡Hasta terroristas nos han dicho! Sin embargo, estamos trabajando en los barrios, sin distingos políticos. Pero hay un grupito de niños de mami y papi que creen que son la mamacita de Tarzán. Incluso creen que pueden ser los salvadores de la tierra cuando lo han tenido todo desde que nacieron. No han pasado hambre ¡no se han mojado ni nada! Ahora resulta que dicen que sienten el dolor del pueblo…”.
El reclamo social que se expresa en este comentario es discursivamente más crudo que el que expresaban los sectores populares durante la década revolucionaria de los 1980s. En ese entonces, las demandas sociales se articulaban dentro de las posiciones analíticas y normativas propias de la izquierda revolucionaria latinoamericana. El marxismo y la teología de la liberación, para mencionar dos de estas posiciones, proporcionaron a las clases populares un vocabulario y herramientas teóricas para articular el sentido de su lucha social.
El reclamo social que se expresa en las opiniones de la posición prosandinista no razonada no se enmarca dentro de un esquema teórico determinado. No es marxista; y no es “socialista, solidario y cristiano”, porque estas tres palabras forman una consigna. Es decir, no son expresiones o componentes de una filosofía o de una ideología política estructurada.
La ausencia de un discurso teórico en las opiniones que ofrecen los que se ubican en la posición prosandinista no razonada no reduce en nada la autenticidad de quienes reclaman a los jóvenes de la clase media y media alta de Generación XXI que ellos “no han pasado hambre” y que ni siquiera “se han mojado”. Estos reclamos deben ser tomados en consideración, sobre todo por quienes enarbolan la defensa de una democracia que no le dice nada al que ha “pasado hambre” o al que “se ha mojado”.
Quiero señalar que la expresión: “¡no se han mojado ni nada!” fue para mí una de las más reveladoras que leí durante la vida de Generación XXI. La interpreté como el reclamo de alguien para quien las lluvias son una amenaza.
Me conmovió porque los recuerdos más agradables que tengo de Nicaragua tienen que ver con la lluvia. Cuando llueve, baja el calor, reverdece la vegetación y la vida entera se llena del prometedor olor a tierra mojada. Yo fui pobre, pero nunca “me mojé”. Por eso es que el reclamo del joven sandinista a quienes “¡no se han mojado ni nada!” me afectó personalmente y me hizo ver las enormes distancias que nos separan. La misma lluvia: dos visiones diferentes. Unos podemos escribir poemas sobre la lluvia. Otros solamente pueden ver en ella el anuncio de enfermedades, miseria y dolor.
¿Cómo llenar estas brechas existenciales que nos separan? ¿Cómo acercarnos nosotros, los que “no nos hemos mojado”, a los que padecen la justa “rabia de clase” de la que nos hablaba David en uno de sus comentarios en Generación XXI? ¿Cómo sentir como nuestro el drama del 27% de la población que, de acuerdo a un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), padece de desnutrición? Esta condición, como señala el coordinador en Nicaragua del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), “afecta directamente el desarrollo del coeficiente intelectual” de 1.4 millones de nicaragüenses; es decir, del 27% de la población del país. ¿Cómo detener esta fábrica de justa “rabia de clase” que con frecuencia se expresa en un lenguaje irreflexivo y emocional?
¿Cómo reaccionar con determinación solidaria y con ética humanista, o cristiana, o humanista y cristiana, o atea y humanista, o lo que sea, frente al horror que encierran las palabras del representante del PNUD cuando nos dice: “Estamos fabricando un tercio del país que no podrá tener éxito en las escuelas, ni pensemos que entrarán a la universidad”? (Missair, 2009).
Más sobre nuestro atraso: “Un tercio de los adolescentes [en nuestro país] presentan rezagos serios en educación, y dos tercios de los jóvenes de 25 a 29 años tienen secundaria incompleta. Asimismo, el 66% de jóvenes y adolescentes que están empleados trabaja en la informalidad, un tercio vive en hogares con alta dependencia económica, y más de la cuarta parte, en condiciones de hacinamiento […] Tres de cuatro jóvenes (78% del quintil más pobre están subempleados, mientras que el subempleo sólo afecta al 3.2% de las personas del quintil con mayores ingresos” (PNUD, 2011, 28-33).
Más aún: “De acuerdo con el índice de Pobreza Multidimensional Juvenil (IPMJ) que revela el Informe Nacional de Desarrollo Humano (INDH) 2011 del PNUD, el grupo de edad que sufre más privaciones de manera simultánea en las dimensiones de educación, salud, empleo y condiciones del hogar, es el de jóvenes de 25 a 29 años”. Este mismo informe plantea que “actualmente, cerca de un millón de adolescentes y jóvenes nicaragüenses son considerados pobres de manera multidimensional, lo que representa la mitad del total de la población adolescente y joven” (IEEPP, 2012).
¿Cómo podremos pedirles a los y las jóvenes que son y van a ser producto de la fábrica de miseria y atraso que es nuestro país que razonen? ¿Con qué derecho podremos exigirles que no se dejen llevar por sus emociones y su rabia; que no se entreguen en los brazos del caudillo de turno que les ofrece protección?
¿Con qué derecho le puede pedir la oposición antisandinista a los desnutridos de nuestro país que renuncien a los programas “asistencialistas” del gobierno de Daniel Ortega, y que prioricen la defensa del “Estado de Derecho”; es decir, el Estado de Nuestros Derechos; los derechos de los que nunca “nos hemos mojado”?
Al mismo tiempo: ¿Cómo convencer a la juventud sandinista que no debe renunciar al derecho que tiene a la justicia social en libertad? ¿Cómo evitar que la juventud sandinista sea domesticada por el poder de la élite que controla al FSLN? ¿Cómo evitar que una joven inteligente como la sandinista Xóchilt Núñez vea en Daniel Ortega y Rosario Murillo a su “papá y su mamá”; al gobierno como una institución encargada de decirles “cómo vivir”; y al sandinismo como “una religión”? (Núñez, 2011).
Todos debemos luchar para que la juventud sandinista eleve su capacidad crítica y, sin renunciar a sus derechos y aspiraciones, evite caer en la trampa del caudillismo que lleva a muchos a subordinar su pensamiento a la figura del líder que lo puede y lo sabe todo. Una dolorosa expresión de esta subordinación es la declaración de Bosco Castillo, Coordinador de la Juventud Sandinista, en una entrevista publicada en un medio local. El motivo central de la entrevista era conocer las razones que habían motivado a la Juventud Sandinista a dedicarle el congreso que se desarrolló el 9 de agosto del 2012 a Fidel Castro. Haciendo referencia al trabajo de la organización ambientalista sandinista Guardabarranco, el Coordinador de la Juventud Sandinista señaló orgullosamente:
El Movimiento Ambientalista Guardabarranco no tiene referencias científica-técnicas para hacer su trabajo […] su referencia es el Pensamiento del Comandante Fidel […] Los Compañeros no andan buscando documentos científicos, que al final te pueden enredar; sino que buscan el Pensamiento del Comandante Fidel (Castillo, 2012).
¿Ignorancia? ¿Servilismo? Es posible. Tal vez la explicación de casos particulares como el de este joven sea sencilla. Pero es peligroso generalizar/sobresimplificar las motivaciones de miles de jóvenes que apoyan al FSLN. Es necesario profundizar nuestro pensamiento para entender las razones que mueven a jóvenes como Mario Aguirre a decir que “[El FSLN] es el único partido que me ha tomado en cuenta” (Aguirre, 2011). Es necesario entender al “otro” y a la “otra” para ayudarlos a elevar su condición humana. Solamente así podremos elevar la nuestra.
La posición postsandinista[19]
Dentro de esta posición se ubican las opiniones de los y las jóvenes de Generación XXI que expresaron una profunda insatisfacción con los valores y las prácticas políticas dominantes en el país. Ellos perciben estos valores y prácticas como los principales obstáculos que enfrentan la modernización y democratización del país. Así, sus integrantes no simplemente expresan el deseo de cambiar los actores que dominan el quehacer político nacional, sino además, la urgencia de transformar las estructuras de poder que facilitan el surgimiento de este tipo de actores.
La posición postsandinista tiene una importancia especial para los objetivos de Generación XXI. Las ideas y opiniones de sus integrantes ofrecen la oportunidad de promover y construir una nueva cultura política para Nicaragua; una cultura política que trascienda el sandinismo, entendido este como la expresión más reciente del “espíritu de secta”, el maniqueísmo, y la inautenticidad, que han marcado el pensamiento y la práctica política nicaragüense a lo largo de nuestra historia.
Por la importancia de esta posición, he identificado los atributos peculiares que la distinguen de las cuatro posiciones previamente analizadas. Estos atributos, además, separan al pensamiento político de la posición postsandinista, del pensamiento dominante en la clase política nicaragüense.
Un pensamiento político, como se ha señalado antes, es un cuerpo teórico que integra las dimensiones explicativas y normativas de la realidad. Más concretamente, es una representación y explicación de la realidad que, apoyada en una posición ética y una visión normativa, sirve para articular estrategias de acción para mejorar el funcionamiento de la sociedad.
En términos explicativos, el pensamiento de la posición postsandinista puede conceptualizarse como estructural, sistémico e histórico. En términos ético-normativos, el pensamiento postsandinista es crítico-reflexivo y humanista-secular. Finalmente, en términos estratégicos y propositivos, el pensamiento postsandinista puede definirse como pluralista-radical, deliberativo y contractualista.[20]
La consolidación de esta posición dependerá de la capacidad de los y las jóvenes que la asuman para profundizar y consolidar las ideas y las perspectivas teóricas que se sintetizan en esta caracterización. En este sentido, el postsandinismo debe verse como un proyecto educativo para la construcción de un pensamiento político generacional que se apoya en planteamientos éticos, analíticos y propositivos; un proyecto educativo con una perspectiva moderna y modernizante de la política nicaragüense; un proyecto educativo orientado a la Generación XXI y, más exactamente, a las generaciones a las que por derecho de nacimiento les pertenece el siglo que vivimos.
El postsandinismo, entonces, no es un proyecto político partidario. Es decir, no es un proyecto diseñado para crear una nueva pieza en el rompecabezas de la política nicaragüense. El postsandinismo es un proyecto más ambicioso y más necesario, porque intenta crear una nueva forma de pensar y practicar la política; una forma de entender y vivir la política que contribuya a crear el diseño que nos permita juntar las piezas del rompecabezas de nuestra identidad nacional.
Un pensamiento estructural
El pensamiento postsandinista está basado en una visión estructural de la realidad nicaragüense. El concepto de estructura debe entenderse aquí en su sentido más amplio; es decir, como la representación de formas legitimadas y estables de organizar y reproducir las prácticas que definen el sentido del orden social. Hablar de estructuras es, entonces, hablar de las regularidades objetivas y subjetivas que definen el marco de limitaciones y posibilidades dentro del que operan los miembros de una sociedad.
Aplicado al caso de Nicaragua, el concepto de estructura puede usarse, como lo hace Tania Yahoska Baltodano, para hacer referencia a “las reglas del juego […] que propician el autoritarismo y fomentan la cultura caudillista y dictatorial [en Nicaragua]”. El Estado nicaragüense, por ejemplo, funciona dentro de estas reglas y, al mismo tiempo, “las racionaliza y legitima” (Baltodano, 2011).
Las estructuras sociales, en este sentido, limitan y al mismo tiempo facilitan la construcción del orden social. Ellas, entonces, deben verse como “reglas” que imponen límites a la acción individual y social; y, al mismo tiempo, como “recursos” que pueden ser usados para transformar estas reglas (Giddens, 1986).
De tal forma que, si bien es cierto que las estructuras condicionan y hasta pueden determinar las prácticas sociales, también es cierto que los que las integran son individuos con capacidad de pensamiento y acción. Estos mismos individuos pueden hacer uso de los recursos que forman parte de las estructuras sociales para transformar la forma y naturaleza del orden establecido. En este sentido, como lo señala María José Díaz Reyes siguiendo a Pierre Bourdieu, “los sujetos perciben, internalizan y construyen las estructuras. Ellos también pueden actuar sobre ellas” (Díaz Reyes, 2011).
Por ejemplo, el discurso de la democracia participativa que se usa hoy en Nicaragua para justificar las arbitrariedades del FSLN también puede usarse para iluminar las raíces estructurales de nuestra crisis y la ausencia de una verdadera estructura de derechos ciudadanos en nuestro país. La posición postsandinista, como se explica más adelante, utiliza el discurso de la democracia para, precisamente, mostrar la naturaleza antidemocrática de nuestra práctica política, y para recuperar y profundizar su verdadero valor y significado.
Igual cosa puede decirse del pensamiento religioso que tanto el gobierno del FSLN como la oposición usan para legitimar sus acciones. Este pensamiento -como en un tiempo lo demostró la Teología de la Liberación-, puede ser usado para deslegitimar la idea del Dios providencial que contribuye a la reproducción del poder de las estructuras sociales en nuestro país.[21]
Así pues, en contraposición con la visión voluntarista dominante en la clase política nicaragüense -que asume que los defectos del adversario son los responsables de la miseria y atraso del país-, la visión de los y las jóvenes que integran la posición postsandinista es estructural, porque interpreta la crisis nicaragüense como el resultado de la manera en que históricamente se ha percibido, organizado y usado el poder en Nicaragua. Desde esta perspectiva, la transformación de la realidad nicaragüense no depende, simplemente, del cambio de gobiernos sino, como lo señala Paúl Gómez, de la transformación de “las reglas que el sistema mismo ha diseñado para afectar la realidad” (Gómez, 2011).
Un pensamiento sistémico
Las estructuras se integran en sistemas sociales. En este sentido, un sistema social puede verse como un conjunto de estructuras que, conjunta y organizadamente, definen el marco de limitaciones y posibilidades de acción que ofrecen los diferentes espacios funcionales en los que se expresa el poder en una sociedad.
El concepto de “sistema social”, desde esta perspectiva, es similar al de “campo social” que propone Pierre Bourdieu. Tal como lo señala Luis Bonilla, “los campos sociales son segmentos particulares del comportamiento social que de alguna forma han logrado ‘independizarse’ de otros y han conformado su propia red de relaciones sociales, intereses y recursos. Por campos sociales se pueden entender el campo político, el campo económico, el campo religioso, etc. Todos ellos tienen su propia configuración y tienen la capacidad de condicionar el funcionamiento de otros campos” (Bonilla, 2011).
Podemos, entonces, hablar del sistema (o campo) político, o del sistema (o campo) económico, como “totalidades estructurales” (ver Fernández Fernández, 2009). El concepto de “totalidad” denota integralidad. Desde esta perspectiva, las estructuras que integran y organizan un sistema no pueden estudiarse aisladamente. Para entender el funcionamiento del campo religioso, por ejemplo, es necesario identificar y entender el funcionamiento de las diferentes estructuras de poder—regularidades sociales institucionalizadas en forma de iglesias, escuelas, universidades, cuerpos doctrinales, etc.—que lo integran.
Dependiendo del nivel de análisis que utilicemos, el concepto de sistema, o de “totalidad estructural”, también puede aplicarse al conjunto de los campos especializados (económico, político, etc.) que integran una sociedad nacional como la nuestra. Así, lo que en un contexto determinado puede ser conceptualizado como un sistema (la totalidad estructural que conforma el sistema o campo religioso en el ejemplo anterior), pasa a ser un sub-sistema cuando lo que nos interesa es estudiar la totalidad estructural en la que se integra Nicaragua.[22]
Así pues, y siguiendo el principio de integralidad que rige el pensamiento sistémico, el sub-sistema político nicaragüense no puede estudiarse como una realidad separada del sub-sistema socio-económico del país. Nicaragua es un sistema; es decir, una “totalidad estructural” formada de sub-sistemas integrados que operan dentro de una relación compleja y multicausal.
El estudio de la política, desde esta perspectiva, no debe desligarse del estudio de la economía y, en consecuencia, el tema de la libertad política no debe separarse del tema del mercado y la justicia social. Como lo señalaron algunos jóvenes nicaragüenses entrevistados en un programa de televisión, “el derecho a comer no debe competir con el derecho a pensar” (Esta Semana, 2010).
Tanto la posición antisandinista reflexiva como la prosandinista reflexiva tienden a pensar en términos duales y a reducir la complejidad de la realidad social, económica y política nicaragüense a uno de sus componentes. Así, en tanto que la posición antisandinista reflexiva tiende a privilegiar la importancia de lo político, la prosandinista reflexiva enfatiza la relevancia de lo económico-social.
Frente a estas posiciones reduccionistas, la posición postsandinista adopta una visión e interpretación holística de la realidad nicaragüense. Es decir, rechaza la posibilidad de reducir la complejidad de esta realidad a una de sus partes. El Estado, por ejemplo, es percibido por estos jóvenes como una estructura política que no está separada de la sociedad. La sociedad, al actuar en concordancia con las reglas que impone el Estado, reproduce el poder estatal y se convierte en una extensión de éste.
Estado y sociedad, entonces, forman un todo indisoluble que permite que los mismos actores que son limitados por el Estado puedan aprovechar los recursos—las leyes, el discurso, etc.—que forman parte de esta estructura de poder para transformarlo y transformar la realidad. Así lo expresa David Díaz en el siguiente comentario:
Estado y sociedad no son opuestos binarios. Cada uno está dentro y fuera del otro. El estado es parte de las relaciones sociales y sistemas culturales de una sociedad, pero también define y prescribe el ámbito de acción de los actores sociales. El estado es también un potente dispositivo simbólico con lo cual se imagina la sociedad (Díaz, 2011).
Nosotros y nosotras, en otras palabras, somos parte del Estado. Nosotros y nosotras reproducimos su poder cuando imaginamos la sociedad dentro de los límites que éste impone sobre nosotros. De igual forma, nosotros y nosotras podemos empezar a transformar el Estado y a ampliar los límites de lo políticamente posible, si aprendemos a imaginar Nicaragua más allá del presente que define el poder constituido en nuestro país.
Pierden validez, entonces, las visiones duales de la realidad y, por lo tanto, la separación entre el Estado y la sociedad, o entre el espacio de la política y el espacio de la realidad socioeconómica que, implícita o explícitamente, forman parte del pensamiento y del discurso de la clase política dominante en Nicaragua.
Al trascender las visiones dualistas de la realidad, el postsandinismo captura la naturaleza multidimensional y multicausal de la democracia, y reconoce la necesidad de conjugar y armonizar las aspiraciones sociales, económicas, culturales y políticas de los individuos que integran nuestra sociedad. Esta visión compleja de la realidad se expresa en el pensamiento de David Díaz:
Para construir la democracia es importante que este sistema sea relevante en la vida de las mayorías populares; es decir, que la lógica política no se separe de la lógica económica. Y para que estas transformaciones políticas sean duraderas, deben ser ‘apropiadas’ por las mayorías empobrecidas y no sólo por una pequeña élite política y sus aliados mediáticos y extranjeros. Es decir, las mayorías populares deben convertirse en sujetos políticos que reinventen la política hacia una práctica no reducible al derecho a elegir a gobernantes en elecciones, en la que los actos no tengan vida propia separada de las palabras, y en la que puedan participar no sólo en la transformación política, sino en la económica y sociocultural: la política debe garantizar un mínimo vital que incluya educación, salud, vivienda, alimentación tres veces al día, agua potable, entre otros derechos humanos consagrados. Si hasta ahora la política no ha sido más que la gestión eficiente o deficiente del sistema capitalista, ella debe recuperar su potencia transformadora. Así, todo proyecto político de transformación tiene que implicar una necesaria transformación económica y cultural, y apuntar hacia una eventual transformación del Estado, que sigue siendo la institución emblemática de lo público-nacional (Díaz, 2011).
La visión integradora de lo político y lo socioeconómico, y, en consecuencia, de la justicia y la libertad, que expresa David Díaz en la cita anterior, fue manifestada en varios de los comentarios recibidos en el blog Generación XXI. Un ejemplo:
Felipe: le agradezco que exprese lo que muchos de los que leemos este blog quizás sentimos en este momento pero que no lo hemos podido verbalizar, como son los deseos de una justicia y una libertad mutuamente incluyentes para nuestro sufrido pueblo.
En síntesis, la visión sistémica y multicausal que se expresa en la posición postsandinista, trasciende las dicotomías analíticas y los determinismos causales que fueron parte del pensamiento político y de la teoría social en el siglo XX latinoamericano. Esta nueva visión encierra la posibilidad de elaborar un pensamiento y un discurso que acepte la complejidad de la Nicaragua del siglo en que vivimos; una Nicaragua en la que las dimensiones económicas, culturales, políticas y sociales del poder operan de forma integrada; una Nicaragua en donde la política no es un campo de acción que puede estudiarse como si fuese independiente de la distribución de la riqueza y las oportunidades sociales.
La dimensión sistémica y la dimensión estructural del pensamiento de la posición postsandinista se conjugan para generar una rica visión del marco de limitaciones y posibilidades dentro del que opera la sociedad nicaragüense. Carlos Villanueva, por ejemplo, plantea que las estructuras de poder y la cultura dominante operan como “un círculo” en el que la cultura apoya al poder constituido y viceversa. Esta perspectiva permite explorar estrategias de cambio que se orienten a buscar la “posibilidad de ruptura” en este círculo (Villanueva, 2011). Guadalupe Wallace, por su parte, propone que esta ruptura puede darse a partir “de la transformación de la cultura y las creencias de las personas, en particular de aquellos que pueden actuar como sujetos de cambio en el plano político” (Wallace, 2011).
Un pensamiento histórico
Desarrollar una visión de futuro, como la que propone la posición postsandinista, implica desarrollar una memoria histórica que nos permita comprender la forma en que se han constituido las estructuras de poder dominantes en nuestra sociedad. Entender la manera en que se construye la realidad del poder es indispensable para imaginar maneras de deconstruirla y reconstruirla, en congruencia con una nueva visión política y ética de la vida social.
La posición postsandinista reconoce explícitamente el peso de la historia en el presente que vivimos. Más concretamente, la historia es percibida por los integrantes de esta posición como el proceso mediante el cual se construyen las estructuras y los sistemas sociales dentro de los que hoy se socializan los nicaragüenses. Esta visión de largo plazo se expresa en la siguiente contribución:
Lbch: El 75% de nuestra historia republicana ha transcurrido dentro de conflictos armados internos. Somos un país donde, en vez de tener una guerra de 30 años, tenemos un período de paz de esa duración. Nuestra historia ha sido como el título de esa novela: “Un Mar de Lágrimas Sin Fondo Ni Playa”.
El título de la novela a la que hace referencia Lbch es Aquel Mar sin Fondo ni Playa, de nuestra escritora Rosario Aguilar. Las “lágrimas” las añadió el autor del comentario para expresar los dolores de una historia que ojalá —a eso apostamos en Generación XXI— termine en el parto de un nuevo país. Rosario Aguilar: “Darle a luz, darle a luz. Era como un canto de los pájaros en los árboles. Darle a luz, darle a luz” (Aguilar, 1970).
Para parir la nueva Nicaragua es necesario recuperar nuestra visión histórica, atiborrada hoy de “coyuntura”. Sólo así puede apreciarse la manera en que se estructura la sociedad. Sólo así podremos imaginar un horizonte de tiempo que trascienda las barreras del presente que define el poder estructurado e institucionalizado en nuestro país.
Desde Guatemala, la joven María Alejandra Privado Catalán, en su estudio de la filosofía de la música de Joaquín Orellana, nos recordaba que una sociedad sin memoria histórica se cosifica. Ella cita a Marta Tafalla, quien, en un estudio de la “filosofía de la memoria” de Teodoro Adorno, señala: “La historia tal como ha sido debe ser sometida a una crítica que desvele las posibilidades que no se realizaron” porque “donde las injusticias pasadas son reprimidas por una amnesia forzada, la injusticia reaparece como la repetición de lo idéntico, que es siempre peor” (Tafalla, 2003, en Privado Catalán, 2009, 22).
La necesidad de promover una visión crítica de nuestra historia, y de iluminar las sombras y los abismos en los que se reprime la memoria de las injusticias a las que hace referencia Adorno, fue reconocida con urgencia en muchos de los comentarios que se agrupan dentro de la posición postsandinista que analizamos.
Carlos: El silencio: esa especie de “ley Omerta” en Nicaragua, que tiende a tapar y proteger los delitos de abusos y violencias contra las mujeres. Realmente, nuestra historia como nación, como país, está constituida más por silencios. Por ejemplo: ¿Quién mató a Pedro J. Chamorro?
Gabriela: La cultura del olvido es uno de los males que padecemos. Es una de esas patologías sociales que nos convierten en seres humanos no conscientes del sentido de su propia existencia. El olvido lo trasladamos a todas las dimensiones de nuestras vidas: el abuso sexual, las violaciones, los feminicidios, la violencia política, la corrupción, etc. Todo esto es parte de la misma enfermedad que se ha ido propagando a través del sistema que construimos cada uno y cada una con su aporte personal y colectivo. La historia nos construye, nos define, nos moldea, pero no nos determina. Es importante conocerla para poder transformarla.
Desde Guatemala, un brillante joven a quien tuve la oportunidad de conocer en una visita a ese país coincidió con Gabriela en que es necesario conocer la historia para transformarla. Así se expresó él en un comentario enviado a Generación XXI:
Danilo: La capacidad que tiene la memoria colectiva de irse convirtiendo en historia, es una invitación para construir nuestra propia historia y romper con las miradas oficiales […] Somos partícipes de una lucha, una pugna por la memoria, que invita a repensar cómo a partir de nuestros aprendizajes podemos reinventar nuestra realidad.
La recuperación de la memoria nos recuerda Danilo, no es simplemente un ejercicio de investigación académica. Es una lucha política. Una lucha que con frecuencia impone graves sacrificios a quienes se atreven a batallar contra el olvido. Esta lucha arranca por reclamar a los principales actores de nuestra historia, que cumplan con la obligación que todos tenemos de dar testimonio de lo que vivimos; sobre todo cuando de este testimonio depende evitar la repetición de los errores y los horrores del pasado. Nata articula este reclamo, que estoy seguro representa el sentir de muchos de los que participaron en Generación XXI.
Nata: En la etapa actual, los actores y las actoras de la revolución y de la dictadura somocista no han sido lo suficientemente sinceros con ellos/ellas mismos/as y con el pueblo para aceptar sus errores y aciertos.
En un artículo de opinión, Uriel Pineda Quinteros, un joven conservador nicaragüense, hace eco de la denuncia de Nata y señala:
Nicaragua pasó más de una década en guerra, donde perdieron la vida entre 30 y 50 mil compatriotas. Durante la dictadura somocista y el régimen sandinista se cometieron desapariciones forzadas, asesinatos, persecución, ejecuciones extrajudiciales y desplazamiento forzado, conductas que no solamente configuran graves violaciones de los derechos humanos, sino crímenes de lesa humanidad. Al terminar el conflicto armado en Nicaragua no se conformó una Comisión de la Verdad para investigar estas graves violaciones. Lejos de eso, antes de asumir su mandato Doña Violeta, el Gobierno sandinista aprobó la Ley 81, que concedió total amnistía al Ejército Sandinista y a la Contra desde julio de 1979 hasta abril de 1990. […] La clase política de Nicaragua está en deuda con su pueblo, para que exista una auténtica reconciliación nacional es necesario que se conforme una Comisión de la Verdad independiente e imparcial que investigue estas graves violaciones de los derechos humanos ocurridas durante la dictadura somocista y el régimen sandinista, como lo hicieron Guatemala y El Salvador (Pineda Quinteros, 2012).
No solamente los miembros de la clase política nicaragüense han incumplido su responsabilidad de contribuir al conocimiento de nuestra historia reciente. El resto de la sociedad les hemos permitido a estos actores guardar silencio frente a nuestro pasado. Nuestros medios de comunicación, por ejemplo, no les niegan los espacios desde donde pontifican sobre lo que tenemos que hacer, pasando por encima del reconocimiento de su participación en las muchas cosas que nunca debimos haber hecho. De esta forma, llenamos nuestro pasado de sombras, protegemos a los responsables de nuestras miserias y perpetuamos la vida de las estructuras que nos aplastan. De esta forma, envejecemos sin crecer; y adormecemos la fuerza ética que deberíamos alimentar para rechazar, como lo hacen los y las jóvenes que se agrupan en la posición postsandinista, una moralidad que, en las palabras de Gonzalo Chavarría, nos empuja a “ignorar los errores del pasado” y a solidificar la idea del “borrón y cuenta nueva” como “el eje rector de nuestra conducta social” (Chavarría, 2011).
Un pensamiento crítico-reflexivo
El concepto de pensamiento crítico se utiliza en este libro para hablar de una forma de razonamiento que se basa en la evaluación consciente y sistemática de los valores que justifican y legitiman las estructuras de poder y las prácticas políticas dominantes en una sociedad. Por otra parte, hablar de un pensamiento reflexivo es hablar de una forma de razonamiento que empuja al individuo a extender su evaluación crítica del papel que juegan las estructuras sociales a su propia visión y prácticas políticas, bajo el supuesto de que ambas —estructuras y sujetos— son dimensiones integradas y mutuamente condicionadas de una misma realidad. El pensamiento postsandinista es crítico-reflexivo porque articula y propone interpretaciones de la realidad nicaragüense que parten de un examen crítico de las prácticas sociales institucionalizadas, lo cual no excluye, y mucho menos exime, al sujeto que las analiza y critica.
En este sentido, es posible señalar que una de las más claras diferencias entre el pensamiento de los integrantes de la posición postsandinista y el de la clase política nicaragüense es el sentido de responsabilidad ética de estos jóvenes. Ellos perciben el poder como estructuras integradas y, al mismo tiempo, reproducidas por los mismos sujetos que las sufren o que se benefician de ellas. Esta percepción les permite colocarse dentro de la misma realidad que analizan y critican, y por lo tanto, desarrollar una visión también crítica de su propia participación en las estructuras que visibilizan y organizan el poder en Nicaragua.
El pensamiento de la clase política nicaragüense, por el contrario, percibe la realidad del poder como una realidad externa. En otras palabras, nuestros políticos se perciben a sí mismos como seres que operan por encima de las estructuras de poder que definen la realidad social nicaragüense. No asumen, por lo tanto, ninguna responsabilidad por las características y la naturaleza de esta realidad; ni logran captar aquellas situaciones en las que su discurso y conducta reproducen los vicios que ellos mismos denuncian en sus adversarios.
Así pues, los y las jóvenes de la posición postsandinista se autoimponen una cuota de responsabilidad por la crisis que vive el país. Por su edad, estos jóvenes podrían simplemente reclamar que ellos/as son las víctimas de un descalabro heredado. Sin embargo, no lo hacen y demandan que todos, ellas incluidas, enfrentemos con entereza la verdad que debe servir de base para la construcción de un futuro diferente: todos, todas, jóvenes y viejos, sandinistas y no sandinistas, danielistas y antidanielistas, los que vivimos fuera de Nicaragua y los que residen en el territorio nacional, somos responsables del atraso en el que vive sumido nuestro país. Algunos ejemplos de este pensamiento:
Israel: [Debemos] recordar que nuestra lucha no es contra Daniel ni contra Arnoldo; la lucha es contra parte de lo que somos y que nos condena a sufrir lo que sufrimos. Nuestros gobernantes son un reflejo de nuestras carencias y es una ficción creer que basta con apartarlos a ellos para que todo cambie.
Paúl: Debemos comenzar a cambiar y dar pie a una autocrítica. Esta es una deuda pendiente de muchos de los intelectuales del país.
Gabriela: Es necesario cuestionarnos a nosotros mismos sobre los niveles de coherencia entre discurso, intenciones de cambio y práctica en nuestra vida cotidiana.
Álvaro: Somos nosotros, y no otros, los responsables del caos que reina en Nicaragua. Toditos. Incluso los jóvenes, aunque no sean parte de esa historia que se describe en la charla.
La expresión “toditos”, en el comentario de Álvaro, incluye a los sectores que Emila identificó en uno de sus comentarios en Generación XXI como: “una derecha mezquina, una juventud parcialmente apática, una ciudadanía preocupada por sus problemas de subsistencia y resignada a su impotencia como actores sociales, y una disidencia sandinista igualmente mezquina, lavada de manos y muy cómoda desde su sala de trofeos”.
La conducta de la juventud “parcialmente apática” a la que hace referencia el comentario de Emila, la describe Eduardo, uno de los contribuyentes al blog, en una de las entregas más gráficas de todas las recibidas en Generación XXI:
Eduardo: Esperamos que se haga la pelota para participar; pero si hay un Bacán, lo otro puede esperar. En el fondo, DOS pone buena música. Y la Chayo, con todas sus locuritas, es buena onda; además, tienen Biyuyos. A Bayardo en esa máquina de hacer dinero, hasta guapo lo veo. Ahora están saliendo nuevos Cel de 9na Gen, los iPhone, el Chat nuestro de cada día, el aborto a tiempo, lo interracial, el viejo (digo el Tío) que me mantiene, que voy al Karaoke para cantar. Hacer el amor con ocho. No, no es nada. El Tequilazo, la rumba, la perica, hacer de Zorritone, el video en pelotas en el Internet, la gallada, y la U. que se aguante, total, hay tiempo. ¡Viva la dolce vita! Mientras todo esto sucede, vemos pasar a los que van a la guillotina y como no es con nosotros… cool, no es conmigo. Y cuando te toque el turno, ¿vas a esperar que alguien abogue por vos?
La “juventud rifada”, en el comentario de Emila, hace referencia a los y las jóvenes que, de una u otra forma, han participado en protestas públicas contra el gobierno y el estado de cosas en el país. Fidel, otro de los participantes en el blog, hizo la siguiente crítica/autocrítica de este sector:
Fidel: Si se trata de hacer resistencia, todos/as tenemos buenas ideas; pero cuando se trata de crear/pensar/construir las alternativas, por pequeñitas y poco abarcadoras que estas sean, ahí se hace el silencio y se planta la desgana o el desahucio.
Así pues, el pensamiento postsandinista, además de crítico, es reflexivo, por su visión de la relación entre sujeto y estructuras. Los y las jóvenes que expresan este pensamiento asumen que los problemas de la sociedad nicaragüense tienen raíces tanto en las relaciones sociales institucionalizadas en las que se organiza y reproduce el poder en nuestra sociedad, como en los valores y las prácticas de nosotros y nosotras: los nicaragüenses que integramos y reproducimos estas estructuras.
En otras palabras, los y las integrantes de la posición postsandinista asumen una íntima relación —y hasta una unidad indisoluble— entre las dimensiones objetivas y subjetivas del poder y de la realidad. Tal como lo señala María José Díaz Reyes: “Si partimos de la premisa de que las estructuras son constituidas por las personas, inmediatamente estamos también asumiendo la relación directa entre lo subjetivo y lo objetivo de dichas estructuras” (Díaz Reyes, 2011).
Esta compleja visión de la relación entre la dimensión objetiva y la dimensión subjetiva de la realidad permite la identificación de estrategias para la transformación de nuestras estructuras sociales, a partir de un cambio en nuestros valores y nuestra cultura. Tal como lo expresó María Guadalupe Wallace: “Si bien la democratización del Estado y del poder político en Nicaragua necesita que se remuevan obstáculos de carácter estructural, tales como la pobreza y la desigualdad; y que, además, se modifiquen determinadas instituciones y reglas de carácter excluyente, los retos más relevantes están en la transformación de la cultura y las creencias de las personas, en particular de aquellos que pueden actuar como sujetos de cambio en el plano político” (Wallace, 2011. Énfasis añadido).
Hacer referencia a “la transformación de la cultura” como un punto de partida para la “democratización del Estado y del poder político en Nicaragua” no significa ignorar la materialidad del poder. Significa, más bien, señalar que nosotros, los y las nicaragüenses, formamos parte de esta materialidad. Significa resaltar que la realidad material del poder económico, político o social no es una condición externa a nosotros mismos. Los hombres y las mujeres de Nicaragua constituyen las estructuras en las que se visibiliza el poder. Nosotros y nosotras alimentamos y reproducimos este poder. Nosotros y nosotras podemos transformarlo, transformando los marcos normativos dentro de los que operamos y, más concretamente, aprendiendo a desafiarlos. Esta visión esperanzada del futuro de Nicaragua fue expresada por Elvin F. Rodríguez en la siguiente contribución:
Si la cultura reproduce sistemas y establece instituciones, y a su vez las instituciones generan y reproducen cultura, entonces, ¿cómo romper ese círculo vicioso? Pues para cada cultura hay una contracultura; y lo que se ha construido bajo el peso de la costumbre y los esquemas en las relaciones sociales a través de procesos socializadores, se puede deconstruir con el surgimiento de nuevas costumbres; de una cultura que niegue la otra cultura. Lo que se puede construir se puede deconstruir; asimismo lo que se aprende se puede desaprender” (Rodríguez, 2011).
Efectivamente, si el sentido que adquiere la realidad es socialmente construido, este sentido puede ser socialmente deconstruido y rearticulado. Más aún, todos y todas tenemos la capacidad y el poder para participar en este proceso reconstructivo. Todos podemos iniciar el cambio que queremos para Nicaragua, desde las posiciones que ocupamos en la sociedad, y en la medida de nuestras posibilidades. Estos son dos de los ejemplos que utilicé en Generación XXI para ilustrar este punto:
Conozco la historia del padre de familia que, en un restaurante de Managua, nos ofreció una hermosa lección de dignidad y responsabilidad ciudadana cuando suspendió su comida, se puso de pie y protestó en voz alta por el ingreso que acababa de hacer a ese establecimiento un funcionario corrupto del corrupto gobierno de Arnoldo Alemán. “Este es un lugar en donde se reúnen familias con niños y ese señor —dijo señalándolo— lo contamina con su presencia”. El funcionario corrupto se vio obligado a abandonar el lugar.
Y finalmente, puedo contarles de alguien que todos los días hace un minuto de silencio para protestar internamente contra la corrupción y la impunidad que reinan en nuestro país. Y lo hace desde el escritorio que ocupa en una institución del Estado. Ella me ha dicho: “es lo que hoy puedo hacer para proteger el derecho de ser yo, mientras yo misma creo las condiciones para hacer más”.
¿Qué podemos hacer para promover el cambio social dentro de las universidades, dentro de las iglesias, dentro de nuestros hogares, dentro de las instituciones en donde trabajamos? Repito lo que me enseñó mi maestro Alberto Guerreiro Ramos: a partir de la comprensión de los marcos de limitaciones y posibilidades históricas dentro de los que operan las instituciones y la sociedad, los individuos podemos ampliar los límites de la realidad y las fronteras de lo posible.
Pensemos en grande, empecemos con cosas pequeñas, pero empecemos ya…
Empecemos ya, siguiendo la recomendación que hizo el profesor Nassere Habed López, en un artículo de opinión publicado en El Nuevo Diario. Es una recomendación sencilla que muestra que podemos ser agentes de cambio haciendo cosas que están a nuestro alcance. Señala Habed López:
“Ocurre con cierta frecuencia que los corruptos escapan del peso de la Ley; y si son ricos y poderosos, pasamos por alto sus fechorías y hasta los adulamos para conseguir favores. Es decir, en vez de castigo, los premiamos con nuestro servilismo. Puede más Don Dinero que Doña Virtud. ‘Tanto tienes, tanto vales’ parece ser nuestra vara de medir el mérito de los demás y de nosotros mismos. Sin desearlo, somos así cómplices de la corrupción que cada día se extiende y profundiza en nuestro país y en el mundo”.
Sólo transformando nuestro modo de actuar frente a los corruptos podremos eliminar el cáncer moral que amenaza con destruirnos como personas y como organización social. Si rechazamos en nuestro trato diario a los deshonestos, viciosos y malvados, si arrugamos la cara de asco, si les aplicamos la “Ley del Hielo”, si los orillamos de nuestras relaciones sociales, si los marginamos y no les invitamos a nuestras casas y reuniones, si así los castigamos con el látigo del desprecio, estaremos participando en la Revolución de la Honradez, que soñara Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en bien de la patria (López, 2012).
La propuesta del profesor Habeb López es una propuesta revolucionaria en un país como el nuestro, donde el bien y el mal se han relativizado, a tal punto que no contamos con un sentido compartido de lo bueno y lo malo. La relativización del bien y el mal explica, entre otras cosas, la debilidad de la ley en nuestro país.
El Estado de Derecho demanda reglas y definiciones universales y abstractas que se imponen sobre los miembros de una sociedad. El concepto de abstracción, de acuerdo a la Real Academia Española, hace referencia a “una cualidad con exclusión del sujeto”. Desde esta perspectiva, las definiciones del bien y el mal que ofrece la ley deben funcionar como resoluciones impersonales que imponen un conjunto de derechos, obligaciones y garantías que nos igualan frente a la ley.
En Nicaragua no contamos con definiciones e interpretaciones impersonales, abstractas y universales del bien y el mal. Operamos con interpretaciones particulares, arbitrarias, personalizadas, mudables, y hasta reversibles de estos conceptos. Así, todos tenemos “nuestros buenos” y “nuestros malos”. Hemos, en otras palabras, internalizado una versión ampliada del amoral principio que con orgullo proclamaba Arnoldo Alemán cuando era Presidente de nuestro país. Él decía: “Mis amigos no tienen defectos” (Alemán, 1996, 169-170). O lo que es lo mismo: “para mis amigos, dinero; y para mis enemigos, la ley”.
¿Cuántos tenemos amigos o amigas, padres o madres, que se beneficiaron de las piñatas de las últimas décadas, o que participaron, directa o indirectamente, en las terribles violaciones de los derechos humanos durante los 1980s? ¿Los cuestionamos, o los aceptamos como “nuestros malos”; es decir, como los amigos o parientes “sin defectos” a los que hace referencia Arnoldo Alemán?
La situación de confusión ética y moral en que vivimos no es inevitable. Podemos, como lo señala el profesor Habeb López, cambiar estos patrones culturales. Más aún, como bien dice Carlos en la siguiente contribución, la misma existencia de estos viciados patrones debe animarnos a enfrentarlos:
Carlos: Sí, somos herederos del fracaso, pero también en nosotros caben las esperanzas; repetimos vicios, aunque tratamos de ser diferentes. Y es duro este intento de romper con la inercia de la indiferencia, la falta de ética y quién sabe cuántas cosas más. A esta generación le toca nacer entre contradicciones. Tal vez ellas sean nuestro motor.
La esperanza a la que hace referencia Carlos está basada en la convicción de que las contradicciones que han marcado el desarrollo de nuestra sociedad son construcciones sociales que nosotros podemos deconstruir para superarlas. Este proceso de deconstrucción puede iniciarse con acciones como las que propone el profesor Habeb López, o haciendo un uso crítico y revolucionario del lenguaje que utilizamos para dar sentido a nuestra realidad. Dejemos, por ejemplo, de llamar “democracia” a lo que no es democrático, o de identificar como “líderes” a quienes no lo son. Dejemos de usar el concepto de partidos para referirnos a las pandillas que se organizan para conquistar el poder; y no permitamos que se amparen bajo la palabra “izquierda” aquellos que han saqueado los bienes del Estado, que son los bienes del pueblo. Tampoco permitamos que se escondan detrás de la lucha por el “Estado de Derecho” quienes no puedan responder con claridad la pregunta: ¿derechos para qué, para quiénes, y a qué plazo?
Recordemos que el lenguaje que usamos para representar la realidad puede ser, como nos recuerda David Díaz, “una condición de posibilidad” o “un obstáculo para la producción de saberes analíticos”. Las posibilidades que ofrece el lenguaje se derivan de las oportunidades que nos brinda para “visibilizar ciertos objetos y fenómenos previamente invisibles” (Díaz, 2011). Usado acríticamente, sin embargo, el lenguaje puede distorsionar y ocultar la realidad que se esconde detrás de las máscaras que utiliza el poder.
Así pues, eso que llamamos la realidad material es el producto de un ordenamiento mental. De igual forma, lo que llamamos la dimensión subjetiva de la realidad es una articulación mental y discursiva condicionada por el contexto material dentro del cual operamos.
En algunas ocasiones, mis lectores parecen haber temido un desbalance en mi análisis, y más concretamente, una tendencia a asumir la preponderancia de lo subjetivo sobre lo objetivo. Esta preocupación es saludable y muestra la sofisticación del pensamiento de los y las jóvenes que integran la posición postsandinista. Dos ejemplos:
Baltazar: La subversión ética de la realidad discursiva es, en mi opinión, necesaria pero no suficiente. La subversión ética de la realidad concreta debería nutrirse de los problemas y condiciones sociales, así como de las causas de estos problemas y condiciones.
David: Tu argumento sobre la necesidad de una “modernización cultural” de Nicaragua —referida principalmente a nuestra cultura política—, aunque sugerente, creo que peca de cierto esencialismo. No es que la corrupción no sea un problema cultural, pero el hecho de que sea tan común en Nicaragua no es porque los nicaragüenses tengamos ciertas inclinaciones a ser corruptos, sino porque ser corrupto se ha constituido en un valor en el contexto de pobreza y miseria generalizada que vive el país. La realidad dura y objetiva de la miseria y supervivencia, aunque si bien no determina mecánicamente una cultura, sí la afecta y modifica. Es decir, hay que ver la interrelación de fenómenos económicos, políticos y culturales.
El énfasis que yo hago en el tema de la dimensión subjetiva de la realidad tiene una justificación teórico-política que quiero explicitar para continuar nuestra conversación sobre estos temas: la mente con la que pensamos la realidad está condicionada —no determinada— por la materialidad dentro de la que ésta percibe y representa su mundo material y social. En otras palabras, la mente goza de cierto grado de autonomía con relación a su ambiente. Del aprovechamiento de este margen depende nuestra capacidad de repensar el mundo para transformarlo.
De tal manera que una estrategia de cambio cultural también puede verse como una estrategia política diseñada para aprovechar y ampliar las posibilidades que ofrece la mente para pensar y actuar fuera, y hasta en contra, de los condicionamientos que impone la realidad del poder. Mandela demostró tener esta capacidad cuando visualizó la libertad racial en una Sudáfrica organizada para negar la posibilidad de hacerlo. Sandino tuvo la capacidad de crear la aspiración soberana en nuestro país, en condiciones en que las estructuras de poder, dentro y fuera de Nicaragua, nos empujaban a aceptar la inevitabilidad de la dominación extranjera. Pedro Joaquín Chamorro Cardenal nos empujó a creer en una Nicaragua justa y libre, cuando ni la justicia ni la libertad parecían posibles. Los ejemplos de Mandela, Sandino, Pedro Joaquín y muchos otros más, demuestran que la mente no está condenada a pensar la realidad en los términos que dictan las estructuras de poder dentro de las que opera.
Una estrategia de cambio cultural también puede verse como un esfuerzo para romper la congruencia entre las representaciones mentales de la realidad que llevamos inscritas en el cerebro, como producto de nuestras historias sociales, y la realidad institucional dentro de la que operamos —la misma que condiciona y reproduce los circuitos neuronales que usamos para filtrar y dar sentido al mundo en que vivimos. Este es, vale la pena repetir, el “círculo” en el que la cultura apoya al poder constituido y viceversa (Villanueva, 2011; Wallace, 2011). Este es el “círculo” que Mandela, Sandino y Pedro Joaquín Chamorro lograron romper, para desarrollar un sentido de indignación frente a prácticas sociales que se habían normalizado y hasta naturalizado.
De todas formas, el señalamiento de muchos de mis lectores y lectoras a mi tendencia a privilegiar el peso de lo subjetivo es oportuno y saludable. No podemos dejar de insistir en la inseparabilidad de las dimensiones objetiva y subjetiva de la realidad. Al mismo tiempo, es posible y necesario identificar uno de estos planos como el punto de partida para transformar el todo integral de la misma. Mi apuesta es que la dimensión subjetiva de la realidad nicaragüense puede ser este punto de partida.
Un pensamiento humanista-secular
Una de las características más visibles y relevantes del discurso y del pensamiento de la juventud que se ubica en la posición postsandinista es su laicismo. Defino el laicismo de estas jóvenes como la convicción de que el ordenamiento de la sociedad nicaragüense y de los procesos políticos que forman parte de este ordenamiento debe hacerse dentro de un espacio deliberativo separado de cualquier tipo de fe religiosa. Un ejemplo de esta convicción es la respuesta de Pinolillo a la sugerencia que hiciera un contribuyente de Generación XXI para condenar la homosexualidad por razones religiosas:
Pinolillo: El tema de la homosexualidad debe ser tratado fuera del pensamiento religioso. ¿Acaso los homosexuales y lesbianas son personas de segundo nivel?
El pensamiento laico del postsandinismo se traduce en una visión fundamentalmente humanista del poder, la política y la sociedad. Dentro de esta visión, el ser humano es la variable independiente en la fórmula del orden social. Se trata, pues, de una visión en la que todo lo demás —el mercado, el Estado y las organizaciones sociales en general— deben trabajar para elevar la condición humana de los nicaragüenses. Un ejemplo de esta visión:
El Amigo: No es una sola propuesta la que dará con la solución de todos nuestros problemas, sino la suma de muchas pequeñas propuestas, propuestas sencillas hechas con regularidad, cotidianamente. Propuestas que pongan siempre en el centro a la persona [Énfasis añadido].
La visión laica de la posición postsandinista, si nos atenemos a las contribuciones registradas en el blog, no es una posición antireligiosa. Casi todos los que opinaron sobre la relación entre la política y la religión expresaron su apoyo al principio de la libertad de credo. Dos ejemplos:
Amílcar: Yo soy ateo, pero respetuoso de los creyentes que hacen de Dios una motivación seria para luchar por la transformación de la sociedad y por un Mundo Mejor, con justicia, equidad y paz. Por eso sostengo: “no me interesa si Dios existe, me interesa de qué parte está”.
Francisco: Respeto las creencias religiosas. El que quiera o sienta necesidad de creer, que crea. Pero si van a creer, que tomen la palabra de Dios y la Biblia en serio. Que vean la viga y el par de Torres Gemelas en sus ojos, antes de ver la viruta en el ojo ajeno.
Algunos, en esta posición, simplemente proponen el reordenamiento de la relación entre Dios, la historia y la humanidad, que se sintetiza en la siguiente contribución:
Abelardo: Necesitamos una sociedad más antropocéntrica y menos teocéntrica.
Es importante resaltar que las actuaciones políticas de la Iglesia Católica Nicaragüense en las últimas dos décadas marcaron la percepción de los y las jóvenes representantes de la posición postsandinista. Esta percepción es, en términos generales, negativa:
Roberto: Creo que ha sido un error histórico permitir que los jerarcas de la Iglesia Católica de Nicaragua dicten normas, procedimientos, acciones y comportamientos (supuestamente éticos) a los políticos nicaragüenses. Esos mismos jerarcas tienen sus propias posiciones ideológicas, políticas y partidarias, así como comportamientos desligados de la moral.
Algunos atribuyeron el peso que ha tenido la Iglesia Católica Nicaragüense en la política del país —especialmente después del fin del experimento revolucionario sandinista en 1990— a la pobreza del liderazgo de la clase política criolla. Pauni Obregón, por ejemplo, señaló que “ante el desencanto y vacío de la representación política, la Iglesia ha logrado canalizar el sentir de sus seguidores convirtiéndose en un espacio de facto de poder” (Obregón, 2011).
El activismo político de la Iglesia Católica ha declinado desde la llegada al poder del FSLN de Daniel Ortega en 2006, como resultado de varios factores, que incluyen la orientación pastoral del nuevo arzobispo de Managua, Leopoldo Brenes, y la capacidad que ha demostrado tener el FSLN para apropiarse de los símbolos de esta Iglesia.
Esto último debería alertar a los y las jóvenes de la posición postsandinista que, por su adherencia a un laicismo humanista, no contemplan —al menos en los comentarios recibidos en Generación XXI— la posibilidad de hacer uso de los recursos que ofrece la doctrina y el discurso cristiano para establecer contrastes entre los principios y normas del cristianismo, y las actuaciones de la clase política nicaragüense y del FSLN en el poder.
En mi trabajo he sugerido que “la transformación social para el desarrollo de la condición humana de los sectores menos favorecidos de la región [latinoamericana] tendrá que apoyarse en la cultura y los valores religiosos existentes, o esta transformación nunca se dará” (Pérez-Baltodano, 2009, 328). En este sentido, el cambio que necesita Nicaragua será “cristiano” —en un sentido cultural no confesional— o no será. Tendrá que ser, en otras palabras, el producto de una descodificación y recodificación de la cultura religiosa nicaragüense que nos permita hacer un uso positivo de los valores y los recursos discursivos que forman parte de esta cultura.
Digo esto porque el pensamiento humanista y laico de la posición postsandinista es moderno, pero no necesariamente modernizante. Es decir, el laicismo humanista de estas jóvenes expresa una visión moderna del mundo y de la historia, pero no tiene la capacidad de penetrar, y mucho menos transformar, la cosmovisión religiosa de las grandes mayorías de Nicaragua.
Para ser modernizante, el pensamiento laico y humanista de la posición postsandinista debe trascender el círculo cultural y social dentro del que operan sus miembros en la actualidad. Debe, en otras palabras, desarrollar la capacidad de entender el imaginario religioso del pueblo, y asumir la responsabilidad de deconstruir y reconstruir este imaginario.
Esto implica comprender las “autodescripciones” de los “agentes” y explicitar la red de significados intersubjetivos que forman la base de su praxis social (Taylor, 1983, 30). Implica, además, aprender a hablar el lenguaje con el que los miembros de nuestra sociedad hacen sentido de su existencia colectiva e individual, para con este mismo lenguaje revelar las contradicciones que se esconden detrás de nuestra moralidad social y sus expresiones institucionales.
Como lo apunta Ángel Sáiz Sáenz, comentando la obra pedagógica de Paulo Freire, la comunicación creativa y transformativa depende de que los signos que se usan para comunicarse signifiquen algo común para todos los que participan en un proceso de cambio (Sáiz Sáenz, 1999). La construcción de este lenguaje común es una condición necesaria para la articulación de un diálogo capaz de generar nuevas visiones ético-políticas, nuevas iniciativas sociales y nuevas realidades.
Un pensamiento pluralista-radical
La posición postsandinista defiende una visión pluralista-radical de la democracia. La democracia radical, en la interpretación que ofrecen Chantal Mouffe y Ernesto Laclau de este concepto, trasciende el sentido de la democracia liberal mediante el reconocimiento del principio de la diferencia. De acuerdo con este principio, no existen límites a las diferencias que separan los intereses y las aspiraciones de los individuos y sectores que forman parte de una sociedad. Cualquier intento de limitar estas diferencias o de ignorarlas debe considerarse contrario al espíritu de la democracia (Laclau, Mouffe, 2001).
De igual forma, para los y las jóvenes que integran la posición antisistémica, la respuesta al reto que significa construir una democracia en la Nicaragua del siglo XXI radica en la inclusión radical de nuestras diferencias y no en su negación. Así lo expresa el siguiente comentario:
NGGB: Somos una diversidad; hay que avanzar en la articulación de esta complejidad.
La propuesta democrática radical del postsandinismo está basada en la premisa de que las demandas y aspiraciones de los sectores que integran la sociedad nicaragüense son inconmensurables; es decir, no pueden medirse unas contra otras porque ninguna de ellas puede justificarse —ni ética ni teóricamente— como más o menos importantes que las demás. Las demandas de las mujeres que luchan por el aborto terapéutico en Nicaragua, por ejemplo, no pueden definirse como más o menos importantes que las demandas por los derechos de las lesbianas y los homosexuales.
El sentido de la democracia radical lo recoge Paúl Gómez, cuando señala las limitaciones de la política tradicional nicaragüense: “No es un liderazgo como el de Alemán, Montealegre, Daniel o Fabio Gadea lo que sacará al país del estancamiento en que se encuentra, sino que será la convergencia, y la aceptación de que somos un país con múltiples ideas marcadas por diferentes procesos de socialización en el que ninguno debe de ser descartado y puesto por encima del otro” (Gómez, 2011).
La diversidad a la que hace referencia Paúl se ha intensificado y visibilizado en la medida en que el mundo ha avanzado en la lucha por los derechos de todos y todas. Nicaragua, como lo explica Elvin F. Rodríguez, no ha sido ajena a este proceso:
“El demos se ha expandido y, al expandirse, se diversifican más los grupos sociales. Ahora tienen que ser representados los intereses de hombres, mujeres, indígenas, mestizos, niños/as, adolescentes, adultos mayores, personas de la diversidad sexual, etc. Como vemos, la representación en Nicaragua, particularmente debido a su rica historia y mezcla de culturas, obligatoriamente debe de tener como característica un pluralismo sociocultural, y a medida que va avanzando la sociedad, este pluralismo se va ampliando” (Rodríguez, 2011).
El mismo concepto de “juventud” debe ser problematizado para dar lugar a la diversidad que reconoce y promueve la democracia radical que defienden los y las jóvenes de la posición postsandinista. Así pues, Pauni Obregón propone que “el término más apropiado para referirnos a los jóvenes de hoy en día sea el de ‘juventudes’, por la heterogeneidad y carácter disperso que presenta [este sector]” (Obregón, 2011).
La aseveración de Pauni está validada por un estudio reciente sobre la juventud nicaragüense del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Señala este estudio:
“En Nicaragua no es lo mismo ser joven en zonas rurales, que ser adolescente o joven en áreas residenciales de zonas urbanas. No es lo mismo ser joven costeño del Caribe, que del Pacífico, del norte o del centro del país; así como no es lo mismo ser mujer joven que hombre joven, o joven indígena o mestizo. En conclusión, las edades cronológicas (cuando se inicia y finaliza una fase etaria) y las expectativas que la sociedad tiene sobre la adolescencia y juventud varían no solo en función del tiempo, sino también del área geográfica, las relaciones sociales e históricas, la construcción social de género, la adscripción étnica, y, de forma más reciente, por la influencia de la globalización. Es por eso que debemos hablar de juventudes en plural” (PNUD, 2011).
Somos, entonces, una complejidad marcada por diferencias generacionales, étnicas, raciales, sociales, económicas, políticas, culturales, de género y de orientación sexual. El reconocimiento que hace el pensamiento postsandinista de estas diferencias, como se desprende del comentario siguiente, no ignora las dificultades que significan “avanzar en la articulación de [nuestra] complejidad”.
Paul: Tenemos que reconocer al otro y eso a veces da miedo porque sabemos que el adaptar nuestras ideas es ceder y eso puede hacernos perder poder. Imagínese lo que significaría para los “machos” decir que los homosexuales son iguales a ellos y que únicamente han decidido tener una opción sexual diferente. O ¿cómo le digo a un hombre del campo que su esposa tiene los mismos derechos que él y que, por lo tanto, a él le toca también cuidar a los hijos? Ese paso es difícil. Es difícil reconocer que el otro/a tiene los mismos derechos. Mientras no rompamos el miedo a aceptar al otro/a, seguiremos igual.
El postsandinismo, entonces, no asume que el reordenamiento de la sociedad que buscamos pueda salir de la “buena voluntad” o del simple intercambio de ideas entre los grupos y sectores que coexisten —en tensión o antagónicamente— en nuestra sociedad. La construcción de una democracia radicalmente pluralista implica reorganizar la distribución del poder. Esta reorganización, naturalmente, afecta intereses y visiones particulares, generando resistencias.
Ante la variedad y la fuerza de los intereses y visiones que se han institucionalizado en el país, surge naturalmente la duda sobre la posibilidad de reorganizar la distribución del poder. Esta duda fue expresada con fuerza en Generación XXI. Algunos ejemplos:
Arturo: Cuando en un país hay una distribución muy desigual del ingreso no puede haber consenso social. Cuando en un país prevalece la ignorancia y las masas son fácilmente manipulables por élites que son más bien mafias políticas que se disputan su control para beneficio personal, no puede haber consenso social. [No puede haber consenso social] cuando en la cultura de un pueblo prevalece la desconfianza, producto del hábito de mentir, engañar y guatusear.
David: ¿Es posible construir un consenso social en una sociedad atravesada por relaciones de poder como la nuestra? ¿Qué incentivo tendría el lobo para negociar con el cordero, a menos que éste venga acompañado por una manada? En un país como el nuestro, con escasa experiencia de democracia política, me parece que un consenso social tendría que forjarse a partir de una lucha. Dado el actual clima de desmoralización y anomia —sin duda, la pobreza no solo atenta contra el cuerpo, sino contra el espíritu—, pareciera que nadie está dispuesto a poner las manos sobre el fuego por los “otros”; y menos por un proyecto político-social-económico, distante e inexistente.
Carlos: Apartar intereses personales es muy difícil porque “quien tiene plata, platica”. Quien tiene los medios instaura su forma personal de ver las cosas. Quien tiene inversiones demanda seguridad jurídica. Quien tiene empleados en una empresa argumenta que por razones de equilibrio macroeconómico, hay que subirle apenas dos pesos al salario mínimo. Quien es ecologista dice que el tema del aborto terapéutico puede esperar, pero que Bosawás no puede esperar más. La cooperación internacional, por su parte, financia proyectos, pero solo financia lo que le interesa. Ellos definen también los puntos sobre los que se puede hablar y nosotros simplemente nos quedamos de brazos cruzados: “son ellos los que tienen el dinero”.
Fidel: ¿No te/les parece que cualquier acuerdo integrador que pretenda garantizar los derechos mínimos de quienes no tienen implica una redistribución de las cosas tan grande que las clases pudientes, las que controlan los hilos principales de todo, no la permitirían? No estoy diciendo que la única forma de cambiar esto que tenemos sea por la vía de lo radical, la que supone tomar el poder y darle vuelta a la tortilla en muy poco tiempo con grandes cambios (en fin, como se hizo antes). Sabemos que por esa vía, con un cambio tan drástico, el poder se subleva y puede destruir el proyecto. Solo me estoy preguntando si esta forma de distribuir lo que tenemos en Nicaragua, ya muy bien asentada después de 20 años de neoliberalismo, hace realmente posible que quienes lo tienen todo empiecen a soltarlo lentamente para darle algo a los que no tienen. Sí, las cosas se pueden hacer con orden, formando un nuevo movimiento, proponiendo un programa político de izquierdas, yendo a elecciones, ganándolas, y empezando a voltear la tortilla lentamente. Pero siempre llega el momento en que el poder que controla se siente amenazado y se subleva. ¿No nos confirma esto el golpe en 2002 en Venezuela, la Media Luna en Bolivia, Guayaquil en Ecuador, etc.?
Frente a estas sólidas y bien fundadas dudas, es necesario preguntarse: ¿Es posible lograr el cambio social trabajando dentro del sistema político nicaragüense? Y la pregunta que muestra el otro lado de esta moneda: ¿Será necesaria la violencia para lograr el cambio de las estructuras de poder del país?
Casi en su totalidad, las opiniones vertidas por los y las jóvenes que integran la posición postsandinista muestran un rechazo a la violencia como método de lucha. Así pues, la lucha armada que dominó la imaginación de las generaciones pasadas no forma parte de las salidas que la nueva generación explora para enfrentar y solucionar la crisis en la que está sumida el país. Y no es que nieguen la posibilidad de que esta pueda surgir. Simplemente proponen soluciones a nuestra crisis que la eviten:
El nombre es lo de menos: “La violencia es un cultivo que permanece latente esperando como una célula dormida que se activa dependiendo de la madurez de ciertas condiciones sociales, políticas y económicas. Por eso la importancia de restaurar la institucionalidad del país.”
La opción por la no violencia de la posición postsandinista no ignora la necesidad de hacer uso de la fuerza que se deriva de la acción política organizada para alcanzar y transformar el poder. Simplemente plantea la necesidad de romper con la tendencia que nos ha llevado a pensar que el uso de la violencia es la única forma de cambiar el estado de cosas en nuestro país. Así lo señala Rolando Antonio Dávila, cuando propone la necesidad de promover una “revolución ideológica” que trascienda “los viejos y agotados paradigmas de cambio” (Dávila, 2011). El más viejo de estos paradigmas es el que nos empuja a pensar que para cambiar el sistema actual, es necesario crear condiciones para que se produzca “el levantamiento revolucionario de la población” (Dávila, 2011). Este paradigma está ligado al voluntarismo heroico nicaragüense que se analiza y critica en el quinto capítulo de este libro.
Es necesario, sin embargo, anotar que para algunos de los y las jóvenes que integran la posición postsandinista, la radicalización de la democracia en Nicaragua no puede lograrse sin la violencia. La posición de estos jóvenes tiene una fundamentación teórica fuerte. Así, su posición responde a lo que ellos ven como el imperativo sociológico de considerar el uso de la violencia como un instrumento de cambio social. Un ejemplo de esta perspectiva:
Elmer: “Pido yo que reconozcan que cualquier cambio hacia un estado moderno sólo se logra mediante la violencia. Así lo demuestran las ciencias sociales. La violencia surge en la historia moderna cuando las sociedades buscan conformar los estados nacionales; surge por la necesidad de separar los poderes del estado; surge como parte de la lucha por el reconocimiento de los derechos humanos y del derecho de los pueblos a determinar mediante el sufragio universal la organización del Estado y sus dirigentes. ¿Hemos nosotros alcanzado estas metas? No. Entonces: ¿creen que se alcanzarán mediante una discusión teórica? Yo desearía pensar que sí, pero las ciencias sociales dan otro diagnóstico.”
Una compañera de mi generación que nos acompañó durante la vida del blog hizo un comentario sobre el uso de la violencia que debemos registrar:
María Teresa: “Las mujeres que han sufrido algún tipo de violencia por parte de sus padres/hermanos, maridos, amantes, saben que el único resultado posible de la violencia es el miedo, el sufrimiento. Por eso el feminismo es ante todo una apuesta por la no violencia.”
Ella misma escribió un comentario que sintetiza la discusión sobre el tema de la diversidad y las formas de enfrentar democráticamente esta realidad:
María Teresa: “Vale la pena volver los ojos a la diversidad de actores/as y discursos para abonar a una nueva comprensión de la democracia sustantiva. Los reclamos feministas por la igualdad, las demandas de los así llamados grupos de la diversidad sexual para acabar con las jerarquías heterosexuales, la demanda de restitución del aborto terapéutico, son, entre otras, demandas que los partidos políticos criollos no están en capacidad de representar, dado su reduccionismo intelectual y político. La democracia es ante todo un proceso permanente de ejercicio del ‘derecho a tener derechos’.”
Un pensamiento deliberativo
Tal como se señaló antes, la opción por la no violencia que forma parte del postsandinismo no elimina la posibilidad y la necesidad de hacer uso de la fuerza y la presión que generan la organización y la movilización política. En el siglo XXI, ésta ha logrado desmantelar más de una dictadura. La misma fuerza del voto es un instrumento de cambio que no puede ser despreciado, y peor aún, ignorado.
Los integrantes de la posición postsandinista, sin embargo, se inclinan por el diálogo y la deliberación como los puntos de partida más adecuados para iniciar el proceso de integración de nuestras diferencias. Así, reconocen que la llamada democracia electoral que opera en nuestro país no es la solución a la fragmentación, el aislamiento social, la desconfianza y el desconocimiento en el que coexisten los mil pedazos por armar que forman Nicaragua. Juntar estos pedazos, a partir del conocimiento y del reconocimiento del “otro” y de la “otra”, es una condición necesaria para la construcción de una verdadera identidad nacional. Para crear esta identidad, como lo señala el comentario siguiente, es necesario vencer los hábitos que nos empujan a vivir separados de los demás; vencer la costumbre de vivir en los islotes de nuestra privacidad y de nuestros pequeños mundos sociales; vencer nuestros prejuicios y nuestros egoísmos para acercarnos a los “otros” y las “otras” que viven en las Nicaraguas en las que nosotros no vivimos, y que ni siquiera conocemos:
Todolodo: “Es necesario ser empedernidos en nuestra intención de buscar espacios de diálogo. Ser tercamente democráticos. Y en el camino, ser abiertos y honestos con nosotros mismos y reconocer las acciones positivas del FSLN e incluso, si es posible, colaborar con el sandinismo dentro del marco de la cooperación mutua en nombre de toda Nicaragua.”
El diálogo al que hace referencia la contribución anterior no debe verse como un intercambio formal de ideas y opiniones o como un ejercicio académico. Los jóvenes y las jóvenes que integran la posición postsandinista hablan de diálogo en la manera en que Paulo Freire hablaba del diálogo educador, y de la educación como la práctica de la libertad. Hablan, entonces, de diálogo como autoeducación y autotransformación, y como desafío al poder y a la moralidad dominante en una sociedad que, como la nuestra, se ha acostumbrado a vivir en espacios separados.
Hablamos, pues, de diálogo como reconocimiento y, más concretamente, como una forma de reconocimiento que trasciende de la simple tolerancia de las diferencias, para convertirse en la validación y valoración del “otro” y la “otra”. Leamos:
Carlos: “Necesitamos crear una nueva manera de hablar y debatir, menos visceral. Necesitamos una evolución cultural cuya semilla sea el ejemplo y la práctica en la manera de debatir. Para esto sugiero algunos principios:
– Romper con la polarización. Ésta solo es beneficiosa para las cúpulas que necesitan ‘enemigos hechos a la medida’.
– La tolerancia no es suficiente. Esto lo leí de García Candini: ‘Tolerar es no hacerse cargo de la diferencia y despreocuparse de que hay que entenderla, e incluso preguntarse qué puede significar de bueno para mí, qué propuesta de estilo de vida me está haciendo. Tolerar es quedarse ensimismado en lo propio’. En vez de eso propone la ‘incorporación efectiva de copertenencia y coproducción con los otros’.”
Establecer el debate como un método de unificación muestra que el simple hecho de entrar en una discusión implica que tenemos algo en común y que existen temas y problemas compartidos.
Entrar en una discusión, como lo sugiere Carlos, es aceptar la inevitabilidad del conflicto que se deriva de las tensiones y contradicciones que marcan nuestra vida social. El diálogo, desde esta perspectiva, debe verse como una forma de reconocer el conflicto social y de organizarlo para reducir la posibilidad de la violencia, y de la lucha “de todos contra todos”. Esta visión contrasta con el rechazo al conflicto que se expresa en la política democrática neoliberal.
La democracia neoliberal promueve una visión no conflictiva de la política; es decir, una visión de la política construida alrededor de una caracterización del conflicto como un mal que debe ser evitado para no obstaculizar el desarrollo de las fuerzas del mercado (Mouffe, 2005). Más aún, el miedo al conflicto es usado por el neoliberalismo, como lo señala Daniel Reyes Barrios, como “un arma psicológica” para obstaculizar el debate y la lucha por la justicia y la libertad como necesidades y derechos inseparables (Reyes Barrios, 2011).
La democracia neoliberal, entonces, trata de ignorar las tensiones y contradicciones que forman parte inevitable de la vida social. Esta actitud, dice Chantal Mouffe, solamente sirve para que estas tensiones y contradicciones se acumulen y exploten en formas violentas y destructivas.
Disimular estas tensiones y contradicciones es caer en la mentira que se expresa en la consigna del amor y la solidaridad del FSLN; o bien, caer en la otra mentira que significa enarbolar una democracia que, como la que se introdujo en Nicaragua en 1990, solamente puede ser disfrutada por aquellos y aquellas que podemos darnos el lujo de vivir —material y anímicamente— como socialdemócratas europeos, en el segundo país más desnutrido de América.
Una de las principales dificultades que implica la práctica del diálogo en un país tan pobre y desigual como el nuestro es la construcción de condiciones de igualdad para los participantes. Estas condiciones no pueden surgir, como nos lo recordaba Freire, a partir de la imposición de una visión homogeneizante en la que los derechos de los participantes deben acomodarse al poder, al pensamiento y a la ideología que emanan de una posición “tolerante”, pero al mismo tiempo dominante.
¿Cómo construir condiciones de igualdad para dialogar con “el otro” y “la otra”? Esta pregunta no acepta una sola respuesta. Deben crearse múltiples respuestas que respondan a condiciones y casos particulares. Fernanda ofreció una que puede ser valiosa:
Fernanda: “Quisiera promover una idea que tengo atrapada en la cabecita desde hace rato y quizá aquí encuentre alguna acogida: formar grupos de discusión que vinculen a chavalos y chavalas de universidades, con chavalos y chavalas a las que se les ha negado esa posibilidad. Considero que esta iniciativa contribuiría a llenar el hueco creado por las academias que han asumido felizmente el divorcio con la realidad fuera de sus muros. Creo que un debate en términos de igualdad entre jóvenes, reconociendo diferencias y sobre todo los orígenes de éstas, contribuiría de forma profunda a reinstalar la idea y el compromiso con la equidad, porque ésta requiere de una práctica que se ubique fuera de la lógica del dominio, que nos hace pensar que los que vivimos bien, pensamos mejor y, por ende, podemos pensar por los y las demás.”
A la par de las propuestas concretas que podemos hacer para enfrentar situaciones particulares, es necesario pensar en el tipo de democracia que se necesita para cerrar institucionalmente las brechas que separan a los diferentes sectores que coexisten dentro de la sociedad nicaragüense. ¿Cómo, en otras palabras, organizar el sistema político de nuestro país alrededor de la idea del diálogo, el debate y la deliberación, como mecanismos para enfrentar las tensiones y contradicciones que forman parte de la experiencia de ser nicaragüense? ¿Cómo institucionalizar un mecanismo para consensuar nuestros intereses y visiones, y para orientar nuestras energías colectivas hacia metas y aspiraciones compartidas?
Porque no basta hablar de democracia en abstracto, como lo hace la clase política nicaragüense. Es necesario adaptar este concepto a nuestra realidad y a nuestra visión del futuro que queremos para nuestra sociedad, de la misma manera que los suecos, los costarricenses, los canadienses, los alemanes y el resto de las sociedades democráticas del mundo lo han hecho. Entonces, ¿qué tipo de democracia necesitamos?
La respuesta no puede ser una copia de modelos extranjeros, sino una construcción que parta de nuestra historia, nuestras contradicciones y nuestros anhelos. Una democracia adaptada a Nicaragua debe incluir mecanismos que permitan no solo la participación electoral, sino el involucramiento continuo de los ciudadanos en la toma de decisiones, reconociendo y valorando la diversidad de actores y perspectivas. Necesitamos una democracia participativa y deliberativa, donde el diálogo y el debate no sean meras formalidades, sino herramientas reales de inclusión y transformación social.
Un pensamiento político contractualista
La democracia que propone la posición postsandinista se distingue de otras concepciones de la democracia por su abierta aceptación de la heterogeneidad de la condición humana de los nicaragüenses y por su reconocimiento de la legitimidad y validez de las aspiraciones y necesidades de todos y cada uno de los sectores sociales de nuestro país.
Esta concepción es cualitativamente diferente a la que defendió el marxismo de la Revolución Sandinista, el cual priorizaba la defensa de los derechos de “la clase trabajadora”, ignorando la diversidad —de género, por ejemplo— que se ocultaba en esta categoría.
La democracia que propone el postsandinismo, además, trasciende la democracia representativa formal-electoral que ha operado en el país a partir de 1990. Daniel Reyes Barrios, por ejemplo, defiende una “ciudadanía democrática radical” que dé cuenta de la diversidad y/o pluralidad mediante la construcción de un “nosotros” que transforme nuestros imaginarios sobre la política y la realidad (Reyes Barrios, 2011).
Esta visión radical de la democracia también va más allá de los límites que imponen las estrategias de integración social que, como el multiculturalismo liberal, no reconocen, como señala Juan Pablo Gómez, “los derechos económicos, el derecho a la alimentación o a la tierra, por mencionar algunos ejemplos” (Gómez, 2011).
En síntesis, la posición postsandinista reconoce la diversidad social y propone una integración de la misma que, como apunta María Guadalupe Wallace, no solo tome en cuenta “la fractura entre los partidos y la ciudadanía, sino también el proceso de fragmentación social producto de las desigualdades y exclusiones sociales, económicas, étnicas, generacionales y de género, entre otras, que se han producido y continúan produciéndose en nuestra sociedad con el avance del modelo neoliberal global y las transformaciones profundas en el sistema productivo, modo de vida, organización social y cultural [del mundo y de nuestra sociedad]” (Wallace, 2011).
En este sentido, la democracia, desde la perspectiva postsandinista, tendría que promover la formación e institucionalización de un sistema de participación que trascienda la falsa y peligrosa ilusión de que la heterogeneidad de la sociedad nicaragüense puede organizarse dentro del marco de las identidades político-partidarias que hoy definen los límites del reconocimiento de nuestra diversidad. La articulación de este sistema de participación implica desarrollar la visión contractualista de la política que forma parte del pensamiento postsandinista.
El contractualismo es una tradición filosófica que ha jugado un papel fundamental en el desarrollo de la idea y la práctica de la democracia a través de la historia. Los principales teóricos del contrato social —Rousseau, Hobbes, Locke, Rawls, y otros— utilizan diferentes formas de argumentación para articular y defender la idea de que el verdadero orden social, el orden social que goza de mayor legitimidad y durabilidad, el orden social más efectivo y el que mejor conduce al desarrollo de la condición humana de la sociedad, es aquel que se basa en la existencia de un consenso o contrato social.
La idea del contrato social se ha ampliado y radicalizado en la medida en que la sociedad se ha pluralizado. Así, el feminismo ha criticado la exclusión de las mujeres en la historia de la democracia liberal. Carole Pateman, por ejemplo, ha señalado que el contrato social en Occidente ha estado basado en un “contrato sexual” que es implícito en la democracia liberal y que, tradicionalmente, ha excluido social, económica y políticamente a las mujeres (Pateman, 1988).
Otros han criticado la idea de un contrato social que ignora la existencia de un “contrato racial” que, en los Estados Unidos, por ejemplo, ha excluido a los afrodescendientes del derecho a “la vida, la libertad y la felicidad” que ofrece la Declaración de Independencia de ese país. En este sentido, el “contrato racial” funciona como un “macro contrato” que envuelve y condiciona el “contrato social” (Mills, 1999).
Las justas críticas recibidas por la visión liberal del contrato social no han anulado la idea central del contractualismo. La misma visión “democrática radical” de Chantal Mouffe y Ernesto Laclau puede interpretarse como un llamado a abrir el contrato para responder a la diversidad social y, además, para evitar que se institucionalicen versiones del mismo que obstaculicen el desarrollo de esta diversidad. El contrato social, desde esta perspectiva, no llega nunca a ser un producto final; es un permanente proceso de deconstrucción, reconstrucción, ampliación y democratización del orden social.
En Nicaragua hemos contado con políticos y pensadores que han articulado y propuesto visiones sociales contractualistas para nuestro país. Desdichadamente, estas no han encontrado un terreno fértil en nuestra sociedad.
En el siglo XIX se destaca el pensamiento contractualista de Pedro Francisco de la Rocha, quien proponía la articulación de un orden social sustentado en un consenso de intereses entre las clases dominantes: “Hasta tanto que en la República se logre la combinación de sus respectivos intereses, y se pongan en equilibrio los varios elementos que entran en la composición de un Estado, es imposible que recobre su aplomo”.
“Estamos”, señalaba De la Rocha, “en el Siglo de lo positivo: preciso es, pues, buscar el nivel y concierto de nuestros diferentes elementos sociales, convirtiéndolos en una unidad armónica; necesario no es sacrificar el bien nacional al amor propio y a pasiones siempre chicas en presencia de tamaños intereses. Contemplemos los errores del pasado para huirlos; aprendamos en la dura escuela de la experiencia lo que hay que hacer para no correr nuevos riesgos de infortunios, harto crueles para repetirlos; reflexionemos que las Constituciones y las leyes de los pueblos deben tener por base, si han de sobrevivir y sobrenadar a las pasiones, los hábitos, los usos, las costumbres y la tendencia natural de los respectivos pueblos que han de regir” (de la Rocha, 1847, p. 26. Énfasis añadido).
La orientación de De la Rocha expresaba un pensamiento más sofisticado que el de la gran mayoría de los políticos e intelectuales de su época. Sus planteamientos eran conservadores, ya que su visión del orden se orientaba fundamentalmente hacia la preservación y defensa de los intereses de las clases dominantes, a quienes el autor atribuía cualidades que, en realidad, este sector social nunca demostró poseer. Sin embargo, su pensamiento contenía la fórmula que generó las condiciones para la consolidación del orden en países como Argentina, Costa Rica y Chile: la articulación de una “unidad armónica”, basada en un balance de intereses de los “diferentes elementos sociales” que componen la sociedad, y no en “los juramentos”, principios normativos y valores abstractos que habían enarbolado las élites liberales después de la independencia.
Más aún, por su visión contractualista de la política, el pensamiento de De la Rocha, a pesar de su esencia elitista, reconocía la necesidad de integrar a las clases populares dentro de una estructura nacional de intereses y aspiraciones. Para él, la construcción de una verdadera sociedad nacional hacía imprescindible que el Estado prestara atención a la educación y al progreso material de las “clases ínfimas”. Desde su perspectiva elitista y utilitaria, esta tarea debía hacerse no por un abstracto sentimiento humanitario de solidaridad y moral prójimo, sino porque así lo demandaba la preservación del orden y el bienestar del país. Así, su conservatismo propugnaba por el mejoramiento de las condiciones de las clases marginadas como una medida práctica e indispensable para el desarrollo del Estado, de la nación nicaragüense y de los mismos intereses de las clases dominantes que él representaba.
El principal pensador y político contractualista nicaragüense de la primera mitad del siglo XX fue Carlos Cuadra Pasos, quien reconocía que la construcción del orden social requería transformar “el poder en derecho y la obediencia en autoridad” (Rousseau, 2008). Cuadra Pasos, en otras palabras, entendía el orden como un balance de intereses que se legitimaba democráticamente mediante la articulación de un consenso social. Su pensamiento contrasta dramáticamente con el maniqueísmo del otro líder conservador de su época, el caudillo Emiliano Chamorro, uno de los mejores representantes de lo que Jesús Hernández Somoza llamaba el “espíritu de secta” que ha dominado el pensamiento y la práctica política nicaragüense (Hernández Somoza, 2007).
Así expresó Cuadra Pasos su visión contractualista, cuando como Presidente del Congreso le correspondió tomar el juramento presidencial a Emiliano Chamorro, después del golpe de Estado del 25 de octubre de 1925:
“Me ha cabido en esta ocasión trascendental el alto honor de tomaros [la referencia es a Chamorro], en nombre de la República, la promesa constitucional y solemnísima que os obliga a dedicar todas las actividades de vuestro espíritu al servicio de la nación; y en cumplimiento del ceremonial de costumbre, por mis manos han sido impuestos sobre vuestro pecho los colores de la patria, estrechados en el símbolo de la suprema autoridad, cuyo ejercicio dificilísimo os ha de poner en el trance de perseguir ese equilibrio delicado, entre el dominio imperioso de la fuerza que conquista el respeto, y las flexibilidades del carácter necesarias para ganar el amor, que también es fuerza porque, como ha dicho un gran pensador, en estos tiempos modernos de la democracia, gobernar no es solo imperar, gobernar es convencer, empapar de la propia convicción al espíritu general, procurando que la adhesión de los más, haga fuerte y resistente la acción del que dirige” (Cuadra Pasos, 1926, p. 16. Énfasis añadido).
El principal pensador político contractualista nicaragüense de la segunda mitad del siglo XX y de comienzos del siglo XXI es, sin lugar a dudas, Alejandro Serrano Caldera. En el pensamiento de este filósofo, Nicaragua es apenas una posibilidad histórica que solamente puede hacerse realidad mediante la construcción de un consenso social basado en el principio de “la unidad en la diversidad”. Nicaragua, nos dice, “es un archipiélago de islotes sociales que coexisten, inconexos, los unos al lado de los otros. La falta de coincidencia en objetivos y fines nacionales produce un desconocimiento recíproco entre las diferentes partes de la sociedad nicaragüense y, en consecuencia, una autarquía que elimina elementales formas de complementariedad” (Serrano Caldera, 1997, p. 5).
Para superar esta fragmentación, Serrano Caldera propone “reivindicar el sentido de la nación”. Esto significa “identificar un horizonte hacia el cual dirigir voluntades y acciones y construir un conjunto de objetivos, intenciones y valores, que den forma a un proyecto de esperanzas comunes” (Serrano Caldera, 1997, pp. 6-7).
El estudio de la historia del pensamiento contractualista, tanto universal como nicaragüense, es una tarea indispensable para la articulación de una visión que, apoyada en esta tradición y filosofía política, logre extenderse, profundizarse y radicalizarse, para capturar la especificidad de los retos que enfrenta la juventud en el incierto siglo XXI que vivimos. La juventud nicaragüense, entonces, debe aprovechar la historia de esta tradición filosófica, para crear su propia versión del contrato social; es decir, para impregnar esta idea de su propio sentido del tiempo, y para responder, con este sentido, a los problemas sociales no resueltos en el pasado, y a los nuevos que forman parte del mundo globalizado en que hoy intentamos sobrevivir como nación.
El diálogo sostenido en Generación XXI y en el curso El Poder Político en Nicaragua arrojó valiosas lecciones que pueden facilitar esta tarea. Estas lecciones, por ejemplo, pueden ayudar a evitar la confusión que con frecuencia genera el concepto y la idea del contrato social. Aclaremos cinco de estas confusiones:
En primer lugar, la idea del contrato o consenso social no debe confundirse con la idea popularizada del “pacto” en nuestro país. Un pacto, con la connotación que ha adquirido esta palabra en la práctica política de Nicaragua, es un arreglo elitista en el que —parafraseando a un sociólogo mexicano— los líderes de las organizaciones políticas dominantes negocian la obediencia de sus seguidores para obtener beneficios particulares que ignoran la idea del bien común de la sociedad (Escalante Gonzalbo, 1992). Por otro lado, un consenso social es, en primer lugar, la expresión de un balance de intereses que tiene como propósito crear aspiraciones colectivas. Su articulación implica el desarrollo de una visión nacional, y un discurso político integrador, que identifiquen el marco normativo, la base institucional y las políticas necesarias para crear una comunidad de intereses y aspiraciones compartidas.
En segundo lugar, la idea del consenso social tampoco debe confundirse con la idea de una comunidad en donde desaparecen los conflictos. Un consenso social, simplemente administra el conflicto social para evitar que este degenere en violencia y en desorden. Así, hablar de un consenso social es hablar de un acuerdo mínimo o, más bien, de acuerdos mínimos, con relación a las prioridades del Estado y a la manera en que debe organizarse una sociedad. Estos acuerdos, en congruencia con la visión democrática radical de la posición postsandinista, se articulan mediante la inclusión y confrontación activa y permanente de las diferencias que nos separan.
En tercer lugar, un consenso social no debe interpretarse como un programa de complacencias en donde todo y todos tienen cabida. Un consenso social también implica establecer exclusiones y prioridades; el tipo de exclusiones que, por ejemplo, le impediría a los corruptos y a los que han violado la ley, seguir actuando en la vida política de nuestro país; el tipo de prioridades que exige una moralidad social que se impone como dominante.
Así, un consenso social es siempre un consenso hegemónico; es decir, un consenso que expresa una moralidad que se traduce en políticas y decisiones públicas que priorizan la atención de las necesidades, los intereses y las aspiraciones sociales que se identifican como las más urgentes e importantes. Esta moralidad define la forma en que se distribuyen los costos y beneficios que genera el balance de poder entre los diferentes sectores que integran la sociedad.
Por ejemplo, una moralidad determinada por los intereses del sector capitalista más socialmente insensible del país, en la Nicaragua de hoy, priorizará los valores del mercado y responderá al imperativo de la competitividad y la eficiencia empresarial, sacrificando, cada vez que sea necesario, los derechos laborales y otros derechos que limitan el “libre mercado”. Por otra parte, un consenso social determinado por una moralidad humanista, como la que sugieren los integrantes de la posición postsandinista, tendría que transformar el Estado y el mercado en variables dependientes del imperativo de la justicia, la libertad y la igualdad social.
En cuarto lugar, el consenso social tampoco sugiere la aceptación consciente, activa y voluntaria de un modelo de orden social. Simplemente sirve para señalar que en aquellas sociedades que funcionan dentro de un consenso social legitimado a través de procesos verdaderamente democráticos, el orden social no se reproduce mediante el uso de la fuerza, sino a través de la aceptación —implícita o explícita— de ciertas premisas, reglas y consecuencias sociales que sirven para proteger el “bien común”.
El “bien común” es, al igual que el “consenso social”, la expresión de una visión hegemónica del poder y de la sociedad. Esta idea no debe glorificarse, como tiende a hacerlo el discurso liberal, pero tampoco debe trivializarse o ignorarse, como lo hizo en el siglo XX el pensamiento marxista latinoamericano. El bien común expresa una moralidad social que, al hacerse dominante, se materializa en un balance de poder que puede significar la diferencia entre la vida y la muerte para muchas personas. Así, por ejemplo, a pesar de las limitaciones sociales, políticas y económicas que sufren las comunidades indígenas en Canadá, sus miembros gozan de mayor protección contra el poder coercitivo del Estado, y contra las injusticias y las arbitrariedades del mercado, que los pueblos indígenas de un país como Guatemala. La diferencia en estos dos casos la determina, fundamentalmente, el nivel y la efectividad de los derechos ciudadanos en los que se expresa y se hace operativa la moralidad que determina el sentido del bien común en cada sociedad.
En quinto y último lugar, la idea del consenso social no hace referencia a un arreglo estático. En otras palabras, un consenso social no debe verse como un ordenamiento con características permanentes o inmutables. Un consenso social es siempre un “consenso conflictivo” y abierto a la acción de los diferentes sectores y fuerzas que coexisten en una sociedad (Mouffe, 2000, p.16). Más aún, un consenso social no es un espacio cerrado a la extensión de la diversidad de identidades en la sociedad. Todo lo contrario, es un arreglo diseñado para dar cabida al surgimiento y a la expresión de nuevas aspiraciones y demandas.
La política democrática, entonces, debe verse como la articulación y confrontación permanente de proyectos hegemónicos, representativos de intereses sociales diversos y hasta contradictorios. Debe verse, en otras palabras, como un esfuerzo para ordenar la confrontación de estos proyectos, dentro de una moralidad social y un acuerdo que establezcan las reglas del juego para llegar al poder, y las garantías que todos los participantes en este juego deben tener para asegurar la vigencia y efectividad de sus derechos. La política democrática —como bien señala Chantal Mouffe— debe ser capaz de transformar en adversarios políticos a los actores y sectores sociales que, por representar intereses antagónicos, podrían actuar y ser percibidos como enemigos en la competencia por alcanzar el poder del Estado.
Juntando las piezas del rompecabezas político de la juventud
Las cinco posiciones que se han identificado en este ensayo son una muestra de la diversidad que debemos armonizar para empezar a movernos como una nación con intereses y aspiraciones compartidas. El propósito de esta sección es apoyar este esfuerzo, mediante la identificación de los puntos de coincidencia entre las cinco posiciones políticas en las que se han clasificado las opiniones y los comentarios de los y las participantes en Generación XXI y en el curso El Poder Político en Nicaragua.
Mi análisis de las brechas y coincidencias que unen y separan a estas cinco posiciones, vuelvo a repetir, está marcado por mis afinidades teóricas y políticas con la posición postsandinista. Así pues, los puentes que visualizo para conectar las cinco posiciones que aquí se analizan tienen su base principal en la visión postsandinista de nuestra realidad nacional y su futuro.
Puentes para el diálogo con la posición prosandinista reflexiva
La juventud prosandinista reflexiva defiende el principio de la justicia social como un principio vital para el desarrollo humano de los nicaragüenses. La posición postsandinista acepta la validez y la necesidad de respetar y promover este principio. Esta coincidencia ofrece la posibilidad de construir puentes discursivos que ayuden a establecer un diálogo fructífero entre jóvenes de ambas posiciones.
La importancia de la equidad social como componente esencial de una democracia que trasciende su dimensión electoral, y que no se esconde detrás de un falso sentido de igualdad, fue discutida repetidamente por los jóvenes ubicados en la posición postsandinista. Las diferencias de clase que nos dividen, por ejemplo, fueron claramente reconocidas:
David: “No es completamente falso que la división entre sandinistas-orteguistas y la oposición no sea una división de clase. Hay, entonces, cierta ‘rabia de clase’ en la violencia con que los jóvenes de sectores empobrecidos han enfrentado a algunas de las marchas públicas de la oposición. Sin embargo, con costo se habla de las otras formas de violencia que sirven de caldo de cultivo para la violencia visible de ‘las turbas’.”
A partir del reconocimiento de las aspiraciones de justicia que mueven a la juventud prosandinista reflexiva, la posición postsandinista puede iniciar un diálogo con este sector del sandinismo. El puente para lograr este diálogo, sin embargo, no existe. Existen solamente las bases; es decir, las ideas germinales que pueden o no florecer. Un ejemplo de estas ideas:
Fernanda: “Un debate en términos de igualdad entre jóvenes, reconociendo diferencias y sobre todo los orígenes de éstas, contribuiría de forma profunda a reinstalar la idea y el compromiso con la equidad, porque ésta requiere de una práctica que se ubique fuera de la lógica del dominio que nos hace pensar que los que vivimos bien, pensamos mejor y, por ende, podemos pensar por los y las demás.”
¿Construirán los y las jóvenes postsandinistas el puente que los conecte con la juventud prosandinista reflexiva? ¿Lo atravesarán? Todo va a depender de lo que la juventud postsandinista quiera y pueda hacer para superar las brechas que la separan del “otro” y de la “otra”. La principal de estas brechas, como lo señalé anteriormente, es la ausencia en el sector postsandinista de la experiencia de la injusticia y la marginalidad que mueve a miles de jóvenes nicaragüenses a apoyar al FSLN.
Para los sectores populares de la juventud sandinista, la justicia social no es, simplemente, un problema ético, teórico o filosófico. Este sector demanda justicia social porque la necesita para vivir con un mínimo de dignidad. Los que integran este sector se movilizan a favor de la justicia social, no solo porque hayan llegado a un convencimiento racional de su valor y su necesidad, sino porque así lo demanda —natural e instintivamente— cada neurona de su cerebro y cada fibra de su cuerpo. Ellos y ellas buscan alcanzar lo que todo ser humano busca: condiciones de vida que garanticen un mínimo de seguridad y bienestar. El biólogo noruego Bjorn Grinde, como se señaló durante el intercambio en Generación XXI, habla de la “felicidad darwiniana” para hacer referencia a esta tendencia.
Nuestro cerebro, dice Grinde, produce emociones y sensaciones que condicionan nuestra conducta. Éstas pueden ser positivas o negativas. El efecto de este mecanismo, según Grinde, es obvio: nos inclinamos a buscar y experimentar lo positivo —como la justicia y la libertad—; y a evitar lo negativo —como la exclusión social y la vulnerabilidad. La sobrevivencia de nuestra especie depende, en gran medida, del adecuado funcionamiento de este mecanismo (Grinde, 2002).
Los y las jóvenes sandinistas, entonces, van a aceptar que la juventud postsandinista comparte su visión de la justicia, solamente cuando logren percibir en ellos el mismo entusiasmo, la misma urgencia, la misma convicción y la misma fuerza con que los pobres demandan el derecho a la vivienda, a la comida, a la educación y a la salud. Los y las jóvenes sandinistas no se van a contentar con un discurso político solidario. Van a querer ver evidencias de que “el otro” y “la otra” de la clase media; “el otro” y “la otra” que lograron ir a la universidad; “el otro” y “la otra” de las escuelas y universidades privadas de nuestro país, comparten una comprensión racional y afectiva de la pobreza y la marginalidad.
¿Y cómo pueden los que comen sentir lo que sienten los que no comen? Esta es la pregunta del millón de dólares. El desconocimiento del “otro” y de la “otra” es, o puede ser, el Talón de Aquiles de la posición postsandinista en su intento por crear puentes con la juventud sandinista.
En uno de los momentos más importantes en la vida de Generación XXI, algunas jóvenes postsandinistas revelaron con honestidad su escaso contacto con la juventud de los sectores populares del país. Algunos ejemplos:
Pinolillo: “Con respecto a la inquietud de cómo me involucro con los demás, la verdad es muy simple: casi no lo hago. Uno se mueve en sus espacios con amistades un poco homogéneas. De todas formas, no es lo mismo conocer los problemas del ‘otro’ que sentirlos.”
Carlos: “Yo me he acercado al ‘otro’ poco, físicamente. Y cuando lo hago, siento que no absorbo mucho de esos acercamientos. Sólo me confirman que los intereses de la gente son alcohol, sexo y tener algún espejo de vidrio (quise decir un celular bueno, con cámara). Mi acercamiento al otro, a riesgo de sonar poco ‘humano’, ha sido principalmente a través de estadísticas, documentales, noticias, estudios, opiniones y análisis de mis círculos homogéneos. Hasta ahí.”
Fidel: “Para muchos/as de los/as que estamos opinando aquí o leyendo Confidencial, la lista de las cosas que hacemos por acercarnos a los/as más jodidos/as de nuestro país es, cuando menos, patética. Pero yo diría que peor sería no tener ni siquiera una lista que enumerar. Yo estoy en Costa Rica, aquí también hay gente jodida. Son menos y están menos jodidos/as, pero las hay. Las hay ticos/as, nicas, panas, colombianos, etc. Mi patético acercamiento a mis paisanos fregados aquí es escaso, pero es.”
Los que no han sufrido el flagelo y la indignidad del hambre y de la marginalidad, tendrán que hacer un esfuerzo consciente para internalizar el sentido de estas experiencias. Sin este esfuerzo, no serán capaces de captarlas y entenderlas, porque nuestro cerebro está formado para percibir e interpretar el mundo desde la perspectiva que le ofrece la realidad en que nos movemos. Esto no significa que seamos víctimas indefensas de la biología (o de las estructuras e instituciones sociales). Podemos romper las limitaciones que ellas nos imponen porque el cerebro tiene la capacidad de experimentar eso que, siguiendo a Pierre Bourdieu, hemos llamado “momentos de duda radical”.
El cerebro, además, tiene la capacidad de rearticular los circuitos neuronales en donde se materializan las representaciones mentales que usamos para hacer sentido de la realidad. Para lograrlo, sin embargo, debemos hacer esfuerzos conscientes que contrarresten la natural tendencia del cerebro a ofrecer interpretaciones de lo desconocido, basadas —y limitadas— por lo conocido.
Esta tendencia explica que para muchos nicaragüenses de las clases media y alta, resulte incomprensible que muchos pobres de Nicaragua voten a favor de Daniel Ortega. Estas personas interpretan la conducta de los pobres de nuestro país a partir de la particular Nicaragua en que ellas viven. Estas interpretaciones son registradas en las páginas de opinión y en los blogs de nuestro país: “los que votan por Daniel son ignorantes”; “los que votan por Daniel son haraganes”; “los pobres, por su ignorancia, tienen una inclinación enfermiza por el populismo”, y otras opiniones estereotipadas.
El desconocimiento del “otro” y la “otra” que reconocen jóvenes como Pinolillo, Carlos y Fidel, encuentra su contraparte en el desconocimiento que padecen muchos jóvenes de las clases populares, de las legítimas aspiraciones, necesidades y temores de los jóvenes de las clases pudientes de nuestro país. En el blog Generación XXI, yo usé mi propia experiencia para enfatizar la necesidad que tienen los y las jóvenes de Nicaragua de conocerse para reconocerse:
“Al ‘otro’ y a la ‘otra’ a los que ustedes hacen referencia, les cuesta creer que la suerte de los jóvenes pobres de Nicaragua les importa un carajo a los ‘otros’ como ustedes. Para gente como Yader, William y Giovanni (ver mensaje de Fidel de la semana pasada), que encima del exilio social en el que vive el ‘otro’ en Nicaragua, tienen que vivir el exilio del alma que se sufre cuando se vive en otro país, los jóvenes y las jóvenes de las clases media y alta en Nicaragua son como seres de otro planeta; seres que viven en un mundo totalmente ajeno a sus vivencias y necesidades. Y no es que piensen que los ‘otros’ de esas clases sociales sean malos; es algo peor que eso porque separa más: ustedes son percibidos, existencialmente hablando, como personas diferentes; completamente diferentes y, por lo tanto, incapaces de entender lo que significa vivir con la bolsa vacía y la cabeza llena de problemas.
La Revolución Sandinista en los 80s cambió todo esto, al menos por un glorioso momento. Ofreció una esperanza y creó condiciones para el reconocimiento del ‘otro’ y la ‘otra’. Luego sucedió lo que todos sabemos. Los nuevos ricos del FSLN traicionaron sus ideales pero aprendieron que, en una sociedad de indiferentes, se puede conseguir mucho con poco. Porque el ‘otro’ necesita tanto que, a veces, se conforma con que los de ‘arriba’ le hablen; lo mencionen; o que, por lo menos, no lo ofendan.
Cuando muchos de esos ‘otros’ escuchan ‘¡Arriba los pobres!’ en el discurso del FSLN, escuchan un reconocimiento. Y, por supuesto, hay quienes no se tragan el cuento. Pero muchos se lo tragan; o simulan que se lo tragan, porque la alternativa es indigerible.
Ellos recuerdan que, durante el tiempo de la ‘democracia’, Enrique Bolaños llamaba ‘patas de hule’ a los campesinos que protestaban contra su gobierno. Y los de ‘arriba’ se divertían en el tropical circo romano del Ben Hur, disfrazando a los carretoneros para que compitieran como payasos para obtener lo que por derecho ciudadano les tendría que corresponder: tejas para su casa y víveres para alimentar a sus familias.”
La palabra “democracia” suena diferente para estos “otros”. El regreso de la “democracia” suena como una amenaza para muchas de esas personas. Y la invitación a luchar en las calles por el retorno del “Estado de Derecho”, la “institucionalidad democrática”, el “imperio de la ley” y todas esas cosas, suena como una mala broma. Todo esto para señalar que el reconocimiento del “otro” y de la “otra” que ustedes buscan y que todos los nicaragüenses debemos buscar, enfrenta un serio problema: el lenguaje político nicaragüense está agotado. No hace sentido. Necesitamos crear nuevas ideas y nuevos conceptos y nuevas expresiones para comunicarnos con el “otro”, con la “otra” y, finalmente, reconocerlos.
Hablo de reconocimiento, repitamos, como aceptación y validación de la humanidad del “otro” y de la “otra”; de las aspiraciones y necesidades del “otro” y de la “otra”; de los derechos del “otro” y de la “otra”; y de la necesaria inclusión del “otro” y la “otra” en los procesos y estructuras que determinan la distribución y los usos del poder en nuestra sociedad.
Encontrarse con el “otro” y la “otra” es un problema logístico que puede resolverse fácilmente mediante la organización de encuentros, conversaciones y debates. El reconocimiento del “otro” y de la “otra”, por otra parte, es un problema existencial profundo y complejo, porque demanda una radical transformación ética que, para ser completa, debe desembocar en una lucha contra la moralidad dominante en nuestra sociedad. Esta lucha personal no es solamente interna y subjetiva. Es también una lucha política y social que se orienta a la transformación de las estructuras que hoy marginan, castigan y sacrifican a los más débiles de nuestra sociedad.
Ambas —la lucha interna para transformarnos a nosotros mismos y la lucha política para transformar las estructuras de poder de la sociedad— son necesarias. Las dos están ligadas y se alimentan mutuamente. El fracaso en una de ellas puede significar el fracaso en la otra. De estos fracasos nos habló Felipe, cuando nos recordó el caso de los y las jóvenes revolucionarios que, en el pasado reciente, lucharon para transformar nuestra sociedad, para luego sucumbir a las tentaciones del poder. Estos jóvenes triunfaron políticamente cuando triunfó la Revolución Sandinista, pero nunca lograron superar sus debilidades personales y los efectos socializantes más nocivos de nuestra cultura. Leamos a Felipe:
Felipe: “No podemos olvidar que muchos miembros de las élites políticas y económicas que ahora desgobiernan al país fueron, en su juventud, muchachos y muchachas idealistas que leyeron a Marx (sin la visión crítica que Ud. propone), marcharon, protestaron y hasta arriesgaron sus vidas por lo que en aquel entonces creían que debía ser el cambio que necesitaba Nicaragua. Desafortunadamente, su juvenil idealismo y entusiasmo no fue suficiente para crear una cultura política diferente. Terminaron sucumbiendo a las tentaciones de la política prebendaria, del clientelismo, elitista y providencialista que practicaron las élites políticas y económicas que les precedieron. Mi punto es que el cambio que queremos en Nicaragua, si bien es parcialmente generacional, no nos asegura que los jóvenes líderes políticos o empresariales del mañana no llegarán a comportarse como los líderes políticos y empresariales de hoy. El cambio debe ser más profundo, y a riesgo de que suene más trillado de lo que es, dicho cambio es de valores, espirituales, éticos y morales. Podremos legislar las leyes más progresistas, estrictas o idealistas de Latinoamérica, pero si no hay clases políticas que sientan la obligación de cumplirlas y hacerlas cumplir, seguiremos arando en el mar como decía Bolívar. Veremos, quizás dentro de varias décadas, levantamientos sociales si la pobreza o alienación llegan a niveles insostenibles para el sistema.”
Puentes para el diálogo con la posición antisandinista reflexiva
Los jóvenes de la posición postsandinista también registran puntos de coincidencia con los que integran la posición antisandinista razonada. Coinciden con ellos en su apreciación sobre el valor del Estado de Derecho y de las libertades fundamentales que este garantiza. Más concretamente, los y las jóvenes que integran estas dos posiciones coinciden en la necesidad de luchar por la articulación de un marco legal que impida, hoy y siempre, la consolidación de una dictadura en Nicaragua. Se trata de una coincidencia política, pero también existencial y emotiva. En este sentido, la entronización del personalismo, el autoritarismo y la arbitrariedad del régimen actual constituye una amenaza real para ambos grupos.
Esta coincidencia abre la posibilidad de iniciar un diálogo que le permita a los jóvenes y las jóvenes que integran la posición postsandinista exponer lo que perciben como la necesidad de defender la libertad y la justicia social en forma paralela. Así, el diálogo entre los y las integrantes de la posición postsandinista y los y las integrantes de la posición antisandinista razonada, abre la posibilidad de discutir y articular una visión de la democracia como un sistema diseñado para conjugar y balancear la justicia y la libertad. Esta visión fue resumida en el registro de las conclusiones a las que llegamos en la reunión que sostuvimos en Managua el 17 de julio del 2010:
Creemos que la democracia debe ser un esfuerzo permanente y organizado para integrar y balancear el principio de la libertad y el principio de la justicia social. El valor de la democracia, desde esta perspectiva, no radica en su capacidad para ponerle fin a las tensiones que genera la combinación de estos dos principios, sino en su disposición a aceptar el reto de reconciliarlos.
El totalitarismo y el neoliberalismo, por otra parte, constituyen estrategias sociales que pretenden resolver, de manera definitiva, las tensiones y contradicciones que marcan la relación entre la justicia y la libertad. Los resultados de este absolutismo reduccionista han sido siempre nefastos: el pensamiento totalitario que ejerció su influencia en el experimento revolucionario sandinista “resuelve” esas tensiones y contradicciones sacrificando la libertad, mientras que el pensamiento neoliberal que se entronizó en Nicaragua a partir de 1990 lo hace sacrificando la justicia. La democracia, reafirmamos, debe ser capaz de reconciliar ambos principios. Debe, por ejemplo, ser capaz de impulsar una economía de mercado dentro del marco de un contrato social que refleje con justicia las obligaciones y derechos de todos los nicaragüenses.
Es importante señalar que las coincidencias racionales y emocionales que existen entre postsandinistas y antisandinistas reflexivos, alrededor del valor de la democracia y del Estado de Derecho, también pueden convertirse en una trampa para los primeros. Si nos atenemos a sus autodescripciones en el blog, es posible suponer que, por su condición social, una buena parte de los que hoy integran la posición postsandinista son relativamente inmunes a las poderosas presiones materiales que motivan a muchos y muchas jóvenes que, reflexiva o irreflexivamente, apoyan al FSLN para alcanzar la justicia social. Más concretamente, los y las jóvenes que hoy integran la posición postsandinista no siempre experimentan la necesidad de lograr los cambios sociales que proponen como necesidades vitales, como urgencias de vida o muerte.
Así pues, una buena parte de la juventud postsandinista podría, en el futuro, abandonar la bandera de la justicia social y priorizar —pragmática y resignadamente— la lucha por una democracia que les garantice sus ventajas y privilegios sociales. Esto es, precisamente, lo que ha sucedido con muchos y muchas revolucionarios que antes lucharon por una sociedad libre y justa, y que hoy luchan por un “Estado de Derecho” que los proteja contra el FSLN de Ortega, aunque esto signifique abrazar el neoliberalismo criollo de un Eduardo Montealegre, el conservadurismo primitivo de un Fabio Gadea Mantilla, o cualquier cosa que les permita disfrutar de lo que tienen y envejecer en paz.
Para evitar caer en la trampa del pragmatismo resignado que absorbió a mi generación, los y las jóvenes de la posición postsandinista deberán internalizar el sentido de urgencia para cambiar el país que experimentan los sectores más pobres y vulnerables de nuestra sociedad. Esto se puede lograr mediante el estudio de la realidad nacional y, sobre todo, mediante una integración afectiva con los sectores populares de nuestro país. Esta integración debe buscarse a través de experimentos como los que fueron sugeridos por algunos de los y las participantes en Generación XXI.
Los jóvenes postsandinistas deben buscar su integración con los pobres y excluidos de Nicaragua y, al mismo tiempo, mostrar a los sectores de la clase media nicaragüense que su futuro está ligado a la solución de la miseria y la pobreza que los rodea, porque ningún muro y ninguna cerca los aislará indefinidamente de la rabia de los que padecen hambre y sed de justicia en nuestro país. Deben tratar de educar, además, a los que forman las clases altas del país. Los ricos tendrían que saber que, por humanismo o por cristianismo, o por pura conveniencia y utilidad, deben empezar a cumplir con sus responsabilidades como miembros de una sociedad que no puede seguir siendo invisible a sus ojos, porque esta tiene nombre y rostro; un nombre que es Nicaragua, y un rostro que es el de la miseria y la desnutrición que padece la mayoría en nuestro país.
Puentes para el diálogo con las posiciones no reflexivas
Los puentes más difíciles de construir son los que se necesitan para conectar a la posición postsandinista con la posición antisandinista no-razonada y la prosandinista no-razonada. Las razones son obvias: las posiciones no-razonadas son naturalmente reacias al diálogo. Son posiciones, como ya se señaló antes, fundamentalmente maniqueístas y emotivas. Los que las integran, generalmente rechazan el uso de la razón para defender sus intereses y aspiraciones.
Sería un error, sin embargo, ignorar el contenido y el sentido de las emociones de las posiciones no-razonadas que apoyan al FSLN o de las que luchan contra esta organización. Estas emociones expresan una forma de conocimiento al que, desde una perspectiva política, se le debe otorgar la misma validez que se le otorga al conocimiento razonado. En otras palabras, la magnitud del reto y las dificultades que implica crear condiciones de diálogo con grupos que no están inclinados a dialogar no deben empujarnos a ignorar el conocimiento emocional que alimenta las contribuciones y posiciones de estos grupos.
Somos seres emocionales y racionales. Nuestra misma capacidad para razonar se apoya en las facultades emocionales con las que procesamos el sentido de nuestras experiencias y con las que definimos nuestras reacciones y posiciones frente a las fuerzas y los factores que operan en nuestro ambiente natural y social. Y si bien es cierto que los seres humanos hemos desarrollado cierta capacidad para hacer uso de la razón y condicionar el efecto de las emociones, también es cierto que esta capacidad resulta débil frente a las cargas emocionales que se derivan de la inseguridad; y, más concretamente, de los impulsos y las emociones causadas por necesidades vitales no satisfechas, como la alimentación y la salud (ver Churchland, 2011; LeDoux, 1996).
En este sentido, es importante señalar que el desarrollo de la capacidad humana para condicionar la fuerza de las emociones está ligado al desarrollo de nuestra capacidad para generar condiciones de vida seguras y estables. En términos sociológicos, el desarrollo de nuestra capacidad para controlar las emociones guarda un cierto paralelo con el desarrollo de lo que Anthony Giddens llama la “seguridad ontológica” de los seres humanos. Este concepto hace referencia “a la confianza que los seres humanos depositan en la continuidad de su autoidentidad y en la permanencia de sus entornos, sociales o materiales de acción” (Giddens, 1991, p. 92). El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) popularizó una versión de este concepto en su reporte de 1994 dedicado al desarrollo humano. En esa ocasión, el PNUD definió la “seguridad humana” como la “protección contra las amenazas del hambre, las enfermedades, el crimen, la represión y la disrupción violenta y dañina de los patrones que regulan la vida cotidiana en nuestros hogares, en nuestros trabajos, en nuestras comunidades o en nuestro ambiente” (UNDP, 1994, p. 3).
La inseguridad produce miedo. Y la emoción del miedo puede fácilmente imponerse sobre la razón, generando formas de conducta que suelen estar en conflicto con la ley, que es, después de todo, uno de los principales productos de la capacidad racional de la especie humana. En Nicaragua, la fuerza de la ley es débil porque la mayoría de los nicaragüenses viven en condiciones de inseguridad que generan reacciones emocionales contrarias a la razón de la ley.
Desde esta perspectiva, las emociones que expresan los y las jóvenes que integran las posiciones prosandinista y antisandinista no-razonadas deben ser consideradas como posibles productos de vivencias y experiencias que dificultan el uso de la razón para debatir y dialogar. Así, la “rabia de clase” de la que nos hablaba David en una de sus entregas, debe considerarse como la posible expresión de una forma de conocimiento —conocimiento emocional— enraizado en la experiencia de la inseguridad que produce la marginalidad en nuestro país.
La validación de este conocimiento emocional puede servir para contrarrestar el equivocado razonamiento en el que se sostienen muchos comentarios de jóvenes de la posición antisandinista, cuando simplemente asumen que los y las jóvenes sandinistas son personas “manipuladas”. No cabe duda de que el FSLN —al igual que muchos grupos de oposición— manipula, o trata de manipular, a la juventud. Sin embargo, explicar la adhesión de miles de jóvenes al FSLN como un caso de manipulación colectiva es rehusar a aceptar la compleja realidad que el pensamiento político está supuesto a elucidar.
La tendencia a la fácil caracterización y representación de fenómenos complejos —como son las motivaciones y las conductas políticas de los sectores populares de Nicaragua— también está presente en muchos de los comentarios que hacen los y las sandinistas cuando describen las acciones, intereses y aspiraciones de grupos como la Resistencia Juvenil por la Dignidad Nacional (Rejudin) y Nicaragua N2.0. Para algunos sandinistas, los que integran estas organizaciones juveniles de oposición son “pendejos”, “cocainómanos”, “manipuladores de pubertos con ilusiones de inteligencia”, entre otros epítetos (ver Pueblo, 2011).
Así pues, para muchos jóvenes no-sandinistas, la adhesión de miles de jóvenes al FSLN es caracterizada como un simple caso de manipulación. Los jóvenes sandinistas “devuelven el favor” haciendo uso del mismo tipo de simplificaciones.
¿Cómo trascender la superficialidad que usamos para referirnos al “otro” y a la “otra”? ¿Cómo ver en los adversarios la legitimidad que con más facilidad vemos en nuestras propias acciones?
Un nuevo discurso
La construcción de puentes que le permitan a la posición postsandinista dialogar con las otras cuatro posiciones que se identifican en este libro, implica asumir la responsabilidad de aprender a entender la manera en que los integrantes de estas posiciones perciben la realidad nicaragüense. Solamente de esta manera será posible construir los “significados comunes” que pueden formar “un universo referencial compartido” (Taylor, 1985). Más aún, solamente operando dentro de un universo referencial común, podremos articular un discurso que nos permita contrastar nuestras diferencias y establecer nuestras coincidencias.
Hablar de discurso es, en este contexto, hablar de prácticas comunicativas que sirven para sostener, reproducir o transformar un sistema de relaciones sociales. En nuestro intercambio en Generación XXI, hacíamos uso de un ejemplo de discurso que reafirma y refuerza las estructuras tradicionales de poder en Nicaragua:
Cuando Enrique Solano se refería despectivamente a los campesinos como “patas de hule”, su discurso endurecía y facilitaba la reproducción de la marginalidad social de este sector de nuestra sociedad. La insensibilidad que se revela en la expresión del expresidente devaluaba a los campesinos y contribuía a su deshumanización.
De igual forma, el humor racista y sexista nicaragüense reduce el fenómeno de la discriminación y la opresión a la condición de broma y, por lo tanto, facilita la perpetuación de estas prácticas a través del tiempo. Las palabras que usamos para referirnos al “otro” y la “otra”, concluyamos, son fuerzas que participan en la construcción de la realidad.
Aclarábamos, sin embargo, que el concepto de discurso no solamente hace referencia a las palabras que usamos para comunicarnos. Este concepto incluye todas las enunciaciones simbólicas y gestuales que hacemos de la realidad social. Usaba otro ejemplo para reforzar este punto:
Obando y Bravo no necesita hablar en las ceremonias oficiales a las que asiste en la actualidad para contribuir a la legitimación del poder constituido en nuestro país. Basta que se presente a esas ceremonias con su vistoso traje de Cardenal porque lo que cuenta es el poder simbólico que todavía conserva este señor, independientemente de que abra o no la boca. Vistan a Obando Bravo de pantalón chingo y camiseta sin mangas y verán que Daniel Ortega no lo vuelve a invitar a sus floreadas tarimas.
Señalaba también que el discurso del FSLN está diseñado para reconocer, al menos formalmente, a los pobres de nuestro país; y que esto le daba al discurso sandinista una ventaja significativa sobre el discurso de la oposición. Señalaba también que, por supuesto, muchos pobres no se tragan el “arriba los pobres” del FSLN, pero que “simulan que lo tragan, porque la alternativa es indigerible”. Y agregaba:
Ellos recuerdan que, durante el tiempo de la “democracia”, Enrique Bolaños llamaba “patas de hule” a los campesinos que protestaban contra su gobierno. Y los de “arriba” se divertían en el tropical circo romano del Ben Hur, disfrazando a los carretoneros para que compitieran como payasos para obtener lo que por derecho ciudadano les tendría que corresponder: tejas para su casa y víveres para alimentar a sus familias. La palabra “democracia” suena diferente para estos “otros”. El regreso de la “democracia” suena como una amenaza para muchas de esas personas. Y la invitación a luchar en las calles por el retorno del “Estado de Derecho”, la “institucionalidad democrática”, el “imperio de la ley” y todas esas cosas, suena como una mala broma.
Finalmente, concluía señalando que “el lenguaje político nicaragüense está agotado”. Este discurso no hace sentido o, para decirlo más claramente, no tiene la capacidad para crear un sentido compartido de nuestra realidad. Necesitamos nuevas ideas, nuevos conceptos y nuevas expresiones para cerrar las brechas que nos separan. Por eso leí con entusiasmo el discurso de Israel Lewites cuando asumió la coordinación de la organización juvenil Nicaragua 2.0: “Debemos retar nuestras concepciones del mundo, retar a nuestra creatividad, inventar soluciones novedosas para los viejos problemas de siempre. Nos toca vivir en tiempos fascinantes en un país joven. Nicaragua es un lugar donde se pueden lograr cosas imposibles” (Lewites, 2013).
Solamente la energía de la juventud, y su especial sentido del presente que vivimos, y de las amenazas del futuro que enfrentamos, puede crear eso que Octavio Paz llamaba un nuevo “contrato verbal” para ponernos de acuerdo sobre cómo “lograr lo imposible”. Así lo expliqué en Generación XXI:
Necesitamos articular, como dice Octavio Paz, un nuevo “contrato verbal”, condición indispensable para articular un “contrato social” que nos saque del aislamiento o los aislamientos en que vivimos. Por eso creo con firmeza lo que algunos de ustedes han dicho en sus contribuciones pasadas: la Generación XXI —la de ustedes— necesita inventar nuevas formas de expresión y comunicación.
En síntesis, para ser efectivo, el discurso de la juventud postsandinista tendrá que superar las debilidades del discurso político tradicional. El discurso de la Generación XXI deberá estar basado en un pensamiento y una visión política que capture la complejidad de la realidad nicaragüense y, particularmente, las aspiraciones y necesidades de los diferentes sectores de la juventud de nuestro país. Deberá, finalmente, estar apoyado en estrategias de comunicación que tomen en consideración el principio que señala que “cuando de comunicarse se trata, lo que cuenta no es lo que uno dice, sino lo que el otro escucha” (Luntz, 2007). Este principio debe guiar la construcción de un discurso diseñado para dialogar, y no simplemente para convencer o, peor aún, amenazar.
Pero sobre todo, para ser efectivo, el discurso de la juventud postsandinista deberá ser el reflejo de convicciones y conductas coherentes. No será suficiente decir o escribir que el postsandinismo defiende el principio de la justicia social que aglutina a la juventud sandinista, y el principio de la libertad que enarbola la juventud antisandinista. Será necesario crear una unidad entre lo que se dice y lo que se hace. Sin esta congruencia, las palabras no significan nada.
¡Ya viene el cortejo!
¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines,
la espada se anuncia con vivo reflejo;
ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines.
Ya pasa debajo los arcos ornados de blancas Minervas y Martes,
los arcos triunfales en donde las Famas erigen sus largas trompetas
la gloria solemne de los estandartes,
llevados por manos robustas de heroicos atletas.
Se escucha el ruido que forman las armas de los caballeros,
los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra,
los cascos que hieren la tierra
y los timbaleros,
que el paso acompasan con ritmos marciales.
¡Tal pasan los fieros guerreros
debajo los arcos triunfales!
Rubén Darío
Realismo radical ante todo. El atol con el dedo no me llena.
Eunice Shade
CAPÍTULO 4. CRÍTICA AL VOLUNTARISMO HEROICO
Este capítulo contiene una reflexión sobre un problema cultural que forma parte de la realidad que la posición postsandinista trata de entender para cambiar. Me refiero al voluntarismo heroico nicaragüense que, junto con el providencialismo y el pragmatismo resignado, constituyen los pilares de nuestra cultura. Quiero hacer énfasis en este tema, porque a lo largo de nuestra historia, el voluntarismo heroico ha sido la perspectiva que ha inspirado a los movimientos reformistas y revolucionarios que han tratado de expandir el marco de la libertad y la justicia en nuestro país. De más está decir que estos movimientos han fracasado. Después de casi doscientos años de una vida nacional plagada de guerras y revoluciones, seguimos siendo una de las sociedades más atrasadas del continente americano.
En su lucha por la transformación de nuestro país, la juventud nicaragüense tendrá que evitar la trampa del voluntarismo heroico. Tendrá que desarrollar, como lo plantea la posición postsandinista, una nueva forma de pensar y practicar la política en Nicaragua. Recordemos las palabras de Emila Persola: “Ya no hay necesidad de morir con las botas puestas, ni de volver a escupir al cielo para creer que honramos a nuestros respetados padres y ancestros. La Historia es sólo una herramienta, nunca una deuda pendiente, y con ella no buscamos una herencia sino las soluciones” (Persola, 2008).
Cultura y realidad social
Hablar de cultura es hablar de un sistema de valores y significados que filtran, definen y organizan la manera en que percibimos la realidad. Hablar de cultura política es focalizar esta definición general, para hacer referencia a los valores y significados que mentalmente filtran, definen y organizan nuestra percepción del poder y sus manifestaciones.
Los valores y significados culturales de los que hablamos aquí no son, como se explicó en un momento de nuestro intercambio en Generación XXI, abstracciones fantasmagóricas. No deben, por lo tanto, imaginarse como “burbujas” etéreas que flotan alrededor de nuestras cabezas. Los valores y los significados que integran nuestra cultura son inscripciones materiales y representaciones mentales literalmente registradas en los circuitos neuronales de nuestros cerebros (LeDoux, 2002).
Los circuitos neuronales —o sinápticos— con los que percibimos y representamos la realidad son el producto de la experiencia, entendida esta en por lo menos tres escalas de tiempo: la experiencia evolutiva de nuestra especie; la experiencia institucional y cultural en la que participamos como miembros de una sociedad que funciona dentro de un tiempo histórico y un espacio territorial determinados; y la experiencia individual de cada uno de nosotros, desde que nacemos hasta que dejamos de existir (Carey, 2009). Estas tres vivencias definen la esencia y naturaleza de los seres humanos. Ellas forman, desarrollan y consolidan las representaciones mentales con las que percibimos e interpretamos el mundo y nuestro papel en la historia. Ellas condicionan nuestras actuaciones, como miembros de la especie humana, como seres sociales y como individuos con características peculiares.
Concentremos nuestra atención en la segunda escala experiencial; es decir, en la influencia de las instituciones y la cultura dentro de las que nos socializamos. Más concretamente, exploremos el papel que juegan la cultura y las instituciones sociales en la articulación de las representaciones mentales con las que definimos lo bueno y lo malo; lo justo y lo injusto; lo moral y lo inmoral.
Bruce E. Wexler señala que las instituciones y la cultura funcionan como los andamios que utiliza la mente para hacer sentido de la realidad (Wexler, 2006). En ellos nos apoyamos para operar en congruencia con las reglas que definen el orden social. Al hacerlo, reproducimos estas mismas reglas, así como los valores sobre los que ellas se sostienen.
Puesto de otra forma, las instituciones y la cultura producen y reproducen los hábitos que contribuyen a la formación de nuestra identidad como seres socializados. Estos hábitos sincronizan nuestra percepción de la realidad en que vivimos con las estructuras de poder y las instituciones que integran esta realidad. Como resultado de este proceso, la realidad social y nuestra percepción de esta realidad operan en forma coordinada y estable.
Así pues, la mente registra el mundo exterior formando representaciones del mismo. Estas representaciones, a su vez, moldean nuestras percepciones de “la realidad”. Estas percepciones no son homogéneas, porque son el producto de las diferentes historias personales y de las diferentes condiciones materiales desde donde los sujetos perciben su mundo social. De las tensiones y contradicciones que surgen de esta pluralidad de percepciones e interpretaciones de la realidad, surge el conflicto político. Este tiene como objetivo imponer el orden mediante la articulación de una estructura de poder hegemónico; es decir, mediante la construcción de una estructura de poder en la que una percepción particular del mundo se impone como la visión que adopta la sociedad para legitimar la distribución y los usos del poder social.
Así pues, la lucha de clases, o la lucha entre las masas y una oligarquía, son fenómenos políticos con raíces cognitivas. Lo mismo puede decirse del orden social: la sincronización entre la manera como una sociedad percibe “la realidad” y las estructuras de poder dentro de las que se organiza esta sociedad, constituye la base de una construcción hegemónica. Esta sincronización explica, por ejemplo, que en Nicaragua nos hayamos acostumbrado a vivir en medio de la pobreza de nuestro país, como si esta pobreza fuera una condición natural. Ella también explica que los pobres que han internalizado la visión del Dios providencial que reproducen nuestras iglesias acepten su miseria como un designio divino.
Para trascender los límites que impone la realidad constituida a través de las representaciones mentales que hacemos de la misma, es necesario generar momentos de “duda radical” (Bourdieu, 1999). En otras palabras, es necesario forzarnos a neutralizar o contrarrestar la influencia de la metafórica matriz —como en la película Matrix de Larry y Andy Wachowski— y, más concretamente, de la matriz cultural que define los hábitos y la moralidad dominantes en nuestra sociedad. Realicemos este esfuerzo y analicemos las “tres personas” que integran la trinidad de nuestra cultura: el Padre-Dios providencial; su vástago, el pragmatismo resignado; y el espíritu voluntarista y heroico con el que los nicaragüenses hemos intentado cambiar, en más de una ocasión, el rumbo de nuestra historia.
El Padre-Dios Providencial
En otras oportunidades he caracterizado la cultura política nicaragüense como providencialista y pragmática resignada (Pérez-Baltodano, 2003). El providencialismo, como se discutió en el intercambio sostenido a través de Generación XXI, es un modelo teológico que ofrece una visión de la historia como un proceso controlado por un Dios que lo decide todo (ver Hodgson, 1992; Taylor, 2007; Lloyd, 2008). Este valor cultural es dominante en América Latina y se expresa con especial intensidad en nuestro país.
Un estudio sobre la cultura política de la juventud nicaragüense publicado en 2001, por ejemplo, reveló que un 96.8% de los entrevistados creían que: “Dios es algo superior que creó todo y de quien depende todo” (Montenegro y Cuadra, 2001). En otro estudio publicado en 2002, un 79% de las personas entrevistadas dijeron que Dios, y no su voluntad, era la fuerza que determinaba el rumbo de sus vidas y sus historias. Solo un 9% dijo que eran ellos mismos los responsables de su propio destino. El restante 12% consideró que el poder divino y el humano se combinaban para determinar su futuro y el de la humanidad. El diario La Prensa sintetizó así su análisis de estos resultados: “A la buena de Dios dejan su destino muchos nicaragüenses, que creen que su vida es un guion hecho por un poder sobrehumano. Esta visión, por una parte, es un consuelo ante las adversidades, pero también deriva en conformismo y resignación” (La Prensa, 2002).
Un estudio de la pobreza en Masaya realizado en 2008 volvió a confirmar el fenómeno de la resignación entre los pobres de nuestro país. “No me he afligido”, decía uno de los entrevistados en este estudio, “porque gracias a Dios me ampara en todo, me da fuerza para andar, a pesar de tanta pobreza, siempre teniendo fe puede solucionarse” (Serra Vázquez, 2011).
La visión providencialista de Dios y de la historia que se expresa en los estudios anteriores induce a los hombres y las mujeres nicaragüenses a aceptar que sus destinos individuales y sociales están determinados por fuerzas ajenas a su voluntad. Esta visión ha contribuido a generar una cultura política pragmática-resignada que se explica más adelante.
La antropología, la psicología social y la educación popular han mostrado el peso del providencialismo en América Latina en general, y en Nicaragua en particular. La obra del psicólogo social Ignacio Martín-Baró, por ejemplo, muestra la tendencia del catolicismo providencialista dominante en América Latina a transformar la docilidad en una virtud religiosa (Martín-Baró, 1998). En el campo de la pedagogía y la educación popular, la obra de Paulo Freire reveló cómo la conciencia oprimida de los y las latinoamericanas habita en un mundo mágico en el que las víctimas de la explotación interpretan su propio sufrimiento como un designio divino (Freire, 2009). La teología de la liberación también visibilizó el providencialismo y lo combatió, desenmascarando el orden establecido —supuestamente por la voluntad de Dios— como un verdadero desorden y como un pecado social que debemos combatir.
Los estudios sobre el “catolicismo popular”, mayoritario en América Latina, también han revelado el peso dominante de la idea de un Dios providencial que interviene en la historia a través de ángeles, santos y fuerzas sobrenaturales para premiar y castigar a la humanidad (ver Marzal, 2002). Finalmente, el pentecostalismo y el movimiento carismático han reforzado el peso del providencialismo latinoamericano.
El pentecostalismo, señala el teólogo nicaragüense Abelino Martínez, es profundamente providencialista: “El plano ‘explicativo’, que más apasiona a los informantes pentecostales”, dice Martínez, “es el de las explicaciones últimas, esto es, la remisión de los fenómenos contingentes a una realidad suprema, sagrada” (Martínez, 1989, 117). Así pues, estos cristianos tienden a buscar la solución de sus problemas “fuera del espacio político real”, es decir, en “un espacio metahistórico” en donde el devenir de la humanidad depende de “los designios insondables de la divinidad” (Ibid., 120).
Finalmente, la entronización de la racionalidad instrumental del mercado en el periodo neoliberal ha reforzado el pragmatismo resignado en América Latina, desactivando social y políticamente a muchos movimientos sociales progresistas, neutralizando su capacidad de agenda, y favoreciendo la institucionalización de lo que el economista y teólogo de la liberación Franz J. Hinkelammert llama una “cultura de la desesperanza” (Hinkelammert, 2001).
Para comprender la especificidad histórica del providencialismo en América Latina, y especialmente en Nicaragua, es importante aclarar que todo pensamiento y visión religiosa contiene elementos providencialistas; es decir, ninguna religión puede prescindir de una representación de Dios como la fuerza que, en última instancia, determina el sentido de la vida en el universo. Existen, sin embargo, diferentes visiones y representaciones de esta fuerza y, más concretamente, diferentes visiones y expresiones del papel de Dios en la historia.
Así pues, la teología distingue entre el providencialismo meticuloso y el providencialismo general. En términos generales, estos dos tipos de providencialismo corresponden a las visiones cristianas pre-moderna y moderna, respectivamente (Hodgson, 1992).
El providencialismo meticuloso expresa la visión de la relación entre Dios y la historia que fue dominante en la Edad Media. Dios, desde esta perspectiva, es un ente omnipotente y omnipresente que lo decide todo. Es, literalmente, el Dios del Credo Niceno que dice: “Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible”. Este Dios es meticuloso en el sentido de que nada escapa a su control. Él interviene en la historia a través de milagros en los que expresa su poder para reducir o ampliar, a su antojo, los límites de lo posible. Lo mágico y lo religioso, entonces, se funden en esta visión del Dios providencial (ver Bueno Domínguez, 2008).
A partir del Renacimiento, pero sobre todo a partir de la Gran Crisis de Europa del siglo XVI, el providencialismo meticuloso dio lugar al surgimiento y a la consolidación de un providencialismo general basado en una visión de Dios como una fuerza que no impide el ejercicio de la libertad de los seres humanos (Taylor, 2007; Lloyd, 2008). En estas nuevas circunstancias, la teorización sobre el tema del libre albedrío absorbió la atención de los principales teólogos y filósofos europeos, hasta convertirse en uno de los tres o cuatro principales temas de reflexión filosófica y teológica de todos los tiempos (Enciclopedia Católica). Este prolongado ejercicio reflexivo contribuyó a poner fin al absolutismo de Dios en la historia o, lo que es lo mismo, al debilitamiento del providencialismo meticuloso y su reemplazamiento por un providencialismo general que permite y hasta promueve la libertad humana.
La apertura de este espacio de libertad facilitó el desarrollo de una nueva sensibilidad con relación a la capacidad humana para hacer y controlar su historia. De esta sensibilidad se deriva la cosmovisión moderna, basada en la exaltación del poder de la razón.
Es posible, entonces, ver la modernidad como el producto del desarrollo de una relación de afinidad electiva entre una cultura religiosa basada en un providencialismo general que le otorga a la humanidad la capacidad de entender el mundo y controlar su destino, y un estilo de cognición analítico y racional que fue determinante para el desarrollo de la filosofía, la ciencia y la tecnología.[23]
Recapitulando: el sentido pasivo y resignado ante la historia y el universo, predominante en la sociedad medieval, empezó a ser reemplazado en el Renacimiento por una visión que impulsó a los europeos a asumir el derecho y la responsabilidad de controlar su historia. Los enormes cambios y avances experimentados por Europa a partir de la Gran Crisis del siglo XVI expandieron aún más el marco de posibilidades históricas dentro de las que se desarrollaba la sociedad europea. Estos cambios y avances incluyeron la Revolución de Copérnico, la Reforma de Lutero, el descubrimiento europeo de América, el inicio de la formación de la burguesía, y otros (Rabb, 1975).
Inicialmente, estas transformaciones generaron una crisis de seguridad existencial en los europeos, quienes se vieron forzados a abandonar las certidumbres del pasado y a buscar el orden y la seguridad en una nueva cosmología y en nuevos modelos de organización económica, política y social. La Reforma de Lutero, por ejemplo, creó grandes ansiedades en el mundo cristiano de la Edad Media. Eventualmente, los creyentes protestantes encontraron un nuevo sentido de orden y estabilidad en la visión religiosa, el poder y la legitimidad de la nueva Iglesia.
Más aún, algunas de las nuevas prácticas religiosas introducidas por Lutero contribuyeron al desarrollo de un nuevo nivel de confianza en la capacidad de los europeos para controlar su destino individual y social. La posibilidad de leer la Biblia en los idiomas vernáculos europeos es un ejemplo de este tipo de prácticas.
Las nuevas condiciones históricas creadas por la Gran Crisis del siglo XVI, entonces, reforzaron la sensación de confianza de los europeos en su capacidad para controlar su desarrollo social. Éstos dejaron de verse como receptores pasivos de una voluntad divina, y se convirtieron en intérpretes de esta voluntad. De esta transformación nació el pensamiento político moderno, capaz de articular visiones del poder, del orden social y de la historia, como procesos y condiciones determinados por la acción humana, y no por la voluntad de Dios.
De tal forma que la política moderna debe verse como la manifestación de una nueva sensibilidad con relación al mundo material y, sobre todo, a la posibilidad de controlarlo. Hablo de sensibilidad como una forma de conocimiento basada en los estímulos generados por la experiencia. Vale la pena recordar que la palabra sensibilidad proviene del latín sensibilitas y significa “capacidad para percibir sensaciones a través de los sentidos o para sentir moralmente” (diccionarios.com).
Así, el “triunfo de la razón” que define el sentido de la modernidad es el resultado de sensaciones, certezas y evidencias que, a finales de la Edad Media, le confirmaban a los europeos que el control de la naturaleza y de la sociedad era no solamente posible, sino también deseable. La sensación de confianza en la capacidad humana para hacer y controlar la historia hizo posible el desarrollo de un nuevo sentido de responsabilidad individual y colectiva con relación a la organización y los usos del poder social. Para entender el significado del concepto de responsabilidad, es necesario recurrir nuevamente a la etimología y recordar que la palabra responsabilidad se deriva del latín responsum, que significa responder. Este sentido básico —como capacidad para actuar frente a algo— es la base sobre la que se sostiene el sentido normativo que adquiere la palabra cuando se convierte en sinónimo de obligación, por ejemplo, de actuar frente a la injusticia o la maldad (ver Williams, 2009).[24]
Podemos decir, entonces, que el sentido normativo de obligación que adquiere la palabra responsabilidad surge en condiciones en que una actuación responsable es percibida como factible o realizable. En otras palabras, surge cuando el mundo es percibido como un espacio que puede ser moldeado para responder a nuestras aspiraciones, a nuestros intereses y a nuestras necesidades.
Sintetizando: la posibilidad de responder frente a la historia, generada por los cambios culturales, científicos y tecnológicos ocurridos a finales de la Edad Media, facilitó el desarrollo de la confianza de los europeos para asumir la responsabilidad de organizar su destino social. La democracia, entendida en su forma más amplia —gobierno del pueblo por el pueblo— es la expresión más importante de esta confianza y responsabilidad.
La ampliación del poder de acción y libertad humana en Europa transformó las representaciones mentales y emocionales premodernas de la realidad, creando la necesidad de un nuevo pensamiento y un nuevo discurso para expresarlas. Es así que, a partir del siglo XVIII, el lenguaje de la democracia y su connotación antropocéntrica se impuso gradualmente sobre el discurso religioso teocéntrico y providencialista, hasta establecerse como el principal medio discursivo para expresar el sentido de poder y, más concretamente, de empoderamiento, que es inherente a la sociedad moderna (ver Hammond, 1996).[25]
Puesto de otra forma: las nuevas experiencias y las transformaciones de finales de la Edad Media desplazaron las representaciones mentales tradicionales europeas. Se rompió, entonces, la consonancia entre la cosmovisión dominante y el sentido de la realidad que definía el orden social. Esta consonancia se volvió a restablecer cuando se consolidó una cosmología moderna que, después de superada la Gran Crisis del Siglo XVI, funcionó y evolucionó en sincronía dialéctica con el desarrollo de las nuevas condiciones materiales de Europa (ver Rabb, 1975).
La sincronía a la que aquí se hace referencia es, fundamentalmente, una sincronía discursiva. La historia del pensamiento político, en este sentido, es la historia de una narrativa en la que se enlazan las diferentes ideas e ideologías que marcan, reflejan y, al mismo tiempo, encauzan el desarrollo material de la sociedad europea.
Así pues, hablar del pensamiento político moderno no es hablar de ideas que operan en forma independiente de la realidad, sino hacer referencia a la existencia de representaciones mentales que surgen de esta realidad. Es, en otras palabras, hablar de una capacidad transformadora que surge de experiencias que se perciben, conceptúan y teorizan racionalmente.
El pensamiento de Thomas Hobbes (1588-1679), para citar un ejemplo, surgió como reflexión y propuesta para enfrentar la crisis social de Inglaterra generada por la modernización de Europa y de esta sociedad a mediados del siglo XVII. Para Hobbes, el imperativo del orden y la seguridad demandaba que los individuos que integran la sociedad entraran en un pacto social y aceptaran la autoridad del monarca soberano. La función principal de este era evitar “la guerra de todos contra todos”, mediante la regulación de las tensiones y contradicciones sociales (Hobbes, 1950).
La propuesta de Hobbes no fue sacada del aire, como popularmente se asume que sucede con las propuestas “teóricas”; sobre todo en nuestro medio, donde la palabra “teoría” tiene la extraña connotación de “irreal” o “irrelevante”. Hobbes fue un hombre eminentemente práctico, si por práctico se entiende a una persona que tiene como meta transformar la realidad existente.
El Leviatán de Hobbes es práctico porque se trata de un esfuerzo para superar la crisis del orden político e institucional de Inglaterra en un momento en que la monarquía había entrado en crisis. El intento de la monarquía inglesa de mantenerse en el poder mediante el absolutismo desembocó en una guerra civil.
El absolutismo era una derivación de la idea del Dios providencial que lo decide todo.
La Reforma de Lutero y el fin de la centralidad de la Iglesia de Roma; la pérdida de la centralidad de la tierra como resultado del surgimiento de la visión heliocéntrica del universo; el desarrollo del poder de una clase comercial que surgía fuera del centro de poder de la aristocracia, y otras transformaciones, rompieron la visión jerárquica medieval que servía de base al absolutismo europeo. En estas circunstancias, las percepciones medievales del poder y de la realidad social perdieron su fuerza.
Hobbes trató de restablecer la congruencia entre percepción y realidad política, proponiendo una nueva visión del poder y de la sociedad. Mediante un pacto social, y no por mandato divino, proponía Hobbes, los miembros de la sociedad acuerdan subordinarse al poder y a la autoridad de un rey soberano.
El esfuerzo teórico de Hobbes se basó en un conocimiento profundo de las representaciones religiosas dominantes en el imaginario de la sociedad de su tiempo. Su esfuerzo se articuló en un lenguaje que era congruente con estas representaciones y, a la vez, con los cambios que estas iban sufriendo como resultado del surgimiento de una nueva sensibilidad con relación al papel de Dios en la historia.
Así, en Leviatán, Dios mantiene su poder supremo pero permite la existencia de un espacio para el ejercicio de la razón, como una facultad humana que puede y debe usarse para definir el orden social. Dios, pues, aparece en la obra de Hobbes compartiendo con el Estado la tarea de ordenar el destino de la humanidad: “Esta es la generación del Gran Leviatán, o, para hablar en forma más reverente, de ese Dios Mortal, a quien nosotros debemos, bajo el Dios Inmortal, nuestra paz y nuestras defensas” (Hobbes, 1950, 227-8).
El pensamiento de Hobbes, como el de Maquiavelo, Bodin, Locke, Rousseau, Burke y Marx, por mencionar algunos de los pensadores modernos más destacados, refleja el surgimiento y la existencia de una nueva percepción del mundo y, más concretamente, de la capacidad y responsabilidad de los seres humanos para controlar la naturaleza y la historia. La percepción del poder de la ciencia y la tecnología, por ejemplo, influyó en el pensamiento de Maquiavelo, y en su visión de la política como una fuerza que debe orientarse a reducir el riesgo y la incertidumbre creados por la Fortuna.
Maquiavelo colaboró con Leonardo da Vinci en un proyecto para manipular —con objetivos económicos y militares— el cauce del río Arno que atraviesa Florencia. Independientemente del fracaso en el que resultó este proyecto, el ejemplo es válido para resaltar la relación entre la percepción del poder de la ciencia y la tecnología, y la percepción del poder político teorizado por Maquiavelo. Roger D. Masters ilustra esta relación cuando nos recuerda la metáfora usada por Maquiavelo para ilustrar su visión de la política y del poder:
“Juzgo que puede ser verdad que la fortuna sea árbitro de la mitad de nuestras acciones; pero también es cierto que ella nos deja gobernar la otra, o al menos siempre algunas partes. La comparo con un río fatal que, cuando se embravece, inunda las llanuras, echa a tierra los árboles y edificios, quita el terreno a un paraje para llevarle a otro. Cada uno huye a la vista de él, todos ceden a su furia sin poder resistirle. Y, sin embargo, por más formidable que sea mi naturaleza, no por ello sucede menos que los hombres, cuando están serenos los temporales, pueden tomar precauciones contra semejante río, haciendo diques y explanadas; de modo que cuando él crece de nuevo, está forzado a correr por un canal, o que al menos su fogosidad no sea tan licenciosa ni perjudicial” (Masters, 1999, 9-10).
Maquiavelo, entonces, reconoce el poder de la Fortuna para condicionar la historia. Al mismo tiempo, reconoce y defiende la existencia de un espacio de libertad humana: el espacio de la razón. La creación de este espacio constituyó el punto de partida para el surgimiento y desarrollo de historias sociales reguladas desde el Estado. Como resultado de este proceso, la filosofía desplazó gradualmente a la teología, en tanto que la idea del “Dios omnipotente” fue reemplazada por la del “legislador omnipotente” (Schmitt, 1985).
La visión de la historia como un proceso que podía y debía ser controlado por una voluntad política organizada se tradujo —sobre todo a partir del siglo XVII— en una estructura de dominación estatal y en un aparato administrativo dotado de la capacidad fiscal, económica, legal y militar necesaria para organizar el desarrollo histórico de la sociedad europea. Esta visión se consolidó en el siglo XVIII —el siglo de la Ilustración—, expresándose más tarde en el desarrollo de la sociedad civil y de los derechos ciudadanos. En Inglaterra, por ejemplo, se tradujo en la consolidación de los derechos civiles en el siglo XVIII, los derechos políticos en el siglo XIX y los derechos sociales en el siglo XX (Marshall, 1965). El desarrollo de estos derechos sirvió para contrarrestar el poder del Estado hasta que ambos, la sociedad y el Estado, establecieron la “relación de congruencia” a la que hace referencia el concepto y la idea de la democracia (Held, 1991).
El repaso del caso europeo nos permite identificar —por contraste— la especificidad del tipo de providencialismo dominante en Nicaragua. Nos permite puntualizar que cuando hablamos de providencialismo en nuestro país, hablamos de un providencialismo meticuloso que guarda fuertes paralelos con el providencialismo medieval europeo. Es decir, hablamos de un providencialismo en el que Dios aparece como el árbitro permanente e impredecible de la historia de los individuos y de la sociedad nicaragüense. Este es el Dios de los y las jóvenes que, de acuerdo a un estudio de CINCO, declaran creer que todo en la vida depende de Dios (Cuadra, Zúñiga, 2011). Es el Dios a quien el presidente Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo atribuyeron el éxito de la intervención quirúrgica a la que fue sometido el presidente venezolano Hugo Chávez en febrero de 2012. Reporta El Nuevo Diario: Tras conocer de los “resultados positivos” de la cirugía, “hemos inmediatamente elevado nuestras oraciones de agradecimiento a Dios nuestro Señor y a la Virgen María” (El Nuevo Diario, 2012).
El Dios providencial de Ortega y Murillo es el mismo Dios a quien Fabio Gadea Mantilla, el principal candidato de la oposición a Ortega en las elecciones del 2011, concedió el poder de decidir el desenlace de estas. En su evaluación de las condiciones de transparencia y legalidad de estos comicios, señaló: “El destino de Nicaragua está en las manos de Dios, será Él quien dirija todas las acciones y será su voluntad la que prevalezca al final” (Gadea Mantilla, 2012).
Si usamos el caso de Europa como una referencia comparativa, podríamos concluir que el predominio de una visión providencialista meticulosa en Nicaragua guarda una relación directa con el atraso material de nuestra sociedad y, sobre todo, con nuestra incapacidad para controlar el riesgo y la incertidumbre en nuestro medio natural y social. Podríamos, entonces, establecer una relación de afinidad electiva entre la existencia de la idea de un Dios que lo controla todo y nuestra incapacidad para generar niveles aceptables de seguridad existencial.
En el caso de Europa, como se señaló anteriormente, el desplazamiento del Dios omnipotente tuvo lugar en la medida en que la humanidad desarrolló una nueva percepción de su capacidad para controlar el mundo, la sociedad y la historia. Esta percepción, como lo ilustra el caso de Maquiavelo, tenía bases sólidas, como las que ofrecía el poder de la ciencia y la tecnología.
En el caso nicaragüense, no contamos con bases materiales y objetivas capaces de generar, como en el caso europeo, condiciones de confianza y seguridad. Nuestro desarrollo científico y tecnológico, para poner un ejemplo, solamente puede calificarse como calamitoso. Jorge Huete Pérez explica esta situación:
“Varios estudios que evalúan el estado de la ciencia en Nicaragua demuestran una triste realidad: la calidad de los recursos humanos y la infraestructura tecnológica en el país son apenas comparables con las del África subsahariana. Juzgando por el número de publicaciones científicas registradas en bases de datos internacionales, la productividad de los investigadores nicaragüenses es sumamente pobre. Mientras Nicaragua registra un total de 27 artículos anuales […], nuestra vecina Costa Rica registra 285, diez veces más, y México 300 veces más. Si el promedio de investigadores por millón en Latinoamérica es de 250, Nicaragua llega apenas a 20 o 25” (Huete Pérez, 2008).
La virtual ausencia de una cultura científica en Nicaragua es una de las principales causas del atraso religioso de nuestra sociedad y, más concretamente, de la persistencia del providencialismo meticuloso en nuestro país. Nacemos y nos socializamos en un mundo cultural premoderno que obstaculiza el desarrollo de una visión racional del mundo y que limita nuestra capacidad para controlar los riesgos de la naturaleza y de la vida social. Vivimos, entonces, expuestos a los vaivenes de la Fortuna que, en las palabras de Maquiavelo, actúa como un río que nosotros, los nicaragüenses, somos incapaces de controlar. No es una sorpresa, entonces, que en Nicaragua pongamos nuestras esperanzas en la voluntad de un Dios que lo puede y lo decide todo.
Todo esto podría llevarnos a concluir que no podremos cambiar nuestra visión del Dios providencial hasta que cambien las condiciones materiales y objetivas de nuestra existencia y, más concretamente, hasta que desarrollemos nuestra capacidad para controlarla. Esta conclusión, sin embargo, sería equivocada porque estaría basada en una interpretación determinista, mecánica y unidireccional de la relación entre las dimensiones objetiva y subjetiva de nuestra realidad.
Aceptemos que la mente es una “mente encarnada” en un cuerpo que vive en un espacio y un tiempo determinados (ver Lakoff y Johnson, 1999; Rowlands, 2010). Aceptemos que la realidad material en la que nos desarrollamos genera impresiones que forman las representaciones mentales con que hacemos sentido de la realidad (LeDoux, 2002; Lakoff, Johnson, 2003; Changeux, 2009). Aceptemos, entonces, que nuestra capacidad cognitiva está condicionada por las estructuras en las que se organiza la materialidad de la sociedad.
Podemos y debemos aceptar estas proposiciones. No debemos, sin embargo, concluir que ellas demuestran o significan que estamos irremediablemente determinados por las estructuras sociales en las que operamos, o por las representaciones mentales que de ellas se derivan.
Es posible trascender los límites que impone la realidad material y sus representaciones mentales, haciendo un esfuerzo para crear espacios de “duda radical” que nos permitan neutralizar los efectos de nuestra cultura (ver Bourdieu, 1999). Podemos, en otras palabras, modificar las representaciones que hacemos de la realidad. Así lo hizo, por ejemplo, la Teología de la Liberación con relación a la idea de Dios.
En otras palabras, no estamos condenados a reproducir las estructuras y la cultura en las que operamos. Las limitaciones estructurales y sus derivaciones mentales —como se señaló durante el intercambio en Generación XXI— coexisten con la libertad. Desde esta perspectiva, el rumbo de la historia y de la sociedad está condicionado por la existencia de relaciones, prácticas y procesos sociales institucionalizados. Sin embargo, somos nosotros, actores sociales con capacidad de reflexión y acción, quienes constituimos y reproducimos estas prácticas y procesos. Nosotros, entonces, podemos ampliar los límites de la realidad y las fronteras de lo posible. Esta posibilidad es real en el caso de la juventud pensante de Nicaragua y, especialmente, de la juventud que ha tenido acceso a la educación superior. Los y las jóvenes que en este libro se agrupan dentro de la posición postsandinista son una muestra de esta juventud y de esta posibilidad.
El pragmatismo resignado
En filosofía, el concepto de pragmatismo hace referencia a la corriente de pensamiento más influyente en los Estados Unidos durante las primeras décadas del siglo XX. La característica principal de esta perspectiva teórica es su aceptación del marco de limitaciones y posibilidades que ofrece la realidad tangible, como punto de referencia normativo para la acción humana. Para el pragmático, entonces, es la realidad —y no los valores y los principios “fundacionales” discutidos por la filosofía tradicional— la que debe servir como el parámetro para definir lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo moral y lo inmoral (ver Diggins, 1994; Knight y Johnson, 1999; MacGilvray, 1999).
En este sentido, el pragmatismo es “antifundacionalista”, porque minimiza la importancia que deben jugar los valores como fuerzas constitutivas de la historia. “La verdad” —decía William James, uno de los principales proponentes del pragmatismo— “se construye con los hechos” (James, 1980, 199). Y por supuesto, un país como los Estados Unidos, que ha contado con el poderío económico y militar para construir los hechos —en Nicaragua o en Irak— también tiene el poder para definir su verdad y para imponerla a los demás.
Así pues, el pragmatismo constituye un intento por presentar la verdad y lo posible como condiciones relativas, contextualizadas, y determinadas por una realidad exterior y circunstancial que se presenta como el punto de referencia fundamental para evaluar la acción humana. A partir del marco de posibilidades que ofrece la realidad existente, el pragmático define sus objetivos, así como la pertinencia y calidad de sus acciones.
La validez del pensamiento y de la conducta pragmática, desde esta perspectiva, no está determinada por una racionalidad ética o moral, sino por su operacionalidad. Para el pragmático, señala Eric MacGilvray, el valor de las ideas es validado por la práctica y la experiencia y no al revés (1999, 349). Esta misma posición es adoptada por el neopragmático Richard Rorty, quien propone que el principio de “la conveniencia” debe ser el criterio de “aprobación epistemológica” que debe usarse para definir lo “verdadero” (Rorty, 1995). No debe sorprender, entonces, que el pragmatismo haya sido criticado por muchos como amoral. Bertrand Russell señalaba que no es una filosofía, sino una manera de vivir sin una filosofía (ver MacGilvray, 1999, 548).
Al igual que en su versión estadounidense, el pragmatismo resignado de los nicaragüenses asume que la verdad está determinada y restringida por el marco de posibilidades que ofrece la realidad. En este sentido, tanto el pragmatismo nicaragüense como el estadounidense prescinden de la filosofía, la teoría, y los principios y valores políticos, como fuerzas constitutivas de la historia. Para ambos pragmatismos, lo solamente deseable está determinado por la realidad y, más concretamente, por lo circunstancialmente posible.
Para el pragmático estadounidense, sin embargo, la realidad es plástica y moldeable. Más aún, esta puede y debe ser transformada. Este tipo de pragmatismo, entonces, debe verse como una extensión del pensamiento moderno que percibe la realidad y la historia como puntos de apoyo para la realización de nuevas posibilidades. Este pensamiento encuentra sus raíces religiosas en la visión deísta que, junto con la visión providencialista meticulosa de los sectores más conservadores de los Estados Unidos, ha formado parte de la cultura religiosa de este país.[26]
Por otra parte, para el pragmático nicaragüense, la realidad existente establece los límites de lo posible. Este concibe la política como la capacidad para adaptarse y acomodarse a las circunstancias, no para trascenderlas. Así pues, el pragmático estadounidense es optimista y transformador, mientras que el pragmático nicaragüense es fatalista y resignado.
El pragmatismo resignado, entonces, es una forma de percibir la realidad social como una condición histórica determinada por fuerzas ajenas al pensamiento y a la acción política reflexiva. Esta percepción de la realidad es una derivación lógica —aunque no necesariamente consciente y racional— de otra percepción más básica: la de un mundo que no controlamos porque lo controla Dios. Digo más básica porque el surgimiento de la idea de Dios en la historia de nuestra especie precede al surgimiento de las ideas de la política y del poder social. La misma tendencia de los seres humanos a creer en la existencia de un Dios o de Dioses, como se señala más adelante, es una predisposición instintiva cuyos orígenes, en el desarrollo anatómico del cerebro, anteceden al surgimiento y desarrollo de la estructura neuronal de la que depende la capacidad racional de nuestra especie.
Desde esta perspectiva, el pragmatismo resignado es una percepción del poder y de la sociedad que está fuertemente condicionada por una visión religiosa de la relación entre Dios y la historia. Esta percepción contrarresta y reduce la capacidad del ser humano para definir el orden social y controlar su destino. Después de todo, los límites de lo social y políticamente posible no se conciben como límites definidos por el pensamiento y la acción reflexiva, sino por la voluntad de un Dios creador y regulador del universo y de la historia.
Esto explica que, en una práctica política pragmática resignada, como la que impera en Nicaragua, lo deseable políticamente se subordine casi siempre a lo circunstancialmente posible; es decir, a la realidad existente, que es siempre la realidad que definen la cultura heredada y las estructuras de poder dentro de las que se organiza la sociedad. Puesto de otra forma, en un mundo en el que Dios es el principio y fin de todas las cosas, la fuerza constitutiva de la voluntad y la razón se devalúan. En estas condiciones, la política se convierte en una tendencia cuasi-natural a “atemperarse a las circunstancias”.
El peso de nuestro pragmatismo puede verse en la tendencia mostrada por los líderes de la oposición antisandinista a “atemperarse a las circunstancias”, una vez que “la voluntad de Dios”, usando las palabras de Fabio Gadea Mantilla, decidió el destino de nuestro país y se expresó en la reelección de Daniel Ortega en 2011. No solamente los líderes opositores, sino la sociedad nicaragüense que se oponía a Daniel Ortega ha aceptado con pragmática resignación una condición política que, contradictoriamente, proclamamos como inaceptable.
Sería un gran error de simplificación, sin embargo, asumir que Gadea Mantilla y el resto de la oposición antisandinista piensen —consciente y racionalmente— que el resultado electoral haya sido decidido por Dios y que, por lo tanto, los nicaragüenses deben aceptar este resultado sumisamente y sin protestar. En realidad, mucho después de las elecciones, Gadea Mantilla ha seguido criticando a Ortega y acusándolo de manipular el proceso electoral de 2011, en una clara contradicción con el pensamiento providencialista que utilizó para señalar que el destino de nuestra sociedad estaba en las manos de Dios.
¿Cómo explicar esta contradicción? ¿Por qué Gadea Mantilla y los miembros de la oposición nicaragüense pueden creer en un Ser Supremo que lo decide todo y, al mismo tiempo, rechazar el resultado de una elección que no los favoreció, pero que forma parte del “destino” que el mismo Gadea Mantilla cree que “está en las manos de Dios”?
Para responder estas preguntases necesario señalar que una actitud pragmática resignada no lleva, necesariamente, aúna parálisis política total. El providencialismo y el pragmatismo resignado pueden simplemente inhibir nuestra capacidad de pensamiento y acción, y refrenar el desarrollo de las sensibilidades y percepciones modernas de la realidad que son necesarias para asumir el derecho y la responsabilidad de hacer historia. Así pues, el pragmatismo resignado no necesariamente nos inmoviliza frente a los retos de la historia; simplemente reduce nuestra capacidad y voluntad para enfrentarlos.
Puesto de otra manera, la visión de la historia como un proceso regulado por un Dios que lo decide todo, impide ver y pensar el mundo como un espacio que puede ser adecuado —mediante el pensamiento y la acción— a nuestras aspiraciones y necesidades. Esta visión impide el desarrollo del estilo de cognición analítico y racional que se necesita para condicionar las relaciones causales que definen el orden social.
En síntesis, los registros mentales de un Dios que lo decide todo —incluyendo el destino de un país o los resultados de unas elecciones— operan como una fuerza inconsciente que reduce el poder de la razón y la capacidad de los individuos para reconocerse como actores responsables de las estructuras sociales en las que operan. Estas estructuras —el poder que encarnan y sus consecuencias— son más bien percibidas como realidades ajenas e independientes de nosotros mismos. Esta percepción facilita que nuestros políticos se inclinen, con la facilidad que lo hacen, a hacer depender el futuro del país de fuerzas externas; es decir, de fuerzas que, como la política exterior de los Estados Unidos, el apoyo de un Hugo Chávez o la muerte del líder venezolano, nosotros no controlamos.
El pragmatismo resignado, entonces, es una actitud cultural que se deriva de una visión de la historia como un proceso que, en última instancia, no nos pertenece ni podemos gobernar. Esta actitud devalúa nuestra capacidad de agencia; y, más concretamente, nuestra fuerza para enfrentar el atraso de nuestra sociedad. Más aún, reduce nuestra capacidad para articular visiones del futuro de nuestro país, porque no creemos en nuestra capacidad para hacer y controlar la historia. En un mundo dominado por la idea de un Dios que lo decide todo, el sentido de responsabilidad política y social que es necesario para transformar nuestra realidad no puede desarrollarse. Después de todo, en nuestras representaciones primarias de la historia no aparecemos como actores responsables de ésta.
La inefectividad, aridez y superficialidad del pensamiento político, ético y estratégico de la clase política nicaragüense es una palpable expresión de nuestra falta de confianza en nuestra propia capacidad para controlar nuestro destino social.
Tanto el providencialismo como el pragmatismo resignado que se deriva de éste, expresan la persistencia y la fuerza en nuestro país de una visión premoderna de la historia. Hablar de premodernidad no significa asumir la existencia de un proceso universal unilineal, en el que las sociedades desarrolladas del mundo ofrecen a las menos desarrolladas la imagen de su futuro. La idea de la modernidad, más allá de la connotación universalista, ahistórica, unidimensional, reduccionista y eurocéntrica con la que ha sido proyectada por la filosofía y las ciencias sociales occidentales, expresa y representa un quiebre histórico-cultural que es significativo para entender el fenómeno del providencialismo y del pragmatismo resignado en nuestro país. Este quiebre se expresó en el desplazamiento y la transformación de la fe religiosa en la cultura europea de la Edad Media, y en el surgimiento y la consolidación de una fe secular en la capacidad de los seres humanos para domesticar su desarrollo social.
Dimensiones cognitivas del providencialismo y del pragmatismo resignado
Las ciencias cognitivas tienen mucho que aportar al conocimiento del providencialismo meticuloso y del pragmatismo resignado que dominan el imaginario de nuestra sociedad. Diversas investigaciones realizadas en este campo de estudios han logrado establecer la existencia de una correlación entre orientaciones cognitivas y visiones e interpretaciones de Dios.
Para empezar, las ciencias cognitivas estudian la idea o las ideas de Dios como productos de impulsos naturales generados por el cerebro. Un estudio realizado por Rebekah A. Richer y Erin I. Smith (2009), por ejemplo, muestra que la creencia en Dios es una predisposición natural en los seres humanos; y que esta está fuertemente asociada con nuestra natural tendencia a establecer relaciones de causalidad y a asumir que estas tienen su origen en una fuerza o voluntad agencial.
Si al momento de leer este libro usted escucha que se abre la puerta de su casa, lo más seguro es que va a asumir que alguien la abrió. Luego su mente puede empujarlo a ampliar el abanico de explicaciones de este suceso. Usted podría preguntarse quién o qué pudo abrirla. ¿Se trata de un ladrón? ¿Se trata de algún miembro de la familia? ¿Acaso fue el viento?[27]
Ahora bien, supongamos que usted se levanta y constata que la puerta está abierta, pero que no hay nadie en los alrededores. Asumamos, además, que usted está seguro de que antes de abrirse la puerta, esta estaba cerrada con llave. ¿Cómo va usted a reaccionar?
Generalmente, la reacción va a ser de miedo o temor frente a lo inexplicable. De estos sentimientos se alimenta el negocio de la cinematografía que produce películas de horror y que explota el tema de lo desconocido y lo sobrenatural.
Del miedo a lo desconocido, pero sobre todo de la necesidad de encontrarle una explicación causal y agencial a todo, se deriva la idea de Dios, de acuerdo con estudios como el de Richer y Smith. Estos estudios explican la tendencia humana a creer en Dios como una respuesta intuitiva que la humanidad ofrece a fenómenos y condiciones existenciales para los cuales no tenemos una explicación racional (Richer, Smith, 2009).[28]
Una investigación realizada por Amitai Shenhav, David G. Rand y Joshua D. Green muestra que las personas en las que predomina un estilo de cognición intuitivo son más propensas a creer en Dios y a aceptar la existencia de fenómenos sobrenaturales que aquellas que utilizan un estilo de cognición reflexivo o analítico. Es importante señalar que la palabra “intuitivo” es usada por estos autores para denotar un estilo de cognición que nos impulsa a hacer juicios que no gozan del poder iluminador de la razón (Ver Shenhav, Rand and Greene, 2011).[29] Esto no significa que las personas que utilizan un estilo de cognición analítico sean necesariamente ateas, o que las que utilizan un estilo cognitivo intuitivo sean necesariamente religiosas. En realidad, la separación entre los dos estilos cognitivos antes mencionados es una separación conceptual que debe ser utilizada a partir de una adecuada comprensión de la complejidad del cerebro.[30]
Es posible mostrar, sin embargo, que en términos generales, algunas personas perciben el mundo más intuitiva que analíticamente. La visión de la naturaleza con la que operan nuestros campesinos, por ejemplo, es más intuitiva que la que usan los estudiantes de ciencias naturales de nuestras universidades. Esto no significa que la mente y el cerebro de un campesino estén irremediablemente programados para, por ejemplo, percibir los desastres naturales como fuerzas incontrolables manejadas por Dios o la Fortuna. Un niño campesino adoptado por una familia educada, que recibe la educación que reciben los niños privilegiados de nuestro país, y que luego estudia ciencias naturales en una de nuestras universidades, va a poder desarrollar una visión analítica y científica de un terremoto o de un ciclón.
La cultura general dominante en una sociedad también condiciona nuestra percepción de la naturaleza, del poder y de la historia. Las instituciones y la cultura, como se señaló antes, funcionan como los andamios en que nos apoyamos para hacer sentido del mundo en que vivimos (Wexler, 2006).
Esto significa que una formación universitaria, como la que hemos usado en el ejemplo del niño campesino que logra estudiar, no es el único factor que va a condicionar el estilo de cognición que esta persona va a utilizar para entender el mundo y para actuar en él. El peso de la cultura dentro de la que el niño campesino logra educarse hasta llegar a recibir una educación universitaria también va a contribuir a la determinación de su estilo cognitivo y, más concretamente, al balance entre su capacidad analítica y su capacidad de intuición.
Desde esta perspectiva, y haciendo uso de las conclusiones del estudio de Shenhav, Rand y Green, es posible argumentar que los estudiantes universitarios de ciencias de una sociedad que opera dentro de una cultura fundamentalmente analítica como la dominante en Alemania, por ejemplo, van a tener —en términos generales— una visión más racional de la naturaleza que la de los estudiantes de una sociedad marcada por el providencialismo meticuloso que impera en Nicaragua. En otras palabras, no solo la educación formal, sino el contexto dentro del que se recibe esta educación, van a influir en la formación de los estilos de cognición del estudiante alemán y del nicaragüense.
Hasta el momento solamente hemos hablado de las explicaciones que ofrecen las ciencias cognitivas de la idea de Dios. Debemos preguntar, sin embargo, ¿qué nos dicen las ciencias cognitivas sobre las diferentes versiones que existen sobre la idea de Dios? En términos más concretos, ¿qué nos pueden enseñar las ciencias cognitivas sobre las diferentes versiones de Dios que ofrecen el providencialismo meticuloso y el general?
Para responder estas preguntas es necesario acudir a estudios que matizan la relación entre cognición intuitiva y cognición analítica, como factores que condicionan nuestras visiones e interpretaciones de Dios. Estos estudios problematizan esta relación y ayudan a hacer sentido de las múltiples combinaciones que el cerebro puede establecer entre su capacidad intuitiva y su capacidad de análisis.
El estudio de Gordon Pennycook et. al., por ejemplo, señala que la fuerza de una orientación analítica puede complejizar —sin necesariamente descartar o hacer desaparecer— la idea de Dios. En las palabras de los autores de este estudio: “Una posición analítica no necesariamente conduce al completo rechazo [de la idea de Dios], sino que, simplemente, puede llevar a la modificación [de esta idea]”. Puntualizan: “Una posición analítica también puede conducir a la articulación de visiones de Dios no convencionales, como las dominantes en Europa Occidental” (Pennycook et al., 2012). Los autores se refieren, concretamente, a las visiones deístas que operan con fuerza en esta parte del mundo.
El deísmo es una visión de Dios como un ente que es responsable de la creación del universo, pero que no interviene en su historia y desarrollo. En este sentido, el deísmo expresa una visión providencialista general que, sin negar a Dios, permite interpretar la historia como un espacio de libertad que puede ser controlado o condicionado por la fuerza de la razón.
Los orígenes del providencialismo general, como se explicó antes, se remontan al Renacimiento. Esta visión de Dios y del mundo fue reforzada en el siglo XVI, consolidándose durante el período de la Ilustración y la Revolución Industrial. Esta cronología marca el desarrollo y la consolidación de una orientación cognitiva analítica colectiva que, en Europa, se convirtió en cultura y se institucionalizó hasta convertirse en uno de los componentes centrales del imaginario de las sociedades de este continente.
Este es, precisamente, el argumento central del libro The Master and the Emissary: The Divided Brain and the Making of the Western World (2009), o, en traducción libre, El Amo y el Emisario: La división del cerebro y el desarrollo del mundo occidental. Su autor, Brian McGilchrist, defiende la tesis de que las dos mitades del cerebro interactúan a partir de dos diferentes formas de percibir el mundo y la realidad. El hemisferio izquierdo percibe el mundo en una forma predominantemente analítica, mientras que el derecho lo hace intuitivamente. Estas dos visiones con frecuencia entran en conflicto (McGilchrist, 2009).
A partir de esta explicación, McGilchrist argumenta que la racionalización de la cultura de Europa a la que antes he hecho referencia ocurrió en forma paralela al gradual dominio que en esta cultura (y en la de otros países modernos del mundo) ha alcanzado la fuerza del hemisferio izquierdo del cerebro sobre el hemisferio derecho. No se trata, como el autor aclara repetidamente en su libro, de que la anatomía del cerebro de los europeos haya cambiado. Lo que ha cambiado es el balance entre el peso de lo intuitivo y de lo racional en la manera en que la mente del europeo promedio percibe el mundo y la historia.
Para McGilchrist, “el triunfo de la razón” en la percepción y representación moderna de la realidad ha generado grandes beneficios. La idea de la democracia y el desarrollo económico de estas sociedades son dos de ellos. Al mismo tiempo, señala este autor, el mundo moderno paga hoy el precio de una desproporcionada subordinación de la intuición a la razón. El excesivo utilitarismo dominante en las sociedades de mercado, por ejemplo, es uno de los costos de la modernidad que McGilchrist estudia como un fenómeno que no es simplemente cultural, sino también neuronal.
Apartemos la discusión sobre cuál ha sido el precio que han pagado los países que llamamos “desarrollados” por su modernidad, y aprovechemos lo que McGilchrist aporta a la comprensión de la condición humana de los nicaragüenses y, particularmente, a la comprensión de la relación entre estilos cognitivos y fe religiosa en nuestra sociedad. ¿Qué podemos aprender de sus ideas y argumentos?
Del ambicioso proyecto de McGilchrist puede desprenderse que nuestra premodernidad es un fenómeno cultural y cognitivo. Los y las nicaragüenses acarreamos dentro de nuestros cerebros las representaciones mentales con las que hacemos sentido del mundo y de la idea de Dios. Estas representaciones son predominantemente intuitivas porque Nicaragua, en particular, y América Latina en general, no vivieron el desplazamiento del “Dios omnipotente” y su reemplazo por el “legislador omnipotente” que, de acuerdo con Carl Schmidt, marcó la transición europea hacia la modernidad (Schmidt, 1985). No vivimos —ni gozamos, ni sufrimos— el “desencantamiento del mundo” que vivió Europa, ni experimentamos los efectos de una historia en la que gradualmente se impuso la razón como el eje de referencia para definir el sentido de la existencia humana.[31]
En síntesis, no nos transformamos en seres y sociedades modernas, si por modernidad entendemos una visión de la historia como un proceso que puede y debe responder a las aspiraciones y a la voluntad de “nosotros el pueblo”, como reza la Constitución de los Estados Unidos —un documento escrito dentro de una visión moderna y bajo la influencia deísta de varios de los Padres Fundadores de este país. Tampoco nos transformamos en seres responsables de la construcción del “Reino de Dios” en la tierra, como lo propone la Teología de la Liberación, una teología esencialmente moderna y, por lo tanto, contracultural.
Los ejemplos del predominio en nuestra cultura de un modelo de cognición intuitivo son abundantes. Nuestra tendencia a la improvisación, por ejemplo, muestra la limitada capacidad analítica con la que enfrentamos un mundo que, por su complejidad, solamente puede ser gobernado mediante la manipulación, consciente y racional, de las relaciones sistémicas y estructurales que son responsables de la inseguridad y el atraso en nuestra sociedad.
Nuestro “cortoplacismo” es otra manifestación de nuestra tendencia a enfrentar los retos de la historia, basados en intuiciones de corto alcance que son incapaces de visualizar nuestras posibilidades históricas, más allá de la coyuntura que vivimos (ver Álvarez Montalván, 2000, 119-128). En un mundo cada vez más complejo e interrelacionado, la capacidad de anticipar analíticamente el futuro es considerada como uno de los principales determinantes del desarrollo económico y social.
Finalmente, el heroísmo y el voluntarismo que han caracterizado a los movimientos reformistas y revolucionarios que han surgido en el pasado de nuestro país, es otra muestra del estilo de cognición intuitivo que ha sido dominante en nuestra sociedad. En estos movimientos ha prevalecido la idea de que el coraje y el “olfato” para sorprender al adversario, y para asestar golpes de suerte a la historia, son los principales determinantes del cambio social. Estos movimientos han minimizado, o simplemente ignorado, la necesidad de construir una visión política y ética que, enriquecida por la razón, trate de construir estrategias para articular consensos sociales que nos permitan enfrentar los retos de un futuro ubicado más allá de lo que nuestras intuiciones pueden percibir.
El voluntarismo heroico
La historia política de Nicaragua se ha movido entre dos tipos de visiones y prácticas políticas que, aunque opuestas en términos de su posición frente al orden establecido, reflejan el peso de nuestra pre-modernidad. Estas dos posiciones son: el pragmatismo resignado de los que ven la política como la habilidad para acomodarse a las circunstancias que establece y define el poder; y el voluntarismo heroico de los que perciben la historia como un juego de azar en el que lo único que podemos hacer para controlar la fuerza de la Fortuna, es responder intuitivamente y mediante acciones trascendentales a las condiciones y circunstancias que impone el poder en la sociedad.
Mientras que el pragmatismo resignado promueve la aceptación de estas condiciones y circunstancias, la visión voluntarista y heroica fomenta la acción; o más precisamente, el activismo y la agitación para transformar la realidad. Ambas posiciones subestiman el papel que juegan la teoría, la filosofía, y el pensamiento crítico y analítico en la construcción de la historia.
En términos generales, el voluntarismo puede definirse como cualquier teoría o práctica en la que la voluntad de los sujetos políticos se considera decisiva (Enciclopedia Simploké); o en la que “la voluntad es anterior y superior al intelecto y la razón”. El voluntarismo, desde esta perspectiva, “afirma la primacía de la voluntad sobre el entendimiento, del querer sobre el entender, y de la razón práctica sobre la razón teórica” (Enciclopedia GER).
Es importante señalar que estas definiciones, sin embargo, hacen referencia a un voluntarismo filosófico que no niega ni rechaza el papel de la razón. Ellas simplemente aducen que la razón es una capacidad que se deriva de la voluntad para vivir; y que esta voluntad es una fuerza inconsciente que nos empuja a ordenar, conceptualizar y explicar el mundo en que vivimos. La razón, de acuerdo a esta posición, no antecede a la voluntad, sino que fundamentalmente depende de ella. Los seres humanos, dice Arturo Schopenhauer, no quieren lo que conocen sino que conocen lo que quieren. Es decir, la razón no es la fuerza que determina lo que conocemos y lo que hacemos. Detrás de la razón están los impulsos naturales de la vida que el pensamiento racional condiciona o “ilumina” (Schopenhauer, 1969).
El voluntarismo heroico que ha dominado el pensamiento y las acciones de los movimientos reformistas y revolucionarios nicaragüenses no es una perspectiva filosófica como la de Schopenhauer. Constituye, más bien, una actitud instintiva —no analítica y no reflexiva— en la que la voluntad se expresa como una fuerza física y emocional que no reconoce el beneficio que ofrece la “iluminación” de la razón. Se trata, entonces, de un voluntarismo de acción, basado en la premisa de que la fuerza de la voluntad, expresada en un activismo sostenido o en acciones extraordinarias, es el principal determinante de la historia.[32]
El voluntarismo heroico nicaragüense se expresa, por ejemplo, en nuestra tendencia a apropiarnos emocionalmente de ideologías políticas europeas, sin conocer adecuadamente las filosofías políticas que en Europa acompañaron el surgimiento y desarrollo del conservadurismo, el liberalismo y el socialismo; es decir, sin el beneficio “iluminador” del pensamiento analítico que en Europa acompañó al surgimiento y desarrollo de estas ideologías. Aclaremos este argumento.
Por ideología se entiende un sistema lógico de representaciones explicativas y normativas de la realidad que se orienta a la acción (ver Rejai, 1973). En este sentido, el propósito de las ideologías “no es epistémico sino político” (Sypnowich, 2010). Su papel fundamental “no es elucidar el sentido y la naturaleza de la realidad, sino motivar a la gente a actuar de determinada manera para mantener o cambiar [el orden social]”. Así pues, ellas existen para “confirmar un punto de vista político particular”, y no para explorar y evaluar visiones alternativas del mundo y de la sociedad (Sypnowich, 2010).
El concepto de filosofía, por otra parte, hace referencia a una actividad crítica, analítica y reflexiva, que intenta revelar y evaluar el contenido de las ideas y los conceptos que integran los diferentes campos del conocimiento humano. En el campo de la política, por ejemplo, la filosofía trata de revelar y evaluar críticamente el contenido de las ideas y los conceptos que utilizamos para explicar el fenómeno del poder en la sociedad. En este sentido, la filosofía política intenta revelar y evaluar el contenido de las ideas y los conceptos que se integran en las diferentes ideologías que sirven de marco y orientación a la acción política organizada.
Sería un error, sin embargo, asumir que la filosofía es una actividad estrictamente racional; o que la ideología es una visión estrictamente emotiva del mundo. No existe una filosofía pura, si por pureza hacemos referencia al dominio exclusivo de la razón. De la misma forma, es imposible encontrar una ideología política que no contenga elementos racionales (Mullins, 1972).
Pero también sería un error no reconocer que el peso relativo de cada uno de estos dos factores —lo ideológico-emocional y lo racional-filosófico— condiciona la percepción e interpretación del mundo, y determina la capacidad de la práctica política para modular la historia. De tal manera que es posible argumentar que la mayor capacidad que ha tenido el pensamiento europeo para domesticar los hechos y las circunstancias que han marcado el paso de la historia de Europa, está ligada al papel que ha jugado la filosofía, como fuerza “iluminadora” de la ideología.
Así, en el caso del pensamiento político liberal, conservador y socialista europeos, se combinan lo emotivo y lo racional para producir un cuerpo de conocimiento que es mixto. En otras palabras, el pensamiento político europeo es ideológico y filosófico a la vez.
Por otra parte, el liberalismo, el conservadurismo y el socialismo nicaragüense, para poner los ejemplos más relevantes para nuestro país, se han estructurado a partir de un apego fundamentalmente emocional e intuitivo a los componentes ideológicos de estas tres perspectivas. En el uso que hemos hecho de ellas ha estado ausente la acción iluminadora de una racionalidad político-filosófica capaz de adaptar, críticamente, aquellos aspectos del pensamiento europeo que pudieran ayudarnos a organizar y desarrollar nuestra capacidad para hacer historia; o bien, para rechazar, también críticamente, aquellas ideas que no encajan en nuestra realidad.
Puesto en pocas palabras, nuestro conservadurismo, nuestro liberalismo y nuestro socialismo han sido fundamentalmente ideológicos, no filosóficos; emotivos, no racionales. En su novela El Comandante, escrita y publicada antes de que el socialismo hiciera su entrada al teatro político nicaragüense en 1979, Fernando Silva sintetizó esta tendencia en la frase: “Todo lo que hemos procurado aquí, liberales y conservadores, lo hemos hecho sólo por instinto, somos pasiones nada más…” (Silva, 1998, 151).
Efectivamente, después del fracaso del experimento federal centroamericano, la política nicaragüense tuvo como marco la confrontación entre las visiones voluntaristas, irreflexivas e imitativas de las élites liberales, y las posiciones pragmática-resignadas de las élites conservadoras. La historiografía y la sociología nicaragüenses han identificado el “localismo” como la causa del desorden y de la violencia durante este período. La persistencia del localismo después de la independencia, sin embargo, no fue la causa de la anarquía, sino más bien el resultado de la incapacidad de las élites nicaragüenses para identificar y articular aspiraciones e intereses colectivos en el ámbito nacional. Esta incapacidad, a su vez, fue en gran medida el producto de la pobreza analítica y político-cultural de este sector social, y de su tendencia a asumir que la fuerza de su voluntad, arropada con interpretaciones superficiales del pensamiento europeo, era suficiente para defender sus intereses inmediatos.
La anarquía desembocó en la presidencia de William Walker y en la Guerra Nacional. El régimen de los Treinta Años, después de la derrota del filibustero, marcó el triunfo del pragmatismo resignado de las élites conservadoras y de su visión providencialista del poder y de la historia. El discurso y la práctica política de este período se orientaron, fundamentalmente, a defender los principios del orden social heredados de la Colonia.
El régimen liberal de Zelaya, que reemplazó a la “república conservadora”, adoptó inicialmente una posición modernizante basada en una nueva versión de la visión voluntarista que había caracterizado al liberalismo decimonónico nicaragüense. La abolición de “la libérrima” —la carta constitucional promulgada por el gobierno de Zelaya en 1893 para expresar su visión social transformadora— representó el triunfo de la realidad sobre el pensamiento voluntarista liberal. Este pensamiento fue incapaz de elucidar y domesticar el desarrollo histórico del país, para impulsar la construcción de un consenso nacional que sirviera de base al desarrollo del Estado y de la sociedad nicaragüense.
Así, Zelaya logró encender la llama del pensamiento político que trasciende los límites de la realidad existente, para luego resignarse vencido ante las estructuras domésticas e internacionales que conformaban la realidad nicaragüense. La intervención estadounidense que prosiguió a la caída de Zelaya consolidó el pragmatismo resignado y lo institucionalizó como el marco político-cultural dentro del que operaron las élites nicaragüenses durante la mayor parte del siglo XX. Este marco facilitó el nacimiento y la consolidación del liberalismo somocista, como una expresión de la política concebida como la práctica del poder que simplemente se acomoda a la realidad —sobre todo la impuesta por el poder internacional de los Estados Unidos— para reproducirse.
En 1979, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) logró romper —por lo menos temporalmente— con la actitud pragmática resignada que había caracterizado a la práctica política de las élites nicaragüenses. Si el somocismo, como bien lo señalara Edgardo Buitrago, fue simplemente una praxis desprovista de visión histórica y de contenido filosófico, el sandinismo fue una visión de la sociedad nicaragüense fundamentada en valores que desafiaban y trascendían los límites de la realidad existente (Buitrago, 1997). Frente a la dependencia externa de un país condicionado por la constante repetición del fenómeno de la intervención extranjera, el sandinismo aspiraba a la construcción de una patria soberana. Y frente a la realidad de la pobreza y la desigualdad social, la revolución sandinista intentó edificar una sociedad organizada de acuerdo a la “lógica de las grandes mayorías”.
El sandinismo, sin embargo, adoptó un marxismo mecánico, emotivo e imitativo, que generó interpretaciones y explicaciones distorsionadas, tanto de la realidad nacional, como del contexto internacional dentro del que operaba Nicaragua. Estas interpretaciones, a su vez, generaron una práctica política ambigua y contradictoria que devino en confusión y, finalmente, en el fracaso del proyecto revolucionario (ver Pérez-Baltodano, 2009, 145-159).
Así pues, el pensamiento político sandinista —al igual que el de Zelaya— sucumbió ante la fuerza de una realidad que el FSLN no logró elucidar y, mucho menos, domesticar. Ni Zelaya ni el FSLN lograron desarrollar una capacidad político-reflexiva para identificar el marco de limitaciones y posibilidades históricas dentro del que operaba la sociedad, y promover la articulación de un consenso nacional que integrara con justicia los derechos y las obligaciones de los diferentes sectores de la sociedad nicaragüense. Ambos se adhirieron a interpretaciones fundamentalmente ideológicas del pensamiento europeo que decían defender; es decir, a interpretaciones desprovistas del poder iluminador de la filosofía; y, más concretamente, del poder que tiene el pensamiento analítico y reflexivo para aclarar e iluminar el valor, la autenticidad y la aplicabilidad de las ideologías.
La visión ingenua del liberalismo ideológico de Zelaya explica que éste no haya considerado la profundidad del atraso que quiso borrar de golpe con una constitución. Tampoco consideró el peso estructural y cultural del conservadurismo al que estaba enfrentado; ni estuvo interesado en integrar a este sector social en un marco de aspiraciones compartidas. Mucho menos pudo Zelaya entender el sentido de las corrientes internacionales dentro de las que navegaba el país. Enfrentó la compleja realidad doméstica e internacional de Nicaragua, armado de una convicción pre-teórica e irreflexiva en la fuerza de su voluntad.
Igual cosa sucedió con el FSLN, que adoptó la ideología y las consignas marxistas sin una comprensión mínimamente adecuada de la filosofía de Marx. En este sentido, el marxismo del FSLN fue fundamentalmente emotivo. No es casualidad, entonces, que el lenguaje de la literatura y de la poesía fuese utilizado con frecuencia por los políticos y profesionales de la revolución para explicar la realidad nicaragüense y el proyecto del FSLN.
Francisco López, director de uno de los principales centros de investigación económica del país, por ejemplo, utilizaba el lenguaje literario del novelista y miembro de la Junta de Gobierno, Sergio Ramírez, para definir el sentido de la economía mixta: “Como lo ha dicho Sergio Ramírez”, señalaba López en una de sus presentaciones, “la economía mixta debe partir de una inserción armónica y delimitada de la economía privada dentro del caudal estratégico del área propiedad del pueblo” (López, 1986, 25).
El comandante de la revolución, Bayardo Arce, también evitó las urgentes definiciones demandadas por el proceso revolucionario, recurriendo a la poesía: “No creemos que nuestro proceso tenga que ser blanco hoy, negro mañana, rojo pasado mañana y café después. No creemos que tenga que ser así y que por salirnos del esquema dejemos de ser revolucionarios. Lo importante es saber que al final hay un color, el que buscas. Como dice el poema de Ricardo Morales, ‘el sol es rojo y sale por el Este'” (Arce, 1986, 15).
En el mundo mítico, heroico y poético de la Revolución Sandinista, Marx, adaptando las palabras de Eric Fromm, fue adoptado como un santo y héroe muerto, y no como un “pensador vivo” que había que estudiar y conocer a profundidad para establecer las congruencias, tensiones y contradicciones entre su pensamiento y la realidad que la Revolución Sandinista intentaba cambiar (ver Serrano Caldera, 1999).
Rubén Darío también fue transformado, por obra y gracia de la pluma de algunos intelectuales, en el heroico profeta de la victoria del “proletariado” nicaragüense, mientras que las acciones extraordinarias de personajes como Diriangén, Andrés Castro, Benjamín Zeledón y, sobre todo, Sandino, fueron presentadas como los antecedentes naturales de la heroicidad de Carlos Fonseca Amador, mitologizado por Tomás Borge, quien lo llamó, “uno de los muertos que nunca mueren”.
Frente a los héroes y mártires de la Revolución Sandinista, aparecieron los héroes y mártires de la contrarrevolución. La “Contra”, sin embargo, no logró articular una narrativa capaz de competir con la sandinista porque no contó nunca con el poder de la música o el de la palabra. De todas formas, operó también dentro de una visión heroica de la historia, como se desprende de los extravagantes nombres de guerra adoptados por sus soldados y oficiales, así como por su marcada tendencia a imitar la figura clásica del héroe guerrillero latinoamericano, a pesar de que éste fuese incompatible con su orientación pro-estadounidense, derechista y reaccionaria.
El voluntarismo irreflexivo y el marxismo imitativo y superficial del FSLN quedaron al descubierto cuando, frente a la crisis del socialismo soviético y su derrota electoral en 1990, el sandinismo abandonó sin ningún pudor a Marx y sus consignas. Zelaya tampoco tuvo empacho en actuar contra su liberalismo cuando la realidad del país y del mundo dejó al desnudo la superficialidad de su pensamiento.
Así pues, en ausencia de un pensamiento político capaz de representar, explicar y armonizar las fuerzas domésticas e internacionales que operaban sobre Nicaragua, tanto el proyecto reformista de Zelaya como el proyecto revolucionario del FSLN terminaron aplastados por el peso de una realidad que se mantuvo pre-teorizada y, por lo tanto, inmune a la acción política reflexiva; es decir, a una acción que, alimentada de un pensamiento ético-político, que combina lo intuitivo y lo analítico-racional, intenta manipular las relaciones causales que definen el orden social.
En la tierra de los héroes que nunca mueren
En sociedades que operan dentro de una visión moderna de la historia, la validez y pertinencia de un pensamiento político, o de una estrategia, plan o proyecto de gobierno, son evaluadas, fundamentalmente, en términos de su capacidad para administrar la relación entre las estructuras y los sistemas que definen el orden social; y, además, en función de objetivos concretos que se establecen dentro de un horizonte de tiempo que trasciende el espacio de lo inmediato.
Por otro lado, en una sociedad como la nicaragüense, dominada por el pragmatismo resignado de los que simplemente se adaptan a las circunstancias, o por visiones voluntaristas y heroicas de la historia, el análisis, la planificación y el foresight —la anticipación, evaluación y previsión de riesgos— no juegan un papel central en la gestión de gobierno. Compárese, por ejemplo, la manera en que se practica y evalúa la gestión de gobierno en Nicaragua y en sociedades más avanzadas como Chile o Canadá. La gestión de gobierno en estos dos países se enmarca dentro de un pensamiento que se orienta a elucidar las relaciones causales entre los sistemas y las estructuras que definen el orden social, y a condicionarlas para reproducir o transformar este orden. Gobernar, en estos dos países, es tratar de minimizar el peso que juega la Fortuna y los riesgos de la historia. Este esfuerzo, dice Peter L. Bernstein en su libro apropiadamente titulado Contra los Dioses, constituye una de las características definitorias de la modernidad (Bernstein, 1998).
Los nicaragüenses, entonces, no concebimos el desarrollo de la historia como un proceso gradual y sostenido que puede y debe ser condicionado por la fuerza de un pensamiento político capaz de anticipar riesgos, y de definir y ampliar el marco de posibilidades históricas dentro del que opera nuestra sociedad. La gestión de gobierno en nuestro país se ha desarrollado, casi siempre, dentro de una visión intuitiva y cortoplacista que rastrea maneras de asestar golpes a la historia (ver Álvarez Montalván, 2000). Esto explica, por ejemplo, nuestra eterna obsesión con la construcción de un canal interoceánico que resuelva, de una vez por todas, nuestros problemas; o la facilidad con que el gobierno de Daniel Ortega ha ligado el futuro de Nicaragua al incierto futuro del régimen del Presidente Hugo Chávez en Venezuela. Desde la perspectiva que utiliza el gobierno de Ortega, gobernar es apostar en la ruleta de la historia para ganar “hoy”. Mañana, “ya Dios dirá”.
De igual forma, los que se oponen al “orteguismo” se atemperan hoy a las circunstancias y esperan que la Fortuna —la desaparición de Hugo Chávez o los Estados Unidos— los exima de la responsabilidad de construir un movimiento político organizado alrededor de aspiraciones y metas articuladas con “la fuerza iluminadora de la razón”. Para ellos, basta decir “Vamos con Eduardo”, o “Fabio Une” para conjurar la crisis que vive el país.
Así pues, desde una perspectiva voluntarista y heroica, la historia se percibe como un proceso fundamentalmente gobernado por la casualidad; es decir, por hechos y circunstancias fortuitas y aleatorias. Esta perspectiva, al igual que la pragmática resignada, es premoderna, si por modernidad entendemos una visión de la historia como un proceso gobernado, o al menos fuertemente condicionado, por estructuras integradas en relaciones de causalidad que pueden ser elucidadas y organizadas con la fuerza “iluminadora” de la razón.
Por la limitada visión de futuro dentro de la que opera nuestra sociedad, la gestión de gobierno, o la pertinencia de un experimento político transformador, no se miden ni se evalúan por sus resultados a través del tiempo, sino, fundamentalmente, por la audacia de sus líderes y, sobre todo, por la magnitud de la fuerza, la convicción, y el coraje con que ellos tratan de lograr sus objetivos. En pocas palabras: en un mundo concebido como un juego de azar en el que no cuenta la capacidad para reconocer y organizar las relaciones causales que definen el orden social a largo plazo, la calidad de un gobierno, o los méritos de una revolución, se evalúan, simple y llanamente, por la heroicidad de los hombres y mujeres que se han puesto al frente de la historia.
Leamos las declaraciones de Dora María Téllez, evaluando la pertinencia de la lucha revolucionaria contra Somoza, tres décadas después del triunfo de la lucha liderada por el FSLN, en julio de 1979:
“¿Valió la pena?, es una pregunta que frecuentemente me hacen quienes creen que el rumbo que ha tomado Nicaragua con el orteguismo es muy parecido a lo que vivimos bajo el somocismo. La pregunta se refiere a si valió la pena haber sido partícipe de la lucha armada contra la dictadura de la familia Somoza; si valió la pena haber corrido riesgos e invertido una parte esencial de la vida, de la juventud, en ese esfuerzo; si valió la pena el sacrificio de hermanas y hermanos que murieron, fueron heridos o quedaron lesionados.
A esa pregunta siempre me he respondido que sí, que valió la pena, que volvería a transitar ese camino en esas circunstancias. Mi generación se prometió que Nicaragua no viviría más bajo la dictadura somocista, que construiría una nueva sociedad, una sociedad justa, en la que la pobreza desapareciera y las personas pudiesen vivir con dignidad y solidaridad. La vida nos demostró, que ese era un objetivo más difícil de cumplir de lo que nos parecía en aquel momento.”
El 19 de julio de 1979, el andamiaje institucional y orgánico de la dictadura somocista había sido derrocado, pero la manera en cómo se ejercía el poder político, es decir, el modelo somocista, no había sido liquidado. Como hemos visto, era capaz de reencarnar en otros, antiguos amigos y antiguos enemigos. Así, a lo largo de estos años han desfilado los pactos entre caudillos, la repartición de prebendas y privilegios, el clientelismo político, la corrupción y la impunidad, la manipulación de las creencias del pueblo, la violación de las leyes y de los derechos de los nicaragüenses, incluso la represión. Esos hechos lo que me dicen no es que no valió la pena correr riesgos en la lucha contra la dictadura, sino que vale la pena seguir luchando para erradicar ese modelo de poder somocista que, con otras caras y rostros, con otros discursos, mantienen prisionera la esperanza en Nicaragua. Siempre vale la pena luchar (Téllez, 2012).
“Siempre vale la pena luchar”, dice Téllez. Es decir, siempre vale la pena actuar frente a la historia, independientemente de los resultados de nuestras acciones. La Revolución Sandinista, dice Téllez, valió la pena a pesar de que su resultado fue, en sus propias palabras, la “reencarnación” del somocismo en la forma de “los pactos entre caudillos, la repartición de prebendas y privilegios, el clientelismo político, la corrupción y la impunidad, la manipulación de las creencias del pueblo, la violación de las leyes y de los derechos de los nicaragüenses, incluso la represión”.
La lucha revolucionaria valió la pena porque el heroísmo, que fue la marca principal del experimento revolucionario sandinista, se legitima a sí mismo; es decir, se valida en forma independiente de sus resultados. Dora María Téllez confiesa que ella volvería a recorrer el camino de la revolución, porque desde una perspectiva heroica, lo que cuenta es luchar con la esperanza de que algo bueno resulte de un accionar intuitivo que no cuenta con el beneficio “iluminador” de la razón. Y si nada pasa, si nada se logra, recurrimos al lenguaje mítico-religioso que gustamos usar para describir la realidad.
Nos conformamos, por ejemplo, con decir que el modelo somocista contra el que luchó la Revolución Sandinista fue “capaz de reencarnar en otros, antiguos amigos y antiguos enemigos”. No experimentamos, entonces, la necesidad de explicar, en términos sociológicos y por lo tanto racionales, la naturaleza y las causas de esta “reencarnación”.
Con esta visión fantástica y fantasiosa de la realidad, como lo señala Luis Ricardo Dávila en un estudio del culto a Bolívar en Venezuela, la historia es percibida “como una magnífica epopeya”, marcada por el valor y la fuerza de los héroes. Estos hombres y mujeres extraordinarios intervienen en la historia para apostar en la ruleta de la casualidad (Dávila, 2005).
Así lo hizo la misma Dora María Téllez en junio de 2008, cuando decidió realizar una huelga de hambre para protestar contra el gobierno de Daniel Ortega. Gioconda Belli retrató la audaz apuesta colocada por la heroína nicaragüense, haciendo uso del lenguaje mítico dominante en la cultura heroica y voluntarista de nuestro país: “La acción valiente de Dora María es un campanazo salido del mismo corazón del patriotismo histórico que inspiró a Sandino a irse a la montaña con solo treinta hombres, y que décadas más tarde, inspiró a todo un pueblo a rebelarse contra una dictadura dinástica de cuarenta y cinco años” (Belli, 2008).
Mildred Largaespada, por su parte, escribió: “Terca y tenaz que es Dora María, que nos pone contra las cuerdas de la ética, entre la espada y la pared de la rebelión popular, en el centímetro justo que nos separa del abismo, entre la violencia activa y la protesta pacífica, la ardiente, rabiosa protesta pacífica, activa. Toca moverse, defender al cuerpo-Constitución Política-Dora María, para que viva por siempre” (Largaespada, 2008).
“Toca moverse”… pero nadie puede decir hacia dónde hacerlo, porque ninguna organización política, incluyendo el Movimiento de Renovación Sandinista (MRS), que representa Dora María Téllez, ha hecho un esfuerzo serio para articular una interpretación del fracaso del sandinismo, y su visión de la sociedad nicaragüense y sus posibilidades. Nos movemos, si es que nos movemos, apoyados en la esperanza de un golpe de suerte, un portento o un milagro.
A raíz de la decisión de Téllez de iniciar su huelga de hambre, muchos líderes de la oposición contra el gobierno del FSLN de Daniel Ortega anunciaron con certeza profética la inminencia de una nueva explosión revolucionaria. Algunos pronosticaron “una explosión nacional”. Otros, el surgimiento de un súbito “abrir de ojos y despertar de la conciencia” provocado por el heroísmo de la Comandante (ver Pérez-Baltodano, 2008).
Mientras tanto, algunas de nuestras poetas reafirmaban la visión heroica y voluntarista de los nicaragüenses. Vidaluz Meneses, por ejemplo, escribió, en un lenguaje reminiscente del Credo católico que dice que en el tercer día resucitó Jesús, que Dora María, con el apoyo del pueblo que la adoraba, había vencido a la muerte, cinco días después de haber iniciado su huelga:
Al quinto día, bajo el plástico negro (techo de la casa del pobre), al filo de la madrugada, a Dora María la rozó el velo de la muerte, y tentada por tan dulce mortaja, extendió los brazos al infinito. Su cuerpo translúcido levitó y, como un globo liberándose de los sacos de arena, ascendió sobre las palmeras, bajo la tenue luz del amanecer. Pero fueron miles los brazos que se alzaron entrelazados y formaron una inmensa red para cazar en el aire a esta mariposa de luz que se extinguía en la distancia, y la retomaron a la rotonda, donde bandadas de palomas extendían sus alas azul y blanco saludando su regreso. Así volvió al sitio donde había recuperado la esperanza y el sueño de un pueblo (Meneses, 2008).
Más tarde, muchos de nuestros poetas celebraron, como un triunfo, la decisión de la heroína de suspender su huelga, a los trece días de haberla iniciado, y sin haber conseguido lo que buscaba. Celebraron la decisión de Téllez como un triunfo, porque, como ya se señaló antes, el valor del heroísmo no se mide por sus resultados. Los héroes triunfan por ser héroes. Así se desprende del poema de Gioconda Belli en honor a Téllez, a raíz de la suspensión de su huelga de hambre:
Dora María salió del recuerdo airosa
y alzada en andas sobre los brazos
que de nuevo la reconocieron,
o sobre los que, sin haberla conocido,
le encontraron el parecido indiscutible
con la heroína aquella de los cantares de gesta
cuyos ecos verdaderos
son como heridas viejas que duelen
cuando el corazón humedece;
esas líricas canciones
prediciendo el claro porvenir
que aún da vueltas sin amarras por el cielo
como un amanecer a tientas (Belli, 2008).
La cultura heroica que se exalta en los poemas anteriores “acentúa el germen de la ética voluntarista”, de la que se alimenta lo que Enrique Krauze llama “el redentorismo político” latinoamericano (Krauze, 2011). El mismo redentorismo político al que hizo referencia Santiago Argüello cuando señaló que “de la impotencia para construirse un ideal, que es ceguera de espíritus, nace la necesidad que tiene todo ciego: la del lazarillo” (Argüello, 1997, 43-44).
Trascender el voluntarismo heroico
Eduardo Zepeda-Henríquez argumenta en su obra que el pensamiento nicaragüense ha sido, fundamentalmente, un pensamiento “mítico”; es decir, un pensamiento en el que predomina lo “maravilloso”. El mundo, añade este autor, es percibido y representado como un espacio dominado por fuerzas “divinas” o “heroicas” que operan “fuera del tiempo histórico” o por encima de la historia. Dice Zepeda-Henríquez:
El único pensamiento original del hombre nicaragüense es el pensamiento mítico, lo cual puede explicar la pródiga cosecha de la imaginación entre nosotros. Con ello quiere decirse que sólo hemos expresado nuestra idea del universo a través de la imagen, y que allí la realidad no se concibe sin las formas simbólicas. Por eso la filosofía propia de Nicaragua es la poesía, si vale sustituir una por otra (Zepeda-Henríquez, 2003, 13).
Pero no vale sustituir una por otra. El mismo Zepeda-Henríquez lo confirma cuando señala:
La paradójica verdad de los mitos responde a la verdad universal de la fe mítica, que entre nosotros tiene la categoría de una vivencia totalizadora. Por eso nadie puede negar que la conciencia mágica sea el lado en penumbra de la conciencia. Y ahí se entiende que el nicaragüense no sepa de sí mismo sino lo que aparenta (Ibid.).
El “sentido mágico” que forma parte de la conciencia y del estilo de cognición al que hace referencia Zepeda-Henríquez se asemeja, en las palabras de Emilio Álvarez Montalván, a “una esquizofrenia descrita por García Márquez, algo así como una doble vida simultánea, donde la realidad parece y es tratada como si fuera mera fantasía y al mismo tiempo tomamos esa fantasía [la idea de la reencarnación de la corrupción a la que alude Dora María Téllez, por ejemplo], como si fuese realidad” (Álvarez Montalván, 2000, 47).
Casi siempre, optamos por continuar habitando “el lado en penumbra de la conciencia”, sabiendo de nuestra realidad sólo lo que nuestra “conciencia mágica” y fantasiosa es capaz de revelar “en formas simbólicas” que tendrían que ser decodificadas por la razón (Zepeda-Henríquez, 2003, 13). Por eso nos resulta tan fácil convencernos de que vivimos “la segunda fase de la Revolución Sandinista de los 1980s”; o que “Nicaragua está hecha de vigor y de gloria”; o que la rifa quinquenal en la que nuestros llamados partidos tratan de ganar el derecho a la impunidad desde 1990, es “la democracia”.
Poner fin a este estado de cosas y salir del lado oscuro de nuestra conciencia implica crear un espacio de pensamiento y acción entre los polos del pragmatismo y la heroicidad. Más aún, crear este espacio significa crear la posibilidad de pensar y practicar la política como la modificación mental y práctica del marco de limitaciones históricas que definen los límites de lo posible. Este es el espacio de la acción reflexiva; es decir, de la acción orientada por un pensamiento analítico que, sin negar el valor de la intuición y la inteligencia emocional, se nutre de la realidad para transformarla y acercarla a un horizonte de metas compartidas. Este es el espacio en el que la juventud postsandinista debe librar su batalla para poner fin al padre-Dios-providencial, a su vástago, el pragmatismo resignado, y al espíritu voluntarista y heroico del que se han nutrido los fracasados movimientos reformistas y revolucionarios en la historia de nuestro país.
Nada de esto niega el valor de la acción, el arrojo, la audacia y la voluntad, en cualquier práctica política transformadora. La crítica contra el voluntarismo heroico trata de mostrar las limitaciones y los peligros de eso que Edelberto Torres-Rivas caracteriza como el “activismo sin teoría” de los movimientos revolucionarios centroamericanos de la segunda mitad del siglo pasado. En estos movimientos, dice Torres-Rivas, “hubo abnegación y sectarismo, un sentido mesiánico del compromiso que llevó a millares de jóvenes a la muerte”. La “contradictoria contribución” de estos movimientos, sigue diciendo, “elevó el descontento heroico, la emoción de la protesta”. Y concluye: “Muchos de sus miembros cayeron en el activismo sin teoría, en un pospuesto adoctrinamiento que se disimuló por la coartada del entrenamiento militar” (Torres-Rivas, 2011, 204-205).
La crítica contra el voluntarismo heroico tampoco debe interpretarse como un rechazo generalizado a las representaciones míticas de la realidad y al discurso poético. Lo poético, lo mítico y lo maravilloso son elementos indispensables del desarrollo mental y cultural de nuestra especie. Ellos pueden jugar un papel positivo en los procesos de transformación social, como creo que lo hace la poesía de los y las jóvenes que yo cito al inicio de cada capítulo de este libro.
Los mitos y el discurso poético, sin embargo, también pueden frenar estos procesos. Recordemos que el lenguaje que usamos para representar la realidad puede ser, como lo señaló David Díaz en uno de sus trabajos en el curso El Poder Político en Nicaragua, “una condición de posibilidad”, o “un obstáculo para la producción de saberes analíticos” (Díaz, 2011).
En otras palabras, no todos los mitos son buenos y no toda creación poética es favorable al desarrollo de nuestra condición humana. El discurso poético y las visiones míticas y legendarias de las que se alimenta el voluntarismo heroico nicaragüense, por ejemplo, no contribuyen favorablemente al desarrollo de una cultura política moderna en nuestro país. Este discurso y estas visiones nos empujan a seguir viviendo “en el lado en penumbra de la conciencia”, conociendo de nosotros, solamente lo que aparentamos ser en el fantasioso teatro épico de nuestra historia (Zepeda-Henríquez, 2003, 13).[33]
“Nulla estética sine etica”. Ser poeta no significa poseer una licencia para decir cualquier cosa, por muy bella que suene. El poeta y el escritor, decía Pablo Antonio Cuadra, están obligados a usar la palabra con autenticidad: “Dar con la palabra en el poema, en el escrito, es dar en su más honda verdad con el hombre, con su destino, con su evolución, con sus derechos, con su justicia, con su libertad […] Por eso también, los que envilecen la palabra (los demagogos, los falsificadores y mercaderes de la palabra) son los más implacables explotadores del hombre y avasalladores de su dignidad” (Cuadra, 1991, 86).
Nuestros poetas y escritores, sin embargo, no son los principales responsables del predominio en nuestro país del discurso mítico y “maravilloso” del que se nutre nuestro voluntarismo heroico. Son los políticos y los que trabajamos en las ciencias humanas los que estamos llamados a construir un discurso político moderno en Nicaragua.
De todas formas, nuestros poetas y nuestras escritoras deberían reflexionar sobre su cuota de responsabilidad en este problema político-cultural. Ellas podrían ayudar a desarrollar una visión crítica de los mitos, que le permita a nuestro pueblo decirles a los políticos que nos ofrecen “Nuevas Eras”, o la continuación de la fábula de los amaneceres que dejaron de ser una tentación: “El atol con el dedo no me llena” (Shade, 2012).
Nombraremos, entonces, el abismo,
su silencio inaudito ante la pasmosa
inexorable nada. Al filo de la noche
el reflejo trazaremos de las cosas,
por la palabra, apenas aludidas.
Víctor Ruíz
CAPÍTULO 5. CONCLUSIONES PARA INICIAR UNA NUEVA ETAPA
Cada vez que he sido cuestionado por opinar sobre Nicaragua desde Canadá, he respondido diciendo que no existe esa Nicaragua a la que aluden mis críticos cuando me reclaman que no entiendo la política de mi país, o que no tengo derecho a opinar sobre ella porque vivo “fuera de Nicaragua”. Todos vivimos, les contesto, fuera de la Nicaragua del “otro” y de la “otra”.
Todos vivimos en el exilio, separados de la Nicaragua del “otro” y de la “otra”, porque no somos una nación, si por nación entendemos una comunidad de derechos, aspiraciones y memorias colectivas. La Nicaragua que uno vive cuando se inserta en la “modernidad” del centro comercial de los Altos de Santo Domingo en Managua, por ejemplo, no tiene nada que ver con la Nicaragua que viven los niños desnutridos que tratan de sobrevivir alrededor de este islote; uno de los muchos que conforman el archipiélago existencial en el que vivimos los nicaragüenses. (Serrano Caldera, 1997).
No existe una Nicaragua y, por lo tanto, no existe “Nicaragua”. Existen varias Nicaraguas, y el propósito de contribuir a la articulación de un discurso y un pensamiento político nuevo es, precisamente, colaborar en la definición de un horizonte común que nos permita avanzar en la creación de una sociedad nacional en la que alcancemos todos y todas en paz, libertad y dignidad.
Las cinco posiciones políticas que se han identificado en este libro son apenas una muestra del estado de fragmentación en que vivimos. Ellas expresan algunas de las brechas y los abismos que nos separan. También revelan algunas de las cosas que nos unen, o que nos pueden unir.
La posición postsandinista que se ha identificado en este libro cuenta con el poder explicativo y con la visión normativa que se necesitan para iniciar un proceso de desarrollo político que nos integre dentro de un marco de obligaciones y derechos compartidos. Se trata de una posibilidad que, para materializarse como una verdadera fuerza de cambio, tendrá que vencer enormes dificultades.
Para desarrollarse, el postsandinismo tendrá que fortalecer su capacidad para percibir nuestra sociedad y su historia desde fuera del marco cultural que, en Nicaragua, nos empuja a dudar de lo que Darío llamó la “virtud demiúrgica” de la palabra. Por el poder de este marco cultural, el esfuerzo que implica desarrollar las ideas-bases de la posición postsandinista, va invariablemente a enfrentar el rechazo y el desprecio de los que rechazan y desprecian el poder de las ideas. Va, sobre todo, a enfrentar el desprecio y la crítica de quienes van a demandar una fórmula mágica o una acción concreta para alcanzar el cielo en el infierno que ellos y ellas mismas reproducen cuando insisten en encontrar un lazarillo. Todos estos retos, sin embargo, son superables si la juventud reafirma el pensamiento renovado que expresa, por ejemplo, el joven nicaragüense Jonnathan Ordóñez Gaitán, en una entrevista publicada en un diario local. Respondiendo a la pregunta: ¿de dónde tiene que venir el cambio?, Jonnathan responde:
Creo que no hay respuestas mágicas, o que me levante una mañana y diga voy a ser diferente. Creo que es un proceso que tiene que llevarte, tarde o temprano, a cuestionar tus propios principios, tu educación, tus propias cosas […] Y no estoy diciendo que te perdás en la montaña por una semana, pero sí que al menos, por unos minutos al día, te preguntes dónde estoy y hacia dónde vamos, dos preguntas claves; creo que esto es más que suficiente.
Necesitamos un poco más de reflexión interna, para decir cuál es mi aporte como joven, como persona, como diplomático, como arquitecto, como ingeniero, como albañil, como lo que sea. Reflexionar como miembros de una sociedad […] Creo que ese momento, ese despertar de la conciencia, esa curiosidad de saber y conocer puede llevarnos a establecer que la realidad en que vivimos no funciona; porque esto es como el alcoholismo, hasta que no reconozcamos que tenemos un problema, no vamos a cambiar (Ordóñez Gaitán, 2012).
El esfuerzo de crear un nuevo pensamiento, un nuevo discurso y una nueva visión de sociedad también va a enfrentar lo que Abelardo, en uno de sus comentarios en Generación XXI, llamó “la gerontocracia del pensamiento”; es decir, el pensamiento de una clase política que hoy por hoy, y a pesar de sus fracasos, pareciera estar dispuesta a todo para mantenerse en el poder, mientras, sin ninguna humildad, dicen trabajar preparando “las generaciones de relevo”; es decir, preparando las generaciones que van a reproducirlos a ellos.
La crítica contra la “gerontocracia del pensamiento” no significa que los hombres y las mujeres de mi generación, o de generaciones anteriores, no tengamos nada que aportar a la construcción de una nueva cultura y una nueva práctica política en Nicaragua. Podemos y debemos hacerlo, reconociendo nuestros errores, nuestras deudas con la sociedad y nuestras responsabilidades. Podemos hacerlo apoyando a la juventud para que ellos tengan la oportunidad de lograr lo que nosotros no logramos.
Nuestra generación podría poner a la orden de la juventud los medios de comunicación del país. Podríamos facilitar la renovación de los rostros, las voces y las ideas en los programas de análisis y noticias de nuestra radio y nuestra televisión. Y, sobre todo, podríamos hacer algo para abrir la universidad para que los jóvenes y las jóvenes participen en el desarrollo de nuestro capital político-cultural, no solamente como estudiantes, sino como líderes y pensadores.
Las universidades pueden y deben jugar un papel fundamental en la promoción de una visión postsandinista de nuestra realidad. Después de todo, el postsandinismo, como se ha explicado antes, es un proyecto educativo para la construcción de un pensamiento y una cultura política generacional no partidaria.
El papel de las universidades fue reconocido muchas veces como clave para la transformación cultural de nuestra sociedad, por los y las jóvenes que en este libro se ubican en la posición postsandinista. Estos son algunos de sus comentarios:
Paúl: “Yo creo que el joven de hoy es un joven desafiliado, adaptado al deterioro moral y ético que sufre el país, por los serios bloqueos mentales que provoca el mismo sistema: bloqueos religiosos, económicos y de educación. Es difícil poder luchar con un sistema que rehúye a todo cuestionamiento. Ni en las universidades se debate porque los profesores se han hecho dueños de la verdad.”
Carlos: “Hay que tomarse las universidades para transformarlas; hacerlas realmente multiplicadores de conocimiento y no multiplicadores de obediencia.”
Emila: “La universidad sigue siendo el núcleo inmediato y más sensible para generar cambios en este país. Pero mientras toda esa hegemónica maquinaria, capaz de trazar incluso el destino de profesores y decanos, continúe intocable, las cosas prácticamente continuarán como siguen.”
Reyes: “Las universidades [deben ser] centros de pensamiento y de construcción de propuestas. ¿Están nuestros centros educativos cumpliendo su función de educar y formar? ¿Han sucumbido a la lógica del mercado y de la rentabilidad económica?”
La Generación XXI de Nicaragua se ha expresado y ha marcado el camino hacia un futuro diferente. Ha identificado las bases de los puentes que tendrán que levantarse, y que los y las jóvenes de esta nueva generación tendrán que atravesar, para reconocerse, reconociendo al “otro” y a la “otra” que habitan en las otras Nicaraguas que coexisten dentro de nuestro territorio nacional. A nosotros, a mi generación, al resto de la sociedad y, sobre todo, a las universidades, nos corresponde apoyarlos.
Gracias, amigos y amigas que me acompañaron en Generación XXI y en el curso El Poder Político en Nicaragua. En una de mis entregas a este blog, titulada Los Sonidos del Silencio, en referencia a la hermosa canción de Simon y Garfunkel, yo señalaba lo siguiente:
“Yo espero que muy pronto, ustedes, los de la Generación XXI, hagan uso de su propia música para expresar sus propias ansiedades en este blog. En la carta de presentación de este espacio, yo prometí apoyarlos. Y en la reunión que sostuvimos en julio de este año, prometí que mi intención era abrir un espacio de reflexión para que lo ocuparan y dirigieran ustedes. Pronto, sin embargo, tendrá que haber un relevo en este espacio. Pronto tendremos que poner fin a la incongruencia que significa que alguien que como yo, canta ‘los sonidos del silencio’, escriba para una juventud que tiene sus propios silencios y vive sus propias tonalidades.”
Con este libro ponemos fin a la incongruencia a la que antes hago referencia. Cerramos una etapa y empezamos otra. Los dejo con las palabras que Santiago Argüello dirigiera a la juventud de su tiempo. Ellas no germinaron en la Nicaragua del siglo pasado, pero podrían germinar ahora:
“¿No sentís como una penosa sensación de angustia? ¿No escarban, cada vez con más ansia, vuestros ojos, la vaguedad del horizonte, como en una inquieta esperanza de próximos advenimientos? ¿No presentís que algo debe morir y que algo debe nacer?” (Argüello, 1997, 19).
APÉNDICE: NUESTRA JUVENTUD ES HEREDERA DE UN FRACASO NACIONAL[34]
Pertenezco a una generación que, al igual que las otras generaciones que preceden a la mía, fracasó en la construcción de una Nicaragua justa y digna para todos. Me han invitado a hablar sobre el liderazgo en un cambio cultural, y debo reconocer, de entrada, que no tengo respuestas a la pregunta de cómo transformar Nicaragua o de cómo lograr el necesario cambio cultural que obviamente necesita nuestro país.
Hablo desde la perspectiva del fracaso y desde la duda. Tengo preguntas, tengo dudas y algunas ideas que quiero compartirles. Tengo dudas y tengo preguntas. Pero también tengo la convicción de que es necesario reconocer que, políticamente hablando, los nicaragüenses hemos fracasado. Después de casi doscientos años de vida independiente, Nicaragua es —y hay que decirlo— una caricatura de Estado. Y la Nación nicaragüense es solo una ficción para los sociólogos e historiadores que escribimos sobre el país. Nicaragua no es una Nación y no es un verdadero Estado. Somos una jurisdicción geográfica habitada por personas que no comparten un horizonte de aspiraciones comunes y, por lo tanto, que no comparten una identidad política nacional. Nos gusta la misma comida y cantamos las mismas canciones, pero no somos una comunidad de derechos y obligaciones compartidas, no somos una comunidad con aspiraciones y memorias colectivas compartidas.
Hemos fracasado en la construcción de una nación y de un Estado. Somos un enorme campamento en donde habitan millones de permanentes damnificados que viven con menos de un dólar al día. Somos un remedo de Estado en donde las instituciones públicas son tan auténticas como los edificios que las albergan. Como ese nuevo edificio del Consejo Supremo Electoral, que es una inmensa pared que intenta dignificar y elevar la estatura simbólica de lo que todos sabemos —o algunos recordamos— es el viejo edificio de Sears. O como la Catedral, un edificio que no tiene nada que ver con el sentido estético nicaragüense o con la tradicional arquitectura cristiana, pero ¿qué le íbamos a reclamar al empresario dueño de la pizzería estadounidense que la pagó y que estableció como condición para donar el dinero que él decidiría su diseño? O como la Casa Presidencial, donada por Taiwán y pintada con colores del Mediterráneo para satisfacer el capricho de una ex primera dama que acababa de regresar de su costoso viaje por Italia.
En ese edificio despacha nuestro Presidente, un hombre extraño, con una mirada y una sonrisa extrañas, que se define públicamente como medio alemán cuando trata de explicar el origen de lo que él considera son sus virtudes, lo que significa que todos sus defectos son nicas. Ese Presidente le habla a su pueblo, el segundo más desnutrido del continente americano, desde un podio que es una mala imitación del que usa el Presidente Bush en Washington, y le habla desde la comodidad de su megasalario y de su adorada pensión vitalicia. Esta es Nicaragua, un país que una prestigiosa revista británica describió hace algunos años como “un país inverosímil”. Ese es el país nuestro, el país de ustedes y el país mío. Este país fue descrito en 1891 por Jeffrey Roche, un viajero europeo, como un pueblo “ingobernable, revolucionario, sin energías para grandes vicios o para grandes virtudes”.
Yo leo y releo esta odiosa caracterización y me pregunto cuándo vamos a ser capaces de desmentirla. Señalo y remarco nuestro fracaso con dolor porque soy nicaragüense. Lo remarco porque, al igual que lo que sucede con los alcohólicos, el reconocimiento de nuestra condición real es el necesario punto de partida para iniciar nuestra recuperación cultural, material y moral. Reconocer nuestro fracaso o vivir como los alcohólicos que se niegan a reconocer su condición: esa es nuestra disyuntiva.
Somos el segundo país más desnutrido del continente americano, a pesar de que somos un país dotado de abundantes tierras fértiles y de que nuestra población es pequeña para el tamaño de nuestro territorio. Uno de cada tres niños en Nicaragua sufre de desnutrición crónica. Somos uno de los países más corruptos del mundo, de acuerdo con las estimaciones de la organización Transparencia Internacional. Somos de los primeros en las estadísticas mundiales en cuanto a embarazo juvenil. En un estudio reciente se documenta que más del 45% de nuestras adolescentes ya son madres, están embarazadas o lo han estado alguna vez.
¿Y qué decir de la educación primaria y secundaria? De acuerdo con algunas estimaciones, 800 mil niños quedaron este año sin recibir educación en nuestras pobres escuelas. Algunos piensan que fueron aún más. Y esta es una estadística optimista, porque se asume que los que lograron registrarse en las escuelas van a recibir una educación apropiada de nuestros maestros y maestras, que ganan mensualmente el equivalente de una de las botellas de whisky que compran los que pueden consumir whisky en Nicaragua.
Hemos fracasado a pesar de que hemos experimentado con modelos socialistas, con dictaduras militares, con neoliberalismos de tonos variados, con gobiernos conservadores, con gobiernos liberales. Hemos experimentado de todo y no pasa nada. Después de casi doscientos años de vida nacional independiente, nuestra Costa Caribe sigue casi tan aislada como en el momento en que arrancó nuestra aventura nacional. Y ni siquiera hemos sido capaces de reconstruir la Managua que destruyó el terremoto de 1972.
Repito: ustedes, los jóvenes y las jóvenes de este país, son los herederos de un fracaso nacional construido a lo largo de los casi doscientos años de vida independiente. Ser joven en Nicaragua significa ser el heredero o la heredera de una sociedad en donde las instituciones nacionales funcionan como guaridas de delincuentes encorbatados, y en donde los principales partidos políticos funcionan como pandillas. Y que me perdonen Los Nanciteros, Los Comemuertos, Los Power Rangers y Los Mataperros. Que me perdonen, porque esas pandillas son más consistentes, tienen valores, principios y objetivos más claros, y conocen mejor lo que quieren hacer que la mayoría de nuestros llamados partidos políticos.
Ser joven en Nicaragua significa ser el heredero de un país que, para mantener la economía nacional, tiene que exportar nicaragüenses. Expulsamos a los nicaragüenses de su patria placentera y después contabilizamos el valor en dólares de las remesas que mandan, pero no contabilizamos el dolor de las madres que se separan de sus hijos para sobrevivir, ni contabilizamos la indignidad en la que viven los miles y miles que sostienen esa ficción que es nuestra economía. Ser joven en Nicaragua significa ser el heredero o la heredera de todas estas tragedias nacionales, de esta sociedad fracasada. Pero hay algo más: ser joven en Nicaragua significa haber sido habituado al fracaso, haber sido socializado en el fracaso.
La socialización es el proceso mediante el cual los individuos que pertenecen a una sociedad internalizan un conjunto de valores, principios y formas de percibir y vivir la realidad. Nos socializamos a través de nuestra participación en la vida institucional de nuestro país. Nos socializamos dentro de nuestras familias, en nuestras escuelas, en nuestros partidos, en nuestras iglesias. Esas instituciones son maquinarias socializantes y, al mismo tiempo, son sistemas de hábitos y rutinas socializadas. Nosotros, gente como yo, las generaciones que creamos las instituciones nicaragüenses, quienes creamos el modelo o los modelos de familia que imperan en nuestro país, los que forjamos el desastroso sistema educacional de Nicaragua, los que construimos el andamiaje político y legal de Nicaragua, les heredamos a ustedes, los jóvenes, nuestros hábitos, nuestros valores y nuestra cultura política.
A ustedes los socializamos dentro de las instituciones que construimos a lo largo de nuestra historia, haciéndoles cantar, rezar y declamar mentiras. Les hemos hecho cantar un himno nacional que dice “ya no ruge la voz del cañón” en un país marcado por la constante de la guerra. En la última guerra, la de los años 80, perdieron la vida decenas de miles de jóvenes como ustedes. Esto significa que a muchos de ustedes los hicimos nacer en un cementerio. Y hasta la fecha, nadie ha pedido perdón o ha asumido la responsabilidad por esa desgracia. Les hicimos cantar un himno nacional que dice que “el trabajo es nuestro digno laurel” en un país que es el reino del desempleo. Les hacemos cantar un himno que dice que “el honor es nuestra enseña triunfal” en un país donde el robo ha llegado a convertirse en un hábito nacional.
La generación que yo represento y las generaciones de las que yo fui heredero les hicimos creer a ustedes que somos un país mañanero, a pesar de la violencia y los abusos permanentes que sufren las mujeres nicaragüenses todos los días. Y les enseñamos a llamarse darianos en un país que ha vivido una guerra intensa y prolongada contra la educación y la cultura. Darianos en un país en el que rehuimos la abstracción y la reflexión. A ustedes les hicimos declamar aquello de que “si la patria es pequeña, uno grande la sueña”, en un país donde los gobiernos negocian tratados internacionales bajo el lema de que si la patria es pequeña, uno en grande la empeña. Les hemos hecho repetir mentiras, hasta habituarlos a ellas.
Si aceptamos que somos entes socializados, y si es cierto que ustedes han sido criados en la mentira, tendríamos que aceptar que en cada uno de ustedes está presente el germen del fracaso, ya acostumbrados al fracaso, la capacidad de vivir dentro del fracaso, y hasta la habilidad para ni siquiera ser capaces de reconocer que hemos fracasado.
Por todo esto, me van a perdonar lo que voy a decirles: yo no comparto la esperanza acrítica que muchos tienen en la juventud. Se oye mucho decir: La juventud nos va a sacar de esto. Es posible. Pero eso no es una certidumbre, no es una certeza. Porque en ustedes habita el germen del fracaso y ya fueron socializados en la cultura del fracaso. Los años no dicen nada. La edad no significa nada. Arnoldo Alemán fue joven alguna vez. Y Daniel Ortega fue un muchacho con ambiciones nobles en algún momento de su vida. Y Byron Jerez fue compañero mío, y lo recuerdo de niño, sentado en un pupitre del Colegio Calasanz, un gordito bueno y simpático que terminó siendo lo que es ahora. Todos ellos —yo también— terminamos encarnando y reproduciendo la cultura del fracaso que nos ha llevado al punto en donde nos encontramos hoy.
Hablar de la existencia de una cultura del fracaso en nuestro país es sugerir que los valores que orientan nuestra conducta y nuestras acciones son, en gran medida, responsables del desastre nacional en que nos encontramos. Hablar de una cultura del fracaso es sugerir que el hambre, la desnutrición, el desempleo y todas las otras manifestaciones objetivas de nuestra desgracia nacional tienen una causa subjetiva. Nuestra cultura, nuestros valores, son también fuerzas causales de nuestras miserias objetivas. Y no digo que nuestros valores sean la única causa de nuestra miseria. No defiendo una explicación subjetivista de la historia. Simplemente trato de señalar que la cultura es una fuerza causal en el desarrollo de los pueblos. Trato de señalar que si queremos salir del empantanamiento material y moral en que vivimos, tenemos que ponernos frente al espejo para analizar críticamente por qué somos como somos.
Desdichadamente, las principales explicaciones de nuestra historia nacional han privilegiado la dimensión objetiva de nuestros problemas. Como estudiosos de nuestra realidad histórica nacional, hemos visto hacia afuera, buscando en la realidad exterior las causas y las razones de nuestro fracaso. No nos hemos visto en el espejo. Y por eso hemos identificado como causas de nuestros desastres el choque de civilizaciones que se dio a partir de 1492, las divisiones étnicas y raciales heredadas de la Colonia, la especial pobreza de la región centroamericana dentro del esquema colonial español en América y la más especial pobreza de Nicaragua dentro de Centroamérica, el papel jugado por Nicaragua como exportadora de esclavos durante la consolidación del poder colonial en América, las relaciones de dependencia dentro de las cuales se constituyó el Estado nacional nicaragüense cuando alcanzamos la independencia de España, el capitalismo, el imperialismo y otras.
Ciertamente, todas esas causas son válidas, todas tienen que ver con nuestro desarrollo. No hay duda de que todos estos factores objetivos tienen que tomarse en consideración para explicar por qué estamos como estamos y por qué somos como somos. Sin embargo, el atraso brutal que padecemos, y al que nos hemos acostumbrado, el fracaso que les hemos heredado a ustedes, los jóvenes, no puede explicarse simplemente, solamente, a partir de estos obstáculos objetivos. La historia está llena de ejemplos que demuestran cómo otros países han enfrentado obstáculos similares o aún mayores. Europa enfrentó obstáculos objetivos de gran envergadura y la modernidad, las instituciones modernas del Estado y de la democracia, surgieron precisamente como respuesta a esos obstáculos históricos enormes, especialmente a los que se les presentaron a los europeos a partir de mediados del siglo XVI. Obstáculos tan gigantescos como el enorme poder y la orientación profundamente antidemocrática de la Iglesia Católica durante la Edad Media europea. O como la cultura de la resignación que dominó a la Europa medieval. Obstáculos enormes como las pestes o la desarticulación y fragmentación territorial de Europa. Y fue precisamente a partir de esas enormes crisis que enfrentó Europa, especialmente a partir del siglo XVI, que surgió lo que conocemos como la modernidad y el pensamiento político moderno.
La modernidad, entonces, no fue un regalo del cielo ni llegó fácilmente. El Estado de derecho, la democracia, los derechos ciudadanos que se consolidaron en Europa surgieron como respuesta a problemas objetivos enormes. El ordenamiento de la modernidad europea no nació en un momento de paz, sino en una gran crisis. Y es en esa crisis cuando surgió un pensamiento político, una visión del poder y de la historia, que logró desarrollar la capacidad para condicionar, para domesticar y para superar los efectos negativos generados por todos esos obstáculos objetivos.
Así pues, la existencia de obstáculos objetivos en Nicaragua, como son nuestra condición de sociedad conquistada y colonizada o la plaga del imperialismo que hemos sufrido, no puede ser utilizada como explicación de nuestro atraso, porque todas las sociedades del mundo, incluyendo las más exitosas actualmente, han enfrentado también enormes obstáculos objetivos para desarrollarse. No quiero decir que Europa sea un modelo a seguir. Digo, simplemente, que no es correcto afirmar que los problemas objetivos que hemos enfrentado explican toda la miseria en que vivimos. Nuestro fracaso nacional tiene como una de sus principales causas nuestra incapacidad para enfrentar y superar nuestros problemas. Cualquier explicación que se haga del fracaso político nacional que vivimos tiene que incluir un análisis de la manera en la que nosotros, los nicaragüenses, hemos enfrentado nuestra historia, un análisis de cómo hemos pensado el poder, la historia y nuestro papel en la historia.
¿Y cómo lo hemos pensado? ¿Cómo hemos enfrentado los nicaragüenses los obstáculos de nuestra historia? En mi trabajo he tratado de responder estas preguntas señalando que lo hemos hecho con una visión “pragmática resignada” del mundo y de la historia. El “pragmatismo resignado” es un concepto que empleo para explicar nuestra visión de la historia y de nuestro papel en la historia.
El “pragmatismo resignado” es una forma de pensamiento, una cultura, que nos empuja a adaptarnos a la realidad y a aceptarla tal cual es. Así, el pensamiento pragmático resignado no tiene voluntad transformadora. Con ese pensamiento no somos capaces de escandalizarnos ante la realidad que vivimos para transformarla. Pedro Joaquín Chamorro Alfaro, uno de los gobernantes del período de los Treinta Años de gobiernos conservadores en la segunda mitad del siglo XIX, sintetizó mejor que nadie la esencia del pragmatismo resignado nicaragüense cuando decía: “El buen político es aquel que sabe atemperarse a las circunstancias.”
Nicaragua entera ha vivido atemperada a sus circunstancias, atemperada a su miseria. Nos hemos atemperado, habituado, a los brutales niveles de pobreza que sufren nuestros conciudadanos. Y nos hemos habituado y atemperado a la impunidad y a la corrupción de nuestros llamados líderes.
¿Y de dónde surge el pragmatismo resignado? ¿De dónde surge esa cultura nicaragüense, esa manera de pensar el poder y la historia? Yo pienso que el pragmatismo resignado tiene una de sus principales raíces en el providencialismo que ha dominado la cultura religiosa nicaragüense.
El providencialismo es una visión de la historia que nos lleva a creer que Dios es el que organiza cada movimiento de cada uno de nosotros. Es una manera de ver la vida en la que Dios es el responsable de lo que le sucede a mi tío, a mí, a Nicaragua como sociedad, a Irak y al resto del mundo. En esa visión de la historia marcada por el providencialismo, Dios, no nosotros, es el regulador, el administrador, el auditor de todo lo que sucede en la historia.
Algunos teólogos diferencian entre lo que es el providencialismo meticuloso y el providencialismo general. Y afirman que en algunas sociedades prevalece el meticuloso y que en otras transformaron el meticuloso en general. El providencialismo meticuloso es pensar que Dios está a cargo de todo: de la lluvia y de la sequía, del cáncer que aparece y del que se cura, y del rumbo de cada huracán. Dentro del providencialismo general, hay quienes afirman que Dios creó el mundo y que después nos dejó solos, mientras que otros dicen que actúa de vez en cuando. En el providencialismo general hay siempre espacios para la libertad.
Yo, personalmente, pienso que lo que necesitamos en Nicaragua no es la muerte de Dios sino la transformación de la idea de Dios. Es decir, de lo que se trata en Nicaragua no es de sacar a Dios del juego, sino de movernos del providencialismo meticuloso en el que vivimos para buscar y encontrar el lugar de Dios y el de nuestra libertad. Y en ese camino, si alguien decide ser ateo, que lo sea, pero un ateo serio. Ser cristianos auténticos nos obliga a reflexionar en la idea de Dios que tenemos personalmente y como sociedad; nos obliga a admitir que hay muchas ideas de Dios, que hay muchas posibilidades para vivir con la idea de lo que llamamos Dios y que algunas ideas son mejores que otras.
Los nicaragüenses hemos trasladado de alguna manera nuestra dependencia mental de un Dios omnipotente que gobierna nuestras vidas a nuestra percepción de las fuerzas que dominan el orden político y económico mundial. Y en especial, al poder transnacional de los Estados Unidos. Y últimamente, y por qué no decirlo, al poder de la cooperación internacional. A la cooperación internacional le hemos trasladado la responsabilidad de medir y resolver nuestra pobreza. Son ellos los responsables de encargarse de la suerte de los más necesitados de nuestro país. Ha sido y es tal el impacto material y cultural que ha tenido en nuestra vida nacional la cooperación internacional que deberíamos promover una discusión a fondo sobre las consecuencias de ese impacto, porque el papel de la cooperación internacional en nuestro país nunca ha sido debatido y analizado críticamente.
Resumamos: el pragmatismo resignado constituye una forma de pensar la realidad que empuja a los miembros de una sociedad como Nicaragua a asumir que lo políticamente deseable debe subordinarse siempre a lo circunstancialmente posible. Las expresiones políticas del pragmatismo resignado varían en función de los diferentes sectores de nuestra sociedad. En las clases altas se traduce en una actitud de indiferencia ante el fenómeno de la pobreza generalizada que padece la mayoría. Y en las mayorías empobrecidas se traduce en las actitudes de resignación y fatalismo que tienen ante la vida y ante su propia miseria.
¿Y cómo se manifiesta el pragmatismo resignado en la juventud? Aquí tengo más dudas que certezas. Con frecuencia se escucha hablar de la apatía de la juventud nicaragüense actual. Y más específicamente de su apatía política. Una encuesta realizada por la UCA y Ética y Transparencia durante las elecciones municipales de 2004 encontró que el 44% de jóvenes de 16-25 años no ejerció el derecho al voto y sólo un 49% manifestó tener interés en la política. En esa misma encuesta, el 80% de los jóvenes entrevistados expresaron que si tuvieran la oportunidad se irían del país. Otros estudios han explorado el peso que tiene el providencialismo en la juventud. Una encuesta realizada por el grupo CINCO en octubre de 2002 reveló que el 96.8% de los jóvenes entrevistados estaba de acuerdo con la frase: “Dios es algo superior que creó todo y de quien depende todo”. El 98.3% aceptó la frase: “Dios es nuestro padre bondadoso, que nos cuida y nos ama”. El 97.1% coincidió con esta frase: “Dios es el juez supremo, de él dependemos y nos juzgará”. Un 77.6% concordó con esta frase: “Hay fuerzas o energías que no controlamos en el universo, que influyen en la vida de los hombres y mujeres”. Muchos de los resultados de la encuesta de CINCO confirman los resultados de otro estudio realizado por Puntos de Encuentro y publicado en 1997, que mostró que los jóvenes percibían la historia como un proceso dominado por fuerzas que ellos no controlaban. Puntos de Encuentro concluía: “Desde nuestro punto de vista, lo planteado por los resultados de la encuesta indicaría que la juventud ha pasado de ser una fuerza transformadora y revolucionaria —imagen que prevaleció durante varias generaciones— a ser un grupo poblacional con limitado poder de transformación en los procesos sociales que consideran relevantes”. Más aún: los jóvenes y las jóvenes identificaban “el cambio social principalmente con cambios económicos y políticos nacionales. En estos tipos de cambio, e incluso en los culturales y relacionales, tienden a colocarse al margen o como ‘receptores’ de la influencia de esas transformaciones. Y excepcionalmente se identifican como actores o protagonistas de las mismas”.
Confieso que no estoy seguro que eso que llaman la apatía de nuestra juventud sea, necesariamente, un defecto o una deficiencia de los jóvenes y las jóvenes nicaragüenses. El rechazo a la política por parte de la juventud puede ser interpretado como apatía, pero también puede ser interpretado como el inicio de lo que podría llegar a ser un quiebre cultural positivo en nuestro país. La llamada apatía de la juventud puede ser un rechazo a modelos de vida que deben ser rechazados, una muestra de insatisfacción con una sociedad que debe hacernos sentir profundamente insatisfechos. Sería trágico que en vez de esa apatía viéramos a nuestra juventud ansiosa por inscribirse en los partidos políticos que hoy tenemos, siguiendo a los líderes políticos que hoy tenemos. Eso sería peor. Lo que llamamos la apatía de nuestra juventud puede ser una calamidad para la sociedad nicaragüense o el inicio de una renovación cultural en nuestro país. Colapsaría Nicaragua si el 80% de sus jóvenes abandonaran el país. También colapsaría si sus jóvenes terminaran reproduciendo la cultura del fracaso que heredaron. O si decidieran no hacer nada frente a esa cultura del fracaso.
Pero Nicaragua podría renacer si eso que llamamos la apatía de la juventud se convirtiera en el inicio de una búsqueda individual y social de algo que desesperadamente necesitamos en nuestro país: autenticidad. Nicaragua podría renacer si eso que llamamos la apatía de la juventud fuera la manifestación de una necesidad vital, la manifestación de la necesidad de una vida individual y social más auténtica. De forma clásica, se define la autenticidad como la capacidad de vivir en congruencia con nuestros propios principios y convicciones, a pesar de las presiones, fuerzas e influencias externas que nos afectan y que operan en nuestro entorno. Ser auténtico o auténtica es ser honestos y fieles a las propias convicciones.
Nicaragua es una sociedad que machaca a diario las convicciones religiosas y políticas que decimos tener, pero no se escandaliza ante la miseria. No puede ser cristiana una sociedad que deja morir de hambre y desnutrición a su prójimo. No es cristiana una sociedad que llora viendo La Pasión de Mel Gibson y a la salida del cine no llora ante los chavalitos que estuvieron cuidándole el carro durante horas.
La llamada apatía de la juventud podría ser un rechazo a la mentira social que hemos vivido los nicaragüenses. Y por eso podemos verla como un posible punto de partida para la construcción de una vida social más auténtica. La autenticidad, algún grado de autenticidad, un poquito de autenticidad, es el punto de partida para dejar de ser veletas de la historia. Es el punto de arranque para desarrollar un pensamiento verdaderamente moderno. La modernidad no es andar con un celular. Es un intento y un esfuerzo por asumir el control de nuestra historia.
La búsqueda de una mayor autenticidad no significa que todos y todas tenemos que convertirnos en gente de tal o cual orientación política. Buscar la autenticidad no significa que todos debemos hacernos más o menos de izquierda, más o menos cristianos, más o menos de derecha, o más o menos feministas. La búsqueda de la autenticidad significa que todos debemos ser más auténticamente de derecha, más auténticamente de izquierda, más auténticamente feministas o antifeministas, o más auténticamente conservadores o liberales.
La búsqueda de la autenticidad significa abandonar esa insoportable levedad del ser social y político de los nicaragüenses. Dejar de ser nicaragüenses “light” para asumir nuestras responsabilidades individuales y sociales con seriedad. Ese es el reto. Buscar la autenticidad es un proceso que implica la transformación individual y la transformación social. No se trata solamente de transformarnos como individuos. La verdadera autenticidad nos lleva obligatoriamente a lo social.
Las identidades se construyen a través del diálogo, nos dice el filósofo Charles Taylor. Somos lo que somos dependiendo de cómo nos relacionamos con los demás. No somos lo que somos en un monólogo, sino a través de un diálogo. La búsqueda de la autenticidad tiene una dimensión personal, individual, que nos conduce a la reflexión, al análisis crítico de lo que decimos, de lo que hacemos. Pero si somos auténticos y queremos serlo, esa reflexión individual nos tiene que llevar al análisis y al tratamiento de lo social.
Imaginemos lo que sería Nicaragua si nuestros jóvenes aprendieran a ser auténticos, a ser liberales de verdad, cristianas de verdad, socialistas de verdad. Imaginemos el choque cultural que eso significaría en un país donde los políticos liberales o conservadores o socialistas no tienen la menor idea y el menor interés en conocer qué es el liberalismo, el conservatismo o el socialismo. Imaginemos lo que significaría el poder de una juventud dotada del poder de la razón en un país sin razón.
¿Podremos convertir eso que algunos llaman la apatía de la juventud en una fuerza cultural renovadora? ¿Puede el pensamiento y la voluntad política organizada de los jóvenes y las jóvenes nicaragüenses superar nuestra cultura del fracaso y enfrentar y sobrevivir los retos de este incierto siglo XXI?
Las perspectivas deterministas y fatalistas de la historia asumen que el peso de nuestra cultura y de nuestras estructuras determinarán inevitablemente el futuro de Nicaragua. En este sentido, el determinismo es congruente con las visiones pragmáticas resignadas de la historia, aquellas que asumen que el papel social de los individuos se limita a actuar y a decidir dentro de los límites impuestos por una lógica trascendente a la voluntad y a la acción política organizada.
En el otro extremo están las perspectivas históricas voluntaristas, las que no reconocen los límites estructurales que condicionan y limitan la libertad. Esta posición es tan peligrosa como la fatalista determinista, porque para cambiar la realidad hay que reconocerla primero. Reconocer la realidad y sus límites no para rendirse en homenaje ante ellos, sino para trascenderlos.
Existe una tercera posición: la que aprendí de mi viejo y querido maestro Alberto Guerreiro Ramos, la que acepta la existencia de límites objetivos a la acción humana, admitiendo también la existencia de oportunidades para transformar y ampliar los límites de lo posible. Esta tercera posición nos permite recurrir a una visión de la historia como un proceso que es el resultado de una tensión permanente entre posibilidades objetivas y decisiones humanas. Aunque el rumbo de la historia nicaragüense estaría condicionado por el peso de la cultura que hemos creado y acumulado a través de casi doscientos años de historia, esta tercera perspectiva nos permite reconocer que son actores sociales con capacidad de reflexión y acción, actores como ustedes y como yo, los que constituyen y reproducen las mismas estructuras que nos condicionan.
Desde esta perspectiva, es posible asumir que, a partir de la comprensión de los marcos de limitaciones y posibilidades culturales y objetivas dentro de los que opera Nicaragua, los nicaragüenses podemos ampliar los límites de la realidad social y las fronteras de lo políticamente posible. Esta visión de la relación entre el individuo y su realidad estructural rescata el papel que las ideas y el pensamiento político tienen en la constitución de la sociedad y de la historia. El futuro se construye primero con el pensamiento. La construcción de una Nicaragua auténticamente justa, democrática y moderna comienza con la articulación de ideas, valores y visiones justas, democráticas y modernas. Es lo que nos ha enseñado Luis Enrique Mejía Godoy cuando canta que “para construir el futuro hay que soñarlo primero”.
El objetivo de una Nicaragua diferente, justa, democrática y moderna no puede alcanzarse dentro de una perspectiva utópica que no tome en cuenta las limitaciones históricas dentro de las que se desarrolla la realidad de nuestro país. Pero tampoco puede construirse el futuro de Nicaragua dentro de una orientación fatalista, pragmática resignada, que acepta la historia como un proceso ajeno a nuestra voluntad. Entre la utopía y el pragmatismo resignado existe el mundo de la realidad, el que se construye socialmente mediante la modificación mental y práctica del marco de limitaciones históricas que definen los límites temporales de lo posible. Este es el mundo de la acción reflexiva o de la acción orientada por un pensamiento político, que se nutre de la realidad para trascenderla.
Desarrollar nuestra capacidad de acción reflexiva es nuestro reto. Este es el reto de nuestra juventud y el de la Universidad. El desarrollo de nuestra capacidad de acción reflexiva es lo único que puede permitirnos transformar eso que llaman la apatía de la juventud nicaragüense en el inicio de un proceso de renovación cultural. Si no lo logramos, posiblemente terminaremos haciendo realidad lo que narra Gioconda Belli en Waslala, una novela sociológica que pinta la posible Nicaragua del siglo XXI, cuando ya hemos desaparecido como país y el nombre de Nicaragua no tiene ya ninguna connotación ni política ni moral, y somos solo un territorio utilizado por los países más desarrollados como un depósito de desperdicios radioactivos y un centro de operaciones del narcotráfico. Porque sería un error pensar que podemos seguir viviendo en nuestra cultura del fracaso por toda la eternidad. Sería un error suponer que ya tocamos el fondo del barril y que somos como somos y ya sabemos cómo vamos a ser y cómo vamos a vivir. Sería un error fatal porque el mundo cambia aceleradamente, abriendo nuevos abismos en los que un país sin brújula como Nicaragua puede siempre caer.
¿Cómo evitar terminar convertidos en la Nicaragua que con espanto pinta Gioconda Belli en Waslala? ¿Cómo iniciar un proceso que nos saque del pantano cultural en que nos encontramos? ¿Cómo desarrollar nuestra capacidad de asombro? ¿Nuestra capacidad de rechazar lo inaceptable? ¿Cómo trascender nuestra cultura del fracaso, nuestro pragmatismo resignado, siendo todas y todos nosotros productos de la misma cultura que necesitamos romper y trascender?
Somos enfermos y tenemos al mismo tiempo que actuar como médicos curanderos de nuestra propia enfermedad. Y no hay cosa peor que una enfermedad cultural, porque las enfermedades culturales ni siquiera nos permiten saber que estamos enfermos. El enfermo mental que dice ser Napoleón realmente cree que es Napoleón. Y los nicaragüenses, afectados por la cultura del fracaso, somos capaces de pasearnos en nuestras camionetonas por las calles de nuestra derruida Managua creyendo que somos modernos, que avanzamos, sintiéndonos Napoleones en medio de un campo de batalla donde hemos fracasado una y otra vez.
Hoy por hoy, Nicaragua es, de cualquier manera que la analicemos, una de las sociedades más vulnerables e inestables del mundo, con una cultura que nos empuja a reproducir el fracaso que hemos vivido. Con esta cultura, con estos indicadores, con la enorme pobreza que tenemos, hemos entrado a una nueva etapa histórica. El concepto más popular y hasta abusado que se utiliza para hacer referencia a esta nueva etapa, a la nueva tendencia de la que somos parte hoy, es el de “globalización”. La globalización hace referencia a las tendencias que muestran las estructuras políticas, económicas, y hasta culturales, a organizarse transnacionalmente, alrededor de poderes que no son nacionales y ni siquiera son territorializados.
Países como Nicaragua son de los más vulnerables, de los primeros candidatos a sufrir las peores consecuencias de esta nueva etapa histórica. Al terminar cada siglo hemos visto desaparecer y aparecer sociedades políticas. Tenemos que preguntarnos: ¿Será capaz Nicaragua de sobrevivir a este siglo?
Yo pienso que es importante desarrollar algo que alguien llamaba “la imaginación del desastre”. Es necesario reconocer que estamos mal, que hemos fracasado, y que esto puede terminar muy, muy mal. Esto no es derrotismo, es sencillamente reconocer una condición real para hacer algo y prevenir el posible desastre al que nos vamos a enfrentar en este siglo. La imaginación del desastre es la que tiene un buen piloto. Rehusaríamos subirnos a un avión con un piloto que dice no creer en la posibilidad de un accidente aéreo. Sólo volaríamos con alguien que sabe que los accidentes aéreos forman parte de la realidad diaria y, por lo tanto, hay que hacer algo para prevenirlos.
¿Cómo salir de la locura en que vivimos? ¿Cómo superar la cultura del fracaso? ¿Cómo alcanzar la autenticidad que necesitamos? Tal vez reflexionando sobre lo que decimos. Tal vez reflexionando sobre las palabras que usamos para definirnos. Tal vez reflexionando sobre el himno nacional que cantamos y sobre las oraciones que rezamos. Tal vez aceptando una cuota de silencio, algo de soledad diaria. Tal vez sea ése un primer paso.
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“Postsandinismo” terminó de imprimirse en diciembre 2013, con un tiraje de 500 ejemplares, en la imprenta Complejo Gráfico TMC. Managua, Nicaragua
En este libro, el nombre “Generación XXI” se escribe con letra cursiva para hacer referencia al blog Generación XXI de Confidencial.com.ni. Escrito sin cursiva y con letra normal, “Generación XXI” hace referencia a las personas que participaron en el blog Generación XXI y en el curso El Poder Político en Nicaragua que se organizó como una extensión del blog. En un sentido más general, el nombre “Generación XXI” (sin cursiva y con letra normal) también se utiliza en este libro para hacer referencia a los herederos y las herederas de los fracasos de mi generación. ↑
Ver Generación XXI, http://www.confidencial.com.ni ↑
Puedo hacer esta afirmación basado en el contacto personal que tuve con los y las participantes en el curso El Poder Político en Nicaragua, y con los y las colaboradoras del blog Generación XXI durante la reunión que sostuvimos el 17 de julio del 2010 en Managua. Ver fotos y video en: www.postsandinista.com ↑
El Movimiento de Renovación Sandinista (MRS), no fue capaz de romper esta polarización y crear una nueva visión política. Como lo señalé en Generación XXI, esta organización se representa a sí misma con el sombrero de Sandino, pero nunca le puso cabeza a este sombrero; es decir, nunca articuló una visión renovada del sandinismo que dice representar. Ha terminado convertido en un micro-partido más, guiado por una lógica pragmática-resignada que lo empuja a “atemperarse a las circunstancias” que dictan los balances de poder en la sociedad nicaragüense. ↑
La palabra Zeitgeist se traduce como el espíritu de una época o el espíritu de los tiempos, en la forma en que el Fausto de Goethe lo explica: “Lo que llamáis espíritu de los tiempos no es en el fondo otra cosa que el espíritu particular de esos señores en quienes los tiempos se reflejan”. Luego advierte algo que se aplica al espíritu de la política que el postsandinismo trata de superar: “Y a decir verdad, todo ello resulta muchas veces una miseria tal que uno se os aparta con asco al primer golpe de vista. Es un cesto de basura, un cuarto de trastos viejos, y a lo sumo un mal dramón histórico con excelentes máximas pragmáticas, de esas que tan bien cuadran en bocas de títeres” (Goethe, 2002, 60). ↑
Este capítulo es una adaptación de un artículo publicado en la Revista de Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile. Ver Pérez-Baltodano, 2012. ↑
El promedio antes señalado fue inferior al del promedio de los dos períodos presidenciales anteriores al de Daniel Ortega, aunque superior a la tasa promedio para América Central entre el 2007 y el 2011 (FUNIDES, 2012, 29). ↑
El texto de esta charla se reproduce al final de este libro, en el apéndice titulado “Nuestra juventud es heredera de un fracaso nacional”. ↑
La referencia es a una charla que ofrecí en la Universidad Centroamericana (ver Andrés Pérez-Baltodano, 2006). ↑
Esta escena de la película El Gladiador es producto de la fantasía de Hollywood. Marco Aurelio murió en el año 180 CE víctima de una plaga que azotaba al Imperio. ↑
Ver fotos: Confidencial, “Conversatorio con Andrés Pérez-Baltodano”, http://www.confidencial.com.ni/
fotos/21
Ver artículo: Confidencial, “Debaten sobre una nueva cultura política”, http://www.confidencial.com.ni/
articulo/1448/debaten-sobre-una-nueva-cultura-politica
Ver artículo: Carlos Fonseca M. “Diálogo juvenil con Andrés Pérez”,
http://www.confidencial.com.ni/articulo/1268/dialogo-juvenil-con-andres-perez ↑
La Alianza Patriótica fue una coalición de organizaciones políticas y partidos compuesta por la Unión Ciudadana por la Democracia (UCD); el Movimiento 9 de Noviembre; el Partido Liberal Independiente (PLI); y el Movimiento Renovador Sandinista (MRS). ↑
Ver video: Esta Semana, “Debate: La voz de los jóvenes”, 05/09/10, http://www.estasemana.tv/archivo/2010/septiembre/553 ↑
Andrés Pérez-Baltodano, La subversión ética de la realidad: crisis y renovación del pensamiento crítico latinoamericano. Managua: Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA), Universidad Centroamericana, 2009. ↑
PJCh hubiese rechazado el concepto “materialista” como descriptor de su filosofía política para distanciarse del burdo materialismo propagado por el marxismo latinoamericano de su época, que él consistentemente rechazó. Por esta razón, hubiese preferido hablar, como efectivamente lo hizo, de “humanismo espiritualista cristiano”. Estoy seguro, sin embargo, de que PJCh hubiese aceptado el sentido que adquiere el concepto “materialista” en el humanismo materialista cristiano, ya que éste incorpora el sentido trascendente que expresa su “espiritualismo”, al mismo tiempo que captura la dimensión social y económica de la realidad nicaragüense. Este tema lo ampliaré en este blog y, sobre todo, en mi libro sobre la filosofía política de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal. ↑
Reafirmo mi aclaración: yo soy el único responsable de la ubicación de las personas citadas en la categorización que aquí se ofrece. Es una responsabilidad que asumo, amparado en la libertad académica y de pensamiento que es necesaria para trabajar dentro de las ciencias sociales. Esta es la misma libertad que nos permite interpretar las ideas de Marx, o del mismo Jesús, en formas diferentes y hasta contradictorias. Y vuelvo a repetir: interpreto ideas –como las piezas del rompecabezas que quiero armar– y no el pensamiento político integral de personas particulares. ↑
Este énfasis no es diferente al que se esconde en las expresiones mucho más emocionales de los y las personas que integran la posición prosandinista no-razonada. En este sentido, la diferencia entre ambos grupos radica, esencialmente, en la capacidad de los que se agrupan en la posición prosandinista razonada, de articular sus ideas y de exponerlas en una forma más lógica y serena. ↑
No solamente los jóvenes que integran la posición prosandinista razonada sino un alto porcentaje de la población nicaragüense parecía inclinarse a aceptar formas no-democráticas de gobierno con tal de contar con un Estado capaz de resolver los problemas de pobreza, empleo y falta de oportunidades que sufre el país. De acuerdo a un estudio de Latinobarómetro, este porcentaje ascendía al cincuenta por ciento del electorado nicaragüense, uno de los más altos, en esta categoría de opiniones, en América Latina (Latinobarómetro, 2011). ↑
En esta sección se citan comentarios recibidos en el blog, y trabajos presentados en el curso El Poder Político en Nicaragua. Los primeros son identificados por el nombre de pila o el seudónimo de sus autores y aparecen en negrilla. Los segundos se identifican con el nombre completo de sus autores. ↑
Chantal Mouffe, una de las principales voces del “pluralismo agonístico”, percibe la visión deliberativa como incompatible con el pluralismo radical que defiende la posición postsandinista (Mouffe, 2000). Su crítica está basada en la percepción de la democracia deliberativa como un ejercicio académico que es incapaz de procesar las tensiones, emociones y contradicciones que forman parte de la vida social. Esta percepción de la democracia deliberativa, sin embargo, es injustificadamente limitada. Como lo señala John S. Dryzek, en una crítica a Mouffe, la practica deliberativa puede ser lo suficientemente amplia como para incluir los elementos que Mouffe correctamente considera como indispensables en una democracia radical (ver Dryzek, 2005; Mendonça, 2010). En la posición postsandinista, la idea del diálogo y la deliberación, como se explica en este libro, no es para nada académica. Todo lo contrario, está ligada a la visión dialógica de Paulo Freire y su educación liberadora. En este sentido, es compatible con la democracia radical. ↑
El pensamiento postsandinista, tal y como se expresó durante la vida de Generación XXI, no contempla esta posibilidad. Yo propongo que el imaginario cristiano es un instrumento no solamente valioso, sino también indispensable para transformar la cultura política nicaragüense. El pensamiento postsandinista es, fundamentalmente, laico-humanista. Yo mantengo que puede seguirlo siendo y, al mismo tiempo, reconocer el cristianismo nicaragüense como una normativa que facilita la reproducción del poder en Nicaragua; y como un recurso ético y discursivo para la transformación de esta normativa. ↑
El concepto de sistema también puede aplicarse –como lo hace la teoría de sistema-mundo de Immanuel Wallerstein– a la totalidad del sistema económico-político mundial. Desde esta perspectiva, los Estados nacionales deben estudiarse como sub-sistemas de una “totalidad estructural” global (Wallerstein, 1997). ↑
Weber hace uso del concepto de afinidad electiva para hacer referencia a situaciones en que las ideas, la materialidad, y los hechos y las circunstancias de la historia, desarrollan “relaciones de atracción y refuerzos mutuos que culminan a veces en una especie de simbiosis cultural” (ver Swatos, 2005). Michael Löwy, siguiendo a Weber, define este mismo concepto como “la selección mutua y el refuerzo recíproco de ciertos fenómenos socioculturales” (Löwy, 2000, 94). ↑
En derecho, por ejemplo, se establece que no es responsable –en el sentido de obligación– alguien que no cuenta con la capacidad para actuar –en el sentido de responder adecuadamente– frente a circunstancias que, por ejemplo, lo empujan a cometer un crimen. La capacidad mental de una persona acusada de matar a alguien, por ejemplo, puede determinar el juicio de la ley frente a este delito. En este sentido, la palabra responsabilidad adquiere el sentido de “capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente” (Diccionario de la Lengua Española, 2001). ↑
El concepto de empoderamiento se popularizó durante el desarrollo del movimiento feminista. En este sentido, es un concepto nuevo, aunque lo que representa haya sido conceptualizado y explicado antes. Toda la Pedagogía de la Liberación de Paulo Freire, por ejemplo, puede verse como una estrategia de “empoderamiento”. El “empoderamiento”, explica Pablo Iturralde, “es el proceso de construirse como sujeto individual y/o colectivo [. . .] con el propósito de conducir a la sociedad en función de sus propios intereses” (Iturralde, 2007, 4). ↑
Para un análisis de la relación entre providencialismo y pragmatismo en los Estados Unidos, ver Pérez- Baltodano, 2004b. ↑
Esta reacción y estas preguntas son vitales para la sobrevivencia del individuo y de nuestra especie. Nuestra tendencia a asumir, o por lo menos a incluir como una posibilidad, la existencia de una relación causal generada por una fuerza o voluntad agencial, que puede ser amistosa u hostil, en los eventos y circunstancias que enfrentamos, ha jugado un papel determinante en el control del riesgo. Puesto de otra forma, reaccionar frente a lo desconocido como algo potencialmente riesgoso y peligroso, ha sido un mecanismo natural de defensa a lo largo de millones de años de evolución plagados de incertidumbre. ↑
Esta explicación no constituye una negación de la existencia de Dios. Los autores no debaten este tema. Un creyente o una creyente puede aceptar la existencia de la predisposición natural mencionada; y creer que ésta fue creada por Dios e implantada en la estructura neuronal de los seres humanos. ↑
La palabra intuición puede usarse con un sentido más complejo y profundo, para hacer referencia a la capacidad mental para capturar el sentido más íntimo y esencial de las cosas. En este sentido, la intuición tiene una connotación mística pero también profundamente científica, si por científico se entiende la capacidad para trascender el nivel de las apariencias (ver, por ejemplo, Bergson, 1999). ↑
Para empezar, debemos aceptar que no existen seres puramente racionales y seres puramente intuitivos o emocionales. Todos somos seres racionales e intuitivos porque estas dos capacidades operan conjuntamente en el cerebro. Ambas son necesarias para hacer sentido del mundo y de nuestra participación en él (ver LeDoux, 2000). ↑
La crítica a la visión intuitiva dominante en Nicaragua no debe interpretarse como una desvaloración de la intuición, entendida ésta como la capacidad para trascender el nivel de las apariencias de la realidad, y capturar la esencia de la misma. La crítica es contra un estilo de cognición que devalúa el peso de la razón y, sobre todo, que ignora la necesidad de combinar nuestra capacidad intuitiva y nuestra capacidad racional para entender y ordenar la realidad. Puesto de otra forma, la crítica es contra el uso de un modelo de cognición que valora exageradamente la intuición como “presentimiento” y que, por lo tanto, no está acompañado del poder iluminador de la razón. En nuestro intercambio en Generación XXI, señalamos varias veces la necesidad de hacer uso de la intuición, en combinación con el análisis y la razón. Por ejemplo, en una oportunidad señalé que “la efectividad de un discurso político transformativo depende de su autenticidad; es decir, de su capacidad para penetrar e intuir el imaginario colectivo de una sociedad, y hacer sentido analítico y emotivo– de la forma en que los miembros de esta sociedad experimentan e interpretan sus propias acciones. Desarrollar esta capacidad implica compartir el lenguaje formal y afectivo con el que los miembros de una sociedad hacen sentido de su existencia colectiva e individual, para con este mismo lenguaje revelar las contradicciones que se esconden detrás del orden y de la moralidad social”. ↑
El heroísmo al que hago referencia no es, entonces, el “heroísmo reposado” al que hace referencia Jordan (1989) cuando estudia el heroísmo de algunas figuras de la literatura del renacimiento. Tampoco se trata del “heroísmo pensante” que estudia Hook porque el heroísmo voluntarista es anti-teórico y anti-filosófico (1955). No se trata tampoco del “heroísmo trágico” que analiza Raphael (1960) porque la tragedia es un género literario que parte de una apreciación dramática de los límites de la fuerza y la voluntad humana. Es diferente también al “héroe rey” en el que Carlyle (1966) ve la síntesis de todas las formas de heroísmo que él estudia y que ilustra con personajes como Cromwell y Napoleón. ↑
En Nicaragua, y en América Latina, tendríamos que promover la teorización de nuestra literatura y de nuestra poesía porque en ellas “se encuentran muchas de las claves de nuestro ser real, de nuestra realidad pre-teórica a la que hay que regresar para construir el edificio de un auténtico pensamiento social” (Pérez-Baltodano, 1999). ↑
Transcripción de la charla pronunciada en la Universidad Centroamericana (UCA) y reproducida en Envío, No. 289, Abril 2006. ↑
Primera Edición en Español, 2013, por el Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica de la Universidad Centroamericana IHNCA-UCA
Derechos de autor de la edición en Nicaragua cedidos al Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica de la Universidad Centroamericana, IHNCA-UCA.
© Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica de la Universidad Centroamericana, IHNCA-UCA
ISBN 978-99924-29-10-5