ENTRE EL DOCUMENTAL Y LA HISTORIA: UN ENCUENTRO DIFÍCIL. Por Jeffrey L. Gould

En esta conferencia el doctor Jeffrey L. Gould explora la relación entre la producción documental y el análisis histórico, destacando los desafíos de contextualizar testimonios sin desvalorizar su autenticidad.


Videoconferencia de Expertos en Historia Oral “Cicatrices de La Memoria”

22 de septiembre del 2022

ENTRE EL DOCUMENTAL Y LA HISTORIA: UN ENCUENTRO DIFÍCIL

Por Jeffrey L. Gould, PhD

Tengo una deuda con Nicaragua. No me hubiera hecho ni historiador, ni documentalista, ni nada por el estilo si no hubiera tenido una experiencia. A finales de julio de 1979. Tuve la oportunidad de estar en Nicaragua gracias a un evento así, una circunstancia en la que alguien me invitó a participar con una empresa de televisión holandesa en una producción de noticias. Entonces me acuerdo de que llegué. Podría haber sido 21, 22, con ellos y estuvimos detrás del teatro Rubén Darío y me obligaron a entrevistar a unas señoras que estaban buscando los restos de sus hijos, hermanos. Ahí había un montón de cuerpos ahí, desgraciadamente. Traté de hablar con una señora que estaba llorando y me sentí horrible, totalmente incómodo. Su hermano, el hermano de esa señora la abrazó y le dijo “Componete, el mundo tiene que conocer nuestra historia”. Desde ese entonces, quedó en mi mente que sí, hace falta y es muy necesario. Años después me metí en esa tarea y pasé como 15 años en eso. Ahora no voy a poder hablar más por el momento, tal vez en preguntas, discusión pueda referirme a mis experiencias, mi trabajo en Nicaragua, pero mi exposición tiene que ver con trabajos en El Salvador, donde voy a comenzar.

Los problemas que plantean la realización de documentales y el análisis histórico están estrechamente relacionados con estudios académicos sobre la historia oral y memoria colectiva. El problema más difícil de resolver inherente a esta tarea es cómo contextualizar históricamente los testimonios de los protagonistas, sin denigrar de ninguna manera su valor intrínseco. Dicho de otra manera, si como dice Paula Rabinowitz (1993), “reconocemos que los testimonios son gestos suplementarios de la verdad”, ¿Cómo criticarlos abiertamente sin cometer una violencia simbólica al imponer categorías y percepciones a personas cuyo capital cultural es limitado? Tal dilema también sugiere la estrecha relación entre la historia oral como práctica y el trabajo del documentalista. En ambos empeños se presenta una relación de asimetría en la posición de capital cultural con respecto a los sujetos de la investigación y del documental. No hay ninguna fórmula para resolver el problema de tales relaciones de poder, pero hay que reconocerlo constantemente, sin que llegue a paralizar el esfuerzo. Pero en el fondo es más factible contextualizar los testimonios en un libro que en un documental. Pero, por otra parte, el documental, a menudo nutrido de las mismas fuentes que la historia oral, tiene una ventaja, pero también una desventaja. La ventaja es que se puede superar en alguna medida la asimetría en capital cultural entre el historiador, documentalista y los sujetos, ya que se puede devolver la investigación a la comunidad sujeta. Tal devolución en más difícil con un libro o artículo académico a una comunidad subalterna. Aunque exposiciones públicas, como en la comunidad, pueden ofrecer una solución, aunque limitada. La gran desventaja del documental, por lo menos en cuanto al uso de la entrevista filmada, es que a veces la cámara inhibe al entrevistado. Solo repetidas visitas, intentos, pueden minimizar la distorsión producida por la cámara.

Quisiera ofrecer algunas reflexiones sobre las ventajas del proceso de creación de documentales para la investigación histórica. La entrevista grabada en vídeo tiene ventajas sobre el audio tape, ya que se puede estudiar las expresiones faciales y el lenguaje del cuerpo para así evaluar los testimonios de otra forma. Hay otra manera en la cual el proceso de crear un documental puede ayudar directamente a la investigación. Por ejemplo, se puede presentar un rough cut, como un borrador de la película a un grupo de los mismos sujetos del documental o al grupo que tenga una relación con los mismos. El feedback es valioso no solo para estimular más la investigación, sino porque nos ayuda a ganar colaboradores para el proyecto. Muchas veces la crítica es muy útil porque nos empuja a afinar los argumentos tanto en la investigación como en el documental. Así, para darles un ejemplo con nuestro primer documental, “Cicatriz de la Memoria. El Salvador, 1932” (2002), sobre la movilización, la insurrección y la represión de ese año en El Salvador.

Lo presentamos a un grupo de ladinos (Ladinos en El Salvador significa “No indígenas”), simpatizantes del Frente Farabundo Martí, en Izalco. Entre el grupo se nos criticó por ofrecer una historia, lo que llamaban ellos “Oficial”, que me pareció increíble. Una historia oficial, ya que enfatizamos la importancia de la izquierda en el movimiento y en la insurrección. Ellos nos decían que siempre los llamaban comunistas por cualquier protesta y con sentencias de muerte. Como respuesta a la crítica, ciertamente, en el libro que escribí me esforcé a dibujar con más detalle el desarrollo de la izquierda como un movimiento y un discurso popular. Y de hecho el documental alimenta esta perspectiva, ya que se puede ver cómo gente común en situaciones cotidianas se apropiaron de los mensajes de la izquierda y los utilizaron para crear nuevos conocimientos y estrategias para transformar su mundo social. Por tanto, en los gestos, las expresiones faciales y las construcciones lingüísticas se pueden palpar en el discurso de un socialismo como populista de una forma mucho más visible y comprensible que por el mero contenido de la entrevista, o mucho menos por la misma narración del documental.

Otro ejemplo relacionado con esas ventajas del documental, sobre todo cuando hay audio, es, como se puede constatar, las expresiones algo rígidas de la mayoría de los informantes. Esos son todos sobrevivientes de la masacre del 32. Son entrevistas que hicimos, sobre todo en el 98. Así se puede ver en sus rostros y en su aspecto, tal vez como consecuencia de seis décadas de silencio forzado, porque, como se sabe, básicamente los militares estaban en el control. Los que masacraron a la gente, a los 10,000 en el 32, siguieron en el poder durante seis décadas. Con La Cicatriz de la Memoria tuvimos que enfrentar el problema del narrador omnisciente, que presenta un ámbito potencial de la violencia simbólica, porque crea no sólo el sentido de superioridad de la autoría sobre los sujetos del documental, sino también un falso sentido de la interpretación histórica. O sea, sugiere una interpretación cerrada y definitiva. Intentamos en vano encontrar una forma para evitar el uso del narrador omnisciente. Sin embargo, debido a las distintas formas en que se manifiesta en las memorias traumatizadas, los 200 informantes sobrevivientes de la matanza, salvo uno de los 200 informantes, sólo uno no suprimió de los relatos toda alusión a la participación indígena en la insurrección del 32 que precedió a la masacre.

Los indígenas que sobrevivieron a la masacre y sus descendientes culpan de la insurrección al otro, al ladino, y sostienen que los indígenas no participaron. A pesar de la abrumadora evidencia documental de que miles de indígenas y otros tantos ladinos se levantaron en contra del ejército y las autoridades políticas en el 32. Por lo tanto, si los informantes hubieran narrado directamente el documental, habrían impedido cualquier evaluación racional de registro histórico. La desconstrucción de las memorias traumatizadas del narrador o de los participantes hubieran hecho que el documental fuera demasiado complejo y hubiera infligido cierta violencia simbólica, algo que deseábamos evitar.

En nuestro segundo intento para hacer un documental histórico titulado “…”, intentamos solucionar el problema del narrador. Después de muchos intentos, llegamos a una solución a medias. Después de varias discusiones sobre el contenido de la narración, Calín, en paz descansa, maestro rural y antiguo guerrillero, narra el documental frente a su clase. Esta solución dista mucho de ser ideal para el problema de las relaciones asimétricas de poder inherentes a la producción de documentales y no impide que mantengamos el control de la edición del documental. Con “La Palabra en el Bosque” también enfrentamos el problema de la audiencia relacionado en sí con el problema de la complejidad del argumento aceptable en un documental, y aquí, por supuesto, es muy diferente que un libro.

Me acuerdo cuando La Prensa Gráfica, el periódico de El Salvador, entrevistó a Santiago, mi colaborador sobre Cicatriz de la Memoria. Él comentó “A Gould le hubiera gustado hacer una película de seis horas”. Y en cierto sentido tuvo razón, ya que al historiador le duele un poco dar una explicación que carezca de toda su riqueza. Por lo tanto, el reto es cómo dejar abiertos los hilos interpretativos sin hacer un documental ni aburrido ni incoherente.

“La Palabra en el Bosque” (2012) relata la historia que vivieron algunos campesinos de Morazán en los años 70. Comienza con los testimonios que hablan de su participación en las Comunidades Eclesiales de Base al inicio de esa década. Los entrevistados recuerdan sus experiencias de producción colectiva y voluntaria siguiendo al historiador Jay Winter (2008). Yo calificaría estos esfuerzos como utopías menores. El autor nos reta a “Imaginar la liberación en una escala menor, sin las pretensiones grandiosas de los proyectos utópicos mayores”. Las utopías menores, caracterizadas por comunicación y estructuras horizontales. Estas visiones de transformación parcial coexistían temporalmente con las grandes narrativas de transformación social, pero después perdieron su lugar propio histórico. Este fragmento que podemos ver les va a proporcionar una idea de cómo eran estos experimentos sociales.

Se calcula que 1/3 de la población del norte de Morazán, un total de 55,000 habitantes se integró a las comunidades de base y participaban en tales experimentos sociales. Sin embargo, en las siguientes décadas, casi lustros de las utopías menores, en las memorias colectivas de los mismos campesinos del norte de Morazán. ¿Por qué? A fines de los años 70, la mayoría de los catequistas se habían unido a la organización guerrillera Ejército Revolucionario del Pueblo o a su organización de masas populares 28 de Febrero. A principios de los años 80, el norte Morazán era una zona liberada bajo el control del frente. Casi todos los catequistas que se unieron a la guerrilla ofrecen un relato lineal de cómo se desarrolló el movimiento guerrillero. El Estado reprimió a la comunidad de base y sus militantes se unieron al Ejército Revolucionario del Pueblo para combatir a las autoridades. Al aumentar la represión gubernamental, muchos otros campesinos se unieron en masa a las ligas populares que respondieron al aumento de prisioneros, torturas y asesinatos uniéndose a la guerrilla. Este documental, sin contextualizar directamente a los testimonios, permite que la ambivalencia de algunos testimonios y de la narración deja abiertas varias posibilidades interpretativas y narrativas alternativas. Aquellos que se unieron al ERP renunciaron a ser catequistas y empezaron a ver a sus antiguos hermanos en Cristo con cierto grado de condescendencia a utilizar un lenguaje que reflejaba los distintos grados de compromiso. Al mismo tiempo, muchos campesinos que se quedaron en las comunidades de base fueran los que posteriormente se unieran a las ligas y luego a la guerrilla, empujados por la represión estatal y paramilitar que se desató después noviembre del 77. Es importante reconocer que esas comunidades de base estaban así en su época más floreciente, en 73, 74 y 75. Tal represión proporciona material histórico para sustentar la memoria de la represión local como condicionante directa de la creación de la guerrilla en Morazán, a pesar de datos contundentes que contestan tal versión. En otras palabras, no hubo represión directa en contra de las comunidades de base hasta finales del 77, varios años después del nacimiento de la guerrilla. Daniel James (1977) hace un análisis pertinente de por qué los obreros frigoríficos de filiación peronista en sus testimonios trasladaron los acontecimientos del 17 de octubre del 45 al 16 de octubre del 45, debido a la necesidad colectiva de conservar la memoria de la naturaleza armoniosa del 17 de octubre, el día que centenares de miles de trabajadores presionaron al régimen para que liberara a Perón, los informantes ubicaran las luchas callejeras con los antiperonistas en el día anterior a la gran manifestación, considerada como casi sagrada la memoria oficial peronista. Entonces James dice “No obstante, sus memorias son al mismo tiempo individuales, en el sentido de que están arraigadas en sus recuerdos personales y también en la necesidad de establecer su identidad personal y darle coherencia a la historia de su vida, y están profundamente influidas por criterios derivados de las necesidades y deseos de su respectiva colectividad” En La Palabra es evidente que lo que condiciona las memorias colectivas y su ubicación de las fechas es la profunda rabia en contra de los asesinatos y la matanza perpetrada por los militares, comenzando a finales del 77 y aún más en el 78, 79 y 80.

Con el nuevo documental “Puerto Triunfo” (2017) han surgido problemas similares a los que se enfrentaron con los otros documentales. Sobre la narración, después de haber visto una versión preliminar, varios cineastas me sugirieron que, por un lado, la película le hace falta una narración fuera de las entrevistas y, por otra parte, que la narración no se puede hacer en forma omnisciente. Más bien me presionaran para que me insertara como narrador y así poder enseñar mi perspectiva, evitando entonces las dudas y las discrepancias de parte de la audiencia. Claro que hay otros estudiosos de cine que rechazaron la versión de esta estrategia fílmica. Otro problema que tuve que enfrentar tiene que ver con la posición de los tres entrevistados principales. Los tres son exiliados Alejandro Molina Lara, en paz descansa, Gloria García, ambos en Los Ángeles, y Ana Alvarenga en Montreal. No obstante, su estatus de exiliados, no encontré la manera fílmica de discutir la influencia del exilio sobre sus memorias y narraciones. Este problema me conduce a uno mayor: las necesidades fílmicas son muy distintas a las del análisis histórico. La meta principal de “Puerto de Triunfo” es narrar la historia de las luchas sindicales en los 70, cuando se forja una ética de solidaridad y en que, sobre todo los obreros temporales logren unas conquistas laborales muy significativas; aún se puede decir históricas, ya que revirtieron la tendencia global hacia la consolidación del mercado laboral. La tentación por presentarlo como una lucha heroica, homogénea y lineal, y en cierto sentido se presenta esa clase narrativa, pero, al igual que en La Palabra, en este documental se presentan las ambivalencias, contradicciones que podrían conducirnos a otras interpretaciones, pero siempre en costo en cuanto a la coherencia fílmica.

Esos documentales están en YouTube. Cicatriz de la Memoria, La Palabra en el Bosque y Puerto Triunfo. Por supuesto, no hay manera de contar una historia con un arco narrativo coherente, interesante, contando las historias relacionadas a todos los elementos de análisis necesarios. Por ejemplo, en un libro o un artículo académico. ¿Qué se puede sacrificar de los elementos analíticos sin perder la comprensión y la integridad académica? Es un reto muy difícil y mucho más difícil por supuesto con el documental que en un escrito académico. Al final, el documental es el resultado de una serie de compromisos y transacciones entre el análisis histórico que nutre la narración y la edición de los testimonios y la necesidad imperativa de crear un lenguaje cinematográfico.

Permítanme tratar de resumir algunos puntos metodológicos. La conservación de la memoria, o sea, la creación de condiciones para que las personas expresen sus propias historias de abuso de los derechos humanos, la lucha social, o incluso temor o apatía, debería constituir un reto y una responsabilidad para cualquier estudiante y estudioso que trabaje en la historia contemporánea en América Latina.

Permítanme intentar presentar un clip donde Alejandro y Gloria narran sobre sus experiencias con respecto a la violación de sus derechos humanos. Entonces podemos pasar por el último trozo de Puerto Triunfo 28:41. Es fuerte eso, el testimonio.

Después de que el historiador documentalista descubre la naturaleza contradictoria de un proceso histórico determinado, la pregunta pendiente es: ¿Qué podemos hacer al respecto? Compartimos con un creciente número de estudios el deseo de regresar nuestro trabajo a la comunidad de origen. Sin embargo, sería contraproducente e intelectualmente arrogante producir un documental que ponga de relieve que la narración colectiva de los militantes, campesinos, indígenas u obreros se aleja en algunos momentos cruciales del registro histórico. Dicho de otra forma, digamos, si se equivocan sobre las fechas por razones interesantes e importantes, no es exactamente un documental donde hay que destacar este hecho. Hay que dejar la interpretación abierta.

Aunque he destacado las dificultades inherentes a la combinación del trabajo histórico y el documental, me gustaría terminar con un toque de optimismo. Primero, como ya sugerí, las entrevistas filmadas en video complementan la investigación histórica en el sentido de que se pueda analizar la semiótica de los gestos faciales y corporales, lo que permite al historiador mayor alcance interpretativo. Por último, las repercusiones del pasado en el presente constituyen un tema de interés e importancia intrínseco. El documentalista está en la ventajosa posición de estudiar y destacar estas repercusiones. En el fondo, el documentalista tiene la posibilidad de entrar directamente en la política de la memoria, a veces en formas muy inesperadas. (Puedo comentar eso en las preguntas si quieren), pero es una motivación, a la vez una responsabilidad pesada para el historiador que a la vez pretende ser documentalista. Gracias.

En los varios proyectos siempre ha sido un equipo muy, muy pequeño. En los primeros dos documentales trabajaba directamente, no con un cineasta, sino con Carlos Enríquez Consalvi, que es director del Museo de la Palabra y la Imagen, en San Salvador. Y después trabajamos con cineastas de cámara, sobre todo, por ejemplo, Guillermo Escalón, que es un cineasta importante en América Central, vive en Guatemala y así, pero siempre en un grupo muy pequeño. O sea, no gozamos de muchos recursos. Entonces era nada más cámara, sonido y punto. O sea, normalmente trabajamos como cuatro o cinco personas, por las limitaciones económicas.

Respuestas

En cuanto a la política de memoria. Es decir que, en el caso del 32, en El Salvador ha habido grandes debates sobre ese evento y entonces esos debates, de tipo académico o historiográfico también se han traucido en debates en cuanto a nivel más popular. ¿Qué pasó? ¿Quién tenía la culpa? De hecho, durante décadas, quién tenía la culpa eran los comunistas. Y ahí es complicado, la misma gente que entrevisté en el 98 y 2000; gente que decía quién mató a la gente eran los comunistas. Como consecuencia de seis décadas de propaganda. Entonces no fueron los militares los que mataron a todos los indígenas llamándolos comunistas, sino los comunistas que mataron a los indígenas. Es decir que ese nivel de distorsión en la política de memoria, esa película Cicatriz de La Memoria se insertó, pero muy brevemente, quiero comentar algo de lo que era inesperado en cuanto a la política, la memoria. Esa película, por razones contundentes, no pudimos entrar a una discusión a fondo de la cuestión de las identidades étnicas en el 32, porque eran muy, muy complejas, porque había gente indígena que hablaba náhuatl, se vestía en su tipo de vestuario tradicional, claramente distintivo y otros que se vestían igual que los ladinos y que no hablaba náhuatl; sin embargo, eran indígenas. Entonces ese nivel de complejidad no se puede discutir. Entonces eso es una parte hasta cierto punto minimizada en la película. Sin embargo, grupos indígenas que estaban surgiendo en los 90 y comienzos de este siglo, tomaron esta película, y a pesar del hecho que no enfatiza la cuestión indígena, la usaron como una herramienta en sus luchas. Incluso llegaron a presentarlo en, creo que se llama la Comisión Contra de la Persecución Racial o algo así en Ginebra de las Naciones Unidas. Lo presentaron como evidencia de cómo era la situación para los indígenas en El Salvador. En otras palabras, a pesar del hecho que no hubo el intento de aportar directamente a esas luchas de las comunidades indígenas, ellos sí lo tomaron y lo utilizaron. Y en ese sentido, claramente como parte de esa política de la memoria.

Ahora sobre la cuestión ética y en cuanto a la presentación, de la violencia y la violación de los derechos humanos, yo creo que en el fondo es importante, o sea, cualquier cosa que revele a los problemas y las violaciones de los derechos humanos, creo que es éticamente necesario presentarlos. Sin embargo, yo sé que también hay, me imagino que hay personas que realmente por distintos motivos psicológicos no soportan ver ciertas imágenes. Ahí en los Estados Unidos, en mis clases antes presentar mi película siempre tenía que decir, algo así como: Si ustedes no aguantan ver la sangre, etcétera, favor de ausentarse. En cuanto a la cuestión de devolución a las comunidades, por supuesto, es eso solo posible cuando estamos hablando de algo más o menos de historia contemporánea. Pero cuando es posible, creo que es bastante necesario hacer el intento de devolver las investigaciones, a las comunidades de los sujetos de la investigación.

El historiador Alessandro Martelli, que ha hecho trabajos en Italia, en los Estados Unidos, y uno en particular cree que es relevante que se llama La muerte de Luigi Trastulli (1989). Y en ese. En ese trabajo, resumiéndolo muy, muy rápidamente. Se trata sobre un grupo de entrevistados obreros metalúrgicos del pueblo de Terni, en la parte central de Italia, y los entrevistaba en los años 70, y estaba hablando sobre ese momento en que mataran a un obrero que estaba en una protesta “…”. Y eso ocurrió en el 49. Y ocurrió en el contexto de una protesta en contra de la OTAN, en contra de la participación de Italia en la OTAN y en ese momento. O sea. Pero todos los entrevistados restantes. Apuntaban al año 53 como momento de ese muerto. ¿Es decir, que un cambio de año importante no? Del 49 al 53. Entonces él desarrolla todo eso en análisis. ¿Por qué? ¿Por qué es que todos los entrevistados, todos esos obreros cambiaron la fecha y no lo hicieron a propósito? Era totalmente inconsciente y tenía que ver otra vez, sin entrar en mucho detalle. Básicamente, tenía que ver con unas cosas, ¿verdad? En primer lugar, la situación política en Italia había cambiado mucho en esos años. Entonces, la mayor parte de esos entrevistados eran o miembros del Partido Comunista Italiano o simpatizantes. En ese momento se estaba desarrollando esa corriente de eurocomunismo que más bien no tenía gran oposición a la OTAN. Eso, en primer lugar, es un poco el contexto, pero la cosa más importante era que en el 53 hubo unos despidos masivos de miles de obreros y frente a despidos había como protestas, pero protestas, sin resultado positivo y más bien que revelaba la gran impotencia del movimiento obrero en ese momento, en el 53. Entonces el análisis de Portela es básicamente que mire, aunque por decirlo así, se equivocaran en la fecha. Más bien nos revela mucho sobre lo que Williams llama la estructura de sentimiento sobre, realmente cómo se sentía en esos momentos históricos. ¿Pero por qué tenía tanta importancia ese momento en el 53 con respecto a su conciencia? Y entonces por eso recomiendo ese deporte. Y también Daniel James, a quien mencioné antes. Él tiene una frase, aunque no puedo pensarlo en español, que básicamente es que la historia oral no nos presenta una ventana limpia hacia la conciencia histórica, sino una ventana como borrosa de precisamente esa parte que donde no está claro donde, donde puede ser la parte interesante para el análisis, nada más. Pero otra vez, gracias por la exposición.

(Preguntan sobre si el presente condiciona la memoria). Sí, para mí siempre es una pregunta complicada, ¿verdad? Porque tampoco estoy seguro si la expectativa es este, el entrevistado o del entrevistador. No sé si es tanta la expectativa, si no en el futuro, si no cómo es que el presente condiciona a la memoria y ese siempre es una tensión muy importante y difícil de superar, pero también potencialmente muy fructífera y como presente siempre a su vez. O sea, la manera de experimentar el presente también está condicionado por expectativas. Entonces, no es que veo si entiendo bien la pregunta, no hay una, no hay una manera de superar la tensión. Pero yo creo que lo más que uno puede hacer es mantenerla presente en su análisis.

Fuentes citadas

Gould, J. L. (2017). Puerto El Triunfo. Museo de La Palabra y La Imagen. https://archivomesoamericano.org/media_objects/r207tp34z

Gould, J. L., & Consalvi, C. E. (2002). Cicatriz de La Memoria: El Salvador, 1932 [Documental; 53:47]. Museo de La Palabra y La Imagen. https://www.youtube.com/watch?v=mLZTTxddCZg&t=15s

Gould, J. L., & Consalvi, C. E. (2012). La palabra en el bosque (The word in the woods) [Documental]. Museo de La Palabra y La Imagen. https://www.youtube.com/watch?v=SG-SbV6WzTE

James, D. (1977). Meatpackers, Peronists, and Collective Memory: A View from the South. The American Historical Review, 102(5), 1404-1412.

Portelli, A. (1989). Historia y memoria: La muerte de Luigi Trastulli. Historia y Fuente Oral, 1, 5-32.

Rabinowitz, P. (1993). Wreckage Upon Wreckage: History, Documentary, and the Ruins of Memory 32:2, mayo de 1993, 134. History and Theory, 32(2), 134.

Winter, J. M. (2008). Dreams of Peace and Freedom. Utopian Moments in the Twentieth Century. Yale University Press.